El conocido escritor Peter Walsh pronunció unas palabras realmente inteligentes al afirmar: “Ama lo que tienes, ten lo que necesitas, sé feliz con menos”. Un buen ejemplo para trasladar a nuestro niños a la hora de evitar el consumismo excesivo.

Actualmente vivimos en constante carrusel de emociones provocado por los continuos mensajes publicitarios e informativos que nos rodean. Si la cohabitación es compleja para un adulto formado y con las ideas claras, ¿cómo puede caer en la mente de un niño cuyos mecanismos de defensa están en pleno desarrollo?

Como dice la psicóloga Katy Gutiérrez, no es extraño observar cada día más a menudo escenas con niños llorando, en plena pataleta, dentro de un centro comercial o tienda porque sus padres no les compran lo que quieren.

“Mientras las universidades logran robots que se parecen cada vez más a los seres humanos, no sólo por su inteligencia probada sino ahora también por sus habilidades de expresar y recibir emociones, los hábitos consumistas nos están haciendo cada vez más similares a los robots”
-Jorge Majfud-

Consecuencias del consumismo excesivo en el niño

El consumismo excesivo no tiene buenas consecuencias para nadie. Si pensamos que provoca adultos más infelices, cabe imaginar el efecto devastador que tiene sobre la formación y educación infantil.

Plegarse a las peticiones constantes de un niño, expuesto a todo tipo de impactos publicitarios, provoca jóvenes que reaccionan como pequeños tiranos ante el “no”. Si no tenemos un criterio claro a la hora de establecer límites, les trasladaremos nuestra falta de claridad y se aprovecharán de nuestras dudas.

Niña enfada porque no le dejan comprar

El consumismo excesivo provoca un mayor consumo. Así, cuando alimentamos al impulso de adquirir o comprar para calmar nuestra ansiedad, este impulso se hace más grande y más fuerte, menos controlable. Si a esto le sumamos que nuestro pequeños aún no tienen la corteza pre-frontal totalmente desarrollada, nos podemos encontrar un un verdadero problema.

Los niños son grandes negociadores de manera natural y no dudan en poner a prueba nuestra paciencia, hasta límites insospechados, con tal de acabar obteniendo lo que quieren. Además de insistentes, aprenden a utilizar argumentos rápidamente -como el de que ese juguete lo tienen el resto de niños de su clase y no quiere ser el “raro”- o a prometer algo a cambio, como el buen comportamiento.

¿Por qué se provoca este efecto actual?

En este sentido, encontramos influencias actuales que provocan el consumismo excesivo en los más pequeños de la casa. Una principal y muy importante es la falta de tiempo que un padre dedica a su pequeño, cuya culpabilidad puede ser suplida erróneamente por regalos y dádivas.

Otros efectos actuales que afectan al consumismo excesivo son el aumento del poder adquisitivo, el menor número de hijos de las familias de hoy en día y las campañas publicitarias cada día más agresivas y creativas.

“Nos hallamos en una situación en la que, de modo constante, se nos incentiva y predispone a actuar de manera egocéntrica y materialista”
-Zygmunt Bauman-
Madre e hija pequeña con bolsas de compras

También la facilidad en las formas de pago y la falta de paciencia y creatividad a la hora de afrontar una situación de pataleta en una zona pública pueden provocar el cansancio por parte de los padres que terminan por ceder. ¿Qué es una chocolatina frente a la posibilidad de que “esté callado un rato”?

Estrategias para evitar el consumismo excesivo en los niños

El hecho de que el niño pida algo no tiene por qué ser necesariamente negativo. Se convierte en un problema cuando es excesivo y cae en conductas realmente perjudiciales para su salud. Sin embargo, hay estrategias que se pueden plantear para evitar estas situaciones:

  • Dar una paga al niño es una buena opción. De esta forma lograrás que el pequeño tenga que aprender a administrar su propio dinero y comprenda el esfuerzo que requiere ganarlo.
  • Habla con tu hijo para saber de dónde vienen sus necesidades. Cuando pida algo, pregúntales por qué lo quiere, para qué lo va a usar, dónde lo guardará… Poco a poco podrás enseñarle la diferencia entre capricho y necesidad.
  • Otro ejercicio importante, para que el pequeño no caiga en conductas de consumismo excesivo, es mostrarle que un consumidor inteligente busca y compara. Él se sentirá atraído por lo primero que vea y le llame la atención. Tú deberás mostrarle la importancia de informarse antes y adquirir el mejor producto para que aprenda a ser más responsable.
Niña haciendo cuentas de su dinero en una libreta
  • La importancia de la manufactura es un valor importante en este punto. Si puedes, trata de hacer con tu pequeño los objetos que quiere. No solo es un ejercicio de comunicación y diversión padre e hijo, también es útil para mostrar el valor de lo que se desea.
  • Fomentar hábitos saludables de consumo es un ejercicio necesario. Predica con el ejemplo para que el pequeño aprenda a comprar cuanto necesita y se pueda permitir. Si unos padres compran todo lo que ven y con exceso, es difícil inculcar al pequeño los valores del ahorro y la administración.

