Quizás muchos de vosotros ya lo hayáis notado. Puede ser el sentimiento de pura satisfacción después de completar una rutina o la alegre anticipación a la siguiente; incluso la confianza creciente en tus propias capacidades. De esto son responsables algunos procesos bioquímicos y la liberación de las llamadas hormonas de la felicidad. Las más conocidas son la endorfina, la dopamina y la serotonina.


¡Rendimientos deportivos máximos con dopamina!

Solo hacen falta veinte minutos de jogging suave para incrementar de forma considerable el nivel de dopamina. Sin embargo, con los deportes de alta intensidad el cerebro empieza a liberar dopamina pasados pocos minutos. Esta liberación te hace estar más alerta, más centrado y mejora la concentración. Y para rematar, hace que entrenar sea aún más divertido.

Al estar deseando volver a sentir esa felicidad cuanto antes, casi no puedes ni esperar a que llegue la siguiente sesión de entrenamiento. Cuanto más entrenes, más dopamina se liberará. Esta hormona es la razón principal por la que te sientes bien haciendo ejercicio, por la que eres capaz de terminar una rutina aunque tu cuerpo y mente quieran abandonar y la que te permite aumentar el rendimiento y batir tus PB.

Después de entrenar, el nivel de dopamina desciende, mientras que el de serotonina aumenta. La serotonina es la antagonista hormonal de la dopamina y tiene varias funciones: entre otras, está involucrada en la regulación del ciclo del sueño y la temperatura corporal, controla el apetito y disminuye la sensación de dolor. Se la conoce como una de las hormonas de la felicidad porque cuando se libera lleva a una sensación de satisfacción interior. ¡Así que una sesión intensa de Freeletics puede traducirse de forma fácil en felicidad!

¡A largo plazo más feliz!

El efecto de estas hormonas no se limita únicamente al momento inmediato del entrenamiento. En el trascurso del esfuerzo físico real, el cerebro solo libera dopamina y serotonina en ciertas zonas. Pero si haces ejercicio con regularidad, la concentración de hormonas crece de modo continuo en la mayoría de áreas del cerebro. Y los efectos secundarios tan placenteros que conlleva son un mayor poder de concentración y un aumento de la alegría y la satisfacción.

Además, las sesiones de ejercicios cortas e intensas como las de Freeletics también ayudan a reducir el nivel de la hormona del estrés, el cortisol, incluso a largo plazo. Así aumenta tu resistencia al estrés, tanto si su origen es físico o mental. No obstante debes tener cuidado. Hacer demasiado ejercicio puede tener el efecto contrario y aumentar el nivel de cortisol. El cuerpo considera que el sobreentrenamiento es un tipo de estrés negativo. Por lo tanto escúchalo.

Con cada pequeño logro después de una rutina la confianza en ti mismo aumenta poco a poco y esto, a su vez, te empuja a rendir más y mejor. Así que no solo estarás más en forma y más atlético, también más optimista, seguro de ti mismo, satisfecho, fuerte ¡y feliz!

Cuando se llega a la combinación perfecta de dopamina, endorfinas, presión sanguínea y respiración, puedes alcanzar lo que se conoce como «flow». Se trata de una sensación de poder infinito, con la que solo sientes felicidad. Entre los corredores, a este estado también se le conoce como el «subidón del corredor», haciendo referencia a su efecto extático. ¿Has experimentado ya este fenómeno? Si es así, ¡cuéntanoslo!

https://knowledge.freeletics.com/es/hormonas-de-la-felicidad-como-el-entrenamiento-te-hace-feliz/

Los padres deben mantener unos horarios fijos para el sueño de sus hijos. (Corbis)
dormir

Una de las quejas más habituales entre docentes y padres sobre sus hijos, una vez llega la pubertad, es que parecen deambular por la casa o el instituto, les cuesta concentrarse y, en definitiva, parecen estar todo el día dormidos. Sin embargo, lo que muchos no saben es que el cuerpo humano sufre durante la adolescencia una serie de cambios físicos que contribuyen a estos problemas de sueño y que sólo logran superar una vez pasados los veinte años, edad en la que el cuerpo comienza a estabilizarse.

