En su reciente investigación “Fostering and measuring skills: interventions that improve character and cognition” [1] los profesores James Heckman y Tim Kautz realizan una extensa revisión de la literatura reciente acerca de la medición y el desarrollo de las habilidades cognitivas y no cognitivas y de cómo diversas intervenciones a lo largo del ciclo vital podrían promover unas y otras.
Los autores presentan evidencia de que las habilidades no cognitivas [2] predicen el éxito futuro tanto como las habilidades cognitivas. Diversas dimensiones del carácter, tales como la responsabilidad, la apertura a los cambios, la extraversión, la amabilidad o la estabilidad emocional [3], están altamente asociadas con el desempeño laboral, el rendimiento educativo, y con muchos otros ámbitos de la vida. Por ejemplo, en el siguiente gráfico puede apreciarse que, para el caso de Alemania, la responsabilidad es tan buen predictora de los años de educación como lo son otras medidas de inteligencia.
Gráfico 1. Asociación entre habilidades no cognitivas e inteligencia y años de estudio
Fuente: Panel Socioeconómico Alemán (GSOEP), 2004-2008, Almlund et.al (2011).
Notas: Las figuras muestran los coeficientes de regresión estandarizados de regresar los años de estudio sobre las cinco dimensiones del carácter y la inteligencia., controlando por la edad y la edad al cuadrado de los alumnos. Las barras representan los errores estándar. Los datos son una muestra representativa de la población adulta alemana de entre 21 y 94 años.
Si bien existe una influencia genética importante, el desarrollo de las habilidades es un proceso dinámico, en el que intervienen las familias, las escuelas y la sociedad en su conjunto (Ver Gráfico 2). Las habilidades adquiridas a una cierta edad dependen del stock de habilidades adquirido previamente (auto-productividad). Por ejemplo, un niño que posee mayor capacidad de atención podrá desarrollar mayores habilidades cognitivas a partir de la instrucción recibida en clase. Por tanto, la eficacia de las inversiones en educación dependerá también del stock de habilidades previas (complementariedad estática). Asimismo, las inversiones actuales incrementarán el stock futuro de habilidades, lo cual a su vez incrementará la rentabilidad de las inversiones educativas futuras (complementariedad dinámica). Este proceso explica que las inversiones en edades tempranas resultan ser las más rentables, dado que conllevan inversiones futuras más productivas.
Gráfico 2. Marco conceptual del desarrollo de las habilidades (skills)
Fuente: Heckman y Kautz (2013).
A esta misma conclusión llegan los autores tras evaluar rigurosamente los resultados de numerosas y diversas intervenciones educativas en Estados Unidos implementadas en distintos niveles de la vida académica de los estudiantes. Del análisis, concluyen en primer lugar, que solo las intervenciones implementadas en la primera etapa de educación infantil (antes de los 3 años) presentan efectos persistentes sobre la inteligencia (IQ). Las intervenciones más efectivas y rentables son aquellas realizadas en la educación preescolar (3-5 años) y en los primeros años de primaria, y dentro de éstas, las intervenciones que operan a través del desarrollo de las habilidades no cognitivas son las que presentan efectos más persistentes. Finalmente, los programas implementados en adolescentes exitosos son solo aquellos focalizados en habilidades no cognitivas. En particular, los programas más efectivos en adolescentes suelen ser aquellos que desarrollan habilidades no cognitivas a través de prácticas laborales o programas de inserción laboral para adolescentes que han abandonado el sistema educativo formal. Sin embargo, si bien estos programas suelen mejorar los resultados en el corto plazo, los beneficios suelen desaparecer en pocos años.
En definitiva, las bases del éxito de los adultos se establecen muy temprano en la vida. Las diferencias en las habilidades emergen antes de que comience la educación formal, y con el paso del tiempo resulta más difícil remediar estas desigualdades. Por tanto, intervenir desde edades muy tempranas y construir una sólida base de habilidades (cognitivas y no cognitivas) que permitan un mejor aprovechamiento a lo largo de toda la vida académica y establecer un mayor compromiso con la escuela y la sociedad parece ser la mejor estrategia para reducir el futuro fracaso y abandono escolar. En otras palabras, más vale prevenir que curar.
Gabriela Sicilia (UCM). Fundación Europea Sociedad y Educación
VIA: http://blog.educalab.es