A los seis años, Miara Campos sufrió una dolencia que la dejó unos días afónica. No podía hablar. “Un día, se me perdió la voz”, asegura. Para intentar atajar la inquietud y preocupación de la pequeña, su abuelo, Antonio Montoro, tras recogerla del colegio decidió inventar una historia sobre qué podría haber pasado con su voz, quién se la podría haber llevado. “Tu voz no las ha perdido tú, hay algo raro, alguien te la ha quitado”, le dijo. La niña la escuchó con curiosidad, se divirtió y, poco a poco, fue añadiéndole detalles. Tantos, que ambos se embarcaron en la aventura de convertir aquel texto oral en un cuento infantil que pudieran leer todos los niños y niñas. Tres años después de aquel episodio, Ediciones del Genal, pequeña editorial de Málaga, ha publicado El secuestro de la voz de Mía, que se ha convertido en uno de los trabajos más vendidos en la reciente primera edición de la Feria del Libro Malagueño. Allí estuvo Miara, firmando y dedicando su obra a sus pequeños lectores. “Muchos eran compañeros de clase”, recuerda la pequeña, que esos días compartió el evento cultural junto a autores consagrados como Javier Castillo o Juan Jacinto Muñoz Rengel.
Miara es una niña sensible, con luz, creativa y dicharachera cuando le apetece, según explica su propia madre, Paola Montoro. Su hija tiene un vínculo muy especial con el abuelo Antonio, porque al habitual vínculo que une a esas generaciones, se sumó que, durante un tiempo, ambos compartieron vivienda mientras los padres de la pequeña buscaban una nueva casa donde vivir. “Ahí surgió una relación mucho más estrecha”, cuenta el orgulloso coautor del libro infantil, al que siempre le ha gustado contar historias: algunas a nivel profesional —es miembro del Colectivo de Escritores de Málaga— y, otras, a nivel más personal, especialmente en reuniones familiares. Su nieta las disfrutaba, pero, además, ella siempre aportaba algo más al relato. “Le contaba un cuento, pero ella lo comentaba, lo hacía más grande y terminaban haciendo una historia completamente diferente. Es una niña muy creativa y con una fuerza interior muy importante”, cuenta Antonio, granadino de Loja, quien ha trabajado más de 40 años como profesor en el Sáhara Occidental, Canarias o las islas Baleares, pero que acabó en Málaga, donde desarrolló la mitad de su carrera.javascript:falsePUBLICIDAD
“Lo que más me gusta es que, cuando escucho esas historias de mi abuelo, puedo empezar a vivirlas”, dice Miara, que se sintió más protagonista que nunca cuando una de esas historias tenía que ver con cómo había perdido su voz. Junto a su familiar, planteó el relato. Luego buscaron juntos información en Internet y, finalmente, empezaron a construir la historia. Miara se recuperó de su dolencia en pocos días, un final feliz que también quisieron dar a su obra. Finalmente, han conseguido un cuento que trata las formas de comunicación más allá del lenguaje hablado —ya sea en signos o escrita— además de la relación con la naturaleza o los vínculos intergeneracionales. Durante el proceso, ambos realizaron también los bocetos de las ilustraciones que les gustaría que acompañaran al texto. La ilustradora Carmen Larios las tomó como ejemplo y su trabajo es el que ha dado forma final al libro. “A mí lo que más me ha gustado de todo esto es que mi abuelo haya hecho esto conmigo”, subraya feliz la pequeña.
Antonio y Mía contaron con el apoyo de Ediciones del Genal, una humilde editorial malagueña que, a la vez, es la promotora de las históricas librerías Proteo y Prometo, con medio siglo de historia a sus espaldas en Málaga y que siempre han apostado por temas y autores locales. Jesús Otaola, uno de sus responsables, vio la sensibilidad con la que estaba hecho el libro y decidió lanzarlo. “Tiene lo más importante: la verdad”, explica. “La verdad de un abuelo, de una nieta y de una historia que se puede llevar al resto de familias”, cuenta el editor y librero, que cree que El secuestro de la voz de Mía “despierta una sensación especial”.
Es, precisamente, lo que consiguió despertar durante su presentación en la I Feria del Libro Malagueño, donde Miara fue una de las autoras más solicitadas. “Estuvo toda la mañana firmando libros, pero incluso cuando nos fuimos a almorzar, seguían viniendo niños para que se lo dedicara”, dice Antonio Montoro. Allí, además, recibió la visita del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre. Y no solo en su visita oficial: posteriormente se acercó al puesto de la editorial para adquirir un par de ejemplares que Miara dedicó a los nietos del regidor. “Tuvimos la suerte de que pasara por allí y le diera un empujón al libro”, añade Otaola, que ya considera este trabajo como una especie de mirlo blanco por lo bien que están yendo las ventas respecto a otras de sus ediciones. Hasta el momento han vendido ya más de 300 copias: “La cifra que puede ser pequeña para grandes editoriales, pero que para nosotros es muy significativa”, relata.
Mientras tanto, Miara y su abuelo han decidido que El secuestro de la voz de Mía sea solo su primera aventura editorial juntos: “Tengo muchas ganas de hacer más libros ahora que tengo nueve años”, afirma la niña. Ya han preparado dos cuentos más a partir de anécdotas personales y familiares con el objetivo de que otras familias también se lancen a crear los suyos. El siguiente en publicarse —aunque aún no hay fecha— relata la historia de un pequeño pato que llegó a la familia y que no sabía nadar. Y el tercero se acerca a una de las aficiones de Miara, los caballos. Especialmente una yegua a la que tiene mucho cariño y que es la protagonista de otro relato. El punto de partida para este trabajo fue sencillo y, esta vez, partió de la propia niña: “Abuelo, ¿Por qué no hacemos una historia de mi yegua favorita?”. Por supuesto, Antonio no pudo negarse. Quién podría.
Fuente: El País
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