Hablemos sobre los adolescentes.  Quejas, lamentos, no quiere que lo vean junto a ti, se avergüenza, te sientes “tonto”, fracasado, incluso culpable;  esa forma irritable de pronunciar mamá o papá o llamarte por tu nombre de pila; alusiones a lo poco que te gustan sus amigos, a que te pasas con los consejos, incluso te llaman “pesado” o te dicen que solo quieres controlar su vida, que… ¡los dejes en paz!

¿Lo reconoces? Tu hijo acaba de emprender su transformación.

La adolescencia  es un proceso, NO ES EL PRODUCTO FINAL. Es el camino que están tomando para conocerse a sí mismos, una parte fundamental que es el puente a la edad adulta.

Los adolescentes tienen 4 necesidades importantes, veamos en este post cómo podemos apoyarlos .

  1.  Privacidad
  2. Acoplamiento social
  3. Examinar nuevos puntos de vista
  4. Cometer errores sin ser juzgados

Privacidad. 

En esta etapa es esencial tener un espacio al margen de la familia, un espacio donde no sentirse observado ni controlado. Necesitan no sentirse malos por experimentar, no sentir que los desaprobamos; esta será la base para no hacer las cosas a escondidas por miedo a no “llegar a la altura”, decepcionarnos o no cubrir expectativas.

Es esencial entonces crear ese clima, esa atmósfera, en la que nuestro adolescente no tenga la necesidad de mentir, en la que se sienta seguro de decir la verdad al menos la mayor parte del tiempo. ¿Cómo?

  • Evitando juicios, reproches, sermones.
  • Validando emociones, empatizando, valorando y respetando su punto de vista aunque no lo compartamos.
  • Confiando en sus habilidades, dando la oportunidad de elegir libremente qué hacer.
  • Experimentando las consecuencias de sus actos, de hacerse responsable de sus errores y dando la seguridad de que confías en que puede solucionarlo y que estás ahí para ayudar (que no rescatar) cuando lo necesite.

Respetar la privacidad no significa abandonarlos a su suerte, sino dejar cometer errores y ayudarlos a solucionar cuando lo requieran, soltar, CONFIAR, mantenerse al margen y dejarlo averiguar qué debe hacer.

Maneras de Respetar la Privacidad.

  1.  Programar tiempos especiales para estar juntos y conocer a nuestro hijo
  2.  Haciendo saber que cuando se acerquen, lo que haremos será escuchar y comprender afectuosamente y no juzgar, criticar o aleccionar
  3. Cuando cometan un error o tengan un problema, usemos preguntas de curiosidad para ayudarles a explorar las consecuencias de su comportamiento (dejamos a parte el por qué, pues es muy acusador)
  4.  Siendo firmes y amables a la vez, lo que permite que ellos se hagan responsables de lo hecho sin necesidad de castigos

2. Acoplamiento Social 

En esta etapa es esencial tener personas alrededor que compartan gustos y puntos de vista, gente con la que puedan relacionarse sintiéndose cómodos e identificados. A algunos de los adolescentes no les importará que conozcamos a sus amigos, pero, conforme vayan creciendo, esto puede cambiar. Pensar en lo que nos agobiaban nuestros padres cuando querían saber todo el rato dónde íbamos, con quién estábamos, qué íbamos a hacer, si habría “algún mayor” presente… Ahora los que necesitamos ese control somos nosotros y para nada tendrá los efectos que esperamos. Esto les ofende, odian que queramos saber todo, reaccionan justamente como queremos evitar, cerrándose a comunicar, escondiendo o mintiendo. ¿Quieres comprobarlo? Pregúntale a tu hijo qué piensa, qué siente y qué decide hacer cuando tu llevas a cabo este “tercer grado”. Hay opciones mejores, pero tendremos que comprender las necesidades de nuestro hijo, mostrar las propias, ser conscientes de la necesidad de hablar, de mantener un diálogo y no un monólogo (lo cual, sin darnos cuenta, es lo que hacemos).

HERRAMIENTAS PARA UNA EDUCACIÓN AMABLE Y FIRME.

