El acoso escolar es un problema mundial. Así lo ha retratado la Unesco en su último informe denominado Ending the Torment: Tackling bullying from the schoolyard to cyberspace [Poner fin al tormento: cómo abordar el acoso escolar, desde el patio del colegio al ciberespacio], y presentado en Seúl en el marco de una conferencia internacional al respecto. Según el organismo de la Naciones Unidas (ONU), dos de cada 10 alumnos lo sufren o, lo que es lo mismo, unos 246 millones de jóvenes -niños y adolescentes- padecen este tipo de hostigamiento en el planeta.

Según el estudio, un 34 % de los menores de entre 11 y 13 años dice haber sido acosado en los últimos 30 días y un 8 % de ellos dice sufrirlo a diario. La UNESCO reclama una respuesta «eficaz» basada en un enfoque «global», centrado tanto en la prevención como en la disminución del problema. Recordar que los datos en España también son escalofriantes. Esta lacra afecta al 4 % del alumnado, según datos del Ministerio de Educación, que ha puesto en marcha este curso 2016-2017 un teléfono gratuito, atendido por psicólogos y que no deja huella telefónica, para atajar una problemática en constante aumento. Desde la Fundación ANAR aseguran que, en 2015, se atendieron en su organización 369.969 peticiones de ayuda en toda España, de las que 25.000 se referían a algún tipo de violencia escolar. Estos casos crecieron un 75% con respecto al año anterior.

“El acoso escolar es una violación grave del derecho a la educación y un problema real del que los colegios deben ser conscientes y hacer de ellos lugares seguros para todos”, aseguró la directora general de la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Irina Bokova, informa EFE. “Muchas veces, la violencia en la escuela está provocada por relaciones de fuerza desiguales -profesor/alumno-, o a menudo reforzadas por estereotipos ligados al género, la orientación sexual u otros factores que contribuyen a la marginación, como son la pobreza, la identidad étnica o el idioma», añadió la experta.

El informe elaborado en 2016 con los datos de más de 100.000 niños y jóvenes alrededor del mundo -en 19 países, España incluido- ilustra el impacto del acoso escolar. “Nueve de cada diez considera el bullying un problema real e importante; dos tercios de los encuestados asegura haber sido acosado en alguna ocasión, y un tercio piensa que sufrirlo es normal y no lo ha denunciado, aunque es cierto que muchos no saben ni cómo ni a quién hacerlo”, indica la Unesco en su página web. Uno de los colectivos más afectados por el bullying son las lesbianas, gais y transexuales. Un 25% de los sujetos a estudio sufrió acoso por su aspecto y otro 25%, por su orientación sexual.

Uno de los motivos principales, el acceso a Internet

El acceso a la red ha incrementado los casos de cyberbullying, según se alerta en el informe. Este es el acoso que tiene lugar en las redes sociales y que puede ser perpetrado mediante teléfonos móviles, ordenadores o tabletas. “En los últimos tres años, han aumentado un 87% las denuncias por este tipo de acoso en el mundo. Aunque la falta de recursos y que aún se mantiene invisible para algunos profesores y centros educativos entorpece su solución”, según se asegura en el trabajo de la Unesco.

En Europa, donde más del 80 % de los que tienen entre cinco y 14 años tienen un móvil, este tipo de acoso entre los menores de nueve a 12 años ha pasado de afectar a un 8% en 2010 a un 12% en 2014. Los grupos más afectados son las chicas y los de menor edad.

El acoso afecta a todo el individuo

El acoso, según el informe, tiene una repercusión directa sobre la salud física y el bienestar emocional de la persona, llegando, en sus casos más graves, a provocar la muerte del individuo. Además, sufrir acoso físico puede llevar a embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual.

Entre las soluciones propuestas por la Unesco, figuran un liderazgo político sólido, un entorno escolar «seguro e inclusivo», la puesta en marcha de mecanismos de alerta y comunicación y de servicios de apoyo apropiados, la recopilación y tratamiento de datos sobre la violencia y una formación específica del personal educativo.

Pese a que muchos países ya han lanzado iniciativas para combatirlo, «aquellos que aplican un enfoque global son relativamente poco numerosos», advierte la Unesco, que alerta de que las víctimas presentan un mayor riesgo de ansiedad, depresión, marginación, autodestrucción y pensamientos suicidas.

http://elpais.com/elpais/2017/01/17/mamas_papas/1484647388_475258.html

José Antonio Luengo.
José Antonio Luengo.

¿Los adolescentes de hoy en día son como los de antes? ¿Asistimos a una nueva manera de enfocar ese cambio en la vida de todo ser humano? Muchas voces advierten, desde hace tiempo, que el exceso de protección no es en absoluto beneficioso para los niños que crecerán sin saber asumir responsabilidades. José Antonio Luengo, psicólogo experto en adolescentes, reflexiona sobre cómo han cambiado los paradigmas educativos desde hace tan solo tres décadas y cuáles son las consecuencias.

PREGUNTA: Para empezar, ¿qué es la adolescencia y qué etapas de la vida cubre?

RESPUESTA: La adolescencia es una fase de la vida, una etapa crucial del desarrollo, marcada por cambios orgánicos, fisiológicos, cognitivos, psicológicos y emocionales notables y muy significativos en la configuración definitiva de la personalidad; esa que nos hace y hará alguien diferente de todos cuantos nos rodean. Hablamos de un período que abarca, con flexibilidad, desde los 11-12 años a los 16-18, siempre dependiendo de factores personales, individuales, sociales y culturales. El adolescente es un ser que, en términos precisos, crece y aprende a crecer. La palabra, etimológicamente, nos remite a ese principio: un ser que está creciendo. Con los conflictos, incertidumbres, dudas y sorpresas que ello conlleva. Para el propio adolescente y su entorno.

P: ¿Se diferencia en algo la adolescencia de ahora con respecto a la que los que ahora son padres, tuvieron?

R: Existen diferencias y no son pocas. Pero, probablemente, tengamos muchas más cosas en común de las que pensamos en la actualidad. La revolución hormonal y fisiológica que se produce, los cambios físicos y psicológicos… La crisis inherente a un cambio tan drástico y aparentemente inesperado. Las dudas, la ansiedad, por saber, por ser. La impulsividad, la desproporción, el desequilibrio. Y cierta condición de rebeldía y oposición a lo establecido; por los padres y el entorno. Nos diferencian cosas, claro. Relacionadas, sin duda, por cómo vivimos, por cómo están hoy organizadas las cosas, a diferencia de ayer. Influyen en esas diferencias el cómo vivimos los adultos y cómo les hacemos vivir, las características de las familias de hoy, cómo organizamos sus vidas, el papel que juegan las tecnologías, y su fácil acceso a un mundo “inabarcable”…

P: España contempló una explosión económica sin precedentes en los ochenta y noventa. Se sabe que las situaciones económicas condicionan en buena parte la forma de educar. ¿Cree que los jóvenes nacidos a partir de esa época han sido educados en una cultura de poco esfuerzo y de tenerlo todo sin merecerlo solo porque sus padres no lo tuvieron?

R: Creo sinceramente que sí. Siempre se simplifica al realizar una afirmación categórica, pero no faltan evidencias de ello. Considerar que eres “mejor” padre o madre en función de las posibilidades de acceso a lo material que tienen tus hijos, evitar sus incertidumbres y “facilitarles” todo lo que tienen que vivir y experimentar han sido (y aún lo son) principios educativos torpes y, seguro, contraproducentes. Hay quien describió este fenómeno como una forma de “OPA amigable” a la infancia. “Te compro” con todo lo que te doy porque no tengo tiempo para estar contigo, para cuidarte, escucharte, tenerte y educarte como debería… Y como necesitarías.

P. Lo quiero/lo tengo y si no es así, entonces me frustro, tengo traumas, me drogo, bebo, tengo relaciones sexuales muy pronto y con muchas personas… ¿no será que nos hemos pasado de permisivos? ¿Hay lugar para la esperanza?

R: Hoy surge un término muy interesante, el de los padres “helicópteros”, en clara alusión a una manera de gestionar la educación de los hijos, basada en la hiperprotección. Una suerte de hiperpaternidad, que ve a los hijos como seres intocables, que, al fin, acaban teniendo más miedos que nunca. Padres que sobrevuelan sin tregua las vidas de sus hijos (de ahí lo de helicóptero), pendientes de todos sus deseos y necesidades. El mundo parece acabarse si tus hijos dudan, si aparecen frustraciones, desvelos. Si se entristecen o, un día, se enfadan con sus amigos. Involucrarse en la vida los hijos es consustancial, por supuesto, a ejercicio adecuado de la patria potestad. Otra cosa es la ofuscación por la perfección, por la necesidad, casi obsesiva, de que sean los mejores, en todo. En todo.

P: Hace sesenta años se educaba a base de cinturón y ahora se educa cuidando no traumatizar al niño. ¿La virtud está en este caso en el término medio? ¿Qué hemos ganado y perdido con respecto a la generación de nuestros padres?

R. Hablando de nuestro entorno social, el de un país desarrollado, hemos de insistir en una idea. Nunca los niños han estado tan bien “tratados” desde que nos reconocemos como seres humanos. Nunca el ordenamiento jurídico que ampara los derechos de la infancia y de la adolescencia ha adquirido tanto valor, rigor, seriedad, criterio y eficiencia. El secreto, si es que existe, es educar desde el equilibrio, atendiendo las necesidades de nuestros hijos con esmero. Y esto supone, ineludiblemente, entender la frustración como una experiencia imprescindible. Entender que el “no” también educa, que es imprescindible el dolor, la insatisfacción, la duda, el conflicto. Que es necesario que se enfrenten al no puedo o no sé, y saber afrontar las situaciones. Con autonomía.

P: ¿Estamos más perdidos ahora los padres que antes?

R: A pesar de todo lo que sabemos y hemos ido aprendiendo de educación, a pesar de que las condiciones de vida han mejorado notablemente respecto a épocas pretéritas (siempre en términos generales y sin obviar situaciones desfavorecidas que no deben ser pasadas por alto), educar, hoy, es un proceso muy complejo. Influyen muchos factores. Padres y madres sabemos con certeza que el mundo ha cambiado y que nuestros hijos no precisamente van a mejorar las condiciones de vida que nosotros, sus padres, hemos tenido o tenemos. Y aparecen muchas más dudas. Y la obsesión, la preocupación porque no les falte de nada, que sean los mejores, competitivos… Y pueden perderse ciertos papeles en este proceso. Las condiciones de vida han hecho, también, que tengamos menos hijos. Y se pierden cosas. Los hermanos cubrían, y cubren, una parte sustancial de la experiencia de crecer en compañía.