Otra de las razones que se han aducido para explicar estos problemas de sueño es que durante la adolescencia, las  habitaciones de los jóvenes comienzan a llenarse con artefactos tecnológicos como ordenadores, televisores o teléfonos móviles que, como se ha demostrado en repetidas ocasiones, impiden conciliar el sueño correctamente y dejar descansar al cerebro. La necesidad de comunicarse con los amigos, de aprovechar el tiempo al máximo o simplementela dificultad para darse cuenta de que es hora de parar impiden que los chicos adquieran unos hábitos de sueño saludables.

Y deberían adquirirlos, porque la falta de sueño puede causar serios problemas, en forma de ralentización de crecimiento neuronal, de periodos prolongados de tristeza o incluso de depresión grave, que en algunos casos puede llegar al suicidio, según un estudio publicado este año por el doctor Carskadon.

Pero por muchos que sean los males, es complicado establecer estrategias que realmente motiven a los adolescentes a dormir las horas que les son necesarias, así que, ¿cómo luchar contra esas costumbres? Igual que no podemos detener el tiempo, resulta complicado cambiar el reloj biológico de nuestros hijos. Lo que sí se encuentra en nuestra mano es cambiar sus hábitos y costumbres, algo que puede contribuir de manera positiva a su reposo nocturno. En Snooze… or Lose!, la doctora Helene A. Emsellem propone diez estrategias diferentes que pueden llevar a cabo los padres para cuidar el sueño de sus descendientes.

–Hay que establecer hábitos que sean respetados por una mayoría de los miembros de la familia. De nada sirve pretender que un chaval de 15 años se vaya a la cama a una hora que le permita dormir el tiempo suficiente si la familia se queda hasta las dos de la mañana viendo la televisión o enganchado al ordenador.

–Es imprescindible preparar por la noche todo lo que los chicos necesitarán el día siguiente (libros, material escolar, comida, ropa, etc.) Eso permitirá tener todo organizado y, por lo tanto, levantarse más tarde y aprovechar el tiempo.

Fija una hora razonable para apagar todos los móviles, ordenadores y distracciones tecnológicas, y que sea al menos media hora antes de ir a la cama. Acostarse inmediatamente después de apagar el ordenador no es buena idea, porque el cerebro todavía no está en la fase que le permite desconectar.

La alimentación ha de ser sana. Y en especial la cena, cuando deben evitarse productos que se digieran mal. Además, es conveniente que trascurran dos horas desde que se toman los alimentos hasta que el adolescente se meta en la cama.

Mejor si no hay siesta. Pero si se produce, es conveniente que sean de no más de media hora. Es tiempo suficiente para que el cuerpo se recupere y no perturbe los ritmos de sueño nocturnos.

–Si tienes problemas para quedarte dormido, que el chico tenga a mano un papel y un bolígrafo para anotar todos los pensamientos que se le pasan por la cabeza.

Nada de cafeína después de las cuatro de la tarde. Una de los problemas principales de muchos adolescentes, en especial en épocas de exámenes, es que se han habituado a confiar en la cafeína para mantenerse despiertos durante el día.

Haz que se levanten de la cama nada más despertarse. Hay que abrir las cortinas y procurar que haya el máximo de luz para que no se queden remoloneando. El día es para hacer cosas, y hay que aprovecharlo desde el principio.

Un ambiente acogedor. Nada de distracciones: luces apagadas, y una atmósfera que incite al descanso es esencial para que la mente entienda que es hora de descansar.

Orienta la actividad diaria hacia el ejercicio. El sedentarismo es una de las causas más habituales de que el sueño no se concilie bien. Sólo cuando hemos tenido el movimiento físico necesario mejoraremos nuestras posibilidades de caer dormidos rápidamente.

http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2012/10/22/10-trucos-para-conseguir-que-los-adolescentes-duerman-sus-horas-107579/

Para los niños, la naturaleza es parque de atracciones, excelente medicina y aula de aprendizaje. El contacto con ella mejora la salud, la capacidad de atención, el desarrollo motor y cognitivo, la autonomía, la seguridad, la adquisición de valores…

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  • El contacto con la naturaleza resulta fundamental en los primeros años de vida, cuando el niño está construyendo su armazón neuronal. “A esas edades el niño no tiene arquetipos ni esquemas mentales adquiridos y la naturaleza es un espacio ideal para estimular su mirada, para que se haga preguntas, para que aprenda a caer y a levantarse, a superar obstáculos y enfrentar sus miedos, a asumir autonomía y a hallar seguridad”, resume Mari Luz Díaz, psicóloga y presidenta de la red Onda. En la escuela Montessori-Palau de Girona, donde se hicieron las fotografías que ilustran el reportaje, promueven actividades para facilitar esta exploración sensorial: regar las plantas, cuidar una huerta, alimentar animales, recoger hojas y observarlas con lupa…

