Es ley de vida, todo bebé será un niño primero y un adolescente después. A menudo los padres vivimos deseando que nuestros hijos crezcan para ver si vienen tiempos mejores: cuando son bebés no los disfrutamos porque criarlos es agotador, cuando son niños, porque nos atan, y cuando son adolescentes, creemos que por fin podremos recuperar la ya olvidada libertad de antes de ser papás. A los 12 años ya están en el instituto, y entonces la realidad de la adolescencia nos golpea en toda la cara

Con el primer año de instituto, llega la primera fiesta de Halloween, la primera Nochevieja y las primeras fiestas de verano. Y para los papás es la primera vez que tenemos que tomar la decisión de dejar salir a nuestro hijo o hija hasta tarde, a sabiendas de que van a tener acceso a alcohol. ¿Qué haces si tu hijo te pide salir y volver a casa ya de madrugada o al día siguiente? Difícil decisión, sobre todo cuando sabes que cada año en épocas de fiestas, niños de 12 años beben hasta el coma etílico y algunos por desgracia mueren.

¿De quién es la culpa? ¿Quién ha fracasado aquí? ¿Nos sentimos acaso culpables o fracasados? ¿O lo hemos normalizado hasta el extremo de que ya no nos preocupa? ¿Se puede culpabilizar solo a los padres? No me parece justo que se acuse únicamente a los progenitores. Personalmente creo que una vez más, estamos ante un signo de desprotección social de los más jóvenes. Se les ignora, a nadie les importa.

Lo realmente complicado cuando eres un adolescente y sales con los amigos es no beber, no fumar, no consumir drogas. ¿O es que ya no nos acordamos? No era tan diferente en nuestra época. Está tan aceptado que muchos padres permiten que sus hijos hagan botellón para no excluirlos del grupo de amigos. Y así, se consiente, con el pretexto de “es que los demás lo hacen” y “no lo voy a dejar marginado”. Lo absurdo del botellón, una práctica con varias décadas de existencia, es que el fin único del mismo es beber cuanto más mejor. Muchas veces se hace en el parking de una discoteca o en una plaza, para entrar muy puestos a la fiesta.

No sé cuándo se ha normalizado, cuándo se ha aceptado que no está mal, pero aquí sigue a pesar de las prohibiciones. En Islandia, leí hace poco, han cortado el problema de raíz. Dicen que los jóvenes en Islandia ya no están bebiendo en las calles: están practicando deportes y también en clubs de música o danza. Parece que las extraescolares deportivas han sido la solución, y también la música, el baile y el arte. Todas esas asignaturas desterradas o relegadas a ser “marías”, esas en las que muchos padres deciden educar a sus hijos en su tiempo libre, si los deberes y los exámenes lo permiten. De hecho, uno de los argumentos a favor de las extraescolares más extendido entre los padres es precisamente el de desarrollar en sus hijos aficiones que les mantengan alejados de las drogas durante la adolescencia.

Las borracheras y los comas etílicos de los adolescentes de 12 o 13 años me pillaron de sopetón. Hace menos de una década eran bebés que no dejaban dormir a sus padres, y ahora pasan la noche en la calle. Pero ¿podemos dormir mejor los padres ahora teniendo a nuestros hijos fuera de casa? Quién nos iba a decir que casi echaríamos de menos los cólicos del lactante.

Y no solo toman alcohol. Otro tipo de vicios precoces les enganchan. Muchos niños de los primeros cursos de la ESO, con edades alrededor de los 13 años, consumen tabaco, y otros, bajo una falsa sensación de inocuidad, fuman “vapor”. Fumar un cigarillo electrónico no es como tener un Tamagotchi por mascota, no es un cigarrillo virtual. Si no puedes tener mascota, puedes cuidar del Tamagotchi, vale, pero como el tabaco es malo ¿voy a fumar vapor? ¿Cuándo nos hemos creído los padres que eso es inofensivo?

Pero mucho más impactante para mí ha sido saber que incluso ya fuman marihuana. Me surgen tantas preguntas, alrededor de todo esto: ¿Quién les vende todas estas sustancias a los adolescentes? ¿Cómo se pueden conseguir tan fácilmente siendo menores de edad? La otra es ¿de dónde sacan dinero para comprarlas? Ese gasto no se lo puede uno permitir con la asignación semanal que te dan tus padres. Y la última, ¿no son nuestros adolescentes conscientes de lo peligroso que es para su salud consumir drogas? La respuesta es clara: evidentemente, no lo son.

