Durante años, Pablo se hizo la misma pregunta: ¿cómo puede una persona estar tan enganchada a la tragaperras? Se refería a un hombre que veía todas las mañanas en la cafetería donde iba a desayunar. Siempre estaba jugando. Tiempo después se lo volvió a encontrar, esta vez en una terapia de rehabilitación para ludópatas. Ambos eran adictos al juego, con la diferencia de que los 340.000 euros de deuda de Pablo no venían de gastar dinero físico, sino de apostar online, un mercado que atrapa a cada vez más jóvenes y que crece a doble dígito en España, impulsado por unos anuncios que han invadido todos los soportes a la espera de que se apruebe un decreto definitivo que regule su emisión, pendiente desde 2011.

Los anuncios del juego ‘online’ se disparan y los más jóvenes se enganchan

“Pensaba que no era como él”, confiesa Pablo, de 33 años y empleado de banca. Pide usar un nombre ficticio antes de empezar a contar lo poco que tardó en engancharse. Gran aficionado al fútbol, empezó a jugar online con 20 años. “Apostar por internet es muy accesible y extremadamente adictivo”, asegura, en un país donde el 93% de la población ya tiene móvil a los 14 años, según el Instituto Nacional de Estadística. Ahora ve los partidos con cuentagotas y solo cuando ya han arrancado, para evitar tragarse la publicidad de apuestas, que le genera profundo rechazo.

En 2017, se emitieron más de 2,7 millones de anuncios de juego online en todos los soportes, según la consultora InfoAdex, frente a los 128.000 de 2013. Aunque todavía represente un segmento pequeño sobre el conjunto de la industria, el sector digital crece tanto en ingresos como en inversión en marketing, destinada sobre todo a anuncios y bonos, otra estrategia que hace mella en públicos de todas las edades.

“Quienes más sufren este bombardeo publicitario son los jóvenes y los que padecen alguna patología del juego”, comenta Susana Jiménez, psicóloga clínica y coordinadora de la Unidad de Juego Patológico del Hospital de Bellvitge, que cada año atiende entre 350 y 400 nuevos casos de relacionados con la adicción al juego. “Son los más sensibles a iniciarse o recaer con la publicidad”. Según el informe de percepción del juego de la Universidad Carlos III, alrededor de 230.000 personas menores de 35 presentan un “alto riesgo” de adicción en España, y los jóvenes se inician cada vez antes a esta actividad.

La prevalencia de jugadores problemáticos en España es sin embargo tan solo del 0,3%, según los estudios clínicos disponibles. Bayta Díaz es psicóloga en la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (APAL) donde Pablo lleva tres años en terapia. Explica que no existe relación directa entre publicidad y ludopatía, reconocida oficialmente como una adicción del comportamiento sin sustancia, pero señala que los anuncios están dirigidos a aumentar el consumo, y con ello el riesgo. «Es como si vendieran cerveza en un colegio”, ejemplifica. “En el Plan Nacional contra las drogas se habla de consumo como variable de riesgo para desarrollar una patología; igual deberíamos de tenerlo en cuenta con el juego también”.

Un negocio que crece año tras año

El canal virtual se ha convertido en la joya de la corona de un mercado que en su conjunto, sumando el juego físico, mueve menos dinero que hace diez años. En 2017, el segmento online ingresó 560 millones de euros —descontados premios y reapuestas—, cinco veces más que en 2013. Las apuestas deportivas son las grandes protagonistas de esta evolución, según datos de la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ) y el Consejo Empresarial del Juego (Cejuego), que aclara que, pese a su auge imparable, el negocio digital todavía supone una pequeña parte de la facturación total de la industria.

La ley de 2011 que regula el juego online establecía que se adoptara una norma específica para los anuncios, que todavía no ha visto la luz. De momento, la referencia han sido la Ley General de Comunicación Audiovisual y un código de conducta cuya adhesión es voluntaria y cuya aplicación está supervisada por Autocontrol, organismo independiente integrado por firmas del sector, medios y agencias de comunicación, anunciantes y otras empresas. A finales de 2017, el Ministerio de Hacienda redactó un segundo proyecto de decreto ley —el primero fue en 2015, pero no llegó a aprobarse— que todavía está en tramitación.

Entre otras limitaciones, el borrador prohíbe que se traslade la idea de que el juego se relacione con el éxito personal y profesional, y obliga a incluir la coletilla Juega con responsabilidad en los mensajes, frase que también tendrán que pronunciar los rostros conocidos que protagonicen los anuncios. Asimismo, veda la emisión en horario infantil, tal y como establece la ley audiovisual, prohibición que sin embargo no se está respetando según los datos facilitadas por Infoadex. El texto tampoco tiene la capacidad de regular los anuncios en Internet más allá de los filtros presentes en las redes sociales, confirman fuentes del Ministerio de Hacienda, quienes no concretan una fecha para la aprobación de la norma.

Los anuncios del juego ‘online’ se disparan y los más jóvenes se enganchan

“Esperamos que el decreto no ponga patas arriba el sector”, comenta Miguel Ferrer, portavoz de la Asociación Española del Juego Digital, Jdigital. Ferrer confía en que la regulación final no sea excesivamente restrictiva y que las condiciones sean iguales para todos, también para las Loterías del Estado. “La publicidad y el marketing son la única vía de captación que tenemos porque no contamos con tiendas físicas”, mantiene.

Iconos de los jóvenes

Hibai López, investigador en la Universidad de Deusto, explica que la exposición prolongada al bombardeo publicitario y la elección de deportistas de elite o personajes famosos como protagonistas de los reclamos, a menudo íconos para el público más joven, contribuye a normalizar esta actividad. “Es preocupante. La gente que está en tratamiento dice que es difícil pensar que haya consecuencias negativas si lo promociona una persona a la que respetas”.

Alberto (nombre ficticio) tiene 29 años y hasta hace unos meses nadie de su entorno sabía de su problema con las apuestas. Empezó con 19 años y acumuló 60.000 euros de deuda. “Los anuncios refuerzan la idea de que jugar es normal”, cuenta en la sede de Apal después de salir de terapia. “Soy un apasionado del fútbol desde pequeño y cuando empezaron las apuestas deportivas pensé que había llegado una oportunidad. Ahora me afecta cuando veo anuncios en la tele”.

Solo en los tres primeros meses de 2018, previos al Mundial de fútbol, las empresas gastaron casi el 40% de los 112 millones que destinaron a anuncios en todo 2017, según el anuario del juego de la Fundación Codere, frente a los 70 millones de 2013 contabilizados por la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ). Esta inversión, en conjunto, supera a la que realizan gigantes como El Corte Inglés, según InfoAdex. “Hicimos un esfuerzo adicional”, asegura Ferrer.

Un voluntario de la asociacion APAL para tratar la ludopatía.
Un voluntario de la asociacion APAL para tratar la ludopatía. Samuel Sanchez

A finales de 2017, el Consejo Audiovisual de Andalucía pidió que se prohibiera cualquier tipo de publicidad de juego online por radio y televisión en horario de protección de menores, tras constatar que varios anuncios se emitieron en esta franja y que en otros casos no se pudo distinguir entre los reclamos y la narración de los locutores durante las retransmisiones deportivas.

Manuel es voluntario en Apal y asegura que en los últimos tres años llegan cada vez más personas de entre 20 y 30 años adictos al juego online, muchos de ellos enganchados a las apuestas deportivas disponibles en cualquier momento en un mundo cada vez más conectado. “Siempre cuentan lo mismo: que es cada vez más rápido”, asegura este hombre de 53 años que también pide usar un nombre ficticio y que hace poco salió del túnel en el que cayó a golpe de apuesta. “Llegas a perder la perspectiva del deporte; para mí se convirtió en algo que ya no disfrutaba”, confiesa.

Diferentes estudios sobre el juego elaborados por la DGOJ y la Universidad Carlos III señalan que alrededor de 900.000 usuarios habían jugado online al menos una vez en junio, y casi un millón y medio se había conectado durante 2017 para hacer apuestas deportivas. Pero son los más asiduos, entorno al 20% los que generan el 80% del beneficio. José Antonio Gómez Yáñez, sociólogo de la Universidad Carlos III, sostiene que los anuncios son muy visibles y deben regularse. “Se tiene que restringir el horario de emisión”, recomienda.

