El sentido del humor es uno de los recursos más valiosos y gratificantes ante la adversidad. Saber mantener el sentido del humor incluso en las circunstancias más críticas nos ayuda a mantenernos en pie, a no derrumbarnos.

Existe una la relación entre las emociones positivas y la capacidad de recuperación. Los estudios demuestran que mantener con vida a las emociones positivas frente a la adversidad facilita la flexibilidad de pensamiento y la resolución de problemas.

Afrontar la adversidad con humor

Una de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor. Las personas resilientes son capaces de reírse de la adversidad y hacer bromas con sus propias desdichas. Ante la adversidad, la risa es la mejor aliada de las personas resilientes porque contribuye a que se mantengan esperanzadas. Además, permite que su atención sea más global: registrando los aspectos negativos, pero también los positivos.

Mujer con humor

Mientras que algunas investigaciones indican que la resiliencia psicológica es un rasgo de la personalidad relativamente estable, una investigación sugiere que las emociones positivas protegen a esta especie de “fuerza escondida”. Esto no quiere decir que las emociones positivas sean simplemente un subproducto de la resiliencia, sino más bien que sentir emociones positivas durante las experiencias estresantes puede tener beneficios adaptativos en el proceso de afrontamiento del individuo.

Humor y salud

La risa es un poderoso antídoto contra el estrés, el dolor y el conflicto. Nada funciona más rápido o con más eficacia para equilibrar el cuerpo y la mente que una buena risa. El humor aligera las cargas, inspira esperanzas, te conecta con los demás y te mantiene centrado y alerta.

Las emociones positivas ante la adversidad también intervienen en los resultados fisiológicos. Por ejemplo, a nivel fisiológico el humor provoca mejoras en el funcionamiento del sistema inmunológico y el aumento de los niveles de inmunoglobulina A en la saliva. Este tipo de inmunoglobulina es un anticuerpo vital del sistema, que actúa como primera línea de defensa ante las enfermedades respiratorias.

Por otra parte, se ha encontrado que afrontar la adversidad con humor se asocia con una recuperación más rápida de las lesiones físicas. Además, reduce las tasas de reincidencia de enfermedades que requieran hospitalización en ancianos, así como la reducción de la estancia de un paciente en el hospital, entre muchos otros beneficios.

La gente feliz prosperan en la adversidad

Ante las dificultades y la adversidad solo hay dos opciones: crecer o padecer. Es cuestión de actitud. La gente feliz, con su actitud optimista y alegre, elige crecer. Esto puede parecer tan difícil de entender para muchos. Cambiar de actitud y plantarle cara al dolor no es fácil, pero es posible.

Flor de loto creciendo

Viktor Frankl escribe en su libro El hombre en busca de sentido: “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino”. Estas palabras cobran aún más sentido cuando recordamos que Frankl estuvo varios años recluido campos de concentración nazis.

Como escribió Nietzsche, “el que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Siempre que tengamos una razón para seguir adelante tendremos de una fuente de la que sacar fuerzas. La gente feliz tiene un porqué, ha encontrado su razón, y afronta con humor y optimismo lo que le toca porque solo así puede mantenerse enfocado en su objetivo.

Cuando la adversidad golpea, podemos llegar a ser mejores. Podemos superarnos y crecer más allá, hacer cosas que nunca pensamos que podríamos hacer. La investigación ha demostrado que las personas felices realmente prosperan en la adversidad. Lejos de quedarse quietas, se apoyan en la esperanza, para ganarle terreno a la tempestad, ¿por qué no tú?

¿Cuál es la clave para que nuestros hijos esquiven las grandes dificultades de la vida y se conviertan en adultos satisfechos?

Convertirse en padre o madre pulveriza las prioridades anteriores. Incluso los que menos participan en su educación sacrificarían todo tipo de cosas por ver a sus hijos satisfechos, respetados y con buenos trabajos. En cuanto a la felicidad… parece tan complicada que a veces no nos atrevemos a esperarla para ellos. Al hilo de las declaraciones de Julie Lythcott-Haims, jefa en funciones de los alumnos de primer curso de la Universidad de Stanford, probablemente nos equivocamos.

La Universidad de Stanford es el sueño dorado de educadores y alumnos de todo el mundo. Solo los más escogidos pueden estudiar allí Humanidades, Ingeniería, Empresariales, Derecho, Medicina, Ciencias de la Tierra o Educación. En esta institución privada han enseñado 27 premios Nobel y sin salir de su perímetro podemos visitar un acelerador de partículas, un parque empresarial y un centro médico. Directamente relacionadas con ella han surgido empresas como Hewlett-Packard, Cisco Systems, Yahoo! o Google.

Sentimos que un chico no puede triunfar a menos que tenga un padre protegiéndolo y previniéndolo a cada momento, gestionando cada detalle.

En la charla TED que impartió el año pasado, reseñada recientemente por ‘Independent‘, Lythcott-Haims se centró en el estilo actual de la mayoría de los padres que tienen la suerte de criar en los países ricos. Según esta educadora, la moda predominante es intervenir demasiado en su vida y obsesionarse por los parámetros tradicionales de éxito, problemas que están empezando a arruinar la siguiente generación.

«Pasamos mucho tiempo muy preocupados por los padres que no se implican lo suficiente en las vidas de sus hijos, en su educación y crianza, y hacemos bien», dice Lythcott-Haims. «Pero, desde el otro extremo, también estamos haciendo mucho daño. Sentimos que un chico no puede triunfar a menos que tenga un padre o madre protegiéndolo y previniéndolo a cada momento, haciendo sombra sobre todo lo que le pasa, gestionando cada detalle y dirigiéndolo a un pequeño conjunto de universidades y carreras. Cuando criamos a los chicos así… y digo ‘criamos’ porque Dios sabe que yo también he caído en esta tendencia con mis dos hijos adolescentes, acaban teniendo una infancia que es como una lista de tareas«.

«Les damos comida, bebida, seguridad… y nos hacemos cargo de que estén en el mejor colegio. Y no solo el mejor colegio, la mejor promoción. Y no solo la mejor promoción, sino la mejor clase de la mejor promoción del mejor colegio».

Y no es solo allí. En España la situación ha cambiado mucho en las últimas décadas. Esos pequeños que pasaban tiempo en casa, o en la calle, disfrutando a su manera, que cambiaban solos los canales de la televisión y pasaban horas sin hablar con un adulto, ahora parecerían abandonados a su suerte. Algunos incluso llamarían a esos ratos  ‘perder el tiempo’, como si no fuera una ventaja vivir el tiempo así, como algo que no se puede ganar ni perder, como algo más que una lista de tareas.