Me embarga una sensación de fracaso tremenda. No puedo evitar recordar algo que el psicólogo Rafael Guerrero comenta frecuentemente en sus charlas, y que muchos padres olvidamos o desconocemos: la importancia de las relaciones de apego seguro, de cubrir las necesidades emocionales de nuestros hijos, hasta que ese tanque, metáfora que él usa a menudo, de 200 litros de necesidades emocionales esté por encima del 60%. Sin una relación de apego seguro creada y forjada desde la infancia, nuestros hijos cuando lleguen a adolescentes buscarán llenar el vacío emocional con drogas de cualquier tipo. No sé si esta es la receta infalible para evitar todos los riesgos en la adolescencia, pero sí que me parece que puede ser muy importante. Nos hemos perdido su infancia, nos hemos creído que con pasar ratitos de calidad con ellos podríamos educarlos. Mentira. No se educa en media hora, no se educa sin estar en casa, así no se educa a un niño ni se generan vínculos fuertes y duraderos.

Para los seres humanos, como mamíferos que somos, ser padres es algo natural, no necesitamos preparación alguna para serlo, como sí la necesitamos para dedicarnos profesionalmente a cualquier actividad. Pero como miembros de una sociedad, tenemos la responsabilidad de saber educar. ¿Somos los padres conscientes de lo difícil que es educar bien, en todo el amplio espectro de aspectos en los que hay que hacerlo, cuando decidimos tener un hijo? Y sobre todo, ¿somos un modelo para nuestros hijos?

Y sí, como bien dice la campaña del Ministerio de Sanidad, todos pensamos que esto solo les ocurre a los hijos de los demás, que los nuestros no lo hacen. Pero a veces, lo decimos con la boca pequeña porque la duda nos mata.

https://elpais.com/elpais/2017/11/24/mamas_papas/1511519986_880580.html

El binomio adolescentes-alcohol siempre causa inquietud a los padres, pero esta preocupación se vuelve angustiosa ante noticias de episodios que terminan en tragedia. Y la verdad es que los padres tienen motivos para alarmarse: el Plan Nacional sobre Drogas alerta de que en nuestro país la edad media de inicio en el consumo de alcohol es de 13,9 años, lo que significa que hay niños que comienzan a beber desde antes. Y los resultados de la Encuesta sobre Uso de Drogas en Estudiantes de Enseñanzas Secundarias 2014/2015 concluyen que el 76,8% de los chavales entre 14 y 18 años ha consumido alcohol en el último año, y el 68,2% en el último mes. Además, uno de cada tres escolares ha tomado alcohol en forma de atracón (binge drinking) en los últimos 30 días, una de las “modalidades” más peligrosas, pues el consumo masivo de bebidas alcohólicas en un periodo corto de tiempo resulta mucho más agresivo para el organismo que el mismo consumo realizado durante un intervalo de tiempo más prolongado.

“El consumo de alcohol en la adolescencia no es un problema de unos pocos, sino un problema social, y para prevenirlo los padres deben mantenerse muy alerta», afirma el doctor Mariano de Iceta, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Infanta Sofía (San Sebastián de los Reyes, Madrid). ¿Cómo? «Primero, dando buen ejemplo a su hijo: si el alcohol está presente en la casa, que su consumo sea siempre moderado, nunca masivo. Segundo, prohibiendo su acceso a los menores, pues además de nocivo para la salud, es ilegal. Y tercero, aprendiendo a distinguir los signos de que un menor está consumiendo alcohol, pues detectar que algo pasa desde los primeros momentos en que empieza a ocurrir es el paso inicial para evitar que el problema se agrave y poder solucionarlo con más facilidad”, responden. Estas son algunas señales que pueden alertarle de que tiene un problema en casa:

Su comportamiento es errático cuando llega por la noche: Es habitual que después de salir con los amigos, el menor que ha bebido se escabulla rápidamente a su habitación. Los expertos recomiendan a los padres que, pese a todo, intenten cruzar dos palabras con él. Si el chico o la chica ha estado bebiendo, su aliento le delatará. Lo mismo que si su boca despide un intenso olor a chicle: o es un fanático de la goma de mascar a las tres de la mañana o seguramente estará tratando de camuflar los efluvios del alcohol. Lo que desde luego no hay que hacer es ponerse en el papel de detectives y empezar un interrogatorio intempestivo. «Esto provoca que el niño vea a sus padres como enemigos, y termina siendo contraproducente», dice el psiquiatra.