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  • Explica la directora del colegio Montessori-Palau, Montse Julià, que en esta etapa los niños están muy interesados por su desarrollo moral, social e intelectual, por intentar comprender cómo funcionan las cosas y utilizar la imaginación, y por eso trabajar en el bosque o en la granja –como los alumnos del centro que vemos en la fotos de esta página– les entusiasma, porque experimentan, descubren y aprenden cosas, pueden clasificar hojas, sentir los fenómenos naturales, oler, dibujar una gallina viéndola… “Este tipo de experiencias que rompe las barreras entre los niños y la naturaleza les ayudan a comprender el entorno, a sentir que forman parte de él y a preocuparse por los seres vivos”, apunta. Además de cuidar la huerta y los animales de la granja, realizan actividades de observación geológica, química o biológica en el entorno.

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  • Maria Montessori decía que durante la adolescencia los chavales deben aprender a conseguir beneficios mutuos de la relación con la naturaleza, a ser capaces de comprender cómo funciona el mundo, de trabajar la tierra y sacarle rendimiento para autogestionarse. De esta manera, el contacto con la naturaleza facilita a los adolescentes la libertad y autonomía que tanto reclaman en esa etapa, al mismo tiempo que desarrollan su responsabilidad, la confianza en sí mismos y se construyen como persona social. En la escuela Montessori-Palau promueven que los chavales de esa edad trabajen dos días a la semana en la granja y en la huerta –en la imagen vemos a algunos en plena faena– y que traten de sacar rendimiento de estas instalaciones, y han desarrollado una empresa de productos lácteos y otra de reciclado de papel para que sirvan como aulas de ensayo de la vida y del funcionamiento social a sus alumnos. “A estas edades el contacto con la naturaleza y la gestión del cuidado de los animales y de las plantas les permiten dar significado a los contenidos de muchas asignaturas, ven la aplicación de lo que aprenden y les es más fácil estudiar, sentirse responsables, estar más satisfechos con ellos mismos y relacionarse mejor con los adultos que les acompañan en este proceso”, explica la directora, Montse Julià.

Nos reímos de la ocurrencia del crío pequeño al que se le pide que dibuje un pollo y esboza un pollo asado. O del que a la pregunta ¿de dónde viene la leche? responde “del supermercado”. Pero más que cómica, esta realidad resulta trágica. Evidencia que hoy muchos niños crecen sin salir de un entorno urbano y su contacto con las plantas, los animales y los parajes naturales llega a través de la escuela, libros o vídeos. Hay pediatras, educadores y psicólogos que ya hablan del síndrome o trastorno por déficit de naturaleza, un mal que afecta a los niños que viven alejados del contacto con entornos naturales y que se manifiesta en forma de obesidad, estrés, trastornos de aprendizaje, hiperactividad, fatiga crónica o depresión, entre otros síntomas.

Muchos niños salen de casa por la mañana para ir al colegio en coche o autobús, regresan por la tarde por el mismo medio y a la hora de jugar lo hacen en casa y a menudo con la consola o el ordenador. Los padres llenan sus agendas de actividades para prepararles para el futuro y se preocupan por su seguridad, por tenerlos en ambientes protegidos, que no se mojen, no se ensucien, no les piquen bichos… El resultado son millones de niños que no juegan libremente en el parque o en el campo, que no trepan a los árboles ni construyen chozas con troncos, que no cazan lagartijas ni insectos ni tiran piedras a los charcos para no mancharse. Dicen los expertos que, privados de esas experiencias con la naturaleza, esos niños pierden importantes espacios de desarrollo cognitivo y emocional, pierden capacidad de ex­ploración, de creatividad, de destreza para la con­vivencia y para la resolución de problemas. Y aluden a diversos estudios de investigación que prueban que los niños del campo enferman menos, tienen mejor concentración y autodisciplina, mejor coordinación física, equilibrio y agilidad, son más imaginativos, tienen más habilidad para divertirse y colaborar en grupo, son más observadores, muestran más capacidad de razonamiento y más paz interior. Los de ciudad, en cambio, son más temerosos, desarrollan más alergias, tienen más problemas de sobrepeso u obesidad, son más nerviosos e inseguros, se aburren más…

