Cientos de familias se plantean desescolarizar a sus hijos, aunque difieren los motivos entre los ‘covidschoolers’, que desconfían de la escuela debido al coronavirus, y los ‘homeschoolers’ que defienden un modo alternativo de vida.
Las mañanas de los hermanos Ot (12 años), Aran (10), Auró (7) y Riu (2) comienzan como la de cualquier niño: desayunan, bromean, se calzan unas botas y salen a pisar el suelo mojado con olor a lluvia antes de aprender inglés, ciencias naturales, geometría o dibujo libre. La única diferencia es que su aprendizaje se dará en casa, jugando y experimentando, porque estos cuatro hermanos forman parte de las 2.000 a 4.000 familias que, según The European Network of Home Education, practican homeschooling en nuestro país. Nunca han pisado una escuela.
Según la Coordinadora Catalana pel Reconeixement i la Regulació Homeschooling (CCRRH), en Cataluña se estima que 500 familias practican este tipo de educación en casa. Desde el confinamiento, las consultas aumentaron un 900%. La avalancha de peticiones llevó a la asociación catalana a lanzar un comunicado en el que detenían las nuevas afiliaciones, porque la filosofía homeschooler, que conlleva una implicación educativa y familiar a largo plazo, no encajaba con los motivos de aquellas familias que querían sacar a sus hijos de las escuelas, de forma temporal, por miedo al coronavirus.
“Nosotros luchamos desde hace años por una legislación que nos saque de la situación de alegalidad en la que nos encontramos. Queremos que sea un tipo de educación reconocido, no perseguido. Para las familias que solo quieren sacar a sus hijos del colegio por la covid, el sistema escolar tradicional les funciona bien, lo que les preocupa son las medidas y situación excepcionales. Hay que tener muy claro que este tipo de educación requiere una dedicación completa, 24 horas al día, 365 días al año, porque los niños están constantemente aprendiendo y formándose. Esto es un proyecto de vida”, explica Carlota Sala, autora del blog Freeschoolers y presidenta de la CCRRH.
Su familia eligió este tipo de educación cuando su hijo mayor iba a comenzar Primaria, porque no les convencía el modelo de escuela tradicional. “No somos anti-escuela en absoluto, simplemente el colegio no encajaba con nuestra filosofía de vida, ni por los ritmos, ni por forma de aprendizaje, ni por pasar tantas horas sentados frente a la pizarra, ni por llevar los deberes a casa. Nos planteamos buscar algún tipo de escuela alternativa, con modelos de educación libre, pero no encontrábamos para Primaria. Así que tomamos la decisión, casi de forma natural, de que nuestra familia sería homeschooler, y dentro de las ramas de esta educación, seríamos unschoolers.
Es decir, no marcamos horarios ni objetivos académicos para cumplir un currículo educativo, sino que acompañamos y fomentamos la curiosidad de los niños y su aprendizaje autónomo durante todo el día”, describe Sala. Sus hijos aprenden matemáticas con los ingredientes necesarios para elaborar recetas de cocina, principios de física construyendo cabañas en los árboles, experimentos químicos con videotutoriales y ciencias en el entorno natural donde viven.
La Asociación por la Libre Educación (ALE) también ha observado la tendencia ascendente entre las familias interesadas en el homeschooling, y solo en el último mes han registrado 100 nuevos afiliados. “Para que el paso al homeschooling funcione, nuestra recomendación es que primero se reflexione y se tome la decisión consciente de que esto supone un cambio de vida. Recomendamos no mentir, no inventarse que se van al extranjero… ir con la verdad por delante y comunicar por escrito a la escuela que van a desescolarizar a su hijo, porque van a optar por una educación en casa”, sostiene Alejandro Muñoz, vicepresidente de ALE. En ese caso, el colegio puede abrir un protocolo de absentismo escolar, que investigará Servicios Sociales, para comprobar si la familia tiene previsto ese plan de educación no formal en el hogar. “También les asesoramos cuando tienen dudas porque no son pedagogos ni docentes de formación.
No es necesario: no somos profesores de nuestros hijos, sino acompañantes en su aprendizaje. Y afortunadamente, la sociedad española está muy alfabetizada, así que en Primaria será un proceso de aprendizaje muy intuitivo. Cuando crezcan habrá temarios o conocimiento que quizá no tenemos, pero entonces se puede acudir a profesionales externos o clases online”, añade.
¿Y cómo se homologa ese conocimiento? Las familias que lo deseen podrían volver a escolarizar en cualquier momento a sus hijos, cuando por edad estén en período de escolarización obligatoria. Y si prefieren seguir con la educación en casa, a los 18 años (no antes) podrían presentarse al examen libre para obtener el Graduado Escolar, o acceder a un Grado Medio de Formación Profesional, previo examen de capacitación y madurez con 17 años, y de ahí continuar los estudios de un Grado Superior y Universidad, sin haber puesto un pie en la ESO.
