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Cuando vivimos situaciones dolorosas o traumáticas, llegamos a sentirnos tristes durante un par de días, e intentamos aprender a lidiar con las nuevas circunstancias para salir adelante. No obstante hay ocasiones en que no logramos salir de la tristeza que nos alberga y retumban pensamientos que nos alejan de la realidad.

Es suficiente que la persona sienta la situación como traumática para sentirse triste, enojado o incómodo. En especial cuando se están experimentando cambios en el medio ambiente: se pasa de estudiante a profesionista, de ser una persona mantenida a ser un apoyo financiero en el hogar, de ser un niño a ser alguien maduro, de ser un adolescente con errores a ser un adulto que debe enfrentar constantemente el cambio y la incertitud. Sin embargo, ¿qué pasa cuando nuestra realidad no se acopla a nuestras expectativas de vida?

En ocasiones, los jóvenes adultos pueden llegar a deprimirse al dejar los años (y comodidades) de la infancia y adolescencia.

Erik Erikson, fundador de la teoría del desarrollo psicosocial del individuo, explicaba que durante la adolescencia (desde los 13 hasta los 21 años), las personas deben enfrentarse a una etapa de búsqueda de identidad al experimentar situaciones nuevas como un reto: enfatizan las acciones de su personalidad, buscan seguridad en sí mismos y adherirse a un grupo de “pares”, aprenden por el contacto en el medio ambiente, experimentan en el ámbito de la sexualidad, están en constante compromiso con las ideologías a las que se consideran afines a sus intereses.

Después de ese reto, deben enfrentarse a un reto de intimidad frente al aislamiento (desde los 21 hasta los 40 años, aproximadamente); donde se supone que cuentan con la posibilidad de estar cerca de otros que confirman sus ideales y sentimientos; pero a la vez terminar de definir sus gustos, así como sus necesidades gregarias (cercanía con amigos, compañeros, pareja y vecinos) y personales (de estar en contacto consigo mismo). Pues además están en una lucha constante de construir una futura carrera y una vida adulta.

Ante esas luchas de experiencias, a veces pueden sentirse irritables y tristes. Incluso los expertos los diagnostican con depresión, el cual es un trastorno con diez tipos: depresión menor y mayor, distimia, depresión postparto, trastorno disfórico premenstrual, trastorno afectivo estacional, trastorno disfórico maniaco o mixto, depresión doble y trastorno bipolar del estado de ánimo.

El Dr. Stuart Goldman, psiquiatra en Boston Children’s Hospital, explica que los primeros años de los 20 pueden hacer vulnerable a las personas. Esto puede ser debido a que su cerebro no ha terminado de desarrollarse por completo, el cual termina de madurar hasta la edad de los 25 años: “La gran mayoría de las personas con episodios depresivos de este rango de edad tendrán recurrentes episodios los primeros cinco años de sus veinte.”

De acuerdo con sus estudios, existen signos y síntomas en común que determinan si una persona de esa edad sea (o no) depresivo:

Falta de diversión. Al perder el interés en actividades que generan placer es un signo de depresión. Las personas en sus veinte todavía salen con sus amigos, pero puede que no lo disfruten o lo consideren divertido. Incluso pueden aislarse y ser menos sociables, evitando salir con sus amigos.

Pérdida de energía. “Las personas con depresión pierden la esperanza.” Y eso se debe a que pierden la motivación de cumplir sus sueños; pueden sentirse increíblemente fatigados y estar todo el día en cama.

VIA: www.mamanatural.com

  • Hay una disminución en la concentración. Una mente con pensamientos negativos y un futuro pesimista puede perder el enfoque de su vida. Tienden a ser indecisos en aspectos importantes de su vida como la elección de carrera, ser independientes financieramente y mantener relaciones amorosas. El desinterés puede incluso dañar la autoestima de la persona deprimida.
  • Se despiertan muy temprano. Las personas deprimidas de este rango de edad tienden a despertarse entre las 4 ó 5 cinco de la mañana. En consecuencia tienen altos niveles de cortisol, la hormona del estrés, provocando que tengan problemas para dormir.
  • Consumo de alcohol o drogas. Para aliviar el dolor y la soledad de la depresión, algunos jóvenes adultos pueden convertir estos elementos en una vía de escape del dolor.
  • Pérdida de interés en el sexo. Cuando muchas personas están en el cenit de su exploración sexual, una persona depresiva pierde un interés en el sexo o reduce sus impulsos sexuales.
  • Tiene cambios significativos en su peso. Las personas con depresión puede subir o bajar de peso. Ya sea por una falta de apetito o por usar la comida como una manera de confort.
  • Cuando los padres de los jóvenes adultos ven a su hijo en depresión, sienten que ellos también deben pasar por un reto. Para ello, Goldman recomienda que cambien su papel de “darles órdenes” a ser un apoyo emocional como un consultorio. Eso podrá generar una sensación de apoyo y guía. Es importante recordar que la depresión es un trastorno emocional tratable, por lo que es posible mejorar la situación en la que se encuentran.