Los cuadernos de viaje pueden ser el aliado perfecto en los procesos educativos de la infancia: la memoria, los recuerdos, los porqués e incluso las matemáticas. En ellos cabe de todo.
Imagine un objeto que permite viajar en el tiempo para reencontrarse con el yo del pasado y poder escucharle 30 años después. Podrá desenterrar el tesoro que escondió de niña y en él encontrará, a veces bien conservada (o no) una vieja entrada de cine, unas flores secas pegadas en un papel, una notita con una adivinanza, incluso un mapa del tesoro o un recorte de EL PAÍS de 1990. Pues esa máquina del tiempo existe y varios educadores explican en este reortaje cómo puede acompañar a los niños para fabricarla este verano. La última propuesta de la serie Recuperar la infancia en el verano de la covid propone cuadernos de viajes, diarios y cuadernos de PORQUE-RÍAS como el mejor aliado educativo para estas vacaciones.
Los ingenieros que nos van a ayudar a diseñarla son una maestra, dos expertos en pedagogía, una artista y una educadora que dan las pautas pedagógicas, artísticas y filosóficas para triunfar en este desafío.
La profesora madrileña Montserrat Poyatos cree que son un recurso completísimo para el verano. “Con mis alumnos, al menos hasta los 10 años, el concepto diario es un éxito. Aún están en una etapa en la que el mundo gira a su alrededor y les encanta construirlo, sentirse plasmados en él, y luego, compartirlo con los demás. Y a la vez trabajan, sin saberlo, lectoescritura, pensamiento creativo y crítico… Así que todos los veranos se lo recomiendo, viajen o no fuera de la ciudad. Eso sí, no sirve si es una imposición porque ellos no lo asumen con la misma emoción, y no es tan eficaz”, advierte.
Para el experto en pedagogía Javier Bronchalo es un recuerdo magnífico de su infancia. “Era todo un reto. Me los proponían hacer en el colegio Estudio, donde iba de pequeño, y me pasaba los días recopilando, seleccionando, tratando de sorprender a quien luego lo leyera… Y de adulto, me doy cuenta de que haciendo mis diarios aprendí a seleccionar la información, a sintetizar, organizar los contenidos y a ilustrarlos con un concepto estético”, recuerda este consultor experto en educación. Pero lo que más aprecia es esa sensación emocionante de revisarlos 30 años después: “Es un reencuentro total con el niño que fui, mis inquietudes, mi curiosidad de entonces, mi descubrimiento del mundo… Tiene mucho de mágico y de único”, asegura.
Su colegio, de pedagogía constructivista, se inspiró en la Institución Libre de Enseñanza que ya utilizaba los cuadernos de viaje a principios del siglo XX en los viajes pedagógicos de sus niños: “Hacen la experiencia mucho más significativa”, explica Bronchalo. “Si al niño le planteas el desafío del cuaderno lo va a asumir como un reto, y le motivará a estará mucho más atento a lo que ocurre a su alrededor. Pensará, cuestionará, observará, investigará… Y todo eso es el motor del aprendizaje por experiencia”, apunta el experto.
Estos cuadernos también funcionan como un elemento de desarrollo personal en aspectos que habitualmente se trabajan menos en la escuela, según argumenta Natalia Calvo, psicóloga y experta en innovación de Santillana Lab: “Un viaje es en sí mismo una experiencia de aprendizaje donde los niños desarrollan habilidades personales, menos desarrolladas en entornos formales. El neurobiólogo Fabricio Ballarini dice que somos lo que recordamos, y un viaje está hecho de recuerdos. El cuaderno de viaje es esa herramienta que te permite guardar tus recuerdos, emociones, experiencias… Son puro auto conocimiento y desarrollo personal”, explica la psicóloga.
Cuatro pistas para fabricar una máquina del tiempo
Para fabricar el cuaderno que permitirá viajar en el tiempo, la educadora artística, maestra y profesora en la Universidad de Valladolid, Gael Zamora Lacasta, da cuatro pautas para garantizar el éxito de la operación. Habla como artista, como educadora y desde la experiencia propia. Aún conserva cerca de una decena de cuadernos de su infancia y es una auténtica fanática del género. Cada verano compartía la experiencia con su hermano y su madre en sus viajes en autocaravana. “Son una caja de tesoros. Tiene espacio para la memoria con objetos materiales, pero también emocionales y son un lugar donde plasmar tus ideas. A la vez es un proyecto global para el educador, porque el alumno ha tenido que trabajar y repasar todas las competencias del curso pero de forma inconsciente, motivado por el reto y con gran libertad porque son ellos los que han impuesto sus normas”, explica esta educadora y artista.
Entre algunos de sus tesoros de infancia recién revisados, de aquel viaje de hace tres décadas por Jaca, Picos de Europa y Venecia, asoma una partida al ahorcado, la frase de un grafiti, el dibujo de un capitel, una ruta de montaña con varios collage de hojas secas e incluso la mancha de sangre de Gael cuando se pinchó con un junco. “Estos tiempos tan tecnológicos es algo completamente físico y conserva la huella física de lo vivido… Es único”. Justo lo opuesto a la estandarización que ha impuesto la tecnología durante el confinamiento. Para que cualquier lector pueda fabricar su cuaderno del tiempo, Gael da cuatro pautas.
