ninguno se nos escapa que Internet y las nuevas tecnologías invaden nuestras vidas más rápido de lo que podemos asimilar. Los expertos dicen que usadas con responsabilidad, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) constituyen una herramienta positiva y estimulante de aprendizaje, socialización y diversión. Sin embargo, el problema está cuando la relación con y a través de la tecnología se vuelve tóxica, dependiente y peligrosa. Internet y sus dos caras: al mismo tiempo que es una gran ayuda, tiene todas las papeletas para convertirse en un enjambre donde se alimentan estas relaciones tóxicas, entendidas como aquellas negativas, en las que nos quedamos atrapados, con consecuencias cognitivas, emocionales y físicas.

Quizá la solución no es resistirse al hecho innegable de que la tecnología forma (y seguirá formando) parte de la vida de nuestros hijos o, al menos, del mundo en el que viven. La psicóloga Pilar Rodríguez, junto a los periodistas Juan Carlos Blanco y Sonia Martín, ha dado forma al libro Familias EnRedadas (Editorial Morata), en el que explica que para combatir esas relaciones tóxicas es necesario conocer y entender la tecnología, en familia, “porque estamos todos en el mismo barco”. El libro nace “para los padres, preocupados por los contenidos que ven sus hijos en Internet, la facilidad con la que acceden a todo y con la que todos acceden a sus datos y fotos. Y el tiempo que dedican a los dispositivos”. Según el estudio estadounidense Monitoring the Future, “el mayor cambio en la vida de los adolescentes entre 2012 y 2016 ha sido el aumento de tiempo que usan soportes digitales». En España, el Ministerio del Interior contabilizaba ya en 2014, que el 83% de los mayores de 15 años usaba la Red, entre dos y seis horas diarias. La experta recomienda que “dejemos de preocuparnos y empecemos a ocuparnos. La idea es educar a los niños a relacionarse con la tecnología de manera sana, desde las emociones, respetando espacios, pero con normas y límites e identificando los riesgos. No se trata de prohibirla ni quitarla como un castigo”. De su mano, conoceremos dos grandes relaciones tóxicas, la adicción y los delitos telemáticos.

La adicción a la tecnología

“El uso excesivo del smartphone, la tableta o los videojuegos es uno de los temas más consultados”, explica la especialista. “Como toda adicción –explica-, crea dependencia y búsqueda patológica de la recompensa, con un uso abusivo, compulsivo y reiterado en el tiempo de la tecnología”. Lo novedoso es que los mismos jóvenes se están dando cuenta de cómo la tecnología los seduce. “Reconocen ser un segmento vulnerable, que no pueden regular tiempos ni dejar de estar conectados”. Esta sensación parece ser común en todo el mundo. Según un estudio del Pew Research Center, el 54% de chicos de entre 13 y 17 años, siente que pasa demasiado tiempo al móvil y un 41%, que su uso de redes es excesivo. Por su parte, la organización Common Sense Media indica que el 78% de los jóvenes de esa edad revisa sus redes cada hora y un 75% de ellos admite que sienten la necesidad de contestar inmediatamente. Así, uno de cada dos no descarta que se esté volviendo ciberadicto.

Rodríguez advierte que a los muchos tipos de adicción tecnológica como a navegar de una web a otra sin ninguna finalidad (infosurfing; al móvil (nomofobia es el pavor de estar sin él) o a la compra online compulsiva, hay que añadir, el poder adictivo de los videojuegos. “Los menores no pueden desconectar, se despiertan para jugar, se aíslan y no lo identifican como adicción tecnológica”, señala.

Señales para saber si nuestros hijos están enganchados

  • Si observas cambios en sus rutinas diarias
  • Si disminuyen su concentración y rendimiento
  • Si sustituyen sus actividades de ocio y deporte por tecnología
  • Si se levantan por la noche a jugar videojuegos o chatear
  • Si se saltan horas de comer o dormir por usar tecnologías
  • Si se aíslan de amigos
  • Si se enfadan o frustran por no tener conexión

Delitos telemáticos: relaciones tóxicas a través de la tecnología

Según los últimos datos del INE, el 69,8% de los niños de 10 a 15 años posee un móvil, siendo los 10 años la edad a la que lo reciben por primera vez; a los 12, el smartphone. Este pequeño dispositivo abre más el acceso a un mundo infinito de contenidos y a otras personas con quienes establecer una relación indeseada. Aparecen nuevos riesgos: los delitos telemáticos o ciberdelitos.

Reconocer los riesgos más frecuentes

  • Cyberbulling: El acoso no se acaba en las aulas; las burlas, humillaciones y mensajes vejatorios a través de redes sociales se hacen a cualquier hora, desde cualquier lugar. Pilar Rodríguez cuenta que “algunas señales son que el niño no quiere ir a clase, disminuye su atención, tiene pesadillas, está irritable, triste, ausente y se aísla. Y, luego, no quiere saber nada de redes sociales”.
  • Grooming: La víctima es un menor acechado por un adulto que se hace pasar por alguien de su edad en las redes sociales, atrayendo su confianza. “Su finalidad es abusar sexualmente de él”, alerta Rodríguez. No deja de sorprender el dato de Net Children Go Mobile (2015): el 11% de menores afirma haber contactado en la vida real con personas que ha conocido online. Los signos: se retraen socialmente, modifican su lenguaje corporal ante adultos (cabeza baja, falta de contacto ocular, rechazo), empeoran su rendimiento escolar, sienten ira y miedo.
  • Sexting Es el envío de imágenes cuyo origen está en una acción voluntaria (del protagonista o un tercero con su consentimiento), pero que, posteriormente, otro las difunde sin consentimiento. El delito no es mandar la foto, sino difundirla sin consentimiento.
  • Sextorsion y otras versiones Una derivación del sexting, ya que es el chantaje y amenaza de difusión de imágenes íntimas. Otras relaciones peligrosas son el sexcasting, en el que se obtienen imágenes, con una webcam y sin consentimiento, llegando incluso a hacer montajes con ellas. El stalking es el acoso persistente y obsesivo mediante amenazas e intimidación física.