Llega enrojecido y se mueve con torpeza: Aproveche el momento para buscar signos como enrojecimiento ocular o rubor facial también pueden evidenciar que su hijo le ha dado a la botella. Fíjese también en sus movimientos. El desequilibrio en la marcha y la torpeza motora revelarán que está mareado, lo mismo que una conducta desinhibida y cierta euforia. Al día siguiente puede mostrarse más apático, inapetente, enlentecido y desganado.

Tiene bruscos cambios de humor: David Ribera Jiménez, técnico en conductas adictivas del Centro Can Rosselló (Barcelona), alerta de alteraciones en el comportamiento cotidiano que pueden servirle de pista. “Los padres notarán empobrecimiento del vocabulario, disminución de la comunicación verbal y afectiva, irritabilidad, altibajos de humor, disminución o aumento del apetito, llanto frecuente, ansiedad, trastornos del sueño…”, señala.

“Los padres notarán empobrecimiento del vocabulario, disminución de la comunicación, altibajos de humor…» (David Ribera Jiménez, técnico en conductas adictivas)

Se ha vuelto taciturno y ha cambiado de amigos: «Un cambio súbito de amistades podría ser otra mala señal», según Ribera Jiménez, sobre todo si va acompañado de cierto secretismo. Poco o nada saben los padres de con quiénes se está juntando su hijo, a dónde van, qué hacen… ¿Son de su misma edad o mayores?

Se le ve desmotivado: “El abandono de sus actividades habituales de ocio, la despreocupación por los estudios y la dejadez en sus responsabilidades” también nos estarán indicando, según Ribera Jiménez, que el niño puede estar bebiendo sin que usted lo sepa.

Usted descubre vacíos en su mueble-bar (y en su cartera): ¿Echa en falta la botella de ron de su armarito de bebidas? ¿De un tiempo a esta parte tiene la sensación de que los billetes desaparecen como por arte de magia de su cartera? «También es frecuente que le pidan con insistencia un aumento de la paga», añade Ribera. Puede que la respuesta sea una sola palabra: botellón.

¿Y ahora qué hacemos?

Ante estos signos debemos dejar muy claro al adolescente que rechazamos su conducta de beber alcohol. Como señala MedlinePlus, la web de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, el consumo de alcohol en edades tan tempranas daña las células cerebrales, lo que hace que los chicos rindan menos en el colegio, adopten conductas conflictivas, se vuelvan más vulnerables al consumo de otras drogas y corran más riesgo de sufrir trastornos mentales a lo largo de su vida.

“No sirve de nada regañarle, gritarle ni enfadarse”, advierte David Ribera Jiménez. “Hay que dejar el diálogo para el día siguiente, pero eso sí, nunca obviarlo. Pasar por alto este comportamiento o intentar normalizarlo para evitar una bronca familiar es esconder la cabeza debajo del ala ante una situación que tiende a agravarse con el paso del tiempo”.

Resulta primordial encontrar un porqué, como aconseja el psiquiatra del Hospital Infanta Sofía: “Es fundamental que nos cuente en qué situación estaba cuando bebió, qué tomó y si lo ha hecho más veces. Saber si se siente presionado por su grupo es una circunstancia muy distinta a que el adolescente beba porque no se siente bien consigo mismo, por ejemplo. Conocidas sus razones podemos mostrarle otras soluciones más saludables para resolver sus conflictos e insistirle en los efectos negativos del alcohol y en su inutilidad para solventar problemas. Hecho esto, hay que acabar la conversación con el compromiso por parte del menor de que no va a volver a beber en salidas posteriores y confiar en él. Nuestra misión es acompañarle y apoyarle y, una vez habladas las cosas, dejarle decidir en ciertos ámbitos, puesto que no podemos seguir protegiéndole como cuando era un bebé ni perseguirle a escondidas cuando queda con sus iguales”.