Los pequeños de hoy desde los cuatro o cinco años tienen actividades extraescolares, se los estimula para que aprendan durante todo el día —jugar y entretenerse no se considera educativo en sí mismo— y sus padres se reúnen con los profesores constantemente para decidir lo que se está haciendo mal y decidir nuevas normas y rutinas «para hacerlos más independientes». Algo así como si los metiéramos en una cárcel para hacerlos más libres. Cada libro que leen y cada juego al que acceden está filtrado y monitorizado, y se mira con dureza a todo el que quita importancia al juego o prefiere quedarse en un discreto segundo plano.

Lo que tienen en común todos los padres que dan una buena educación a sus hijos (enlace a vídeo)

En palabras de la jefa de alumnos, «esperamos que nuestros chicos cumplan con un nivel de perfección que nunca nos hemos impuesto a nosotros mismos». Somos, dice, sus managers, sus secretarios, sus consejeros… Todo ese trabajo, exclama, «¡para que no la caguen, para que no se cierren puertas, para que no arruinen su futuro!». Es fácil ponernos en el lugar de ellos cuando, además, concluye sin aliento, hacemos todo esto para que entren en universidades en las que no admiten prácticamente a nadie. Y tiene razón. De hecho, muchos querríamos que nuestros hijos estudiaran en Stanford.

«Todo tiene que ser enriquecedor, se acabó el jugar por las tardes», explica. «Decimos que lo más importante es que sean felices, pero en cuanto llegan a casa lo primero que les preguntamos es si tienen deberes, y qué tal las notas«. Los niños sienten que el amor y la aprobación vienen de las puntuaciones que obtienen en el colegio. Se sienten, dice, como perros en una competición, tratando de correr más rápido, de saltar más alto cada día. ¿De verdad vale la pena? Se pregunta, y confiesa que los padres esperan poder fardar de los buenos colegios de sus hijos gracias a las pegatinas para el coche.

El éxito profesional en la vida viene de haber hecho tareas rutinarias de pequeños (la compra, ordenar la habitación…) y mejor cuanto antes empiecen

Lo que en el fondo les estamos diciendo es: «chaval, no creo que puedas conseguir todo esto sin mi ayuda«. Ese es el mensaje de toda esa protección y todo ese trabajo, y es más importante que la famosa autoestima que tanto buscamos para ellos. Les quitamos el ensayo-error, los sueños propios, las posibilidades de vivir su propia experiencia.

Otra afirmación que resultará revolucionaria para algunos: «El más amplio y transversal estudio que se ha hecho sobre seres humanos es el ‘Harvard Grant’. Concluyó que el éxito profesional en la vida, que es lo que queremos para nuestros hijos, resulta de haber hecho tareas rutinarias de pequeños (la compra, ordenar la habitación, poner la lavadora…) y mejor cuanto antes empiecen. El enfoque mental es: ‘hay un trabajo desagradable pendiente y alguien tiene que hacerlo: yo puedo. Voy a contribuir con mi esfuerzo al avance de todos’, y eso es lo que te hace prosperar en el trabajo».

Y para ella, el mismo estudio tiene otro hallazgo aún más importante: «La felicidad en la vida viene del amor. No del amor por el trabajo, del amor por las personas: el cónyuge, los compañeros, los amigos, la familia… Lo que la infancia necesita es que enseñemos a nuestros niños a amar».

Si has cometido la locura de ser padre, la próxima vez que alguien te diga que está siguiendo un nuevo método para que sus hijos (y no los tuyos) tengan éxito, y que la clave está en tal o cual materia o en tal o cual colegio exclusivo, ya sabes: puedes decirle que en Stanford lo tienen claro: lo básico es que pongan la mesa, que bajen a por el pan y que jueguen a su bola por pura diversión. Lo de toda la vida, vamos. Y si saca malas notas, quizá necesita un extra de amor.

Con la llegada de septiembre, reviven esos instrumentos teóricamente destinados a hacernos la vida más fácil, pero que a veces se convierten en una pesadilla: los grupos de Whatsapp del colegio. Dos redactoras, una aún entusiasmada con sus posibilidades, y otra, ya escaldada tras varios años y varios grupos, cuentan en primera persona sus ventajas y peligros. ¿Cuál es tu experiencia con estos grupos?

«Bendito WhatsApp, sientes que no estás tan sola». Gema Lendoiro

En esto de la maternidad lo que mejor se me podría aplicar es el donde dije digo, digo Diego. Que yo antes de embarazarme por primera vez tenía un decálogo de educación tipo señorita Ronttenmeier. Así que me parecían soberanas tonterías las prácticas de muchas mamás sobreprotegiendo a sus retoños. Mis hijos no verían la tele hasta los seis años (como mínimo), no les dejaría ser consentidos y me obedecerían a la primera. No había cumplido la primera ni los tres meses cuando ya la dejaba en la hamaca mirando Pocoyó para que yo pudiera trabajar.

Sigo en esas y, a medida que pasan los años, voy dándome cuenta de cuán contradictorios podemos llegar a ser en el difícil arte de la coherencia. Lo reconozco, me van pudiendo las circunstancias. La mayor ha terminado Infantil y hasta ahora pertenecer al grupo de WhatsApp del cole, francamente ni me aportaba ni me dejaba de aportar. En Infantil no pasa nada si un día no la llevas al cole y te regalas una jornada de achuchones en pijama mientras llueve ahí fuera. En infantil no hay libros, no hay deberes, es el paraíso para los niños…y para los padres. Pero claro, llega Primaria y la cosa se pone tensa. Bendito WhatsApp del cole donde al menos sientes que no estás tan sola en todas las preguntas.

Empezó a arder ya a finales de junio con múltiples preguntas. Se fue relajando en julio. Entró en coma profundo en agosto, pero la última semana resucitó cual ave Fénix y estábamos todas ya entrando en barrena porque no sabíamos ni por qué puerta debíamos entrar (hay varias). La reunión para nuevos padres aclaró poco la cosa salvo que quedó claro que siempre hay algún despistado que va más relajado que tú. A tres días de comenzar el cole, un padre repanchingado levantó la mano y preguntó que dónde se podía comprar el material escolar y los libros. Obtuvo una silenciosa ovación cerrada de algunas de las allí presentes. Eso es tener cero histerismos y lo demás son tonterías. Solo le faltó preguntar que dónde se podía comprar el uniforme (en el colegio no se usa).

Tienen mala fama los grupos de WhatsApp del cole, pero a mí me parecen de lo más útiles. Especialmente, cuando das el salto de la escuela infantil, donde todo es mucho más asequible y humano, y te lanzas a dejar a tu retoña en esa puerta gigantesca del colegio para que ella sola acuda andando a su clase. Sí, sí, solo son 500 metros y todo está vallado, pero da cosita verla tan pequeña asumir esa responsabilidad.

Además, no hay un único grupo. Está el genérico del cole, el de la clase, el de las actividades extraescolares, el de las mamás afines, y eso, en mi caso, multiplicado por dos que son el número de hijas que tengo. Así que estamos entretenidos. Eso sí, todos silenciados.