¿Qué hacer para evitar todas estas relaciones tóxicas?

1. Dime cuánto tiempo estás conectado… Y te diré cómo aumentan las posibilidades de que tu hijo esté enganchado a la tecnología. La autora nos da un ligero rapapolvo: “¿cómo exigirle a un menor que deje a un lado su móvil si lo primero que hacemos los adultos es sumergirnos en nuestro mundo digital de nunca acabar?”. Según el Estudio Anual de Redes Sociales, realizado por IAB y Adglow, los adultos españoles estamos conectados a Internet durante una media de 5 horas y 20 minutos al día. La psicóloga hace énfasis en el punto de partida, el ejemplo.

2. Educar en los conceptos. Pilar Rodríguez recomienda definir a qué nos referimos en cada momento. “Un amigo no es lo mismo que un conocido”, dice. “O una foto puede ser comprometida para unos, mientras no serlo para otros”.

3. Limitar el tiempo de uso. Una medida imprescindible. “Siempre dependerá de la edad y de la madurez del niño, pero es recomendable no superar las dos horas frente a las pantallas. Se puede establecer un horario fijo o permitir a los chicos que organicen esas horas a lo largo del día”, aconseja la experta. Hay que evitar que se levante a ver su móvil por la noche o chatear hasta tarde, perdiendo horas de sueño, así como tener el teléfono encima de la mesa a la hora de comer (empezando por los padres).

4. Participar en su vida digital. Conocer las páginas que ven y conocer la tecnología que usan. ¿Por qué no jugar un día una partida de su juego online favorito? No hablamos de fomentar la adicción; tan solo, compartir lo que a ellos les gusta para poder empatizar y enseñar a los niños a manejarse con criterio, a definir los tiempos y a detectar los riesgos.

5. Poner límites y facilitar la autorregulación. Las normas y límites enseñan a gestionar las emociones de los niños, y fomentar pequeñas responsabilidades desde la infancia como hacer su cama o poner la mesa, ayuda. El buen juicio y el autocontrol son habilidades que resultan especialmente difíciles para los pequeños, porque están asociadas al lóbulo frontal del cerebro, que sigue desarrollándose hasta la segunda década de vida. Por eso, somos los adultos quienes debemos orientarlos. “Cuando un niño se violenta porque se le acaba su tiempo de pantallas o se le corta inesperadamente la WiFi, es importante atajar la conducta. No la emoción: el enfado es válido, pero cómo reaccionar frente a él hace la diferencia”.

6. Tener un adulto a quien acudir. Los padres son el referente de los niños, la mayoría de las veces, aunque es cierto que llegados a la adolescencia, lo son sus pares u otros adultos cercanos. En caso de dificultad, la comunicación con un adulto aligerará su carga para que el joven pueda hablar sin miedo a ser juzgado.

7. Recurrir al control parental. Si bien, lo ideal es basar la relación en la confianza, ante señales de alarma, conviene tener presente que la seguridad del menor prima sobre la privacidad. “En ocasiones el control parental puede ser de ayuda. Este, además de revisar contenidos, permite también bloquear webs y limitar el tiempo de uso”.

https://elpais.com/elpais/2019/01/14/mamas_papas/1547479392_019255.html

El Parlamento de Canarias instó la semana pasada al Ejecutivo regional a incluir en la consulta pediátrica de los 14 años —la última antes de pasar al médico de adultos— un análisis de tóxicos para detectar drogas si los padres lo solicitan. En su exposición de motivos, la proposición no de ley aprobada por la Cámara alude a la importancia de la detección precoz. Pero, ¿pueden unos padres obligar a sus hijos a someterse a la prueba? Los pediatras y juristas consultados consideran que existen métodos menos agresivos e invasivos. En cualquier caso, destacan que el consentimiento del adolescente sería vital. ¿Dónde acaba la prevención y comienza la intromisión en la intimidad de los menores?

La proposición no de ley se aprobó por 44 votos a favor y seis abstenciones, de Unidos Podemos. En la exposición de motivos se destaca la “notable reducción de la edad media de inicio en el consumo de alcohol, tabaco y cannabis”, y se apunta a la necesidad de potenciar la prevención en familias y colegios. Añade que entre los jóvenes canarios está “prácticamente generalizada” la idea de que el “consumo habitual de heroína, alucinógenos, anfetaminas, cocaína o éxtasis no conlleva un gran riesgo”. Por ello, se invita a que en “las analíticas de sangre y orina que de forma normalizada” se realizan en las revisiones a los 14 años se incluyan pruebas para la “detección precoz del consumo” de drogas.

En el Programa de Salud Infantil no consta ningún análisis sistemático a los 14 años. “Ni a esa edad ni a ninguna”, puntualizan los pediatras canarios consultados. “Nos ha sorprendido la noticia. No se ha recabado el asesoramiento de las sociedades científicas”, lamenta Agustín Graffigna, presidente de la Asociación de Pediatría de Atención Primaria en Canarias, que trabaja en un centro de salud en Tenerife. “La indicación de una analítica debe ser bajo criterio médico, no de los padres”, indica.

