Cuenta Luz Rello que cuando era pequeña y descubrió a Marie Curie, enseguida supo que quería ser como ella. También que lloró al pensar que, debido a su dislexia, ella jamás sería lo suficientemente inteligente para alcanzar esa meta. Hoy, sin embargo, su nombre se cuela junto al de la científica polaca nacionalizada francesa cuando se trata de ofrecer a las niñas referentes femeninos en el mundo de la ciencia. A través de Change Dyslexia y de la app Dytective Luz Rello ha conseguido visibilizar este trastorno del aprendizaje y agilizar su diagnóstico y las posibilidades de superación. Ahora presenta Superar la dislexia (Paidós), un libro que se mueve a medio camino entre el manual teórico y la biografía, porque en él la científica madrileña ofrece muchos datos científicos y muchos consejos, pero también se desnuda contando aspectos y situaciones personales que hasta ahora no habían salido de su círculo de confianza.

PREGUNTA. Superar la dislexia, como bien dice Juan Carlos Ortega en el prólogo, podría ser un manual sobre la dislexia, pero sin embargo también es un libro muy personal, en el que en cierto modo te desnudas contando muchas experiencias vitales. ¿Ha sido liberador escribirlo?

RESPUESTA. Para mí ha sido difícil escribir el libro. Y no por lo obvio, que es que tengo dislexia, sino por la parte personal, porque he contado cosas que hasta ahora había compartido con muy pocas personas. Al principio solo quería contar en el libro algunas pequeñas anécdotas, pero cuando lo empecé a escribir contacté con algunas madres que me animaron a contar cosas personales porque muchos padres se iban a ver reflejadas en ellas con sus hijos. Más que liberador ha sido un proceso duro, pero si sirve a alguien, bienvenido sea.

P. Este libro y mucho de lo que has conseguido en la vida empezó a nacer cuando eras pequeña, soñabas con ser Marie Curie y un día tras otro te topabas con las dificultades que, en forma de errores ortográficos y suspensos, la dislexia ponía en tu camino. ¿Crees que eres lo que eres hoy gracias en parte a la dislexia?

R. Creo que hay al menos tres cosas que me ha dado la dislexia y de las que me he dado cuenta al escribir el libro. La primera es la perseverancia o tolerancia al error. En investigación nada sale a la primera y veo a compañeros que se frustran, que abandonan investigaciones, mientras yo pruebo y pruebo hasta que consigo lo que quiero. No me afecta que las cosas me salgan mal y creo que esto es algo común en muchas personas con dislexia. La segunda es la capacidad para trabajar en equipo y colaborar, porque si tienes dislexia desde muy pronto te das cuenta de que tú solo no puedes hacer las cosas bien, sino que necesitas confiar y apoyarte en la gente. Y por último diría que me ha hecho en cierto modo tener empatía y mantener los pies en el suelo, porque tengo claro que no me quiero convertir en el tipo de gente que se reía de mí de pequeña.

P. “De pequeña detestaba mis fallos, pero ahora les digo a todos los niños que deben valorarlos, porque en sus fallos está la clave para superar sus dificultades”, escribes en la introducción. ¿Qué sentiste al comprobar que los errores vinculados con la dislexia no eran arbitrarios, que tenían un patrón, que la solución para la dislexia, como escribes, estaba dentro de las personas con dislexia?

R. Flipé. Primero descubrí que existían patrones lingüísticos, que los errores no eran aleatorios. Pero cuando vimos que si eso lo aplicábamos a ejercicios, los niños mejoraban, entonces ya alucinamos. Mi equipo y yo llorábamos de alegría. Toda la vida buscando la solución y resulta que esta estaba dentro de los propios niños con dislexia, que con sus propios errores podían mejorar. Es algo precioso, brutal, se me pone la piel de gallina solo de contarlo.

Sí que quiero dejar claro que los ejercicios de Dytective funcionan en combinación con la terapia que los niños reciben en las clases de apoyo de los colegios. En nuestro estudio con 112 niños hemos visto que hay mejoras significativas al combinar ambos aspectos en comparación con recibir únicamente la atención de los orientadores del colegio. Aún estamos lejos de que una aplicación informática pueda por sí sola ayudar a los pacientes con dislexia, es algo muy personal que necesita el cara a cara.

P. Uno de los problemas es que muchas veces las personas con dislexia y su entorno tardan en comprender qué provoca esos errores, qué hay detrás de ello. ¿Fuiste una afortunada o en tu caso también tardaron en diagnosticarte la dislexia?

R. Me siento afortunada en general, principalmente por la familia que he tenido, que nunca dio importancia a mis notas y nunca me metió presión. He tenido un contexto favorable para poder superar la dislexia aunque a mí me la detectaron tarde, con diez años, estando ya en quinto de primaria, así que creo que los niños de hoy en día tienen que ser más afortunados que yo para que no pasen por cosas que las personas de mi edad hemos tenido que pasar.

P. Justo te iba a comentar eso, que hoy se ha avanzado bastante en ese diagnóstico. ¿Es la precocidad del diagnóstico fundamental para el futuro de los niños con dislexia?

R. Fundamental, por eso nos hemos volcado tanto en que Dytective sea una herramienta gratuita para hacer un primer cribado de dislexia y llegar al máximo número de personas posible.

P. Porque Dytective lo que hace es un cribado, no un diagnóstico, ¿verdad?

R. Exacto. Hace un cribado y si existen posibilidades de tener dislexia te remite al servicio psicopedagógico del colegio o a un profesional externo para tener un diagnóstico. Ahora mismo tenemos en la aplicación una sensibilidad del 81%, es decir, que de cada 10 niños que salen con riesgo de dislexia en Dytective, ocho van a ser disléxicos realmente.

P. ¿Cómo se puede apoyar a un niño disléxico?

R. En la superación de la dislexia hay tres patas fundamentales en las que he querido focalizar mucho en el libro. Por un lado están los padres, que tienen que trabajar mucho en el tema de la autoestima y el apoyo emocional, no presionando a sus hijos, que ya tienen bastante presión del colegio, del terapeuta y de sus compañeros. Por otro está el colegio, que es importante que haga las adaptaciones necesarias, como poner las preguntas de los exámenes en tipografía más grande, leer las preguntas del examen en alto… Y, por último, están los terapeutas, que tienen que seguir con sus terapias y si ya utilizan nuestra aplicación como complemento, pues será la leche.

P. En tu caso cuentas la historia con tu profesora Luisa María Bellot, que en cierto modo fue una especie de ángel de la guarda para ti. Sin embargo, la dislexia está muy relacionada con el fracaso escolar.

R. El año pasado hicimos un estudio en 40 colegios de la Consejería de la Comunidad de Madrid en los que utilizamos Dytective para conocer la prevalencia de dislexia. Aún no está publicado, pero nos sale que es de entre un 6% y un 7%. Saber de este porcentaje cuántos acaban fracasando escolarmente es algo que no está estudiado, aunque seguramente el porcentaje sea alto. Nuestra idea con este estudio, en el que este año ya van a estar incorporados 100 coles de la Comunidad, es hacer un estudio longitudinal para ver dentro de cuatro años lo relacionado que está el fracaso escolar con la dislexia.

