72andSunny, agencia de publicidad con sede en Nueva York, Los Ángeles y Amsterdam, y el Ad Council, una ONG estadounidense que produce, difunde y promueve anuncios para el servicio público, han puesto en marcha una impactante campaña para concienciar a la sociedad sobre el peligro del consumo descontrolado de opioides. También llamados narcóticos, los opioides son unos analgésicos muy fuertes que pueden provocar dependencia y tolerancia si se administran de forma continuada.

Bajo el lema «La verdad sobre los opioides«, la campaña muestra los tres primeros días de desintoxicación de una joven adicta a los opioides que se prestó a meterse en una habitación acristalada en pleno centro de Nueva York para que todo el mundo pudiera ver su sufrimiento. Y, por si fuera poco, la terrible experiencia también fue retransmitida en directo vía `streaming´.

El resultado de esta acción ha sido un vídeo en el que la propia Rebekkah explica que su adicción empezó cuando el médico le recetó unos analgésicos opiáceos para combatir el dolor producido por una lesión en el tobillo. Cabe señalar que cada 15 minutos muere una persona en Estados Unidos por el abuso de estas sustancias y que la adicción empieza tras cinco días consumiéndolas.

 

 

Durante años, Pablo se hizo la misma pregunta: ¿cómo puede una persona estar tan enganchada a la tragaperras? Se refería a un hombre que veía todas las mañanas en la cafetería donde iba a desayunar. Siempre estaba jugando. Tiempo después se lo volvió a encontrar, esta vez en una terapia de rehabilitación para ludópatas. Ambos eran adictos al juego, con la diferencia de que los 340.000 euros de deuda de Pablo no venían de gastar dinero físico, sino de apostar online, un mercado que atrapa a cada vez más jóvenes y que crece a doble dígito en España, impulsado por unos anuncios que han invadido todos los soportes a la espera de que se apruebe un decreto definitivo que regule su emisión, pendiente desde 2011.

Los anuncios del juego ‘online’ se disparan y los más jóvenes se enganchan

“Pensaba que no era como él”, confiesa Pablo, de 33 años y empleado de banca. Pide usar un nombre ficticio antes de empezar a contar lo poco que tardó en engancharse. Gran aficionado al fútbol, empezó a jugar online con 20 años. “Apostar por internet es muy accesible y extremadamente adictivo”, asegura, en un país donde el 93% de la población ya tiene móvil a los 14 años, según el Instituto Nacional de Estadística. Ahora ve los partidos con cuentagotas y solo cuando ya han arrancado, para evitar tragarse la publicidad de apuestas, que le genera profundo rechazo.

En 2017, se emitieron más de 2,7 millones de anuncios de juego online en todos los soportes, según la consultora InfoAdex, frente a los 128.000 de 2013. Aunque todavía represente un segmento pequeño sobre el conjunto de la industria, el sector digital crece tanto en ingresos como en inversión en marketing, destinada sobre todo a anuncios y bonos, otra estrategia que hace mella en públicos de todas las edades.

“Quienes más sufren este bombardeo publicitario son los jóvenes y los que padecen alguna patología del juego”, comenta Susana Jiménez, psicóloga clínica y coordinadora de la Unidad de Juego Patológico del Hospital de Bellvitge, que cada año atiende entre 350 y 400 nuevos casos de relacionados con la adicción al juego. “Son los más sensibles a iniciarse o recaer con la publicidad”. Según el informe de percepción del juego de la Universidad Carlos III, alrededor de 230.000 personas menores de 35 presentan un “alto riesgo” de adicción en España, y los jóvenes se inician cada vez antes a esta actividad.

La prevalencia de jugadores problemáticos en España es sin embargo tan solo del 0,3%, según los estudios clínicos disponibles. Bayta Díaz es psicóloga en la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (APAL) donde Pablo lleva tres años en terapia. Explica que no existe relación directa entre publicidad y ludopatía, reconocida oficialmente como una adicción del comportamiento sin sustancia, pero señala que los anuncios están dirigidos a aumentar el consumo, y con ello el riesgo. «Es como si vendieran cerveza en un colegio”, ejemplifica. “En el Plan Nacional contra las drogas se habla de consumo como variable de riesgo para desarrollar una patología; igual deberíamos de tenerlo en cuenta con el juego también”.

Un negocio que crece año tras año

El canal virtual se ha convertido en la joya de la corona de un mercado que en su conjunto, sumando el juego físico, mueve menos dinero que hace diez años. En 2017, el segmento online ingresó 560 millones de euros —descontados premios y reapuestas—, cinco veces más que en 2013. Las apuestas deportivas son las grandes protagonistas de esta evolución, según datos de la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ) y el Consejo Empresarial del Juego (Cejuego), que aclara que, pese a su auge imparable, el negocio digital todavía supone una pequeña parte de la facturación total de la industria.

La ley de 2011 que regula el juego online establecía que se adoptara una norma específica para los anuncios, que todavía no ha visto la luz. De momento, la referencia han sido la Ley General de Comunicación Audiovisual y un código de conducta cuya adhesión es voluntaria y cuya aplicación está supervisada por Autocontrol, organismo independiente integrado por firmas del sector, medios y agencias de comunicación, anunciantes y otras empresas. A finales de 2017, el Ministerio de Hacienda redactó un segundo proyecto de decreto ley —el primero fue en 2015, pero no llegó a aprobarse— que todavía está en tramitación.

Entre otras limitaciones, el borrador prohíbe que se traslade la idea de que el juego se relacione con el éxito personal y profesional, y obliga a incluir la coletilla Juega con responsabilidad en los mensajes, frase que también tendrán que pronunciar los rostros conocidos que protagonicen los anuncios. Asimismo, veda la emisión en horario infantil, tal y como establece la ley audiovisual, prohibición que sin embargo no se está respetando según los datos facilitadas por Infoadex. El texto tampoco tiene la capacidad de regular los anuncios en Internet más allá de los filtros presentes en las redes sociales, confirman fuentes del Ministerio de Hacienda, quienes no concretan una fecha para la aprobación de la norma.

Los anuncios del juego ‘online’ se disparan y los más jóvenes se enganchan

“Esperamos que el decreto no ponga patas arriba el sector”, comenta Miguel Ferrer, portavoz de la Asociación Española del Juego Digital, Jdigital. Ferrer confía en que la regulación final no sea excesivamente restrictiva y que las condiciones sean iguales para todos, también para las Loterías del Estado. “La publicidad y el marketing son la única vía de captación que tenemos porque no contamos con tiendas físicas”, mantiene.

Iconos de los jóvenes

Hibai López, investigador en la Universidad de Deusto, explica que la exposición prolongada al bombardeo publicitario y la elección de deportistas de elite o personajes famosos como protagonistas de los reclamos, a menudo íconos para el público más joven, contribuye a normalizar esta actividad. “Es preocupante. La gente que está en tratamiento dice que es difícil pensar que haya consecuencias negativas si lo promociona una persona a la que respetas”.

Alberto (nombre ficticio) tiene 29 años y hasta hace unos meses nadie de su entorno sabía de su problema con las apuestas. Empezó con 19 años y acumuló 60.000 euros de deuda. “Los anuncios refuerzan la idea de que jugar es normal”, cuenta en la sede de Apal después de salir de terapia. “Soy un apasionado del fútbol desde pequeño y cuando empezaron las apuestas deportivas pensé que había llegado una oportunidad. Ahora me afecta cuando veo anuncios en la tele”.

Solo en los tres primeros meses de 2018, previos al Mundial de fútbol, las empresas gastaron casi el 40% de los 112 millones que destinaron a anuncios en todo 2017, según el anuario del juego de la Fundación Codere, frente a los 70 millones de 2013 contabilizados por la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ). Esta inversión, en conjunto, supera a la que realizan gigantes como El Corte Inglés, según InfoAdex. “Hicimos un esfuerzo adicional”, asegura Ferrer.

Un voluntario de la asociacion APAL para tratar la ludopatía.
Un voluntario de la asociacion APAL para tratar la ludopatía. Samuel Sanchez

A finales de 2017, el Consejo Audiovisual de Andalucía pidió que se prohibiera cualquier tipo de publicidad de juego online por radio y televisión en horario de protección de menores, tras constatar que varios anuncios se emitieron en esta franja y que en otros casos no se pudo distinguir entre los reclamos y la narración de los locutores durante las retransmisiones deportivas.