P: La falta de compromiso es una de las características de la adolescencia pero es que ahora dura pasados los 18 y eso tiene que tener un porqué. ¿Sabría decirme cuál?

R: Soy de los que piensan que, a pesar de las circunstancias expuestas, tenemos los mejores adolescentes y jóvenes de toda nuestra historia. Pero no les ayudamos con principios y criterios educativos de hiperprotección. Muy al contrario. Acondicionar su vida desde la inacabable comodidad no es el camino. Nos estamos engañando. Crecer significa afrontar, caerse, saber levantarse, ayudar a quien dobla la rodilla a tu lado; a quien lo está pasando mal. Crecer significa, también, llorar y saber secarse las lágrimas. Y seguir. Crecer significa esforzarse, y tener disciplina. Automotivarse en cada tarea, en cada momento. Estos son, querámoslo o no, principios esenciales del manual del buen padre, del buen educador. ¿Pero es que no nos damos cuenta?

José Antonio Luengo, es Psicólogo educativo, vicesecretario del Colegio de Psicólogos de Madrid. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid.

http://elpais.com/elpais/2017/01/12/mamas_papas/1484215479_924583.html

“Los jóvenes son el futuro porque entienden los problemas del planeta y se sienten empoderados para cambiar el curso de la historia”. La primatóloga Jane Goodall ha aprovechado este lunes la ceremonia de entrega a la personalidad ambiental del año 2016 que le ha concedido Ecovidrio en Madrid para destacar la urgencia de actuar para salvar el planeta. Con un discurso plagado de referencias a la juventud, sobre la que recaen todas las esperanzas de la activista medioambiental, Goodall ha intervenido en la XVII edición de los premios periodísticos que celebra cada año la entidad encargada del reciclaje de vidrio en España.

Goodall, presentada como una de las mujeres más influyentes del siglo XX por la periodista Elena Sánchez, cuenta con más de 100 premios internacionales, entre ellos, el Príncipe de Asturias de Investigación de 2003. La primatóloga de 82 años ha recogido con su chimpancé de peluche este nuevo reconocimiento a su trabajo en favor de la protección de los ecosistemas, la educación ambiental y la sostenibilidad como modo de vida. En su discurso, Goodall ha hecho un repaso a su trayectoria profesional que comenzó hace más de 70 años con un viaje a África. “La primera vez que fui a estudiar los chimpancés mi madre vino conmigo, porque una mujer joven no podía viajar sola”, ha recordado Goodall. En aquella ocasión, la primatóloga pasó cuatro meses estudiando a estos primates, hasta que pudo demostrar su capacidad para usar herramientas. “Ellos me miraban como a un primate grande, blanco y, sobre todo, raro”, ha contado Goodall.

Muchos años después, en 1996, Goodall supo por un congreso al que asistió que los chimpancés estaban desapareciendo por la deforestación. “Volví a África y vi que la gente estaba desesperada y usaban los recursos naturales para sobrevivir”, ha señalado la primatóloga. “Si no mejoramos la vida de esta gente, no podemos conservar el medio ambiente”, ha asegurado Goodall. Aquella fue la semilla del proyecto Raíces y Brotes, que en la actualidad cuenta con varios programas enfocados a la juventud y unos 60 grupos activos en el mundo que funcionan fundamentalmente con voluntariado.

Goodall opina que en los jóvenes está la clave del futuro del planeta y de la concienciación. “Muchas veces, son los jóvenes los que convencen a los padres y a los abuelos sobre temas medioambientales”, ha señalado. Goodall asegura que este es el motivo por el que viaja 300 días al año. “Y a medida que los niños crecen, el mensaje se va expandiendo”, ha asegurado la activista.

Jane Goodall con su mono de peluche.

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Jane Goodall con su mono de peluche. Juan Carlos Hidalgo

En cuanto a la importancia de las acciones individuales, Goodall ha explicado que son muy poderosas, aunque mucha gente piense que lo que haga una persona no sirva de nada. “En cambio, si millones de personas toman las decisiones éticas adecuadas, se puede cambiar el mundo”, ha asegurado Goodall, para quien lo importante es dar esperanzas a la gente. “La falta de esperanza conduce a la apatía y esto acabará por destruir el mundo”, ha lamentado Goodall. Según la primatóloga, es urgente actuar para salvar el planeta. “Lo estamos destrozando y hay indicios de que la situación va a empeorar, pero yo soy optimista. Solo tenemos que trabajar todos juntos y en la misma dirección. Y veo a la sociedad cada vez más concienciada”, ha asegurado Goodall.

En la ceremonia han intervenido el director general de Calidad y Evaluación Ambiental y Medio Natural del Ministerio de Medio Ambiente (MAPAMA), Javier Cachón, y el presidente de Ecovidrio, Iñaki Soroa. En esta edición se ha reconocido también la labor de la compañía Car2Go, como la iniciativa de Mayor Impacto Ciudadano. Los trabajos periodísticos premiados han sido un reportaje del programa Aquí la Tierra, de TVE; Javier Martínez por el programa Ecogestiona de Gestiona Radio; Denisse Cepeda por un reportaje publicado en Cinco Días y EFE Verde en la categoría Mejor Campaña 2.0.

http://elpais.com/elpais/2017/01/09/ciencia/1483978740_368983.html?id_externo_rsoc=FB_CM

El Ministerio de Sanidad, que dirige Ana Mato, ya tiene ultimado el embrión de su ley del alcohol, la primera norma que establecerá una prohibición absoluta al consumo y venta de bebidas alcohólicas a menores de edad en todo el Estado, aunque haya consentimiento de padres o tutores. Es también la primera vez que una legislación se atreve a limitar el consumo en la vía pública de la población adulta y la publicidad.

Si sigue adelante y no se descafeína durante su discusión, se convertirá en una legislación pionera en Europa al integrar bajo un mismo paraguas legal toda la regulación de consumo, etiquetado y publicidad.

El borrador, al que ha tenido acceso a ABC, prevé multas ejemplarizantes de entre 300 y 600.000 euros para quien incite a beber, venda o promocione bebidas alcohólicas para niños y adolescentes. La sanción máxima se reserva para empresas (discotecas, supermercados, tiendas…) en los que se demuestre la presencia, venta y consumo por menores de forma reiterada y en la que los propietarios no faciliten la labor de inspección. Se prevén hasta 4.000 euros de multa para quien suministre alcohol a un chico que haya sufrido coma etílico durante una borrachera y haya puesto en riesgo su vida.

La fuerza sancionadora caerá en quien lo venda pero también se podría penalizar a los padres y tutores legales. Tal y como está redactado este primer documento, se podría multar a los progenitores que demuestren falta de diligencia en el cuidado de hijos menores y estos se emborrachen de forma reiterada con su conocimiento. Aunque, evidentemente, los padres tienen limitada su responsabilidad a hechos que puedan conocer con antelación.

Tutores y padres también deberán hacer frente a multas de 300 euros si la Policía sorprende bebiendo a un chico de menos de 18 años. Los menores están exentos de responsabilidad administrativa, de manera que serán sus padres quienes respondan en caso de sanción a sus hijos. La sanción podría cambiarse por trabajos en favor de la comunidad y ayuda a víctimas de tráfico por haber bebido.

El texto que estudia Sanidad restringe al máximo los anuncios para eliminar la imagen atractiva del alcohol y limita el consumo de adultos en espacios donde pueda haber presencia mayoritaria de niños. No se prohibirá beber en cafeterías, bares, restaurantes, haya o no menores alrededor, pero sí en parques, piscinas, centros escolares o recintos recreativos o deportivos.

A cien metros de estas zonas no podrá haber ninguna valla publicitaria que anuncie estos productos y los anuncios desaparecerán de las televisiones desde las seis de la mañana a las diez de la noche, la franja horaria en la que se presume que un niño puede estar viendo la tele.

Sin distinciones

La intención es no tratar con benevolencia ninguna bebida alcohólica. Por eso, no se favorece a las bebidas con menor graduación y más populares en España, como el vino, la cerveza o la sidra. En el texto se considera bebidas alcohólicas «a todas aquellas que contengan una graduación natural o adquirida, igual o superior al 1,2 por ciento de su volumen», sin distinguir entre las bebidas de mayor o menor graduación. Se tratará, por tanto, con la misma dureza en la ley a la ginebra y al whisky que a la cerveza.

Estas son algunas de las principales medidas contenidas en la nueva ley.

Rótulos de advertencia como en el tabaco

En todos los envases de bebidas alcohólicas deberá constar de forma impresa y en lugar preferente, con caracteres tipográficos visibles, esta leyenda: «Las autoridades sanitarias advierten que el consumo de bebidas alcohólicas por menores de edad puede provocar graves riesgos y daños a su salud y seguridad, y está prohibido». Esta misma leyenda también deberá verse en las paredes de los locales donde se venda alcohol. Asimismo, en los envases deberá verse la graduación alcohólica.

Máquinas automáticas siempre vigiladas

Con la entrada en vigor de la ley, ya no podrá haber máquinas automáticas que vendan cerveza, sangría o cualquier bebida con alcohol en el exterior de las tiendas y locales. Deberán estar siempre en lugares que permitan la vigilancia de su uso por parte de encargados para impedir el acceso a menores de edad. Tampoco se podrán colocar a las entradas y salidas de los espectáculos. En su defecto, «deberán incorporar mecanismos técnicos eficaces que impidan la posesión» de niños y adolescentes.

Adiós a las bebidas en los escaparates

La intención del Ministerio de Sanidad es evitar en lo posible que los menores perciban el alcohol como algo socialmente aceptado y presente en sus vidas. Por eso, se prohibirá que las tiendas y supermercados exhiban bebidas en sus escaparates. En el interior, no deberán colocarse en zonas preferentes de los locales, ni junto a productos de uso habitual por jóvenes como los artículos deportivos, el material escolar, música, telefonía móvil o ropa. Siempre habrá carteles visibles que anuncien la prohibición a menores.