“Es una enfermedad más oculta que otras adicciones” al no tener consecuencias físicas visibles, reflexiona Pablo, quien ha logrado recuperar su vida tras años obcecado por la adicción. “Lo que más me preocupa es que se perciba como algo normal, y los padres no vean mal que sus hijos jueguen”.

https://elpais.com/sociedad/2018/09/11/actualidad/1536676950_651442.html

La maternidad y la paternidad marcan un antes y un después en la vida de todo ser humano. Desde el nacimiento de nuestro hijo, defendemos nuestras expectativas y nuestros deseos casi con ferocidad. Lo tenemos muy claro: queremos que duerman como creemos que deben dormir, queremos que se comporten como consideramos que deben comportarse y, por supuesto, queremos que coman cómo, cuándo y cuánto estimamos que deben comer. Luego, la realidad. Y es que, sobre todo en el tema de la alimentación, padres y madres nos pasamos los primeros años de crianza angustiados por la supervivencia de esos niños que tan injustamente etiquetamos de “malcomedores”, por lo poco que pensamos que comen o por los “nadas” que parecen servirles de sustento. Tanto nos preocupamos que es un motivo recurrente de consulta en nuestras citas con el pediatra. Pero la respuesta no está en el ambulatorio sino que, casi siempre, se halla en nuestras expectativas. Obligarles a comer lo que esperamos que coman no debería ser nunca una posibilidad razonable. Una situación muy común y que merece una mención en este Día Mundial de la Alimentación.

Por qué no hay que obligar nunca a comer a un niño

“No obligue a comer a su hijo. No le obligue jamás, por ningún método, en ninguna circunstancia, por ningún motivo”. En 1999, el pediatra Carlos González ya explicaba en Mi niño no me come por qué nunca hay que obligar a un niño a comer. El dietista-nutricionista Julio Basulto confirmaba en Se me hace bola, publicado en 2013, que no existía justificación nutricional alguna para obligar. También insiste en ello a menudo en sus perfiles de redes sociales y lo reafirma al otro lado del teléfono a EL PAÍS: “Obligar a un niño a comer no es ético, ni educativo y es contraproducente. El objetivo no es que el niño coma sino que quiera comer, y que quiera comer saludable, y eso no se consigue con la coacción, con la presión, con la insistencia ni con premios y castigos. El niño es el único que sabe cuánto tiene que comer, eso no lo sabemos los nutricionistas, ni los médicos ni lo saben los padres. Solo lo sabe el cerebro del niño”.

Comparte su postura María Manera Bassols, dietista-nutricionista y autora de diversas publicaciones en torno a la alimentación infantil, quien destaca que en nuestro medio la preocupación debería ser que más del 40% de los niños y niñas tiene un problema de exceso de peso. También insiste en que obligar a comer a la fuerza, cuando se ha manifestado que no se desea o no se necesita, además de una falta de respeto hacia el niño, no es efectivo. “Habitualmente se insiste para que el niño coma más cantidad o con la voluntad de que aumente la variedad de alimentos que toma, o de que consuma determinados alimentos supuestamente saludables y que “hay que comer”. Si el niño no los quiere y le forzamos a que los coma, difícilmente los elegirá motu proprio en futuras ocasiones ya que precisamente forzar a comer suele provocar aversión y rechazo hacia los alimentos a los que se ha obligado a comer”, explica.

No obligue a comer a su hijo. No le obligue jamás, por ningún método, en ninguna circunstancia, por ningún motivo”

Recuerda Carlos Casabona, pediatra especializado en alimentación infantil, que la Academia Americana de Pediatría ya advertía a finales de los 70 en el Pediatric Nutrition Handbook, que el apetito del niño “es errático e impredecible”, y señala que no se debe forzar a comer en casa pero tampoco en el colegio. “Solo el niño sabe lo que necesita a través de un experimentadísimo mecanismo que lleva milenios funcionando a las mil maravillas: el hambre”.

Sobre las consecuencias de obligar a los niños a comer, María Vallejo Guardiola, psicóloga experta en obesidad y trastornos de la conducta alimentaria (TCA), explica que con esta acción alteramos la relación de los pequeños con la comida en el presente, pero también en el futuro, un hecho que influye también en la construcción del apego. “Si la acción de comer se fuerza, se altera su función natural. Un niño obligado a comer desconecta de su cuerpo, no disfruta de la experiencia y ven la hora de las comidas como algo aversivo. Además, el adulto que fuerza a comer no está siendo empático y perjudica el establecimiento de un apego seguro basado en la mutualidad. Un niño al que en su crianza se le ha forzado a comer tiene muchas más probabilidades de convertirse en un adulto con problemas con la comida”, cuenta. Detrás de pacientes con sobrepeso y obesidad, Vallejo ha observado que suele haber “historias de horas interminables en la mesa, donde nadie se levantaba sin el plato totalmente vacío”, algo que provoca desajustes como llegar a la edad adulta con problemas para parar de comer cuando ya se está saciado.

El soborno, la forma más habitual

Según la Academia Americana de Pediatría la forma más habitual que emplean los padres para obligar a sus hijos a comer es el soborno. Pero no es la única. En Se me hace bola, Basulto lo resume en ocho acciones: amenazas, chantaje emocional, hostilidad y despotismo, humillación, mentira, presión y/o coacción, terror, violencia y/o maltrato psicológico. Y pone ejemplos de frases como “Si no te lo comes, te llevaré al hospital y tendrán que dártelo por sonda”, “No te levantas de la mesa hasta que no te lo comas” o “Te tapo la nariz por tu bien, para que te lo tragues”.

Sobre esa acción precisamente, Gloria Colli, pediatra y autora de Tu lactancia de principio a fin, advierte que hay que tener en cuenta que obligar a comer no es solo tapar la nariz al niño y “meterle la cuchara cuando la abra para respirar”, también recurrir a frases aparentemente inocentes como “Si no comes, mamá se va a poner triste”, “Si te lo comes todo te pondrás grande y fuerte” o “Si no te comes la verdura no hay postre”. “Son recursos igualmente desafortunados porque implican además una manipulación emocional. Incluso recurrir al típico avioncito puede ser una forma de obligar si deja de ser un juego y una de las partes ya no lo encuentra divertido”, declara.

Si no te lo comes, te llevaré al hospital y tendrán que dártelo por sonda”, “No te levantas de la mesa hasta que no te lo comas”

Carlos Casabona añade otras maneras encubiertas como «teatritos», alabar las virtudes de lo que se ofrece para comer o el empleo de pantallas (móvil con vídeos o la tablet con dibujos animados). No obstante, también añade algo de optimismo: lo encuentra en los sistemas del Baby Led Weaning (BLW) o aprender a comer solo (ACS) que han llegado para quedarse. “Muchas madres jóvenes están muy bien informadas y adoptan este sistema que respeta los signos de saciedad del bebé”, dice.

Pero no solo el hogar se convierte en el escenario habitual de las presiones por la comida. Los comedores escolares también lo son. María Manera Bassols ha participado en diversas guías acerca del rol de los adultos en las comidas que comparten con niños. Hace un par de años la Agencia de Salud Pública de Catalunya publicaba el documento Acompañar las comidas de los niños. Consejos para comedores escolares y familias, que precisamente aborda este tema, tanto desde el ámbito escolar como del hogar. El texto surgía de la necesidad expresada desde el colectivo de comedores escolares (AMPAs, monitores y coordinadores de los comedores) sobre cómo posicionarse ante situaciones como la negativa a comer o a probar determinados alimentos. “El simple hecho de que se genere debate sobre cuál tiene que ser la actitud del adulto, que surjan dudas, que se pregunte a la administración que trabaja con los comedores cuál es su opinión y posicionamiento, que salga en los medios, etcétera, evidencia que algunas prácticas “tradicionales” de imposición, obligación o coerción están siendo cuestionadas”, plantea Manera.