Los doctores tienen que informar “sin moralina”

El alcohol es la sustancia psicoactiva más extendida entre los estudiantes y adolescentes de 14 a 18 años. El 76,9% ha consumido alcohol en alguna ocasión, según la última edición de la encuesta Estudes, de 2016, del Plan Nacional sobre Drogas. “En la sociedad española, el mayor problema es el alcohol y el cannabis”, explica el pediatra Félix Notario, portavoz de la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia.

El estudio revela que en 2016 la prevalencia de consumo de cannabis alguna vez en la vida era del 31,1%, y que en el caso del tabaco era del 38,5%. La edad media de inicio era de 14,8 años para el cannabis; de 14,1, para el tabaco (14,6, en consumo diario), y de 14, para el alcohol (15,1, para consumo semanal).

“La verdadera prevención debe hacerse en la familia, atendiendo a síntomas como la falta de rendimiento escolar, cansancio anormal, poco interés por las actividades, psicopatologías, trastornos del sueño, de la alimentación, signos depresivos, estados de ansiedad, distonía en relaciones con iguales o con la familia…”, apunta el pediatra.

En el Programa de Salud Infantil del Servicio Canario de la Salud se especifica cómo debe actuar el médico al hablar de sustancias nocivas con los adolescentes. Deben ganarse su confianza y respetar la confidencialidad. “Se intentará convencer a los jóvenes, haciéndoles comprender los peligros físicos, psíquicos y sociales, más que amedrentando y prohibiendo, intentando reducir el atractivo social de estas sustancias e informando sobre los efectos perjudiciales más a corto plazo que a largo plazo”, reza el texto. E incluso se recrean posibles entrevistas con los menores.

“Después, parece adecuado seguir las normas del Servicio Canario de la Salud, como si de un adulto se tratase. Si no fuma se dará un consejo rápido, sin moralina”, se indica. En el caso del alcohol, “se informará de la misma forma, rápido y sin moralina”.

“La generalización de esta prueba no se contempla en ninguna de las guías consultadas”, afirma el pediatra. No consta en los protocolos de comunidades como Cataluña, Comunidad Valenciana o País Vasco. “Hay otros métodos de prevención, este no es el correcto”, dice. “Y de practicarse, tendría que ser con la autorización del menor. De lo contrario, estaríamos invadiendo su intimidad con una exploración agresiva como la analítica. Así se quiebra la confianza con el médico. Es muy importante que confíe en nuestros consejos”, continúa.

Fuentes de la Consejería de Sanidad afirman que no pueden pronunciarse sobre la proposición no de ley porque “el Servicio Canario de la Salud aún no dispone del texto final”. El documento con la propuesta original está colgado en la página web del Parlamento. Una de las dos enmiendas incorporadas fue presentada por Coalición Canaria —partido que gobierna en el archipiélago—, e incluyó en la redacción que la prueba se practique “por solicitud expresa” de los padres (inicialmente solo se exigía su “consentimiento”). La otra enmienda, del PSOE, llama a brindar información y asesoramiento orar a los padres, en caso de que los resultados sean positivos.  

“Los menores de edad son titulares de derechos fundamentales como si fueran mayores, lo que ocurre es que en algunos casos su ejercicio se hace a través de otras personas, como los padres o tutores”, explica Miguel Presno, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Oviedo. “Aquí estaría en juego la integridad física y moral del adolescente, el derecho a que no haya una intromisión en su cuerpo sin su consentimiento, su derecho a la intimidad”, añade. “La Ley de Autonomía del Paciente especifica que no se puede hacer ninguna intervención sin informar al paciente y no distingue entre menores y mayores. Incluye algunas excepciones: cuando esté privado de conocimiento o no sea capaz de comprender la intervención que se lleva a cabo. En este caso, ni están inconscientes ni es posible que alguien de 14 años no sepa lo que es un control de drogas”, apunta. “Según nuestra legislación, los menores deben ser escuchados cuando tengan madurez suficiente y, en todo caso, a partir de los 12 años”, prosigue. “Si un niño de 14 años puede hacer testamento, tiene sentido que pueda elegir si se somete a una prueba”, zanja. 

“Los padres no solo tenemos derecho, sino también la obligación de velar por el interés de los menores hasta que cumplen los 18 años”, sostiene la diputada del PP Astrid Pérez, quien presentó la proposición no de ley. “Si no podemos decidir sobre nuestros hijos, bajemos la mayoría de edad”, dice. “Antes de plantear la iniciativa hablé con pediatras y con unidades de drogadicción. La mayoría dice que es una fantástica idea. Esta medida pretende sumar, no ir en contra de nadie. Si alguien tiene una más eficaz, que la proponga, porque los métodos utilizados no funcionan”, añade.

Conocer el entorno

Los médicos consultados insisten en que es más útil analizar el entorno de los menores que un análisis. “Salvo en casos muy concretos, y siempre con su consentimiento, estas pruebas son inútiles y no nos van a decir nada que no nos diga un repaso a sus circunstancias: familia, amigos, estudios, ocio…”, explica José Galbe, especialista en adicciones que trabaja en Zaragoza y es miembro de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria.

