Eduardo Royón, Andrea Blavia, Carmen Martínez y Antonio Egea nos cuentan cómo vivieron ellos aquellas semanas de encierro.
El viaje de fin de curso. Abrazar a tus amigos al hacer el último examen del instituto. La selectividad. Las primeras salidas hasta la madrugada, las primeras borracheras. Esa sensación de libertad al dejar atrás la infancia. Todas esas primeras veces que todos vivimos y que la pandemia ha borrado para los adolescentes, que han tenido que reprimir las ganas de hacer todo aquello para lo que llevan años esperando.
«Aunque las tecnologías nos han ayudado en parte a superarlo, lo que más nos ha molestado, o al menos a mí, ha sido intentar compaginar este confinamiento con los estudios», dice Antonio Egea.
«Fue bastante complicado», admite Eduardo Royón, «porque no todos los profesores nos ayudaban a avanzar con la asignatura, o nos mandaban muchísimos trabajos y luego nos examinaban sin hacer ellos gran cosa, aunque algunos se implicaban, nos ayudaban, estaban disponibles constantemente».
«Mis estudios se paralizaron», dice Carmen Martínez. Como ella, Andrea Blavia reconoce que perdió ritmo de aprendizaje en el confinamiento: «Mis estudios mejoraron con respecto a notas, pero sentía que no estaba aprendiendo nada».
A todo esto se sumaron, como nos pasó a prácticamente todos, los sentimientos de desesperación, de soledad en ocasiones, de impotencia. «El agotamiento, el agobio de estar en los mismos metros cuadrados constantemente», expresa Eduardo. «Lo peor fue cuando necesitaba estar sola porque no sabía dónde ir, porque al final tenía que ir a mi habitación, que era donde llevaba encerrada horas y horas y necesitaba salir de allí», añade Carmen.
En el mismo sentido habla Andrea: «Yo creo que para mí lo peor fue ese sentimiento de desesperación, era todo el tiempo sentir que estaba viviendo el mismo día muchísimas veces y sentirme eso, desesperada e impotente, porque no podía hacer absolutamente nada. Ese sentimiento de que el tiempo no está avanzando pero sí está avanzando a la vez era súper desesperante y yo creo que eso fue lo peor de estar encerrado en casa, esos sentimientos de impotencia, soledad y desesperación que no parecían tener solución».
Pero no todo fue malo. A pesar de haber tenido que retrasar toda su transición a la edad adulta, Carmen, Eduardo, Andrea y Antonio han sabido sacar provecho a estos meses de restricciones y la familia ha sido la principal beneficiada. En la adolescencia, las relaciones con los padres cambian, como todo en nuestra vida en ese momento. Para ellos han cambiado, pero para bien.
«La relación con la familia al fin y al cabo tiene que mejorar», dice Antonio, «porque al estar forzados a convivir durante tanto tiempo, aunque cada uno esté en su habitación para asistir a clase o al trabajo, al final te ves forzado a mejorar esa relación».
«Yo creo que sí que mejoró (la relación) porque gracias a Dios nosotros nos llevamos súper bien y sabemos convivir en familia, jugamos, cada noche cocinábamos algo distinto, entonces yo creo que en ese sentido mejoró mucho porque ahora somos mucho más cercanos», agradece Andrea. «Al final como que este confinamiento nos comprobó que sí que somos capaces y que de verdad nos llevamos bien y nos complementamos y eso te llena como familia».
Pero no solo eso, sino que aprendieron a parar, a dedicarse tiempo a sí mismos, a entenderse mejor. «Lo mejor sin duda del confinamiento fue que aprendí a entretenerme sola y a estar sola», dice Carmen. «De allí salió mi afición por la lectura y aprendí a tocar la guitarra y el ukelele», añade. Como Antonio, que asegura que encontró «muchos hobbies e intereses nuevos».
«Como dije que no aprendí en el colegio, aprendí de otras maneras que no eran académicas. Me conocí a mí misma yo creo, conocí lados que no sabía que tenía, que quizá no eran muy buenos pero por lo menos ya sé que los tengo», reflexiona Andrea, que también afirma que ha aprendido a valorar más a qué dedica el tiempo. «También aprendí a vivir más yo creo, aprendí a apreciar las cosas, porque de repente, de la noche a la mañana te quitan absolutamente todo y no te das cuenta de todo lo que has vivido. Y estoy muy agradecida de ahora saber eso, de conocerme un poquito más a mí misma y de vivir las cosas al 100%».
Fuente: https://theobjective.com/
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