Actualmente muchos comedores escolares están vinculados de forma directa a los proyectos pedagógicos de los centros, lo que fomenta la implicación, la participación y el aprendizaje de los niños con respecto a la alimentación. “Es verdad que un comedor colectivo es más difícil de gestionar que un hogar, y que hay determinadas prácticas, como el permitir que no se coma algo que no apetece, requiere de un trabajo coordinado y profundo con los adultos responsables del comedor y también con los niños y niñas; pero si existe la voluntad de trabajar desde esta mirada, la experiencia de muchos comedores nos dice que es posible acompañar las comidas de los niños desde este prisma”, explica María Manera.

Los niños que no comen

La alimentación es una de las mayores preocupaciones de los padres durante los tres primeros años de vida de sus hijos. Lo ve Carlos Casabona en su consulta, a la que acuden padres preocupados no solo por la cantidad sino también por el qué y cuándo dar de comer a sus hijos. “El entorno ha cambiado de manera espectacular y lo que dábamos antes con cuatro meses, ahora no se recomienda hasta los seis o siete meses. Lo que antes recomendábamos a los doce meses, ahora decimos que se puede ofertar a los seis. Esto desorienta bastante a muchas familias, pero procuramos dar los consejos nutricionales más actuales y siempre en relación con la evidencia científica que exista, por encima de intereses comerciales que siempre han estado presentes. Lo que sucede es que ahora estamos más atentos y la información corre más deprisa”, cuenta Casabona.

Considera “paradójico” el pediatra que nos preocupemos porque los niños de entre dos y cuatro años coman «poco» en la época de la humanidad en la que más sobrepeso y obesidad infantil hay: “Estamos «fabricando» los que serán adultos con obesidad, con todas las repercusiones que esto conlleva”. Insiste Casabona en que los padres “no deben preocuparse por lo que come su hijo, sino por si es feliz, corre y juega, sin coger excesivas enfermedades o cogerlas banales”, ya que no existe la desnutrición en España sino “malnutrición por exceso y por mala alimentación con calorías vacías y consumo exagerado de bollería”. No obstante, también añade que hay ocasiones en las que el pediatra deberá estudiar casos puntuales en los que haya síntomas asociados a la verdadera falta de apetito como apatía, debilidad, palidez o diarreas.

La alimentación es una de las mayores preocupaciones de los padres durante los tres primeros años de vida de sus hijos.

Gloria Colli considera que la preocupación por la alimentación de los niños es inherente a la maternidad y a la paternidad: “Siempre hay algo que nos preocupa. Si no toma suficiente leche o si toma demasiada, si come poca verdura, si no prueba la fruta, si no conseguimos que coma más sano… Y es bueno que los padres se preocupen, porque conseguimos que se informen y que se impliquen en la tarea de hacer que toda la familia haga una dieta más saludable, pero hay que tener cuidado de que no se transforme en una obsesión que les impida disfrutar de agradables momentos en torno a la comida”.

¿Qué hacer para que la hora de la comida sea un momento agradable? Colli recomienda que lo primero que debemos hacer es apagar la televisión y así aprovechar ese tiempo para charlar en familia, evitando que el tema central sea la comida. “De la comida solo se habla para felicitar al cocinero. Si a tu hijo no le gusta la verdura, por más que tú le digas 20 veces que está muy rica, seguirá sin gustarle. Si queremos que la comida sea un momento agradable, evitemos situaciones conflictivas. Y demos ejemplo. Los niños aprenden por imitación por lo que si nosotros comemos bien, al final ellos también lo harán”.

Y cuando un niño no quiere comer, ¿qué podemos hacer? Responde María Manera Bassols que debemos respetarle, igual que haríamos con una persona adulta. “Las señales de autorregulación de hambre y saciedad son innatas y, en los niños sanos son efectivas a la hora de cubrir sus requerimientos energéticos y nutricionales. En nuestro entorno, con una disponibilidad abundante de alimentos a cualquier hora y en cualquier sitio, no existe justificación nutricional para forzar a comer a alguien que no tiene hambre o no quiere comer”, concluye.

https://elpais.com/elpais/2018/10/16/mamas_papas/1539677915_443370.html?id_externo_rsoc=FB_CM&fbclid=IwAR1AXzLrjJbjbPiai_Irj_r2oxhU21t7O_S4sXIgLHW_Nmqwqa1AiKCQT1o

Sólo tres días desde el inicio del curso.

Eso es lo que han tardado en el “cole de mayores” en darnos un papel avisando de que había piojos en el área.

(Por supuesto, el mensaje ni señala ni culpa a nadie, que está muy bien para no estigmatizar a los portadores, aunque entonces no sabes si es que están en toda la escuela, solo en infantil o solo en algunas clases.)

Pero con bichos reales en la cabeza o no, ya nos pica todo. Además, el antiguo chat de padres de la escuela infantil saca humo. En los nuevos colegios donde van los antiguos compañeros de nuestra hija se encuentran con la misma alarma.

¿Barcelona está llena de piojos? ¿También culparán a Ada Colau y al Procés de esto? ¿Es todo un complot de las empresas farmacéuticas para vender más o realmente La invasión de los ultracuerpos será capilar?

Lo que está claro, nos dicen varios amigos con cicatrices piojiles, es que si lo pillan los críos lo acaban pillando los padres. Y aunque nosotros aún no estamos afectados, ya hacemos inspección diaria a la salida de clase, buscando posibles manchas rojas en el cuero cabelludo o directamente algún ultracuerpo asqueroso.

Como soy previsor, he empezado a documentarme en busca de soluciones que no incluyan raparnos al cero ni pasarnos el día lavando almohadas.

Muchas familias con historial piojil me hablan de un árbol legendario, un Ent de El señor de los anillosque en vez de aporrear orcos se carga a los piojos. Es el árbol del té, que en espray o champú protege y desenreda las cabelleras infantiles y adultas. En teoría, ese espíritu ancestral acojona a los piojos para que no lleguen de okupas, pero para mayor efectividad hay que combinarlo con una lendrera, un peine de púas metálicas, para cepillar mucho todo el cabello y arrastrar hacia la destrucción los huevos de piojo, llamados técnicamente liendres o “mierdamierdamierdaquétienesaquí”

Varias madres me comentan que desconfían de las recomendaciones de las farmacéuticas sonrientes, porque suelen usar químicos que dañan el cabello y solo matan a los piojos vivos, no a sus huevos. Y cuando los kínder sorpresa se abren, hay que repetir el tratamiento varias veces.

Como opciones más seguidas, algunas apuestan por suavizante o mascarilla que no causa tantos estragos capilares como ciertos champús y otras prefieren los centros de eliminación especializados (hay locales cuyo único modus vivendi es matar piojos), donde aspiran los piojos y las liendres se quitan manualmente.

Amplío la búsqueda: mirando tutoriales locos en Youtube, encuentro consejos muy culinarios, que se resumen en llenar el cabello de mayonesa, aceite o sal para que ahogue a los bichos, pero me suena más a aliñar ensaladas que a tratamiento efectivo.

Ante este abanico, no sé a quién creerme.

Así que antes de que las hordas de piojos sedientos de sangre y pelo vengan a por nosotros, ayudadnos, querid@s lector@s harrypateresc@s. ¿Qué remedios os han funcionado?

https://elpais.com/elpais/2018/10/04/mamas_papas/1538637860_344931.html

A nadie le gusta equivocarse. Es posible que para evitar el error no arriesguemos cuando presentamos un informe, aprendemos un idioma o realizamos cualquier tipo de actividad. De este modo, tenemos la fantasía de que así nuestra querida autoestima está a salvo. Pero aquí es donde realmente nos equivocamos, como han demostrado los resultados de un experimento de la Universidad Johns Hopkins.