Tipos de familias homeschoolers
“La educación en casa no es un solo tipo de educación, sino muchos tipos”, señala el vicepresidente de ALE. “Están los homeschoolers, que llevan el currículo educativo de la escuela a casa y siguen un temario dirigido, respetando los ritmos de los niños, pero guiándose por el sistema escolar; los unschoolers, que no siguen un currículo educativo pautado; y los flexischoolers, que combinan una escolarización tradicional con la enseñanza en casa”. A estos tres grupos habría que sumar ahora los “covidschoolers”, que han visto en la pandemia un argumento para sacar a los niños de la escuela.
Madalen Goiria, profesora de Derecho en la Universidad del País Vasco y experta en aspectos jurídicos del homeschooling, distingue en su estudio El fenómeno del homeschool o educación en casa, cuatro tipos de padres que optan por este tipo de educación: los “protectores”, que quieren evitar la influencia que consideran negativa del sistema educativo en sus hijos, los “educadores”, que buscan una educación más natural y adaptada a los ritmos del niño, los “rebeldes”, que rechazan las instituciones, y las “víctimas del sistema educativo”, que sacan a sus hijos de la escuela por malas experiencias relacionadas con el acoso escolar, dificultades de aprendizaje no atendidas o falta de adaptación familiar por distintas necesidades culturales o lingüísticas.
Yvonne Laborda, terapeuta y autora del libro Dar voz al niño, también practica unschooling con sus tres hijos adolescentes. Sus dos hijos menores han elegido acudir tres horas por la mañana a proyectos educativos dirigidos, donde interaccionan con otros niños, y la mayor, Ainara, prefiere seguir formándose en casa, escribir su primer libro y, cuando la pandemia lo permita, reincorporarse a sus clases de teatro.
Laborda asesora y acompaña a familias que se estén planteando una crianza consciente e imparte cursos sobre aprendizaje autónomo no dirigido. En su caso, a raíz de la pandemia también ha observado un crecimiento exponencial de consultas y peticiones de talleres online sobre homeschooling. “De las 200 familias que se inscribieron en el taller, 100 lo hacían por primera vez, en busca de información. En mis charlas suelo explicar que para educar en casa te tiene que apetecer estar todo el día con tus hijos, honestamente. Si por tiempo, por trabajo, no vas a poder, esto no es para ti porque te va a agobiar, tengas o no conocimientos, dinero o capacidades. Para esos casos, la escuela sigue siendo una buena opción, no pasa nada, está muy bien delegar. En casa podemos “compensar”: primero que el niño haga lo que le apasiona, lo que le gusta, con tiempo, dejémosles desplegar sus talentos. Y luego ya, los deberes. Pero por desgracia, lo hacemos al revés y cuando llegan a casa ya están agotados”.
¿CUÁLES SON LAS CONSECUENCIAS LEGALES DE LA DESESCOLARIZACIÓN?
Uno de los miedos más extendidos entre las familias que se plantean una desescolarización a largo plazo de sus hijos es una denuncia ante los Servicios Sociales, que a su vez llegue a la Fiscalía y el expediente abierto acabe ante un juez. ¿Tiene consecuencias penales esta forma de educación, si es considerada un “delito de abandono” por absentismo escolar? “El artículo 27.4 de la Constitución señala la ‘obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza básica’, pero no dispone que obligatoriamente se produzca en la escuela. Sin embargo, sí aparece esa asociación entre educación y escolarización obligatoria de seis a 16 años en la LOGSE, que rompe con el sistema anterior, que provenía de la ley Moyano y reconocía una triple educación: estatal, privada y educación doméstica”, apunta la profesora Madalen Goiria. “La jurisprudencia del Tribunal Supremo establece, ya desde 1994, que no se sigan procesos penales por casos de homeschooling, porque el delito se comete cuando el menor no recibe “educación”, no cuando no acude al colegio. Ante una inspección, los padres tienen que demostrar que la desescolarización no provoca un daño a los menores y no les priva de su derecho a la educación.
Si los padres o tutores pueden demostrar que están cumpliendo con ese derecho y proporcionan un programa educativo individualizado, adaptado y adecuado a las necesidades y edad del niño, se desmontaría toda la causa y se desestima o se archiva, porque al proporcionar esa formación no hay ninguna vulneración del derecho del menor”, añade. No obstante, todo depende de la Comunidad Autónoma donde se viva, con más o menos permisividad. Puede darse un procedimiento por vía civil, de jurisdicción voluntaria, que lo que busca es la escolarización del niño y suele verse precedido de denuncias, ya sean del entorno familiar (como el caso de procesos de divorcio sin acuerdo sobre la educación del niño) o social. Si la investigación y el juez concluyen que el menor no está recibiendo una educación adecuada en casa se dictaría una orden de escolarización, que de no cumplirse podría ser considerado delito de desobediencia.
Fuente: El País
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