  1. Mostrar amor incondicional (hacer saber a nuestro hijo que estamos de su lado y no contra él, que aunque no compartamos lo que hace lo respetamos, que lo queremos por lo que es y no por sus acciones).
  2. Tengamos siempre en mente ser empáticos (validar lo que sienten, comunicarles que somos conscientes de su sentimiento, compartir situaciones en las que nos sentimos igual)
  3.  Hablar CON ELLOS y no A, PARA O POR ELLOS (cuando conversemos, compartamos sentimientos usando frases donde la palabra “yo” esté presente)
  4.  Preguntar más, decir menos. Con el QUÉ y el CÓMO ayudamos al adolescente a explorar las consecuencias de sus decisiones mostrando autentica curiosidad por comprender y  sin necesidad de hacerle sentir mal: ¿Qué pasó entonces? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué hiciste después? ¿Cómo lo conseguiste?…
  5.  Compartir situaciones similares que nosotros hayamos vivido acerca a padres e hijos, incrementa el sentimiento de comprensión.
  6. Decidir lo que haremos nosotros y no lo que van a hacer ellos es esencial, controlar nuestra conducta y no la de los hijos permite que ellos decidan qué hacer sabiendo lo que vendrá a continuación sin necesidad de sentirse culpables o inadecuados y tomar responsabilidad sobre las consecuencias de sus decisiones (“he decidido que a partir de ahora sólo lavaré la ropa que esté en el cesto”, por ejemplo).

3. Necesitan espacio para equivocarse

Debemos quitar esa connotación negativa que tiene el error. Equivocarse es una oportunidad para aprender, siempre y cuando nos hagamos responsables de nuestros errores. Este es nuestro objetivo.

Si empatizamos con nuestro hijo y le transmitimos que, aunque no compartamos su decisión sobre cómo actuar la respetamos, será mucho más fácil que tras una equivocación la compartan con nosotros, tomen responsabilidad sobre lo acontecido y se enfoquen en buscar soluciones.

Esto es apoyo incondicional y sustituye el castigo por la oportunidad de aprender de las experiencias vividas. Cuando castigamos lo hacemos porque no tenemos en cuenta su percepción, sólo la nuestra. No consideramos su punto de vista, sus razones, su mundo, sólo en nuestro. Al castigarlos les privamos de un aspecto esencial, no les enseñaremos a afrontar algo que les va a ocurrir con frecuencia: cometer errores.

No hace falta hacer sentir mal para aprender algo, es innecesario además de perjudicial para todos. Sin embargo, con amabilidad y firmeza, podemos hacer que nuestros hijos experimenten las consecuencias de sus decisiones y aprendan grandes habilidades de vida fuera de un clima de culpa, vergüenza, dolor o humillación.

https://cuentosparacrecer.org/blog/conociendo-y-apoyando-a-los-adolescentes-herramientas/

El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es el problema de salud mental más común entre los niños. En 2015, los centros de salud mental catalanes atendieron a 17.322 menores con TDAH, un 140% más que en 2008. Según un informe de la Agencia de Calidad y Evaluaciones Sanitarias (AQuAS), la incidencia sigue al alza y seguramente el volumen real de la población diagnosticada y tratada es superior porque el informe no cuenta con los casos detectados en la sanidad privada.

No son solo niños movidos o inquietos. Pese a la controversia generada alrededor del TDAH —hay profesionales excépticos con la existencia de esta patología—, es una dolencia reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su clasificación internacional de enfermedades. Además, la evidencia científica demuestra que esta dolencia, cuyos rasgos característicos son la desatención, laimpulsividad y la hiperactividad, pueden aumentar hasta dos veces el riesgo de mortalidad, accidentes de tráfico y adicciones (el 40% de los diagnosticados con TDAH consumen drogas a lo largo de su vida).

“El incremento del diagnóstico tiene una explicación fundamentalmente por la distribución de recursos y la formación de profesionales”, sostiene el doctor Josep Antoni Ramos Quiroga, jefe de psiquiatría en el hospital Vall d‘Hebron de Barcelona. El especialista es, precisamente, uno de los autores de un artículo científico publicado en la revista científica The Lancet donde se demuestra que el cerebro de las personas con TDAH tiene alteraciones estructurales y retraso en el proceso de maduración. “Si es un trastorno que no existe, ¿por qué hay esas alteraciones estructurales? Y si no existe, ¿cómo es posible que esas personas haciendo un tratamiento tengan una vida satisfactoria?”, zanja el médico.

“La evolución también hay que interpretarla con cautela, ya que parte del incremento puede deberse a una mejora de la calidad del registro de la actividad de los centros de salud mental”, matizan los autores del informe del AQuAS. La literatura científica sostiene que entre el 5% y el 7% de los menores padecen TDAH. Según la Encuesta de Salud de Cataluña (ESCA), entre 2014 y 2015, el 4,3% de la población menor de 15 años sufría un trastorno de conducta, hiperactividad o déficit de atención.