Evitar el consumismo excesivo en el pequeño es un ejercicio de responsabilidad con su propia formación y educación. Así, tu hijo aprenderá valores y forjará una fuerte personalidad que no se dejará influenciar con facilidad por cualquier influencia externa.

Traer buenas calificaciones, ir a misa los domingos, graduarse, casarse, tener hijos, comprar una casa, conseguir un empleo… son demasiadas las expectativas y las presiones por las que, de alguna forma, tenemos que pasar. Además, son presiones que de alguna manera existen desde la sociedad más primitiva a la sociedad más desarrollada, aunque las imposiciones sí que puedan variar.

Desde que nacemos se nos imponen ciertas reglas o condiciones que debemos cumplir, etapas que supuestamente nos acercan a la felicidad. Pero, ¿qué sucede si no queremos satisfacer esos deseos?, ¿cómo distinguir entre las metas propias y las ajenas?, ¿es posible salir de ese laberinto de metas trazadas hace generaciones?

Cómo nos influyen las expectativas sociales

Seguro que has pasado por la situación de sentirte presionado por algún miembro de tu familia o persona cercana. “Así que te has casado… ¿para cuándo los niños?”, “Me he enterado que comenzaste a estudiar en la Universidad, ¿cuánto falta para que te gradúes”?, “Ahora que tienes una familia ya deberías pensar en comprarte un piso”, “¿cómo que solo tendrás un hijo?”. Estas frases o parecidas son habituales en el diálogo social.

Ante preguntas, un tanto indiscretas, podemos sentirnos atrapados sin salida, pero debemos responder algo para no quedar mal y además que la respuesta sea satisfactoria. “Dentro de poco llegarán los niños”, “Me estoy esforzando para graduarme antes”, “Estamos buscando un piso para comprar”. Aunque de alguna manera con nuestras acciones reclamemos nuestra libertad, más que con nuestras palabras, y muchas de nuestras respuestas no sean ciertas.

Madre con su hija mientras ella está con el ordenador

La sociedad en general y la familia en particular nos suele presionar para que cumplamos con ciertas “obligaciones” morales o tradicionales. Ellos nos dicen qué debemos ser, cuándo, cómo y dónde, pero no nos preguntan realmente qué queremos.

En vez de “¿Cuándo seréis padres?” a pocos se les pasa por la cabeza cuestionar algo que la pregunta anterior da por sentado “¿os gustaría tener hijos?”. Se da por sentado que sí o sí una pareja debe procrear, aunque no esté en los planes o no se lo hayan planteado. Y así con cada supuesta tarea socialmente esperable.

Expectativas vs realidad

Antes de que naciéramos nuestros padres y seres queridos han depositado muchas “esperanzas” en nosotros. “Será abogado como el abuelo”, “Tendrá una empresa como su padre”, “Curará enfermos como su madre”.etc. La fantasía de tener un hijo/nieto/sobrino/hermano de tal o cual manera ya nos condiciona desde el primer minuto de vida (o incluso antes de llegar al mundo).

Todos estos sueños nos los inculcan desde niños. Nos regalan un set de médico para jugar, nos llevan a la compañía de papá para ver cómo trabaja o nos señalan las ventajas incomparables de saber y aplicar leyes enfundados en una toga. Esto es, básicamente, vivir la vida de otros en vez de la propia.

Cuando por alguna razón nos damos cuenta de que la abogacía, la medicina o el mundo empresarial no es para nosotros, comienzan los problemas. No es fácil para los que nos rodean comprender que estamos en desacuerdo con ese legado establecido. Desilusionamos a más de uno, hay discusiones, amenazas y sentimientos de culpa. Afortunadamente en lo único en que no estamos fallando es en seguir nuestras convicciones.

¿Qué sucede si no cumplimos las expectativas?

Puede que al principio a tus padres no les guste la idea de que quieras dedicarte a la música o estudiar historia del arte, quizás se sientan tristes cada vez que recuerden esa idea que tuvieron de ti antes de nacer o cuando diste los primeros pasos. Es probable que no comprendan por qué no has seguido con lo establecido e incluso siembres en ellos un gran sentimiento de culpa.

Sin embargo con el correr del tiempo, al ver lo feliz que eres se sentirán orgullosos de ti y aceptarán que si hubieses cumplido con la tradición no te sentirías tan pleno. Satisfacer a los padres no siempre es una tarea sencilla, pero si les demostramos que cumplir lo establecido no es sinónimo de plenitud quizás terminen “cediendo” en sus presiones.