Más seguros y autónomos Las diferencias entre los niños urbanitas y los rurales las constata casi a diario Cristina Gutiérrez, codirectora de La Granja, Fundació per a l’Educació. “Por nuestra granja escuela de Santa Maria de Palautordera (Vallès Oriental) pasan niños de pueblo, de ciudad, de P3, de bachillerato, de escuelas públicas, de centros privados… Unos 10.000 al año. Y tenemos la experiencia de 20 años. Y vemos que los que vienen de ciudad o pueblos con entornos muy urbanos llegan muy nerviosos, acelerados, hablando muy alto; corren y no dejan de moverse y de querer ir rápido a verlo todo, como si se les fuera a acabar el tiempo; los de pueblo se muestran más tranquilos y serenos, más independientes, con menos miedos, como más integrados con el resto del mundo; los de ciudad no se atreven a entrar en el bosque, no se sientan en el suelo para no ensuciarse, se quejan si hay piedras en el camino o si llueve porque les parece que todo se ha de ajustar a sus intereses y sus necesidades”, explica.

“La naturaleza ofrece una cantidad tan elevada de estímulos que el contacto con ella hace que el niño se encuentre en un espacio abierto, con sensación de libertad, con capacidad de moverse libremente, de observar los procesos que ocurren, y eso es fundamental para el desarrollo de sus habilidades de movimiento pero también un estímulo para sus neuronas, para sus emociones y para su aprendizaje; es una experiencia vital que permite al niño sentir y medirse a sí mismo de forma diferente a como lo hace en la ciudad”, resume Mari Luz Díaz, psicóloga, directora del centro de innovación educativa Huerto Alegre y presidenta de la red Onda de centros de educación ambiental de Andalucía.

Más despiertos Explica Díaz que el contacto con la naturaleza incide directamente en el movimiento, y la neurociencia ha demostrado que este tiene repercusión en el número de conexiones neuronales y favorece una organización cerebral rica y variada, una mayor plasticidad, de modo que favorece el desarrollo intelectual y el aprendizaje cognitivo. “Caerse, levantarse, ejercitar los músculos y los sentidos, ponerse a prueba, coger insectos, plantar semillas, son estímulos para el cerebro y también para las emociones, porque oler una flor, contemplar un campo de amapolas o ver cómo nace un ternero provoca al niño sensaciones que, a su vez, suscitan emociones, y esas emociones son luego importantes para construir el conocimiento, porque lo que aprendemos vinculado a emociones se graba más fácilmente en nuestra memoria y es más difícil de olvidar”, apunta la directora de Huerto Alegre.

Más equilibrados Que el contacto con la naturaleza mejora las habilidades motrices de los niños lo tiene clarísimo Cristina García: “Los niños de entre uno y tres años de nuestra guardería caminan por el bosque mejor que los de cinco años que llegan de Barcelona y no saben subir una rampa, se tropiezan con las piedras del camino, se ponen a llorar porque se caen…”. Y asegura que este ejemplo –tener que sortear piedras en el camino, caerse y levantarse para continuar adelante, etcétera– es muy significativo de cómo el contacto con la naturaleza contribuye al desarrollo emocional de los niños. “En el campo es fácil trabajar la tolerancia a la frustración –si llueve te mojas y te aguantas; si te tropiezas o estás cansado mientras estás por el monte te has de aguantar y continuar–, pero también la empatía y el respeto mediante el contacto con los animales y las plantas, o la serenidad y la calma que exigen la observación y la contemplación; se desarrollan muchas habilidades de forma fácil y natural”, apunta.

Más sanos La codirectora de La Granja asegura que los niños en contacto con la naturaleza también sienten menos emociones negativas, son más observadores y se muestran más agradecidos, y hay estudios que demuestran que a las personas agradecidas les late mejor el corazón porque el agradecimiento liberaendorfinas que regulan la presión sanguínea. Y puesta a apuntar evidencias científicas de los beneficios del contacto con la naturaleza, recuerda que “en espacios cerrados o muy masificados se acumulan iones positivos que producen cefaleas, nerviosismo y malestar, mientras que en los espacios abiertos, en las corrientes de agua, en los bosques o cuando llueve se generan iones negativosque son buenos para la salud y el estado de ánimo; por eso pasear una hora por el monte nos ayuda a descargar el malestar y cargarnos de iones de los buenos”.