Alteraciones en la estructura del cerebro

Un estudio internacional en el que participó Ramos Quiroga demostró que cinco estructuras del cerebro profundo son más pequeñas en personas que tienen TDAH respecto a los individuos que no presentan esta patología.

Los investigadores analizaron resonancias magnéticas de 1.713 personas con TDAH y 1.529 sin este trastorno y probaron que el cerebro de los pacientes con este problema de salud mental tiene alteraciones en su estructura y un nivel de maduración inferior al de personas de su edad que no sufren esta dolencia. En concreto, se han encontrado diferencias en cinco zonas del cerebro: el núcleo accumbens, el núcleo caudado, la amígdala, el hipocampo y el putamen.

Según los autores, este estudio, que fue publicado en The Lancet, demuestra que “el TDAH es un tratorno del cerebro, como lo son otras enfermedades psiquiátricas como la depresión o el trastorno bipolar”.

Frente a las voces que alertan de un sobrediagnóstico del TDAH en los últimos años, Ramos Quiroga asegura que todo se debe a una mejora diagnóstica y a una mayor evidencia científica. “Poco a poco se han incrementado más recursos en salud mental y eso hace que haya más capacidad de atender a más chicos con problemas de salud mental. De hecho, en centros que tienen mucha experiencia con TDAH, no hay un incremento de pacientes porque ya lo estaban detectando bien. En otros centros se ha empezado a hacer ahora formación”, señala el psiquiatra. También alude al descubrimiento de más factores de riesgo. “La prematuridad, el consumo de tabaco y alcohol durante el embarazo o la contaminación ambiental pueden tener un impacto para desarrollar más riesgo de TDAH”, sostiene.

La intervención para tratar el TDAH pasa, según las guías clínicas, por un abordaje psicológico con terapia conductivo-conductual y, para los casos más graves, combinar esta atención psicológica con farmacoterapia. Con todo, los consumidores de medicamentos para el TDAH también aumentaron un 121% en una década, según el estudio del AQuAS: en 2016, 23.689 personas consumieron fármacos para este trastorno. Los autores del informe, no obstante, matizan que solo el 63% de los atendidos en 2015 por TDAH tomaban medicación para esta dolencia.

Ramos Quiroga insiste en que la primera intervención no es farmacológica pero los medicamentos que hay en el mercado para el TDAH —son cuatro fármacos— han dado buenos resultados. El psiquiatra mantiene que existe un infradiagnóstico y una alta variabilidad territorial, un extremo que también expone el AQuAS en su informe. “Tenemos adultos que nunca han sido diagnosticados de niños, pero han consumido muchos recursos. Incluso han sido tratados con antipsicóticos. Eso no tiene ningún sentido. Los medicamentos para el TDAH son muy seguros porque son de hace muchos años y sabemos mucho de ellos”, lamenta el médico.

https://elpais.com/ccaa/2017/07/14/catalunya/1500061478_571660.html?rel=str_articulo#1517216968603

El sistema educativo en general, y el español en particular, no se adecua al modelo de sociedad en la que vivimos. Una conclusión que se extrae del análisis realizado por profesores, neuropsicólogos, especialistas en neurociencia, estudiantes, pedagogos o políticos y que recoge el investigador estadounidense Jürgen Klaric en el documental “Un crimen llamado educación”. Se trata de un estudio realizado en más de catorce países en el que muestra la realidad del sistema educativo ante un modelo que no logra cubrir las necesidades de esta época. Un hecho, la falta de sintonía entre los modelos educativos actuales y las sociedades en las que se aplican, del que se hace eco en un momento de la película Pepe Múgica, expresidente de Uruguay, quien afirma que “la educación en el mundo está en crisis. No encaja demasiado, al parecer, con las exigencias del mundo contemporáneo”.

El modelo educativo en nuestro país está desarrollado en la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa o LOMCE, que gira alrededor de la evaluación y que no tiene en cuenta tanto el proceso como los resultados. Un programa que, según los expertos consultados, se basa en que todos aprendan lo mismo, al mismo tiempo, y en el mismo lugar, no dando opción a que un niño vaya madurando y avanzando en su aprendizaje de forma distinta. Todos tienen que ser iguales: no se entiende que algunos aprendan de otra manera o más despacio. Una estandarización de la educación a la que algunas voces definen ya como bullying institucional.