En el experimento, publicado en la revista de Science Express, se pedía a un grupo de voluntarios que hicieran diversas tareas moviendo un joystick. Mientras los científicos medían la respuesta del cerebro ante los errores y aciertos, se encontraron con una grata sorpresa. Se descubrió que tenemos dos circuitos cuando hacemos cosas nuevas: uno que incorpora las nuevas habilidades y otro que procesa las equivocaciones. Este último equivaldría a un coach, que va criticando el aprendizaje, detecta nuestros fallos entre lo deseado y lo que realmente sucede y los memoriza para utilizarlos en un futuro. Curiosamente, este último circuito, el de los errores, es el que nos permite aprender más rápido. Por eso, no es de extrañar que cuando comenzamos algo no se nos dé muy bien los primeros minutos, como un deporte o hablar en otro idioma o hacer una presentación. Pensamos que es porque necesitamos calentamiento, pero, según este descubrimiento, es porque el circuito de las equivocaciones (o nuestro coach mental) necesita acumular fallos para comenzar a actuar. Por ello, cuanto antes nos metamos en el error, antes aprendemos a hacer las cosas, como defiende Scott Young, quien consiguió graduarse en el prestigioso MIT en la carrera de Ciencias de Programación. Los estudios tenían una duración de cuatro años, pero él los sacó en uno.

Según Young, leer o asistir a clase no te permite valorar si estás integrando los nuevos conceptos. Has de ponerte a prueba. En su caso, en el MIT estudió por libre y se apuntó a los grupos de trabajo para experimentar, equivocarse rápidamente, analizar el error y aprender del mismo. Con todo ello, ¡en tan solo 12 meses consiguió aprobar con éxito 33 asignaturas y realizar los proyectos requeridos! No está mal, ¿no? Por tanto, veamos qué podemos hacer para aplicar estos hallazgos a nuestra realidad, seguramente más modesta:

Primero, necesitamos ser sinceros con nosotros mismos con respecto al aprendizaje. Es decir, ¿realmente sabemos hacer aquello que nos preocupa? Decía Feynman, el premio Nobel de Física, que tendemos a engañarnos con mucha alegría. Pensamos que sabemos inglés cuando realmente lo chapurreamos o que podemos resolver una ecuación o hablar en público cuando realmente nos sentimos perdidos. Tenemos que aterrizar nuestra fantasía y reconocer nuestras áreas de mejora.

Segundo, hemos de ir rápido al error sin que la autoestima se vea afectada. Aprender es equivocarse, así de simple, y como ha demostrado la neurociencia. Por tanto, si te confundes en un examen, en una reunión o donde sea, sencillamente estás demostrando que eres humano y no Superman o Superwoman. Así que dejemos un poco tranquila la autoestima y no la vinculemos con acertar en el cien por cien de los casos porque es imposible. Por ello, si quieres hacer una presentación que te cuesta, prepárate, pero ponte rápido a experimentar, pide a tu familia que te escuche, que te diga en qué puedes mejorar y deja que el circuito de tu cerebro que procesa los errores se vaya poniendo las pilas.

Y tercero, rodeémonos de personas que nos ayuden en el aprendizaje. En el caso anterior es la familia, pero tenemos un sinfín de posibilidades: compañeros, amigos, pareja… quien se brinde a darte información valiosa. Por supuesto, existen más opciones: trabajar con personas que están en tu mismo desafío o estar con expertos o mentores que saben del tema y aprender de ellos.

En definitiva, la ciencia nos ha dado un buen argumento para aliviarnos cuando metemos la pata: alimentamos el circuito de los errores que nos permite aprender más rápido. Por ello, métete cuanto antes a experimentar y a equivocarte porque solo de este modo podrás incorporar nuevos conocimientos.

https://elpais.com/elpais/2018/10/01/laboratorio_de_felicidad/1538408312_021408.html?id_externo_rsoc=FB_CM

Dos de las palabras que más se oyen en casa son «¡Mamá!, ¡Papá!” y en el 90% de los casos esto ocurre porque se ha generado alguna disputa. Si hay algo que nos preocupa como padres, y también nos desespera, es cómo lidiar con las batallas entre hermanos. Debo reconocer que es una de las tareas más difíciles con las que me he encontrado hasta ahora como madre. Las peleas pueden ser muy intensas y a menudo sacan lo peor de nosotros. Y al intentar mediar, muchas veces acabamos más cerca de Cruella de Vil que de Mary Poppins.

Normalmente, ¿qué hacemos ante las broncas entre hermanos? Por ejemplo, si están peleando por un juguete, nos retumba como una vocecita la pregunta: «¿Quién lo tenía primero?» o «Devuélveselo a tu hermano». Y si no resolvemos el problema… Hacemos desaparecer el juguete o les amenazamos con tirarlo a la basura (cuando no quieren recoger amenazar con tirar los juguetes a la basura esa es otra táctica muy en auge, bendita basura que socorrida es). Esta parece una solución fácil y rápida, bien por la falta de tiempo o por la necesidad de acabar lo antes posible con el problema. Reconozco que la he utilizado muchas veces.

Sin embargo, con esta conducta, ¿estamos ayudando a los niños a desarrollar la capacidad para resolver cualquier conflicto que pueda presentarse en su vida? Y lo más importante, ¿podemos sacar de este tipo de situaciones una oportunidad para aprender e, incluso, llegar a reducir las peleas en casa? Reflexionemos.

Cosas a evitar

Las comparaciones entre hermanos: tendemos a comparar con frecuencia cuando queremos que uno de nuestros hijos haga algo o bien tan solo cuando lo queremos alabar por algo que creemos que ha hecho bien y, sin embargo, no nos damos cuenta de que podemos hacer ambas cosas sin tener que mencionar al hermano u otro niño. Las comparaciones entre hermanos generan rivalidad, sentimientos de ira y revancha, además, dañan la autoestima. Cada niño es único y especial, tratemos de aceptar a cada uno tal cual es y permitamos que cada uno se desarrolle a su manera. A veces se asigna en la familia determinadas etiquetas que además acompañan como una pesada losa hasta bien entrada la edad adulta.

Etiquetar a los niños, limita, encasilla, y condiciona en ocasiones de por vida. Los niños pueden acabar adoptando el papel que les hemos asignado (el pegón, el inquieto o chivato). Escuchar, conectar con nuestro hijo y validar sus emociones, sentirse apoyados y acompañados aunque se hayan equivocado es una manera de hacerles sentir seguros y tenidos en cuenta. Podemos evitar que los niños repriman sus sentimientos y emociones, descarguen su ira hacia otra persona, para ello es necesario ayudarles a canalizar su ira e invitarles a que expresen lo se sienten. Los sistemas de alarma se activan cuando oímos a nuestros hijos discutir y en seguida correremos cual Dash, es el hijo de Los Increíbles, para intervenir en el conflicto. Muchas veces nuestra intervención no hace más que empeorar el problema.

¿Qué podemos hacer en el momento del conflicto?

Si se está produciendo daño entre ellos separar a los niños e intervenir. Pero si se trata tan solo de una disputa:

  1. No apresurarse
  2. Validar los sentimientos, reconocer su enfado.
  3. Tratar de escuchar a cada uno sin hacer juicios tratando de reflexionar sobre lo sucedido.
  4. Describir el problema.
  5. Darles la oportunidad de que intenten resolverlo por ellos mismos.
  6. Marcharse.

Podemos educar a nuestros hijos para que sepan tomar decisiones y resolver conflictos sin necesidad de tener siempre nuestra presencia. Encontrar soluciones democráticas en el hogar, confiar en su capacidad y dejar de tirar juguetes a la basura (por la cuenta que nos trae). Hay que  practicar, a la par que tomamos conciencia de que no todo funciona siempre.

Ruth Alfonso Arias. Educadora Infantil, Educadora de familias de Disciplina Positiva

https://elpais.com/elpais/2018/09/11/mamas_papas/1536657989_877793.html

Han transcurrido 63 días desde que los más jóvenes de la casa aparcasen los libros y los cuadernos utilizados durante el curso e iniciaran sus vacaciones de verano. Ahora empieza la cuenta atrás y en pocos días, más de ocho millones de alumnos retomarán sus estudios de enseñanza de Régimen General no universitaria, según datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Esta incorporación de niños y jóvenes a las aulas, tras un dilatado periodo vacacional, se asocia con la aparición de episodios de ansiedad y angustia, al igual que les sucede a algunos adultos. Es el conocido como “síndrome postvacacional”, un proceso de adaptación que presenta unos síntomas bien definidos pero que no está reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como enfermedad. En el grupo de población infanto-juvenil, el síndrome postvacacional puede manifestarse de forma conjunta o aislada y la sintomatología es bastante amplia: tristeza, irritabilidad, alteraciones del sueño, fatiga, pérdida de apetito, aparición de molestias corporales difusas, diarreas o vómitos. Síntomas que hacen que nuestros hijos presenten una conducta alterada.

