Con materiales reciclados, dando una segunda vida a ropa que ya no se usa o con pintura de cara es posible crear disfraces terroríficos.

Halloween está a la vuelta de la esquina y es el momento ideal para comenzar a pensar cuáles serán los disfraces para Halloween protagonista de este año. Realizar una lluvia de ideas junto a los más pequeños de la casa y buscar qué materiales pueden reciclarse para darles una segunda vida y transformarlos en un disfraz casero original es una manera de pasar un rato agradable en familia. Para facilitar la búsqueda, os proponemos varias ideas de disfraces para Halloween. 

Esqueleto andante 

Esqueleto Disfraces para Halloween

Para realizar este disfraz hay que buscar por casa unos pantalones negros y una camiseta de manga larga que ya no se utilicen. Una vez listos, hay que dibujar con ayuda de un rotulador blanco el contorno de un esqueleto: en el centro de la camiseta la caja torácica; el húmero, el cúbito y el radio en las mangas; y el fémur, la tibia y el peroné en los pantalones. Después se pintan con pintura blanca de ropa y se dejan secar el tiempo necesario. 

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Catrina 

Catrina disfraces para Halloween

Uno de los disfraces más famosos durante la ‘Noche de los muertos’ en México es el de catrina: una calavera adornada con flores y colores diversos. Para recrearlo, se necesitan pinturas de cara de diferentes colores: blanco, para la base del rostro; negro para los detalles de la nariz, boca y ojos y todos los demás colores deseados que aportarán un toque extra al disfraz. Y, como complemento, una diadema con flores para colocar en la cabeza. Para que su realización resulte más sencilla, es posible recurrir a videotutoriales como este.

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Donde viven los monstruos

Donde viven los monstruos

Para los pequeños admiradores de este álbum ilustrado, otra idea es crear una careta monstruosa. El primer paso es conseguir un plato de plástico o de papel, tela de color negra, amarilla, naranja y marrón, lana negra, un rotulador negro, cartulina blanca y cola. Se realizan dos círculos en la tela amarilla y en la negra se recortan para conseguir los ojos. Después, con la naranja se perfila una nariz y se sigue el mismo procedimiento. Para la boca, hay que dibujar en la tela marrón una fila de colmillos y recortarla. Una vez listas, se pegan en el plato. Se añaden los detalles posteriores: una frondosa melena con lana negra y unos cuernos de cartulina blanca a ambos lados de la cabeza. 

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Zombie

Zombie

Reciclando la ropa que ya no se usa se da vida a este disfraz de manera muy sencilla. Primero hay que recopilar todas esas prendas que ya no valen a los niños o no se ponen y realizar cortes con unas tijeras sobre algunas zonas. También es posible dar una sensación de suciedad en la ropa con harina o polvos de talco y pintar la cara de los pequeños de blanco para resaltar su palidez. Como toque terrorífico extra: rociar las prendas con sangre falsa. 

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Hombre lobo

Hombre lobo

Esta idea toma como protagonista uno de los monstruos más famosos de cada noche de Halloween y para realizarlo se necesita ropa de color marrón, fieltro del mismo color, una diadema y maquillaje. Para que el niño o niña lobo sea peludo, se recrea con fieltro un pañuelo de picos que colgar en el cuello y que cubra parte del tronco. Para la parte de abajo se puede hacer un tutú con el mismo material y para la cabeza la diadema con orejas. Una vez listo, es hora de maquillar la cara con bigotes y colmillos, alborotar el pelo al máximo y… ¡a aullar bajo la Luna llena!

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Esta es una de las conclusiones del Barómetro ‘Juventud y género’, que analiza la percepción de jóvenes entre 15 y 29 años sobre las desigualdades de género, las experiencias afectivas o las relaciones de pareja y familiares, entre otros.

¿Cómo perciben los jóvenes la desigualdad de género? ¿Creen en la necesidad de la lucha por la igualdad? Estas son dos de las preguntas a las que responde el Barómetro ‘Juventud y Género. Identidades, representaciones y experiencias en una realidad social compleja’, una investigación del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad para la que han realizado 1.200 entrevistas a jóvenes entre 15 y 29 años.

El estudio, además, recoge la percepción de estos jóvenes en ámbitos relacionados con las diferencias y desigualdades de género, las identidades y experiencias afectivas.