Madre e hija felices en el campo

Por el contrario, si tomamos la decisión de quedarnos atados a las expectativas no podremos culparlos de nada en el futuro. Si terminamos siendo un abogado exitoso pero infeliz, un empresario adinerado pero deprimido o una enfermera prodigiosa pero sin vistas a futuro… la responsabilidad es nuestra.

No se trata de rebelarse siempre ante lo que nuestros padres desean pero tampoco es saludable atarse a las expectativas y seguirlas a rajatabla. Hacernos camino al andar sin prestar atención a las presiones es también necesario para conseguir lo que anhelamos.

Trata de no vivir por los demás sino por ti mismo. Haz lo que te encanta sin pedir permiso. Planifica en base a lo que deseas y no a lo que debería ser. Alcanza tus sueños aunque no estén bien vistos. Esa es la clave para la felicidad.

«¿En qué ley pone que los profesores pueden sancionar a sus alumnos que no hacen deberes? ¿Dónde está escrito cómo se deben evaluar?”, pregunta Jesús Salido, presidente de la Confederación de Asociaciones de Padres de Alumnos (Ceapa). “Queremos respuestas para que las familias puedan solventar una cuestión que está condicionando sus vidas”, añade. Ahora la Ceapa ultima un escrito sobre la base legal para poner deberes que será enviado al ministro y al Congreso de los Diputados.

La protesta por los deberes se reactivó en 2012 en Francia cuando decenas de miles de padres y alumnos secundaron una huelga contra los “trabajos forzosos” fuera del horario lectivo. Debió de ser divertida: consistió en obligar a los niños a tener las tardes libres.

En España, que nunca ha ido tan lejos, la petición “por la racionalización de los deberes” que lanzó una madre, Eva Bailén, en la plataforma digital Change.org, ha superado esta semana las 200.000 firmas. La acompaña con un vídeo que termina con la siguiente pregunta: “¿No es hora de que les devolvamos la infancia?”.

España está entre los países industrializados en los que los alumnos de 15 años destinan más horas a las tareas en casa, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Según sus comparaciones de 2012, los chicos españoles dedican 6,5 horas a la semana frente a las 4,8 de media. El organismo alerta de que estas tareas, a veces ingentes, que asumen pueden aumentar la brecha entre quienes pueden pagar clases extraescolares y los que no. ¿Es mucho o poco? Y sobre todo, ¿es útil?

“Como sucede con casi todo lo que concierte a educación, nos falta un diagnóstico certero”, señala el presidente Consejo Escolar del Estado, Francisco López Rupérez. “Necesitamos saber cuál es el impacto negativo exacto que el exceso o falta de deberes escolares puedan estar produciendo en el rendimiento de los alumnos y en su vida personal, porque seguro que hay centros y profesores que se pasan y otros que no llegan”.

La política también ha empezado a fijarse en este tema. El PSOE incluía en su programa electoral “promover un acuerdo con las comunidades autónomas para ordenar y limitar” estas tareas. Hasta el ministro Méndez de Vigo admitió al inicio de curso que le parecía un motivo «de reflexión”. Los deberes que el niño se lleva a casa dependen directamente de la decisión de su profesor. Hay una vieja recomendación, la regla de 10 minutos, que goza de cierto consenso entre los docentes, aunque no debe ser la norma general a la vista de las quejas. Se trata de añadir 10 minutos al tiempo diario para las tareas conforme se avanza en los cursos: 10 minutos en 1º de Primaria, 20 en 2º…

El catedrático de Sociología Mariano Fernández Enguita recuerda esta regla en su libro La educación en la encrucijada (Fundación Santillana). “La estructura tradicional del tiempo escolar y de su proyección sobre el tiempo familiar está hoy en crisis. Es un tiempo aparentemente insuficiente, si se presta atención a las elevadas tasas de fracaso escolar, por un lado, y al malestar con los deberes o la proliferación de actividades extraescolares, por otro”, señala.

La OCDE y los expertos coinciden en que la mesura viene bien, pero los deberes no pueden desaparecer. Sirven para fijar los conceptos y profundizar en el aprendizaje. “Un mínimo de trabajo después de clase es necesario. Hay un momento de estudio y silencio en la casa que ayuda al estudiante”, considera Ricardo Moreno, catedrático de instituto y profesor durante más de 35 años, que acaba de publicar La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza (Pasos Perdidos). “Se trata de mandar cosas que el niño pueda abarcar solo: sumas, fracciones, 10 líneas de redacción o un poema, en lugar de todas estas cosas innovadoras de ahora que acaban involucrando a toda la familia y ocupando la tarde entera”.

http://politica.elpais.com/politica/2016/03/04/actualidad/1457114229_994730.html?id_externo_rsoc=FB_CM

Bastaría con asistir a unas pocas clases elegidas al azar, para comprobar la esencia de lo que tan alegremente hemos definido que sucede en las escuelas: el aprendizaje.