“Los niños dan muchas pistas. Es muy importante que los padres hablen con ellos y conozcan a la pandilla”, continúa. “Si fuera pertinente el análisis, yo hablaría con el adolescente. Si se negara, no haría la prueba. Le diría al padre que pidiera una orden al juzgado”, señala el doctor. La magistrada de la Asociación Francisco de Vitoria Natalia Velilla ve improbable que un juez accediera. “No es un tema de vida o muerte. Con las vacunas, por ejemplo, es distinto porque es una cuestión de salud pública. Pero aquí hablamos de patria potestad: los padres quieren averiguar si el niño consume, y hay otras formas de saberlo. El juez lo rechazaría por desproporcionado. Es matar moscas a cañonazos”, opina.

Si ahora un padre solicita un análisis de drogas, queda a criterio del médico decidir cómo actuar. “A mí nunca me lo han pedido”, cuenta la pediatra María Eugenia Angulo, que lleva 16 años en atención primaria, ahora en un centro de salud en Las Palmas de Gran Canaria. “Tenemos la obligación de informar al paciente. Hace poco, un chico de 12 años no quiso que lo explorara; intenté convencerlo, pero se negaba y no lo puedo forzar”.

Félix Notario, de la Sociedad Española de la Medicina de la Adolescencia y pediatra en una clínica de Albacete, cree que “los políticos proponen estas pruebas para descargar su conciencia”, pero que no son eficaces. “No hace falta demasiado test. Uno de cada cuatro adolescentes ha consumido sustancias entre los 14 y los 18 años”, apunta. Y pone el foco en la familia: “Si esperamos a que un análisis nos diga que nuestro hijo de 14 años se droga, hemos llegado tarde”.

https://elpais.com/sociedad/2019/01/20/actualidad/1548009428_181523.html?id_externo_rsoc=FB_CM&fbclid=IwAR1T77WFLlNnlh9avEd6T20oQWEmpOUusHnXw3buCW1PPzEsqAVcwez8cJQ

Las matemáticas suelen ser el caballo de batalla para los niños en el cole. ¿Por qué se les atragantan los números a los niños en la escuela? La fama precede a esta asignatura de ciencias y “como tienen el mito de ser difíciles, algunos niños se escudan en ello y no se esfuerzan, con la justificación de que son complicadas. Pero, no hay niño que no aprenda, sino un profesor que no sabe enseñarle. Está en manos de los maestros conseguir que los niños dejen de tener miedo y se abran al aprendizaje de las matemáticas, divirtiéndose y sintiendo que pueden adquirir y controlar los conceptos matemáticos que se encuentran en todo lo que hacemos en la vida, por lo que les va a resultar de gran utilidad”, explica una profesora de primaria, que opta por permanecer en el anonimato.

Los números tienen fama de resultar aburridos para niños y jóvenes en colegios e institutos. “Cuando estaba en primaria me resultaban más aburridas y complicadas, ahora en la ESO, lo llevo un poco mejor, pero también porque tengo una profesora particular de la asignatura en casa. Lo que menos me gusta es el cálculo, me parece aburrido y me fastidia que no me salga el resultado. Las clases no son divertidas y muchas cosas no sé para qué me van a servir cuando sea mayor, porque si existen las calculadoras no entiendo para qué tengo que aprender cómo hacer raíces cuadradas. Las clases deberían ser más prácticas y didácticas; no tan mecánicas. Me gustaría que hiciéramos juegos matemáticos y nos explicaran cosas que nos sirvieran de adultos, como hacer la declaración de la renta,” explica Daniella Blaya, estudiante de 3º de la ESO en Madrid.

¿Qué falla en la enseñanza académica de las matemáticas para que muchos estudiantes opinen lo mismo que la joven Daniella? “Esta asignatura está mal planteada porque se parte desde los conceptos abstractos y lejos de lo cotidiano. La matemática es manipulativa; está viva y hay que tocarla, moverla y vivirla. La repetición de tablas, sumas, restas, multiplicaciones o fracciones sin sentido frenan el aprendizaje y alejan del conocimiento debido a la facilidad de cometer errores. Hay que partir desde donde está el alumno para llevarle al aprendizaje que debe hacer y enseñarle la magia de los números”, explica la profesora anónima de primaria.

Quien suspende matemáticas ¿es mal estudiante?

El dicho popular El que vale, vale y el que no para letras, además de denostar el conocimiento que no es matemático, que enriquece la cultura humana de manera determinante, resulta un reflejo del planteamiento social rígido y educativo sobre el conocimiento intelectual. “La música, las artes, la educación física o la filosofía son disciplinas muy necesarias e importantes. Las matemáticas y la lengua necesitan de ellas para ser aprendidas. De hecho, el minimizar su relevancia y potenciar las matemáticas y la lengua de forma aislada ha sido una de las causas principales de este panorama actual de bajos resultados del alumnado en ambas materias ”, comenta María José Lladó Sánchez, psicopedagoga del centro ACIMUT y orientadora psicopedagógica de la editorial Kolima.

Encontrar el potencial y talento de cada niño es fundamental para orientarle de manera adecuada ante su futura actividad profesional. Todos no somos buenos en matemáticas, pero “seguro que lo eres en otras asignaturas. Cada alumno tiene unos dones y habilidades. Descubrirlos y desarrollarlos es parte de la tarea educativa, que es integradora. Ya hemos visto el coste de aislar las matemáticas de las demás disciplinas. Cambiar y visibilizar la importancia de todas las habilidades en las materias educativas e interrelacionarlas es fundamental”, añade la psicopedagoga.