Según Álvaro Bilbao, neuropsicólogo y Doctor en Psicología de la Salud, “el sistema educativo tiene muchos problemas y el más grave de todos ellos es el bullying institucional. No hay más que ir a una consulta de psicología infantil en cualquier lugar de España y escucharemos casos de niños a los que la escuela invitó a cambiarse de colegio porque no encajaban o no daban el nivel”. Asimismo, Bilbao manifiesta que, “en ocasiones, la escuela está más interesada en conseguir resultados que en educar” y señala que “es un grave error que el centro educativo no se esfuerce más en integrar a los niños a los que les cuesta más o para que los que van mejor ayuden a los que van peor, porque de esta manera se pierde una oportunidad muy valiosa de enseñar a los niños a construir una sociedad mejor”.

Un modelo educativo “antinatural”

Montse Hidalgo, directora de la Universidad de la Felicidad, speaker motivacional y experta en Neurociencia e Inteligencia Emocional, coincide en que el actual sistema educativo obliga a que todos aprendan lo mismo, al mismo tiempo, y de la misma forma. Una propuesta que, según Hidalgo, es “antinatural, porque si observamos cómo aprendemos, vemos que no todos aprendemos a andar al mismo tiempo, ni a hablar a la misma edad. El sistema en lugar de enseñarnos a pensar lo que hace es llenarnos de conocimientos. No desarrollan en los jóvenes la capacidad de pensar por sí mismos”.

Pero, pese a las importantes contradicciones en las que incurre nuestro actual modelo educativo, Bilbao no es partidario de desechar todo lo antiguo frente a un modelo íntegramente nuevo. En este sentido, el autor del libro “El cerebro del niño explicado a los padres” (Plataforma Editorial) señala que “sabemos que algunas de las habilidades más importantes para el cerebro son la creatividad y la curiosidad que van en sintonía con las nuevas corrientes de educación. Sin embargo, también sabemos que la persistencia y el autocontrol (presentes en los modelos educativos anteriores) son igual de importantes”. Por ello, en palabras de Bilbao, “no se trata de elegir sino de integrar. Los cerebros más inteligentes son aquellos capaces de integrar información aparentemente contradictoria. Si queremos un buen modelo educativo, debemos tomar ejemplo del cerebro e integrar distintos conocimientos”.

Una transformación del actual modelo implantado en los colegios que pasa porque todos los agentes implicados en el desarrollo del programa educativo se pregunten: ¿Para qué se estudia? Administración, empresas, centros educativos y universitarios, expertos en las distintas áreas vinculadas con la educación y, también, las familias.

Nora Rodríguez, creadora del programa Educar para la Felicidad Responsable y fundadora y directora de Happy Schools Institute, señala que “en un mundo global, dominado por la técnica y la economía, es necesario que niños y adolescente se pregunten, indaguen y creen su propio aprendizaje, pero también que aprendan que necesitan tener conexiones sociales positivas porque eso es lo que les va a permitir desarrollarse y sacar lo mejor de sí”. En este sentido, es necesario según Rodríguez, que los colegios “pongan el acento en habilidades evolutivas como el altruismo, la empatía o la compasión. Educar en sintonía con el cerebro”. Para lograrlo, es fundamental que los niños y adolescentes se pregunten para qué estudian, porque según Nora Rodríguez, “no se trata de que repitan lo mismo que dicen sus padres. Es necesario que encuentren sus propias respuestas, porque ahí está la verdadera motivación”. Una motivación que pasa por el placer de estudiar, percibir el placer de aplicar lo que aprenden, que en opinión de Rodríguez, “es lo que se ha perdido”.

¿Para qué educamos?

Y la forma de educar en sintonía con el cerebro, según la Fundadora de Happy Schools Institute, consiste en ser conscientes de que primero está el ser, después el saber y finalmente el tener. Pero, ¿cómo incorporar este pensamiento a nuestro actual sistema educativo? Según Nora Rodríguez, “primero hay que ver despertar el cerebro social, educar para la paz, y a partir de ahí, hay que poner el acento en los conocimientos, para poder después experimentar con las habilidades, los talentos o los conocimientos adquiridos, y compartirlos con los demás, construyendo ideas y proyectos con los que transformar la sociedad”.

Una transformación de la sociedad que pasa obligatoriamente por un cambio en la educación que reciben las nuevas generaciones, más acorde con su realidad. Hoy, además de las habilidades y capacidades que tenga una persona para realizar un determinado tipo de tarea o actividad, son necesarias una serie de competencias conductuales: autonomía, autoliderazgo, coherencia, integridad, capacidad de atención y de escucha, autorregulación, interés, curiosidad, autenticidad, responsabilidad personal y social, capacidad de reflexión, proactividad, pasión, motivación intrínseca, lógica divergente, humildad, aprendizaje continuo, empatía, capacidad de síntesis y de argumentación, gestión del tiempo o confianza. Es decir, las conocidas como “habilidades blandas”.