No se podrá beber en parques ni colegios

La ley está enfocada para prevenir la ingesta en menores, pero también limita a los mayores de edad. Por primera vez, se restringe su consumo en espacios públicos, como ya se ha hecho con el tabaco y el cigarrillo electrónico. Se prohíbe en zonas donde haya mayoritariamente niños: en centros escolares (salvo la Universidad), centros de formación deportiva, en el interior de recintos deportivos y en el transporte público. En piscinas, hospitales y parques y jardines solo se podrá beber en lugares acotados (terrazas y cafeterías)

Los médicos, obligados a denunciar

Los médicos de centros públicso y privados que hayan prestado asistencia a menores por ingesta de alcohol «deberán comunicar con la mayor inmediatez posible el hecho indicado a los padres o representantes legales de los menores», reza el borrador de la ley. Si hay un grave riesgo para la salud de los menores asistidos se deberá hacer un informe escrito y comunicarlo al servicio de protección de menores de la comunidad autónoma, servicios sociales y también al ministerio fiscal.

Cierre de negocios por vender a menores

Las infracciones por vender alcohol a un menor o no comprobar con el DNI que tiene la edad necesaria para comprar puede ser leve, grave o muy grave y oscilar entre los 300 y los 600.000 euros, la sanción máxima. Para que se valore el cierre la infracción debe ser «grave» o «muy grave» y se valorará si la venta se produce con regularidad. Los adultos que compren en nombre de menores se enfrentan a sanciones de entre 300 y 90.000 euros, si la compra se ha hecho para una menor embarazada o la bebida está adulterada.

Otras leyes que nunca vieron la luz

Este es el primer intento serio de un Gobierno en España para frenar el alcohol entre los menores de edad. Antes que Mato, tres de sus predecesoras en el Ministerio de Sanidad quisieron poner en marcha medidas similares durante la etapa de Gobierno socialista. Las presiones de los sectores implicados lo impidieron entonces.
Los datos de consumo en España demuestran que no han funcionado las normativas autonómicas y municipales. Las últimas encuestas escolares revelan que, pese a las prohibiciones, la mayoría de los chicos considera «muy fácil» conseguirlo en supermercados (39%), bares (37%) o discotecas (30,7%). Año tras año, el consumo sigue creciendo. El alcohol empieza a probarse de manera ocasional a los 13 años y, una vez a la semana a partir de los 15 años.
El llamado «binge drinking» (beber en atracón hasta emborracharse) también sigue una tendencia ascendente: el año pasado más de la mitad de los jóvenes de 14 a 18 años reconoció haberse emborrachado alguna vez, mayoritariamente en fin de semana. Aunque la ingesta en días escolares alcanza ya el 30 %, lo que podría justificar también el índice tan alto de fracaso escolar.
El alcohol mata neuronas, afecta al rendimiento en los estudios, a su desarrollo psicológico y también les pone en riesgo en la carretera. Neurólogos y psiquiatras advierten que no existe una dosis de alcohol segura para los adolescentes. Al igual que las embarazadas, no deberían beber nunca hasta completar su desarrollado. El sistema nervioso no termina de madurar hasta los 21 años, la edad legal para beber en Estados Unidos.
http://www.abc.es/sociedad/20140610/abci-alcohol-201406092231.html

Los menores de edad españoles, sobre todo los adolescentes y las chicas en general, incumplen de largo las recomendaciones de actividad física establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), según un informe elaborado por expertos de seis universidades españolas y dos centros de investigación. En la adolescencia, solo el 14% de las chicas alcanza los niveles mínimos solicitados por la OMS para los jóvenes mayores de 5 años: una hora diaria de actividades de intensidad moderada a vigorosa. En adolescentes varones, de 13 a 17 años, el porcentaje llega al 50%.

“Hay una diferencia impresionante entre chicos y chicas”, lamenta la médica del deporte Blanca Roman, coordinadora del Informe 2016 sobre Actividad Física en Niños y Adolescentes en España. En niños menores de 10 años, el suspenso es generalizado. Solo el 30% de los niños y el 12% de las niñas llevan a cabo al menos una hora de actividad física, incluyendo juegos en el recreo, desplazamientos a pie o en bicicleta y ejercicio en el tiempo libre. Entre los 11 y los 12 años, solo cumplen el 39% de los niños y el 24% de las niñas.

“Hay una diferencia impresionante entre chicos y chicas”, lamenta la médica del deporte Blanca Roman

El informe es el primero que se realiza con la metodología de referencia internacional establecida por la red Active Healthy Kids (Niños Activos y Saludables) de Canadá. El documento analiza nueve indicadores de actividad física y sedentarismo y otorga una puntuación de la A a la F según el grado de cumplimiento. En actividad física global, España saca un D-, lo que significa que menos del 40% de los niños y adolescentes cumple las recomendaciones y además se detectan diferencias entre chicos y chicas.

Inglaterra y EE UU también obtienen un D-. México y Brasil se llevan una C (alrededor de la mitad de los niños y adolescentes cumplen). Y Eslovenia es el único país con una A: más del 81% de los chavales satisfacen las recomendaciones de la OMS. La comparativa global se publica en la revista especializada Journal of Physical Activity and Health.

El informe español, producido por la Fundación para la Investigación Nutricional, también llama la atención sobre el comportamiento sedentario, otro de los indicadores investigados. Para los adolescentes, la OMS fija un máximo de dos horas diarias dedicadas a actividades como jugar a videoconsolas, ver la televisión o sumergirse en el teléfono móvil o el ordenador. Solo el 17% de los chicos y el 26% de las chicas se quedan por debajo de ese límite saludable.

Roman, profesora de la Universidad Ramon Llull, en Barcelona, recuerda la imagen tópica de los recreos escolares, con los chicos jugando al fútbol y las chicas sentadas hablando. “A las adolescentes no les damos lo que les gusta. No hay que ofrecerles solo deportes de competición, como fútbol y baloncesto, sino que también deberían poder realizar actividades no competitivas, como el baile o los juegos clásicos de toda la vida”, propone Roman.

El nuevo informe es una recopilación de otros estudios realizados entre 2006 y 2015, nacionales y europeos, como los bautizados IDEFICS, HELENA y EYHS. Roman y el resto de autores hacen un llamamiento a las autoridades para que pongan en marcha de manera “urgente” programas de promoción de la actividad física entre los menores de edad. Los niños obesos tienen más probabilidades de sufrir en la edad adulta problemas de corazón, diabetes y cáncer de mama o colon, según la OMS.

http://elpais.com/elpais/2016/12/20/ciencia/1482262626_601000.html

  • Este comportamiento puede alterar ciertos genes, según un estudio.
  • Se considera alcohol en exceso o en atracón si un hombre consume cinco o más bebidas durante dos horas o si una mujer toma cuatro o más.
  • Casi el 35% de los españoles de 15 a 29 años ha bebido en atracón en el último mes, según la encuesta 2015 del Plan Nacional de Drogas.

Consumir bebidas alcohólicas en exceso durante la adolescencia puede afectar las funciones cerebrales de las futuras generaciones y provocarles depresión, ansiedad y desórdenes metabólicos, entre otras consecuencias, según un nuevo estudio conocido este lunes.

La investigación, presentada en la reunión anual de la Sociedad de Neurociencias de Estados Unidos, sostiene que el consumo en exceso de alcohol en los adolescentes puede alterar el comportamiento de ciertos genes en su eventual descendencia.

Para llevar a cabo esta investigación, los expertos de la Universidad de Loyola, de Chicago, estudiaron el comportamiento de un grupo de ratas, pues aunque el modelo animal no se traduce directamente al humano, hay similitudes importantes entre ambos.

Los científicos expusieron a un grupo de ratas adolescentes a una cantidad de alcohol comparable a seis episodios de consumo excesivo y, una vez sobrias, estas se aparearon.

Estudio con ratas

Las hembras también permanecieron sobrias mientras estaban preñadas, para que no se pudiera atribuir el resultado al síndrome del alcoholismo fetal, como se conoce al daño que un niño puede tener si su madre bebió alcohol durante el embarazo.

Finalmente, los científicos compararon los resultados encontrados en las crías de esas ratas con los hallados en la descendencia de otras que no habían estado expuestas al alcohol.

Los investigadores analizaron el hipotálamo de las crías, una región del cerebro que se ocupa de diversas funciones, como la reproducción, la ingesta de alimentos y las respuestas emocionales.

Allí descubrieron diversos cambios moleculares en el ADN que pueden invertir el comportamiento de los interruptores genéticos, los encargados de activar o desactivar los genes en un organismo.

Hallaron 159 cambios en las crías cuyas madres fueron expuestas al alcohol, 93 modificaciones en aquellas cuyos padres habían pasado por ese proceso y 244 en los casos en los que ambos habían consumido alcohol en exceso.

Los cambios habían trastocado los interruptores: si normalmente los genes se encuentran activados, los científicos los hallaron desactivados, y viceversa.

Causa de muerte entre adolescentes

Según la Organización Mundial de la Salud, el consumo nocivo de alcohol es una de las principales causas de traumatismos, violencia y muertes prematuras en los jóvenes.

Para los investigadores que realizaron el estudio, esta investigación es la primera en mostrar el camino molecular por el que el consumo excesivo durante la adolescencia, ya sea de la madre o del padre, puede causar también cambios en la salud neurológica de las siguientes generaciones.

Se considera alcohol en exceso si un hombre consume cinco o más bebidas durante un lapso de dos horas o si una mujer toma cuatro o más.

En Estados Unidos, casi el 90 por ciento del consumo de alcohol en los menores de 21 años se produce de esa forma.

http://www.20minutos.es/noticia/2888227/0/alcohol-adolescencia-futuras-generaciones/

Como muchas otras personas, nunca sale del trabajo antes de las siete, y cuando llega a casa lo que más le gustaría es abrirse una cerveza y leer un libro. Sin embargo, en no pocas ocasiones lo que le espera en su supuesto oasis de tranquilidad es una obligación más: hacer deberes para el colegio de sus hijos. Matiz importante: no ayudar a sus hijos a hacer los deberes, sino acometer él mismo tareas en principio encomendadas a sus pequeños pero que, a todas luces, necesitan de la mano de un adulto para llevarse a cabo.