Arancha Ortiz, psiquiatra infantil del Hospital Universitario La Paz (Madrid), indica que «el síndrome postvacacional es un fenómeno completamente normal, que dura entre uno y tres días. A veces, puede llegar a prolongarse una semana hasta que la persona se adecúa de nuevo a su ritmo de vida normal. Si no remite pasado este tiempo, quizás podrían enmarcarse dentro de los que se denomina trastorno adaptativo y habría que determinar si existen otros factores que están contribuyendo a que el niño no consiga aclimatarse a la nueva etapa”.

Según Yolanda Cuevas Ayneto, psicóloga de la salud y del deporte, “es importante saber diferenciar el síndrome postvacacional de la distimia”. En su opinión, “si el síndrome postvacacional se alarga en el tiempo y persisten pasadas dos semanas hay que acudir a un especialista para poder determinar si se trata de depresión. Detrás de ese estado emocional y físico puede haber dificultades de aprendizaje, miedo a profesores, presión de los padres por los resultados académicos, bullying, problemas de habilidades sociales o dificultades de adaptación al nuevo centro escolar, y no un proceso de adaptación natural a la nueva situación más exigente”. Cuevas Ayneto indica que “si durante un año el niño o adolescente presenta un estado deprimido o irritable la mayor parte del tiempo como criterio principal se trata de distimia, tal como lo marca el Manual de Diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría de los Trastornos Mentales (DSM), y estaría relacionado con otros criterios adicionales como exceso o falta de apetito, falta de energía, problemas relacionados con el sueño, falta de concentración, baja autoestima, dificultad para tomar decisiones o pensamientos negativos”.

Los pediatras explican que el “síndrome postvacacional” es algo normal y muy comprensible, especialmente en niños que llevan desde el mes de junio sin horarios fijos, con menos preocupaciones y responsabilidades y disfrutando de ambientes distendidos. Señalan también que la crisis de adaptación puede ocurrirle a cualquier niño: a aquellos que inician el colegio por primera vez, a los que en verano han variado mucho sus rutinas, a los que cambian de centro y, por lo tanto, también de compañeros y profesores, e incluso a aquellos que cambian de etapa en la escuela.

Por ello, Nieves Nieto, psicóloga y especialista en psicopatotolgía infanto-juvenil y atención temprana, aconseja “tranquilidad y paciencia”, tanto en el entorno familiar como escolar y comenta lo importante que resulta como norma general “la actitud positiva frente a la reincorporación a las rutinas y al colegio”. Asimismo, subraya que “hay que es importante hacerles ver lo positivo de cada época del año y no ser un ejemplo de negatividad frente a nuestra propia reincorporación al trabajo”

Cuevas Ayneto ofrece a los padres una serie de consejos para que sus hijos afronten esta nueva realidad con serenidad y de la manera menos traumática posible.

  1. Ayúdales a que expresen lo que les sucede y respeta el proceso. Muchos niños se encuentran mal y no saben las razones. Su falta de madurez impide que sepan describir lo que sienten y les hace más vulnerables. Observar y hablar de la sintomatología les ayudará a que tomen conciencia. Es importante entender también que cada niño lleva su proceso y que los hermanos, por ser hermanos, no tienen por qué adaptarse igual a una misma situación.
  2. No alimentes sus angustias. Lamentarse de que acaban las vacaciones entrena y favorece un modo de afrontar la situación de manera “tóxica”. Las malas caras y el mal humor potencian un estado negativo y al final la vida familiar se ve afectada.
  3. No des consejos sin saber las razones de su estado y valida sus emociones. Si su miedo es el nuevo profesor de nada sirve que le digas que va a ver a sus amigos. Transmítele tu apoyo. Recibe sus emociones, no le des portazo con expresiones tipo ¿por esa tontería estás así?
  4. El cerebro es teflón para lo positivo, así que enseña a fijar todo lo positivo. La actitud optimista se entrena. Por ejemplo, recuérdales que van a reencontrarse con amigos a los que les van a hacer partícipes de sus vacaciones más allá de compartir fotos por las redes sociales. También, habla con ellos sobre lo divertido que es iniciar su actividad deportiva favorita, disfrutar de sus juguetes, aprender cosas nuevas o hablar de las excursiones que van a hacer este año con el colegio o instituto.
  5. Es importante no volver casi la víspera del comienzo del curso pues esta situación aumenta la probabilidad de padecer “síndrome postvacacional”. A veces con la excusa de que está todo preparado, se pasa directamente del mar al pupitre. Así no se da tiempo para que se adapten. Facilítales ese tránsito permitiendo que forren libros o te ayuden, que pongan su nombre de forma original, diseñen la portada del cuaderno según la asignatura, elijan mochila o estuche. Es importante implicarles en este proceso. Si puedes, recoge el material didáctico la semana anterior para que lo hojeen y se familiaricen. Su cerebro comenzará a conectar con la nueva realidad.
  6. Fomenta los “hábitos de septiembre”. Que se acuesten antes y que los horarios de comidas, meriendas, cenas y baños se aproximen a su horario habitual. Así se facilitará el cambio al cerebro.

https://elpais.com/elpais/2016/08/19/mamas_papas/1471593536_350119.html

Durante el curso las rutinas diarias de levantarse, desayunar, salir corriendo al cole, vuelta a recogerles siempre a la misma hora, extraescolares, deberes, baño, cena y vuelta a dormir nos protegen y protegen a los peques del temido descuido de olvidarnos de ellos.

Vivimos tan acelerados que no es raro que en algún momento de despiste el niño desaparezca, a veces son milisegundos, una esquiva mirada, un suspiro, un bostezo, pero ese leve parpadeo hace que el niño no esté cuando volvemos a recuperar la compostura. No voy a entrar en el abandono flagrante o el niño diluido en una familia supernumerosa como en la película Solo en casa, analizaremos por qué y cómo evitar estos sustos que todos hemos vivido o que en algún momento podríais vivir.

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Confieso que a mí se me olvidó mi hijo un par de veces, no más, y este aún hoy me lo recuerda, se me olvidó ir a buscarlo al colegio por el nefasto cambio de horario de verano y me llamó el director para saber si iba a ir o se lo llevaba él a casa para darle de comer. En fin, un desliz. El caso es que los niños se pierden y ahora que no hay rutinas, que hay aglomeraciones de gente o estamos en sitios extraños de vacaciones es más fácil que los peques se despisten porque tienen que explorar recónditos lugares, o por la felicidad de poder correr libremente en cualquier dirección o simplemente porque les gusta jugar al escondite.

El susto es mayúsculo, seguro. El niño no está, ¿cómo se lo dices a su madre? Esto me parece que puede crear alguna tensión conyugal, fijo. Estás en un centro comercial, solo estabas mirando los estantes de las bombillas, que hay que hacer un cursillo para elegir la buena y cuando te das la vuelta, el peque ha desaparecido. Seguro que está al lado en el lineal de los juguetes o lo que es peor en el de grandes herramientas que le apasionan. Todos tus sentidos se hipertrofian; vista escrutadora de Terminator, oído como el de los murciélagos emitiendo ondas de sonar incluso, el ambiente se hace palpable y puedes detectar el vacío dejado en el aire por donde ha pasado, olfato, esto no tanto, menos mal que se hizo caca al entrar en el super y va dejando rastro, el gusto aquí no vale para mucho porque se te ha quedado la boca seca y es difícil tragar saliva. En cinco eternos segundos allí vuelve a estar con un martillo enorme pidiendo que se lo compres. Salen a borbotones las emociones, ninguna de ellas descriptible en este medio, pero un suspiro de alivio te vuelve a la normalidad, algo habrá que decirle para que no se repita.

Niño, ¿tú que quieres, buscarme la ruina, que se entere tu madre y me monte un lío? Como te vuelvas a perder…

El niño en cuanto viene su madre le dice, mamá, me he perdido y no encontraba a papá, he tenido mucho susto.

