Hablar de sexo y métodos anticonceptivos puede resultar todavía muchas veces un tabú para algunas familias. Miriam Al Adib Mendiri, médico y obstetra y autora del exitoso libro Hablemos de vaginas, cree que “hablar de contracepción sin haber mencionado jamás nada sobre sexo no tiene ningún sentido”. Deberíamos partir de una educación previa en la que hayamos conseguido un ambiente de confianza. Pero ¿cuál es el mejor momento para comenzar a hablar? Muy fácil: los niños están preparados para recibir respuestas cuando ellos mismos hacen las preguntas. Pero para que las hagan, es necesario que tengan la confianza suficiente con sus padres. Si notan que los mensajes que reciben son represivos o contradictorios, llegada la adolescencia probablemente no nos van a escuchar cuando queramos hablarles de los anticonceptivos.
Educación en sexualidad
1. Primer desarrollo
Una adecuada educación en este terreno se inicia desde la cuna. La sexualidad humana es inherente a la persona desde que nace hasta que muere (si bien, evidentemente, no es la misma la de un bebé que la de un niño, un adulto o un anciano) y empieza con la relación de apego con la madre. Existen numerosos trabajos científicos que demuestran que disfrutar de un apego seguro repercute positivamente en el neurodesarrollo de los bebés y, por ende, en su buen desarrollo psicosexual en un futuro. Se ha demostrado que los bebés y niños en este caso, cuando llegan a su edad adulta, tienden a establecer relaciones afectivas simétricas lejos de esas relaciones tóxicas que desgraciadamente ahora son tan frecuentes.
2. Infancia
Hay una etapa en la que los niños tienen una tendencia natural a mirarse, tocarse y frotarse los genitales para obtener goce (algo completamente natural y que no significa para nada que el día de mañana vayan a ser más promiscuos). En estas edades lo único que se debería hacer es explicarles que tales prácticas están muy bien pero que, como son algo íntimo, han de realizarlas a solas (para que no lo hagan en público y protegerlos así de posibles abusos o de la posibilidad de ser avergonzados por ello). Si les decimos que está mal o si simplemente nos agobiamos e intentamos evitar que lo hagan, esto jugará en su contra porque podrían entender que el placer del cuerpo es algo de lo que avergonzarse.
Desde muy pequeños, asimismo, suelen comenzar con preguntas como “¿de dónde vienen los bebés?”. Al responderlas, debemos decir siempre la verdad: nada de cigüeñas ni otras mentiras. Como es lógico, se intentará explicar todo con un lenguaje adaptado a su edad. Así, al llegar la adolescencia, si hemos generado confianza y hemos evitado infundirles prejuicios o tabúes, las conversaciones sobre sexo y métodos anticonceptivos saldrán de forma natural.
3. Adolescencia
Nos creemos que, por estar en la era de la información, los adolescentes por arte de magia tienen toda la que necesitan, pero esto es completamente falso. De esta forma, si solamente les hablamos de la parte negativa del sexo, muchos jóvenes acabarán buscando en internet. Lo peor de esto es que la mayoría de las veces no van a dar con las fuentes de información más adecuadas, de manera que muchos acaban aprendiendo a través del porno. En edades tan prematuras, este tipo de información podría generar una distorsión en la manera de concebir y entender la sexualidad, creyendo que es el acto sexual es tal y como lo que han visto en vídeos y películas. Los niños ven este tipo de imágenes cada vez de forma más prematura, por lo que debemos vigilarlos en el uso que hacen de internet.
Pero, sobre todo y de nuevo, el tema debe hablarse. Cuando aparezcan las conversaciones sobre sexualidad, aprovecharemos para explicar a nuestros hijos cómo evitar embarazos no deseados o cómo protegerse de las enfermedades de transmisión sexual utilizando métodos anticonceptivos. No deberíamos, por otro lado, quedarnos con esas charlas que entienden el sexo como algo mecanicista y negativo, y cuyo único objetivo es enseñar a evitar embarazos y enfermedades; estaría bien incluir también la parte positiva: hay que hablar también de las emociones, el placer, el vínculo y el amor.
Resumiendo, para hablar de métodos anticonceptivos, debemos partir de una educación sana desde la base, integrando los aspectos emocionales y afectivos. Los padres tenemos que enseñar a nuestros hijos lo importante que es quererse y respetarse a uno mismo y a los demás. La sexualidad no puede desentenderse de la parte afectiva, del erotismo y del placer, y una buena educación en este terreno evitaría ser “castrante” para con cualquier tipo de diversidad que se salga de los estereotipos y fomentaría una visión respetuosa y saludable.
Fuente: saposyprincesas
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!