Ayudar a los niños en casa con las matemáticas

Cuando los niños no están llamados por el camino de las matemáticas y se les hace cuesta arriba aprobarlas se les puede echar una mano desde casa con propuestas como las que indica Nuria Ballesteros González, profesora del Instituto Joaquín Turina de Madrid y licenciada en Matemáticas:

  1. Un cuaderno bien organizado con lo que el profesor explica en clase resulta muy útil para no perderse en un mar de números.
  2. Escribir el desarrollo que el profesor hace de los ejercicios en clase.
  3. Adquirir la costumbre de hacer los ejercicios que se mandan para repasar en casa. No importa que salgan mal. La cuestión es trabajar el hábito de pensar de forma matemática y hacer el esfuerzo. Lo incorrecto, se corrige en clase.
  4. A la hora de preparar exámenes, ayuda tener un esquema sobre los contenidos o el tipo de ejercicios que tienen que hay que saber.
  5. La concentración es fundamental para que las cuentas salgan. Las matemáticas requieren comprender bien los razonamientos y para conseguirlo se requiere la atención que permita el desarrollo del pensamiento abstracto. No obstante, cada niño desarrolla estas capacidades a una edad diferente.
  6. El apoyo y el ánimo sin presión cuando el niño suspende las matemáticas es básico para evitar estrés y que los números no se conviertan en un trauma para el resto de su vida.
https://elpais.com/elpais/2019/01/14/mamas_papas/1547455263_850560.html

El pasado 11 de enero la policía de Layton, una ciudad de Utah (EE UU), informó en su cuenta de Twitter de un accidente. Una joven de 17 años había estrellado su coche contra otro automóvil mientras conducía con los ojos vendados y se grababa para publicarlo en la red. Realizaba el Bird Box Challenge, un reto que se ha hecho viral en las últimas semanas a raíz de la última película de Sandra Bullock. El desafío consiste en llevar a cabo tareas cotidianas como subir escaleras, cruzar una calle o cocinar con los ojos vendados. Este y otros desafíos peligrosos han llevado a YouTube a endurecer sus políticas de control de contenido. La plataforma borrará los vídeos de bromas o retos que pongan en peligro la salud física o psicológica del usuario, según ha explicado la compañía en el apartado de preguntas frecuentes de su web.

En los últimos años, se han hecho virales numerosos vídeos de desafíos en YouTube. Algunos consisten en introducir la punta de un anticonceptivo por la nariz para luego sacarlo por la boca, untarse con alcohol el pecho y prenderse fuego para luego apagarlo con agua o acercarse sigilosamente a un peatón para golpearlo hasta dejarle inconsciente. “YouTube es el hogar de muchos retos y bromas virales, pero debemos asegurarnos de que lo divertido no cruce la línea para que también sea dañino o peligroso”, aseguran sus propietarios en la nueva política de control de contenido.

YouTube eliminará estas publicaciones de la plataforma y castigará a sus autores con una restricción de 90 días en algunas de las funciones de la plataforma como la retransmisión en vivo

La compañía ha incluido en la misma un epígrafe específico para los retos y las bromas peligrosas: “Hemos actualizado las pautas externas para dejar claro que prohibimos los desafíos que presenten un riesgo de peligro grave o muerte, y las bromas que hacen que las víctimas crean que están en grave peligro físico o que los niños experimenten una angustia emocional grave”. Los menores en ocasiones también son afectados por las bromas que se suben a YouTube. Por ejemplo, la de hacer creer a un niño que sus padres han muerto.

YouTube eliminará estas publicaciones de la plataforma y castigará a sus autores con una restricción de 90 días en algunas de las funciones de la plataforma como la retransmisión en vivo. Si se incumplen las políticas en tres ocasiones en ese plazo, se eliminará la cuenta del usuario que haya subido el vídeo. La compañía ha dado a los creadores dos meses para borrar este tipo de contenido de sus canales. Pero después, se eliminará cualquier vídeo que viole estas pautas.

Estas nuevas directrices no solo hacen referencia a los vídeos, sino que afectan a todo el contenido. Es decir, a los comentarios, miniaturas, enlaces o chat en vivo. Por ejemplo, si la imagen en miniatura muestra pornografía o violencia gráfica o los enlaces externos llevan a contenido que pueda incitar a la violencia o al odio, el vídeo también será retirado.Un informe de Buzzfeed publicado este martes denuncia que las imágenes que plasman bestialidad o hacen alusión a ella todavía aparecen en la plataforma pese a que YouTube se comprometió a eliminar ese material en abril del año pasado.

Efectos traumáticos y mortales

Este tipo de vídeos, además de efectos traumáticos en la víctima, pueden tener consecuencias perjudiciales para la salud. Ante el aluvión de personas que han hecho el Bird Box Challenge y han acabado golpeándose o sufriendo pequeños accidentes por ir con los ojos tapados, Netflix ha lanzado un comunicado en Twitter. La compañía ha pedido a los fans de la película que abandonen el reto: “No nos podemos creer que tengamos que decir esto, pero por favor no os hagáis daño con el reto de Bird Box. No sabemos cómo empezó, agradecemos el cariño, pero Boy y Girl [en alusión a los personajes de la cinta] solo tienen un deseo en el 2019 y es que no terminéis en el hospital por culpa de los memes”.

Otro de los retos por el que algunos usuarios han tenido que acudir al hospital es el Tide Pod Challenge. Consiste en tomar cápsulas de detergente para la ropa y compartirlo en Youtube. La Asociación Estadounidense de Centros de Control de Envenenamientos alertó en enero de 2018 de un aumento de intoxicaciones por la ingestión de este producto. El fabricante del mismo, Procter and Gamble, solicitó la ayuda de la estrella de fútbol americano Rob Gronkowski para liderar una campaña de sensibilización pública en las redes sociales .