Chivato.

Centros comerciales, calles con mucho tránsito, piscinas públicas o la playa son lugares idóneos para que un menor pueda perderse y tener un susto mucho más serio.

Cualquier situación es difícil de admitir, pero quiero destacar tres entornos especialmente graves para perder u olvidar a un crío:

  • La playa, muy frecuente que un niño o niña se despiste jugando o entre las piernas de tanta gente en días sobrecargados, pierda de vista la sombrilla o la confunda con otra y aparezca unos cuantos metros más allá.
  •  Las piscinas, porque además lleva el riesgo de caída al agua y ahogamiento
  •  Y para mí el imperdonable, olvidarse al niño (o al perro) en el coche con las ventanillas cerradas y al sol, pueden pasar pocos minutos, fue un momento, pero el niño se sofoca y tiene un golpe de calor que puede ser mortal.

Habrá que trazar un plan, habrá que tomar medidas para que no suceda, cuando los cinco sentidos no son suficientes, tendremos que conseguir esas rutinas para que el niño esté seguro, empezando por qué aprenda a nadar lo más temprano posible y así ya quitamos un peligro.

  • Que se aprenda el número de teléfono de papá o mamá o escribírselo o tatuarlo si hace falta.
  • Reconocimiento previo del terreno playero o piscinero con puntos de encuentro en caso de perdidas. Visita a nuestro amigo el socorrista o al dueño del chiringuito que también será amigo.
  • Enseñarle que si se pierde se quede quieto, inmóvil, haciendo la estatua, a ver si al menos los transeúntes le echan unas monedas mientras llegan los papás.
  • En vez de llevar pulseras antimosquitos que no valen para nada se le puede poner una que lleve los datos de identificación útiles. No poner el nombre del peque, que eso si se lo sabe y es poco informativo en estos casos.
  • Camisetas o gorras grabadas con el logotipo «Mi papá es lo mejor / teléfono: 666666666»
  • Papás y mamás llevad siempre el teléfono con batería y a ser posible cobertura.
  • ¡Ojo! Con entretenerse con los WhatsApp mientras respondemos se han podido perder veinte veces.
  • En sitios masificados modificar el departamento de objetos perdidos y llamarlo departamento de niños y objetos perdidos, donde puedan los padres pasar a recoger las llaves extraviadas y al peque.
  • En esta época tecnológica no podrían faltar los gadgets, poner un detector GPS en el bolsillo del bañador o pantalón cosido en el forro o cinturilla, para que a través de una App al efecto podamos localizar al menor con un margen de error de menos de 5 metros. O un dispositivo Bluetooth igualmente instalado en el niño, para que nos suene una alarma cuando se separe de nuestro móvil 10 metros. Y no, no vale para controlar adolescentes, hay que respetar su intimidad.

A los niños pequeños les gusta mucho ir con sus padres, pero tienen vida propia y a veces lo olvidamos. Son exploradores y curiosos por naturaleza, cualquier cacharro o cualquier dibujo puede hacer que su interés se dispare y su instinto Indiana Jones se despierte para averiguar y capturar eso que les llama su atención, o al revés padres acelerados pueden distraerse ante los estímulos veraniegos varios y olvidar por un instante que una vez fuimos padres.

Si tienes dos, tres o más peques los sentidos se multiplican, a veces te gustaría llevarlos cual cordada de presos, pero el objetivo es parecerse al guardaespaldas, o al poli sabueso, que persigue a un sospechoso a una distancia prudente para no ser detectado. Los menores tienen que estar seguros y protegidos siempre, pero deben de sentirse libres y notar la tranquilizadora cercanía de sus padres.

https://elpais.com/elpais/2018/07/02/mamas_papas/1530521700_765469.html?rel=str_articulo#1532339046730

Buen tiempo, días más largos, las vacaciones a la vuelta de la esquina, la paga extra (quien la tiene): el inicio de la estación de sol y playa suele contentar al más común de los mortales. Incluso a los entusiastas de lo invernal o a los escépticos de la terraza y el mojito les cuesta no poner buena cara estos días. Eso, en la vida real. Pero, ¿sucede lo mismo en el mundo paralelo de las redes sociales?

Según el Amstel Index, un índice que escucha y reconoce las expresiones de reconocimiento en Internet, el comienzo del verano sí hace que las redes destilen más efusividad y menos bilis. Durante el mes de junio, el barómetro, que pondera entre el uno y el 100 el nivel de conversación positiva, recogió más de 341.000 publicaciones y marcó una media de 70,5 puntos en la categoría de sociedad, la más activa (32,7% de publicaciones) de las cuatro en la que se divide (las otras son cultura, política y deportes). «Verano», «fiesta» y «viaje» fueron las palabras utilizadas mayoritariamente para celebrar la llegada del estío. Además, el 63% de las interacciones totales se contabilizaron como amables.

En concreto, los máximos de reconocimiento público se dieron los días 20 y 21 de junio. El índice se situó en los 81,2 y 82,4 respectivamente, marcando máximos en su corta historia [funciona desde el pasado mes de abril]. El pasado miércoles 20 de junio tuvo lugar el llamado Yellow Day, el hermano feliz del Blue Monday, una jornada que se toma como la más alegre del año y que precede a la apertura de la estación. «Cuando llega el verano generamos expectativas diferentes al resto del año», considera la psicóloga Miriam González Pablo. «Lo asociamos a una época más lúdica, de más contacto con personas a las que no vemos frecuentemente. Y con periodos de descanso y la ilusión de las vacaciones». Precisamente la celebración del día 20 colocó al hashtag #YellowDay como tendencia destacada en Twitter, colándose por encima de eventos como el Día Mundial de los Refugiados o los tuits referidos al fin de exámenes de muchos universitarios.

El día 21, inicio oficial del verano, copó las charlas tuiteras. En el candelero, asuntos como los vaivenes del tiempo o el eterno debate entre los que prefieren mar o montaña, calor o frío. Pocos días después, el 23 por la noche, fue el turno de San Juan y sus hogueras, una noche que dejó un gran volumen de comentarios festivos, según recoge el índice, que marcó 77 puntos. Etiquetas como #Turismo, #SanJuan y #Playa fueron las más usadas y durante la jornada, además, el 11% de los comentarios aludieron al deber de limpiar las playas tras las hogueras.

«La vida virtual tiene una correspondencia con la real. Es normal ver más mensajes positivos como los que hablan de compartir una celebración», estima González Pablo, que opina además que en esta época el “yo” deja paso al “nosotros»: «Se suele hablar desde el yo, pero esto cambia hacia el colectivo en verano». Muchos mensajes divulgativos reflejaron esa tendencia hacia lo colectivo, como por ejemplo los referentes al solsticio de verano como fenómeno científico.

Agradecer, más fácil que reconocer

La Rioja y Murcia fueron las regiones en las se inclinó la balanza hacia el reconocimiento, según el barómetro, que posiciona a Galicia, Cataluña y Ceuta como las Comunidades en las que los comentarios negativos ganaron por más a los halagüeños.

Aún así, en términos generales, el verano suele aflojar las palabras bonitas, cree González Pablo. «El frío nos hace guardarnos más, también a nivel emocional. El calor propicia los vínculos sociales, la calle, la conectividad exterior. Todo ello mejora nuestra estado de ánimo”. Aunque la felicidad, como el verano, no puede durar siempre: “La felicidad son momentos puntuales, pero muchos momentos puntuales nos dicen si somos felices o no. No se podría mantener un estado de felicidad permanente porque siempre hay que compararlo con algo”. Con el invierno, por ejemplo.

Esta noticia, patrocinada por Amstel, ha sido elaborada por un colaborador de EL PAÍS.

Cuando se tiene un hijo, muchas veces se echa de menos un manual de instrucciones para saber qué hacer. Además, como los niños van creciendo, lo que te servía en un momento puede quedar caducado y obligarte a reinventarte. Casi todos lo hacemos lo mejor que podemos y no existe ningún padre o madre perfecta (¡para eso somos humanos, que no personajes de cuentos de hadas!). Pero, dicho todo lo anterior, con un reto de estas dimensiones, ¿qué está en nuestras manos para mejorar en nuestra paternidad de ahora y la de un futuro? El mejor camino es trabajar en nuestra actitud, según Elisabeth Fodor y Montserrat Morán, que se encuentran entre las principales pioneras en educación infantil de España. Aunque el contexto se mantenga igual, si nosotros cambiamos, la relación con nuestros hijos también se transforma. Basándonos en la experiencia de Fodor y Morán, veamos qué podemos entrenar como padres para ayudar a nuestros hijos en su desarrollo y disfrutar de esta parte de nuestra vida.