Mari Luz Díaz alude a las experiencias con animales que demuestran que si se les mantienen encerrados muestran un nivel de retraimiento mayor y una menor capacidad de respuesta ante situaciones difíciles. Otra evidencia, dicen los expertos, es que en los parques zoológicos los animales muestran más problemas de comportamiento y mayores niveles de estrés. José Antonio Corraliza, catedrático de Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), ha verificado con diversos estudios –realizados con Silvia Collado– la correlación entre naturaleza y estrés. “Hemos medido con una escala objetiva el contacto con la naturaleza de un grupo de niños –si la vista de su ventana permite ver mucha o poco naturaleza, el tiempo que tarda en llegar a un espacio verde, si tiene la posibilidad de interactuar, sin querer, con elementos naturales como árboles, balsas de agua, etcétera, en su entorno–, y luego les hemos pasado una escala estandarizada de estrés infantil; el resultado es una correlación negativa de -0.7 entre naturaleza y estrés; a mayor naturaleza cercana, menor estrés”, comenta. Precisa que el contacto con la naturaleza no impide que un niño sufra estrés si tiene un problema, si muere su abuelo o si sus padres se separan, pero sí le otorga más capacidad para afrontar mejor las secuelas del estrés que provocan esas circunstancias. Corraliza y Collado también han constatado que hay relación entre la cantidad de naturaleza con que cuentan los patios escolares y el bienestar infantil. “Hemos visto que cuanto mayor es la naturaleza cercana, antes se recuperan los niños agotados, mejor mantienen la atención y mayor conciencia ambiental tienen”, resume el especialista de la UAM.

“Que el contacto con la naturaleza es muy importante no es una moda ni una retórica sobre la calidad de vida; hay datos empíricos que demuestran que influye en el bienestar psicológico y emocional y sobre las capacidades intelectuales de las personas; y de hecho esa idea ya fue descubierta y defendida en el siglo XIX por las asociaciones de tiempo libre y la institución libre de enseñanza”, agrega Corraliza. Los expertos opinan que detrás de esta realidad puede haber razones biológicas, y que aunque el cuerpo humano esté adaptado ya al modo de vida urbano, quizá el cerebro todavía añore estímulos que tienen que ver con la experiencia de vivir en la naturaleza, que es donde la especie humana ha desarrollado estrategias de adaptación más exitosas para su supervivencia.

Mejor aprendizaje La trascendencia de “vivir con la naturaleza y no sólo conocerla” es también esencial en la pedagogía fundada por Maria Montessori, para quien “ninguna descripción, ninguna ilustración de cualquier libro puede sustituir a la contemplación de los árboles reales y de toda la vida que los rodea en un bosque real”. Por eso en las escuelas Montessori promueven las actividades en y con la naturaleza como parte del programa escolar, adaptando las experiencias a cada etapa de desarrollo. Montse Julià, directora del centro Montessori-Palau de Girona y secretaria de la Asociación Montessori Española, explica que “en todas las etapas de desarrollo los niños están muy interesados por conocer la naturaleza y ese interés ofrece la oportunidad de desarrollar no sólo una relación de respeto y beneficio mutuo, sino también de desarrollar las habilidades de aprendizaje y competencias para el futuro, pues ese contacto proporciona una experiencia de libertad y de responsabilidad y trabajar con el entorno natural ayuda a desarrollar la creatividad y la iniciativa”.

De todos modos, enfatiza que antes de los seis años las principales aportaciones del contacto con la naturaleza son la exploración sensorial, el enriquecimiento y control del movimiento, la mejora del autocontrol y de la capacidad de enfocar la atención y el respeto. En cambio, entre los seis y doce años, cuando los niños están en plena etapa de razonamiento, la naturaleza les permite aprender a relacionar, a observar, a pensar de forma razonada, a sentirse bien con ellos mismos. Y en la adolescencia ese contacto contribuye a formar a la persona social, a ejercitar su responsabilidad, libertad y autonomía, y les proporciona seguridad.