P. Dices que el porcentaje seguramente sea alto. ¿Qué falta a nivel educativo para dar la vuelta a estas estadísticas?

R. La verdad es que cuando doy una charla un sábado por la mañana y veo que se plantan allí 200 profesores, mi sensación es que los profesores son personas excelentes, súper motivadas, con ganas de mejorar la calidad de vida de sus alumnos. Creo que lo que sucede es que faltan recursos en el sistema educativo, que faltan orientadores y logopedas en los colegios. Por eso hemos hecho en parte Dytective, por liberar un poco de trabajo a estos profesionales para que puedan atender a más niños con problemas de aprendizaje, aunque lo ideal sería que hubiese más recursos.

P. Supongo que también será importante romper con los estereotipos y los estigmas con los que arrastran los niños con dislexia, como que son vagos, tontos, despistados… Al final, leyendo tu libro, me doy cuenta de que se acaban convirtiendo en autoestigmas. Que tú mismo te los crees.

R. Totalmente. Y a mí me sigue pasando hoy, que para muchos temas sigo teniendo un montón de inseguridades. A mí me dan premios y no me lo creo, escribo correos electrónicos y cuando los envió me entra el miedo de que estén llenos de erratas o en cuanto hay un error pienso que la culpa la tengo yo. Y eso es para toda la vida. En ese sentido sí que veo mejor a niños más jóvenes que han sido diagnosticados antes. Los veo más echados hacia delante, con más confianza en ellos mismos. Pero sí, el estigma al final te lo crees tú, y ya no solo porque te lo digan, sino porque lo ves tú, te das cuenta de que no vas igual que el resto.

P. En ese sentido cuentas en el libro cómo descubriste a Marie Curie, cómo soñaste ser como ella, y cómo te avergonzaste de tu propio deseo “porque en el fondo ya sabía que yo no era lo suficientemente inteligente para llegar a serlo”. Aún hoy, como dices, no te acabas de creer que te den un premio. Imagino que hay que hacer un trabajo muy fuerte con respecto a autoestima, ¿no?

R. Sí, dedico un capítulo en el libro al tema, coescrito con una psicóloga, porque este es un tema del que me preguntan mucho los padres. Y es que es muy importante. Tú imagínate que no te puedes fiar desde que eres pequeño de tu propia percepción. Eso te mina mucho y afecta mucho a tu autoestima.

P. ¿Y qué pueden hacer los padres y profesores para ayudar a los niños con dislexia a trabajar la autoestima?

R. Los profesores tienen que normalizarlo en el aula sin necesidad de decir la palabra dislexia, porque eso ya puede ser una etiqueta para el niño. Y tienen que dejar claro que todos tenemos fortalezas y debilidades y que al niño con dislexia hay que ayudarlo entre todos, de la misma forma que él ayudará a los demás en temas en los que tenga más facilidad. Creo que los colegios deberían fomentar esa ayuda, implicar a la clase estimulando las fortalezas de cada cual.

Y para los padres hay muchos consejos, pero sobre todo les diría que sean transparentes y cariñosos, que si sus hijos tienen una dificultad, se lo digan con sensibilidad, pero con normalidad. Y que apoyen al hijo para superarlo, sin trivializar el problema y sin presionarlo.

https://elpais.com/elpais/2018/10/15/mamas_papas/1539610580_799688.html?id_externo_rsoc=FB_CM&fbclid=IwAR2045dpwAaO5bbV0plO2qE1mtuxbBtZJ9Hlqx-9_e295-uSSPU3DR18iPY

72andSunny, agencia de publicidad con sede en Nueva York, Los Ángeles y Amsterdam, y el Ad Council, una ONG estadounidense que produce, difunde y promueve anuncios para el servicio público, han puesto en marcha una impactante campaña para concienciar a la sociedad sobre el peligro del consumo descontrolado de opioides. También llamados narcóticos, los opioides son unos analgésicos muy fuertes que pueden provocar dependencia y tolerancia si se administran de forma continuada.

Bajo el lema «La verdad sobre los opioides«, la campaña muestra los tres primeros días de desintoxicación de una joven adicta a los opioides que se prestó a meterse en una habitación acristalada en pleno centro de Nueva York para que todo el mundo pudiera ver su sufrimiento. Y, por si fuera poco, la terrible experiencia también fue retransmitida en directo vía `streaming´.

El resultado de esta acción ha sido un vídeo en el que la propia Rebekkah explica que su adicción empezó cuando el médico le recetó unos analgésicos opiáceos para combatir el dolor producido por una lesión en el tobillo. Cabe señalar que cada 15 minutos muere una persona en Estados Unidos por el abuso de estas sustancias y que la adicción empieza tras cinco días consumiéndolas.

 

 

Durante años, Pablo se hizo la misma pregunta: ¿cómo puede una persona estar tan enganchada a la tragaperras? Se refería a un hombre que veía todas las mañanas en la cafetería donde iba a desayunar. Siempre estaba jugando. Tiempo después se lo volvió a encontrar, esta vez en una terapia de rehabilitación para ludópatas. Ambos eran adictos al juego, con la diferencia de que los 340.000 euros de deuda de Pablo no venían de gastar dinero físico, sino de apostar online, un mercado que atrapa a cada vez más jóvenes y que crece a doble dígito en España, impulsado por unos anuncios que han invadido todos los soportes a la espera de que se apruebe un decreto definitivo que regule su emisión, pendiente desde 2011.

Los anuncios del juego ‘online’ se disparan y los más jóvenes se enganchan

“Pensaba que no era como él”, confiesa Pablo, de 33 años y empleado de banca. Pide usar un nombre ficticio antes de empezar a contar lo poco que tardó en engancharse. Gran aficionado al fútbol, empezó a jugar online con 20 años. “Apostar por internet es muy accesible y extremadamente adictivo”, asegura, en un país donde el 93% de la población ya tiene móvil a los 14 años, según el Instituto Nacional de Estadística. Ahora ve los partidos con cuentagotas y solo cuando ya han arrancado, para evitar tragarse la publicidad de apuestas, que le genera profundo rechazo.

En 2017, se emitieron más de 2,7 millones de anuncios de juego online en todos los soportes, según la consultora InfoAdex, frente a los 128.000 de 2013. Aunque todavía represente un segmento pequeño sobre el conjunto de la industria, el sector digital crece tanto en ingresos como en inversión en marketing, destinada sobre todo a anuncios y bonos, otra estrategia que hace mella en públicos de todas las edades.

“Quienes más sufren este bombardeo publicitario son los jóvenes y los que padecen alguna patología del juego”, comenta Susana Jiménez, psicóloga clínica y coordinadora de la Unidad de Juego Patológico del Hospital de Bellvitge, que cada año atiende entre 350 y 400 nuevos casos de relacionados con la adicción al juego. “Son los más sensibles a iniciarse o recaer con la publicidad”. Según el informe de percepción del juego de la Universidad Carlos III, alrededor de 230.000 personas menores de 35 presentan un “alto riesgo” de adicción en España, y los jóvenes se inician cada vez antes a esta actividad.