Primero, necesitamos conocernos mejor. ¿Cómo vamos a enseñarles inteligencia emocional si no sabemos hablar de lo que nos ocurre, si caemos en el reproche, en el silencio o en sentimientos que nos superan? El primer paso para gestionar algo es conocerlo. Por ello, dediquemos tiempo para la autorreflexión. Hagámonos preguntas sobre qué nos está ocurriendo realmente, tengamos personas de confianza para conversar sobre ello y encontrar nuevos puntos de vista.

Segundo, demos rienda suelta a la ternura. Es el primer lenguaje con el que nos comunicamos con nuestros hijos y el que se ha de mantener a lo largo de los años. La ternura significa desear que la otra persona esté bien y cuidarla desde nuestra vulnerabilidad y cercanía, sin corazas. Y para ello una vez más, necesitamos aprender a tratarnos bien a nosotros mismos. Si caemos en la culpabilidad constante o en la autoexigencia, la ternura desaparece por arte de magia… Por ello, cuando nos asalte un pensamiento dañino, relativicémoslo y busquemos la manera de darnos cariño también a nosotros mismos.

Tercero, dejemos los juicios de lado. Nuestros hijos serán lo que quieran ser, no lo que nosotros nos empeñemos en que sean. Si estamos continuamente comparándolos con lo que nos gustaría que fueran, les estamos haciendo un flaco favor. Aceptarles sin expectativas es darles la libertad para ser ellos mismos. Por tanto, aparca lo que “podría haber sido” y valora lo que es.

Cuarto, recuperemos el valor de la lentitud. Posiblemente sea uno de los grandes desafíos. Los móviles y la velocidad son una tentadora distracción para todos. Pero es difícil educar a golpe de WhatsApp. Las emociones requieren su tiempo para ser digeridas y construir una relación sana exige paciencia. Busquemos recursos para entrenar la paciencia y evitar que salten nuestros botones calientes.

Quinto, escuchemos activamente. Cuando nuestros hijos son pequeños, muchas veces nos cuesta escucharles con interés. Sus temas no siempre atrapan nuestra atención, pero si no lo practicamos, será más difícil que de mayores nos cuenten sus problemas. Necesitamos, por tanto, preguntarles por sus cosas con sinceridad y darles un tiempo de calidad de conversación a nuestros hijos.

Sexto, juguemos y pensemos en positivo. Necesitamos retomar el juego, disfrutar, sacar esa parte infantil que todos llevamos dentro. Y, por supuesto, construir una forma de pensar amable. A todos nos asaltan algunos momentos de victimismo o pesimismo. Y un rato puede estar bien. Pero si caemos constantemente en ello, les estamos entregando un lastre, que les vaciará de fuerza y de vitalidad. Comencemos a mirar el vaso medio lleno y a reírnos un poco más de nosotros mismos y de lo que nos rodea.

Y séptimo, orientémonos al aprendizaje. Como dicen Fodor y Morán, “la vida no es solo esperar a que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia”. Y esto lo conseguimos cuando encontramos el aprendizaje en aquello que no nos gusta y conseguimos reinventarnos a pesar de la dificultad. De este modo, les estaremos dando pistas para entrenar la resiliencia. Por tanto, pregúntate: ¿qué me está enseñando este acontecimiento ahora?

En definitiva, los mejores regalos que podemos dar a nuestros hijos se resumen en dos: raíces para crecer y alas para volar, y esto solo lo logramos cuando cultivamos una actitud cercana, sin juicios y orientada al aprendizaje y con ternura. Aunque hagamos todo lo anterior, seguramente nos equivocaremos mil y unas veces, porque seguiremos siendo humanos; pero si consideramos a nuestros hijos maestros de nosotros mismos o espejos en los que nos vemos reflejados, podremos aprovechar esta relación como entrenamiento para completarnos mejor como personas.

https://elpais.com/elpais/2018/01/15/laboratorio_de_felicidad/1515999819_313501.html

Casi el 100% del alumnado de los centros del País Vasco sigue trabajando tras estudiar una de las 134 titulaciones ofertadas.

Andrea Belamendia y Garbiñe Prado estudian y trabajan. Después de un curso entero en el centro de Formación Profesional de los Salesianos, en Deusto, Bilbao, ahora alternan las clases en el instituto con un empleo en la empresa Dival de Derio, Bizkaia. Con la ayuda de un instructor están diseñando una báscula de grandes dimensiones y varios detectores de partículas de metales. Además, preparan los exámenes en el instituto. Las dos empezaron una carrera de ingeniería, pero no resultó lo que pensaban. Ahora tocan con las manos lo que fabrican, manejan los programas de diseño más modernos y, cada día, se sumergen en el mundo laboral con proyectos concretos. Ese sistema de aprendizaje se llama FP Dual y combina la formación en el centro con la práctica remunerada y tutelada en alguna de las 1.122 empresas vascas que, solo este año, se han comprometido con el programa. En el curso 2017-2018 han participado 1.913 alumnos de 97 centros formativos públicos, privados y concertados del País Vasco en esta modalidad, de un total de 40.000 alumnos matriculados en FP.

Andrea, 22 años, y Garbiñe, 25, están en el segundo curso de Diseño en Fabricación Mecánica y pasan cada vez más tiempo en las oficinas técnicas de la empresa. “Cada vez vamos más sueltas con los proyectos, la decisión de la FP ha sido un acierto”, reconoce Garbiñe, mientras modela una pieza con el ratón del ordenador. El nivel medio de inserción profesional tras finalizar la FP Dual en el País Vasco es del 87%, que se eleva al 94% cuando se adhieren al programa dual de especialización que incorpora un tercer año, este exclusivamente de formación en la empresa. “Y el restante 6% no se va al paro, es porque sigue estudiando”, advierte al viceconsejero de FP del Gobierno vasco, Jorge Arévalo.

Lo que piden los empresarios

Todo va a ser necesario. El responsable de la patronal vasca, Confebask, Asier Aloria, asegura que el tejido industrial en el País Vasco demanda unos 30.000 empleos anuales, de los que el 50% son de FP, grado medio y superior, y de ellos el 70% están vinculados a la industria, en especialidades como Fabricación Mecánica, Electricidad, Electrónica, Instalación y Mantenimientos e Informática. “Cuando les preguntamos a los empresarios qué valoran en los candidatos, coinciden en que lo primero es la actitud para afrontar tareas diferentes, lo que denominan competencias transversales, y después la formación y especialización que tienen en competencias técnicas”, explica Aloria.

Pero esta demanda laboral creciente no es exclusiva del País Vasco donde la industria representa el 25% del PIB. También se está disparando en el resto de España. Según el último estudio de la Fundación Atresmedia y la Fundación Mapfre sobre la FP, la contratación de titulados en grados medios subió un 17,7% en 2015, los últimos datos disponibles, y entre los superiores un 19,7%. Sin embargo, según ese estudio, España, en comparación con Europa, presenta una notable escasez de cualificaciones intermedias (23,1% frente al 48,9%). “Esta situación presenta sin duda un gran reto para la FP, puesto que este tipo de cualificaciones le son propias”, concluye el informe.

Cabe pensar que esta debilidad tiene los días contados. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha renombrado el Ministerio de Educación como de Educación y Formación Profesional. Curiosamente, la nueva ministra, la socialista vasca Isabel Celaá, fue quien en 2011 implantó la FP Dual en Euskadi, durante el Gobierno de Patxi López. Además, los empresarios están aprendiendo de la versión vasca de este tipo de formación. El pasado día 13 de junio, representantes de los empresarios de diversas comunidades autónomas se reunieron con la patronal vasca, Confebask, en Bilbao, para conocer de primera cómo funciona en Euskadi, donde, por necesidad y por convicción, se ha convertido en un modelo de éxito.