Una respuesta madura para cada excusa

Desde el departamento de salud mental infanto-juvenil del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Infanta Sofía nos explican cómo rebatir las falsas expectativas que los jóvenes persiguen al beber alcohol:

“Me relaciono mejor”. No es verdad. En general, cuando beben no controlan lo que dicen, suelen mostrarse irritables y presentan conductas inadecuadas de las que al día siguiente se arrepienten (es posible que ni siquiera las recuerden). Además, las interacciones sociales no tienen continuidad y no son auténticas.

“Me divierto más”. ¿Cómo es posible, si acaban la noche vomitando y mareados? Contrariamente a la idea que tienen de que van a estar más eufóricos y enérgicos, terminan la “fiesta” en un desagradable estado de sopor, faltos de reflejos y con dificultades para darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor.

“Si no bebo, soy un pringao”. La mayoría de los adolescentes sucumben a la presión de su grupo, con tal de sentirse integrados en él. Hay que ponerles ejemplos de compañeros que son muy valorados en su entorno por otras cualidades que no tienen nada que ver con “beber y saber aguantar” o descontrolarse y terminar en la sala de Urgencias de un hospital, tales como ser deportista, actor, músico o voluntario en una ONG.

“Así ligo más”. ¡Imposible! El mal aliento, las dificultades de pronunciación y construcción de frases y la torpeza de movimientos no hacen a nadie más atractivo, sino al contrario. Además, las chicas están más expuestas a situaciones de abuso sexual cuando están intoxicadas.

http://elpais.com/elpais/2016/12/09/buenavida/1481285468_386982.html

    • 1«¡Recoge tu cuarto!». «¡Esto no es un hotel al que venir solo a comer y dormir!». «Pero, ¿por qué te acuestas tan tarde si mañana madrugas?». «¡Pero, hijo/a, levántate ya que llegas tarde a clase!». Si usted tiene un hijo adolescente, seguro que se ha sorprendido más de una vez diciendo estas frases, y otras más o menos similares. Algunas de ellas, incluso, se las oyó a sus padres cuando usted pasaba por esa tormentosa etapa de la vida. El tono depende de la cantidad de veces que las haya tenido que pronunciar inmediatamente antes.

      Sí, la adolescencia —definida por la OMS como el periodo de crecimiento y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años— es una época dura para los que la pasan, pero también para los padres, que a menudo sienten cómo la paciencia se escapa entre los dedos, dando paso a la desesperación… Pues bien, ha de saber que muchos de esos comportamientos que tanto le cuesta soportar de su hijo, tienen una explicación neurológica, psicológica o fisiológica. Quizá la ciencia le ayude a llevarlo mejor.

    • desorden
      2El desorden (imposible) de la habitación El chiste lo dice todo: «Entrar en la habitación de mi hijo es como ir a Ikea. Voy a echar un vistazo y salgo con seis vasos, dos platos y cuatro toallas». Vamos, que el caso de su hijo no es único. Ni especialmente grave. Mercedes Bermejo, especializada en psicodiagnóstico y psicóloga Infanto- Juvenil y de Familia en Psicólogos Pozuelo, lo explica así: «La adolescencia es una etapa evolutiva en muchos casos de sensación de caos. Por lo que el umbral de tolerancia del desorden o suciedad es más alto que en etapas de vida más avanzadas».

      No se preocupe, es muy posible que se pase con la edad. Aunque José Antonio Marina, filósofo, escritor, pedagogo y presidente de la Fundación Educativa Universidad de Padres aclara: «En los programas de la Universidad de Padres nos interesamos mucho por los niños desorganizados, que muchas veces tienen problemas espaciales o temporales. Durante la adolescencia, el problema del desorden aumenta, pero no surge de nuevo. Se hace más patente porque los adolescentes obedecen menos, se mueven más, tienen más cosas a su disposición, y tienen muchos intereses ‘urgentes’. Hay que recordar que lo que hace difícil ordenar es que, para hacerlo, hay que cesar en una actividad más entretenida».
      Consejo: «El orden es un hábito», recuerda Marina, «y por eso debe fomentarse desde la infancia, como el lavarse los dientes o lavarse las manos antes de comer. Los comportamientos automáticos resultan fáciles, porque no hay que estar tomando decisiones continuamente»