Manuel es voluntario en Apal y asegura que en los últimos tres años llegan cada vez más personas de entre 20 y 30 años adictos al juego online, muchos de ellos enganchados a las apuestas deportivas disponibles en cualquier momento en un mundo cada vez más conectado. “Siempre cuentan lo mismo: que es cada vez más rápido”, asegura este hombre de 53 años que también pide usar un nombre ficticio y que hace poco salió del túnel en el que cayó a golpe de apuesta. “Llegas a perder la perspectiva del deporte; para mí se convirtió en algo que ya no disfrutaba”, confiesa.

Diferentes estudios sobre el juego elaborados por la DGOJ y la Universidad Carlos III señalan que alrededor de 900.000 usuarios habían jugado online al menos una vez en junio, y casi un millón y medio se había conectado durante 2017 para hacer apuestas deportivas. Pero son los más asiduos, entorno al 20% los que generan el 80% del beneficio. José Antonio Gómez Yáñez, sociólogo de la Universidad Carlos III, sostiene que los anuncios son muy visibles y deben regularse. “Se tiene que restringir el horario de emisión”, recomienda.

“Es una enfermedad más oculta que otras adicciones” al no tener consecuencias físicas visibles, reflexiona Pablo, quien ha logrado recuperar su vida tras años obcecado por la adicción. “Lo que más me preocupa es que se perciba como algo normal, y los padres no vean mal que sus hijos jueguen”.

https://elpais.com/sociedad/2018/09/11/actualidad/1536676950_651442.html

Sabemos que la interacción social es una necesidad humana básica. Tanto los niños como los adolescentes desarrollan habilidades sociales a medida que crecen para satisfacer esta necesidad natural. Cada vez más y más, nuestros hijos acceden a la tecnología, en forma de redes sociales, para desarrollarse en este aspecto.

Casi todos los adolescentes se conectan a diario y pasan un promedio de dos horas al día en redes sociales. Entonces, ¿qué sucede exactamente durante ese tiempo online? Para muchos, el objetivo es cultivar una marca personal. El objetivo de nuestros hijos y jóvenes es presentar una imagen en línea que los haga parecer interesantes, populares y atractivos. Para las chicas, la necesidad de proyectar estas cualidades parece ser mayor que para ellos.

Esto es posible porque los adolescentes pueden usar sus recién adquiridas habilidades cognitivas de pensamiento abstracto para imaginar cuál será la perspectiva del espectador cuando vea sus publicaciones y perfiles. Esto significa que premeditan lo que otra persona probablemente pensará sobre su publicación de forma anticipada y la editan para que se ajuste a la imagen que quieren que quede patente el espectador. No obstante, pueden sentirse abrumados en la busca de ese fin. Además, puede ser muy difícil cultivar una marca personal que guarde coherencia con sus padres o sus abuelos y también con sus amigos, o el compañero de clase al que intentan impresionar. Para evitar esta discordancia, muchas niñas tienen dos cuentas en la misma red social.

Instagram es una red social de microblogging basada en imágenes con poco texto. Es una plataforma muy visual y muy popular entre pre y adolescentes. Las chicas empiezan primero con lo que se conoce como una cuenta Insta o Rinsta (Real + Instagram). Esta cuenta se cultiva y mantiene para compartir con padres, abuelos y personas con una relación cercana a la familia. La cuenta Rinsta está diseñada para proyectar una imagen que consideran será considerada aceptable dentro de su familia.

La segunda cuenta que las chicas suelen crear se llama cuenta Finsta (Fake + Instagram). Las chicas usan este tipo de cuenta para cultivar una imagen de chica genial, popular o creadora de tendencias. Las publicaciones que hacen en esta cuenta generalmente incluyen contenido que no sería aceptado por sus padres o familiares. La cuenta Finsta está diseñada para amigos cercanos, compañeros y otro tipo de relaciones. Esta segunda cuenta puede variar mucho de la primera cuenta en contenido, imagen y estilo.

Por ejemplo, los adolescentes cada vez publican más fotos con alcohol en las redes sociales. Esto es porque este tipo de imágenes generalmente reciben más me gusta y comentarios, lo cual motiva a nuestros hijos a publicarlas. En casi cualquier red social, los adolescentes etiquetan a sus amigos en la foto para que la imagen esté disponible en los perfiles de las redes sociales de todos. Por esta razón, nuestros jóvenes abren cuentas adicionales que no se comparten con los padres o la familia. Son hiperconscientes de su marca personal dentro de cada cuenta y trabajan diligentemente para mantener su imagen.  Desafortunadamente, mientras ellos piensan que están siendo cautos al tener múltiples cuentas para diferentes públicos, no suelen reparar en los efectos nocivos de este comportamiento.

Los efectos nocivos

En primer lugar, todo lo que se publica en la red es público y permanente. Una vez que se sube algo a redes sociales, la persona que publica la imagen pierde el control. Y peor aún, el resto de personas que aparecen en la foto no tienen el poder de elegir compartir o no compartir la imagen. En consecuencia, la foto se puede copiar, compartir y volver a publicar sin que nadie sepa o pueda detenerla. Por lo tanto, no importa en qué cuenta se publicó originalmente porque puede llegar mucho más lejos.

En segundo lugar, la mayoría de los adolescentes coinciden en que mantener su marca personal en el entorno digital supone un gran esfuerzo. Ellos dedican una enorme cantidad de tiempo en post de la foto perfecta, editándola para eliminar cualquier imperfección, y preocupándose por cómo el espectador la percibirá. La mayoría de niñas y adolescentes experimentan mayor ansiedad, disminución de confianza y menor percepción de su propio atractivo físico después de publicar en redes sociales, independientemente de si han retocado sus fotos o no. Publicar en redes sociales para mantener una marca personal genera efectos psicológicos negativos en todos los niños, preadolescentes y adolescentes, pero es especialmente dañino para ellas.

En tercer lugar, independientemente de que las chicas tengan cuentas de Instagram múltiples, no dejan de ser bombardeadas con imágenes de otras chicas. Algunas de estas fotos aparecen idealizadas, lo que aumenta el nivel de insatisfacción facial y corporal en nuestros adolescentes. Irónicamente, cuando las niñas están expuestas a ver físicos promedio, este efecto negativo no ocurre. Además, múltiples estudios han encontrado y confirmado que el aumento del uso de las redes sociales es directamente proporcional a la insatisfacción corporal tanto de niños como de niñas, y que ver imágenes en las redes sociales aumenta las tasas de depresión especialmente en ellas.

Educar en materia de redes sociales desde una edad temprana

Entonces, ¿cómo podemos nosotros, como padres, ser proactivos para apoyar la necesidad natural de desarrollo de nuestras hijas de socializar con las herramientas modernas que están disponibles a través de las redes sociales, mientras prevenimos los posibles efectos negativos? Educar en materia de redes sociales desde una edad temprana es esencial para prevenir o limitar los posibles efectos negativos del uso de las redes sociales, particularmente imágenes y videos.

¿Qué significa educar en materia de redes sociales? Consiste enseñar a nuestros hijos que lo que ven en la red no es necesariamente cierto. Debemos enseñarles a cuestionar el contenido que ven y a crear su propio criterio para determinen por sí mismos si la información, la imagen o el video son creíbles. Este tipo de pensamiento crítico se puede enseñar de una manera que refleje la capacidad de desarrollo de cada niño.

Para los niños más pequeños y preadolescentes que aún no tienen capacidad cognitiva para pensar de forma abstracta, algunos temas y preguntas que podemos enseñar a nuestros hijos a evaluar las redes sociales pueden incluir:

  1. Explícales cómo la tecnología permite a los humanos manipular y retocar las fotos y videos para mostrar cosas que no son reales. Podemos señalarles esto cuando estamos viendo una película o cuando vemos imágenes en revistas que muestran imágenes de fantasía que parecen muy reales. Esto ayuda a nuestros hijos a entender la manipulación en las imágenes
  2. Háblales sobre el poder del marketing y la cantidad de productos o ideas que se venden tratando de hacernos sentir de cierta manera a través de la manipulación emocional. Podemos señalarles ejemplos mientras vemos anuncios de televisión o vallas publicitarias. Podemos incluirles en a conversación pidiéndoles que nos expliquen cómo les hace sentir y luego preguntarles cómo pueden usar su razonamiento para darse cuenta del marketing implícito.
  3. Enséñales a preguntarse: «¿Alguna vez he visto algo así en la vida real?» O «¿Coincide con lo que normalmente veo?». Esta es una buena manera de inculcar a nuestros niños un escepticismo sobre lo que ven en redes. Hacer comparaciones con la vida real puede ayudarles a detectar cuándo la información no es realista.
  4. Pídeles que describan cómo se ven a ellos mismos o cómo se sienten después de haber estado expuestos a imágenes o contenido de video excesivamente perfectos
  5. Hemos de decirles que son perfectos tal como son y que no es justo compararse con imágenes que no son reales
  6. Finalmente, hemos de asegurarnos de que nuestros niños tengan otras formas de socializar en el mundo real, para que puedan desarrollar hábitos saludables y desconectar de su socialización virtual.