Puestos a verles desventajas, la única que le encuentro es que ahí, como en las redes sociales, es donde ves patente y clarito que tú no eres una madre tan entregada como te crees y siempre hay alguna que corre y salta las vallas mucho mejor que tú y, además, ni siquiera suda. Y eso duele en el orgullo. Ver cómo una madre ha probado hasta cuatro webs de cómo plastificar las etiquetas del material escolar hace que te quedes pensando qué tipo de irresponsable madre eres. Claro que, a los cinco minutos, ese come-come se me va. Al fin y al cabo, cuando yo era pequeña ni había Internet ni tutoriales ni etiquetas para el material plastificado ni nada. Por no haber no había ni grupos de WhatsApp y al final hemos sobrevivido, ¿no? Pues eso.

Nota de última hora. La profesora de mi hija se comunica con los padres a través de un cuaderno donde te deja notas que debes firmar. Además, los niños tienen un cuaderno donde su profesora le pega una pegatina con los “deberes” del día. Sí, sí, deberes. Poca cosa, hacerlo no alcanza ni los tres minutos…, pero hay que hacerlos. Resulta que ayer me enteré de que mi querida hija llevaba ya tres pegatinas y sin enterarse. Y, rauda y veloz, y como las locas que siempre he criticado, pregunté en el chat de la clase, fotografía de las pegatinas mediante, que qué significa lo que ahí ponía (está en francés y yo no entiendo). Y solo llegué al estado de nirvana cuando me lo explicaron, lo comprendí y se lo hice comprender a mi hija. Ya ven, si es que no se puede escupir hacia arriba. Para lo que he quedado…

«Asumes responsabilidades que son de tus hijos», Cecilia Jan

Tres hijos, dos colegios, cinco grupos de WhatsApp. Este es mi bagaje a día de hoy, con un hijo en 4º de Primaria, una en 2º y otra en Infantil de 5 años. Pese a que hay días en los que el bombardeo de mensajes es intensivo, no reniego de ellos, ni tengo intención de salirme. Pero sí me he dado cuenta de su peligro.

Por suerte, en los grupos en los que he estado ha habido siempre buen ambiente. No recuerdo piques, sí un par de incidentes graciosos por equivocaciones que convierten en públicos mensajes muy privados, pero no malos rollos. También, claro, tienen su utilidad. Es la forma de que las madres (en los cinco grupos en los que he estado, el número de padres ha oscilado entre uno y cinco) que no pueden hacer corrillo se mantengan en contacto y se enteren de cosas que, de otra forma, no se enterarían. Al contrario que a mi compañera Gema, me parece que esto es más útil en Infantil, porque depende del niño, pero hay muchos que a esa edad aún no cuentan gran cosa en casa, y mucho menos se acuerdan de decir que hay que traer a clase cosas relacionadas con los celtas o la Prehistoria, como nos ha tocado a nosotros.

También son útiles para organizar y confirmar la asistencia a cumpleaños, organizar un regalo para el profe cuando se acaba el ciclo, preguntar si alguien se ha llevado por error la sudadera de tu hijo, pasar enlaces de algún artículo interesante, pedir prestado algún disfraz o cacharro infantil, o incluso regalar una camada de cachorritos. En fin, que es una red de seguridad y contactos para estos tiempos en los que estamos siempre corriendo del trabajo al cole, del cole a la extraescolar, y de la extraescolar a casa, y apenas paramos a charlar y a preguntarnos las cosas cara a cara. Y siempre hay alguna madre que se queda a sacar fotos de los críos cuando se van de excursión o hacen alguna fiesta en el cole y nos las manda para que las demás, desde el trabajo, podamos sonreír y pensar «qué monoooooooos».

Lo malo es que a medida que crecen, estar en el grupo de Whatsapp te arrastra a implicarte demasiado en las responsabilidades de tus hijos, en detrimento de que ellos las asuman. El curso pasado, cambiamos a los dos mayores a un colegio sin libros de texto, deberes ni exámenes. En la clase del mayor, entonces en 3º, sólo llevaban para casa un libro de lectura con su ficha quincenal, y de forma alterna, otra ficha de redacción (una carta, una receta, un cuento, etcétera), también quincenal. Es decir, que cada viernes solo había que entregar una ficha, además de hacer un listening de Inglés en casa todos los miércoles, y de vez en cuando, buscar información para algún proyecto o hacer un mural para exponer en clase. Aún así, había días en que el Whatsapp echaba humo. No quiero ni imaginarme cómo hubiera sido con deberes de dos o tres asignaturas a diario y exámenes cada mes o dos meses, como tienen la mayoría de niños de esta edad.

Ese curso, se promovió desde el colegio el uso de agenda por parte de los niños. Así que cada uno traía, en teoría, apuntado lo que había que hacer con su fecha de entrega. Pese a ello, algunos, incluido el mío, se despistaban a veces, normal con 8 y 9 años, y perdían la hoja, o no lo habían apuntado bien, o se les olvidaba. ¿Y qué pasaba? Whatsapp al canto. «Fulanito dice que hay que hacer una redacción. ¿Para cuándo es? (carita con sudor en la frente)». Suficiente para activar el modo histeria. Tu hijo aún no te ha comunicado que tiene que hacerla. ¿Se le habrá pasado? ¿Se habrá enterado?

– David, ¿tienes que hacer una redacción?

– Ah, sí, es para dentro de dos viernes.

Respiras aliviada. No está tan despistado como creías. Puedes incluso contestar a la madre del que sí lo está con cierto orgullo de saber la fecha (carita sonriente con guiño). Pero si la respuesta es negativa, ¿qué haces? Claro, mandar un Whatsapp: «Mi hijo tampoco se ha enterado (carita de lamento). ¿De qué es? ¿Cuándo hay que llevarla?».

El miedo a que no cumpla y a que el profesor se lo tenga en cuenta y le ponga mala nota hace que nos acabemos inmiscuyendo en el curso natural de las cosas: esto es, a que el día de la fecha de entrega, el propio niño se dé cuenta de que todos los demás han hecho el trabajo, y o bien el profesor le llame la atención o él mismo se sienta avergonzado. Y para la próxima tarea, probablemente, pondrá más atención o tendrá más cuidado. Que era lo que nos pasaba a nosotros cuando éramos niños.

Pero es difícil resistirse a la tentación de prestarle una pequeña ayudita al hijo olvidadizo. Solo hay que mandar un mensajito con el móvil, y en un par de minutos, tienes la foto de la ficha que hay que rellenar y el día en el que hay que llevarla. Pero como escribía muy acertadamente Noelia López-Cheda en el artículo Me niego a ser la agenda de mi hija por WhatsApp, que se hizo viral hace un par de años, «lo que conseguimos siendo las agendas o ayudantes particulares en todo momento de nuestros hijos son:

  • Niños que no asumen ningún tipo de responsabilidad para su edad.
  • Niños a los que les da miedo hacer cualquier cosa porque tienen nuestros ojos encima por si se equivocan, porque nosotros se lo vamos a hacer mejor.
  • Niños que prefieren poner la atención en otras cosas, porque para éstas “ya está mamá”.
  • Niños que cuando crezcan solo esperarán instrucciones y órdenes para empezar a actuar».