Montse Hidalgo cree imprescindible que nos preguntemos para qué educamos. “¿Educamos para generar personas que sean creativas, resolutivas, que posean habilidades sociales, que puedan emprender, etc.? Porque si lo que pretendemos es que las personas tengan empatía, habilidades sociales, resiliencia, sepan gestionar la incertidumbre, el cambio continuo o motivar a los equipos, entonces, el actual sistema educativo no es válido”, afirma Hidalgo.

Por ello, una sociedad tan compleja, cambiante y volátil como la actual tiene, en opinión de Álvaro Bilbao, su cara y su cruz: “La cara es que la mortandad infantil casi ha desaparecido y tenemos unas cotas de seguridad ciudadana y bienestar sin precedentes. La cruz es que una sociedad cada vez más compleja requiere de más conocimientos y habilidades para sobrevivir”.

https://elpais.com/elpais/2018/01/09/mamas_papas/1515498503_813605.html?id_externo_rsoc=FB_CM

Hoy en día, el móvil se ha convertido en un dispositivo indispensable para una gran mayoría de usuarios. Con él accedemos a multitud de servicios y almacenamos información personal. Veamos qué hacer en caso de perderlo y cómo prevenir posibles problemas.

En España, según un informe de Ditrendia, en el 2016 el 87% de los móviles ya son dispositivos inteligentes, lo que implica que aunque puedan usarse para llamadas telefónicas (cada vez menos), se utilizan más para otras tareas como pueden ser:

  1. Correo electrónico y mensajería instantánea.
  2. Acceso a redes sociales.
  3. Cámara de fotos.
  4. Acceso a banca online.
  5. Aplicaciones de compra/venta.
  6. Navegación y búsquedas web.
  7. Aplicaciones para contactos personales y profesionales.
  8. Mapas, geoposicionamiento y viajes.

Uno de los mayores problemas que solemos tener con nuestro smartphone es el robo o pérdida del mismo, y esto nos supone, por un lado el coste de reposición del dispositivo y por otro, la pérdida de la información almacenada en el dispositivo y fuga de datos, personas desconocidas podrán acceder a dicha información si no teníamos implementadas unas medidas de seguridad preventivas en el teléfono.

La cuestión es que en nuestro dispositivo almacenamos una gran cantidad de información personal e incluso profesional, como por ejemplo contactos, lista de llamadas, temas tratados en mensajes SMS y a qué horas han sido enviados o recibidos, conversaciones de chat, fotos, vídeos, redes wifi a las que nos hemos conectado, correos electrónicos, etc.

Además, las aplicaciones que hayamos instalado en nuestro dispositivo, seguirán contando muchas cosas sobre quiénes somos y nuestro día a día: banca electrónica, compraventa de artículos de segunda mano, portales de compra online, redes sociales, aplicaciones para contactos personales, aplicaciones de contactos profesionales, juegos, etc. ¡Qué cantidad de información proporciona nuestro smartphone sin ser conscientes de ello! Si a esto le sumamos que para acceder a las aplicaciones instaladas no hace falta meter la contraseña cada vez que las usamos, cualquier persona que acceda a nuestro móvil desbloqueado, podrá acceder a toda la información personal que éstas manejen, y no solo eso, sino que además podrían suplantarnos, y robar nuestras cuentas (si tiene acceso al correo electrónico del usuario y al dispositivo, cambiar las credenciales de acceso no es complicado en la mayoría de servicios online).

Entonces, ¿cómo podemos proteger nuestro dispositivo?

Para prevenirnos ante un posible caso de robo o pérdida de terminal, debemos seguir las siguientes recomendaciones:

  1. Únicamente tener el dispositivo en la mano mientras se esté utilizando.
  2. Llevar el dispositivo con nosotros, en algún bolsillo o lugar “seguro”.
  3. No dejarlo nunca al alcance de terceros, por ejemplo sobre mesas o mostradores.
  4. Si llevamos el móvil en un bolso o maletín de portátil, tener especial cuidado. En caso de robo, sería un dos por uno.
  5. Activar o instalar algún servicio o aplicación antirrobo, para la localización física del dispositivo tanto para Android como iOS.

El otro gran inconveniente del robo o pérdida de un dispositivo móvil es la información. Como comentábamos al inicio del artículo, este riesgo está marcado por dos aspectos diferentes, por un lado, la pérdida propiamente dicha de la información, y por otro, la difusión que se pueda hacer de la misma.