Es un término suficientemente amplio en sí mismo como para hacer una auténtica y compleja disertación al respecto, y no puede ser el objeto de un breve artículo expositivo. Con cierta discreción, habremos de reconocer que la escuela actual da una prioridad sin igual a aquellos procesos que suponen la asimilación de conceptos, procesos y datos. El objetivo no es otro que el de facilitar a los alumnos el Conocimiento a partir de su retención, entendiendo que es un bien necesario para su desarrollo y formación posterior. Implícitamente su ventaja reside en el hecho de que cuanto más y mejor se produzca esa retención asimilatoria, un futuro mejor le esperará al alumno. Un futuro que se mide en clave de subsistencia. La escuela actual ayuda a subsistir, en un mundo que contemplamos desde la estaticidad.

Se ha ganado mucho terreno en ofrecer distintas variantes en los procesos que conducen al fin retentivo: fichas, actividades, prácticas, lenguajes diversos, estilos docentes más atractivos, textos más amenos, agrupaciones de alumnos menos discriminatorias, reducir los niveles de exigencia, etc. Todo ello es positivo para romper una homogeneidad didáctica que sin más dejaría fuera a unos cuantos alumnos. Pero para ser preciso suena a tormenta en un vaso de agua para los que pretenden una revolución en la enseñanza, que abra las bases hacia una pedagogía realmente diferente.

Se desconoce casi todo del Autismo, del que se han dicho diferentes cosas no siempre con muy buen tino. Lo que es obvio para los distintos profesionales que trabajan con ello es la absoluta necesidad de abordar sensitivamente el trabajo con quienes lo padecen, para poder avanzar en los procesos de aprendizaje más básicos. De toda la investigación científica en torno a ello se desprenden varias cuestiones importantes para definir el funcionamiento de cualquier cerebro humano. La más radical es la importancia del trabajo de los sentidos en la asimilación de los procesos de cualquier índole.

Ya por si, esto nos devuelve a un espacio de enseñanza esencialmente práctico y empírico para el alumno, en el que el desenvolvimiento de este ante diferentes realidades hace propicio a su pensamiento para la asimilación, y lógicamente hacia el aprendizaje no retentivo. Cualquier otro método que no contemple esta variable  adolece necesariamente de un sesgo natural que abre posibilidades negativas escindidoras, como la racionalista, la puramente mnésica, la doctrinal repetitiva  o la social adaptativa.

Hay pocos programas de enseñanza que promueven el desarrollo sensitivo como base hacia el conocimiento. Y este rechazo procede de un cierto desprecio de una cultura en la que el intelecto se hace dueño del pensamiento, cerrando aquellas vías que puedan cuestionar su dominio, especialmente las puertas de acceso hacia los “otros cerebros”, como son los que utilizan en buena medida los caudales sensitivos.

Recuerdo la experiencia de una maestra de primaria, que aplicando la libertad que concede la ley educativa actual al profesor para la elección del método de enseñanza que considerara más adecuado, tuvo la osadía de aplicar diferentes instrumentos teatrales –ejercicios, dicción, fonética, representación, mimo, control emocional, proyección, etc.– en toda iniciativa didáctica en la que se pudiesen aplicar con facilidad. La consecuencia fue un incremento medio de un 35% en los percentiles de rendimiento de los alumnos medidos en términos de incremento en sus calificaciones académicas, con resultados tan espectaculares en algunos de ellos que causaron el furor extrañado de todo el claustro de profesores del centro educativo.

El trabajo desde los sentidos es lo que un técnico programador entendería dentro de la categoría de “sensibilidad”. Educar la sensibilidad es en realidad lo que significa el trabajo a través de priorizar la actividad sensitiva de los alumnos, pero esta educación carece de antecedentes consistentes y prolongados en el tiempo, que permitan dotar a los proyectos educativos que quisieran dirigirse a objetivos no relacionados con la subsistencia, sino con el desarrollo evolutivo, de una base desde la cual poder trabajar y educar.

Por eso se hace necesario aventurarse, un tanto a ciegas, en la búsqueda de las relaciones que subyacen a los procesos sensitivos que dan soporte al resto de funciones pensantes, incluidas las cognitivas. Habría que surcar los vínculos ocultos a los que Salvador Dalí apelaba cuando decía que “Los artistas deberían tener nociones científicas para caminar sobre otro terreno, que es el de la unidad”, o lo que afirmaba Albert Einstein al decir que “Dostoievsky le había aportado más que cualquier científico, más que Gauss”.

La sinestesia, la capacidad de oír los colores, ver los sonidos o tocar los sabores, mezclando los sentidos en un único acto perceptivo, que posiblemente sea una fase infantil previa a la estructuración de los sentidos, nos permite extrapolar unas posibilidades de combinación sensitiva desde la cual establecer redes, de una complejidad y una riqueza nuevos en la contemplación de los procesos de aprendizaje, en la que la filosofía parte del dibujo, a la cuántica se llega a través de la piel, a la biología mediante la dramatización de los mitos clásicos o al algebra se accede desde la poética.