Así que este curso, me propongo (otra cosa es conseguirlo, carita con lágrimas de risa) una política de intervención cero en todo lo que tenga que ver con las tareas de mis hijos mayores.

Otros peligros de los grupos de Whatsapp del colegio, que yo no he vivido, los contaba esta profesora y madre en este artículo de Verne.

http://elpais.com/elpais/2016/09/13/mamas_papas/1473757658_386385.html

En España, el Tribunal Constitucional ilegalizó la práctica de la educación en el hogar en una sentencia de 2010. Dos familias de Málaga habían recurrido a él por su deseo de enseñar en casa a sus tres hijos. Finalmente, la máxima instancia judicial del país falló en su contra, al considerar que el derecho a la educación recae en el menor, y no en los padres. Aun así, numerosos padres siguen luchando hoy día en los tribunales, defendiendo lo que consideran su derecho a educar a los niños en casa, por razones muy variadas, que abarcan desde los motivos religiosos a los casos extremos de acoso en las aulas.

Para esos padres hay dos modelos legislativos, en dos extremos, uno positivo y otro negativo. Estados Unidos es el caso que consideran a seguir. En ese país es completamente legal apartar a los niños de las aulas para educarlos en casa. Las leyes varían en cada uno de los 50 Estados de la Unión. En el otro extremo está Alemania, un país que ha ilegalizado y que persigue activa y agresivamente la educación en el hogar. Ambas naciones entraron hace años en un complejo juego judicial que se saldó en febrero de 2010. Entonces, un juez norteamericano de Tennessee le concedió a la familia alemana Romeike el asilo político, por considerar que los padres, Uwe y Hannelore, habían sido sometidos a persecución en su país natal por querer educar en casa a sus cinco hijos.

El Constitucional falló que el derecho a la educación es del menor

La Administración de Obama apeló aquella decisión y hoy día los juzgados federales aún no se han pronunciado al respecto. Los Romeike siguen viviendo en EE UU. A aquella familia la representó el abogado Michael Donnelly, que trabaja para la asociación Home School Legal Defense Association, de EE UU, y que desde entonces también ha asesorado a varias familias, algunas españolas. Entre ellas se halla la de Mila González y Rodolfo Sala, de Alicante, que en septiembre vieron cómo un juez desestimaba una demanda contra ellos por educar a su hijo en el hogar. Asegura Donnelly que hay varios casos de familias extranjeras que, como los Romeike, han solicitado asilo a EE UU. “Son decenas”, comenta. “El modelo americano es un buen modelo, en el sentido en el que en todos los Estados es legal educar en el hogar y así se respeta un derecho básico”, explica.

“Es cierto que en España hay una sentencia del Constitucional, pero no hay ninguna ley que explícitamente rechace la educación en el hogar”, asegura Donnelly. “Nos gustaría que España cumpla con la legislación internacional, ya que ha suscrito la Convención Europea de los Derechos Humanos y, por ello, debería respetar la libertad de los padres para decidir cómo quieren educar a sus hijos. Esos derechos deberían ser amparados por el Congreso español, que debería ser líder en ese movimiento en Europa”. Y añade: “La Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, en su artículo 26, parte tres, asegura que los padres tienen el derecho prioritario para decidir qué educación recibirán sus hijos”.

Washington concede asilo a familias que no pueden usar este método en su país.

Es cierto que EE UU es una meca para el movimiento mundial de la educación en el hogar, por su permisividad. Hay allí aproximadamente dos millones de niños y adolescentes, en edad escolar, educados en el hogar por sus progenitores. El último informe del Gobierno habla de 1,5 millones, pero es una cifra que corresponde a 2007 y en el último lustro ha aumentado en, al menos, medio millón, según los analistas. La ley permite a las familias hacerlo, en la mayoría de instancias sin tener que aducir razón alguna para ello. La gran mayoría de los padres lo hace por motivos religiosos, para inculcarles a sus hijos ideas como el creacionismo.

“Los principios morales que les hemos enseñado a nuestros hijos provienen de los testamentos, y los temarios de asignaturas como ciencia, los basamos en la Biblia”, explica Yvonne Bun, de 64 años, que forma en casa a tres de sus cinco hijos y que ahora trabaja en la Asociación de Educadores en el Hogar de Virginia. “Y no solo enseñamos lo que dice la Biblia. Empleamos la Biblia como una base moral, de la que extraemos los principios de la educación, tanto del Viejo como del Nuevo Testamento. Y eso afecta a asignaturas como la ciencia o como la literatura clásica”.

En EE UU, el de los motivos religiosos es el caso más común. Según el estudio de 2007 del Departamento de Educación, mencionado previamente, hay tres razones principales por las que los padres educan a sus hijos en casa. La primera, elegida por el 36% de encuestados, es precisamente “proveerles de instrucción moral o religiosa”. La segunda, por la que opta el 21%, es “preocupación por el entorno escolar”. Y, finalmente, un 17% lo hace por “insatisfacción con la instrucción académica y sus métodos de escolarización”. Normalmente, esos padres son evangélicos, pero también hay baptistas y católicos que no escolarizan a sus niños.

Dos millones de
estadounidenses estudian
en su domicilio

La escuela ha sido, históricamente, un lugar idóneo para que los niños vivan la diversidad y la tolerancia. Así opina la profesora de derecho de la Universidad George Washington Catherine J. Ross, que se granjeó numerosas críticas del movimiento de educación en el hogar por un artículo publicado en 2010, titulado Desafíos fundamentalistas a los valores fundamentales democráticos: retirada y educación en el hogar. Ross decía en aquel texto que “cuando los hijos de padres que tienen creencias fundamentalistas acuden a la escuela pública, existe la esperanza de que aprendan las normas cívicas que conforman el corazón de la Primera Enmienda [de la Constitución, la que protege la libertad de expresión]”.

“Desgraciadamente, esa es una de las principales razones por las que esos padres les retiran de la escuela. Si los niños escuchan el mensaje de tolerancia en la escuela, pueden estar en desacuerdo con el profesor, pueden tener discusiones sobre ello en la cafetería”, asegura en el artículo. Así se fomenta la independencia de pensamiento y el respeto a la diversidad, “fundamental en democracia”, explica la profesora Ross en una entrevista telefónica. “Lo que les suele molestar a esas personas que defienden la educación en el hogar es que los niños pueden quedar expuestos a ideas nuevas y diferentes”.