“A mi hija de tres años le encargaron hacer un escudo de la familia, cuando ella no pasa de hacer garabatos. Si no es eso, es hacer un disfraz con telas recicladas, un pequeño cuestionario en casa o una maqueta del barrio. Y mis aptitudes artísticas son nulas”, se lamenta. “Eso, cuando no recibes la invitación de acudir al colegio a dar una charla a la clase de tu hijo explicando en qué consiste tu profesión, lo que implica pedir una mañana libre y quitarle tiempo, precisamente, a tu trabajo”. Miguel, como otros muchos adultos, no entiende por qué tiene que hacer deberes para el colegio. Y sin embargo los hacen: no quieren que sus hijos pasen la vergüenza al día siguiente de ser los únicos que aparecen en clase sin el escudo, el cuestionario o la maqueta.

Esta doble jornada (laboral y seudoescolar) torpedea el equilibro psicológico de muchos padres. “Cuando nos vemos obligados a mantener una conducta o una suma de ellas que hace que se tambalee nuestro bienestar físico, psíquico y social, las probabilidades de que nos afecte a la salud aumentan”, advierte la psicóloga y psicoterapeuta Marta Isasi, cofundadora de Gordon Training España. Lo cierto es que no son casos aislados y ya se puede decir que existe una amplia mayoría de los padres que hacen tareas escolares, lo que significa, en última instancia, que los profesores no están evaluando a sus alumnos, sino a sus progenitores. “Dependiendo del carácter de cada persona se podrían dar situaciones de rivalidad o competitividad entre los padres, del mismo modo que siempre se ha producido entre estudiantes”, reflexiona Isasi.

Esta situación que roza el sinsentido es descrita por la psicóloga como “un conflicto de necesidades entre las familias y los profesores”. Así detalla la experta la realidad actual y sus consecuencias: “Las familias se sienten obligadas a hacer cosas que no aceptan y eso conlleva impotencia, resentimiento, frustración, rechazo e incluso es posible que se generen sentimientos de venganza y rebelión. Además, muchos padres se sienten presionados y otros tantos no pueden evitar la aparición del sentimiento culpa cuando no hacen las tareas”. Una retahíla de síntomas que dibujan un claro cuadro de estrés emocional al que la misma experta añade «el cansancio físico por un sobreesfuerzo”.

Tampoco la otra parte del conflicto, los maestros, está exenta de sufrir las consecuencias de esta situación. “Nadie queda satisfecho, ya que los docentes, al imponer una solución que no es aceptada, también pueden sentir culpa y rechazo», apunta Isasi. Los padres temen que su mayor o menor implicación pueda influir en la percepción que el profesorado tiene de su hijo.

Hogar ¿dulce hogar?

Tal y como están las cosas, muchos padres empiezan a plantearse si no sería bueno añadir en su curriculum vitae un par de líneas más haciendo referencia a sus habilidades con las tijeras y el papel pinocho o a su recién descubierta creatividad con los disfraces. ¿Acaso el tiempo libre que las familias pasan en sus hogares no debería destinarse a disfrutar en familia y desconectar del trabajo y la escuela? “Entre las horas que están los niños en el colegio, las que pasan en la academia después, el trabajo de los padres y los quehaceres domésticos, la convivencia en casa ha quedado reducida a la mínima expresión”, valora Francisco Mora, presidente de la Asociación de CODAPA (Confederación Andaluza de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado por la Educación Pública), Las agendas de los niños y las de sus progenitores cada vez se parecen más, y no porque las dos estén llenas de la mañana a la noche, sino porque en muchas de ellas llega una hora en la que se podrían intercambiar sin problemas.

Que los padres inculquen el sentido del deber de los hijos es bueno. Como dice Rafael M. Hernández, doctor en Ciencias de la Educación, coordinador de comunicación de Kumon y profesor del área didáctica y organización escolar de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, “los deberes tienen una función educadora fundamental en el ámbito de las actitudes”. Y añade: “Aunque ahora te apetezca jugar a la Play, lo que toca es coger la tablet y agrupar los alimentos ricos en hidratos de carbono, que es la actividad que te ha puesto el profesor para hacer en casa”.

Pero una cosa es eso, y otra que los padres se vean inundados con tareas que a menudo no saben ni hacer. “Los padres deben limitarse a dar apoyo al niño para aclararle alguna duda básica. Pero no se trata de explicarle ni de hacerle los ejercicios”, apostilla. “Aprender es algo muy personal y nadie lo puede hacer por ti”.

A la vejez, viruelas

Pero, ¿qué pasa cuando los deberes exceden los conocimientos de los niños (y a veces de los padres)? El presidente de CODAPA y padre de dos hijos Francisco Mora, admite que “ni yo, ni muchos padres, tenemos la capacidad para enseñar materias como por ejemplo, matemáticas”. Cuando esto ocurre, suelen desencadenarse una serie de situaciones que pueden acabar en un grave conflicto familiar. Al menos así lo percibe Mora: “Con frecuencia, los hijos nos ponen en situaciones bastante comprometidas, ya que hay muchos conceptos y conocimientos que nos quedan muy lejos. Además, no somos docentes. Es decir, que aunque conozcamos el tema o la respuesta a sus dudas, no sabemos cómo enseñárselo de la manera más adecuada”.

En los mismos términos se expresa Beatriz, profesional de la sanidad y madre de una adolescente de quince años, quien reconoce que hace tiempo que no puede resolver muchas dudas académicas de su hija María. “Más bien le pregunto yo. Eso sí, siempre le animo a que jamás se quede sin entender algo, que pregunte mil veces si hace falta y que su duda se convierta en un debate”, afirma. Una cosa parece clara: el tiempo, las habilidades y la disponibilidad de los padres no deberían influir en el expediente académico de los pequeños.

http://elpais.com/elpais/2016/11/29/buenavida/1480437776_226544.html

Los diminutos dedos de Jessica sobrevuelan el iPad, pasando de foto en foto camino a un vídeo particularmente entretenido: un clip de doce segundos en el que ella misma baila torpemente al ritmo del Single Ladies de Beyoncé. Al darle al play, esta niña de año y medio emite un gritito de alegría.

Un par de visionados más tarde regresa a la página de inicio y lanza el app de YouTube, para ver un colorido episodio de animación de Billy Bam Bam. A mitad de episodio, salta a un juego de «Yo Gabba Gabba!» , en el que ha de despejar el paso de unos frutos antropomórficos hacia el vientre de un personaje. Cuando Sandy, la madre de Jessica, intenta quitarle el iPad, se dispara una rabieta que amenaza con alcanzar dimensiones apocalípticas: barbilla temblorosa, lágrimas, manitas en puños y un grito extremadamente agudo. «Lo hace con frecuencia», dice Sandy. «Parece que prefiere el iPad a cualquier otra cosa. A veces es lo único con lo que se queda tranquila», añade, mientras agita frenéticamente un unicornio de peluche rosa, en un intento de apaciguar a su hija.

Como a muchos otros padres, a Sandy le preocupa la obsesión de su hija con las pantallas. Le gustaría saber si hay actividades mejores que otras, y cuánto tiempo frente a la pantalla empieza a ser demasiado. Han pasado seis años desde el lanzamiento del iPad, y del subsiguiente renacimiento de los ordenadores en formato tablet. Los estudios académicos no han tenido tiempo de ponerse al día, y es difícil conocer el impacto sobre el cerebro que tiene, a largo plazo, la exposición a las tabletas y los teléfonos inteligentes.

Parece que prefiere el iPad a cualquier otra cosa. A veces es lo único con lo que se queda tranquila

Algunos expertos consideran que ciertos tipos de uso podrían estar alterando de forma negativa el cerebro de los niños, y les preocupa que se resienta su capacidad de atención, motricidad, aptitud lingüística y visual, especialmente en los niños menores de 5 años, cuyos cerebros se encuentran en pleno desarrollo.

Tanto empresas tecnológicas como desarrolladores de aplicaciones subvierte el dilema abusando de su talento para el marketing, y tildan sus productos de «educativos» o «e-aprendizaje», a menudo sin base científica alguna. ¿Qué pueden hacer los padres en esta situación?

«Jóvenes impresionables»

Las nuevas tecnologías siempre han sido recibidas con aprensión. Hace casi 2.500 años, Sócrates hizo campaña contra la difusión de la lengua escrita, alegando que socavaría la memoria y la sabiduría. En el siglo XV la encargada de disparar la alarma social fue la imprenta. Los monjes benedictinos, que obtenían sus ingresos del copiado manual del material de lectura, se movilizaron contra la mecanización de la imprenta arguyendo: «Reproducen sin ningún pudor, y a costes ínfimos, materiales que, ¡ay!, podrían enardecer a los jóvenes más impresionables».

La llegada de la radio también fue recibida como amenaza, acusada de distraer a los niños de su tarea. Un artículo en la revista Gramophone, publicado allá por 1936, denunciaba que la juventud había «tomado por costumbre dividir su atención entre la ejecución rutinaria de sus deberes escolares y el acuciante estímulo del altavoz».

Pocas tecnologías han logrado, sin embargo, infiltrarse en nuestra vida y la de nuestros hijos de forma tan discreta como lo han hecho los ordenadores portátiles, especialmente las tabletas y los smartphones. El tamaño de estos dispositivos resulta idóneo para las manos más pequeñas, y sus pantallas táctiles pueden ser manipuladas sin problemas aun con los dedos diminutos. Y eso sin tener en cuenta su versatilidad de uso: ver vídeos, jugar, dibujar o charlar con familiares lejanos.

La Asociación Americana de Pediatría (AAP) peca de prudente al recomendar que no se haga ningún uso por debajo de los dos años, ni más de dos horas al día en niños por encima de esa edad

En 2011, un año tras el lanzamiento del iPad, un 10% de los niños estadounidenses menores de dos años había empezado a utilizar tabletas o smartphones. Para el 2013 la cifra estaba cerca de cuatriplicarse. En 2015, un estudio francés reveló que el 58% de los menores de dos años ya había utilizado tabletas o teléfonos móviles.

Las consecuencias del uso prolongado de estos dispositivos no están claras. La Asociación Americana de Pediatría (AAP) peca de prudente al recomendar que no se haga ningún uso por debajo de los dos años, ni más de dos horas al día en niños por encima de esa edad. Este tipo de restricciones no tienen en cuenta la cantidad de gente que ya ha integrado estos dispositivos en la vida de sus hijos, ni refleja la posibilidad de que ciertos tipos de interacción sí que podrían resultar beneficiosos.