1. Escoge o fabrica un buen cuaderno resistente y sin cuadrícula. “Cuando se fabrique o se compre el cuaderno, no debe tener limitaciones como la cuadrícula, mejor páginas en blanco. Y si lo construyen debe poderse abrir bien y por fuera estar protegido y ser resistente por si se moja o se mancha…”, explica la especialista. Y añade que debe tener “bolsillos o sobres para guardar cosas”. Y, por supuesto, buscar inspiraciones: “Si los padres han hecho cuadernos viaje deberían verlos, a los niños les fascina ver que los adultos antes hemos sido también niños”, asegura.
2. Evitar la imposición. Otro punto clave para el éxito de la operación es que el escribir en el cuaderno no puede imponerse. “Debe ser una dinámica fluida, flexible, que si estamos varios días sin escribir no nos agobiemos, no pasa nada porque otro día escribiremos medio cuaderno”, señala la educadora. Propone también que sirva como momento de reunión familiar. “Se pueden buscar momentos de relectura en familia, de puesta en común, porque ese compartir las distintas percepciones sobre un mismo sitio son un bonito lugar de encuentro”, explica. Cuando el cuaderno se trabaja en familia, es también un aprendizaje sobre el respeto al espacio del otro, la convivencia. “Se está construyendo un proyecto en familia, con distintas visiones, que se notan en las distintas letras, y en el que hay que tener en cuenta al otro para realizarlo con éxito, debes leer lo que ya contaron para no repetirlo y completar lo que el otro se dejó… Es un aprendizaje muy interesante, una sensación de pertenencia muy especial”, indica Gael.
3. Conseguir una bolsita donde quepa el cuaderno y sus complementos. “El cuaderno debe caber en una bolsita de cremallera donde puedas meter más cosas: bolígrafo, pinturas, una tijera chiquita, un celo… Es mucho más fluido hacerlo en el momento, puro disfrute manual y creativo”, propone. Y siempre llevarlo en la mochila para aprovechar los tiempos muertos mientras llega la comida, en un trayecto en tren o mientras se guarda una cola para un museo. “Puede servir también como superficie de juego para un tres en raya, o una sopa de letras, por ejemplo, y que los espacios lúdicos dejen también su rastro”, propone la artista.
4. Leerlo en familia al final del viaje o al comenzar el del año que viene. En la propuesta de Gael el final perfecto para este proyecto familiar sería leer el diario en familia. “Lo leemos juntos y es un buen cierre del viaje, o se puede aprovechar para recuperarlo antes del siguiente para recordar lo que vivimos”, señala. E incluso puede compartirse en el colegio a la vuelta a las clases.
Gael lo considera un proyecto redondo: “Es globalizado, interdisciplinar, marcas tus pautas, tiene una motivación intrínseca, es un punto de encuentro, de reflexión, genera memoria, aprendizaje, hay contenidos, hay proceso, hay maduración, puedes volver a ello y tiene un fundamento didáctico ¿qué más podemos pedir?”, resume. Además, ejercitan todas las materias sin que los niños se den cuenta. Desde la filosofía, hasta las competencias lingüísticas de lectoecritura, las plásticas y observacionales, el pensamiento crítico e incluso las matemáticas si le planteas que haga un presupuesto del viaje al final del cuaderno, o que pegue un billete de autobús y lo compare con lo que cuestan los billetes en su ciudad.
Cuadernos de PORQUE-RÍAS para filósofos pequeños y grandes
El cuaderno de viaje puede tener incluso una vuelta de tuerca filosófica, que quizás funcione mejor con los más pequeños de la casa. Lo propone la educadora, escritora y filósofa Elen Duthie, creadora del proyecto Wonder Ponder de filosofía para niños: los cuadernos de PORQUE-RÍAS —nada que ver con puerco, y todo que ver con los porqués—. “Consiste en dedicar un tiempo a pensar en cosas que nos apetece saber o investigar y a formular preguntas interesantes. Los porqués”, explica la escritora a EL PAÍS. Incluso tiene instrucciones precisas sobre cómo fabricar uno propio.
Esta propuesta fomenta que los niños sean observadores. “Y el que esté toda la familia implicada en esa curiosidad planteando preguntas tiene un potencial de diversión y de exploración compartida genial. Los niños cuestionan el mundo y los adultos seremos coexploradores de esa curiosidad. Y a los niños les fascina descubrir que los adultos son también personas que se hacen preguntas en lugar de responderlas”, explica. Toda una oportunidad, según Duthie: “La observación y la curiosidad activa no tiene muchas posibilidades en la escuela en el día a día. Rara vez se parte de sus intereses o de su curiosidad. Así que estimula su sentido crítico”.
Pero advierte a los adultos que se preparen para sorprenderse. La idea de estos cuadernos surgió durante el curso Filosofía a la de tres, con niños a partir de 3 años. Varios de los debates y preguntas surgidas están recopilados en el blog PORQUE-RÍAS. Allí se cuestiona “¿por qué las personas malas son malas y las buenas son buenas?”; “¿Por qué las personas son dueñas de los perros y no los perros de las personas?” o “¿por qué vemos cuando soñamos si tenemos los ojos cerrados?”. La dinámica en sencilla: “Habrá preguntas que se puedan investigar y otras que son para explorar y dialogar. La idea no es que los adultos respondamos, porque el aprendizaje está en el recorrido, en la búsqueda. Pensar y pensar y pensar… y si no llegamos a la respuesta, no pasa nada nos habremos enriquecido por el camino”, concluye. Y como conclusión, Duthie advierte: la norma más importante que tienen que tener clara los padres es “Prohibido responder”. La idea es mantener abierta la curiosidad: “Si la cierras con una respuesta, no tiene sentido”.
Fuente: El País
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