Para los adolescentes, los cuales ya poseen una capacidad cognitiva que les permite pensar de forma abstracta, algunos temas y preguntas que podemos tratar con ellos con relación a las redes pueden ser:

  • Debatir con ellos sobre lo que significa ser una mujer u hombre en la sociedad. No pases por alto el señalarles cómo las mujeres son juzgadas de forma más crítica por sus atributos físicos mientras que los hombres son juzgados más por sus logros. Podemos ayudarles a identificar el sexismo inherente en la sociedad y a ver cómo toma lugar tanto en las redes como en el mundo real.
  • Hazles ver cómo el marketing apela a nuestras inseguridades más profundas para crearnos deseos y necesidades. Podemos explicarles cómo los influencers de las redes sociales se comercializan para fingir que usan o necesitan un determinado producto, cuando en realidad se les paga para promocionarlos. Esto puede ayudarles a entender cómo el marketing manipula las necesidades de los adolescentes y la tendencia que estos tienen de no ser menos que sus amigos.
  • Explícales cómo se les paga a las modelos, actrices, actores y otras celebridades e influencers en redes sociales para ofrecer una imagen perfecta. Su trabajo es verse bien, por lo que deben invertir mucho tiempo, energía y dinero para verse como lo hacen.
  • Debemos hacerles entender que las personas que no son famosas tienen otras habilidades y talentos. De esta forma, entenderán que tener una imagen física perfecta no necesariamente les otorgará felicidad y éxito, sino hacer algo que por lo que tengan pasión.
  • Abrir debates sobre el contenido que ven en redes. Pregúntales quién es popular, qué bloggers están siguiendo, y las cuentas que les inspiran para hacerte una pequeña idea del contenido que están viendo. Hemos de ser abiertos y libres de prejuicios cuando examinemos su contenido, pero debemos señalar sutilmente aquellas fotos que estén retocadas e imágenes poco realistas para ayudarles a ser un poco más escépticos con lo que ven.
  • Hemos de reforzar la belleza y perfección inherentes en nuestros hijos, tanto por dentro como por fuera de manera habitual, para transmitirles tranquilidad y empoderarles. Centrémonos en aquellos aspectos que realmente destacan en ellos y les caracterizan (por ejemplo, la honestidad, la capacidad de trabajo duro, la amabilidad…) que servirán de contrapeso a las influencias negativas que vengan del exterior. Esto también les infundirá confianza para cuando estén asustados, heridos o no estén seguros de si buscar o no ayuda.

Es importante que tengamos en cuenta que este fenómeno de cuentas múltiples no se limita a Instagram, sino que puede suceder en cualquier plataforma o red social. Afortunadamente, como padres, podemos aplicar las mismas recomendaciones anteriores para proteger a nuestros hijos para prevenir algunos de estos efectos negativos del uso de redes sociales.

Deanna Marie Mason, experta en educación y salud familiar. Autora del blog Dr. Deanna Marie Mason. Paternidad proactiva. Apoyo profesional para la familia moderna. Acaba de lanzar su segundo libro: “Cómo educar adolescentes con valores”.

https://elpais.com/elpais/2018/10/17/mamas_papas/1539783345_336670.html

La maternidad y la paternidad marcan un antes y un después en la vida de todo ser humano. Desde el nacimiento de nuestro hijo, defendemos nuestras expectativas y nuestros deseos casi con ferocidad. Lo tenemos muy claro: queremos que duerman como creemos que deben dormir, queremos que se comporten como consideramos que deben comportarse y, por supuesto, queremos que coman cómo, cuándo y cuánto estimamos que deben comer. Luego, la realidad. Y es que, sobre todo en el tema de la alimentación, padres y madres nos pasamos los primeros años de crianza angustiados por la supervivencia de esos niños que tan injustamente etiquetamos de “malcomedores”, por lo poco que pensamos que comen o por los “nadas” que parecen servirles de sustento. Tanto nos preocupamos que es un motivo recurrente de consulta en nuestras citas con el pediatra. Pero la respuesta no está en el ambulatorio sino que, casi siempre, se halla en nuestras expectativas. Obligarles a comer lo que esperamos que coman no debería ser nunca una posibilidad razonable. Una situación muy común y que merece una mención en este Día Mundial de la Alimentación.

Por qué no hay que obligar nunca a comer a un niño

“No obligue a comer a su hijo. No le obligue jamás, por ningún método, en ninguna circunstancia, por ningún motivo”. En 1999, el pediatra Carlos González ya explicaba en Mi niño no me come por qué nunca hay que obligar a un niño a comer. El dietista-nutricionista Julio Basulto confirmaba en Se me hace bola, publicado en 2013, que no existía justificación nutricional alguna para obligar. También insiste en ello a menudo en sus perfiles de redes sociales y lo reafirma al otro lado del teléfono a EL PAÍS: “Obligar a un niño a comer no es ético, ni educativo y es contraproducente. El objetivo no es que el niño coma sino que quiera comer, y que quiera comer saludable, y eso no se consigue con la coacción, con la presión, con la insistencia ni con premios y castigos. El niño es el único que sabe cuánto tiene que comer, eso no lo sabemos los nutricionistas, ni los médicos ni lo saben los padres. Solo lo sabe el cerebro del niño”.

Comparte su postura María Manera Bassols, dietista-nutricionista y autora de diversas publicaciones en torno a la alimentación infantil, quien destaca que en nuestro medio la preocupación debería ser que más del 40% de los niños y niñas tiene un problema de exceso de peso. También insiste en que obligar a comer a la fuerza, cuando se ha manifestado que no se desea o no se necesita, además de una falta de respeto hacia el niño, no es efectivo. “Habitualmente se insiste para que el niño coma más cantidad o con la voluntad de que aumente la variedad de alimentos que toma, o de que consuma determinados alimentos supuestamente saludables y que “hay que comer”. Si el niño no los quiere y le forzamos a que los coma, difícilmente los elegirá motu proprio en futuras ocasiones ya que precisamente forzar a comer suele provocar aversión y rechazo hacia los alimentos a los que se ha obligado a comer”, explica.

No obligue a comer a su hijo. No le obligue jamás, por ningún método, en ninguna circunstancia, por ningún motivo”

Recuerda Carlos Casabona, pediatra especializado en alimentación infantil, que la Academia Americana de Pediatría ya advertía a finales de los 70 en el Pediatric Nutrition Handbook, que el apetito del niño “es errático e impredecible”, y señala que no se debe forzar a comer en casa pero tampoco en el colegio. “Solo el niño sabe lo que necesita a través de un experimentadísimo mecanismo que lleva milenios funcionando a las mil maravillas: el hambre”.

Sobre las consecuencias de obligar a los niños a comer, María Vallejo Guardiola, psicóloga experta en obesidad y trastornos de la conducta alimentaria (TCA), explica que con esta acción alteramos la relación de los pequeños con la comida en el presente, pero también en el futuro, un hecho que influye también en la construcción del apego. “Si la acción de comer se fuerza, se altera su función natural. Un niño obligado a comer desconecta de su cuerpo, no disfruta de la experiencia y ven la hora de las comidas como algo aversivo. Además, el adulto que fuerza a comer no está siendo empático y perjudica el establecimiento de un apego seguro basado en la mutualidad. Un niño al que en su crianza se le ha forzado a comer tiene muchas más probabilidades de convertirse en un adulto con problemas con la comida”, cuenta. Detrás de pacientes con sobrepeso y obesidad, Vallejo ha observado que suele haber “historias de horas interminables en la mesa, donde nadie se levantaba sin el plato totalmente vacío”, algo que provoca desajustes como llegar a la edad adulta con problemas para parar de comer cuando ya se está saciado.