Hay vídeos que incluso tienen consecuencias mortales. En 2017, Monalisa Pérez, una mujer de 19 años, mató a su novio al dispararle en el pecho para subir un vídeo a Youtube. Ambos intentaban hacer un truco. Una enciclopedia debía parar la bala. Pero su estrategia salió mal. En sus vídeos anteriores, ella le gastaba bromas inofensivas como poner polvos de talco en un donut en vez de azúcar glaseado, rociar cera caliente de una vela encendida sobre su cuerpo o colocar pimienta picante en su bocadillo. Pero esa última vez, se les fue de las manos. La joven era consciente del riesgo que sus acciones conllevaban e instantes antes de disparar a su pareja, lo contaba en Twitter: «Pedro y yo probablemente vamos a grabar uno de los vídeos más peligrosos jamás vistos. Ha sido idea suya, no mía».

https://elpais.com/tecnologia/2019/01/17/actualidad/1547718558_819241.html?fbclid=IwAR0cDf892qUzAdmPMsQbxf57nvPwf-2o9gQcQWW2kmvs6CEgKQw7aX_iY6k

2019 ha comenzado tal cual terminó 2018: con el mundo recuperando el aliento tras un ciberataque. Si Alemania sufrió a principios de este mes el mayor hackeo de su historia, que dejó al descubierto datos de centenares de políticos, a finales de noviembre fue la gran cadena hotelera Marriott quien reveló un ataque similar, que podría haber afectado a 500 millones de clientes. Pero antes de eso las víctimas habían sido Singapur, Facebook, el sistema bancario de México… no hay blanco a salvo de los piratas informáticos. La amenaza crece al tiempo que empresas e instituciones de todo el mundo hacen frente a otro peligro, igual de acuciante, que es el de la escasez de profesionales expertos en ciberseguridad. Un campo en el que tradicionalmente ha predominado lo autodidacta, pero que comienza a abrirse paso en la formación oficial de universidades y otros centros educativos. Tres opciones para formarse en ‘big data’ (aunque no sepas matemáticas)

‘Blockchain’, la solución para acabar con los títulos universitarios falsos

Se prevé que nueve de cada diez empresas sufrirán un ataque informático en 2019. Y los costes se cifran en 11.500 millones de dólares este año. Los datos resultan abrumadores. Para lo malo, pero también para lo bueno. Y es que el nicho laboral se hace cada vez más grande. De aquí a 2022 las ofertas de trabajo en ciberseguridad se triplicarán, de acuerdo con los cálculos de la publicación especializada Cybersecurity Ventures. Las previsiones apuntan que para entonces habrá 1,8 millones de empleos sin cubrir en todo el mundo, 350.000 de ellos en Europa, según una encuesta del Centro para la Ciberseguridad y Educación (ISC)².

“No es una burbuja, es el nuevo paradigma. Los países ricos ya no van a producir bienes de consumo, sino que generarán riqueza a través de la información. Cualquier empresa tiene que gestionar sus datos, almacenarlos y sobre todo protegerlos”, explica Julien Mur, senior manager del departamento de Information Technology and Life Sciences en la consultora de recursos humanos Hays. El experto señala la causa de ese desfase entre oferta y demanda: “La transformación de la economía se ha producido de forma muy rápida. En una década no se forma una generación de profesionales de la ciberseguridad”.

La velocidad de los cambios se une a la escasez de vocaciones científicas y tecnológicas entre los jóvenes, especialmente en el caso de las estudiantes. “Hace falta promover las titulaciones STEM [las carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés], los chicos las ven como difíciles”, explica Maite Villalba, investigadora y directora del máster en Seguridad de Tecnologías de la Información y Comunicaciones de la Universidad Europea. “El inconveniente de la escasez de profesionales en este campo no es igual que en otros sectores. Implica problemas para las empresas, pero también para los ciudadanos y para los Gobiernos. Además, se produce un retroceso en el desarrollo de tecnologías emergentes porque las empresas y los ciudadanos no se van a atrever a utilizarlas”.

La necesidad de profesionales y el crecimiento de los ciberataques conviven con otra contradicción. Y es que aunque Internet está plagado de información y recursos para adentrarse en el terreno de la ciberseguridad, las tareas que realizan estos expertos y lo que hay que saber (y estudiar) para convertirse en uno de ellos siguen siendo una incógnita para muchos estudiantes. A continuación, una guía para disipar las principales dudas sobre cómo formarse para ser un experto en ciberseguridad.

¿Qué hace un profesional de la ciberseguridad?

“Decir que trabajas en ciberseguridad es como decir que trabajas en tecnología. Dentro de eso hay muchísimos perfiles distintos y no todos son tecnológicos”, asegura Marta Beltrán, coordinadora del grado en Ingeniería de la Ciberseguridad de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). Lejos de ese estereotipo del hacker que se mueve entre las sombras y la ilegalidad, el campo de la ciberseguridad es mucho más amplio (y en absoluto oscuro): auditores, desarrolladores, analistas, forenses… y sí, también hackers, aunque muy diferentes al tópico que se suele tener en mente.

“Los diferentes perfiles de expertos en ciberseguridad se pueden definir en función de si actúan para evitar los ataques o para dar respuesta cuando se producen”, explica Eduardo Arriols, profesor del grado en Ingeniería del Software en el Centro Universitario U-Tad. El primer grupo, el de los profesionales que se dedican a prevenir los incidentes de seguridad, se divide a su vez en expertos defensivos, que se especializan en asegurar los sistemas, y equipos ofensivos, es decir, auditores que buscan vulnerabilidades, por ejemplo en una web o en una aplicación, para determinar si son seguras o no (lo que se denomina el hacking ético).