Son los procesos y procedimientos artísticos los que mejor ofrecen vías para el desarrollo de los sentidos, y debería permitirse que estos fueran los que desarrollaran los nuevos métodos de enseñanza, llenando de artistas las aulas y de pictogramas las paredes; de materiales que explotan en las columnas y sus figuras en el aire; de gritadores que persiguen el rastro de las voces para atraparlos en un gesto; de danzarinas que se asombran por el sabor de sus pies de agua; de músicos sin instrumentos que sueñan melodías recogidas en el espacio; de actores construyendo su propia realidad fugaz e infinita.

Algo que no sirve a nada, y por eso se acerca al todo.

Sobre Carlos Peiró Ripoll

Licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Fue director del IMFEF, y ha ocupado distintos puestos de responsabilidad en áreas dedicadas a la salud mental y la Psicología como Director de Psicologías y Terapias del Centro Asistencial Santa Teresa de Arévalo, del Gabinete de Psicología de la Empresa CTO, y de la Unidad de Orientación Familiar de la Comunidad de Madrid. Coordina programas de formación en las que destaca el de “Redes Familiares para la prevención” del Plan Nacional de Drogas. Mediador Social y Familiar.

El domingo 17 de abril 2016 las calles del barrio madrileño de Malasaña se convertirán en una gran fiesta de arte urbano gracias a !Pinta Malasaña!, un evento que busca visibilizar las propuestas artísticas más frescas y callejeras de la capital. A lo largo de ese día se intervendrán nada más y nada menos que 100 espacios, principalmente cierres comerciales, aunque también puertas y escaparates. El evento está abierto a todos los artistas -grafiteros, ilustradores, pintores, etc- que quieran participar. Por ello, los organizadores de ¡Pinta Malasaña!, el colectivo de arte urbano Madrid Street Art Project y el periódico digital Somos Malasaña, lanzan una convocatoria para seleccionar artistas que intervendrán en el centenar de espacios participantes.
Se buscan propuestas innovadoras y variadas que den una idea amplia de la versatilidad de la pintura y otras prácticas artísticas en el espacio público.
La convocatoria no solo va dirigida a artistas urbanos, sino a todos aquellos creadores con una propuesta apta e interesante para las calles del barrio de Malasaña.
Fecha límite: 6 de marzo de 2016. 

La vida digital es una vida guardada para después. Las tareas están ahí, a lo lejos, franqueadas por barreras y barreras de distracciones, notificaciones, actualizaciones, cosas que responder y vuelta a empezar hasta el fin de los días. Y eso, lo de retrarasar las obligaciones realizando cualquier tarea facilona, es lo que se entiende por procrastinar, una palabra real tan traída del inglés que prácticamente es hipster y por tanto mucho más popular que la más clásica, vaguear.

Que procrastinar te lleve cada día a leer nuestras líneas aplazando tus asuntos de máxima prioridad, lo vemos como un mal menor. Sin embargo si tus deslices con la responsabilidad dan para crear un monstruo de culpa en tu interior que te dice que ya está bien, que ponte a trabajar, que qué bien se siente uno cuando las cosas se hacen a su tiempo, es hora de hacer algo. Por tanto, aquí unos cuantos consejos para sacar la palabra “procrastinar” de tu vida.

1. Ponte plazos

Sí, está muy bien esa frase de “la única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella”, pero a lo mejor no tienes el talento de Oscar Wilde. No puedes volverte a permitir caer en la tentación de aplazar ese informe que tienes cruzado en el estómago. Divide tu jornada laboral en diferentes plazos, o como lo llaman los expertos, cronogramas. Te ayudará saber qué tienes que hacer de 9 a 10:30, qué sigue hasta las dos de la tarde y cuántos mails tienes que dejar enviados antes de las 17:15. Cumplir con estas pequeñas expectativas te hará sentir eficaz, productivo, capacitado. Si estos cronogramas los extrapolas a tu vida personal con la balda que está medio caída y tienes que recolocar, el viaje a Ikea que te queda por hacer y la comida con tu suegra, es que tienes cierta capacidad para avanzar en tus propósitos. Sigue adelante, lo estás haciendo muy bien.

2. Guárdate recompensas para cuando hayas realizado tus tareas

Para cumplir tus propósitos ayuda ubicar una contraprestación a corto plazo una vez satisfechos. Piensa, desde bien temprano por la mañana, qué es lo que más placer te proporcionará al llegar de noche y cansado a casa después de una dura jornada de admirable productividad. Si al final del día has resuelto todos los asuntos pendientes permítete ese pequeño deseo implantado en tu ánimo desde por la mañana: la cerveza de más que cambia de color la habitación, dos capítulos más de la serie a la que estés enganchado, un tipo de cena… Un vicio, si suena a premio, reconforta dos veces.