El 36% de los padres
toma esta decisión para
instruirles en religión y moral

En EE UU, se han dado casos extremos de maltrato, propiciados por la incapacidad del Gobierno de supervisar los métodos a los que recurrían los padres en casa. En 1994, el pastor evangélico de Tennessee Michael Pearl, que tiene cinco hijos, publicó un libro titulado Cómo educar a tu hijo, del que salieron 670.000 copias. En él, Pearl aconseja directamente emplear el castigo físico, incluido el azote con fusta, para disciplinar a los pequeños.

Los duros métodos de quienes han seguido las enseñanzas de ese libro han acabado teniendo consecuencias trágicas. En mayo del año pasado murió en el Estado de Washington Hana Williams, de 11 años, y sus padres fueron llevados a juicio por los maltratos infligidos contra ella. La niña fue encontrada en el patio de su casa, desnuda, congelada y desnutrida. Lo mismo sucedió en California en 2010, en el caso de la pequeña Lydia Schwartz, de siete años, a la que sus padres dieron una brutal paliza. Ambos están en prisión por ello.

Las regulaciones gubernamentales em EE UU respecto a este método educativo son muy variadas. Normalmente, los Estados no exigen un temario concreto a los padres. Algunos, como Washington, obligan cada año a los niños a que se sometan a una evaluación con un profesor independiente. Por lo general las regulaciones son muy laxas.

Krista Cole, con una hija autista, optó por esta fórmula para evitar complicaciones

La escolarización en el hogar es, sin embargo, una tendencia creciente en EE UU. Y no solo por la vía religiosa. Hay familias, más minoritarias, que educan a sus hijos en casa porque estos padecen trastornos físicos o psicológicos. Hay quienes lo hacen porque el trabajo de los padres implica constantes mudanzas, como sucede en el Ejército. Otros optan por ello para evitar el acoso escolar, dicen. Esas familias piden que no se las califique como fundamentalistas religiosas. Krista Cole, residente de Virginia de 40 años, asegura que tiene razones de peso. Educa en casa a dos niñas de tres y seis años. La mayor, Ellie, padece síndrome de Asperger, un trastorno autístico. “Educarla en casa me ahorra muchas dificultades. No tengo que estar pendiente de los profesores y terapeutas respecto a su proceso de aprendizaje”, explica. Ellie tiene dificultades para responder a órdenes habladas. “Tenerla en casa, además, significa que no la acosan en clase. Otros padres, en la misma situación, me cuentan que sus niños, de solo siete años, sufren el acoso de los demás por ser distintos. Aquí Ellie está protegida”, añade.

El de la educación en el hogar es un método, además, que requiere que uno de los dos padres se dedique de lleno a los niños. Según un estudio de 2009 del Instituto Nacional para la Investigación de la Educación en el Hogar, lo hacen sobre todo las madres. Un 81% de las mujeres que escolarizan a sus hijos en casa no trabaja fuera del hogar. Ese informe revela además que esas familias son, normalmente, numerosas. Un 68,1% tiene tres o más niños. Y un 91,7% es de raza blanca.

Los detractores dicen
que a estos niños
se les priva del contacto diario con otros

Para evitar el aislamiento de sus hijos, muchos padres buscan en Internet grupos de familias que también eduquen en casa. Bahar Picariello, residente de Virginia de 29 años, que educa a dos niños en casa, coordina el grupo de las localidades de Sterling y Ashburn, que cuenta con 70 miembros. “Nosotros mismos, como grupo, organizamos encuentros sociales para que los niños se relacionen entre ellos. Los llevamos al parque, u organizamos talleres. No están aislados”, explica.

Internet le sirve a Bahar, también, para encontrar temarios y actividades adecuadas para los niños. “Nos conectamos y compartimos ideas de enseñanza, experiencias y demás consejos”, explica. “Esto no consiste en llevar el sistema escolar a casa. Nos permite ser más flexibles en horarios y en otros asuntos, diseñar las materias de acuerdo con las necesidades de los niños, reforzar sus puntos débiles”.

Algunos de los detractores de ese método suelen criticar, sin embargo, que educar a los niños en casa supone privarlos del contacto diario y en solitario con otros niños, parecidos y diferentes, algo que les puede preparar para la vida de adultos.

Jeanne Faulconer, sin embargo, optó por ese método por sus reiteradas mudanzas. “Es la globalización. Los puestos de trabajo se esfuman del país y las familias tienen que mudarse para mantener sus ingresos”, explica. Su familia se ha mudado seis veces, en localidades de tres Estados. En lugar de pasar por seis escuelas diferentes, decidió tomar las riendas de la educación de los niños. “Mis hijos han sido aplicados y han tenido buenas notas cuando han ido a la universidad”, explica Jeanne. “Y han sido muy responsables en los demás aspectos de su vida. Son valores que les hemos inculcado en casa”.

Shay Seaborne, de 51 años, residente de Woodbridge, en Virginia, admite que formó en casa a sus hijas por un motivo principal: “Evitarles la horrible experiencia que yo tuve en la escuela”. Esta pionera en la educación en el hogar rechaza que todo ese movimiento sea conservador. “En realidad nació como algo progresista, como una tendencia de reformistas que pensaron que el sistema escolar era demasiado rígido. Pero en realidad es un movimiento muy vibrante y diverso”, añade. “Posteriormente, hubo un movimiento conservador, ligado a la intentona de instaurar una teocracia cristiana, que controló el debate. Eso existe, está ahí, pero no era parte de la semilla fundacional del movimiento”.

Las regulaciones

España. La ley establece 10 años de escolaridad obligatoria para todos los alumnos. La Constitución señala que es obligatoria la educación, no la escolarización; los padres que optan por enseñar en casa se aferran a ese punto para exigir que se regule su opción.

Portugal. Se puede educar en casa sometiendo a los hijos a evaluaciones de la Administración a los cuatro, seis y nueve años.

Francia. También esta permitido, pero en este caso la Administración hace controles cada año.

Italia. El que quiera educar a sus hijos en casa debe demostrar que tiene capacidad técnica y económica para ejercer de profesor e informar cada año a las autoridades.

Reino Unido. La ley deja abierta la puerta, pues dice que los padres deben facilitar la educación de sus hijos a tiempo completo en una escuela “o de otra manera”.

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/02/15/vidayartes/1329331413_944686.html

Las emociones son parte de cada ser humano. Nos ayudan en cada función vital, nos ayudan a salir de los peligros. Son parte imprescindible de nuestra vida. Sin embargo, tanto en la educación de los niños como en la vida cotidiana, se descuentan como si no existieran, o peor aún, se intentan tapar como si sentir y/o expresarlo fuera indigno o malo.

Como médico, soy consciente desde hace muchísimos años de la tremenda importancia que tienen las emociones en la enfermedad. Aunque ningún profesor, de los muchos que me enseñaron en la facultad o en el hospital, me hablaron siquiera de ellas. No solo eso, algunos se rieron de mí cuando ya por aquel entonces sugería la relación entre enfermedad y emociones.