Prevenir la pérdida de la información es relativamente sencillo. En primer lugar, hay que tener copias de seguridad, almacenadas fuera del dispositivo. Ya os hemos detallado anteriormente en el blog de la OSI cómo hacer copias de seguridad tanto en Android, como en iOS.

Por otro lado, para prevenir el acceso al contenido y evitar la difusión de la información, habría que:

  1. Establecer un código PIN en la tarjeta SIM.
  2. No eliminar las protecciones del sistema establecidos por el desarrollador o fabricante, hablamos de rooteo o Jailbreak.
  3. Establecer un bloqueo de pantalla con el menor tiempo de espera posible, usar contraseña segura, mejor que un patrón o un PIN simple. Con iOS hemos de tener cuidado con la configuración del código de bloqueo.
  4. Cifrado de datos, tanto del dispositivo como de la tarjeta de almacenamiento en caso de que la tenga.
  5. Instalar alguna aplicación o sistema de borrado remoto.

Otras consideraciones:

Si el teléfono tiene un bloqueo de pantalla con contraseña robusta, anular la SIM no permitirá hacer llamadas ni realizar conexiones de datos al estar bloqueado, y los servicios de localización del dispositivo pueden no funcionar.

Si el teléfono no está bloqueado o tiene configurado un patrón de desbloqueo o usa una contraseña débil, deberíamos informar a nuestra compañía telefónica lo antes posible, ya que corremos el riesgo de que lo usen para realizar llamadas telefónicas, que nada impiden que sean internacionales, con el coste que esto supone, o para bajarse de Internet grandes cantidades de información.

Por último, en caso de que se produzca el incidente, es aconsejable denunciar ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para que tomen las medidas que consideren oportunas.

Para más información sobre cómo proteger adecuadamente el dispositivo móvil, no dudéis en consultar el siguiente videotutorial:

https://www.osi.es/es/actualidad/blog/2017/07/19/que-hacer-si-te-roban-el-movil
Hemos pasado cientos de años educándonos, aprendiendo nuevas cosas para lograr una mejor convivencia como humanidad y hacer de la vida algo mucho más cómodo para todos. Sin embargo, hay algo que todavía deja más preguntas que respuestas, nos referimos a las tareas escolares. Ya que hasta este momento sigue sin existir explicación que justifique por qué cuando vamos a la escuela necesitemos hacer tareas. 
Para nuestra buena suerte después de millones de alumnos reprobados por no hacer tareas, la respuesta ya llegó a nosotros y hoy te la vamos a compartir. 
 
Recientemente Harris Cooper, prestigiado profesor de la Universidad de Duke declaró: «No hemos encontrado evidencia de que las tareas ayuden a los niños a ser mejor estudiantes». 
 
A continuación te dejamos con la explicación. 
Desde 1989 diferentes estudios han revelado que los alumnos comprenden de mejor forma el trabajo que realizan dentro del salón de clases, además, las tareas y trabajos que les piden para hacer en su casa les quitan valioso tiempo para desarrollar otras actividades que son igual de importantes para su crecimiento.
Así mismo, el profesor Etta Kralovec de la Universidad de Arizona concuerda con los resultados de dicha investigación “Las tareas que los profesores a veces dejamos a nuestros alumnos en realidad no representan ningún beneficio para ellos”. 
 
Hasta la fecha se han realizado varios experimentos, por ejemplo, alumnos que dedican 1 hora de su día a hacer tareas en casa son mejores estudiantes que aquellos que suelen dedicar 4 horas. Lo que significa que estos estudiantes prácticamente pierden 3 horas de su tiempo al día, tiempo que pudieron haber aprovechado para realizar otro tipo de actividades.
 
Otros especialistas aseguran que las tareas afectan el carácter de los estudiantes, sobre todo cuando hablamos de niños, ya que el estudiar debe ser considerado como una actividad que se disfrute, nos debe apasionar aprender cosas nuevas. En lugar de eso, las tareas escolares molestan al niño y lo condicionan a no querer ir a la escuela, por eso es que no les gusta aprender. 
 
Desde el Kinder los niños saben que les quedan muchos años como estudiantes, en los cuales tendrán que esforzarse mucho y no les queda de otra más que rechazar el conocimiento. 
 
Otra razón por la que las tareas deben desaparecer inmediatamente de todos los sistemas educativos, es porque contribuyen a que los alumnos se hagan dependientes y flojos. Ya que los padres acostumbran a ayudarles a elaborar sus tareas y la mayoría terminan haciéndoselas. Sin duda los niños requieren de la ayuda de sus padres, pero esta ayuda casi siempre termina generando conflictos. Pues el niño pierde su sentido de responsabilidad y ve la tarea como un castigo por parte de sus padres. 
 
