El mensaje es potente y claro, pero eso de poco o nada sirve si no llega a su destinatario. Es lo que parece estar pasando con las repetidas llamadas de autoridades sanitarias y políticos a los jóvenes para que tomen conciencia de que ellos se han convertido ahora (no son los únicos) en principales transmisores en los últimos rebrotes en España del coronavirus.
Prohibir los botellones y anunciar cuantiosas multas para los infractores –como han hecho Catalunya y Andalucía, cuando en muchas ciudades esas reuniones remojadas con alcohol están ya prohibidas por las ordenanzas– genera titulares y queda muy bien como declaración o intención política para frenar los contagios. Pero si ese anuncio no viene acompañado de un plan o estrategia para que el mensaje llegue a los que montan esos botellones, toda esa puesta en escena y declaración de intenciones va a servir de muy poco.javascript:falsePUBLICIDAD
Y el principal problema con esta resucitada pandemia es que el reloj juega en contra. Aquí no valen campañas con resultados a largo plazo. El mensaje tiene que llegar a los jóvenes en horas y eso, ha quedado demostrado, no siempre se consigue con los medios convencionales. La mayoría de adolescentes no leen periódicos, ni están atentos a los informativos de las televisiones o emisoras de información veinticuatro horas de radio. Si se quiere llegar hasta ellos para que entiendan los riesgos y asuman el papel que están jugando en el rebrote de esta pandemia hay que ir a los canales que más utilizan esos adolescentes para comunicarse.
Una iniciativa impulsada por el CAP y el Ayuntamiento de Tàrrega, con el mensaje de una joven de 20 años que perdió a su abuela en el pico de la pandemia, es un ejemplo. Como la campaña protagonizada meses atrás por un médico español, que tuvo también gran repercusión entre los jóvenes al propagarse en canales digitales con un mensaje muy claro: “No sois el centro del mundo”.
Pero ojo, “criminalizar ahora a los jóvenes, considerales como únicos culpables de lo que está pasando, no sería la mejor estrategia si lo que se busca es que respondan con responsabilidad a esta crisis”, alerta Beatriz Martín, directora general de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD).
“Lo que siempre hay que tener presente –afirma Anna Sanmartín, subdirectora del Centro Reina Sofia sobre Adolescencia y Juventud de la FAD– es que esta es una responsabilidad colectiva, del conjunto de la sociedad”. Considerar que el problema ahora es solo culpa de “una practica generalizada de la gente joven sería un error, igual que decir que todo lo que pasa es responsabilidad de los adultos”, añade Sanmartín.
Expertos proponen tres vías para que esa información llegue a su destino: redes, familia y ocio nocturno
Cumplir normas y recomendaciones siempre estará sujeto al nivel individual, y eso vale también para el universo de la adolescencia. Pero con los jóvenes, coinciden Martín y Sanmartín, hay unos actores que deberían implicarse mucho más en la transmisión del mensaje. “Las familias juegan un papel determinante y deben de dar ejemplo, al igual que los responsables de las empresas del ocio nocturno. Esos locales, cuando vuelvan a trabajar con normalidad, pueden hacer mucha pedagogía si obligan a sus clientes a mantener todas las medidas de protección”.
Otra clave en este tema, afirman estas expertas –lo que también comparte la psicóloga clínica infanto-juvenil, Mara Cuadrado– está en elegir muy bien los canales para transmitir el mensaje. “Hay que montar ya campañas expresamente dirigidas a ellos, con la colaboración de youtubers o influencers ”, apunta Cuadrado, “en vez de centrarlo todo en multas por botellones o por no llevar la mascarilla”. Esas sanciones las acaban pagando los padres. “Habría que idear, para los infractores y no responsables con el tema, algún tipo de actividad social o trabajos para la comunidad relacionados con los riesgos de la Covid”, apunta esta psicóloga.
En este sentido, en Catalunya la Generalitat ha puesto en marcha la campaña #Sommaskers para incrementar el uso de la mascarilla entre los jóvenes catalanes y mejorar la prevención de los contagios. Seis influencers publicarán vídeos e historias en TikTok e Instagram con mensajes que piden su uso.
Pretender encerrar en casa a adolescentes y jóvenes en verano es un reto complicado. “Se han comportado de forma ejemplar los tres meses más duros del confinamiento y ahora que han retomado sus relaciones sociales se propone otra vez su asilamiento y eso a estas alturas no se apunta nada fácil”, indica Anna Sanmartín. Así que la mejor receta en estos momentos es desplegar todos los medios para apelar a la responsabilidad de este colectivo que ahora busca alternativas al cierre del ocio nocturno. “La información visual en sus canales y redes que más utilizan tendría que multiplicarse. Con mensajes sobre la importancia de mantener la distancia social, de no compartir copas, ni unas patatas bravas o fumar del mismo porro”, aconseja Cuadrado.
Hacerles entender que ahora deben de cuidar de aquellas personas que les han cuidado a ellos y también cambiar esa percepción que tienen de que este virus no supone ninguna amenaza para su salud, que esto es cosa de gente mayor.
La diferencia entre marzo y abril y ahora (también entre muchos adultos) es que se ha perdido el miedo al coronavirus. Las mismas redes que deberían de servir para que esos adolescentes no bajen la guardia, son canales en los que los jóvenes comparten mensajes con las más disparatadas teorías sobre la Covid, que lejos de ayudarles a tener una visión real del problema fomentan aún más la confusión.
“Hay que convencer para que no fumen del mismo porro, ni compartan la copa o las patatas bravas”
Y la familia. “Es muy importante lo que ven en su casa para que el mensaje tenga coherencia”, reitera Martín. “No puedes pedir a tu hijo que no se reúna con amigos o se vaya de botellón si en casa es testigo de barbacoas y fiestas en la piscina organizadas por sus progenitores. Ese no es el modelo”, alerta Cuadrado.
Estas tres expertas consultadas por La Vanguardia recuerdan que a los jóvenes “siempre les ha gustado transgredir las normas” y si el mensaje no es claro en estos momentos “muchos se dejan arrastrar por lo que hace el grupo: el tonto es el que se pone la mascarilla”. Aunque nunca hay que olvidar que no todos son unos irresponsables. Un alto porcentaje son conscientes de los riesgos y se protegen. Ahora, a esos habría que seguirlos como nunca.
Fuente: La Vanguardia