Dentro de ese esquema básico caben, por ejemplo, desarrolladores de software seguro; arquitectos, analistas y consultores, que se encargan de definir las necesidades (y soluciones) de seguridad de un proyecto tecnológico; expertos en protección de redes; especialistas en malware, para desarrollar herramientas que los detecten y los eliminen; peritos y analistas forenses, encargados de investigar los ciberataques; criptógrafos y criptoanalistas, que trabajan en el cifrado de la información; directores de seguridad de una empresa —CISO o CSO, según la función que desempeñen—…

El punto en común de todos ellos es que se dedican a resolver problemas. La creatividad y la innovación son dos elementos clave en su caja de herramientas, pues les permiten ir un paso por delante de los atacantes. También es importante la diversidad. “Se necesitan personas de alta cualificación, pero también equipos diversos”, explica Maite Villalba, de la Universidad Europea. “Trabajar en equipo es fundamental y cuando juntas diferentes profesiones y áreas salen ideas que de otra manera no surgirían. Por eso están apareciendo otros perfiles de la rama de ciencias sociales, como los analistas en ciberinteligencia o los juristas expertos en ciberseguridad”.

¿Qué debe saber un experto en ciberseguridad?

A Pablo Ruiz Encinas, que está en su cuarto y último curso del grado de U-Tad, la ciberseguridad siempre le había llamado la atención, pero lo veía casi como una especie de magia incomprensible e inaccesible. “No hay un libro que te puedas leer y decir que ya lo sabes todo. Es todo muy difuso y está desperdigado”, explica. “Hay muchísima información, pero no está concentrada en un punto y cuando quieres empezar hay mucha gente que se abruma porque no sabe por dónde hacerlo”.

Más alumnas en las aulas

El déficit generalizado de vocaciones STEM es un problema que se agrava en el caso de las alumnas, más reticentes a cursar estas carreras, lo que a su vez redunda en la falta de profesionales de la ciberseguridad. “En este campo, solo el 11% de la fuerza laboral mundial son mujeres. En Europa no llegamos al 7%”, asegura Maite Villalba, directora del máster en ciberseguridad de la Universidad Europea.

La experta coordina además un nuevo proyecto de investigación europeo, Be@Cyberpro, que pretende despertar la curiosidad de las alumnas por desarrollar su carrera en el ámbito de la ciberseguridad. “Faltan roles femeninos”, señala Villalba. “Queremos eliminar estereotipos y mostrar mujeres que están trabajando en ciberseguridad, demostrar que hay diversidad y que es una carrera en la que todos podemos entrar y aportar”.

Aunque ese problema se pueda extender a tantas otras profesiones, en la ciberseguridad es especialmente complejo por ser un área de conocimiento de gran carga técnica que, hasta hace poco, no se enseñaba de forma oficial. La incorporación de la ciberseguridad como materia de formación a la oferta de estudios de universidades, escuelas de negocios y otros centros educativos ha obligado a definir qué debe saber un experto en este campo.

La base tecnológica es fundamental, pues para evitar o responder ante un ciberataque es necesario entender cómo se producen. “Se necesita, por un lado, un conocimiento general sobre redes y programación; y por otro, un conocimiento específico en ciberseguridad que abarca la seguridad informática, la legislación, el análisis forense, saber cómo securizar un sistema informático (y no solo analizarlo)…” enumera Paco Marzal, coordinador del grado de U-Tad, en el que los alumnos pueden cursar una especialización en ciberseguridad a partir del tercer curso. «El perfil del estudiante suelen ser personas muy motivadas porque es una carrera muy exigente».

¿Qué puedo estudiar para trabajar en este campo?

En España hay ya 81 centros que ofrecen formación específica en ciberseguridad, según la guía elaborada por el Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe): programas de máster, cursos de especialización, ciclos de FP, grados en ciberseguridad… Entre tanta oferta, ¿qué programa elegir? El itinerario típico es el que apuesta por estudiar en primer lugar una carrera que aporte la base técnica —lo habitual es una ingeniería informática o de telecomunicaciones, aunque también hay expertos que provienen de la rama de las matemáticas o la física—, para después cursar un máster de especialización en ciberseguridad.

La guía del Incibe contabiliza 47 programas de posgrado, con diferentes apellidos según el campo de especialización: informática forense, hacking ético, dirección de seguridad, lucha contra el cibercrimen… El propio instituto colabora con la Universidad de León, ciudad en la que tiene su sede, en su máster en Investigación en Ciberseguridad, que ya va por su undécima edición. El centro acaba de estrenar este curso otros dos másteres en ciberseguridad, uno en el área de Derecho y otro para especializarse en big data en entornos seguros. El foco de su programa estrella es, sin embargo, la investigación. “Para avanzar es necesario conocer todo aquello que está ocurriendo, pero también analizar las nuevas técnicas de los atacantes”, señala Adriana Suárez, coordinadora del máster.