Como padre no podría dudar siquiera de la tremenda importancia y presencia que tienen las emociones en los niños. Me imagino que la inmensa mayoría de padres y madres tienen muy presente la necesidad de saber manejar bien las emociones con los niños. Sin embargo, nadie nos enseña qué hacer ni cómo manejarlas.

Hace ya más de seis años escribí junto a mi mujer, Macarena Chías, un libro publicado por la Editorial Desclée, titulado EmocionArte con los niños. El otro día buscando un regalo en «La Casa del Libro», me encantó descubrir que tenían dos ejemplares a la venta tantos años después, eso en el panorama editorial de España es casi increíble. Me siento muy agradecido de que se siga vendiendo tan bien y de que siga estando en las librerías.

En este libro explicamos, de una forma entendible para todo el mundo, nuestro modelo de emociones y las diferentes maneras de manejarlas en los niños, distintas formas de ayudarles a expresarlas de manera adecuada. A veces, con una ayuda oportuna podemos facilitar que nuestro hijo, alumno o paciente, no solo afronte sanamente una emoción determinada, sino que les enseñamos a enfrentarse a las emociones y a manejar herramientas emocionales de forma adecuada.

Si a todos los niños de entre 4 y 12 años se les enseñara a sentir y expresar adecuadamente sus emociones, el mundo cambiaría para mucho mejor.

Hablamos de la rabia, el miedo lógico, la tristeza, el poder, el amor horizontal y la alegría. Ya en un nivel más profundo explicamos el ‘amor parental’ y el ‘miedo existencial’. Si los mayores las entendemos, podremos gestionarlas mejor y ayudaremos a nuestros niños a que sientan y expresen lo que sienten espontáneamente. Para ellos será un cambio definitivo recibir ese apoyo de la figura parental ante una situación de manifiesta índole emocional, en vez del descuento de la emoción que vemos tan a menudo, debido al desconocimiento de cómo actuar ante ellas.

Es tan frecuente ver cómo, ante alguien que está llorando su tristeza, la frase con que el otro le responde es un «no llores…». Si alguien siente tristeza lo que necesita es el apoyo afectivo del otro, un hombro o unos brazos en los que llorar, a «moco tendido» si es posible.

Con EmocionArte con los niños, pretendemos ayudar a los padres, educadores y terapeutas a acompañar a los niños en su emoción. Hay otra forma de ayudarles desde ellos mismos y es a través de los maravillosos cuentos que publica la Editorial Emonautas, con cuentos como Los tentáculos de Blef -Miedo, El secreto de Blef, Los tentáculos de Blef – Rabia o Si yo tuviera una púa. Cuentos respetuosos que sanan a los niños y a los padres.

Leyendo el cuento el niño aprende a expresar adecuadamente su emoción y además normaliza situaciones que, sin ese apoyo, seguirían siendo algo tabú para algunos niños y muchos padres y educadores. Os animo a leer sobre emociones, a los mayores de una forma y a los niños de otra. Seguro que tras estas prácticas, la relación con los niños cambia y sobre todo, la relación de los niños y mayores con las emociones.

Hace ya muchos años, pensando una acción que cambiaría el mundo, lo que imaginé fue: «Enseñar a manejar las emociones a todos los niños de entre 4 y 12 años, creando así un filtro educativo de una generación». Ya sé que eso en la práctica es imposible, pero ya os digo que a mi me gusta imaginar, soñar, creer en lo imposible. Si a todos los niños de esa franja de edad se les enseñara a sentir y expresar adecuadamente sus emociones, el mundo cambiaría para mucho mejor. Sería más sano, más justo, más humano. Toda una generación de adultos que han pasado esa experiencia nos gobernaría de otra manera. Seguro que viviríamos mejor. ¿Será posible?

Es un hecho: en la vida, hay veces en que se gana y hay veces en que se pierde. Esto es completamente normal. Sin embargo, sabemos que siempre serán más gratas las emociones que provoca una victoria que los sentimientos que acompañan a la derrota, y justo por eso resulta tan importante aprender a perder.

¿Qué puedes hacer para que tu hijo no se llene de frustración cuando las cosas no resulten como esperaba? Ayúdale a entender que perder no es algo tan malo. Entre otras cosas, cuando perdemos tenemos más oportunidades de aprender que cuando ganamos, ya que los errores nos dejan ver aquello que, después de corregir podría llevarnos a mejorar.

Descarga el libro ¿Cómo formar hijos emocionalmente sanos?, una herramienta de gran ayuda en la crianza.

Inculcar esta idea en los niños, y cambiar su percepción respecto a lo que significa competir, evitará que sientan ansiedad y frustración. Toma en cuenta las siguientes estrategias para hacer que tu hijo maneje mejor la derrota:

Déjalo perder
Muchas veces, los padres se dejan ganar por los hijos cuando juegan a cualquier cosa en casa, creyendo que así les están ayudando a fortalecer la autoestima. El inconveniente es que, si dejas a tu hijo ganar siempre no sabrá cómo manejar la situación cuando pierda ni podrá desarrollar tolerancia a la frustración. Perder o no ganar es una parte fundamental en la vida, velo como una oportunidad para explicarle esto a tu hijo.

Enséñale a dar más importancia al proceso que al resultado
Todos buscamos ganar, y eso no está mal, pero ¿no crees que sería mejor si todos le diéramos un mayor valor al hecho de hacer nuestro mayor esfuerzo? Entender que la verdadera competencia es consigo mismo sería un aprendizaje invaluable para tu hijo.

Reconoce su actitud cuando se comporte como un buen perdedor
No solo celebres sus logros en el triunfo, sino cuando demuestre ser un buen perdedor. Es realmente importante reconocer a tu hijo cuando se esfuerza, sobre todo si además maneja bien la pérdida. “Estoy muy orgulloso de ti. Con el esfuerzo que hiciste, no hay duda de que has sabido perder como un campeón”. Palabras como éstas podrán hacer una gran diferencia en tu hijo.

Por último, es muy importante que como papá o mamá, le enseñes a tu hijo con el ejemplo. Cada vez que enfrentes una situación en la que no logres obtener los resultados que esperabas, demuéstrale que sabes aceptar estas circunstancias y que eres capaz de aprovecharlas para seguir aprendiendo.

Fuente: http://www.guiainfantil.com

Con el curso ya empezado, crecen las dudas sobre las reválidas, la última gran medida de la ley educativa en vigor. El Gobierno en funciones aprobó en julio el decreto que las regula pero falta un paso más para el que se necesita una actuación vetada a un Ejecutivo en funciones: nombrar altos cargos. El Consejo Escolar del Estado, el órgano cuyo visto bueno es imprescindible para la aprobación de los exámenes externos de ESO y Bachillerato, se ha quedado descabezado. El gobierno en funciones no tiene autorización para nombrar nuevos cargos, por lo que el Ministerio de Educación no puede, hoy por hoy, terminar de tramitar las reglas de estas evaluaciones. Educación ha encargado un informe a la Abogacía del Estado para buscar soluciones, que estará listo “en los próximos días”, según un portavoz del ministerio.

