Yo quiero que el niño haga baile. El padre, que vaya a ajedrez. Ya, ya sé, hay que preguntarle al niño, pero después. Si no, de qué vamos a discutir, ¿del procés? Para un rato que tenemos a solas…
Total, que como la mayoría de los padres con niños pequeños de la España silenciosa y también de la locuaz, acabamos discutiendo de las extraescolares, porque tiene 5 años y ya es casi septiembre
“El ajedrez favorece la concentración, fomenta el cálculo y el razonamiento lógico”, argumenta el padre. “Katy Perry”, digo yo. Zasca.
Entonces llegan los golpes bajos: “Será más bien Philip Glass y un montón de niñas”, dice él, “a ajedrez van sus amigos”. Uf, el género no me lo toques, contraataco: “Todos los adultos que conozco que juegan al ajedrez no lo hacen con sus amigos, sino frente al ordenador con un señor ruso al que no conocen porque NO SABEN BAILAR (y no miro a nadie)”.
Me envalentono. “Bailando ligas, bailar te hace feliz… ¿Qué quieres, que sea un nerd?, ¿¡Que se la pase mirando la pista acodado en la barra del bar de la vida!?”, digo con una dramática pirueta.
“Tiene 5 años”, responde. Touché.
Avergonzada, siento que me he convertido momentáneamente en una de esas madres que creen que todo lo que haga ahora el niño tendrá una repercusión clara en su vida adulta. En Estados Unidos hasta las guarderías se venden a los padres con el porcentaje de exalumnos (¡de tres años!) que acaban en universidades de la Ivy League. Qué presión. Para conseguir que los pequeños sean admitidos en el primer escalón de la élite, los padres tienen que escribir sofisticadas cartas de solicitud: La pequeña Jennifer lleva desde los seis meses apuntada a impresión 3D, se sabe la letra de Frozen y ya se limpia el culo sola, nivel usuario… Hay algunos que han llegado a presidente del mundo libre con menos de eso.
En mi época, pleno régimen del 78, había basket, teatro, inglés… pero las extraescolares que más molaban eran judo (tu kimono, ¡kia!) y ballet. Yo no hice ninguna, quizás por ello me apetecen todas las que leo que existen ahora: yoga, cocina ecológica, fotografía, mindfulness, funky, autoprotección femenina, golf, reggaetón, conversación en chino, lego-robótica, patinaje en línea, periodismo de investigación. En serio, periodismo de investigación, hasta esa me apetece.
En el fondo lo que me gustaría es que las extraescolares fuesen lo que se da en horario lectivo. Que las familias no apuntásemos a los niños sobre todo porque no hay Cristo que concilie. Y que el día a día de mi hijo de 5 años en el colegio público del barrio consistiese en hacer clase de capoeira y después iniciación al cómic. Y, puestos a pedir, me gustaría que el mío también.
Al final, le preguntamos al niño si prefería hacer danza o ajedrez. Y le apuntamos a las dos porque es el que manda en casa. La verdad, no creo que ninguna tenga una repercusión clara en su vida adulta, pero espero que en ambas aprenda que para que las cosas salgan bien es necesario ponerse en el lugar del otro, ya sea este un contrincante o una pareja de baile.
https://elpais.com/elpais/2017/10/06/mamas_papas/1507288461_469290.html?rel=mas
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