«Que tu hijo menor de dos años utilice una pantalla no tiene por qué ser necesariamente tóxico: no se va a volver idiota», afirma Michael Rich, profesor adjunto de pediatría en la Facultad de Medicina de Harvard y miembro de la AAP. «Sí que existen ciertas desventajas potenciales que todo padre debería considerar, como parte de su propio análisis de riesgos y beneficios». La AAP está en pleno proceso de revisión de sus directrices, y volverán a publicarlas a finales de 2016.

Entonces, ¿por qué sabemos tan poco sobre de los riesgos que corren los niños frente a estas pantallas? Existe un problema de base común a todas las investigaciones al respecto: ¿A qué nos referimos exactamente con «tiempo frente a la pantalla»?

Para empezar, sería importante diferenciar entre tipos de pantalla: ¿nos referimos a la de la tele, la del tablet, la de un smartphone o a la de un lector de libros electrónicos? Después, la naturaleza del contenido también tiene su peso: ¿hablamos de un juego de dibujo interactivo, de un libro electrónico, de una llamada a la abuela vía Skype, o de un película infantil en Netflix? Y por último, también está el contexto: ¿está el niño acompañado por un adulto con quien habla mientras interactúa con la pantalla, o va por libre?

A día de hoy, disponemos de todas las investigaciones sobre exposición de los niños a la televisión que pudiéramos desear, pero desconocemos cuáles siguen siendo vigentes a la hora de evaluar el uso de tabletas o teléfonos inteligentes.

Hay cosas que sí sabemos: la mayoría de expertos coincide en que la exposición pasiva a una pantalla podría- como se daría en el caso del niño que se pega una maratón de Peppa Pig – resultar entretenida, pero que jamás será es una experiencia rica en aprendizaje. En casos como este da igual si está frente a la tele o con una tableta: la experiencia es prácticamente la misma.

Poner un vídeo o dejar la tele encendida mientras el niño hace cualquier otra cosa puede distraerlo tanto del juego como del aprendizaje, y repercutir negativamente sobre su desarrollo. También está demostrado que pasar mucho tiempo con la tele de fondo reduce la interacción entre padres e hijos, y tiene un efecto adverso sobre el desarrollo del lenguaje. Este desplazamiento resulta particularmente preocupante si se deja a los niños en manos de «niñeras-pantalla», porque entonces no interactúan ni con sus cuidadores ni con el mundo físico a su alrededor. El día tiene un número limitado de horas, y el tiempo que pasamos frente a la pantalla se invierte a expensas de otras actividades potencialmente mejores.

Los menores de tres años necesitan, ellos en particular, un buen equilibrio de actividades: juegos reglados, exploración del entorno, manipulación de juguetes físicos y relacionarse tanto con adultos como con otros niños

Los menores de tres años necesitan, ellos en particular, un buen equilibrio de actividades: juegos reglados, exploración del entorno, manipulación de juguetes físicos y relacionarse tanto con adultos como con otros niños. El incremento en el uso de pantallas significaría la usurpación de estos espacios. Según el pediatra Dimitri Christakis, director del Centro para la Salud, Desarrollo y Comportamiento del Niño en el Instituto de Investigación Infantil de Seattle: «Los padres tienen que pensar estratégicamente. Si tu hijo pasa doce horas despierto e invierte dos horas en comer, ¿a qué actividades va a dedicar el resto del día?»

El problema está en que las tabletas resultan igual de atractivas para los adultos como para los niños. Su diseño, versatilidad e interfaz intuitiva, las hacen perfectas para que los niños dibujen, resuelvan rompecabezas o se entretengan mientras viajan. Si a todo esto le sumamos el peso añadido por el marketing de las empresas de medios digitales y los desarrolladores de aplicaciones, cuyo éxito se mide en base al tiempo que pasamos pegados a ellas, las tabletas se vuelven juguetes tremendamente difíciles de arrancar de sus diminutas manos.

El diseño de la mayoría de aplicaciones está basado en el estímulo de impulsos, gracias a constantes recompensas visuales cada vez que completamos un objetivo. Christakis lo llama el efecto «¡lo conseguí!» , responsable de activar el sistema de recompensas del cerebro. «La alegría que siente un niño al tocar una pantalla y provocar que algo ocurra es tan edificante como potencialmente adictiva», asegura.

Es por razones como esta que las tabletas y los teléfonos inteligentes se han convertido en el chupete perfecto, especialmente en viajes largos en avión o en restaurantes. «El propio dispositivo nos resulta agradable y placentero, y es por eso que la mayoría de padres se deja llevar», admite Christakis.

La herramienta más socorrida

«Es muy común», confirma Jenny Radesky, profesora adjunta de pediatría en la Universidad de Michigan. «Se está convirtiendo en la herramienta más socorrida para los padres». Al margen de su utilidad a corto plazo, los niños no dejan de necesitar un espacio en el que desarrollar sus propios mecanismos internos de autocontrol; poco importa si se trata de aprender sin recompensa inmediata, o de ser capaces de sentarse pacientemente sin estímulo digital constante.

Christakis cuenta, de forma anecdótica, que no es el único que está observando sujetos cada vez más jóvenes utilizar estos dispositivos de forma compulsiva. «Es lógico pensar, cuando sabemos que hay niños mayores y adolescentes que tienen problemas con el uso de Internet, que esto podría también ocurrir con niños más pequeños». Este es, justamente, el campo de investigación actual de Christakis.

En el Centro de Investigaciones Integradoras del Cerebro de Seattle, un montoncito rosa de crías diminutas de ratón se arremolina detrás de su madre. Un recipiente de plástico transparente, relleno de virutas, sirve de hogar para esta familia roedora; uno de cientos, apilados en un sistema rotatorio de estanterías. Christakis, el neurocientífico Nino Ramírez, y su equipo, utilizan estos ratones como «grupo de control» en su evaluación del hipotético impacto del bombardeo mediático sobre los cerebros en desarrollo.

Al otro lado del pasillo hay un experimento en marcha. Uno de los contenedores de ratones está rodeado de luces brillantes y altavoces. Durante 42 días, seis horas al día, las crías de ratón son sometidas a la banda sonora de alto octanaje de Cartoon Network, acompañada de luces intermitentes a juego: azules, rojas y verdes. La idea tras este montaje es averiguar qué pasa con el cerebro de los ratones si se les sobreestimula mediáticamente durante un período crítico para su desarrollo.

Los resultados son sorprendentes. «La sobreestimulación, cuando todavía son bebés, les predispone a la hiperactividad durante el resto de sus vidas», explica Ramírez. Los ratones sobreestimulados tienden a asumir más riesgos y muestran dificultades para aprender y mantenerse atentos. Muestran confusión, por ejemplo, ante objetos que ya conocen, y les resulta más difícil orientarse en un laberinto. Cuando se les da la opción de autoadministrarse cocaína, los ratones sobreestimulados son mucho más propensos a la adicción que los del grupo de control. Esta alteración del comportamiento de los ratones viene acompañada de cambios en su cerebro.

En teoría, lo mismo pasaría con los niños: la sobreestimulación mediática – especialmente hoy, en la era del streaming incesante de vídeo, difícil de dosificar, y de los vistosos juegos interactivos – podría provocar un desequilibrio en los ganglios basales, parte de nuestra corteza cerebral. Es esta parte del cerebro la que nos permite ignorar las distracciones y mantenernos atentos a la ejecución de tareas críticas. Ese exceso de estimulación puede derivar en problemas futuros, especialmente de concentración, memoria o impulsividad.

«Al parecer, se puede estimular un cerebro joven de tal forma que la vida cotidiana deje de resultar excitante», confirma Ramírez.

Antes de sembrar el pánico sobre una generación hiperactiva de post-mileniales cocainómanos con déficit de atención, sería importante señalar que estos experimentos han recibido su buena ración de criticismo por diversas razones. Seis horas al día de cualquier actividad es una ingente cantidad de tiempo, más aún en el caso de los ratones, que son mamíferos nocturnos (aunque los investigadores aseguran que no muestran señales evidentes de estrés). Además, Christakis, Ramírez, y sus colegas no disponen a sus ratones frente a una pantalla real con contenido relevante, sino que utilizan una especie de simulación parpadeante.

Incluso cuando las aplicaciones demuestran su valor educativo, los niños más pequeños aprenden más del mundo real que de sus equivalentes bidimensionales en la pantalla

La razón por la que su estudio se utiliza con tanta frecuencia en la descripción de las maldades del uso de pantallas es que, el de Seattle, es un estudio único en alcance y en enfoque. Si bien los modelos con ratones distan de ser perfectos, no dejan de ser útiles para el estudio de los mecanismos subyacentes a los procesos cognitivos, bastante similares en todos los mamíferos.

Como la esperanza de vida de un ratón es relativamente breve, podemos observar trayectorias de desarrollo completas en plazos más cortos, y obtener así apreciaciones realistas de lo que ocurre en su cerebro. Esto puede, además, llevarse a cabo en un ambiente controlado, lo que sería imposible de replicar con sujetos humanos.

Si, tal y como se sugiere, el desarrollo cognitivo se ve alterado por la exposición a los medios, entonces este tipo de investigaciones podría determinar el tipo de interacción con pantallas que permitiremos que tengan los niños más pequeños. ¿Deberían estar los padres preocupados? «Lo que deben estar es atentos, y vigilar la cantidad de tiempo y tipo de contenido al que sus hijos tienen acceso», opina Christakis.

Observación en el ‘hábitat’

Llevar a cabo experimentos controlados con bebés es complicado, pero lo sí que podemos hacer es observar lo que hacen en su «habitat natural». De esta manera pueden establecerse vínculos posibles entre sus hábitos y el uso de dispositivos móviles.

En California, María Liu dirige la Clínica de Control de Miopía en la Escuela UC Berkeley de Optometría. Liu, ha observado un fuerte aumento del número de niños con miopía. «Esto está ocurriendo de forma alarmante en todo el mundo y uno de los factores más ampliamente aceptados es la introducción temprana del uso de dispositivos móviles en niños».

Durante los primeros años nuestros ojos son tremendamente dúctiles y moldeables, si pasamos mucho tiempo enfocando la vista sobre objetos muy cercanos nos volvemos más propensos a la miopía. «El globo ocular crecerá para compensar ese esfuerzo prolongado», confirma Liu. Aunque no puede aconsejar, de forma empírica, sobre cuales son los límites de tiempo recomendados, sí que advierte sobre la importancia de hacer descansos frecuentes.