3. Piensa en refranes. Te harán sentirte menos culpable (pero no seas tan irritante de decirlos en voz alta).

En nuestro país otra cosa no, pero dar consejos se nos da muy bien. En tu memoria habitan mil y un refranes, fruto de la tradición y ese deporte nacional nuestro de aconsejar al otro y ver la paja en el ojo ajeno. Recurre a ellos, tirando de memoria, o si te falla mete en tu próxima lista de regalos un pequeño refranero. En él encontrarás calor e inspiración. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy / Más vale al paso andar que correr y tropezar / A juventud ociosa, vejez trabajosa / El buen cirujano opera temprano/. La lista es larga, casi interminable. Si tú solo no puedes ayúdate de cientos de años de sabiduría popular, no eres el primero en procrastinar.

4. Dale a cada palabra su significado

El mal uso de la semántica es perjudicial para la autoridad de cada uno. Cada palabra lleva la carga suficiente de contenido como para respetarla y que nombrarla siga queriendo decir lo que estrictamente, quiere decir. Vamos a los casos prácticos: si a todos tus mails le colocas la etiqueta de “urgente” y si cualquier proyecto lo necesitas para “ayer”, ni “urgente” ni “ayer” hacen referencia a su significado. De ese modo, el próximo mail que te guiñe un ojo desde la bandeja de entrada de carácter “urgente” o dossier que tenía que haber sido entregado “ayer” podrá esperar dado que ni todo puede ser urgente y nada que verdaderamente sea relevante se puede entregar ayer. Pon el adjetivo y el adverbio que se merece cada plazo, cada proyecto y cada objetivo.

5. Haz el favor de esconder el móvil

Este es el más complicado de todos. Haz el favor de esconder el móvil en una caja de seguridad y cerciórate de que no tienes el código que la abre. Solo así, de esa manera, serás capaz de no ver cada vez que desbloqueas la pantalla números capicúa, extrañas coincidencias y recolectar el feedback de cada una de las actualizaciones y grupos de WhatsApp que llevas en danza. Solo alejando de ti al demonio podrás dejar de procrastinar y darle a cada minuto y hora el valor que tienen.

http://elpais.com/elpais/2015/01/29/icon/1422534936_963101.html?id_externo_rsoc=FB_CM

El acoso escolar no distingue entre sus víctimas. Cualquiera puede ser el elegido, por ser diferente del resto o precisamente por no serlo. Porque sus características físicas no gusten o justo por lo contrario. Lo que sí tienen en común quienes lo sufren es que suelen mantenerlo en secreto. A veces porque no son conscientes de que lo que sucede no es «normal». O por vergüenza. O porque piensan que tienen algo que hace que merezcan ser tratados así. O porque creen que nadie los creerá, y si lo hacen, se les despachará con un «eso son cosas de niños». Sin embargo, la detección temprana es clave para evitar daños psicológicos graves y permanentes. Recogemos algunas claves para identificarlo a tiempo.

¿Qué es el acoso escolar?

Hay que distinguir entre una agresión puntual en un entorno escolar y el acoso. El acoso es cualquier tipo agresión psicológica o física permanente, constante y duradera. Se caracteriza por el desequilibrio de poder (la víctima, sola, frente a agresores y observadores).

¿Qué síntomas deberían ponernos en alerta?

1. CAMBIOS DE COMPORTAMIENTO. Es lo que se conoce como «ruptura biográfica». El problema es que muchos síntomas de acoso pueden confundirse con comportamientos típicos de la adolescencia. Y a menudo, los cambios no se dan de un día para otro, sino que es un proceso lento. Normalmente, el menor no quiere ir al colegio, se muestra nervioso cuando debe hacerlo, falta a clase o regresa en cuanto puede a casa. El fin de semana está bien y el domingo por la noche empieza a encontrarse mal. Deja de hablar o salir con sus amigos de siempre. Abandona sus aficiones. Deja de hablar en casa o responde con evasivas. Baja el rendimiento escolar. Está triste, muestra cambios de humor, contesta mal, sufre arranques de cólera.

2. SIGNOS FÍSICOS. Al menor se le rompe o «pierde» habitualmente el material escolar o la ropa y no sabe cómo explicarlo. Pide dinero a sus padres para poder dárselo a los acosadores (el chantaje es muy típico). «Estos signos no siempre quieren decir que haya acoso, pero sí son típicos del acoso físico», explica el psicólogo y profesor de la Universidad de Alcalá Iñaki Piñuel, experto en violencia psicológica y acoso. «Lo que sucede es que la mayor parte de las veces el acoso que sufren los escolares españoles es psicológico. Por eso el síntoma más común es el psicosomático».