Violencia de género y en la pareja

Una de sus principales conclusiones es que hay un amplio porcentaje de chicos que niegan la existencia de la violencia de género. En cuatro años, desde 2017 a 2021, esta cifra se ha duplicado y se sitúa en el 20%. Es decir, uno de cada cinco adolescentes y jóvenes varones de 15 a 29 años cree que la violencia de género no existe y que es solo un ‘invento ideológico’. También aumenta la opinión de que la violencia es inevitable, que es habitual y que, si es de poca intensidad, no supone un problema.

En concreto, el grado de acuerdo en torno a las afirmaciones sobre violencia de género ha tenido una evolución preocupante entre 2019 y 2021. La percepción de que es un problema social muy grave ha pasado de 72,4% al 74,2% para ellas, pero se ha reducido del 54,2% al 50,4% para ellos. Por otra parte, la conciencia de haber presenciado situaciones de violencia de género en su entorno es mucho más habitual entre las mujeres que entre los hombres, si bien es bastante común en ambos casos. Las más habituales, son revisar el móvil (59,7% ellas, 38,7% ellos), controlar lo que hace la otra persona (54,5% ellas, 28,4% ellos), decirle con quién puede hablar o salir (51,6% ellas, 23,5% ellos), insultar y humillar a su pareja (49,8% ellas, 23,5% ellos) y tratar de aislarla de sus amistades (46% ellas, 22,5% ellos).

Falta de educación en igualdad

Por lo que respecta a la percepción de los factores que influyen en la violencia de género, la falta de educación se mantiene desde 2017 como el más importante. Además, aumenta la percepción de factores estructurales como la educación patriarcal y se reduce progresivamente la mención de factores que justifican la violencia, como el consumo de alcohol y otras sustancias o las rupturas sentimentales y otros conflictos de pareja, aunque hay porcentajes significativos que apoyan estas teorías: el consumo de sustancias (23,5% entre ellos y 18% entre ellas) y las rupturas o problemas de pareja (18,3% ellos y 15% ellas).

Las formas de violencia en la pareja sufridas más habituales entre las mujeres son revisar el móvil (21,8%), forzar una relación sexual no deseada (20,5%), controlar toda la actividad (18,2%), controlar con quién puede salir o hablar y dónde (17,2%) e insultar y humillar (16,7%). En el caso de los hombres, únicamente revisar el móvil (15,4%), controlar toda la actividad (11,5%) y tratar de que no vea a sus amistades (10,5%) se sitúan por encima del 10% de casos.

En cuanto a las situaciones de violencia ejercidas, algo más de la mitad de mujeres (53,9%) y hombres (50,8%) declara no haber ejercido ninguna. La única situación habitual es revisar el móvil de la pareja, que es mencionada por el 23,6% de las mujeres y por el 10% de los hombres.

Avances del feminismo

Por el contrario, y de forma más positiva, el barómetro destaca que en este periodo se han producido grandes avances respecto a las visiones tradicionales de género y la lucha por la igualdad entre la juventud española. Así, el porcentaje de mujeres que se consideran feministas ha pasado del 46,1% al 67,1% y el porcentaje de hombres ha pasado del 23,6% al 32,8%, aunque se ha reducido cerca de 5 puntos porcentuales desde 2019. También conviene resaltar que un número relevante declara no saber o no querer contestar (9,1% ellas y 13,4% ellos).

Se considera feminista, porcentaje.

La evolución de la percepción sobre situaciones inaceptables de discriminación también se ha mantenido relativamente estática entre 2017 y 2019. El principal cambio se observa en la valoración de los piropos por la calle como discriminación intolerable por parte de las mujeres, que pasa de un 24,8% en 2017 a un 42,6% en 2021.

Desigualdad laboral y conciliación familiar

Una diferencia significativa entre chicos y chicas se encuentra en cómo perciben la desigualdad: más de 7 de cada 10 mujeres jóvenes participantes en el estudio considera que las desigualdades de género son elevadas en España, frente a solo 4 de cada 10 hombres. De hecho, 1 de cada 10 hombres considera que no existen desigualdades de género. Desde 2017 a 2021, la percepción de desigualdad se ha incrementado entre las mujeres (entre 6 y 7 puntos) pero se ha reducido entre los hombres (de 2 a 4 puntos).

El ámbito en el que mayor desigualdad se percibe para las mujeres es el laboral: la mitad considera que se encuentran en una posición significativamente peor a la hora de acceder a puestos de responsabilidad pero también sienten que a nivel salarial también están en desventaja. Además, un 43,6% percibe estar en una posición peor en cuanto a la conciliación familiar. Los hombres también ven esta desigualdad, pero en 20 puntos porcentuales menos que las mujeres.