Mari Luz Díaz coincide en que, más allá de todos los beneficios sobre la salud, las capacidades intelectuales y el equilibrio emocional que pueda suponer que los niños estén en contacto con la naturaleza de forma espontánea, si se aprovecha ese contacto en contextos educativos –aulas de naturaleza, granjas escuela, etcétera– los espacios naturales se convierten en un gran recurso pedagógico para educar la percepción de los chavales y hacer que los niños aprendan a discriminar, a categorizar y a ordenar la información, a establecer vínculos afectivos con la naturaleza y los seres vivos y a desarrollar sentimientos de respeto y de protección del medio ambiente.

“Los niños son aprendices activos, investigadores, y la naturaleza ofrece una experiencia sensorial completa: se puede tocar, oler, ver, oír, probar…, así que es más fácil aprender allí que atado a un pupitre”, resumen los expertos. Y subrayan que las vacaciones pueden ser un buen momento para que los padres brinden a sus hijos experiencias naturales: excursiones a la playa o al campo, enseñarles a pescar, a observar las aves, las hojas o los insectos, a hacer cabañas… Actividades todas ellas que, además, escapan a los rigores de la crisis.

http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20130614/54375609720/los-beneficios-de-la-naturaleza-para-los-ninos.html

El consumo de alcohol es un tema a menudo difícil de tratar con los jóvenes. Pero si combinamos diabetes y alcohol, las cosas se complican bastante.

Las hipoglucemias causadas por las salidas nocturnas suelen ser demasiado habituales y graves (agresividad, convulsiones, coma…) entre los jóvenes con diabetes, sobre todo si han abusado del consumo de alcohol u otras sustancias y han realizado ejercicio extra. Esta situación se puede y se debe evitar.

Salir de fiesta sí. Ponerte en riesgo, no

Bar

Como joven con diabetes, es importante que recibas la información y la formación adecuadas para que puedas salir “de marcha”, pero sin riesgo para tu salud y tu vida. Es posible que tengas miedo, rabia, preocupaciones… debido a tener que convivir con tu enfermedad. Tus padres y equipo médico están ahí para ayudarte, pero también es importante que te responsabilices de tus actos y de tu salud. No sirve de nada ni las amenazas ni las reprimendas, lo mejor es hablar claro y olvidarse de paternalismos: Puedes correr riesgos si sales de fiesta y no tienes en cuenta tu diabetes, pero esto no quiere decir que no puedas hacerlo.

En esta edad, lo más importantes es ser “igual que todo el mundo”, y esto hay que tenerlo en cuenta. Pero también hay que saber que, las consecuencias de hacer ciertas cosas “igual que todo el mundo”, pueden no ser las mismas si se tiene diabetes, y este es un riesgo que habrás de valorar por ti mismo.

Otro aspecto que juega un papel importante para mantener el control frente al alcohol es que puedes sufrir una hipoglucemia delante de tus amigos en un bar o una discoteca. Además de la exposición pública que tener una hipoglucemia significa, después hay que convivir con la sobreprotección y el miedo por parte de los amigos, que se convierten en “incómodos” cuidadores: “no te pases” “esto tú no lo puedes comer”, etc.

¿Qué tienes que tener en cuenta si sales de fiesta?

  • Si tu diabetes está bien controlada, puedes consumir alcohol pero de forma moderada.
  • Los síntomas de una persona con hipoglucemia y una en estado de embriaguez son muy parecidos. Puede que tus amigos no te presten atención ante una hipoglucemia pensando que has bebido demasiado, por lo que tú debes estar muy atento.
  • Si decides tomar alcohol, es recomendable que alguno de tus amigos sepa que tienes  diabetes.
  • Lleva alguna identificación que indique que tienes diabetes.
  • Lleva siempre encima hidratos de carbono de absorción rápida.
  • Si bebes alcohol, combínalo con bebidas que lleven carbohidratos (zumos de frutas, colas normales… etc.). Antes un “cubalibre” que un whisky solo.
  • Jamás bebas alcohol en ayunas.
  • Recuerda que el alcohol inhibe la formación y liberación de glucosa en el hígado y que puede ser causa de una hipoglucemia. Por lo tanto, en este caso la inyección de Glucagón sería poco efectiva, tendrías que tomar azúcares de absorción rápida, si estás consciente.
  • Si debido a una bajada de azúcar en sangre perdieras el conocimiento, hay que trasladarte a un Servicio de Urgencias para recibir el tratamiento intravenoso de la hipoglucemia.