  •  En efecto, al empezar la ESO o poco antes, por arte de magia, empiezan a retrasar la hora de meterse en la cama. Y por las mañanas, no hay quien les levante… Un estudio de 2013 cuenta la razón: " Los ciclos de sueño-vigilia de la infancia cambian debido a los estímulos fisiológicos de la pubertad . En los adolescentes se produce un retraso de aproximadamente dos horas en el inicio del sueño nocturno y la hora del despertar".   Además, lo explica Juan Carlos Portilla, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN): "Se debe a que  la fabricación de melatonina (hormona relacionada con el ritmo del sueño) se produce más tarde por la noche que en niños y adultos , por lo que resulta más difícil conciliar el sueño. Esta condición neurobiológica asociada a otros factores culturales y ambientales ayudan a entender estas características conductuales con respecto al sueño en esta etapa de la vida".   Consejo:  Así que asegúrese de haberle inculcado hábitos saludables como la lectura, le vendrán bien para esas horas de vigilia. Pero antes, Bermejo aconseja fomentar desde la infancia la adquisición de una higiene del sueño adecuada. Pueden ayudarle: poner un temporizador en la televisión para que se apague a la hora de ir a la cama, establecer un horario a partir del cual se apague el móvil y dejar un tiempo de descanso sin deberes antes de ir a la cama.
    3Que retrasen la hora de acostarse… y la de levantarse En efecto, al empezar la ESO o poco antes, por arte de magia, empiezan a retrasar la hora de meterse en la cama. Y por las mañanas, no hay quien les levante… Un estudio de 2013 cuenta la razón: «Los ciclos de sueño-vigilia de la infancia cambian debido a los estímulos fisiológicos de la pubertad. En los adolescentes se produce un retraso de aproximadamente dos horas en el inicio del sueño nocturno y la hora del despertar».

    Además, lo explica Juan Carlos Portilla, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN): «Se debe a que la fabricación de melatonina (hormona relacionada con el ritmo del sueño) se produce más tarde por la noche que en niños y adultos, por lo que resulta más difícil conciliar el sueño. Esta condición neurobiológica asociada a otros factores culturales y ambientales ayudan a entender estas características conductuales con respecto al sueño en esta etapa de la vida».
    Consejo: Así que asegúrese de haberle inculcado hábitos saludables como la lectura, le vendrán bien para esas horas de vigilia. Pero antes, Bermejo aconseja fomentar desde la infancia la adquisición de una higiene del sueño adecuada. Pueden ayudarle: poner un temporizador en la televisión para que se apague a la hora de ir a la cama, establecer un horario a partir del cual se apague el móvil y dejar un tiempo de descanso sin deberes antes de ir a la cama.

    •  "Los adolescentes  experimentan muchos cambios fisiológicos, psicológicos y sociales ", comenta Marina. "Se les amontonan sus tareas evolutivas. No solo tienen alteraciones de humor endógenas, sino también las producidas por sus relaciones sociales. Son muy vulnerables a las opiniones de los demás, están intentando encontrar su identidad, con frecuencia no se comprenden, se dan cuenta de que cambian mucho dependiendo de con quién se relacionan. Y para los padres estos cambios suelen ser conflictivos".   Portilla da una explicación neurológica: " La falta de maduración de la corteza prefrontal  (necesaria en la capacidad para controlar los impulsos) y la falta de sueño habitual en la adolescencia" son también culpables de estos cambios en su humor.    Consejo:  Los padres, según Marina, deben tratar de "comprender los sentimientos de sus hijos y demostrarles que los entienden; pero, eso sí, ayudarles a distinguir que una cosa son los sentimientos y otra el comportamiento, y que los primeros muchas veces no podemos controlarlos, pero los actos sí".
      4Los cambios de humor «Los adolescentes experimentan muchos cambios fisiológicos, psicológicos y sociales«, comenta Marina. «Se les amontonan sus tareas evolutivas. No solo tienen alteraciones de humor endógenas, sino también las producidas por sus relaciones sociales. Son muy vulnerables a las opiniones de los demás, están intentando encontrar su identidad, con frecuencia no se comprenden, se dan cuenta de que cambian mucho dependiendo de con quién se relacionan. Y para los padres estos cambios suelen ser conflictivos».

      Portilla da una explicación neurológica: «La falta de maduración de la corteza prefrontal (necesaria en la capacidad para controlar los impulsos) y la falta de sueño habitual en la adolescencia» son también culpables de estos cambios en su humor.