La prevalencia de jugadores problemáticos en España es sin embargo tan solo del 0,3%, según los estudios clínicos disponibles. Bayta Díaz es psicóloga en la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (APAL) donde Pablo lleva tres años en terapia. Explica que no existe relación directa entre publicidad y ludopatía, reconocida oficialmente como una adicción del comportamiento sin sustancia, pero señala que los anuncios están dirigidos a aumentar el consumo, y con ello el riesgo. «Es como si vendieran cerveza en un colegio”, ejemplifica. “En el Plan Nacional contra las drogas se habla de consumo como variable de riesgo para desarrollar una patología; igual deberíamos de tenerlo en cuenta con el juego también”.

Un negocio que crece año tras año

El canal virtual se ha convertido en la joya de la corona de un mercado que en su conjunto, sumando el juego físico, mueve menos dinero que hace diez años. En 2017, el segmento online ingresó 560 millones de euros —descontados premios y reapuestas—, cinco veces más que en 2013. Las apuestas deportivas son las grandes protagonistas de esta evolución, según datos de la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ) y el Consejo Empresarial del Juego (Cejuego), que aclara que, pese a su auge imparable, el negocio digital todavía supone una pequeña parte de la facturación total de la industria.

La ley de 2011 que regula el juego online establecía que se adoptara una norma específica para los anuncios, que todavía no ha visto la luz. De momento, la referencia han sido la Ley General de Comunicación Audiovisual y un código de conducta cuya adhesión es voluntaria y cuya aplicación está supervisada por Autocontrol, organismo independiente integrado por firmas del sector, medios y agencias de comunicación, anunciantes y otras empresas. A finales de 2017, el Ministerio de Hacienda redactó un segundo proyecto de decreto ley —el primero fue en 2015, pero no llegó a aprobarse— que todavía está en tramitación.

Entre otras limitaciones, el borrador prohíbe que se traslade la idea de que el juego se relacione con el éxito personal y profesional, y obliga a incluir la coletilla Juega con responsabilidad en los mensajes, frase que también tendrán que pronunciar los rostros conocidos que protagonicen los anuncios. Asimismo, veda la emisión en horario infantil, tal y como establece la ley audiovisual, prohibición que sin embargo no se está respetando según los datos facilitadas por Infoadex. El texto tampoco tiene la capacidad de regular los anuncios en Internet más allá de los filtros presentes en las redes sociales, confirman fuentes del Ministerio de Hacienda, quienes no concretan una fecha para la aprobación de la norma.

Los anuncios del juego ‘online’ se disparan y los más jóvenes se enganchan

“Esperamos que el decreto no ponga patas arriba el sector”, comenta Miguel Ferrer, portavoz de la Asociación Española del Juego Digital, Jdigital. Ferrer confía en que la regulación final no sea excesivamente restrictiva y que las condiciones sean iguales para todos, también para las Loterías del Estado. “La publicidad y el marketing son la única vía de captación que tenemos porque no contamos con tiendas físicas”, mantiene.

Iconos de los jóvenes

Hibai López, investigador en la Universidad de Deusto, explica que la exposición prolongada al bombardeo publicitario y la elección de deportistas de elite o personajes famosos como protagonistas de los reclamos, a menudo íconos para el público más joven, contribuye a normalizar esta actividad. “Es preocupante. La gente que está en tratamiento dice que es difícil pensar que haya consecuencias negativas si lo promociona una persona a la que respetas”.

Alberto (nombre ficticio) tiene 29 años y hasta hace unos meses nadie de su entorno sabía de su problema con las apuestas. Empezó con 19 años y acumuló 60.000 euros de deuda. “Los anuncios refuerzan la idea de que jugar es normal”, cuenta en la sede de Apal después de salir de terapia. “Soy un apasionado del fútbol desde pequeño y cuando empezaron las apuestas deportivas pensé que había llegado una oportunidad. Ahora me afecta cuando veo anuncios en la tele”.

Solo en los tres primeros meses de 2018, previos al Mundial de fútbol, las empresas gastaron casi el 40% de los 112 millones que destinaron a anuncios en todo 2017, según el anuario del juego de la Fundación Codere, frente a los 70 millones de 2013 contabilizados por la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ). Esta inversión, en conjunto, supera a la que realizan gigantes como El Corte Inglés, según InfoAdex. “Hicimos un esfuerzo adicional”, asegura Ferrer.

Un voluntario de la asociacion APAL para tratar la ludopatía.
Un voluntario de la asociacion APAL para tratar la ludopatía. Samuel Sanchez

A finales de 2017, el Consejo Audiovisual de Andalucía pidió que se prohibiera cualquier tipo de publicidad de juego online por radio y televisión en horario de protección de menores, tras constatar que varios anuncios se emitieron en esta franja y que en otros casos no se pudo distinguir entre los reclamos y la narración de los locutores durante las retransmisiones deportivas.

Manuel es voluntario en Apal y asegura que en los últimos tres años llegan cada vez más personas de entre 20 y 30 años adictos al juego online, muchos de ellos enganchados a las apuestas deportivas disponibles en cualquier momento en un mundo cada vez más conectado. “Siempre cuentan lo mismo: que es cada vez más rápido”, asegura este hombre de 53 años que también pide usar un nombre ficticio y que hace poco salió del túnel en el que cayó a golpe de apuesta. “Llegas a perder la perspectiva del deporte; para mí se convirtió en algo que ya no disfrutaba”, confiesa.

Diferentes estudios sobre el juego elaborados por la DGOJ y la Universidad Carlos III señalan que alrededor de 900.000 usuarios habían jugado online al menos una vez en junio, y casi un millón y medio se había conectado durante 2017 para hacer apuestas deportivas. Pero son los más asiduos, entorno al 20% los que generan el 80% del beneficio. José Antonio Gómez Yáñez, sociólogo de la Universidad Carlos III, sostiene que los anuncios son muy visibles y deben regularse. “Se tiene que restringir el horario de emisión”, recomienda.

“Es una enfermedad más oculta que otras adicciones” al no tener consecuencias físicas visibles, reflexiona Pablo, quien ha logrado recuperar su vida tras años obcecado por la adicción. “Lo que más me preocupa es que se perciba como algo normal, y los padres no vean mal que sus hijos jueguen”.

https://elpais.com/sociedad/2018/09/11/actualidad/1536676950_651442.html

Sabemos que la interacción social es una necesidad humana básica. Tanto los niños como los adolescentes desarrollan habilidades sociales a medida que crecen para satisfacer esta necesidad natural. Cada vez más y más, nuestros hijos acceden a la tecnología, en forma de redes sociales, para desarrollarse en este aspecto.

Casi todos los adolescentes se conectan a diario y pasan un promedio de dos horas al día en redes sociales. Entonces, ¿qué sucede exactamente durante ese tiempo online? Para muchos, el objetivo es cultivar una marca personal. El objetivo de nuestros hijos y jóvenes es presentar una imagen en línea que los haga parecer interesantes, populares y atractivos. Para las chicas, la necesidad de proyectar estas cualidades parece ser mayor que para ellos.