El proyecto de orden ministerial que regula las características, el diseño y el contenido de estos exámenes finales debe pasar obligatoriamente por el órgano consultivo, cuyos dirigentes se marcharon el curso pasado. El presidente del Consejo, Francisco López Rupérez, y la vicepresidenta, María Dolores Molina de Juan, se han jubilado. El secretario general, José Luis de la Monja, falleció en agosto. Nadie puede convocar al máximo órgano educativo, en el que participan padres, profesores y administración.

El organismo lleva sin reunirse desde mayo, según distintas fuentes consultadas. Y, además de otros asuntos, tiene pendiente el trámite de la orden que regula las reválidas, que el Gobierno se comprometió a aprobar antes del 30 de noviembre.

La mayoría de las comunidades autónomas están en contra de estas pruebas de final de etapa —que examinan a los alumnos de 4º de la ESO (15 años y 16 años) y de 2º de Bachillerato (17 y 18)—. Muchas han anunciado que las recurrirán, igual que el sindicato CC OO. Según una encuesta de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el 80% de los docentes rechazan estas pruebas que solo otros cinco países europeos aplican en la etapa de Educación Secundaria Obligatoria. El propio Ejecutivo del PP negoció dejar sin efecto las reválidas de ESO en el pacto con Ciudadanos que acabó en una investidura fallida.

El ministro busca un pacto educativo un año después

El ministro de Educación en funciones, Íñigo Méndez de Vigo, asumió el cargo en el verano de 2015 prometiendo intentar cerrar un pacto de Estado por la educación. “Me lo piden por la calle”, señalaba en sus primeras entrevistas. Este lunes, más de un año después, inició “una ronda de contactos” para abrir negociaciones. En una nota, el ministerio del PP, que aprobó la reforma educativa en solitario, destaca su intención de que la educación “quede fuera de toda confrontación política”. El ministro tuvo la primera reunión con la CEAPA, la principal confederación de familias de la pública. “Nuestra organización no va a trabajar ni a plantear propuestas sin un Gobierno con plena capacidad de actuación”, señaló José Luis Pazos, presidente de CEAPA. El ministro recibe este martes a la confederación de padres de la concertada, CONCAPA.

La confederación de familias de la escuela pública, CEAPA, anunció ayer que presentará un recurso en la reunión que mantuvo con el ministro de Educación en funciones, Íñigo Méndez de Vigo, tras ser convocados para negociar un pacto educativo nacional.

La CEAPA forma parte del Consejo Escolar del Estado. Su presidente, José Luis Pazos, ha asegurado este lunes que la solución que baraja el ministerio para poder reunir al Consejo “pasa por convocar una mesa con los integrantes de mayor edad o de mayor antigüedad” en el organismo. Para Pazos, esa fórmula puede dejar el Consejo “sin legitimidad, dependiendo de si recae en personas que no consideremos interlocutores, como la patronal de los centros privados o como la federación de municipios y provincias, que supondría poner al frente a otro representante del PP”.

“El ministro sabe la incertidumbre que generan las pruebas”, añade Pazos. “Dice que las aprobaron en verano para cumplir la ley, pero se van a meter en un jardín del que no van a poder salir fácilmente”.

http://politica.elpais.com/politica/2016/09/19/actualidad/1474281939_594714.html?id_externo_rsoc=FB_CM

Se ha comprobado que los niños que practican deporte de manera regular, no solo llegan a tener un mejor rendimiento en la escuela, sino que suelen tener mejores relaciones sociales y llegan a ser más felices. La práctica de algún deporte es muy importante para que fortalezcan su mente, reduciendo riesgos de padecer trastornos como la depresión o ansiedad. Por otro lado, en la práctica deportiva se transmiten valores, se adquieren hábitos saludables y se adquieren buenas costumbres alimentarias.

Es importante que este tipo de actividades no sean impuestas como una obligación, sino que el niño las lleve a cabo por gusto, que le resulten divertidas, y que encuentre en ello un espacio de recreación y socialización. De acuerdo con el doctor Franchek Drobnic, fisiólogo y jefe del departamento de Investigación del Deporte del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, estos son los principales beneficios de hacer deporte:

  1. Se alcanza un mejor rendimiento académico
  2. Existe una menor probabilidad de sufrir depresión
  3. Mejora el estado de ánimo
  4. Favorece la socialización
  5. Transmite valores como la constancia, perseverancia, trabajo en equipo, competitividad y disciplina
  6. Promueve un estado de salud óptimo
  7. Mantiene un peso adecuado
  8. Reduce la probabilidad de sufrir enfermedades como la obesidad
  9. Fortalece el físico

Así que, si tu hijo aún no practica algún deporte de manera regular, ¡¿qué esperas para motivarlo?!

Fuente: www.abc.es

«La marihuana y el tabaco son una ‘pareja de hecho’ tan bien avenida ‘como el pan y la mantequilla'». Así lo afirman los más de 80 científicos del proyecto EVICT (siglas del programa de trabajo Evidencia Cannabis Tabaco), a quienes preocupa esta unión por el efecto que tiene la mezcla y por la constatación de que durante el último año fueron más los escolares españoles entre 14 y 18 años que se iniciaron en el cannabis que en el tabaco. 146.200 (72.400 hombres y 73.800 mujeres-) empezaron con la marihuana frente a 137.000 (60.500 hombres y 76.500 mujeres, según la encuesta ESTUDES 2014) que lo hicieron con los cigarrillos.

Joseba Zabala, médico de Salud Pública del Ayuntamiento de Vitoria y coordinador del proyecto, impulsado desde el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) y financiado por el Plan Nacional sobre Drogas (PNSD), explica a EL MUNDO que las nuevas generaciones presentan respecto a las anteriores «una falta de conciencia de riesgo que supera incluso a la ya conocida conciencia de inocuidad del cannabis prevalente entre los jóvenes».

Una de las tendencias de la última década es que la edad de inicio en el tabaco (13,6 años) y en el cannabis (14,9 años) tienden a equipararse cada vez más. «Ahora muchos adolescentes acceden al humo antes a través del porro que a través del tabaco cuando antes no era así», indica Zabala, que destaca que «hoy día gran parte de los adolescentes españoles consume simultáneamente ambas sustancias y esto genera nuevas tendencias y consecuencias cruzadas que hay que tener en cuenta a la hora de desarrollar políticas de prevención».

Para este especialista, «el tabaco es el gran desconocido del porro y hay mucho por estudiar de la interacción entre ambos porque un conocimiento en profundidad de este ‘nudo’ neurobioquímico THC-nicotina cuestionaría muchos de los conocimientos, creencias y leyendas urbanas que se atribuyen al cannabis y al porro».

