En muchas casas hay temas tabú, como el divorcio, la muerte, el sexo… evitándolos, algunos padres piensan que eluden los conflictos, sin darse cuenta de que tal vez estén generando más de los que evitan. Todos los padres deben comunicarse con sus hijos de forma efectiva, ¡la consecuencia de no hacerlo puede ser desastrosa en su relación!
Cuando les falta comunicación, los niños pueden llegar a sentirse aislados, haciendo que se retraigan, tengan ansiedad y se vuelvan incapaces de hacer frente a las dificultades.
¿Te has dado cuenta que todos, cuando podemos hablar de las cosas que nos preocupan y desahogarnos, somos más felices y estamos más relajados? Es muy importante que los niños de todas las edades se sientan cómodos hablando con sus padres sobre cualquier tema, y que sientan que ellos les escuchan. Leer un periódico o ver la televisión mientras tu hijo te está contando algo, o que te pregunte algo importante y no les estés prestando atención, no está bien, piensa que puede tratarse de algo importante.
Si realmente no dispones de unos minutos para dejar lo que estás haciendo y charlar con él o con ella sobre lo que necesite saber, ya sea de sexo o de cualquier otra cosa, demuéstrale que te interesa y queda para hablarlo más tarde, cuando estés más relajado y tengas tiempo.
Programa conversaciones serias. Si tienes que tratar un tema que atañe a todos los miembros de la familia, como un divorcio, una mudanza, las tareas o el toque de queda a la hora de salir, espera a que estéis todos o convoca una reunión familiar formal, donde cada miembro de la familia tenga la oportunidad de hablar o expresar sus dudas y preocupaciones.
Entender su silencio. Si los niños no quieren hablar de un tema en un momento determinado, algo que suele suceder durante la adolescencia, acéptalo y trata de hacerles saber que estarás disponible para hablar más adelante, cuando ellos estén preparados para hacerlo.
Cuide su lenguaje corporal. Los brazos cruzados y una mirada de enfado o impaciencia no harán que los más pequeños se sientan cómodos a la hora de abrirse o expresarse. Si están sentados en el suelo, siéntate junto a ellos junto a ellos para ponerte a su nivel y hacer tanto contacto visual, demostrándoles que estás escuchándoles, que estás con ellos.
Pregunta. No siempre es posible saber a la primera cuándo y de qué debes hablar con tus hijos, así que si tú quieres hablar de algo concreto, pregúntales o aprovecha sus preguntas para abordarlo.
Elige el momento adecuado. Procura no discutir un asunto importante con tus hijos nada más llegar a casa de la escuela o cuando tú llegues del trabajo. Es importante estar tranquilo y tener la cabeza despejada para transmitir el mensaje con calma y claridad.
Buena y mala comunicación. Manteniendo una relación fluida y una comunicación adecuada, ayudarás a tus hijos a expresar sus opiniones, escuchar la tuya y a resolver con éxito los problemas. No juzgues o etiquetes de forma automática, si los niños te cuentan algo y tú les dices «no seas tonto, eso es ridículo», podrían creer que sus opiniones no son válidas y podrían optar por dejar de contarte las cosas.
Atacar el problema y no a la persona. Por ejemplo, cuando tengas que regañar a tu hijo, dile “no puede ser que no les de comer al perro”, en lugar de “eres perezoso». Tampoco debes decirle a los adolescentes que son unos irresponsables por fumar, en lugar de eso, pregúntales por qué y cómo han decidido empezar a fumar, gánate su confianza para que les resulte más fácil contarte cosas y ayudarles a encontrar una solución.
No interrumpas. Puede causar que los niños dejen de escucharte o que se pongan a la defensiva, e incluso sientan rencor. Dales a tus hijos la oportunidad de terminar lo que están diciendo antes de hablar tú. Además, procura no hacerles de menos ni tratarles como si fueran menos importantes, esto incluye gritos, mofas, palabras mal sonantes y cargarles la culpa.
No mientas. Puede ser incómodo hablar de sexo con su hijo adolescente, pero apuesta por ser abierto y sincero, eso le animará a ser igual de honesto contigo.
No niegues los sentimientos, compréndelos. Si un niño está triste por no haber ganado una carrera, por ejemplo, dile algo como “sé que realmente querías ganar. Es duro perder a veces. ¡Habrá otra ocasión y entonces lo conseguiremos!».
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