La vida digital es una vida guardada para después. Las tareas están ahí, a lo lejos, franqueadas por barreras y barreras de distracciones, notificaciones, actualizaciones, cosas que responder y vuelta a empezar hasta el fin de los días. Y eso, lo de retrarasar las obligaciones realizando cualquier tarea facilona, es lo que se entiende por procrastinar, una palabra real tan traída del inglés que prácticamente es hipster y por tanto mucho más popular que la más clásica, vaguear.
Que procrastinar te lleve cada día a leer nuestras líneas aplazando tus asuntos de máxima prioridad, lo vemos como un mal menor. Sin embargo si tus deslices con la responsabilidad dan para crear un monstruo de culpa en tu interior que te dice que ya está bien, que ponte a trabajar, que qué bien se siente uno cuando las cosas se hacen a su tiempo, es hora de hacer algo. Por tanto, aquí unos cuantos consejos para sacar la palabra “procrastinar” de tu vida.
1. Ponte plazos
Sí, está muy bien esa frase de “la única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella”, pero a lo mejor no tienes el talento de Oscar Wilde. No puedes volverte a permitir caer en la tentación de aplazar ese informe que tienes cruzado en el estómago. Divide tu jornada laboral en diferentes plazos, o como lo llaman los expertos, cronogramas. Te ayudará saber qué tienes que hacer de 9 a 10:30, qué sigue hasta las dos de la tarde y cuántos mails tienes que dejar enviados antes de las 17:15. Cumplir con estas pequeñas expectativas te hará sentir eficaz, productivo, capacitado. Si estos cronogramas los extrapolas a tu vida personal con la balda que está medio caída y tienes que recolocar, el viaje a Ikea que te queda por hacer y la comida con tu suegra, es que tienes cierta capacidad para avanzar en tus propósitos. Sigue adelante, lo estás haciendo muy bien.
2. Guárdate recompensas para cuando hayas realizado tus tareas
Para cumplir tus propósitos ayuda ubicar una contraprestación a corto plazo una vez satisfechos. Piensa, desde bien temprano por la mañana, qué es lo que más placer te proporcionará al llegar de noche y cansado a casa después de una dura jornada de admirable productividad. Si al final del día has resuelto todos los asuntos pendientes permítete ese pequeño deseo implantado en tu ánimo desde por la mañana: la cerveza de más que cambia de color la habitación, dos capítulos más de la serie a la que estés enganchado, un tipo de cena… Un vicio, si suena a premio, reconforta dos veces.
3. Piensa en refranes. Te harán sentirte menos culpable (pero no seas tan irritante de decirlos en voz alta).
En nuestro país otra cosa no, pero dar consejos se nos da muy bien. En tu memoria habitan mil y un refranes, fruto de la tradición y ese deporte nacional nuestro de aconsejar al otro y ver la paja en el ojo ajeno. Recurre a ellos, tirando de memoria, o si te falla mete en tu próxima lista de regalos un pequeño refranero. En él encontrarás calor e inspiración. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy / Más vale al paso andar que correr y tropezar / A juventud ociosa, vejez trabajosa / El buen cirujano opera temprano/. La lista es larga, casi interminable. Si tú solo no puedes ayúdate de cientos de años de sabiduría popular, no eres el primero en procrastinar.
4. Dale a cada palabra su significado
El mal uso de la semántica es perjudicial para la autoridad de cada uno. Cada palabra lleva la carga suficiente de contenido como para respetarla y que nombrarla siga queriendo decir lo que estrictamente, quiere decir. Vamos a los casos prácticos: si a todos tus mails le colocas la etiqueta de “urgente” y si cualquier proyecto lo necesitas para “ayer”, ni “urgente” ni “ayer” hacen referencia a su significado. De ese modo, el próximo mail que te guiñe un ojo desde la bandeja de entrada de carácter “urgente” o dossier que tenía que haber sido entregado “ayer” podrá esperar dado que ni todo puede ser urgente y nada que verdaderamente sea relevante se puede entregar ayer. Pon el adjetivo y el adverbio que se merece cada plazo, cada proyecto y cada objetivo.
5. Haz el favor de esconder el móvil
Este es el más complicado de todos. Haz el favor de esconder el móvil en una caja de seguridad y cerciórate de que no tienes el código que la abre. Solo así, de esa manera, serás capaz de no ver cada vez que desbloqueas la pantalla números capicúa, extrañas coincidencias y recolectar el feedback de cada una de las actualizaciones y grupos de WhatsApp que llevas en danza. Solo alejando de ti al demonio podrás dejar de procrastinar y darle a cada minuto y hora el valor que tienen.
http://elpais.com/elpais/2015/01/29/icon/1422534936_963101.html?id_externo_rsoc=FB_CM
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