En la tabla siguiente puedes ver una relación de las diferentes bebidas alcohólicas y su graduación:

bebidas alcoholicas

Extraído del Boletín Autocontrol es vida nº 14 editado por Bayer Diabetes Care. Autora: Mª Teresa Marí Herrero. Enfermera experta en diabetes.

VIA: http://www.diabetes.bayer.es

Un tercio de los jóvenes menores beben cada fin de semana, ocho de cada diez reconocen haber bebido alguna vez y las edades de inicio de estas prácticas son de 15,8 años en los chicos y 17,1 años las chicas. Los datos sobre consumo de alcohol en menores han empujado al Gobierno vasco a elaborar un plan de actuación en el que se embarcarán varios departamentos –Salud, Educación y Políticas Sociales- y los ayuntamientos. El consejero de Salud, Jon Darpón, ha señalado que se trata de un “problema de salud pública” sobre el que es preciso trabajar para conseguir materializar un “cambio cultural” con el que evitar consumos abusivos los fines de semana o en fiestas.

Darpón ha presentado hoy tras el Consejo de Gobierno el programa, que prevé desde aumentar los impuestos al alcohol –aunque ha matizado que tienen que analizar aún cómo hacerlo jurídicamente- o atajar los patrocinios de este tipo de productos hasta la puesta en marcha de iniciativas como el consejo sanitario de alcohol desde los 12 años (habrá un servicio de atención telefónica), un cribado de alcohol a menores, un protocolo entre Salud y Educación para detectar casos de “consumos excesivos” y actuaciones en las lonjas juveniles.

Preguntado por dónde está el límite del exceso de alcohol en menores, Darpón ha matizado que su intención es “evitar” directamente la ingesta de esta droga. “Ni mucho ni poco” es aceptable, ha zanjado.

Asimismo, el programa plantea cambios normativos, como por ejemplo en la Ley de Adicciones, donde Darpón ha indicado que buscan “incidir” en la actual prohibición de consumo de alcohol en la vía pública, incluyendo la “obligación a la formación o a los trabajos sociales”.

VIA: http://ccaa.elpais.com

Hay muchas maneras de clasificar las drogas. Desde la más personal (me gusta/ no me gusta), pasando por categorías legales(legal, ilegal) , por tipo de efectos (estimulante, alucinógeno, depresor) y llegando a las valoraciones del tipo de riesgo que supone su consumo (como veremos más adelante).
Una de las clasificaciones que más se tienen en cuenta es la de la Convención de las Naciones Unidas de 1976 . En ella existen cuatro listas que engloban distintas sustancias atendiendo a unos criterios determinados. Por ejemplo, en la lista I se incluyen sustancias “totalmente prohibidas, excepto para finalidades médicas muy limitadas y que suponen grave riesgo para la salud”. En esa primera lista se encuentran sustancias como la MDMA, o el LSD.

Esta clasificación choca de frente con otra que ha surgido en noviembre de 2010. En ella, el equipo de investigación liderado por David J. Nutt utilizo una escala de diversos criterios para tratar de discernir cual es el verdadero grado de peligrosidad de las sustancias. Algunos de los criterios utilizados fueron: la mortalidad asociada a la sustancia, el daño que produce al consumidor, el grado de dependencia, el daño al cerebro; además se tuvieron en cuento factores sociales y ambientales tales como: el daño a terceros, el daño a la familia, daño medioambiental, perjuicio económico, etc…

Según estas valoraciones que tienen en cuenta muchos factores objetivos la droga más peligrosa es el alcohol seguida de la heroína y la cocaína fumada. En cambio, y contradiciendo a la clasificación de la Convención de las Naciones Unidas, el LSD y la MDMA se encuentran entre las drogas menos peligrosas.

Esto pone de manifiesto que el “tema drogas” es harto complejo y muy complicado de entender. Se mezclan en él no solo las sustancias, con sus particularidades, sino también aspectos morales, económicos y sociales. Queda lejos un acuerdo en cuanto a qué son las drogas, qué representan y qué utilidad tienen y pueden tener en unas sociedades cada vez más complejas y globalizadas.

Si quieres algo más de información sigue estos enlaces.

Programa REDES dedicado a las drogas.

Después de la guerra contra las drogas.

Otra visión de las adicciones.