Según la Encuesta Global de Drogas, a diferencia de los fumadores de cannabis americanos, en Europa el 90% de los usuarios de cannabis lo mezcla con el tabaco en diferentes proporciones y con distintas formas de liado. «El añadir tabaco a la combustión del cannabis recreativo debe ser considerado como un factor de riesgo de primer nivel a considerar en todas las estrategias». Aunque queda mucho por estudiar, Zabala destaca que «cada vez se sabe más sobre la integración entre la nicotina y los receptores cannabinoides así como el cannabis con los receptores nicotínicos. Se estudia de qué forma el tabaco prolonga y aumenta el efecto del cannabis y el papel que tiene el sistema endocanabinoide en el aumento de la adicción a la nicotina».

En cuanto a si engancha más una sustancia u otra, el coordinador del proyecto EVICT aclara que «fumar cigarrillos duplica la probabilidad de llegar a consumir cannabis y viceversa. La mayoría de los españoles y europeos que usan cannabis fuman también cigarrillos. La mezcla tabaco cannabis aumenta por 5,1 la probabilidad adictiva del cannabis».

Dejar una sustancia pero no la otra

Por otra parte, con respecto al abandono del cannabis y tabaco los expertos han observado que en numerosas ocasiones las personas consumidoras de ambas sustancias quieren dejar de fumar una de las dos pero no la otra.

En este sentido, la psicóloga Ana Esteban, miembro del proyecto, afirma que «es recomendable dejar de consumir conjuntamente ambas sustancias, bien de forma simultánea (tabaco y cannabis a la vez) o secuencialmente (primero una sustancia y después la otra), puesto que existe evidencia de que la abstinencia dual (dejar de fumar tabaco y cannabis) predice mejores resultados».

La doctora Esteban explica asimismo que «estamos ante un reto científico y social que es necesario afrontar, ya que cada día se presentan nuevas evidencias que avalan la existencia de este «nudo» entre el cannabis y el tabaco».

http://www.elmundo.es/sociedad/2016/08/26/57c07b1122601dc7658b4597.html

“Debemos procurar una revolución en la tecnología que nos dé invenciones y maquinarias que inviertan las tendencias destructivas que ahora nos amenazan a todos”. Así hablaba Ernst Friedrich Schumacher, en contraposición total a lo que le sucede a un menor que está todo el día pegado a las pantallas.

Porque tener en casa un menor tecnoadicto no es algo perjudicial únicamente para el propio niño, sino para toda la familia. Una adicción excesiva, en este caso a la tecnología, es un cisma grave de difícil solución, pero no es una barrera insuperable.

¿Qué es la adicción a la tecnología?

En los últimos 10 años se ha producido un crecimiento tecnológico del que no encontramos precedentes en la historia. La ciencia ha avanzado y avanza a una velocidad cada vez mayor, sin que esto necesariamente sea un síntoma de progreso.

Para muchos personas, especialmente jóvenes y adolescentes, el estar permanentemente conectado y disponer de las últimas tecnologías ya no es una opción, sino algo indispensable. Así al menos se desprende un informe de los expertos psicólogos de ISEP Clinic, el Instituto Superior de Estudios Psicológicos.

Adolescente con un portatil por la noche

Hasta ahora, realmente no hemos visto nada negativo. Sin embargo, cuando un joven es incapaz de prescindir de sus dispositivos tecnológicos, los consultan constantemente hasta el punto de interferir en su propio rendimiento académico y mental. Incluso sufren ataques de furia injustificados si se les priva de sus terminales o de la conexión a internet, podemos estar hablando de un menor tecnoadicto o una adicción a la tecnología.

Ahora bien, ¿podemos ayudar a un menor tecnoadicto? Obviamente sí, sin embargo, una vez el problema se ha ramificado, es cada vez más complejo. La mejor solución es la prevención. No obstante, trataremos de dar algunas claves para ayudar al joven a superar esta grave afección.

Cómo tratar a un menor adicto a la tecnología

Como hemos dicho, ayudar a un chico con adicción a la tecnología no es sencillo. No obstante, hay claves que podemos poner en práctica para que el joven mejore de su afección. Recuerda que tendrás que tener mucha paciencia, empatía y comprensión antes de hacer nada:

  • Además, ante la menor sospecha de que tu hijo pueda ser adicto tecnológico, habla con un psicólogo. Este debe ser siempre el primer paso. Observa al joven, estudia sus costumbres y trata de crear un cuadro exacto para hablar con el especialista, al que deberás acudir sin el niño. El profesional te dará las pautas a seguir según el nivel de gravedad.
  • Si la afección está en pleno desarrollo o crees que el adolescente aún solo presenta este problema en potencia, puedes limitar el uso de internet y datos. No le ofrezcas tarifas planas en el móvil ni conexión constante. Es preferible establecer horarios y limitaciones.
  • También es conveniente que revises las facturas. Usa tarifas que te permitan establecer el nivel de uso de los distintos terminales tecnológicos. Así podrás compartir los datos con el chico, compararlos con una utilización normal y tratar de hacerle entrar en razón.
  • Si tu niño es excesivamente joven, es buena idea retirar los dispositivos progresivamente. Se conocen adicciones tecnológicas de chicos de apenas 8 años. Tenemos que tener claro que la tecnología para ellos no es mala, se convierte en dañina en el momento en el que empieza a haber un abuso de la misma.
  • Finalmente, si tú te pasas todo el día pegado a los dispositivos es normal que el niño asuma este comportamiento como normal y no se pare a pensar de manera crítica en él. Simplemente será más fácil que te imite y más difícil que tú puedas justificar que él no puede utilizar ciertos aparatos con la misma frecuencia que tú.
Mano con un móvil

Datos de interés respecto a la tecnología

Recordemos que la tecnología no es un enemigo. Es bueno que los niños se familiaricen desde bien jóvenes con el uso de ordenadores y smpartphones. No obstante, debe ser mesurado, siempre bajo supervisión y usando mucho la comunicación para que sean conscientes de los riesgos que implican todos esos aparatos que utilizan a menudo.

También es recomendable educar a los niños en el consumo responsable, tanto de tecnología como de cualquier otra cosa. De esta forma entenderá pronto que el ordenador o el móvil no solo son instrumentos de entretenimiento, también de trabajo, estudio o comunicación.

Tampoco es buena idea una prohibición total. Recuerda que el consumo de la fruta prohibida es una tentación enorme a la que los niños no les resulta sencillo abstenerse. Es mejor fomentar el uso racional antes que el corte por lo sano.

Ayudar a un menor tecnoadicto no es fácil, pero tampoco imposible. Debemos tener en cuenta que la tecnología es parte de nuestras vidas y las suyas. Un uso responsable es la única salida saludable y sensata. No olvides que de lo contrario, el aislamiento social, la incapacidad comunicativa y otras afecciones psicológicas más graves pueden hacer acto de presencia, complicando así una posible intervención.