Esto es posible porque los adolescentes pueden usar sus recién adquiridas habilidades cognitivas de pensamiento abstracto para imaginar cuál será la perspectiva del espectador cuando vea sus publicaciones y perfiles. Esto significa que premeditan lo que otra persona probablemente pensará sobre su publicación de forma anticipada y la editan para que se ajuste a la imagen que quieren que quede patente el espectador. No obstante, pueden sentirse abrumados en la busca de ese fin. Además, puede ser muy difícil cultivar una marca personal que guarde coherencia con sus padres o sus abuelos y también con sus amigos, o el compañero de clase al que intentan impresionar. Para evitar esta discordancia, muchas niñas tienen dos cuentas en la misma red social.

Instagram es una red social de microblogging basada en imágenes con poco texto. Es una plataforma muy visual y muy popular entre pre y adolescentes. Las chicas empiezan primero con lo que se conoce como una cuenta Insta o Rinsta (Real + Instagram). Esta cuenta se cultiva y mantiene para compartir con padres, abuelos y personas con una relación cercana a la familia. La cuenta Rinsta está diseñada para proyectar una imagen que consideran será considerada aceptable dentro de su familia.

La segunda cuenta que las chicas suelen crear se llama cuenta Finsta (Fake + Instagram). Las chicas usan este tipo de cuenta para cultivar una imagen de chica genial, popular o creadora de tendencias. Las publicaciones que hacen en esta cuenta generalmente incluyen contenido que no sería aceptado por sus padres o familiares. La cuenta Finsta está diseñada para amigos cercanos, compañeros y otro tipo de relaciones. Esta segunda cuenta puede variar mucho de la primera cuenta en contenido, imagen y estilo.

Por ejemplo, los adolescentes cada vez publican más fotos con alcohol en las redes sociales. Esto es porque este tipo de imágenes generalmente reciben más me gusta y comentarios, lo cual motiva a nuestros hijos a publicarlas. En casi cualquier red social, los adolescentes etiquetan a sus amigos en la foto para que la imagen esté disponible en los perfiles de las redes sociales de todos. Por esta razón, nuestros jóvenes abren cuentas adicionales que no se comparten con los padres o la familia. Son hiperconscientes de su marca personal dentro de cada cuenta y trabajan diligentemente para mantener su imagen.  Desafortunadamente, mientras ellos piensan que están siendo cautos al tener múltiples cuentas para diferentes públicos, no suelen reparar en los efectos nocivos de este comportamiento.

Los efectos nocivos

En primer lugar, todo lo que se publica en la red es público y permanente. Una vez que se sube algo a redes sociales, la persona que publica la imagen pierde el control. Y peor aún, el resto de personas que aparecen en la foto no tienen el poder de elegir compartir o no compartir la imagen. En consecuencia, la foto se puede copiar, compartir y volver a publicar sin que nadie sepa o pueda detenerla. Por lo tanto, no importa en qué cuenta se publicó originalmente porque puede llegar mucho más lejos.

En segundo lugar, la mayoría de los adolescentes coinciden en que mantener su marca personal en el entorno digital supone un gran esfuerzo. Ellos dedican una enorme cantidad de tiempo en post de la foto perfecta, editándola para eliminar cualquier imperfección, y preocupándose por cómo el espectador la percibirá. La mayoría de niñas y adolescentes experimentan mayor ansiedad, disminución de confianza y menor percepción de su propio atractivo físico después de publicar en redes sociales, independientemente de si han retocado sus fotos o no. Publicar en redes sociales para mantener una marca personal genera efectos psicológicos negativos en todos los niños, preadolescentes y adolescentes, pero es especialmente dañino para ellas.

En tercer lugar, independientemente de que las chicas tengan cuentas de Instagram múltiples, no dejan de ser bombardeadas con imágenes de otras chicas. Algunas de estas fotos aparecen idealizadas, lo que aumenta el nivel de insatisfacción facial y corporal en nuestros adolescentes. Irónicamente, cuando las niñas están expuestas a ver físicos promedio, este efecto negativo no ocurre. Además, múltiples estudios han encontrado y confirmado que el aumento del uso de las redes sociales es directamente proporcional a la insatisfacción corporal tanto de niños como de niñas, y que ver imágenes en las redes sociales aumenta las tasas de depresión especialmente en ellas.

Educar en materia de redes sociales desde una edad temprana

Entonces, ¿cómo podemos nosotros, como padres, ser proactivos para apoyar la necesidad natural de desarrollo de nuestras hijas de socializar con las herramientas modernas que están disponibles a través de las redes sociales, mientras prevenimos los posibles efectos negativos? Educar en materia de redes sociales desde una edad temprana es esencial para prevenir o limitar los posibles efectos negativos del uso de las redes sociales, particularmente imágenes y videos.

¿Qué significa educar en materia de redes sociales? Consiste enseñar a nuestros hijos que lo que ven en la red no es necesariamente cierto. Debemos enseñarles a cuestionar el contenido que ven y a crear su propio criterio para determinen por sí mismos si la información, la imagen o el video son creíbles. Este tipo de pensamiento crítico se puede enseñar de una manera que refleje la capacidad de desarrollo de cada niño.

Para los niños más pequeños y preadolescentes que aún no tienen capacidad cognitiva para pensar de forma abstracta, algunos temas y preguntas que podemos enseñar a nuestros hijos a evaluar las redes sociales pueden incluir:

  1. Explícales cómo la tecnología permite a los humanos manipular y retocar las fotos y videos para mostrar cosas que no son reales. Podemos señalarles esto cuando estamos viendo una película o cuando vemos imágenes en revistas que muestran imágenes de fantasía que parecen muy reales. Esto ayuda a nuestros hijos a entender la manipulación en las imágenes
  2. Háblales sobre el poder del marketing y la cantidad de productos o ideas que se venden tratando de hacernos sentir de cierta manera a través de la manipulación emocional. Podemos señalarles ejemplos mientras vemos anuncios de televisión o vallas publicitarias. Podemos incluirles en a conversación pidiéndoles que nos expliquen cómo les hace sentir y luego preguntarles cómo pueden usar su razonamiento para darse cuenta del marketing implícito.
  3. Enséñales a preguntarse: «¿Alguna vez he visto algo así en la vida real?» O «¿Coincide con lo que normalmente veo?». Esta es una buena manera de inculcar a nuestros niños un escepticismo sobre lo que ven en redes. Hacer comparaciones con la vida real puede ayudarles a detectar cuándo la información no es realista.
  4. Pídeles que describan cómo se ven a ellos mismos o cómo se sienten después de haber estado expuestos a imágenes o contenido de video excesivamente perfectos
  5. Hemos de decirles que son perfectos tal como son y que no es justo compararse con imágenes que no son reales
  6. Finalmente, hemos de asegurarnos de que nuestros niños tengan otras formas de socializar en el mundo real, para que puedan desarrollar hábitos saludables y desconectar de su socialización virtual.