No olvidemos el clásico «Si no haces la tarea no puedes salir a jugar con tus vecinos». 
 
Entonces, cuando eliminamos las tareas escolares los estudiantes recuperan la motivación por el estudio, la alegría por ir a la escuela y aprender cosas nuevas cada día. 

Afortunadamente la Organización Mundial de la Salud (OMS), a través de sus representantes en la Organización de las Naciones Unidas, están llevando a cabo las peticiones necesarias para eliminar por completo las tareas escolares de todos los sistemas educativos registrados. 

La investigación demuestra que el estudiante que deja de hacer tarea en su casa recupera su alegría por el estudio y se transforma en una persona feliz.

A veces los adultos decimos cosas a niñas y niños que no son tan inofensivas como parecen. Preguntamos por algunas de ellas a las psicólogas y creadoras del espacio virtual ‘ Mientras Creces’ , Cristina Castaño y Nuria Espinosa, y a la pedagoga y ‘coach’ educativa Ana Roa. Todas ellas saben lo fácil que es tropezar con alguna de estas piedras en forma de frase y por eso recomiendan que, al menos, seamos conscientes de ellas. Y, una vez dichas –también saben que no somos perfectos–, no caer en la culpabilidad, pero sí ser capaces de pedir disculpas y explicar a los más pequeños que los padres también se equivocan.

1. «Llorar es de niñas, no llores que te pones fea»

Las expresiones que establecen diferencias por razones de género solo consiguen dejar en un segundo plano las emociones. Así lo explica Cristina Castaño: «Con estas frases no permitimos a los niños tener emociones como la tristeza, la rabia o el miedo, que suelen estar detrás del llanto». Y va más allá: «Asociamos que si un niño llora pierde fortaleza, virilidad, lo que fomenta en el futuro hombres que no reconocen lo que sienten, no pueden ponerle nombre ni expresarlo».

Asociar el llanto a una menor belleza o a feminidad, primar la apariencia sobre las emociones se traduce en que «también las mujeres relegamos las emociones a la esfera de lo privado. Tenemos que ser princesas, comedidas, dar lo que se espera de nosotras», analiza Castaño. Para Ana Roa este tipo de frases también están «fuera de lugar», especialmente, cuando, como apunta «socialmente lo que se está trabajando es la igualdad».

2 . «Princesa, qué bonita y guapa»

Aunque ve lógico que a veces «se nos escapen este tipo de cosas», Ana Roa cree que hay que ser cuidadosos y que «los elogios deben hacerse a la totalidad de la persona y a las acciones más que al físico». Para Cristina Castaño, el problema no radica tanto en elogiar a las niñas por su aspecto físico, sino en hacerlo de forma diferenciada con respecto a los niños. Es importante, en su opinión, destacar otro tipo de cualidades como la forma de ser o de actuar, que son las que «más aportan a la persona y las que ayudan a los niños a construir su propia imagen personal», afirma. Para ella además este tipo de expresiones contribuyen a «encasillar» a las niñas en ciertos comportamientos frente a otros «clásicamente asociados a los hombres», lo que puede condicionar en un futuro elecciones como los deportes o incluso la profesión.

3. «Mira cómo Fulanito sí se sabe atar los cordones»

Las comparaciones, asegura Ana Roa, «afectan muchísimo a la autoestima» y pueden fomentar la envidia, «un sentimiento muy perjudicial, con el que los niños sufren mucho y que es además muy complicado de reconducir como adultos». Cristina Castaño recuerda que «cada niño es único y diferente y tiene unos ritmos, un nivel de maduración, una personalidad y unas circunstancias», por lo que, en su opinión, «más que en comparar deberíamos preocuparnos por comprender realmente a cada niño, permitiendo que sea él mismo, entendiendo lo que siente y ayudándole a comprenderlo y poder expresarlo». 

4. «Dale un besito a Pepito, anda, dale un besito»

Todos queremos que los niños sean educados, pero deben ser ellos quienes escojan el saludo y si dar o no un beso, pues, como en el caso de los adultos, se trata de un acto voluntario. Así lo explica Nuria Espinosa: «A ti hay gente que te apetece besar, pero a otros no y le das la mano». «En lugar de forzar a dar un beso es adecuado preguntar a los niños si quieren hacerlo», sugiere. Se trata, como también afirma Ana Roa, de aceptar que hay otras alternativas educadas como chocar las cinco, lanzar un beso, saludar con la mano, y no enjuiciar al niño por no ser «cariñoso», respetar su desarrollo, su forma de ser o su apetencia en un momento determinado y «no insistir ni forzar, pues al final lo que podemos conseguir es rechazo».