El soborno, la forma más habitual

Según la Academia Americana de Pediatría la forma más habitual que emplean los padres para obligar a sus hijos a comer es el soborno. Pero no es la única. En Se me hace bola, Basulto lo resume en ocho acciones: amenazas, chantaje emocional, hostilidad y despotismo, humillación, mentira, presión y/o coacción, terror, violencia y/o maltrato psicológico. Y pone ejemplos de frases como “Si no te lo comes, te llevaré al hospital y tendrán que dártelo por sonda”, “No te levantas de la mesa hasta que no te lo comas” o “Te tapo la nariz por tu bien, para que te lo tragues”.

Sobre esa acción precisamente, Gloria Colli, pediatra y autora de Tu lactancia de principio a fin, advierte que hay que tener en cuenta que obligar a comer no es solo tapar la nariz al niño y “meterle la cuchara cuando la abra para respirar”, también recurrir a frases aparentemente inocentes como “Si no comes, mamá se va a poner triste”, “Si te lo comes todo te pondrás grande y fuerte” o “Si no te comes la verdura no hay postre”. “Son recursos igualmente desafortunados porque implican además una manipulación emocional. Incluso recurrir al típico avioncito puede ser una forma de obligar si deja de ser un juego y una de las partes ya no lo encuentra divertido”, declara.

Si no te lo comes, te llevaré al hospital y tendrán que dártelo por sonda”, “No te levantas de la mesa hasta que no te lo comas”

Carlos Casabona añade otras maneras encubiertas como «teatritos», alabar las virtudes de lo que se ofrece para comer o el empleo de pantallas (móvil con vídeos o la tablet con dibujos animados). No obstante, también añade algo de optimismo: lo encuentra en los sistemas del Baby Led Weaning (BLW) o aprender a comer solo (ACS) que han llegado para quedarse. “Muchas madres jóvenes están muy bien informadas y adoptan este sistema que respeta los signos de saciedad del bebé”, dice.

Pero no solo el hogar se convierte en el escenario habitual de las presiones por la comida. Los comedores escolares también lo son. María Manera Bassols ha participado en diversas guías acerca del rol de los adultos en las comidas que comparten con niños. Hace un par de años la Agencia de Salud Pública de Catalunya publicaba el documento Acompañar las comidas de los niños. Consejos para comedores escolares y familias, que precisamente aborda este tema, tanto desde el ámbito escolar como del hogar. El texto surgía de la necesidad expresada desde el colectivo de comedores escolares (AMPAs, monitores y coordinadores de los comedores) sobre cómo posicionarse ante situaciones como la negativa a comer o a probar determinados alimentos. “El simple hecho de que se genere debate sobre cuál tiene que ser la actitud del adulto, que surjan dudas, que se pregunte a la administración que trabaja con los comedores cuál es su opinión y posicionamiento, que salga en los medios, etcétera, evidencia que algunas prácticas “tradicionales” de imposición, obligación o coerción están siendo cuestionadas”, plantea Manera.

Actualmente muchos comedores escolares están vinculados de forma directa a los proyectos pedagógicos de los centros, lo que fomenta la implicación, la participación y el aprendizaje de los niños con respecto a la alimentación. “Es verdad que un comedor colectivo es más difícil de gestionar que un hogar, y que hay determinadas prácticas, como el permitir que no se coma algo que no apetece, requiere de un trabajo coordinado y profundo con los adultos responsables del comedor y también con los niños y niñas; pero si existe la voluntad de trabajar desde esta mirada, la experiencia de muchos comedores nos dice que es posible acompañar las comidas de los niños desde este prisma”, explica María Manera.

Los niños que no comen

La alimentación es una de las mayores preocupaciones de los padres durante los tres primeros años de vida de sus hijos. Lo ve Carlos Casabona en su consulta, a la que acuden padres preocupados no solo por la cantidad sino también por el qué y cuándo dar de comer a sus hijos. “El entorno ha cambiado de manera espectacular y lo que dábamos antes con cuatro meses, ahora no se recomienda hasta los seis o siete meses. Lo que antes recomendábamos a los doce meses, ahora decimos que se puede ofertar a los seis. Esto desorienta bastante a muchas familias, pero procuramos dar los consejos nutricionales más actuales y siempre en relación con la evidencia científica que exista, por encima de intereses comerciales que siempre han estado presentes. Lo que sucede es que ahora estamos más atentos y la información corre más deprisa”, cuenta Casabona.

Considera “paradójico” el pediatra que nos preocupemos porque los niños de entre dos y cuatro años coman «poco» en la época de la humanidad en la que más sobrepeso y obesidad infantil hay: “Estamos «fabricando» los que serán adultos con obesidad, con todas las repercusiones que esto conlleva”. Insiste Casabona en que los padres “no deben preocuparse por lo que come su hijo, sino por si es feliz, corre y juega, sin coger excesivas enfermedades o cogerlas banales”, ya que no existe la desnutrición en España sino “malnutrición por exceso y por mala alimentación con calorías vacías y consumo exagerado de bollería”. No obstante, también añade que hay ocasiones en las que el pediatra deberá estudiar casos puntuales en los que haya síntomas asociados a la verdadera falta de apetito como apatía, debilidad, palidez o diarreas.

La alimentación es una de las mayores preocupaciones de los padres durante los tres primeros años de vida de sus hijos.

Gloria Colli considera que la preocupación por la alimentación de los niños es inherente a la maternidad y a la paternidad: “Siempre hay algo que nos preocupa. Si no toma suficiente leche o si toma demasiada, si come poca verdura, si no prueba la fruta, si no conseguimos que coma más sano… Y es bueno que los padres se preocupen, porque conseguimos que se informen y que se impliquen en la tarea de hacer que toda la familia haga una dieta más saludable, pero hay que tener cuidado de que no se transforme en una obsesión que les impida disfrutar de agradables momentos en torno a la comida”.

¿Qué hacer para que la hora de la comida sea un momento agradable? Colli recomienda que lo primero que debemos hacer es apagar la televisión y así aprovechar ese tiempo para charlar en familia, evitando que el tema central sea la comida. “De la comida solo se habla para felicitar al cocinero. Si a tu hijo no le gusta la verdura, por más que tú le digas 20 veces que está muy rica, seguirá sin gustarle. Si queremos que la comida sea un momento agradable, evitemos situaciones conflictivas. Y demos ejemplo. Los niños aprenden por imitación por lo que si nosotros comemos bien, al final ellos también lo harán”.

Y cuando un niño no quiere comer, ¿qué podemos hacer? Responde María Manera Bassols que debemos respetarle, igual que haríamos con una persona adulta. “Las señales de autorregulación de hambre y saciedad son innatas y, en los niños sanos son efectivas a la hora de cubrir sus requerimientos energéticos y nutricionales. En nuestro entorno, con una disponibilidad abundante de alimentos a cualquier hora y en cualquier sitio, no existe justificación nutricional para forzar a comer a alguien que no tiene hambre o no quiere comer”, concluye.

https://elpais.com/elpais/2018/10/16/mamas_papas/1539677915_443370.html?id_externo_rsoc=FB_CM&fbclid=IwAR1AXzLrjJbjbPiai_Irj_r2oxhU21t7O_S4sXIgLHW_Nmqwqa1AiKCQT1o

Sólo tres días desde el inicio del curso.

Eso es lo que han tardado en el “cole de mayores” en darnos un papel avisando de que había piojos en el área.

(Por supuesto, el mensaje ni señala ni culpa a nadie, que está muy bien para no estigmatizar a los portadores, aunque entonces no sabes si es que están en toda la escuela, solo en infantil o solo en algunas clases.)

Pero con bichos reales en la cabeza o no, ya nos pica todo. Además, el antiguo chat de padres de la escuela infantil saca humo. En los nuevos colegios donde van los antiguos compañeros de nuestra hija se encuentran con la misma alarma.

¿Barcelona está llena de piojos? ¿También culparán a Ada Colau y al Procés de esto? ¿Es todo un complot de las empresas farmacéuticas para vender más o realmente La invasión de los ultracuerpos será capilar?