3. SÍNTOMAS PSICOSOMÁTICOS. El niño sufre malestar al levantarse, mareos, dolores de cabeza, molestias o alteraciones gastrointestinales, sensación de asfixia u opresión en el pecho, temblores, palpitaciones, alteraciones del apetito o del sueño… Es habitual que los padres lleven al niño al médico y se le practiquen pruebas, sin que se dé con el origen de los síntomas, porque la causa es psicológica. «El propio niño muchas veces no lo identifica como acoso, ni tampoco los padres, porque no han llegado a entender lo que está sucediendo».

¿Qué pasa en su teléfono móvil?

El ciberacoso es una modalidad «demoledora», tal y como la califica el psiquiatra infantil José Luis Pedreira, porque no da tregua. El acoso no termina al llegar a casa, sino que continúa. Y permite que se multiplique el número de espectadores y de hostigadores. Por eso es importante que los padres tengan acceso al móvil, al correo y a los perfiles sociales (si los tuvieran) de sus hijos.

¿Y los niños pequeños?

En el caso de los niños de 5, 6 y 7 años, puede ser un indicativo el hecho de que omitan toda información del colegio, que no cuenten nada de lo que hacen allí. «Por ejemplo, son incapaces de pronunciar el nombre de los acosadores (‘ese niño que tu sabes, mamá’) porque están en una fase muy simbólica y la pronunciación del nombre evoca al personaje, es como si lo trajera», explica Piñuel.

¿Cuáles son los cursos más problemáticos?

La intensidad máxima del acoso escolar se produce en 5º y 6º de Primaria, según el profesor Piñuel. Luego va descendiendo. «Sin embargo, sobre todo en Secundaria, algunos de esos individuos quedan marginalizados, llevan mucho tiempo sufriendo acoso y se convierten en una especie de pararrayos de la violencia. Son menos numerosos pero el acoso es más de todos contra uno».

¿Cómo se inicia?

Suele empezar con acciones de «baja intensidad», por ejemplo el acoso verbal (insultos, motes, humillaciones, propagación de falsos rumores, mensajes teléfonicos…), según explicaba en EL MUNDO la psicóloga Alicia García de Pablo. Si no se frena, puede degenerar en otros tipos de acoso, como el social (exclusión y aislamiento de la víctima, por ejemplo, se la deja fuera de las actividades colectivas), el psicológico (basado en amenazas) y el físico, que contempla tanto agresiones directas como indirectas.

Por qué es importante la detección temprana

«El problema de los protocolos actuales es que trabajan a partir de la identificación de la víctima, cuando ya es tarde y el niño ya tiene secuelas y sufre estrés postraumático», explica Piñuel. De ahí la importancia de la detección temprana.

Estrés postraumático

El cuadro de estrés postraumático infantil afecta a más de la mitad de las víctimas de acoso escolar, según el profesor Piñuel. Incluye desde alteraciones cognitivas (dificultad de atención, pérdida de memoria…) a trastornos emocionales (ansiedad, depresión…) o alteraciones del comportamiento (aislamiento, agresividad…). «Es un cuadro muy poco diagnosticado porque se asocia a un gran trauma, pero los casos de acoso por repetición pueden generar un trauma mediano que produce el mismo efecto que la exposición a un gran evento» (una violación, por ejemplo).

El apoyo de los padres, clave

Los padres siempre deben creer en el relato de su hijo y apoyarlo. No deben quitar importancia al asunto, ni culpar a la víctima. «Todavía hoy el principal problema de los niños acosados», explica Piñuel, «es que no les creen, o trivializan lo que cuentan y sofocan el relato niño. Es muy grave porque el hogar es el único lugar donde el niño puede contarlo, pero a veces los padres sufren o les genera angustia y no quieren saber, y lo despachan con un ‘Pues pégales tú más fuerte'».

¿Y si cambia de colegio?

La mayoría de las veces el acosado acaba cambiando de colegio. Y no es raro que en el nuevo centro sufra también acoso. Es lo que se denomina círculo de victimización repetida. «Ese niño destruido llega a una nueva aula, y esa vulnerabilidad es detectada por los hostigadores, por lo que es elegido de nuevo», según el psicólogo. No es que el niño tenga una forma de ser que favorezca el acoso. Es que su vulnerabilidad funciona a modo de faro: atrae a los hostigadores».

¿Es cierto que el acoso te hace más fuerte?