Para los adolescentes, los cuales ya poseen una capacidad cognitiva que les permite pensar de forma abstracta, algunos temas y preguntas que podemos tratar con ellos con relación a las redes pueden ser:

  • Debatir con ellos sobre lo que significa ser una mujer u hombre en la sociedad. No pases por alto el señalarles cómo las mujeres son juzgadas de forma más crítica por sus atributos físicos mientras que los hombres son juzgados más por sus logros. Podemos ayudarles a identificar el sexismo inherente en la sociedad y a ver cómo toma lugar tanto en las redes como en el mundo real.
  • Hazles ver cómo el marketing apela a nuestras inseguridades más profundas para crearnos deseos y necesidades. Podemos explicarles cómo los influencers de las redes sociales se comercializan para fingir que usan o necesitan un determinado producto, cuando en realidad se les paga para promocionarlos. Esto puede ayudarles a entender cómo el marketing manipula las necesidades de los adolescentes y la tendencia que estos tienen de no ser menos que sus amigos.
  • Explícales cómo se les paga a las modelos, actrices, actores y otras celebridades e influencers en redes sociales para ofrecer una imagen perfecta. Su trabajo es verse bien, por lo que deben invertir mucho tiempo, energía y dinero para verse como lo hacen.
  • Debemos hacerles entender que las personas que no son famosas tienen otras habilidades y talentos. De esta forma, entenderán que tener una imagen física perfecta no necesariamente les otorgará felicidad y éxito, sino hacer algo que por lo que tengan pasión.
  • Abrir debates sobre el contenido que ven en redes. Pregúntales quién es popular, qué bloggers están siguiendo, y las cuentas que les inspiran para hacerte una pequeña idea del contenido que están viendo. Hemos de ser abiertos y libres de prejuicios cuando examinemos su contenido, pero debemos señalar sutilmente aquellas fotos que estén retocadas e imágenes poco realistas para ayudarles a ser un poco más escépticos con lo que ven.
  • Hemos de reforzar la belleza y perfección inherentes en nuestros hijos, tanto por dentro como por fuera de manera habitual, para transmitirles tranquilidad y empoderarles. Centrémonos en aquellos aspectos que realmente destacan en ellos y les caracterizan (por ejemplo, la honestidad, la capacidad de trabajo duro, la amabilidad…) que servirán de contrapeso a las influencias negativas que vengan del exterior. Esto también les infundirá confianza para cuando estén asustados, heridos o no estén seguros de si buscar o no ayuda.

Es importante que tengamos en cuenta que este fenómeno de cuentas múltiples no se limita a Instagram, sino que puede suceder en cualquier plataforma o red social. Afortunadamente, como padres, podemos aplicar las mismas recomendaciones anteriores para proteger a nuestros hijos para prevenir algunos de estos efectos negativos del uso de redes sociales.

Deanna Marie Mason, experta en educación y salud familiar. Autora del blog Dr. Deanna Marie Mason. Paternidad proactiva. Apoyo profesional para la familia moderna. Acaba de lanzar su segundo libro: “Cómo educar adolescentes con valores”.

https://elpais.com/elpais/2018/10/17/mamas_papas/1539783345_336670.html

La maternidad y la paternidad marcan un antes y un después en la vida de todo ser humano. Desde el nacimiento de nuestro hijo, defendemos nuestras expectativas y nuestros deseos casi con ferocidad. Lo tenemos muy claro: queremos que duerman como creemos que deben dormir, queremos que se comporten como consideramos que deben comportarse y, por supuesto, queremos que coman cómo, cuándo y cuánto estimamos que deben comer. Luego, la realidad. Y es que, sobre todo en el tema de la alimentación, padres y madres nos pasamos los primeros años de crianza angustiados por la supervivencia de esos niños que tan injustamente etiquetamos de “malcomedores”, por lo poco que pensamos que comen o por los “nadas” que parecen servirles de sustento. Tanto nos preocupamos que es un motivo recurrente de consulta en nuestras citas con el pediatra. Pero la respuesta no está en el ambulatorio sino que, casi siempre, se halla en nuestras expectativas. Obligarles a comer lo que esperamos que coman no debería ser nunca una posibilidad razonable. Una situación muy común y que merece una mención en este Día Mundial de la Alimentación.

Por qué no hay que obligar nunca a comer a un niño

“No obligue a comer a su hijo. No le obligue jamás, por ningún método, en ninguna circunstancia, por ningún motivo”. En 1999, el pediatra Carlos González ya explicaba en Mi niño no me come por qué nunca hay que obligar a un niño a comer. El dietista-nutricionista Julio Basulto confirmaba en Se me hace bola, publicado en 2013, que no existía justificación nutricional alguna para obligar. También insiste en ello a menudo en sus perfiles de redes sociales y lo reafirma al otro lado del teléfono a EL PAÍS: “Obligar a un niño a comer no es ético, ni educativo y es contraproducente. El objetivo no es que el niño coma sino que quiera comer, y que quiera comer saludable, y eso no se consigue con la coacción, con la presión, con la insistencia ni con premios y castigos. El niño es el único que sabe cuánto tiene que comer, eso no lo sabemos los nutricionistas, ni los médicos ni lo saben los padres. Solo lo sabe el cerebro del niño”.

Comparte su postura María Manera Bassols, dietista-nutricionista y autora de diversas publicaciones en torno a la alimentación infantil, quien destaca que en nuestro medio la preocupación debería ser que más del 40% de los niños y niñas tiene un problema de exceso de peso. También insiste en que obligar a comer a la fuerza, cuando se ha manifestado que no se desea o no se necesita, además de una falta de respeto hacia el niño, no es efectivo. “Habitualmente se insiste para que el niño coma más cantidad o con la voluntad de que aumente la variedad de alimentos que toma, o de que consuma determinados alimentos supuestamente saludables y que “hay que comer”. Si el niño no los quiere y le forzamos a que los coma, difícilmente los elegirá motu proprio en futuras ocasiones ya que precisamente forzar a comer suele provocar aversión y rechazo hacia los alimentos a los que se ha obligado a comer”, explica.

No obligue a comer a su hijo. No le obligue jamás, por ningún método, en ninguna circunstancia, por ningún motivo”

Recuerda Carlos Casabona, pediatra especializado en alimentación infantil, que la Academia Americana de Pediatría ya advertía a finales de los 70 en el Pediatric Nutrition Handbook, que el apetito del niño “es errático e impredecible”, y señala que no se debe forzar a comer en casa pero tampoco en el colegio. “Solo el niño sabe lo que necesita a través de un experimentadísimo mecanismo que lleva milenios funcionando a las mil maravillas: el hambre”.

Sobre las consecuencias de obligar a los niños a comer, María Vallejo Guardiola, psicóloga experta en obesidad y trastornos de la conducta alimentaria (TCA), explica que con esta acción alteramos la relación de los pequeños con la comida en el presente, pero también en el futuro, un hecho que influye también en la construcción del apego. “Si la acción de comer se fuerza, se altera su función natural. Un niño obligado a comer desconecta de su cuerpo, no disfruta de la experiencia y ven la hora de las comidas como algo aversivo. Además, el adulto que fuerza a comer no está siendo empático y perjudica el establecimiento de un apego seguro basado en la mutualidad. Un niño al que en su crianza se le ha forzado a comer tiene muchas más probabilidades de convertirse en un adulto con problemas con la comida”, cuenta. Detrás de pacientes con sobrepeso y obesidad, Vallejo ha observado que suele haber “historias de horas interminables en la mesa, donde nadie se levantaba sin el plato totalmente vacío”, algo que provoca desajustes como llegar a la edad adulta con problemas para parar de comer cuando ya se está saciado.