Lo que está claro, nos dicen varios amigos con cicatrices piojiles, es que si lo pillan los críos lo acaban pillando los padres. Y aunque nosotros aún no estamos afectados, ya hacemos inspección diaria a la salida de clase, buscando posibles manchas rojas en el cuero cabelludo o directamente algún ultracuerpo asqueroso.

Como soy previsor, he empezado a documentarme en busca de soluciones que no incluyan raparnos al cero ni pasarnos el día lavando almohadas.

Muchas familias con historial piojil me hablan de un árbol legendario, un Ent de El señor de los anillosque en vez de aporrear orcos se carga a los piojos. Es el árbol del té, que en espray o champú protege y desenreda las cabelleras infantiles y adultas. En teoría, ese espíritu ancestral acojona a los piojos para que no lleguen de okupas, pero para mayor efectividad hay que combinarlo con una lendrera, un peine de púas metálicas, para cepillar mucho todo el cabello y arrastrar hacia la destrucción los huevos de piojo, llamados técnicamente liendres o “mierdamierdamierdaquétienesaquí”

Varias madres me comentan que desconfían de las recomendaciones de las farmacéuticas sonrientes, porque suelen usar químicos que dañan el cabello y solo matan a los piojos vivos, no a sus huevos. Y cuando los kínder sorpresa se abren, hay que repetir el tratamiento varias veces.

Como opciones más seguidas, algunas apuestan por suavizante o mascarilla que no causa tantos estragos capilares como ciertos champús y otras prefieren los centros de eliminación especializados (hay locales cuyo único modus vivendi es matar piojos), donde aspiran los piojos y las liendres se quitan manualmente.

Amplío la búsqueda: mirando tutoriales locos en Youtube, encuentro consejos muy culinarios, que se resumen en llenar el cabello de mayonesa, aceite o sal para que ahogue a los bichos, pero me suena más a aliñar ensaladas que a tratamiento efectivo.

Ante este abanico, no sé a quién creerme.

Así que antes de que las hordas de piojos sedientos de sangre y pelo vengan a por nosotros, ayudadnos, querid@s lector@s harrypateresc@s. ¿Qué remedios os han funcionado?

https://elpais.com/elpais/2018/10/04/mamas_papas/1538637860_344931.html

El exasesor de más de 10 gobiernos critica el academicismo de la escuela y defiende la incorporación de disciplinas como la danza.

Ken Robinson (Liverpool, 1950), exasesor en materia de innovación educativa del ex primer ministro británico Tony Blair y de otros 10 gobiernos, bromea con que mucha gente cree que solo existe en vídeo. No le falta razón. En 2006 protagonizó una charla TED sobre cómo las escuelas matan la creatividad que ya suma más de 53 millones de visualizaciones en todo el mundo. Desde entonces, es uno de los pensadores educativos más solicitados y su caché puede llegar a los 50.000 euros por conferencia. Critica que el colegio funciona de forma similar a las cadenas de producción industrial: se ofrece la misma enseñanza a todos los niños sin tener en cuenta sus necesidades de aprendizaje. “Es un sistema competitivo que está fallando a los alumnos”, lamenta.

En su último libro, Creative Schools (Penguin Random House), Sir Ken Robinson –en 2003, la reina Isabel II lo nombró caballero por fomentar las artes- propone un modelo de escuela que contemple otros grados de inteligencia más allá de la académica, porque “no todos los niños irán a la Universidad y hay que ayudarles a descubrir su talento”.

Robinson vive en Los Ángeles, desde donde lidera la creación de dos plataformas online, una para conectar a profesores de todo el mundo y acelerar el cambio educativo, y otra para ayudar a los jóvenes a descubrir su vocación. Esta semana visitó Madrid para participar en EnlightED, un evento impulsado por Fundación Telefónica, IE University y South Summit para abordar los retos de la tecnología y la transformación del sistema educativo, donde contestó a las preguntas de EL PAÍS.

Pregunta. ¿Cómo cree que debe ser hoy la escuela?

Respuesta. Vemos la escuela como un lugar de rutinas, calendarios exigentes y exámenes. No tiene por qué ser así. Los colegios dividen a los alumnos por grupos de edad, pero en la vida real no nos relacionamos así. La escuela es una comunidad de personas que aprenden y lo primero que habría que hacer es mezclarlas, no hacer del colegio un lugar tan rígido. Al final del día, cuando los niños finalizan las clases, juegan juntos, no hacen diferenciaciones por edades.

En segundo lugar, una buena escuela es la que tiene horarios flexibles. Si un adulto en su día a día se viese obligado a realizar una actividad diferente cada 40 minutos, se quemaría enseguida. Los colegios tienen que funcionar con ritmos naturales para permitir que los niños dediquen el tiempo necesario a cada tarea. Hoy existen programas suficientemente sofisticados para que cada estudiante trabaje a su ritmo, con sus propios horarios.

P. Las escuelas innovadoras suelen ubicarse en los barrios con rentas más altas y las escuelas privadas llevan, en muchos casos, la delantera. ¿Qué se puede hacer para que la innovación educativa no incremente la desigualdad?

R. No se trata de elegir entre innovación o desigualdad, sino de contectar ambos puntos. La innovación es también un cambio en la estrategia a la hora de gestionar el sistema educativo. Ser más inclusivo también es innovar. Los niños que viven en barrios complicados y que además, en algunos casos, no hablan bien el idioma, tienen que recibir más apoyo. Tienen un punto de partida distinto, por su situación familiar, y para ofrecerles las mismas oportunidades hay que centrarse en dar repuesta a sus necesidades.

P. Los profesores se quejan de que no tienen tiempo ni herramientas para transformar la escuela. ¿Qué les recomienda?

R. Enseñar es complicado, los docentes están sometidos a una gran presión. En mi libro Creative Schools cuento que la revolución debe hacerse de abajo hacia arriba. Hay que entender cómo funcionan los cambios sociales, siempre desde la raíz. Persuadir a los políticos a pensar diferente no es la solución. Los grandes temas que afectan a la educación tienen que ir más allá de un ciclo electoral; no pueden depender de la voluntad de un mandatario. Es como el movimiento MeToo o las acciones para frenar el cambio climático; son iniciativas que surgen al margen de la vida política.

 P. ¿Los profesores tienen que hacer la revolución independientemente de lo que marquen los programas oficiales?

R. Cuando un profesor cierra la puerta de la clase, se enfrente a un grupo de estudiantes a su manera, muy pocos sistemas prescriben cómo enseñar, no te dicen qué hacer minuto a minuto. El profesor decide qué hacer. Mucho de lo que pasa en educación no tiene que ver con la legislación, sino con los hábitos.

P. Otra de las grandes tareas pendientes es la revisión de los métodos de evaluación. ¿Cree que PISA -la prueba internacional sobre educación más reconocida del mundo elaborada por la OCDE– está afectando negativamente a los centros?

R. La idea de las pruebas PISA era ofrecer evidencias sobre el funcionamiento de los centros para permitir a los gobiernos tomar decisiones sobre la pertinencia de sus políticas. El problema es la competición que se produce entre países. Su objetivo de posicionarse bien en los rankings les lleva a renunciar al uso de programas innovadores de aprendizaje, por ejemplo en matemáticas o lengua, para poder cumplir con las exigencias de esas pruebas. En los últimos 20 años, Estados Unidos ha gastado miles de millones en exámenes estandarizados -los alumnos realizan cerca de un centenar de evaluaciones externas durante el periodo escolar-.

Esas pruebas no han ayudado a nadie. Las puntuaciones en matemáticas o lengua están en el mismo punto que hace 20 años y eso desmoraliza a los profesores y desmotiva a los jóvenes. Las tasas de graduación tampoco han mejorado; ha sido un experimento fallido. Otro ejemplo es el de Hong Kong, donde hay compañías que ofrecen formación para preparar a los niños de tres años para el examen de acceso a la escuela infantil. Hemos perdido la cabeza.

P. Uno de los grandes fracasos de la escuela es el abandono escolar. ¿Es por falta de motivación?

R. No me gusta la palabra abandono porque esconde un estigma, sugiere que el alumno ha fracasado. Es la escuela la que está fallando a los niños. Está concebida con una visión muy reducida de lo que es el éxito, que suele asociarse con lo meramente académico. La danza es tan importante como las matemáticas, pero hay una visión muy limitada de lo que es la inteligencia. Nos desarrollamos física, emocional, espiritual y socialmente, tenemos diversos talentos. La escuela no lo mide y por ello mucha gente seguirá pensando que ha fracasado.