      Consejo: Los padres, según Marina, deben tratar de «comprender los sentimientos de sus hijos y demostrarles que los entienden; pero, eso sí, ayudarles a distinguir que una cosa son los sentimientos y otra el comportamiento, y que los primeros muchas veces no podemos controlarlos, pero los actos sí».

    • hijo desobedece
      5La rebeldía contra los padres Bermejo apunta a que «tras haber tenido una mayor dependencia del adulto durante la infancia, los adolescentes pasan a una mayor independencia, pero siguen requiriendo del adulto. De hecho, cuanto más es así, mayor necesidad tiene de conflictuar con él. Es la fórmula para poder adquirir la seguridad e identidad que necesita, a través del adulto, de quien ha de poder separarse progresivamente».

      Consejo: Ármese de paciencia y piense que es parte de su trabajo como padre y educador: «Una de las metas de la educación es, precisamente, que alcancen la independencia, sin desvincularse de la familia». Palabras de José Antonio Marina.

      Un estudio de la Universidad de Málaga añade que los padres que expresan afecto —se comunican con sus hijos, no los critican o no los rechazan por un comportamiento— y son inductivos (solo en el caso de las madres) tienen menos conflictos con sus hijos durante la adolescencia».

  • amigos
    6La influencia (casi exclusiva) de sus amigos Sí, lo que dice el último amigo de turno va a ser tenido mucho más en cuenta que lo que pueda decir usted, que le ha criado… Pero es que, como dice Marina, «el centro de su vida ha basculado: ya no es la familia, es el grupo, los amigos». Parte de la culpa, de nuevo, la tiene la química del cerebro: «La oxitocina, un transmisor neuronal al que es muy sensible el cerebro adolescente, parece ser responsable de la gratificación que obtienen de las relaciones sociales. Los amigos de la misma edad no solo comparten intereses comunes: les llenan de nuevas sensaciones», asegura el neurólogo de la SEN. En este artículo publicado en el blog Escuelaconcerebro, el astrofísico Jesús C. Guillén se refiere al «cerebro social»: «Engloba regiones cerebrales que intervienen en lo afectivo y cognitivo en relación a los demás y sigue desarrollándose durante la adolescencia».
    Consejo. Para Marina, «lo importante es que caigan en un buen grupo. Por eso es por lo único por lo que deben preocuparse los padres y tratar de influir, desde que son pequeños».
  • adolescentes locos
    8Ese gusto por el riesgo (y la impulsividad) De nuevo el menor desarrollo de la corteza prefrontal es el culpable de que les mole correr riesgos y ser impulsivos. Lo dice este estudio de la Universidad de Sevilla. Portilla lo explica así: «Las características neurobiológicas del cerebro adolescente permiten reconocer los riesgos en determinadas situaciones, sin embargo, valoran mucho más el beneficio obtenido a pesar del riesgo asumido. Esta característica conductual parece que está influenciada por la máxima sensibilidad a la dopamina que tiene el cerebro en esta etapa; esta hormona es un neurotransmisor que interviene en la toma de decisiones para alcanzar fenómenos de recompensa».
    En ese sentido, Marina incide en la importancia de enseñar a los adolescentes a tomar buenas decisiones: «En los programas de la Universidad de Padres tenemos claro que es una de las funciones primordiales de la educación. Y por eso, la educación de la responsabilidad es fundamental a todas las edades».

    Consejo. Según José Antonio Marina, «la impulsividad puede ser tan solo un modo de hacer visibles sus enfados; pero también puede deberse a que aún no ha aprendido a controlar su propio cerebro. Si este comportamiento es fruto de falta de control de los enfados, hay que volver a lo que comentamos con la rebeldía: tal vez el enfado no se pueda controlar, pero sí la manifestación del este. Forma parte de los límites que hay que poner para hacer la convivencia posible».