Una mayoría opina que el feminismo busca superar barreras tradicionales de las mujeres para acceder a la igualdad (63% entre ellas y 40% entre ellos). Hay otros porcentajes significativos: entre los chicos un 28% destaca que el feminismo no se ocupa de los problemas reales de las mujeres (17% entre las mujeres), un 26,4% que no es necesario (frente al 13% de ellas) y un 24% que busca perjudicar a los hombres (frente al 14% de ellas).

Orientación sexual, pareja, familia y conciliación

Según el barómetro, un 82,9% de los hombres y un 73,4% de las mujeres se definen como heterosexuales. Entre ellas, un 18,5% se definen como bisexuales, frente a un 6,1% de los hombres. La homosexualidad y otro tipo de orientaciones representan entre un 6% y un 8%.

En cuanto a la importancia concedida a tener pareja, para algo menos de la mitad de las chicas (45,4%) y para la mitad de los chicos (50,6%) es un tema muy o bastante importante. Por modalidades de pareja, es ampliamente preferida la pareja tradicional monógama, tanto en ellas (86,3%) como en ellos (78,2%).

También es destacable la mayor propensión al control entre los hombres: un 18,1% destaca que es normal mirar el móvil de la pareja, frente al 12,7% de ellas; así como la percepción de los celos como una prueba normalizada del amor (28% entre ellos, 15% entre ellas). El estudio muestra cómo mientras entre las mujeres avanza la tendencia hacia una percepción más igualitaria de las relaciones de pareja, en el caso de los hombres encontramos una cierta persistencia de las visiones tradicionales de género.

El reparto de tareas domésticas sigue mostrando una desigualdad de género, percibida en mayor medida por las mujeres: un 30,5% de las que viven en pareja declaran hacer ellas las tareas domésticas, frente a únicamente el 14,4% de los hombres. Aun así, entre 2017 y 2021 se ha producido un aumento de entre 5 y 10 puntos en la percepción de que las tareas domésticas y de cuidados se reparten equitativamente, situándose en porcentajes superiores al 50% en todos los casos.

Además, también en este periodo aparece una progresiva reducción de las actitudes más tradicionalistas hacia la conciliación familiar. Especialmente entre las mujeres aparece un gran rechazo al rol de la mujer como cuidadora de los hijos (59,5%).

El consumo de alcohol nunca es bueno, ni aunque sea en muy pequeñas cantidades o de manera esporádica. Esta droga legal puede producir severos problemas a muchos de los órganos del cuerpo humano, en especial al hígado y al cerebro. Lo más preocupante son los datos que arrojan sobre el consumo que se da entre jóvenes: en España, según la Encuesta sobre uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias , el 76,9% de los jóvenes entre 14 y 18 años confiesa haber bebido alguna vez en su vida. En los últimos 30 día, el 21,8% se ha emborrachado y el 31,7% ha bebido cinco o más copas, vasos o cañas de alcohol en un lapso aproximado de dos horas.

Iniciarse en la bebida desde edades tempranas es muy peligroso, sobre todo en la adolescencia, que es la etapa de desarrollo físico y mental. Además, en esta época vital en muchos casos el uso de alcohol es excesivo en un corto periodo de tiempo, como lo podemos ver en las novatadas universitarias y, del mismo modo, se puede llegar a consumir por presión social. Otro dato alarmante, arrojado por la Fundación Alcohol y Sociedad (FAS), revela que el 48% de los menores que beben lo hacen con conocimiento de sus padres.PUBLICIDAD 

El consumo excesivo de alcohol puede afectar a la memoria y la capacidad de una persona joven para procesar y transmitir información

Lo peor es si se adquiere el hábito y finalmente se relaciona el hecho de divertirse con el consumo de alcohol. Al fin y al cabo, se trata de una droga muy social y a la que hay muy fácil acceso, ya sea en un bar o en un supermercado. De ahí la peligrosidad de desarrollar la costumbre de quedar con los amigos y beber cuando se es joven. Las últimas investigaciones apuntan a que el daño que hace al cerebro es crítico. Andy Spickard, profesor emérito de medicina y psiquiatría en la Escuela Universitaria Médica de Vanderbilt, ha escrito un reciente artículo en ‘Psychology Today’ en el que analiza los últimos estudios publicados sobre el riesgo que entraña el consumo continuado de alcohol desde la etapa adolescente.

Un cerebro en continuo cambio

«Cuando empecé en la medicina, se pensaba que las etapas de desarrollo de la infancia es el período más crítico para el desarrollo cerebral», explica el médico. «Hoy sabemos que el desarrollo continúa hasta la edad adulta, y que los jóvenes de entre 15 y 25 años experimentan una remodelación rápida y extensa de sus mentes, más que en cualquier otra etapa excepto en la infancia».