Hay escuelas alternativas que no se centran únicamente en lo académico sino en descubrir el talento.  Funcionan porque tienen una visión alternativa de lo que es el éxito. Un ejemplo es la red de escuelas Big Picture Learning, unos 100 centros con una conexión muy cercana con los padres y aprendizaje individualizado, con diferentes caminos para cada alumno. En la web Alternative Education Resource Organization se pueden encontrar ejemplos de estos centros.

https://elpais.com/sociedad/2018/10/05/actualidad/1538752174_819875.html?id_externo_rsoc=FB_CM

A nadie le gusta equivocarse. Es posible que para evitar el error no arriesguemos cuando presentamos un informe, aprendemos un idioma o realizamos cualquier tipo de actividad. De este modo, tenemos la fantasía de que así nuestra querida autoestima está a salvo. Pero aquí es donde realmente nos equivocamos, como han demostrado los resultados de un experimento de la Universidad Johns Hopkins.

En el experimento, publicado en la revista de Science Express, se pedía a un grupo de voluntarios que hicieran diversas tareas moviendo un joystick. Mientras los científicos medían la respuesta del cerebro ante los errores y aciertos, se encontraron con una grata sorpresa. Se descubrió que tenemos dos circuitos cuando hacemos cosas nuevas: uno que incorpora las nuevas habilidades y otro que procesa las equivocaciones. Este último equivaldría a un coach, que va criticando el aprendizaje, detecta nuestros fallos entre lo deseado y lo que realmente sucede y los memoriza para utilizarlos en un futuro. Curiosamente, este último circuito, el de los errores, es el que nos permite aprender más rápido. Por eso, no es de extrañar que cuando comenzamos algo no se nos dé muy bien los primeros minutos, como un deporte o hablar en otro idioma o hacer una presentación. Pensamos que es porque necesitamos calentamiento, pero, según este descubrimiento, es porque el circuito de las equivocaciones (o nuestro coach mental) necesita acumular fallos para comenzar a actuar. Por ello, cuanto antes nos metamos en el error, antes aprendemos a hacer las cosas, como defiende Scott Young, quien consiguió graduarse en el prestigioso MIT en la carrera de Ciencias de Programación. Los estudios tenían una duración de cuatro años, pero él los sacó en uno.

Según Young, leer o asistir a clase no te permite valorar si estás integrando los nuevos conceptos. Has de ponerte a prueba. En su caso, en el MIT estudió por libre y se apuntó a los grupos de trabajo para experimentar, equivocarse rápidamente, analizar el error y aprender del mismo. Con todo ello, ¡en tan solo 12 meses consiguió aprobar con éxito 33 asignaturas y realizar los proyectos requeridos! No está mal, ¿no? Por tanto, veamos qué podemos hacer para aplicar estos hallazgos a nuestra realidad, seguramente más modesta:

Primero, necesitamos ser sinceros con nosotros mismos con respecto al aprendizaje. Es decir, ¿realmente sabemos hacer aquello que nos preocupa? Decía Feynman, el premio Nobel de Física, que tendemos a engañarnos con mucha alegría. Pensamos que sabemos inglés cuando realmente lo chapurreamos o que podemos resolver una ecuación o hablar en público cuando realmente nos sentimos perdidos. Tenemos que aterrizar nuestra fantasía y reconocer nuestras áreas de mejora.

Segundo, hemos de ir rápido al error sin que la autoestima se vea afectada. Aprender es equivocarse, así de simple, y como ha demostrado la neurociencia. Por tanto, si te confundes en un examen, en una reunión o donde sea, sencillamente estás demostrando que eres humano y no Superman o Superwoman. Así que dejemos un poco tranquila la autoestima y no la vinculemos con acertar en el cien por cien de los casos porque es imposible. Por ello, si quieres hacer una presentación que te cuesta, prepárate, pero ponte rápido a experimentar, pide a tu familia que te escuche, que te diga en qué puedes mejorar y deja que el circuito de tu cerebro que procesa los errores se vaya poniendo las pilas.

Y tercero, rodeémonos de personas que nos ayuden en el aprendizaje. En el caso anterior es la familia, pero tenemos un sinfín de posibilidades: compañeros, amigos, pareja… quien se brinde a darte información valiosa. Por supuesto, existen más opciones: trabajar con personas que están en tu mismo desafío o estar con expertos o mentores que saben del tema y aprender de ellos.

En definitiva, la ciencia nos ha dado un buen argumento para aliviarnos cuando metemos la pata: alimentamos el circuito de los errores que nos permite aprender más rápido. Por ello, métete cuanto antes a experimentar y a equivocarte porque solo de este modo podrás incorporar nuevos conocimientos.

https://elpais.com/elpais/2018/10/01/laboratorio_de_felicidad/1538408312_021408.html?id_externo_rsoc=FB_CM

Dos de las palabras que más se oyen en casa son «¡Mamá!, ¡Papá!” y en el 90% de los casos esto ocurre porque se ha generado alguna disputa. Si hay algo que nos preocupa como padres, y también nos desespera, es cómo lidiar con las batallas entre hermanos. Debo reconocer que es una de las tareas más difíciles con las que me he encontrado hasta ahora como madre. Las peleas pueden ser muy intensas y a menudo sacan lo peor de nosotros. Y al intentar mediar, muchas veces acabamos más cerca de Cruella de Vil que de Mary Poppins.

Normalmente, ¿qué hacemos ante las broncas entre hermanos? Por ejemplo, si están peleando por un juguete, nos retumba como una vocecita la pregunta: «¿Quién lo tenía primero?» o «Devuélveselo a tu hermano». Y si no resolvemos el problema… Hacemos desaparecer el juguete o les amenazamos con tirarlo a la basura (cuando no quieren recoger amenazar con tirar los juguetes a la basura esa es otra táctica muy en auge, bendita basura que socorrida es). Esta parece una solución fácil y rápida, bien por la falta de tiempo o por la necesidad de acabar lo antes posible con el problema. Reconozco que la he utilizado muchas veces.

Sin embargo, con esta conducta, ¿estamos ayudando a los niños a desarrollar la capacidad para resolver cualquier conflicto que pueda presentarse en su vida? Y lo más importante, ¿podemos sacar de este tipo de situaciones una oportunidad para aprender e, incluso, llegar a reducir las peleas en casa? Reflexionemos.

Cosas a evitar

Las comparaciones entre hermanos: tendemos a comparar con frecuencia cuando queremos que uno de nuestros hijos haga algo o bien tan solo cuando lo queremos alabar por algo que creemos que ha hecho bien y, sin embargo, no nos damos cuenta de que podemos hacer ambas cosas sin tener que mencionar al hermano u otro niño. Las comparaciones entre hermanos generan rivalidad, sentimientos de ira y revancha, además, dañan la autoestima. Cada niño es único y especial, tratemos de aceptar a cada uno tal cual es y permitamos que cada uno se desarrolle a su manera. A veces se asigna en la familia determinadas etiquetas que además acompañan como una pesada losa hasta bien entrada la edad adulta.

Etiquetar a los niños, limita, encasilla, y condiciona en ocasiones de por vida. Los niños pueden acabar adoptando el papel que les hemos asignado (el pegón, el inquieto o chivato). Escuchar, conectar con nuestro hijo y validar sus emociones, sentirse apoyados y acompañados aunque se hayan equivocado es una manera de hacerles sentir seguros y tenidos en cuenta. Podemos evitar que los niños repriman sus sentimientos y emociones, descarguen su ira hacia otra persona, para ello es necesario ayudarles a canalizar su ira e invitarles a que expresen lo se sienten. Los sistemas de alarma se activan cuando oímos a nuestros hijos discutir y en seguida correremos cual Dash, es el hijo de Los Increíbles, para intervenir en el conflicto. Muchas veces nuestra intervención no hace más que empeorar el problema.

¿Qué podemos hacer en el momento del conflicto?

Si se está produciendo daño entre ellos separar a los niños e intervenir. Pero si se trata tan solo de una disputa:

  1. No apresurarse
  2. Validar los sentimientos, reconocer su enfado.
  3. Tratar de escuchar a cada uno sin hacer juicios tratando de reflexionar sobre lo sucedido.
  4. Describir el problema.
  5. Darles la oportunidad de que intenten resolverlo por ellos mismos.
  6. Marcharse.