    Y añade: «Otra cosa es que el adolescente, que ha aprendido durante su infancia a conducir su cerebro infantil —un ciclomotor—, se encuentra ahora al volante de un Ferrari —su cerebro adolescente que ahora sabemos que se rediseña muy profundamente—, y tener la potencia de un Ferrari es estupendo, pero si no aprendes a conducirlo chocarás en cuanto arranques. La educación de la inteligencia ejecutiva, que es central en nuestros programas, es fundamental en esta edad».

    https://elpais.com/elpais/2018/02/12/album/1518453830_270944.html?rel=str_articulo#foto_gal_8

El descanso nocturno no solo consiste en dormir unas horas, sino en disfrutar de un sueño reparador que permita afrontar la actividad diurna sin fatiga. “El hecho de que los niños se despierten por la noche es normal, sobre todo los más pequeños. Cuando crecen, el desarrollo del niño permite que el sueño sea más largo y disminuyen los despertares nocturnos. Sin embargo, si la dificultad de conciliar o mantener el sueño perdura en el tiempo y produce consecuencias como malestar o somnolencia por el día, se considera insomnio”, explica Beatriz Cabrera, psicóloga del centro de psicología y logopedia, BlaBla,que cifra entre un 25 y un 30% los casos de insomnio entre los niños de entre 6 meses y 5 años de edad.

¿Qué les quita el sueño a los niños?

El insomnio infantil puede ser transitorio cuando está asociado a “cambios emocionales familiares, sociales o escolares. También puede estar causado por estrés debido a problemas familiares, bullying, depresión, ansiedad o consumo de medicamentos y alimentos que interfieran en el sueño”, explica la psicóloga Beatriz Cabrera. Los malos hábitos a la hora dormir restan calidad de sueño a los niños, entre ellos: dormir a deshoras, cambios en los horarios de descanso nocturno, cenas copiosas o bebidas estimulantes. El ejercicio físico antes de dormir, así como los juegos digitales o el ruido ambiental también desajustan el sueño de los pequeños.

El sueño nocturno es un tiempo fundamental para resetear nuestro cerebro y renovar la energía que gastamos durante el día. Los niños necesitan más horas de sueño que los adultos porque están en proceso de crecimiento. “En el caso de los niños entre 1 y 3 años alrededor de 12 horas, de 3 a 10 años, unas 10 horas y entre los 10 y los 18 años, cerca de 10 horas”, explica Beatriz Cabrera.

Noche sin descanso, día complicado para los niños

Las consecuencias del descanso nocturno inadecuado y escaso para los niños se hacen patentes por el día. “Irritabilidad, somnolencia y cansancio, dolor de cabeza, falta de atención que afecta al aprendizaje, accidentes, como caídas y en algunos casos hiperactividad”, comenta Darío Fernández Delgado, psicólogo, logopeda y médico de familia del Gabinete Médico Delicias, que recomienda los menús de buenas noches para ayudar a conciliar el sueño a los niños, como en el caso de los alimentos que aportan melatonina, la hormona que segregamos cuando hay oscuridad y que regula nuestros biorritmos de actividad y descanso o sueño. Algunos de los alimentos que estimulan esta hormona clave para el descanso son “el plátano, la leche o los hidratos de carbono. Un postre ideal para cenar el arroz con leche. La zanahoria, espinacas y los guisantes, así como el pescado azul, el atún, la merluza o las nueces” también favorecen el descanso nocturno, comenta el psicólogo, Darío Fernández,

Cómo arropar el descanso nocturno de los hijos en casa

¿Contar ovejitas antes de dormir? Hay pautas más eficaces para ayudar a que los niños caigan en los brazos de Morfeo. La psicóloga Beatriz Cabrera, las menciona:

1-Mantener una rutina del sueño con horarios regulares de como mínimo 8 horas de descanso nocturno.

2-Evitar cenas copiosas poco antes de dormir. Si el niño tiene hambre durante el tiempo que transcurre entre la cena y el momento puede tomar un tentempié ligero, como leche con galletas.

3-Evitar los productos con cafeína o tomar líquidos excesivamente a la hora de ir a dormir.

4-Usar la cama solo para dormir. Evitar otras actividades como ver la televisión o leer y estudiar.

5-Mantener el dormitorio acondicionado y confortable. Con oscuridad, sin ruido, bien ventilado y a una temperatura agradable.

6-Eliminar del cuarto luces innecesarias, como las de relojes o de adorno.

7-Minimizar las posibles interrupciones del sueño, como los ruidos externos.

8-Propiciar que los niños expresen sus preocupaciones, emociones y experiencias para evitar que se vayan a dormir con ellos y alteren su sueño.