Espinosa añade otra idea: es importante que los niños aprendan «que no pasa nada por decir que no educadamente, pues, de hecho, van a tener que hacerlo muchas veces en su vida, también en las relaciones íntimas». Desde su punto de vista, obligar a los niños a tener contacto físico o intimidad con extraños puede conllevar, en un extremo, «ciertas conductas de permisividad con los adultos que impidan detectar si uno de ellos está sobrepasando los límites».

5. «¿Y a ti quién te gusta? ¿Tienes novio?»

Desconocidos y familiares insisten desde la broma en hacer preguntas que los niños no solo no están preparados para contestar sino que les pueden llegar a molestar. Para las terapeutas consultadas, no se trata de negarle a los niños la realidad del mundo de relaciones en que viven, ni de convertirlas en un tema tabú, sino, como dice Espinosa, de «no introducirles demasiado pronto en algo que es posible que aún no se hayan planteado y que quizá no tengan capacidad de contestar». En opinión de Ana Roa es clave respetar el ritmo de maduración de niños y niñas y entender que a medida que crecen, no suelen gustarles este tipo de preguntas y, por tanto, «no son convenientes».

6. «Que te caes, que te vas a hacer daño, cuidado»

A través de la crianza transmitimos muchos patrones, por lo que es importante que seamos conscientes y sepamos si actuamos, afirma Espinosa, «por nuestros propios miedos o por el bien de nuestros hijos». «Si los padres ven el mundo como algo peligroso y así lo transmiten continuamente a los hijos, ellos lo verán igual, y esto limitará su aprendizaje y la adquisición de experiencias», continúa.

Para Roa, esto tiene mucho que ver con la sobreprotección. «Los niños maman las inseguridades y la ansiedad de los adultos», asegura, y, dado que aprenden por imitación, pueden acabar adoptando patrones y siendo, de hecho, como los padres les hemos transmitido. Roa cree que más importante que las palabras es el tono: «La carga emocional que transmite es muy fuerte y les asusta; les estás transmitiendo tu propio susto, una ansiedad muy elevada».

No se trata, aclaran ambas, de dejar que los niños se pongan en peligro o de hacer las cosas por ellos, sino de ayudarles, como dice Espinosa, a «tomar decisiones adaptadas a su edad, acompañarles, alentarles y estar ahí sin dar por hecho que los resultados no serán buenos».

7. «Si te comes todo hay postre», «Si te portas mal no vienen Los Reyes»

La estrategia del premio y el castigo está desfasada y ya no es efectiva. Así lo cree Ana Roa, que aboga por la disciplina positiva, ser capaces de utilizar un mensaje positivo pero firme frente a la mera negativa. Y es que el chantaje, aunque puede ser efectivo a corto plazo, no lo es si miramos un poco más allá. Para Espinosa lo importante es «c onseguir niños que sepan pensar, que actúen conforme a unas normas sociales y morales y no que acaten las normas por miedo». Serán entonces, afirma, «adultos sanos capaces de tomar las riendas de su vida de una forma adecuada».

Como alternativa al premio o al castigo, ambas proponen trabajar sobre comportamientos concretos, enseñarles que algunos son «recompensantes» en sí mismos, tratar, en definitiva, de lograr un acuerdo en el que el niño sea capaz de colaborar e implicarse.

8. «Eres mala, qué torpe eres»

Las frases calificativas del ser afectan directamente a la autoestima. Así lo afirma Ana Roa, que insiste en una máxima: «Califica la acción pero no califiques al niño o niña». En este sentido, propone frases como «esto puedes hacerlo mejor», frente a «eres muy torpe» o «esto no se ha hecho bien, te has comportado un poco mal», frente a «eres malo». «Cuando un niño está asumiendo y está registrando cerebralmente que es malo, ese mensaje hay que desmontarlo porque es dañino y, a medida que crece, puede desembocar en actos de maldad porque está identificado con ese patrón”.

Nuria Espinosa también está de acuerdo en que no hay que etiquetar y hay que huir de expresiones generales como «pórtate bien» o «no te portes mal». Y recuerda además que, aunque a veces simplemente tiene que ver con el nivel madurativo, en otras ocasiones, «con el comportamiento el niño nos está mostrando que algo no va bien».

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