Las emociones son parte de cada ser humano. Nos ayudan en cada función vital, nos ayudan a salir de los peligros. Son parte imprescindible de nuestra vida. Sin embargo, tanto en la educación de los niños como en la vida cotidiana, se descuentan como si no existieran, o peor aún, se intentan tapar como si sentir y/o expresarlo fuera indigno o malo.
Como médico, soy consciente desde hace muchísimos años de la tremenda importancia que tienen las emociones en la enfermedad. Aunque ningún profesor, de los muchos que me enseñaron en la facultad o en el hospital, me hablaron siquiera de ellas. No solo eso, algunos se rieron de mí cuando ya por aquel entonces sugería la relación entre enfermedad y emociones.
Como padre no podría dudar siquiera de la tremenda importancia y presencia que tienen las emociones en los niños. Me imagino que la inmensa mayoría de padres y madres tienen muy presente la necesidad de saber manejar bien las emociones con los niños. Sin embargo, nadie nos enseña qué hacer ni cómo manejarlas.
Hace ya más de seis años escribí junto a mi mujer, Macarena Chías, un libro publicado por la Editorial Desclée, titulado EmocionArte con los niños. El otro día buscando un regalo en «La Casa del Libro», me encantó descubrir que tenían dos ejemplares a la venta tantos años después, eso en el panorama editorial de España es casi increíble. Me siento muy agradecido de que se siga vendiendo tan bien y de que siga estando en las librerías.
En este libro explicamos, de una forma entendible para todo el mundo, nuestro modelo de emociones y las diferentes maneras de manejarlas en los niños, distintas formas de ayudarles a expresarlas de manera adecuada. A veces, con una ayuda oportuna podemos facilitar que nuestro hijo, alumno o paciente, no solo afronte sanamente una emoción determinada, sino que les enseñamos a enfrentarse a las emociones y a manejar herramientas emocionales de forma adecuada.
Si a todos los niños de entre 4 y 12 años se les enseñara a sentir y expresar adecuadamente sus emociones, el mundo cambiaría para mucho mejor.
Hablamos de la rabia, el miedo lógico, la tristeza, el poder, el amor horizontal y la alegría. Ya en un nivel más profundo explicamos el ‘amor parental’ y el ‘miedo existencial’. Si los mayores las entendemos, podremos gestionarlas mejor y ayudaremos a nuestros niños a que sientan y expresen lo que sienten espontáneamente. Para ellos será un cambio definitivo recibir ese apoyo de la figura parental ante una situación de manifiesta índole emocional, en vez del descuento de la emoción que vemos tan a menudo, debido al desconocimiento de cómo actuar ante ellas.
Es tan frecuente ver cómo, ante alguien que está llorando su tristeza, la frase con que el otro le responde es un «no llores…». Si alguien siente tristeza lo que necesita es el apoyo afectivo del otro, un hombro o unos brazos en los que llorar, a «moco tendido» si es posible.
Con EmocionArte con los niños, pretendemos ayudar a los padres, educadores y terapeutas a acompañar a los niños en su emoción. Hay otra forma de ayudarles desde ellos mismos y es a través de los maravillosos cuentos que publica la Editorial Emonautas, con cuentos como Los tentáculos de Blef -Miedo, El secreto de Blef, Los tentáculos de Blef – Rabia o Si yo tuviera una púa. Cuentos respetuosos que sanan a los niños y a los padres.
Leyendo el cuento el niño aprende a expresar adecuadamente su emoción y además normaliza situaciones que, sin ese apoyo, seguirían siendo algo tabú para algunos niños y muchos padres y educadores. Os animo a leer sobre emociones, a los mayores de una forma y a los niños de otra. Seguro que tras estas prácticas, la relación con los niños cambia y sobre todo, la relación de los niños y mayores con las emociones.
Hace ya muchos años, pensando una acción que cambiaría el mundo, lo que imaginé fue: «Enseñar a manejar las emociones a todos los niños de entre 4 y 12 años, creando así un filtro educativo de una generación». Ya sé que eso en la práctica es imposible, pero ya os digo que a mi me gusta imaginar, soñar, creer en lo imposible. Si a todos los niños de esa franja de edad se les enseñara a sentir y expresar adecuadamente sus emociones, el mundo cambiaría para mucho mejor. Sería más sano, más justo, más humano. Toda una generación de adultos que han pasado esa experiencia nos gobernaría de otra manera. Seguro que viviríamos mejor. ¿Será posible?
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