Los padres deben supervisar el uso que hacen sus hijos de 'smartphones' y tabletas.

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Los padres deben supervisar el uso que hacen sus hijos de ‘smartphones’ y tabletas. Francisco Bonilla

Acostumbramos a mirar las tabletas y los smartphones desde mucho más cerca que otros aparatos, como la televisión o el ordenador de sobremesa. Y aunque los libros también se leen de cerca, los estudios demuestran que los niños los suelen mantener más alejados que las pantallas.

Otro de los aspectos preocupantes en el uso de pantallas es la facilidad que parecen mostrar para perturbar el sueño. La luz azul emitida por estas pantallas «ultra-definidas» es capaz de interferir con los ritmos naturales de nuestro cuerpo, impidiendo la liberación de melatonina, una hormona esencial para el sueño. La ausencia de esta puede provocar trastornos del sueño tanto en adultos como en niños. Sandy asegura que si Jessica utiliza el tablet antes de acostarse se vuelve «notablemente irritable». Así que intenta, en su lugar, ofrecerle libros. La pregunta sería entonces, ¿por qué viene la última versión de software de Apple para iPads y iPhones con «Night Shift«, una aplicación que cambia automáticamente esa luz azulada por un tono más cálido cuando se acerca la hora de acostarse?

Desarrollo social y cognitivo

Max, de doce meses de edad, está sentado en el regazo de su madre, Helen, en un pequeño cuarto a oscuras, en Londres. Lleva una gorra de goma cubierta de electrodos en la cabeza. Estos miden la actividad eléctrica de su cerebro mientras observa unos objetos físicos primero y luego, en un iPad, sus representaciones digitales. Max lleva una especie de smartwatch en sendos tobillos, uno mide sus movimientos y el otro su ritmo cardíaco. La gorra registra la actividad eléctrica de su cerebro mediante electroencefalografías (EEG), para así analizar si los objetos virtuales y los reales desencadenan el mismo tipo de respuesta cerebral, y ver cómo afecta esto al subsiguiente proceso de aprendizaje.

El experimento es parte del proyecto TABLET del Babylab de Birkbeck, en la Universidad de Londres. Es el primer estudio científico que pretende averiguar cómo utilizan los dispositivos de pantalla táctil los niños de entre seis meses y tres años, y qué influencia tienen sobre su desarrollo social, cerebral y cognitivo.

En un segundo experimento, Max está el interior de una cabina aislada por cortinas, sentado frente a una pantalla en la que se emite un bucle de vídeo de quince minutos, con animaciones abstractas y extraños sonidos. También pueden verse fotos fijas y vídeos protagonizados por estudiantes de doctorado haciendo el papel de presentadores de televisión para niños. Está completamente hipnotizado, y sus ojos saltan de un objeto a otro en la pantalla. Las cámaras de seguimiento ocular monitorizan el baile de su mirada. En el exterior, Celeste Chung, la becaria de investigación, lleva la cuenta de cómo encaja el movimiento de sus ojos con los objetos en pantalla.

«El niño no hace más que mirar la pantalla, pero el recorrido de su mirada nos habla de su capacidad de predicción y aprendizaje», cuenta Tim Smith, el científico cognitivo al frente del Babylab.

La alegría que siente un niño al tocar una pantalla y provocar que algo ocurra es tan edificante como potencialmente adictiva

El equipo trata de comprender la facilidad con la que Max, y docenas de niños como él, consiguen bloquear las distracciones y enfocar su atención cuando trabajan sobre una rutina específica. Una de las pruebas muestra un objeto en el centro y algo más tarde otro, al borde de la pantalla. Para mirar el segundo objeto el niño necesita desconectar del objeto central, y esto exige autocontrol. Este es uno de los indicios más reveladores de función ejecutiva, una especie de «control de tráfico aéreo» del cerebro, determinante para que el niño sea capaz de analizar tareas, desmontarlas en pasos y concentrarse en cada uno de ellos hasta terminarlas, y también uno lo de los mejores pronosticadores de éxito futuro.

Igual que a Christakis, a Smith le interesa averiguar si existe realmente una relación entre el aprendizaje por recompensa, tan común en las aplicaciones, y la capacidad de atención en los niños. «Podríamos descubrir que si abusan de las tabletas y su aprendizaje por recompensa, y se acostumbran a dejarse guiar por estímulos externos, los niños pueden desarrollar un defecto en su función ejecutiva que no les permita hacerse nunca con el control de su propia capacidad de atención», explica.

A Smith, el modelo con ratones utilizado por Christakis y Ramírez en Seattle no le convence del todo, aunque está de acuerdo en que sus seis horas de estimulación mediática al día podrían ser un buen reflejo del entorno doméstico al que se expone un número reducido de niños, asediados por múltiples televisores y dispositivos que contribuirían a su sobrecarga sensorial. «Algunos de los padres en nuestro estudio dicen que sus hijos pasan unas tres horas al día con sus tabletas», confirma Smith. «Es una parte considerable de sus horas de vigilia con la vista fija en una pantalla que no se ciñe a las leyes de realidad física».

En cuanto al efecto sobre el lenguaje o el desarrollo motor, Smith habla del desplazamiento que podría estar teniendo lugar. «La tecnología puede hacer las veces de niñera, en lugar del aprendizaje cara a cara. Los niños siempre aprenden mejor de la gente, pero no siempre disponemos del tiempo necesario». Aparatos como los iPad son buenos a la hora de proporcionar estímulos pero, según Smith, carecen de los matices sociales en tiempo real que contribuyen al desarrollo de la capacidad de lenguaje. De igual forma, el uso de tabletas y teléfonos móviles podría convertir a los niños en virtuosos del control motor refinado, con tanto deslizar y tocar con la punta de los dedos, pero también podría dejarles sin motivación para levantarse y explorar el mundo que les rodea.

Tras una hora de pruebas, la paciencia de Max para el toqueteo de pantallas, el seguimiento ocular, la monitorización cerebral y demás distracciones de su ajetreada rutina habitual de ingestión de colines de pan y correteo aleatorio, empieza a agotarse. Max comienza a revolverse, agitarse y arañar la gorra de EEG, echando a perder los datos de actividad cerebral. «Este es el desafío más interesante de trabajar con niños», confiesa Smith. «No hacen nada por ceñirse a las directrices».

¿Y qué hay del potencial educativo de estos aparatos? Existen miles de aplicaciones, libros electrónicos y vídeos que presumen de poseer valor educativo para los niños, aunque muy pocos pueden apoyar esta afirmación con evidencias sólidas.

«El mercado de aplicaciones es un especie de Salvaje Oeste digital», asegura Mike Levine, jefe ejecutivo del Centro Joan Ganz Cooney, en Nueva York, donde se han analizado cientos de aplicaciones de alfabetización a través de una serie de informes. «La mayoría de las aplicaciones etiquetadas como educativas no facilita ningún consejo o guía basada en investigación… Menos de un 10% de las aplicaciones estudiadas menciona prueba alguna de su eficacia [en su descripción en la App Store]».

De forma no intencionada, algunas de las mejoras anunciadas (tales como animaciones, sonidos y funciones que invitan a los niños a interactuar con sus dedos) podrían, por el contrario, restarles valor educativo global. Estas mejoras pueden, en apariencia, motivar la participación de los niños, pero de hecho, podrían estar distrayéndolos del contenido educativo.

Adriana Bus y sus colegas pusieron a prueba este concepto en la Universidad de Leiden, en los Países Bajos, al monitorizar la vista de algunos niños mientras leían libros electrónicos interactivos. Allí descubrieron que cuando en la película hay partes animadas que no están directamente relacionadas con la narrativa – como árboles al fondo, que se mecen con el viento – los ojos de los niños se desvían hacía ese movimiento y los distrae de la historia. Las animaciones relevantes, por el contrario, pueden resultar beneficiosas, sobre todo en niños con problemas de lenguaje o comprensión lectora.

Están aumentando los casos de miopía en niños. Hay que obligarles a hacer pausas frecuentes

Incluso cuando las aplicaciones demuestran su valor educativo, los niños más pequeños aprenden más del mundo real que de sus equivalentes bidimensionales en la pantalla. Estudios realizados en los Estados Unidos muestran que, en problemas de percepción visual o espacial, como la búsqueda de objetos ocultos o la resolución de puzles, los niños pequeños (menores de treinta meses) funcionan mucho mejor cuando el problema se les presenta en la vida real y no en pantalla.

«Se cree que la carga cognitiva de la transmisión de información de dos a tres dimensiones es demasiado grande para los niños menores de treinta meses», apuntaron Jenny Radesky y su colega Barry Zuckerman en su estudio sobre juegos digitales. Los niños de esa edad todavía no han terminado de desarrollar su capacidad para elegir a qué prestan atención y qué ignoran, y siguen mostrando problemas para trasladar las representaciones simbólicas al mundo real.

Los niños en edad preescolar necesitan interactuar con objetos físicos reales para desarrollar su corteza parietal. Dicha corteza controla el procesamiento visoespacial y contribuye al desarrollo de las habilidades matemáticas y científicas que necesitarán más adelante en sus vidas. Es por esto que algunos desarrolladores de aplicaciones están introduciendo juguetes a juego, que los niños pueden manipular al tiempo que utilizan el app.

Todavía nos cuesta comprender cuál es el verdadero valor del elemento táctil en las pantallas interactivas, algo que exige la coordinación entre ojos, dedos y cerebro, y que la visualización pasiva no puede ofrecer. ¿Es posible que la manipulación de objetos digitales en pantalla mejore el proceso de aprendizaje, facilitando la transferencia de conocimientos al mundo físico? ¿Podría la comprensión de este mecanismo ayudarnos a desarrollar mejores herramientas de aprendizaje digital?

Estos dispositivos han llegado para quedarse, por mucho prejuicio que alberguemos en su contra. Siendo así, ¿qué podemos hacer para exprimir su rendimiento al máximo? Cerca de cien años de investigaciones sobre la forma en que aprenden los niños nos permiten aventurar conjeturas acerca del tipo de interacción y circunstancia que podría resultarnos más favorable.

