Begoña Gasch,pionera de la enseñanza de segunda oportunidad, fundadora de El Llindar
El poder de educar
Hace 30 años que nuestros niveles de fracaso escolar y consiguiente paro juvenil –¡el 40%!– nos hacen líderes de la exclusión educativa y laboral en Europa. Esa imagen de la España y la Catalunya que condenan al paro o al subempleo a casi la mitad de sus jóvenes precariza nuestro futuro como país y exige unos recursos y una atención que brillan por su ausencia en el debate público. De ahí, que la iniciativa de Begoña Gasch para adaptar experiencias como la de Marsella a nuestras necesidades ha demostrado, con la indiferencia en el mejor de los casos de las administraciones, que nuestros profesionales de la educación llegan con vocación y voluntarismo a veces heroicos donde nuestros políticos no suelen ni acercarse.
Por qué se hizo maestra?
Mi madre era maestra en un pueblecito del Alt Urgell, Montellà, y decidió llevarnos a estudiar a Barcelona, donde enseñó en el Bon Pastor; allí valoré la diversidad en sus alumnos gitanos.
¿Por qué le interesaban?
Me fascinaba el poder transformador e integrador de la educación que ejercía mi madre.
¿Por eso estudió usted Magisterio?
Y Educación Social y Psicopedagogía. Enseñé en l’Hospitalet hasta que un día me propusieron dar clases en Cornellà a ocho alumnos difíciles expulsados de la ESO. Y acepté.
¿Cómo eran?
Me dijeron que algunos ya habían delinquido y que todos habían fracasado en las aulas.javascript:falsePUBLICIDAD
¿Qué fue lo primero que le enseñaron?
Que hay adolescentes con un enorme malestar interior y que nos lo hacen compartir de la peor manera con conductas enloquecidas.
¿Cómo ayudarles?
Yo he ido aprendiendo que estos chicos han sufrido y que, por eso, lo primero es escucharlos.
¿Por qué?
Porque han estado en aulas durante años donde eran invisibles y se hacían ver como fuera.
¿Cómo tratarlos?
Sin prisas ni presiones. Hay que escucharles. No presionarles. Pero eso sirve para todos y para todo. Vivimos en un estado de urgencia permanente nocivo que nos autoimponemos, debemos darnos tiempo y salir de él.
¿Y usted lo ha logrado con esos chavales?
Trabajamos con ellos un día y otro y otro, hasta que un día hacen un clic.
¿Un clic?
Sí, unclic, un día se abren y consienten por fin aprender. Tras haber sufrido y sentirse ignorados, se permitan a sí mismos esa capacidad de progreso, de crecimiento.
¿Y empiezan a mejorar?
Vuelven a reconectar con las ganas de integrarse y aprender de cualquier chaval.
¿Por qué las habían perdido?
Porque la vida para ellos ha sido jodida y debemos ajustar la oferta educativa a lo que llega con cada uno: al que se ha pasado la noche en el calabozo o al que su padre le ha dado una manta de palos o ha dormido al raso tras huir de casa.
¿Le cuentan sus historias?
Se van abriendo. Un día les pregunté cuál eran sus sueños. Y una chica dijo que solo soñaba
con dormir un día en una casa,porque siempre estaba en hogares de acogida y siempre de paso.
¿Y esa chica empezó a progresar?
¿Lo ve? Tiene usted demasiada prisa. Eso solo fue un día. Y en las escuelas de segunda oportunidad como el Llindar esa mejora es lenta.
¿Por qué?
Porque tratamos problemas que vienen de lejos. Antes hay que amabilizar , curar, sanar. Porque estos chicos llevan años percibiendo que ni sirven para nada ni van a ser nadie.
¿Los habían echado del sistema o eran ellos quienes habían abandonado?
Nuestra hipótesis es que el sistema les centrifuga y ellos abandonan. Se llama proceso de “desvinculación escolar”. Y en estos momentos se han desvinculado de la secundaria un 17% de los jóvenes catalanes y españoles.
El FMI y la OCDE suelen denunciarlo, pero las campañas electorales lo ignoran.
Pues ese fracaso y nuestra formación profesional disfuncional explica que tengamos un paro juvenil del 40% que nos convierte en lamentables líderes europeos del fracaso temprano.
¿Por qué fracasan escuela y mercado?
Son el mismo fracaso, que evidencia que nuestro sistema es incapaz de integrar y expulsa a casi uno de cada cinco alumnos. Y esa expulsión se arrastra hasta el mercado laboral.
Sorprende saber que son tantos.
Hoy en El Llindar tenemos 400 chicas y chicos con situaciones diversas, pero precarias. Y en Catalunya hay 6 escuelas como la nuestra y en España, 43: ocho mil alumnos de 13 a 21 años.
¿Cuántos años pasan en los centros?
Apostamos por itinerarios largos de entre 2 y 5 años. Y así logramos que algunos se reintegren en ciclos educativos y otros trabajen.
¿Por qué la escuela fracasa con tantos?
Porque el sistema es más perverso que una empresa. En él se fracasa y no hay consecuencias para nadie excepto para el fracasado. Se maquillan estadísticas en lugar de mejorar el sistema.
¿Cuál cree que es el nudo de ese error?
A nuestra educación le falta diversidad para adaptarse a cada alumno. No puede asfixiar como ahora con los currículos rígidos excluyentes para esa enorme cantidad de jóvenes.
¿Diversidad de escuelas para atender a la diversidad de los alumnos?
De los 8 chavales de Cornellà en el 2003 hemos llegado a 8.000 porque transcendemos la oferta administrativa para crear un camino diferente con la escuela de segunda oportunidad.
¿Cómo?
Fui a Marsella a estudiar la mayor escuela de segunda oportunidad de europa y en el 2015 creamos en Barcelona la Asociación Española de Escuelas de Segunda Oportunidad.
¿Barcelona, capital de la inclusión edu-cativa?
Unimos a 43 centros en España porque pensamos a lo grande y somos necesarios y útiles, aunque administrativamente heterodoxos.
Fuente: La Vanguardia
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