Frente a esta opción, la alternativa de cursar un grado específico en ciberseguridad se va abriendo paso, aunque tímidamente. La Universidad Rey Juan Carlos ha abierto este curso su grado en Ingeniería de la Ciberseguridad, el primero que imparte en España una universidad pública. De este modo pretenden atajar lo que ellos consideran un problema: que la ciberseguridad se aborde como un añadido, y no como una pieza central, en la universidad. “Miramos a nuestro alrededor y vimos que en la mayor parte de los países desarrollados donde la tecnología funciona llevan años impartiendo grados de ciberseguridad. Nuestra apuesta fue crear una ingeniería, muy similar a la informática, en la que se estudiara tecnología segura desde un principio”, explica su responsable, Marta Beltrán.

La primera promoción estudia en sus aulas mientras fuera, las opciones se multiplican. Los ciclos de FP son otra puerta de entrada al mundo de la ciberseguridad. Y los cursos de especialización sirven para profesionales con conocimientos avanzados que quieran profundizar en un área concreta. Sin olvidar la parte autodidacta, fundamental para estar al día en un sector en el que ir por delante de los hackers es una obligación. Internet alberga una gran comunidad de expertos e interesados en la ciberseguridad que comparten conocimientos y recursos: desde grupos en Telegram a webs en las que se proponen retos (como Hack The Box) e incluso competiciones para ponerse a prueba.

Pero aunque el panorama es prometedor —en opciones y oportunidades—, hay quien lo analiza con mirada crítica. “Hasta un punto esa necesidad de profesionales es cierta porque es un campo en el que no ha habido formación específica hasta hace poco. Pero también es verdad que cuando las empresas y la administración hablan de déficit es porque ofrecen puestos muy precarios”, advierte Beltrán. “En muchas ocasiones, la partida para ciberseguridad no es tan alta como debería ser: primero nos preocupamos porque las cosas funcionen bien y luego, si eso, porque funcionen seguras”.

https://elpais.com/economia/2019/01/14/actualidad/1547486152_048652.html

Contenidos educativos: ¿papel o Internet?

Especial contenidos educativosPrimero fue en el sector de la música (del vinilo al CD, al MP3…) y en el cine (de las cintas VHS a los DVD…), y desde hace unos años también ha llegado al sector editorial, de forma que el libro de texto en papel convive obligatoriamente con sus ‘homólogos’ digitales y… con el abundante material disponible en la Red. Pero antes de profundizar en los cambios que se están produciendo y los que llegarán, hay que ver primero cuál es la situación actual de los manuales en papel versus los digitales.

El crecimiento de estos últimos ha sido exponencial en poco tiempo y su evolución sigue rápida: a finales de febrero de 2014 ya se contaban 4.700 registros digitales frente a unos 32.000 en papel, según los datos de Anele, Asociación Nacional de Editores de Libros y material de Enseñanza, que agrupa a 33 editoriales que representan cerca del 90% del total de la facturación del sector.

Este desarrollo no sólo es en cantidad, sino también en calidad: de los primeros manuales digitales —en un archivo en formato PDF o similar que tan sólo dejaba pasar las páginas— a los actuales se ha dado un salto. Ahora algunos ya se crean teniendo en cuenta las posibilidades digitales: con enlaces y elementos multimedia.  Para Javier Celaya, socio-fundador de Dosdoce.com, un observatorio que analiza las nuevas tecnologías en el sector cultural, es evidente que en general han mejorado, “pero lo importante no es tanto la calidad, al fin y al cabo también habría que revisar la de los productos analógicos en cuestiones como diseño, maquetación, producción o tipo de papel utilizado, sino los contenidos. Y en el soporte digital, como en el analógico, hay cosas excelentes y también irrelevantes”.

NUEVOS ‘ACTORES’ Y MÁS MATERIAL

Uno de los principales cambios que se ha producido es que las editoriales y sus libros de texto comparten ahora escenario con otros ‘actores’ que se apoyan en el uso de las TIC para crear contenidos digitales. Era algo esperado como ya advertía un informe realizado en 2008 por la Unidad de Psicología del Consumidor y Usuario de la Universidad de Santiago de Compostela: “[En la actualidad] se echan en falta contenidos especialmente adaptados al contexto escolar. Y la demanda es palpable como lo demuestra el hecho de que, ante la pasividad de la propia industria editorial, sean varios los agentes que se han lanzado en los últimos años a crear materiales educativos digitales”.

Este informe, ‘El libro de texto ante la incorporación de las TIC a la Enseñanza’, identificaba hace ya seis años a los nuevos agentes que entrarían en el mercado, como profesores, bien de manera individual o agrupada; empresas de software genérico y de hardware, como PDIs, tabletas; organismos públicos… Asimismo advertía del ‘riesgo’ de que los fabricantes de dispositivos (sobre todo, de pizarras digitales y de tablets) “crearan sus propios departamentos de generación de software educativo adaptado a sus equipos”.

CUESTIONES MÁS ‘PRÁCTICAS’

Especial contenidos educativos2Y aunque el tiempo, los usuarios (docentes, estudiantes, familias…), las empresas implicadas (editoriales, fabricantes…), las administraciones… irán estableciendo el nuevo marco de sus relaciones, quedan todavía una serie de cuestiones de carácter práctico que deben resolverse y que se resumían en el Congreso Nacional de Contenidos Educativos Digitales celebrado en Mérida en octubre. En la única edición que se ha celebrado de este encuentro hasta la fecha se insistía en la importancia de garantizar el acceso a Internet y de que los docentes contasen con dispositivos digitales. De igual modo es fundamental que el profesorado sepa cómo utilizar los contenidos educativos en el aula y los padres, en casa. Y entre los aspectos que deben mejorarse, están los problemas de conectividad, la pluralidad de los recursos y la baja calidad de algunos de ellos.

Via: http://www.educaciontrespuntocero.com