El soborno, la forma más habitual

Según la Academia Americana de Pediatría la forma más habitual que emplean los padres para obligar a sus hijos a comer es el soborno. Pero no es la única. En Se me hace bola, Basulto lo resume en ocho acciones: amenazas, chantaje emocional, hostilidad y despotismo, humillación, mentira, presión y/o coacción, terror, violencia y/o maltrato psicológico. Y pone ejemplos de frases como “Si no te lo comes, te llevaré al hospital y tendrán que dártelo por sonda”, “No te levantas de la mesa hasta que no te lo comas” o “Te tapo la nariz por tu bien, para que te lo tragues”.

Sobre esa acción precisamente, Gloria Colli, pediatra y autora de Tu lactancia de principio a fin, advierte que hay que tener en cuenta que obligar a comer no es solo tapar la nariz al niño y “meterle la cuchara cuando la abra para respirar”, también recurrir a frases aparentemente inocentes como “Si no comes, mamá se va a poner triste”, “Si te lo comes todo te pondrás grande y fuerte” o “Si no te comes la verdura no hay postre”. “Son recursos igualmente desafortunados porque implican además una manipulación emocional. Incluso recurrir al típico avioncito puede ser una forma de obligar si deja de ser un juego y una de las partes ya no lo encuentra divertido”, declara.

Si no te lo comes, te llevaré al hospital y tendrán que dártelo por sonda”, “No te levantas de la mesa hasta que no te lo comas”

Carlos Casabona añade otras maneras encubiertas como «teatritos», alabar las virtudes de lo que se ofrece para comer o el empleo de pantallas (móvil con vídeos o la tablet con dibujos animados). No obstante, también añade algo de optimismo: lo encuentra en los sistemas del Baby Led Weaning (BLW) o aprender a comer solo (ACS) que han llegado para quedarse. “Muchas madres jóvenes están muy bien informadas y adoptan este sistema que respeta los signos de saciedad del bebé”, dice.

Pero no solo el hogar se convierte en el escenario habitual de las presiones por la comida. Los comedores escolares también lo son. María Manera Bassols ha participado en diversas guías acerca del rol de los adultos en las comidas que comparten con niños. Hace un par de años la Agencia de Salud Pública de Catalunya publicaba el documento Acompañar las comidas de los niños. Consejos para comedores escolares y familias, que precisamente aborda este tema, tanto desde el ámbito escolar como del hogar. El texto surgía de la necesidad expresada desde el colectivo de comedores escolares (AMPAs, monitores y coordinadores de los comedores) sobre cómo posicionarse ante situaciones como la negativa a comer o a probar determinados alimentos. “El simple hecho de que se genere debate sobre cuál tiene que ser la actitud del adulto, que surjan dudas, que se pregunte a la administración que trabaja con los comedores cuál es su opinión y posicionamiento, que salga en los medios, etcétera, evidencia que algunas prácticas “tradicionales” de imposición, obligación o coerción están siendo cuestionadas”, plantea Manera.

Actualmente muchos comedores escolares están vinculados de forma directa a los proyectos pedagógicos de los centros, lo que fomenta la implicación, la participación y el aprendizaje de los niños con respecto a la alimentación. “Es verdad que un comedor colectivo es más difícil de gestionar que un hogar, y que hay determinadas prácticas, como el permitir que no se coma algo que no apetece, requiere de un trabajo coordinado y profundo con los adultos responsables del comedor y también con los niños y niñas; pero si existe la voluntad de trabajar desde esta mirada, la experiencia de muchos comedores nos dice que es posible acompañar las comidas de los niños desde este prisma”, explica María Manera.

Los niños que no comen

La alimentación es una de las mayores preocupaciones de los padres durante los tres primeros años de vida de sus hijos. Lo ve Carlos Casabona en su consulta, a la que acuden padres preocupados no solo por la cantidad sino también por el qué y cuándo dar de comer a sus hijos. “El entorno ha cambiado de manera espectacular y lo que dábamos antes con cuatro meses, ahora no se recomienda hasta los seis o siete meses. Lo que antes recomendábamos a los doce meses, ahora decimos que se puede ofertar a los seis. Esto desorienta bastante a muchas familias, pero procuramos dar los consejos nutricionales más actuales y siempre en relación con la evidencia científica que exista, por encima de intereses comerciales que siempre han estado presentes. Lo que sucede es que ahora estamos más atentos y la información corre más deprisa”, cuenta Casabona.

Considera “paradójico” el pediatra que nos preocupemos porque los niños de entre dos y cuatro años coman «poco» en la época de la humanidad en la que más sobrepeso y obesidad infantil hay: “Estamos «fabricando» los que serán adultos con obesidad, con todas las repercusiones que esto conlleva”. Insiste Casabona en que los padres “no deben preocuparse por lo que come su hijo, sino por si es feliz, corre y juega, sin coger excesivas enfermedades o cogerlas banales”, ya que no existe la desnutrición en España sino “malnutrición por exceso y por mala alimentación con calorías vacías y consumo exagerado de bollería”. No obstante, también añade que hay ocasiones en las que el pediatra deberá estudiar casos puntuales en los que haya síntomas asociados a la verdadera falta de apetito como apatía, debilidad, palidez o diarreas.

La alimentación es una de las mayores preocupaciones de los padres durante los tres primeros años de vida de sus hijos.

Gloria Colli considera que la preocupación por la alimentación de los niños es inherente a la maternidad y a la paternidad: “Siempre hay algo que nos preocupa. Si no toma suficiente leche o si toma demasiada, si come poca verdura, si no prueba la fruta, si no conseguimos que coma más sano… Y es bueno que los padres se preocupen, porque conseguimos que se informen y que se impliquen en la tarea de hacer que toda la familia haga una dieta más saludable, pero hay que tener cuidado de que no se transforme en una obsesión que les impida disfrutar de agradables momentos en torno a la comida”.

¿Qué hacer para que la hora de la comida sea un momento agradable? Colli recomienda que lo primero que debemos hacer es apagar la televisión y así aprovechar ese tiempo para charlar en familia, evitando que el tema central sea la comida. “De la comida solo se habla para felicitar al cocinero. Si a tu hijo no le gusta la verdura, por más que tú le digas 20 veces que está muy rica, seguirá sin gustarle. Si queremos que la comida sea un momento agradable, evitemos situaciones conflictivas. Y demos ejemplo. Los niños aprenden por imitación por lo que si nosotros comemos bien, al final ellos también lo harán”.

Y cuando un niño no quiere comer, ¿qué podemos hacer? Responde María Manera Bassols que debemos respetarle, igual que haríamos con una persona adulta. “Las señales de autorregulación de hambre y saciedad son innatas y, en los niños sanos son efectivas a la hora de cubrir sus requerimientos energéticos y nutricionales. En nuestro entorno, con una disponibilidad abundante de alimentos a cualquier hora y en cualquier sitio, no existe justificación nutricional para forzar a comer a alguien que no tiene hambre o no quiere comer”, concluye.

https://elpais.com/elpais/2018/10/16/mamas_papas/1539677915_443370.html?id_externo_rsoc=FB_CM&fbclid=IwAR1AXzLrjJbjbPiai_Irj_r2oxhU21t7O_S4sXIgLHW_Nmqwqa1AiKCQT1o

Sólo tres días desde el inicio del curso.