Los hogares con ingresos más bajos son los más propensos a sentir el efecto de este tipo de dispositivos. El acceso a recursos de apoyo al desarrollo – como clases particulares, de música o sencillamente, horas extra de interacción social – no es tan sencillo en este tipo de hogares, así que se suele pasar más tiempo con medios digitales. Si el contenido fuese de alta calidad, las tabletas y teléfonos inteligentes podrían surtir aquí un verdadero impacto.

La mayoría de expertos coincide en que la exposición pasiva a una pantalla podría resultar entretenida, pero que jamás será es una experiencia rica en aprendizaje

Un estudio de la Universidad de Stanford en los Estados Unidos descubrió, por ejemplo, que a los dieciocho meses, los niños de familias desfavorecidas arrastraban ya varios meses de retraso con respecto a sus compañeros más duchos en el dominio del lenguaje. Si el contenido y el contexto fueran los adecuados, este tipo de dispositivo podría contribuir a cerrar esa brecha.

«Negarse en redondo a la tecnología es un tanto paternalista y muy poco realista», dice Levine. «Me preocupa que algunos miren por encima del hombro al resto solo porque no disponen de los privilegios de tiempo y recursos que sí tienen otras familias. Sin la tecnología no vamos a conseguir mejorar el rendimiento académico de los niños».

En lugar de prohibir los dispositivos, deberíamos exigir mejores aplicaciones basadas en investigaciones sólidas. Para los niños de entre tres y cinco años es más que probable que un app bien diseñada contribuya a mejorar su vocabulario y su nivel de matemáticas básicas. «Mi hijo menor tiene un problema del habla, y no tengo duda alguna de que los vídeos que ve le han enseñado palabras nuevas», confirma Lisa, madre de un niño de cuatro y otro de seis, ambos usuarios habituales de tecnología móvil desde los 18 meses.

Todos los pediatras y especialistas en educación y desarrollo infantil con los que hablamos se mostraban de acuerdo en que, para niños menores de dos años y medio, la interacción humana no tiene sustituto. ¿Por qué no desarrollar entonces aplicaciones que medien entre los niños y sus cuidadores? BedTime Math es un buen ejemplo. Esta aplicación ofrece atractivas historias matemáticas para ser resueltas por padres e hijos. Es una de las pocas herramientas que puede presumir de hacer más inteligentes a los niños; los que usan la aplicación, incluso una única vez a la semana durante un año, muestran una mejora en matemáticas superior a la del grupo de control. Cuando a sus padres no se les dan bien las mates, el impacto es aún más notorio.

Atentos como están a lo que los niños hacen, es fácil para los padres distraerse del uso que hacen ellos mismos. «La tecnología está diseñada para ser absorbente», afirma Radesky, «y la naturaleza de los productos digitales es promover la máxima participación. Resulta muy difícil desconectar y su uso se contagia dentro de una misma familia».

Para los padres, existen métodos probados que ayudan a mejorar el aprendizaje de los niños. Son las herramientas basadas en «empujoncitos». Pueden tratarse de mensajes de texto o correos electrónicos que sirvan de recordatorio a los padres para que le canten a su bebé o hablen con él, y que contribuyan a que todos desconecten de la tecnología y apliquen sus conocimientos al mundo real. LeapFrog, el fabricante de tablets para niños, hace algo así con sus dispositivos LeapPad. Los padres reciben correos electrónicos sobre lo que ha aprendido su hijo, y una serie de ideas de cómo aplicar estos nuevos conocimiento más allá de la pantalla.

«Cuanto más enganchados estén los padres, en formas que perturben su interacción con el niño, mayor será su potencial de impacto», asegura Heather Kirkorian, directora del Laboratorio de Medios y Desarrollo Cognitivo en la Universidad de Wisconsin-Madison. «Si mientras juego con mi hijo consulto el teléfono cada cinco minutos, ¿qué lección le estoy transmitiendo? El tiempo que pasa un padre hablando o jugando con sus hijos es un buen pronosticador del futuro desarrollo de los niños», añade.

Mediante un ejercicio de catado de comida para parejas de madres e hijos, Radesky ha estudiado el uso que hacemos de los teléfonos y tabletas durante las comidas. Fue así como descubrió que las madres que consultaron el móvil durante el ejercicio iniciaban un 20% menos de interacciones verbales con sus hijos, y un 39% menos de interacciones no verbales. Durante el transcurso de otro estudio, con 55 cuidadores que comían junto a uno o más niños, observó cómo se convertían los teléfonos en fuente de tensión familiar. Los padres consultaban sus cuentas de correo mientras los niños competían por llamar su atención.

Negarse en redondo a la tecnología es un tanto paternalista y muy poco realista

«Vimos como algunos padres perdían la calma y levantaban la voz, por lo irritante que resulta intentar concentrarse en algo con un niño al lado que va subiendo el volumen de sus peticiones de atención», cuenta, y añade que algunos padres llegaban a sacudirse de encima las manos de sus hijos. Restringir el uso de dispositivos en momentos familiares críticos como las comidas o a la hora de acostarse, ayuda a reducir estas fricciones y da pie a más conversaciones cara a cara.

Un niño nace programado para observar el rostro de sus padres en un intento de descifrar su mundo. Si sus caras están en blanco o no responden, como es habitual cuando se está absorto frente al teléfono, esto podría resultarles de lo más desconcertante. Radesky cita el «experimento de la cara inexpresiva», del psicólogo del desarrollo, Ed Tronick, en la década de los setenta. En él, una madre interactúa con su hijo de forma natural, para después poner la cara en blanco y no dar referencia social visual alguna. Tal y como puede verse en el vídeo, el niño está cada vez más angustiado en su intento de captar la atención de su madre.

«Los padres no tienen por qué estar exquisitamente presentes en todo momento, pero sí tendría que haber un equilibrio. Los padres han de estar atentos y dispuestos ante las expresiones, verbales o no, de necesidad emocional del niño», explica Radesky.

Todavía es pronto para comprender el verdadero impacto de esta tecnología en los niños, y aún así el consejo más repetido por los expertos consultados es asegurarse de que su uso es solo una parte de entre muchas, en una dieta rica en actividades. Para los niños menores de tres años, a los que les cuesta más sacar provecho de las pantallas, esto es especialmente importante.

Una experiencia creativa interactiva, en pantalla táctil, es siempre preferible al visionado pasivo de televisión. Los padres deberían tomarse con mucha cautela las afirmaciones de los desarrolladores de apps.

Cuando sea posible, el dispositivo debe servir para mejorar la interacción con el niño, independientemente de si se usa para iniciar una conversación («¿Qué hace ahí la vaca?» «¿Qué ruido hace el pato?») o como fuente de inspiración para el diálogo a lo largo del día, como parece ocurrir con BedTime Math.

Una cantidad considerable de investigadores cita el experimento de la cara inexpresiva de Tronick como prueba de que un padre no debería distraerse con el teléfono en presencia de sus hijos, a pesar de que Tronick no utilizaba pantallas. Hasta cierto punto no deja de ser cierto, pero hasta el propio Tronick matiza su trascendencia: «Se está exagerando todo un poco», asegura, y añade que la mayoría de los niños realiza a diario un montón de actividades «sin pantallas».

A él le inquieta que toda la preocupación por el uso de pantallas surja desde una ideología un tanto opresiva «que exige que los padres estén siempre interactuando con sus hijos».

«Se trata de una ideología un tanto fantasiosa, muy caucásica, muy de clase media alta – la de las mamás tigre y los padres helicóptero – que defiende que descuidas a tu hijo si no le expones a un mínimo de 30.000 palabras». Tronick cree que solo porque un niño no esté aprendiendo frente a la pantalla, la experiencia no tiene por qué carecer de valor – especialmente si esto les permite a los padres darse una ducha, realizar alguna tarea doméstica o sencillamente tomarse un descanso de la crianza.

«Muchos padres, especialmente aquellos con pocos ingresos, sufren de preocupaciones y estrés constantes, porque no disponen del apoyo necesario y encuentran la paternidad tremendamente solitaria. Ahí están los verdaderos problemas», asegura.

Para los padres puede tener un gran valor utilizar los dispositivos para charlar con amigos o quitarse trabajo de encima. Podrían así sentirse más felices, y además disponer de más tiempo para pasar con sus hijos. Para Sandy, saber esto, le quita un peso de encima. «A veces estoy al límite de mis fuerzas», confiesa, y añade que no debería sentirse culpable por darle el iPad a su hijo si así gana algo de tiempo para ella. Muchos padres se pasan de esnobismo con el tema de las pantallas.

«Yo misma, como madre, he puesto a mi bebé frente a un vídeo de poesía para bebés de la HBO», explica Radesky. «Es bonito, tranquilo y puedo aprovechar para lavar los platos o hacer algo que me sirva de «reseteo»». Este es uno de sus beneficios, pero tampoco es algo con lo que un padre deba engañarse. El vídeo no educa a mi hijo. Es un descanso para mí, como padre».

Esta pieza fue encargada conjuntamente por Mosaic y Digg. Gracias a Joy Victory por la idea inicial para la historia. Autora: Olivia Solon Editora: Chrissie Giles Corrector de estilo: Tom Freeman Verificadora de hechos: Francine Almash

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http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/06/07/actualidad/1465290273_997323.html

Han estado guardadas en el armario durante más tiempo de la cuenta. Hay millones de mujeres científicas, artistas, médicas, filósofas o exploradoras que han hecho que hoy el planeta Tierra sea menos cromañón. Pero en Las chicas son guerreras sólo cabían 26. Son las 26 elegidas para que los niños y adolescentes descubran a grandes mujeres con las que probablemente no se toparán ni en sus libros de texto, ni en las películas, ni en Snapchat.