9-Procurar que el niño realice una actividad relajante antes de dormir, como leer un cuento. Evitar ver la televisión o jugar con videojuegos en las últimas horas de la tarde y antes de ir a dormir.

10-Mantener los aparatos electrónicos fuera del dormitorio del niño. Entre ellos, los ordenadores, móviles o videojuegos.

11- Escribir un diario de actividades del día siguiente, cuando tenga el niño tenga edad para hacerlo, con el fin de restarle preocupación porque se le olvide algo. Es recomendable que lo haga, al menos tres horas antes de ir a dormir para que se olvide de las obligaciones del día siguiente.

12-En caso de que el insomnio persista, es recomendable realizar un buen diagnóstico para descartar trastornos del sueño.

https://elpais.com/elpais/2018/10/25/mamas_papas/1540468384_633352.html?rel=mas

El consumo persistente de marihuana durante la adolescencia produce un daño permanente en la inteligencia, la capacidad de atención y la memoria de las personas una vez que estas crecen. Esta es la principal conclusión de un estudio elaborado por investigadores del Instituto de Psiquiatría de King’s College de Londres, en colaboración con científicos de la Universidad de Duke en Estados Unidos y de Otago en Nueva Zelanda. El informe, que ha sido publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences ha revelado que los jóvenes que consumen marihuana al menos una vez a la semana desde los 13 años ven una disminución de hasta ocho puntos en su cociente intelectual a los 38 años.

El equipo de investigadores estudió a 1.037 personas en Dunedin, Nueva Zelanda, desde que nacieron, en 1972 ó 1973, hasta que cumplieron 38 años. A distintas edades se les realizaron entrevistas para conocer el nivel de consumo de drogas que mantenían. Cuando los individuos tenían 13 años y antes de que se iniciaran en el uso de la marihuana, se les sometió a pruebas de memoria, de razonamiento y de capacidad de reacción. Este mismo análisis se les volvió a practicar cuando cumplieron 38 años.

Una vez transcurrido el tiempo de estudio se concluyó que el 15% del grupo podía ser considerado consumidor habitual de marihuana, mientras que el 5% del grupo declaró fumar marihuana al menos una vez a la semana desde antes de los 18 años.

Después de comparar los resultados, la investigación arrojó que aquellos que iniciaron el consumo de la droga mientras eran adolescentes registraron un daño mucho mayor que quienes la empezaron a utilizar cuando ya eran adultos.

“El estudio demuestra que los adolescentes son particularmente vulnerables al consumo de la marihuana”, sostiene la doctora Madeline Meier, investigadora de la Universidad de Duke, quien participó en la investigación. “El cerebro se somete a importantes cambios durante la juventud, por ejemplo, se cree que algunos procesos de desarrollo ocurren precisamente a tales edades y son los que aumentan la eficiencia del cerebro. Los adolescentes que usan marihuana pueden ver afectado ese proceso de madurez cerebral”, asevera.

Meier ha explicado que si bien los 8 puntos de deterioro en el cociente intelectual (CI) pueden no parecer demasiado, la pérdida sí es significativa. «Pasar de un cociente intelectual de 100 a 92 supone retroceder del percentil 50 al 29», ha comentado. Según la doctora, los niveles de cocientes altos habitualmente están ligados a una mejor educación, a mejores ingresos, a una mejor salud y una vida más larga. «Alguien que ha perdido 8 puntos en su cociente intelectual durante la adolescencia va a estar en desventaja respecto de otras personas de su misma edad en el futuro», plantea.

La profesora Terrie Moffitt, quien estuvo a cargo de la investigación resume los resultados en una frase: “Tengo la seguridad suficiente como para decir que la marihuana es segura para los cerebros de más de 18 años y conlleva mucho riesgo para aquellos de menos de 18”. Moffitt ha destacado que el estudio ha sido realizado garantizando la absoluta confidencialidad de quienes han sido analizados, por lo que ella confía en la honestidad de las personas y en la información que han aportado a través del tiempo.

Quien también ha destacado los resultados de la investigación es el profesor Robin Murray, del Instituto de Psiquiatría de Kings College. Murray ha asegurado que si bien estudios anteriores habían planteado el daño que la marihuana produce en la vida cotidiana, esta investigación ha logrado dar una explicación al por qué se pierden esas capacidades, sobre todo cuando el consumo se inicia de forma precoz.