Eso es lo que han tardado en el “cole de mayores” en darnos un papel avisando de que había piojos en el área.

(Por supuesto, el mensaje ni señala ni culpa a nadie, que está muy bien para no estigmatizar a los portadores, aunque entonces no sabes si es que están en toda la escuela, solo en infantil o solo en algunas clases.)

Pero con bichos reales en la cabeza o no, ya nos pica todo. Además, el antiguo chat de padres de la escuela infantil saca humo. En los nuevos colegios donde van los antiguos compañeros de nuestra hija se encuentran con la misma alarma.

¿Barcelona está llena de piojos? ¿También culparán a Ada Colau y al Procés de esto? ¿Es todo un complot de las empresas farmacéuticas para vender más o realmente La invasión de los ultracuerpos será capilar?

Lo que está claro, nos dicen varios amigos con cicatrices piojiles, es que si lo pillan los críos lo acaban pillando los padres. Y aunque nosotros aún no estamos afectados, ya hacemos inspección diaria a la salida de clase, buscando posibles manchas rojas en el cuero cabelludo o directamente algún ultracuerpo asqueroso.

Como soy previsor, he empezado a documentarme en busca de soluciones que no incluyan raparnos al cero ni pasarnos el día lavando almohadas.

Muchas familias con historial piojil me hablan de un árbol legendario, un Ent de El señor de los anillosque en vez de aporrear orcos se carga a los piojos. Es el árbol del té, que en espray o champú protege y desenreda las cabelleras infantiles y adultas. En teoría, ese espíritu ancestral acojona a los piojos para que no lleguen de okupas, pero para mayor efectividad hay que combinarlo con una lendrera, un peine de púas metálicas, para cepillar mucho todo el cabello y arrastrar hacia la destrucción los huevos de piojo, llamados técnicamente liendres o “mierdamierdamierdaquétienesaquí”

Varias madres me comentan que desconfían de las recomendaciones de las farmacéuticas sonrientes, porque suelen usar químicos que dañan el cabello y solo matan a los piojos vivos, no a sus huevos. Y cuando los kínder sorpresa se abren, hay que repetir el tratamiento varias veces.

Como opciones más seguidas, algunas apuestan por suavizante o mascarilla que no causa tantos estragos capilares como ciertos champús y otras prefieren los centros de eliminación especializados (hay locales cuyo único modus vivendi es matar piojos), donde aspiran los piojos y las liendres se quitan manualmente.

Amplío la búsqueda: mirando tutoriales locos en Youtube, encuentro consejos muy culinarios, que se resumen en llenar el cabello de mayonesa, aceite o sal para que ahogue a los bichos, pero me suena más a aliñar ensaladas que a tratamiento efectivo.

Ante este abanico, no sé a quién creerme.

Así que antes de que las hordas de piojos sedientos de sangre y pelo vengan a por nosotros, ayudadnos, querid@s lector@s harrypateresc@s. ¿Qué remedios os han funcionado?

https://elpais.com/elpais/2018/10/04/mamas_papas/1538637860_344931.html

El exasesor de más de 10 gobiernos critica el academicismo de la escuela y defiende la incorporación de disciplinas como la danza.

Ken Robinson (Liverpool, 1950), exasesor en materia de innovación educativa del ex primer ministro británico Tony Blair y de otros 10 gobiernos, bromea con que mucha gente cree que solo existe en vídeo. No le falta razón. En 2006 protagonizó una charla TED sobre cómo las escuelas matan la creatividad que ya suma más de 53 millones de visualizaciones en todo el mundo. Desde entonces, es uno de los pensadores educativos más solicitados y su caché puede llegar a los 50.000 euros por conferencia. Critica que el colegio funciona de forma similar a las cadenas de producción industrial: se ofrece la misma enseñanza a todos los niños sin tener en cuenta sus necesidades de aprendizaje. “Es un sistema competitivo que está fallando a los alumnos”, lamenta.

En su último libro, Creative Schools (Penguin Random House), Sir Ken Robinson –en 2003, la reina Isabel II lo nombró caballero por fomentar las artes- propone un modelo de escuela que contemple otros grados de inteligencia más allá de la académica, porque “no todos los niños irán a la Universidad y hay que ayudarles a descubrir su talento”.

Robinson vive en Los Ángeles, desde donde lidera la creación de dos plataformas online, una para conectar a profesores de todo el mundo y acelerar el cambio educativo, y otra para ayudar a los jóvenes a descubrir su vocación. Esta semana visitó Madrid para participar en EnlightED, un evento impulsado por Fundación Telefónica, IE University y South Summit para abordar los retos de la tecnología y la transformación del sistema educativo, donde contestó a las preguntas de EL PAÍS.

Pregunta. ¿Cómo cree que debe ser hoy la escuela?

Respuesta. Vemos la escuela como un lugar de rutinas, calendarios exigentes y exámenes. No tiene por qué ser así. Los colegios dividen a los alumnos por grupos de edad, pero en la vida real no nos relacionamos así. La escuela es una comunidad de personas que aprenden y lo primero que habría que hacer es mezclarlas, no hacer del colegio un lugar tan rígido. Al final del día, cuando los niños finalizan las clases, juegan juntos, no hacen diferenciaciones por edades.

En segundo lugar, una buena escuela es la que tiene horarios flexibles. Si un adulto en su día a día se viese obligado a realizar una actividad diferente cada 40 minutos, se quemaría enseguida. Los colegios tienen que funcionar con ritmos naturales para permitir que los niños dediquen el tiempo necesario a cada tarea. Hoy existen programas suficientemente sofisticados para que cada estudiante trabaje a su ritmo, con sus propios horarios.

P. Las escuelas innovadoras suelen ubicarse en los barrios con rentas más altas y las escuelas privadas llevan, en muchos casos, la delantera. ¿Qué se puede hacer para que la innovación educativa no incremente la desigualdad?

R. No se trata de elegir entre innovación o desigualdad, sino de contectar ambos puntos. La innovación es también un cambio en la estrategia a la hora de gestionar el sistema educativo. Ser más inclusivo también es innovar. Los niños que viven en barrios complicados y que además, en algunos casos, no hablan bien el idioma, tienen que recibir más apoyo. Tienen un punto de partida distinto, por su situación familiar, y para ofrecerles las mismas oportunidades hay que centrarse en dar repuesta a sus necesidades.

P. Los profesores se quejan de que no tienen tiempo ni herramientas para transformar la escuela. ¿Qué les recomienda?

R. Enseñar es complicado, los docentes están sometidos a una gran presión. En mi libro Creative Schools cuento que la revolución debe hacerse de abajo hacia arriba. Hay que entender cómo funcionan los cambios sociales, siempre desde la raíz. Persuadir a los políticos a pensar diferente no es la solución. Los grandes temas que afectan a la educación tienen que ir más allá de un ciclo electoral; no pueden depender de la voluntad de un mandatario. Es como el movimiento MeToo o las acciones para frenar el cambio climático; son iniciativas que surgen al margen de la vida política.