Los adolescentes bebedores en Estados Unidos tienen cinco veces más probabilidades de sufrir abandono escolar que los no bebedores

¿En qué aspectos concretos afecta esta sustancia al tejido neuronal de los jóvenes? «El consumo excesivo de alcohol puede afectar a la memoria y la capacidad de una persona joven para procesar y transmitir información», avisa Spickard. «Y si es frecuente, lo que es la norma para muchos adolescentes y adultos, puede causar daños a largo plazo en la capacidad del cerebro encargada de la toma de decisiones, así como en la atención y la organización o el control de los impulsos».

«Algunas investigaciones también apuntan a que beber en exceso a cualquier edad puede reducir el tamaño del hipocampo, un área del cerebro que desempeña un papel fundamental en la memoria a corto y largo plazo», asevera el médico. «Este daño puede incrementarse con episodios de desmayo o pérdidas de memoria». Otra consecuencia muy grave y llamativa es que, como reconoce Spickard, también puede afectar a la capacidad del cerebro para comunicarse consigo mismo, una tarea relegada a los neurotransmisores. El etanol altera el contenido de los mensajes que envían y disminuye la velocidad a la que estos se transmiten. «Este mal funcionamiento interfiere con la capacidad de aprendizaje, una de las tareas más importantes de la adolescencia», expresa el experto.

Foto: Estudiantes de Bachillerato en un examen. (EFE)

Toque de atención a las familias: el 48% de los menores bebe alcohol sabiéndolo los padres

«Los bebedores adolescentes en Estados Unidos tienen cinco veces más probabilidades de sufrir abandono escolar que los no bebedores», recalca Spickard. Esto también les condena a no desenvolverse tan bien en sociedad o en las actividades deportivas. De igual modo, retrasa mucho el período de graduación académica. Otro aspecto que remarca el médico es la falta de plasticidad cerebral, que se define como «la capacidad de nuestras células neuronales para dar respuesta a un cambio en el exterior«. Esto provoca que el cerebro sea vulnerable a lesiones a largo plazo que pueden ser permanentes. «Pero la plasticidad también permite al cerebro repararse a sí mismo», observa el médico. «Esta cualidad de autocuración permite que aquellos que en algún momento abusaron de esta sustancia se recuperen en unos años, en el caso de que dejen de consumir totalmente».

El consumo de alcohol entraña un grave problema, ya que como decíamos, se trata de una droga social que se asocia a la diversión y cuyos riesgos son enormes. Hay que incidir en la prevención y educación desde edades tempranas para que el adolescente sea consciente de los peligros a los que se expone. Y, en todo caso, predicar con el ejemplo: si el joven ve que sus padres no beben, llevan una vida sana y están bien consigo mismos, seguramente quiera parecerse y no caer en malas conductas que le depararán graves conflictos en el futuro.

Fuente: El Confidencial

No es nada fácil aceptar que tu retoño haya crecido tan rápidamente, que prefiera pasar su tiempo libre junto a sus amigos y no contigo, que te quiera y te necesite de manera diferente.

Silencios que incomodan, distancias que se alargan y separan, vínculos que desaparecen. Portazos que rompen el alma, castigos sin sentido, exigencias que ahogan o asfixian. Conversaciones llenas de reproches, amenazas y peros que pesan en el alma.

Que difícil es acompañar a alguien que se muestra rebelde, insolente y desafiante. Que manifiesta poco interés por compartir con nosotros todo aquello lo que le sucede que, para hacer frente a su frustración, para modular la montaña rusa de emociones por la que transita.about:blankPUBLICIDAD

Que complicado es conectar con un hijo que, en ocasiones, nos falta al respeto, nos alza la voz o se muestra desagradecido. Que no reconoce sus errores, le cuesta escuchar nuestros consejos y se siente inseguro y perdido. Una persona en proceso de descubrimiento, de cambio, con altas dosis de ego e impulsividad, donde solo existe el todo o la nada. Lleno de contradicciones, inapetencia, y poca capacidad para la reflexión.

Que frustrante es sentir que en muchas situaciones no sabemos dar respuesta a sus necesidades, que parece que hablamos idiomas diferentes y no logramos encontrar el adecuado equilibrio entre la exigencia y la libertad. Que no somos capaces de entender cuando reaccionan de forma desajustada, impulsiva e impredecible.

