Educar a los hijos no es cuestión de magia. Si la vida fuera mágica, cambiaríamos muchas cosas.Educar a los hijos, educarles bien: desde el respeto, el amor, la comprensión y la responsabilidad, conlleva un esfuerzo. Un esfuerzo no mágico pero que puede hacer que vuestra relación sea magia.

La pieza principal en el puzzle de la felicidad está en nuestra infancia. Y es precisamente esa esencia que nos dejan impregnada nuestros padres en cada uno de los poros de nuestra piel.

Todo lo que emocionalmente aportes a tus hijos, les acompañará toda la vida

Por todo esto, quiero ofrecerte 7 ingredientes mágicos que te ayudarán a influir positivamente en la vida de tus hijos, que cambiarán, si los llevas a cabo, vuestra vida a mejor:

  1. Sé un buen modelo: todo lo que transmites con tu actitud a tus hijos, hora tras hora, día en-busca-felicidadtras día, año tras año…impacta directamente en su ser, de tal manera, que marca sus actos, sus emociones, sus gustos, sus relaciones…El cómo haces las cosas junto a tus hijos, deja huella en su destino. No hay nada más valioso que tus actitudes y actos ante las situaciones de la vida para crear un buen modelo a seguir por tus hijos. Tu manera de comportarte influye en la suya. Puede que ahora digas: » pues yo no soy igual que mis padres». Seguramente sea cierto, pero no me negarás que gran parte de tu personalidad y tus maneras de hacer, se rigen por cómo ellos hacían/hacen las cosas o por tus dudas interiores tales como: » ¿ qué le parecería esto a mi padre?, ¿ mi madre lo haría de este modo?. Reflexiona sobre aquellas personas que han influido en cómo eres ahora y las decisiones que has tomado en la vida. ¿ Están tus padres en la lista?.
  2. Revisa tus promesas: eso de: » me prometo a mi mismo que mi hijo irá al mejor colegio», «prometo al cielo que conseguiré que mis hijos tengan una carrera universitaria», » te prometo hijo mío que serás alguien de bien». Promesas de este tipo, se basan en tus aspiraciones, no madre-hijo-hablar-sexo-getty_CLAIMA20150320_1485_27en las de tus hijos. Todos esos sueños que tienes para tus hijos deben experimentar varios cambios. Empezando por el darte cuenta que debes substituir tus deseos, por los de tus hijos. Es decir, no exijas a tus hijos que cumplan lo que tú quieres, ayúdales a que cumplan lo que ellos quieren en realidad. Esto marcará la diferencia entre una vida basada en los deseos de sus padres, y una vida basada en sus propias necesidades y sueños. Los hijos no tienen la culpa de nuestros fracasos, de nuestros sueños incumplidos, de nuestros errores…Tienen que vivir los suyos propios, personales y únicos. Sin ninguna carga. Tu promesa ahora debería ser: » prometo dejarte ser, quien tú quieras ser«.
  3. Todo lo suyo es importante: si como madres/padres no damos importancia a todo lo que concierne a nuestros hijos, estamos impactando negativamente en su autoestima, autoconfianza y personalidad. No prestar atención a todas sus situaciones, es una falta de respeto directa hacia su persona. Lo que tus hijos quieren, necesitan, sienten, piensan, desean, anhelan, temen, etc. Es y debe ser muy importante para ti. Y tienes que acompañar, además, las emociones que aportan estos intereses y estar ahí siempre, aunque no sean los mismos intereses que tienes tú.
  4. No compares a tus hijos ni con ellos mismos: una de las maravillas que tenemos los seres humanos, es que somos, precisamente: únicos. Jamás puede haber una persona igual que tú, bajo ninguna condición ni circunstancia. Aunque creas que tus hijos son parecidos epucherontre sí, no son la misma persona, por eso, tienen necesidades e intereses diferentes. Las comparaciones hay que desecharlas de las relaciones humanas. Están tan integradas en la sociedad que se suele comparar: hijos con hijos, suegras con suegras, parejas con parejas, amigos con amigos, etc. Cuando comparamos, hacemos sentir a la otra persona: desconfianza, tristeza, incomprensión, amargura, etc. Y es que comparar fomenta la rabia y la rivalidad ( incluso por el que recibe la mejor parte). Y eso no es lo que quieres para tus hijos, ¿ me equivoco?. Te propongo realizar un pequeño reto de 7 días, en los que permanezcas sin comparar a nadie. Y después, valores los cambios positivos que vas obteniendo, no sólo para los demás, sino para ti mism@.  No compares a tus hijos, ni con ellos mismos. Cosas como: » cuando eras pequeño te lo comías todo, ahora nada de nada, me gustabas más antes». Así, alimentas la rivalidad con su propio yo…y le pones la guinda al pastel :(
  5. Potencia unas costumbres positivas: los hábitos y las costumbres se instalan en nuestra personalidad. No te estoy diciendo con esto que tengas que obsesionarte con las rutinas y normas que tenéis en vuestra familia. Todo lo contrario. Yo hablo de algo mucho más profundo, de tus costumbres reales y personales. Esa costumbre de besar a tu pareja antes de irte al trabajo, la de ducharte siempre después de un día caluroso, tomar el café en la misma taza, pasear cuando el sol baja, a la hora justa, por el paseo marítimo, etc. Tienes que trabajar por predicar con el ejemplo con costumbres positivas, sanas, amables, amorosas y responsables. No es lo mismo tener la mala costumbre de gritar a tus hijos cuando no hacen los deberes, que la buena costumbre de motivar a tus hijos cada día para conseguir que sean lo que quieran ser. Ten la buena costumbre de ser feliz, y ellos lo serán.
  6. fotonoticia_20140626125223_800Transforma tu mente: el pensamiento positivo, la confianza, las ganas de aprender, de progresar, de vivir la vida y saborearla, de superar obstáculos, etc. Es el tipo de pensamiento que debes integrar en tus hijos. Si tus pensamientos están llenos de temores, inseguridades, miedos, rivalidades, etc. Con eso se quedarán. Realiza un trabajo personal y diario para ver siempre el vaso medio lleno.
  7. Motívate y avanza: Muchos padres/madres se sienten mal cuando realizan las cosas de manera incorrecta con sus hijos, pero luego no son capaces de tener la motivación necesaria para cargarse de energía y mejorar. Y es que la motivación está relacionada con el pensamiento del que te hablaba en el punto anterior. Y es que sólo tú puedes decidir cambiar tu vida y la de tus hijos. Sólo tú, nadie más. No esperes a que sea tarde y MOTÍVATE.

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