Podemos educar a nuestros hijos para que sepan tomar decisiones y resolver conflictos sin necesidad de tener siempre nuestra presencia. Encontrar soluciones democráticas en el hogar, confiar en su capacidad y dejar de tirar juguetes a la basura (por la cuenta que nos trae). Hay que  practicar, a la par que tomamos conciencia de que no todo funciona siempre.

Ruth Alfonso Arias. Educadora Infantil, Educadora de familias de Disciplina Positiva

https://elpais.com/elpais/2018/09/11/mamas_papas/1536657989_877793.html

Han transcurrido 63 días desde que los más jóvenes de la casa aparcasen los libros y los cuadernos utilizados durante el curso e iniciaran sus vacaciones de verano. Ahora empieza la cuenta atrás y en pocos días, más de ocho millones de alumnos retomarán sus estudios de enseñanza de Régimen General no universitaria, según datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Esta incorporación de niños y jóvenes a las aulas, tras un dilatado periodo vacacional, se asocia con la aparición de episodios de ansiedad y angustia, al igual que les sucede a algunos adultos. Es el conocido como “síndrome postvacacional”, un proceso de adaptación que presenta unos síntomas bien definidos pero que no está reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como enfermedad. En el grupo de población infanto-juvenil, el síndrome postvacacional puede manifestarse de forma conjunta o aislada y la sintomatología es bastante amplia: tristeza, irritabilidad, alteraciones del sueño, fatiga, pérdida de apetito, aparición de molestias corporales difusas, diarreas o vómitos. Síntomas que hacen que nuestros hijos presenten una conducta alterada.

Arancha Ortiz, psiquiatra infantil del Hospital Universitario La Paz (Madrid), indica que «el síndrome postvacacional es un fenómeno completamente normal, que dura entre uno y tres días. A veces, puede llegar a prolongarse una semana hasta que la persona se adecúa de nuevo a su ritmo de vida normal. Si no remite pasado este tiempo, quizás podrían enmarcarse dentro de los que se denomina trastorno adaptativo y habría que determinar si existen otros factores que están contribuyendo a que el niño no consiga aclimatarse a la nueva etapa”.

Según Yolanda Cuevas Ayneto, psicóloga de la salud y del deporte, “es importante saber diferenciar el síndrome postvacacional de la distimia”. En su opinión, “si el síndrome postvacacional se alarga en el tiempo y persisten pasadas dos semanas hay que acudir a un especialista para poder determinar si se trata de depresión. Detrás de ese estado emocional y físico puede haber dificultades de aprendizaje, miedo a profesores, presión de los padres por los resultados académicos, bullying, problemas de habilidades sociales o dificultades de adaptación al nuevo centro escolar, y no un proceso de adaptación natural a la nueva situación más exigente”. Cuevas Ayneto indica que “si durante un año el niño o adolescente presenta un estado deprimido o irritable la mayor parte del tiempo como criterio principal se trata de distimia, tal como lo marca el Manual de Diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría de los Trastornos Mentales (DSM), y estaría relacionado con otros criterios adicionales como exceso o falta de apetito, falta de energía, problemas relacionados con el sueño, falta de concentración, baja autoestima, dificultad para tomar decisiones o pensamientos negativos”.

Los pediatras explican que el “síndrome postvacacional” es algo normal y muy comprensible, especialmente en niños que llevan desde el mes de junio sin horarios fijos, con menos preocupaciones y responsabilidades y disfrutando de ambientes distendidos. Señalan también que la crisis de adaptación puede ocurrirle a cualquier niño: a aquellos que inician el colegio por primera vez, a los que en verano han variado mucho sus rutinas, a los que cambian de centro y, por lo tanto, también de compañeros y profesores, e incluso a aquellos que cambian de etapa en la escuela.

Por ello, Nieves Nieto, psicóloga y especialista en psicopatotolgía infanto-juvenil y atención temprana, aconseja “tranquilidad y paciencia”, tanto en el entorno familiar como escolar y comenta lo importante que resulta como norma general “la actitud positiva frente a la reincorporación a las rutinas y al colegio”. Asimismo, subraya que “hay que es importante hacerles ver lo positivo de cada época del año y no ser un ejemplo de negatividad frente a nuestra propia reincorporación al trabajo”

Cuevas Ayneto ofrece a los padres una serie de consejos para que sus hijos afronten esta nueva realidad con serenidad y de la manera menos traumática posible.

  1. Ayúdales a que expresen lo que les sucede y respeta el proceso. Muchos niños se encuentran mal y no saben las razones. Su falta de madurez impide que sepan describir lo que sienten y les hace más vulnerables. Observar y hablar de la sintomatología les ayudará a que tomen conciencia. Es importante entender también que cada niño lleva su proceso y que los hermanos, por ser hermanos, no tienen por qué adaptarse igual a una misma situación.
  2. No alimentes sus angustias. Lamentarse de que acaban las vacaciones entrena y favorece un modo de afrontar la situación de manera “tóxica”. Las malas caras y el mal humor potencian un estado negativo y al final la vida familiar se ve afectada.
  3. No des consejos sin saber las razones de su estado y valida sus emociones. Si su miedo es el nuevo profesor de nada sirve que le digas que va a ver a sus amigos. Transmítele tu apoyo. Recibe sus emociones, no le des portazo con expresiones tipo ¿por esa tontería estás así?
  4. El cerebro es teflón para lo positivo, así que enseña a fijar todo lo positivo. La actitud optimista se entrena. Por ejemplo, recuérdales que van a reencontrarse con amigos a los que les van a hacer partícipes de sus vacaciones más allá de compartir fotos por las redes sociales. También, habla con ellos sobre lo divertido que es iniciar su actividad deportiva favorita, disfrutar de sus juguetes, aprender cosas nuevas o hablar de las excursiones que van a hacer este año con el colegio o instituto.
  5. Es importante no volver casi la víspera del comienzo del curso pues esta situación aumenta la probabilidad de padecer “síndrome postvacacional”. A veces con la excusa de que está todo preparado, se pasa directamente del mar al pupitre. Así no se da tiempo para que se adapten. Facilítales ese tránsito permitiendo que forren libros o te ayuden, que pongan su nombre de forma original, diseñen la portada del cuaderno según la asignatura, elijan mochila o estuche. Es importante implicarles en este proceso. Si puedes, recoge el material didáctico la semana anterior para que lo hojeen y se familiaricen. Su cerebro comenzará a conectar con la nueva realidad.
  6. Fomenta los “hábitos de septiembre”. Que se acuesten antes y que los horarios de comidas, meriendas, cenas y baños se aproximen a su horario habitual. Así se facilitará el cambio al cerebro.

https://elpais.com/elpais/2016/08/19/mamas_papas/1471593536_350119.html

Y por fin ha llegado, el post del comienzo del buen tiempo, ahora no hablaremos de toses y mocos, ni de cuadros infecciosos varios; ahora hablaremos de esos bichitos malos que abundan en verano, y que nos pican y hacen pupa. Intentaremos hablar de los más comunes y de los más temidos, hablaremos de si es posible prevenirlos de algún modo y que podemos hacer si no hemos podido evitar su ataque.

Comenzaremos por el rey indiscutible de los veranos, vendría a ser como ese tema estrella que se baila cada verano, y que se escucha una y mil veces, el problema es que a los mosquitos no llegamos a acostumbrarnos, aunque terminamos odiándolos de la misma manera que a la canción del verano.