No es nada fácil aceptar que tu hijo haya crecido tan rápidamente, que prefiera pasar su tiempo libre junto a sus amigos y no contigo, que te quiera y necesite de manera diferente. Que reclame su espacio y libertad, en ocasiones con mucha insolencia.

La adolescencia es la etapa educativa más difícil de acompañar y en la que nuestros hijos más necesitan de nuestra comprensión, serenidad y empatía. Que les ayudemos a descifrar el mundo cambiante al que se enfrentan, que les digamos a diario que estamos a su lado sin condición aunque parezca que no nos escuchan. Potenciando un lenguaje positivo y utilizando una mirada llena de reconocimiento y cariño.

Una etapa muy convulsa que a menudo nos desconcierta y nos exige nuestra mejor versión. Que nos hace perder la paciencia, contagiarnos del mal humor que muestran habitualmente y nos llena de numerosos interrogantes. Que nos hace sentir culpa e impotencia cuando no logramos sintonizar con lo que viven y sienten.

Que sea una etapa tan agitada no significa que también pueda ser maravillosa. Es un momento para nuestros hijos lleno de oportunidades, de primeras veces, de descubrimientos estimulantes y emociones muy intensas que podemos vivir a su lado. De empezar a conocer el mundo adulto desde la ilusión y la inocencia.

Han crecido mucho, pero siguen siendo nuestros pequeños a los que les gustaba que les achuchásemos y les protegiésemos. Nuestros adolescentes necesitan sentir que les entendemos, respetamos y nos les juzgamos ni les llenamos de etiquetas. Que conectamos con ellos emocionalmente y les acompañamos sin dramatismos y con grandes dosis de sentido común y sentido del humor.

Que entendemos el torbellino de cambios a los que deben hacer frente y lo difícil que es para ellos hacerse mayor. Que les dejamos ser tal y como ellos desean y les ayudemos a construir un buen autoconcepto y una apropiada autoestima. Que les ayudemos a despertar el interés y la curiosidad.

¿Cómo podemos conseguir conectar con nuestros hijos adolescentes?

  1. Estando presentes y disponibles, ofreciéndoles el tiempo y la atención que necesitan. Haciéndoles sentir queridos, valorados y apoyados. Estrechando vínculos nuevos adaptados a su edad para demostrarles nuestra confianza y amor incondicional.
  2. Entendiendo que la adolescencia es una etapa necesaria y temporal para llegar a la adultez, un periodo repleto de cambios y fluctuaciones. Hacer el ejercicio de recordar qué tipo de adolescente fuimos, qué problemas ocasionamos a nuestros padres y qué errores cometimos nos permitirá ser mucho más empáticos con nuestros hijos.
  3. Siendo firmes y flexibles cuando lo creemos oportuno estableciendo normas y límites consensuados. Cuidando mucho la manera en la que les decimos las cosas, acompañándoles en la toma de sus decisiones y en la detección y el desarrollo de sus talentos.
  4. Convirtiéndonos en los mejores referentes que puedan tener convirtiéndonos en el mejor de los ejemplos. Sin miedo a dejarles volar y brindándoles la posibilidad de equivocarse sin sentir culpa.
  5. Permitiéndoles que descubran el mundo a su manera, respetando sus gustos, ritmos de aprendizaje, deseos e intimidad. Dándoles el espacio que necesitan para ir creando su propia identidad.
  6. Ofreciéndoles seguridad y confianza para que puedan probar y arriesgarse sin que el error pueda interpretarse como un fracaso. Estableciendo sobre ellos expectativas acertadas para evitar que se sientan presionados o cuestionados, valorándoles todo aquello que hacen bien.
  7. Apoyándoles con nuestras palabras de aliento, nuestras miradas cómplices y regalándoles a diario nuestros abrazos y besos que tanto siguen necesitando.
  8. Validando emocionalmente lo que sienten, haciéndonos cargo de nuestras emociones y acompañando las suyas desde el respeto y la paciencia. Ayudándoles a identificar y gestionar todo aquello que les recorre por dentro.
  9. Teniendo muy en cuenta sus opiniones, gustos, necesidades y proyectos. Contagiándoles nuestro amor por la vida, nuestras ganas de mejorar a diario. Haciéndoles sentir importantes dentro de la familia y creando espacios y momentos compartidos con ellos.

Nuestros hijos adolescentes necesitan de nuestra calma y confianza para que les ayudemos a capear el temporal por el que transitan. Convirtámonos en el mejor refugio que puedan tener, ayudémosles a buscar su lugar en el mundo, a superar sus dudas y sus miedos con grandes dosis de amor y paciencia. Seamos modelos, guías y acompañantes para ellos.

Fuente: El País