Yeray Varela tiene 30 años. Acaba de terminar la FP Dual de dos años este mes de junio y la empresa en la que seguía su formación, Erreka, especializada en plásticos complejos para la automoción, le contrató al día siguiente. “Es duro, porque llega un momento en el que, entre la formación en el centro, los exámenes y la media jornada en la empresa se hace duro, pero aprendes mucho, y acabas conociendo la empresa muy bien”. Yeray completó el ciclo de Mecatrónica Industrial y se desenvuelve en un entorno laboral de robots y mucha máquina herramienta. “Buscamos este tipo de perfiles con conocimientos de robótica, de Industria 4.0, del Internet de las cosas”, explica Javier Olaizola, el director de negocio de la empresa. “Es un esfuerzo extra porque requiere de un instructor en la planta y seguimiento con el instituto, pero es una inversión y una oportunidad. Atraes al talento a la empresa, redondeas y especializas su formación, y al final tienes la opción de quedártelo”, explica.

Un instructor y un tutor

Cada alumno tiene un instructor en la empresa y un tutor en el centro de estudios. El coordinador de la formación dual del Instituto Miguel Altuna, Alberto Larrea, uno de los centros de referencia enclavado en la comarca del Alto Deba, en la cuna del cooperativismo y de la formación profesional que está en el origen de Mondragón Corporación, explica que, de los 200 alumnos que se matricularon el pasado año en FP, en torno a 100 mostraron interés en la formación dual. Después de un proceso de selección en base al expediente de primer curso y a la actitud que mostraron, 62 de los candidatos lograron un contrato laboral para seguir su formación en las empresas. “Empezamos hace siete años con dos”, recuerda satisfecho.

La única financiación pública que reciben las empresas asociadas se eleva a 2.000 euros anuales por cada contrato —a través del Servicio Vasco de Empleo Lanbide—. La ayuda está destinada a compensar a la empresa por las horas que los instructores dedican a cada alumno.

“Cada estudiante es un proyecto”, afirma Larrea. Antes de comenzar la formación en la empresa, esta nombra a un instructor con el que planifican un programa ad hoc para cada alumno, con un itinerario formativo en la empresa y un calendario laboral. El tutor visita al alumno en la industria al menos cuatro veces durante el curso, pero además le evalúa con el instructor cada mes y entre ambos le puntúan. “El instituto aporta el 75% de la calificación y la empresa el 25% restante en base a las competencias técnicas adquiridas y otros parámetros como la capacidad para trabajar en equipo, limpieza y orden en el puesto de trabajo, e iniciativa”, completa Larrea.

Amplio catálogo de títulos

La oferta vasca de FP es de 134 titulaciones en 22 sectores diferentes y con varias modalidades. La mayoría son industriales, pero cada vez cobran mayor importancia los servicios y el sector primario. El catálogo para el próximo curso se puede consultar en la web del Gobierno vasco.

En el ciclo dual de dos años —entre 2.400 y 2.800 horas— los alumnos pasan entre 800 y 1.200 horas en la empresa. En los ciclos de tres años se puede llegar a 4.700 horas, de las que entre 1.800 y 3.100 se invierten en la empresa, el tercer año íntegro. Existe una última modalidad denominada FP Dual to the World. “Los alumnos continúan su aprendizaje en empresas fuera de España”, remata Arévalo.

Rocío Romero, estudiante de FP Dual en Bergara.
Rocío Romero, estudiante de FP Dual en Bergara. Javier Hernández

El próximo curso comenzará la séptima promoción de FP Dual en Euskadi. Durante este tiempo se han formado 4.719 alumnos en 2.969 empresas, en torno al 12% de quienes se matricu­lan en FP y el interés de los alumnos crece a un ritmo anual de dos dígitos. Saben que las empresas asociadas, que les cogen con contrato de aprendizaje, asumen que no son trabajadores sino que están aprendiendo. El regulador es el Consejo Vasco de la FP, en el que concurren el Gobierno vasco, la patronal y los sindicatos UGT y CC OO y vigila para que el seguimiento de cada alumno sea individualizado. “El consenso es una garantía para seguir avanzando en este tipo de formación y para seguir mejorando y revisando los itinerarios formativos”, sostiene el viceconsejero vasco.

“Intentamos además no dejar descolgado a nadie”, precisa Julen Elgeta, el presidente de Hetel, la asociación de centros de FP vascos. La gran mayoría de los alumnos que eligen dual firman un contrato de formación y aprendizaje, pero este tipo de contrato excluye a los mayores de 30 años, tampoco es aplicable si la actividad de la empresa requiere turnos o nocturnidad, como panadería o repostería o restauración, y también está excluido si el tipo de formación no está en el catálogo del Sepe. “Cuando no se puede aplicar, las empresas conceden una beca al alumno en las mismas condiciones que el contrato. Intentamos que nadie se quede atrás en su proceso de formación permanente”, explica. La única diferencia es que la beca no genera derechos en materia de desempleo, pero iguala al contrato en remuneración —no puede ser menor del SMI— y en el resto de obligaciones con la Seguridad Social. El 75% de los contratos son de formación y el 25% restante se hace con becas en el País Vasco.

Rocío Romero tiene 30 años. Y se salvó por unos días de tener que hacer la formación en la empresa con una beca. Estudió ingeniería técnica en Obras Públicas en Córdoba pero no encontró trabajo y, en plena crisis, y decidió matricularse en el ciclo de FP de Automatización y Robótica industrial. La empresa en la que acaba de terminar su formación, IDS de Bergara, especializada en soluciones informáticas para empresas, le ha contratado. “Ahora no cambio esto por nada”, dice agradecida a sus profesores, tutores e instructores. “Te lo tomas en serio porque mucha gente se lo toma en serio para que tengas una oportunidad”, dice convencida.

Extenderse a la universidad

Andrea Belamendia y Garbiñe Prado, en la empresa donde trabajan en Derio, Bizkaia.
Andrea Belamendia y Garbiñe Prado, en la empresa donde trabajan en Derio, Bizkaia. Javier Hernández

Las tres universidades vascas, la pública UPV (Universidad del País Vasco), Mondragon Unibertsitatea, y Deusto, ya han actualizado su oferta para extender, también en las licenciaturas y máster, el concepto de formación dual en alternancia. Los ciclos de cuatro años serán dos en las facultades y otros dos en alternancia con contrato en el seno de la empresa. A partir del próximo curso 15 grados y siete másteres, la mayoría en ramas de ingeniería, contarán con el sello de formación dual, en la que 371 alumnos harán un mínimo de horas remuneradas en las empresas al mismo tiempo que estudian en las facultades.

De las tres universidades vascas, Mondragón es la que mayor oferta tiene: 10 grados y cinco másteres. Además de los relativos a las ramas de ingeniería, también cuenta con títulos de Administración de Empresas, Tecnologías Biomédicas y Diseño Estratégico de Productos y Servicios.

La UPV contará con cuatro grados y dos másteres de formación dual con grados como Ingeniería de Automoción, Ingeniería en Innovación de Procesos y Productos, Administración de Empresas y Relaciones Laborales y Recursos Humanos y los másteres de Ingeniería de Sistemas Empotrados y Periodismo Multimedia.

Por su parte, la Universidad de Deusto dispondrá este curso de un grado dual en Relaciones Laborales.

Si en titulaciones Mondragón se impone, también lo hace, aunque no con tanta diferencia, en el número de alumnos que el año que viene seguirán el itinerario dual para completar su licenciatura. Su oferta es de 204 plazas, mientras que la universidad pública cuenta con 157 y Deusto, 10. «Es el comienzo, lo más difícil. Ahora ya, a crecer y mejorar», dice Asier Aloria, de la patronal vasca. La oficialización de las titulaciones es, en parte, un reconocimiento al modelo que ha impulsado desde sus orígenes el grupo cooperativo vasco cuyos alumnos, que compatibilizan teoría y práctica, logran una empleabilidad del 80%.

https://elpais.com/economia/2018/07/06/actualidad/1530870962_901515.html?id_externo_rsoc=FB_CM