 P. ¿Los profesores tienen que hacer la revolución independientemente de lo que marquen los programas oficiales?

R. Cuando un profesor cierra la puerta de la clase, se enfrente a un grupo de estudiantes a su manera, muy pocos sistemas prescriben cómo enseñar, no te dicen qué hacer minuto a minuto. El profesor decide qué hacer. Mucho de lo que pasa en educación no tiene que ver con la legislación, sino con los hábitos.

P. Otra de las grandes tareas pendientes es la revisión de los métodos de evaluación. ¿Cree que PISA -la prueba internacional sobre educación más reconocida del mundo elaborada por la OCDE– está afectando negativamente a los centros?

R. La idea de las pruebas PISA era ofrecer evidencias sobre el funcionamiento de los centros para permitir a los gobiernos tomar decisiones sobre la pertinencia de sus políticas. El problema es la competición que se produce entre países. Su objetivo de posicionarse bien en los rankings les lleva a renunciar al uso de programas innovadores de aprendizaje, por ejemplo en matemáticas o lengua, para poder cumplir con las exigencias de esas pruebas. En los últimos 20 años, Estados Unidos ha gastado miles de millones en exámenes estandarizados -los alumnos realizan cerca de un centenar de evaluaciones externas durante el periodo escolar-.

Esas pruebas no han ayudado a nadie. Las puntuaciones en matemáticas o lengua están en el mismo punto que hace 20 años y eso desmoraliza a los profesores y desmotiva a los jóvenes. Las tasas de graduación tampoco han mejorado; ha sido un experimento fallido. Otro ejemplo es el de Hong Kong, donde hay compañías que ofrecen formación para preparar a los niños de tres años para el examen de acceso a la escuela infantil. Hemos perdido la cabeza.

P. Uno de los grandes fracasos de la escuela es el abandono escolar. ¿Es por falta de motivación?

R. No me gusta la palabra abandono porque esconde un estigma, sugiere que el alumno ha fracasado. Es la escuela la que está fallando a los niños. Está concebida con una visión muy reducida de lo que es el éxito, que suele asociarse con lo meramente académico. La danza es tan importante como las matemáticas, pero hay una visión muy limitada de lo que es la inteligencia. Nos desarrollamos física, emocional, espiritual y socialmente, tenemos diversos talentos. La escuela no lo mide y por ello mucha gente seguirá pensando que ha fracasado.

Hay escuelas alternativas que no se centran únicamente en lo académico sino en descubrir el talento.  Funcionan porque tienen una visión alternativa de lo que es el éxito. Un ejemplo es la red de escuelas Big Picture Learning, unos 100 centros con una conexión muy cercana con los padres y aprendizaje individualizado, con diferentes caminos para cada alumno. En la web Alternative Education Resource Organization se pueden encontrar ejemplos de estos centros.

https://elpais.com/sociedad/2018/10/05/actualidad/1538752174_819875.html?id_externo_rsoc=FB_CM

A nadie le gusta equivocarse. Es posible que para evitar el error no arriesguemos cuando presentamos un informe, aprendemos un idioma o realizamos cualquier tipo de actividad. De este modo, tenemos la fantasía de que así nuestra querida autoestima está a salvo. Pero aquí es donde realmente nos equivocamos, como han demostrado los resultados de un experimento de la Universidad Johns Hopkins.

En el experimento, publicado en la revista de Science Express, se pedía a un grupo de voluntarios que hicieran diversas tareas moviendo un joystick. Mientras los científicos medían la respuesta del cerebro ante los errores y aciertos, se encontraron con una grata sorpresa. Se descubrió que tenemos dos circuitos cuando hacemos cosas nuevas: uno que incorpora las nuevas habilidades y otro que procesa las equivocaciones. Este último equivaldría a un coach, que va criticando el aprendizaje, detecta nuestros fallos entre lo deseado y lo que realmente sucede y los memoriza para utilizarlos en un futuro. Curiosamente, este último circuito, el de los errores, es el que nos permite aprender más rápido. Por eso, no es de extrañar que cuando comenzamos algo no se nos dé muy bien los primeros minutos, como un deporte o hablar en otro idioma o hacer una presentación. Pensamos que es porque necesitamos calentamiento, pero, según este descubrimiento, es porque el circuito de las equivocaciones (o nuestro coach mental) necesita acumular fallos para comenzar a actuar. Por ello, cuanto antes nos metamos en el error, antes aprendemos a hacer las cosas, como defiende Scott Young, quien consiguió graduarse en el prestigioso MIT en la carrera de Ciencias de Programación. Los estudios tenían una duración de cuatro años, pero él los sacó en uno.

Según Young, leer o asistir a clase no te permite valorar si estás integrando los nuevos conceptos. Has de ponerte a prueba. En su caso, en el MIT estudió por libre y se apuntó a los grupos de trabajo para experimentar, equivocarse rápidamente, analizar el error y aprender del mismo. Con todo ello, ¡en tan solo 12 meses consiguió aprobar con éxito 33 asignaturas y realizar los proyectos requeridos! No está mal, ¿no? Por tanto, veamos qué podemos hacer para aplicar estos hallazgos a nuestra realidad, seguramente más modesta:

Primero, necesitamos ser sinceros con nosotros mismos con respecto al aprendizaje. Es decir, ¿realmente sabemos hacer aquello que nos preocupa? Decía Feynman, el premio Nobel de Física, que tendemos a engañarnos con mucha alegría. Pensamos que sabemos inglés cuando realmente lo chapurreamos o que podemos resolver una ecuación o hablar en público cuando realmente nos sentimos perdidos. Tenemos que aterrizar nuestra fantasía y reconocer nuestras áreas de mejora.

Segundo, hemos de ir rápido al error sin que la autoestima se vea afectada. Aprender es equivocarse, así de simple, y como ha demostrado la neurociencia. Por tanto, si te confundes en un examen, en una reunión o donde sea, sencillamente estás demostrando que eres humano y no Superman o Superwoman. Así que dejemos un poco tranquila la autoestima y no la vinculemos con acertar en el cien por cien de los casos porque es imposible. Por ello, si quieres hacer una presentación que te cuesta, prepárate, pero ponte rápido a experimentar, pide a tu familia que te escuche, que te diga en qué puedes mejorar y deja que el circuito de tu cerebro que procesa los errores se vaya poniendo las pilas.

Y tercero, rodeémonos de personas que nos ayuden en el aprendizaje. En el caso anterior es la familia, pero tenemos un sinfín de posibilidades: compañeros, amigos, pareja… quien se brinde a darte información valiosa. Por supuesto, existen más opciones: trabajar con personas que están en tu mismo desafío o estar con expertos o mentores que saben del tema y aprender de ellos.

En definitiva, la ciencia nos ha dado un buen argumento para aliviarnos cuando metemos la pata: alimentamos el circuito de los errores que nos permite aprender más rápido. Por ello, métete cuanto antes a experimentar y a equivocarte porque solo de este modo podrás incorporar nuevos conocimientos.

https://elpais.com/elpais/2018/10/01/laboratorio_de_felicidad/1538408312_021408.html?id_externo_rsoc=FB_CM