Ellas no están incluidas en la historia de los grandes personajes, a pesar de haberlo sido. Eran mujeres. Y, por eso, «han sido relegadas a un lugar oscuro y sombrío. Por el simple hecho de ser mujeres», piensan los autores de este libro infantil, escrito por Irene Cívico y Sergio Parra, e ilustrado por Nuria Aparicio.

las chicas son guerreras

Malala Yousafzai

El libro del sello Montena se plantea como un «álbum ilustrado» que muestra «las sorprendentes y poco conocidas vida de 26 mujeres». Van desde la Antigüedad, con Hipatia de Alejandría, hasta hoy, con Malala Yousafzai o Lady Gaga. «Hicimos una selección por épocas e incluimos a mujeres de la actualidad para que las niñas se sientan identificadas con algunas de ellas», explica Sergio Parra. «Incluso nos planteamos añadir algún personaje de ficción, pero después pensamos que las chicas de verdad tienen historias más interesantes».

chicas guerreras

Virginia Woolf

En el libro se abordan todo tipo de disciplinas para destruir el mito de que el sitio de las mujeres es el arte y los cuidados. Hay arte, por supuesto, con mujeres como Frida Kahlo. Pero también hay tecnología, con la visionaria Ángela Ruiz Robles o con la precursora de las comunicaciones inalámbricas Hedy Lamarr.

chicas guerreras

Coco Chanel

No fue difícil encontrar a las 26 protagonistas del libro. Hay millones. Y muchas de ellas estaban en una caja que guarda Sergio Parra en su estudio de trabajo. El periodista va recopilando información de temas que le interesan en cajas de cartón y «cuando una empieza a rebosar de libros y documentos, digo: ‘Ya hay que hacer algo con esto’».

La propuesta de Montena para escribir este libro coincidió con que la caja de biografías de mujeres estaba llena. Tenían la documentación. Luego Irene Cívico pasó las historias al lenguaje del público que buscaban: niñas y niños entre 7 y 12 años, y Nuria Aparicio hizo las ilustraciones. Entre las ‘chicas guerreras’ de este libro juvenil están las historias de:

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Nelly Bly

A finales del XIX una novela asombró al mundo: La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne. En EEUU, una periodista llamada Nellie Bly quiso comprobar si sus cálculos eran ciertos. En 1889, con la financiación del periódico donde trabajaba, el New York World de Joseph Pulitzer, salió desde el puerto de Nueva York hacia Europa para rodear la bola del mundo. Lo consiguió. No en 80 días, sino en 72. Y en su paso por París, visitó y entrevistó al hombre que le dio la idea: Julio Verne.
A la vez que ella, otra periodista, Elizabeth Bisland, salió de EEUU con el mismo fin. Ella trabajaba para The Cosmopolitan Magazine y, para dar emoción a la competición, salió hacia el oeste. Bisland llegó horas después que Bly. Perdió la batalla, pero también superó los 80 días de Phileas Fogg.

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Nancy Wake

Nada hacía sospechar que una joven que llegó a París en busca de las noches más fiesteras del mundo acabaría convirtiéndose en la mujer más condecorada de la II Guerra Mundial y la más temida por los nazis.

A esa edad, a la periodista y enfermera Nancy Wake (1912-2011) sólo le interesaba «una buena bebida» y los «hombres guapos, preferiblemente, franceses».

Eran los años 30. Wake vivía con un marido pudiente en una Marsella de caviar y champán. Pero esos días de glamur estaban contados. El fin de aquella Francia se hallaba en las garras de un hombre al que entrevistó en 1933: Adolf Hitler.

Desde el primer día que los nazis intentaron invadir Francia la neozelandesa se convirtió en una de las más firmes luchadoras de la resistencia.

Un día, mientras preparaban el Día D, la bravísima paracaidista cayó sobre un árbol. Un guerrillero de la resistencia se acercó a ayudarla y, con su acento de vaselina, le dijo:

—Ojalá todos los árboles dieran estas frutas tan bonitas.

—No me vengas ahora con esa mierda francesa.

Wake encabezaba la lista de los enemigos más buscados por los nazis. Pero se escurría con facilidad. Por eso la llamaban ‘el ratón blanco’.

A su muerte, en 2011, volaron sus cenizas por las tierras francesas donde luchó contra los nazis. Era ese su penúltimo deseo. El último fue mandar a los dolientes a tomar unos gin-tonics.

Mary Shelley

En el oscuro verano de 1816, se reunieron Lord Byron y su médico, el Dr. Polidori, con el poeta Percy Shelley, Mary Godwin (la futura esposa de Percy) y Claire (la hermanastra de Mary), junto al lago de Ginebra.

Hacía un frío que pelaba. Bramaban rayos y truenos, y de algún modo, su electricidad se apoderó de las conversaciones nocturnas alrededor de la chimenea.

Hablaban de esas teorías científicas que pretendían devolver la vida a los muertos con una descarga eléctrica, divagaban sobre los autónomas (los antecesores de los robots) y se obsesionaron con las historias alemanas de fantasmas.

Una noche, frente a los chasquidos del fuego, Lord Byron retó a sus amigos:

—Cada uno escribirá un cuento de fantasmas.

Días después, al meterse en la cama, Mary no podía dormir. Cerró los ojos y de pronto vio al «horrendo fantasma de un hombre extendido y entonces, bajo el poder de una enorme fuerza, aquello mostró signos de vida, y se agitó con un torpe, casi vital, movimiento», según contó en el prólogo de Frankenstein o el Moderno Prometeo.

Dos años después, con sólo 20 años, Mary Shelley publicó de forma anónima el relato de terror que apareció aquella noche sobre su almohada.

chicas guerreras
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El nuevo examen de evaluación externa —la antigua Selectividad—, que se implanta este curso, podrá incluir por primera vez preguntas tipo test (hasta un 50%), lo que técnicamente se conoce como “respuestas de opción múltiple”. Así se indica en el proyecto de orden de evaluaciones finales que ha elaborado el Ministerio de Educación y al que ha tenido acceso EL PAÍS. Además, será obligatorio examinarse de Filosofía de 1º de bachillerato. Y, en la prueba de lengua extranjera, el 40% de la nota dependerá de la expresión y comprensión oral.

Algunas claves

¿Cuándo será? La nueva Selectividad será a final de curso (antes del 8 de julio) y, en convocatoria extraordinaria, en septiembre (antes del 9)

¿Cuanto durará cada examen?. Cada examen constará de un mínimo de dos preguntas y un máximo de 15, a responder en 90 minutos, como ocurre ahora.

¿Afecta la LOMCE? La orden ministerial que regula la nueva prueba de evaluación externa tiene que estar publicada el próximo 30 de noviembre, por lo que no se verá afectada por el proceso de paralización de la ley educativa (LOMCE) que se inició ayer en el Congreso y que tardará meses en concretarse.

¿Cómo se puntúa? la nota final pesará un 60% la calificación de bachillerato y otro 40% esta prueba en la universidad. Y se seguirá puntuando sobre 10 y, aquellos que quieran, pondrán examinarse de más asignaturas más para alcanzar el 14.

¿De qué te examinas? La prueba obliga a examinarse de cuatro materias troncales (Filosofía, Historia de España, Lengua Castellana y Literatura y Lengua Extranjera), una asignatura troncal general, dos de opción y una específica.

Puede haber preguntas tipo test. Las preguntas tipo test en la prueba de evaluación externa han sido objeto de debate en los últimos meses, pues para muchos expertos no miden la madurez del estudiante. En marzo  de 2015 el ministerio anunció que el examen tendría 350 preguntas, con cuatro respuestas a elegir en cada una. Las cuestiones iban a estar divididas en tres bloques: 200 de materias troncales, 100 de optativas y 50 de específicas. Tras el revuelo causado, el ministro Íñigo Méndez de Vigo dio marcha atrás.

 Al final se ha optado por una vía intermedia: hasta el 50% de las preguntas de cada examen podrá ser tipo test. El resto deberá tener respuesta “abierta” —un comentario de texto o un problema— o “semiabierta”, es decir, que incluya la solución a un problema con una cifra o una “palabra que dé respuesta a una cuestión”.

El borrador de la orden ministerial no detalla entre cuántas respuestas podrá elegir el estudiante en el test y si, como ocurre en muchos exámenes universitarios, restaría puntuación contestar incorrectamente.

Las autonomías son las encargadas de elaborar los exámenes, y de ellas dependerá la implantación del test. Previsiblemente las comunidades gobernadas por los socialistas (Andalucía, Aragón, Baleares, Comunidad Valenciana, Asturias, Extremadura y Castilla-La Mancha) no lo integrarán, pues en una reunión en octubre con el ministerio abogaron por una prueba igual a la ya existente: sin preguntas tipo test.

Hasta los científicos se examinan de Filosofía. Por otro lado, la nueva selectividad obligará a los estudiantes a examinarse de cuatro materias troncales: Filosofía, Historia de España, Lengua Castellana y Literatura y Lengua Extranjera. La primera de ellas, Filosofía, se cursa en 1º de Bachillerato, no en 2º; y deberán examinarse de ella incluso los alumnos encaminados hacia un grado de Ciencias. Por eso, algunos centros educativos están impartiendo ya clases de repaso de Filosofía a estudiantes de 2º de Bachillerato.

Te puedes presentar a materias de 1º de Bachillerato.  Además de esas cuatro materias troncales comunes a todos, los alumnos de cada itinerario deberán examinarse de una asignatura troncal general de su especialidad, dos optativas y una específica (excepto Educación Física y Valores). El estudiante tendrá la posibilidad de elegir alguna de las optativas de entre un grupo de siete que también se cursan en 1º de Bachillerato; pero en este caso —al contrario de lo que ocurre con Filosofía— elegir estas asignaturas será voluntario, no obligatorio. Esas siete asignaturas de 1º son Historia del Mundo Contemporáneo, Literatura Universal, Economía, Anatomía Aplicada, Cultura y Lenguaje Musical, Volumen o Cultura Científica.

Llegó la hora de hablar en inglés. En el examen de Lengua Extranjera (inglés, francés, alemán, portugués o italiano), la parte oral contará un 40% de la nota, cuando hasta ahora toda la evaluación era escrita.  Esta parte oral la anunció el ministro José Ignacio Wert en 2012 pero su implantación en la prueba se ha ido retrasando. Implica más medios humanos y técnicos. En Lengua Castellana y Literatura el 40% de la puntuación dependerá de la comprensión lectora y expresión escrita, y el 60% restante, de conocimientos adquiridos.

Preguntas para conocer el entorno. Los alumnos deberán contestar también un cuestionario anónimo “de contexto” para analizar su entorno social.

Ante el retraso de estos últimos meses, con el Gobierno en funciones, algunas autonomías han actuado por su cuenta y tienen adelantada su prueba de Selectividad. Una portavoz del Ejecutivo de Asturias explica, por ejemplo, que ya está cerrando con la Universidad de Oviedo cómo será la evaluación. Aragón ha abierto una mesa de trabajo con la Universidad de Zaragoza.

http://politica.elpais.com/politica/2016/11/15/actualidad/1479238845_637350.html?id_externo_rsoc=FB_CM