Mosquitos, como hemos dicho reyes indiscutibles, no hay quien les gane por pesados y por cansinos y por dolorosos, y da la impresión de que cada verano vienen con más ganas y fuerza. A la hora de prevenirlos es complicado, da la impresión de que nada podemos hacer, aunque hay algunos consejos que hay que tener en cuenta:

  • Evitar aguas estancadas, intentar evitarlas de cualquier manera (cubos, contenedores, bebederos de agua para mascotas, etcétera). La piscina debe tener un proceso de depuración periódico si no se convertirá en su balneario particular, de la misma manera las fuentes (siempre en funcionamiento o no tener). Si en nuestro pueblo vemos alguna zona con agua estancada es correcto avisar al ayuntamiento, aunque en principio es una tarea que vigilan especialmente en verano.
  • Mosquiteras de toda la vida en las ventanas, se han usado siempre y van muy bien más a más podemos usar si se nos ha colado alguno mosquiteras sobre las cunas o camas de estas que cuelgan, a los peques de la casa les encantarán.
  • Repelentes cutáneos, aquí está muy claro cuál es el aconsejado según la edad, aunque hay que decir que no todos cubren todos los bichejos que nos acechan, por ejemplo la citronela solo nos previene de los mosquitos, el IR3535 también lo hace con las moscas y los tábanos, el citrodiol cubre el mosquito y el mosquito tigre, la piretrina abarca mosquito, mosca, tábano, garrapata, chinches y zika, el icaridin incluye mosquito, moscas y garrapatas y finalmente el DEET cubre mosquito, mosca, tábano, garrapata, chinches y zika.
  • Lo natural está de moda, el problema es que todo lo que podamos hacer tiene muy corta duración y no será tan efectivo como lo químico, en mi modesta opinión son un complemento. Puedes cortar limones por la mitad e introducir semillas de clavo de olor en la piel procurando que la parte gruesa de la semilla quede al aire. Coser hojas de eucaliptus y poner el agua resultante en botecitos en habitaciones, frotar albahaca o manzanilla sobre la piel o colocar plantas de albahaca, geranios, citronela junto a las ventanas. También puedes mezclar 100 ml de aceite de almendras dulces con 20 gotas de esencia de albahaca y 20 gotas de esencia de geranio. Apto para niños y bebés.

Aplicación de repelentes

Es muy importante tener en cuenta que distanciar la aplicación de estos repelentes unos 30 minutos después de la aplicación del protector solar.

BEBÉS: sólo pueden usar compuestos que lleven citronela (no confundir con citrodiol que es a partir de los 2 años). Esta tiene una duración de acción limitada de alrededor de unas 6 horas, se aplica en el cochecito o en la ropa.

NIÑOS DE 1-2 AÑOS: citronela y repelente de nombre IR3535 (), tener cuidado con los ojos y las mucosas y no aplicar el aerosol sobre la cara

NIÑOS DE 2-12 AÑOS: citronela, IR3535, citrodiol al 40%, piretrina infantil 0,8%, DEET al 30%

MAYORES DE 12 AÑOS: citronela, IR3535, citrodiol, piretrina 1,2%, icaridin y DEET máximo al 50%

Mención aparte merece el árbol de té, de efectos no demostrados y con varios episodios de toxicidad local y por ingestión accidental, recalcar sobre todo que está contraindicado en menores de tres años.

En cuanto a otros aparatejos (los hay miles, algunos con dudosa eficacia, hablaremos sobre todo de las pulseras, que suelen ser más cómodas que otra cosa y que nos ayudan por ejemplo si se van de colonias o están haciendo una actividad durante el verano dónde no nos podamos asegurar que les pongan el repelente, o simplemente como un complemento al repelente convencional pero no sustituyen otra actividad preventiva, ya que tienen poca duración; esto quiere decir que las primeras horas pueden estar medianamente protegidos pero luego no(habría que cambiar la pastilla bastante más frecuente de lo que recomienda el fabricante, y nos salde carísima la protección de esta manera)

En cuanto a aparatos que emiten vibración y basándonos en que las que pican son las mosquitas, parecería que emitiría un zumbido similar al que produce el macho con su aleteo por lo que así las hembras se espantarían (sobran comentarios acerca de ese comportamiento del mundo mosquiteril), personalmente creo a las mosquitas les va la marcha porque este aparato se ve que no les asusta en absoluto, en realidad los estudios que he encontrado dicen que las mosquitas son un poco sordas y al ultrasonido no le hacen ni caso

Una vez han picado el tratamiento se basará en frio local (el hielo tiene un efecto anestésico y antiinflamatorio potente, estoy convencida que está totalmente infravalorado, se piensa antes en un medicamento que en la bolsa de guisantes del congelador).

En el mercado también existen pomadas con cierto efecto calmante del picor que se pueden tener a mano como complemento del frío. (cuidado con algunas que son fotosensibilizantes, esto quiere decir que aplicadas y expuestas al sol pueden provocar una reacción en la piel)

En caso de que haya dado una reacción más o menos importante (las picaduras de mosquitos no dan alergia), se podrá acudir a la aplicación de pomadas con corticoides de baja potencia o pomadas con antibiótico en caso de que se haya sobreinfectado la herida. Si hay mucho picor en casos ocasionales puede ser necesaria la administración de antihistamínicos por vía oral.

Si hay dolor en la zona de la picada que no se resuelve con calmantes locales se puede acudir a la administración de ibuprofeno o paracetamol.

Pulgas, sobre todo cuando vamos al apartamento de playa cerrado todo el año o a sitios con poca ventilación y poco recambio, granjas con animales o casas de colonias. ¡A veces cuesta identificarlas y no se sabe bien que es lo que ha picado, lo que está claro es que pica y mucho! Normalmente van en fila, esto quiere decir que hay varios seguidos como haciendo un recorrido. No tenemos prevención, pero se tratarán al igual que otras picaduras.

Abejas y avispas: Aquí hay que ponerse muy serio porqué así como las picaduras de los mosquitos pueden ser molestosas pero no tienen ninguna consecuencia más seria que una inflamación o un poco de sobreinfección de la herida, las picaduras de abejas o avispas en personas alérgicas pueden llegar a producir la muerte por anafilaxia. Por lo que en caso de tener la certeza de alergia a estos insectos siempre hay que tener presente antes del verano de tener los autoinyectores de adrenalina a mano y sin caducar.

Medusas. Tengo que reconocer que me parecen los seres más desagradables, no puedo con ellas, esa gelatinosidad, esa forma de atacar tan cobarde. En fin les tengo un odio particular, además cuando alguien avisa de que ha visto alguna inmediatamente sé que me ha fastidiado el día de playa porque no pienso ni acercarme a mi querido Mediterráneo.

Debemos hacer mención aparte a una visitante de estos días y que tiene un nombre encantador la “Physalia physalis” o más conocida como carabela portuguesa (embarcación que navega por las zonas del océano Índico y Pacífico mayormente pero como aquí somos más moles se acerca por estas tierras a ver que tal y es por eso por lo que poco antes del verano se la puede ver en prácticamente en toda la franja mediterránea).

Son unos organismos que en sí mismos no son medusas, no tienen capacidad de nadar y se dejan arrastrar por las corrientes y vientos. A diferencia de las medusas su forma no es la de una campana con tentáculos si no es como una especie de bolsa con muchísimos tentáculos por abajo muy urticantes, con un veneno muy potente. Este veneno en sí no es mortal, pero puede afectar de forma grave a niños pequeños y personas alérgicas. Normalmente, llegan a nuestras playas muertas, pero no se deben tocar ya que la toxina tiene actividad hasta incluso dos días después de su muerte. El tratamiento es el mismo que para una picadura de medusa normal y lo encontraréis más adelante.

La manera de evitarlas sería que alguien diera la voz de alarma o que haya una bandera que indica que hay medusas y que los socorristas de la playa en cuestión nos digan que intentemos evitar el baño. Aún así con niños es muy difícil y terminarán en el agua día sí día también, por lo que iremos directamente a los consejos.

  •  Lavar la zona con agua de mar o suero salino, pero no restregar y nunca con arena.
  •  Retirar los tentáculos adheridos con una tarjeta de crédito, plástico o similar, no con pinzas porque se rompen y pueden quedar.
  •  Aplicar si se puede bicarbonato al 50% con agua del mar.
  •  Aplicar hielo en una bolsa durante 10 o 15 minutos.
  •  Valorar si hace falta dar antiinflamatorios para el dolor o por la extensión o bien aplicar cremas con corticoides que son antiinflamatorias también.
  •  Si los síntomas persisten no dudes en acudir a urgencias.
  •  No usar nunca agua dulce, alcohol, jabón u orina. El vinagre tampoco se debe usar solo es para algún tipo de medusa.

Recomendaciones extraídas de la infografía fantástica realizada por @boticariagarcia que nos los explica perfectamente. Aquí les dejo el enlace para que lo podáis consultar

Espero que tengáis ahora un poquito más idea de cómo actuar frente a las amenazas veraniegas, recordad sobre todo la importancia de la protección solar y de los repelentes adecuados en caso de viaje o de encontrarnos al aire libre.

*Andrea Masiá, pediatra y administradora de la página El médico de mi hij@.