El acoso escolar no hace a un niño más resistente, todo lo contrario; quedan destruidas sus capacidades de hacer frente a situaciones. «Se convierten en víctimas más probables de casos de acoso y en la vida adulta, de situaciones de acoso laboral, maltrato doméstico… Porque llegan con la resiliencia y la autoestima destruidas. No es bueno para el desarrollo de la personalidad ni prepara para la vida. Los niños acosados se convierten en futuras víctimas más fáciles porque su resistencia psicológica queda demolida».

http://www.elmundo.es/sociedad/2015/10/28/562cd3df268e3eda3b8b464b.html

Ya lo dice el refrán de la amistad: “Quien tiene un amigo tiene un tesoro” y es que realmente ésta es una afirmación 100% verdadera. Es cierto que a medida que avanzamos en nuestra vida hay personas que van y otras que vienen, pero los buenos amigos de verdad estarán cerca de ti sin importar las circunstancias de la vida, de un modo u otro siempre estarán a tu lado.

Pero que tengas buenos amigos no significa que no puedan entrar más en tu vida, más bien todo lo contrario, si dejas entrar personas a tu vida podrás beneficiarte de todo lo que su amistad de proporcionará. Incluso las amistades temporales (por ejemplo cuando estás de viaje), pueden aportarte mucho para poder crecer internamente.

Si las amistades no se cuidan, se pierden

La realidades de las amistades es que perdemos amigos a medida que pasan los años, porque nos limitamos a seguir con nuestras vidas. Pero los amigos de verdad siempre estarán a tu lado y por supuesto, también tendrás la oportunidad de hacer nuevas amistades si estás abierto a ello.

En ocasiones, se pueden perder hasta los amigos más cercanos porque ellos (o nosotros) cambiamos de trabajo, porque nos mudamos de ciudad, porque estamos demasiado ocupados como para regalarles nuestro tiempo o simplemente porque mantener el contacto parece demasiado complicado con algunas personas.

“Las buenas fuentes se conocen en las grandes sequías; los buenos amigos, en las épocas desgraciadas.”
-Proverbio chino-

La amistad es como la planta del amor, hay que regarla cada día

Amigas tomando café sentadas

Pero la amistad es como el amor: se puede comparar como una planta que tienes en una maceta, si no la riegas todos los días para ver cómo crece y florece, se secará poco a poco, se marchitará y se acabará muriendo. Las amistades hay que cuidarlas como a las plantas, hay que regarlas cada día para que sean una planta bonita y que crezca con unas raíces fuertes.

Aunque la interacción social en persona sigue siendo la más efectiva, la realidad es que con las nuevas comunicaciones no hay excusa para estar en contacto con las personas que más queremos. Además, es necesario construir relaciones y vínculos sanos como una forma de seguir creciendo tanto a nivel individual como social, porque los buenos amigos sólo te aportarán beneficios que te durarán para siempre.

“La única manera de poseer un amigo es serlo.”
-Ralph W. Emerson-

Los amigos alargan la vida y te hacen feliz

Si tienes buenos amigos que te aportan felicidad podrán hacer que tu vida sea más larga. Todas tus amistades te harán sentir querido, verás que eres importante en una pequeña sociedad y además se preocuparán por ti y por tu bienestar físico y emocional.

Un verdadero amigo te dirá las cosas cómo las piensa, te dirá si algo no le parece bien pensando en ti y en tu felicidad, serán tus consejeros. Además, unos buenos amigos te podrán ayudar a sentirte más saludable, a tener una vida mejor y a que sientas una forma diferente de compartir tu amor por los demás.

Los amigos son buenos para tu corazón y tu mente

Tus amigos podrán hacer que te sientas mucho más feliz cada día, incluso en esos días en los que no tienes ganas de nada, en esos días grises, tus amigos también te aportarán un rayo de luz. Ellos serán un apoyo muy importante en los tiempos difíciles como cuando existen momentos de estrés o problemas con tu estado de ánimo.

“Cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene.”
-Baltasar Gracián-
Osos de peluche abrazados encima de una maleta

Los amigos felices y optimistas son los mejores

Si te rodeas de amigos felices y optimistas estarás aumentando tu felicidad casi sin que te des cuenta. En cambio, si decides tener amigos tóxicos o infelices, seguramente serás menos feliz de lo que te mereces y sufrirás problemas con algunos de ellos. Por esto resulta tan importante tener relaciones sanas con todas tus amistades.

Los buenos amigos te aportarán seguridad emocional y podrás mejorar tu sentido de pertenencia y propósito. Al igual que una manada de aves que vuelan juntas, así te sentirás en tu círculo de amistad, volando por ti mismo pero rodeado de amigos que te acompañan en ese largo viaje con las mismas ideas y visiones del mundo.

“La amistad perfecta es la de los buenos y de aquellos que se asemejan por la virtud. Ellos se desean mutuamente el bien en el mismo sentido.”
-Aristóteles-

Trata a tus amigos como quieres que te traten a ti

La forma más justa de ser un buen amigo es tratar a los demás como quisieras que te tratasen a ti primero. Incluso sería excelente que tratases a tus amistades como te tratarías tú a ti mismo, y recuerda algo importante: nunca es tarde para conseguirlo. Los verdaderos amigos sabrán lo que vales y lo importante que tú también eres en sus vidas.

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