ninguno se nos escapa que Internet y las nuevas tecnologías invaden nuestras vidas más rápido de lo que podemos asimilar. Los expertos dicen que usadas con responsabilidad, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) constituyen una herramienta positiva y estimulante de aprendizaje, socialización y diversión. Sin embargo, el problema está cuando la relación con y a través de la tecnología se vuelve tóxica, dependiente y peligrosa. Internet y sus dos caras: al mismo tiempo que es una gran ayuda, tiene todas las papeletas para convertirse en un enjambre donde se alimentan estas relaciones tóxicas, entendidas como aquellas negativas, en las que nos quedamos atrapados, con consecuencias cognitivas, emocionales y físicas.
Quizá la solución no es resistirse al hecho innegable de que la tecnología forma (y seguirá formando) parte de la vida de nuestros hijos o, al menos, del mundo en el que viven. La psicóloga Pilar Rodríguez, junto a los periodistas Juan Carlos Blanco y Sonia Martín, ha dado forma al libro Familias EnRedadas (Editorial Morata), en el que explica que para combatir esas relaciones tóxicas es necesario conocer y entender la tecnología, en familia, “porque estamos todos en el mismo barco”. El libro nace “para los padres, preocupados por los contenidos que ven sus hijos en Internet, la facilidad con la que acceden a todo y con la que todos acceden a sus datos y fotos. Y el tiempo que dedican a los dispositivos”. Según el estudio estadounidense Monitoring the Future, “el mayor cambio en la vida de los adolescentes entre 2012 y 2016 ha sido el aumento de tiempo que usan soportes digitales». En España, el Ministerio del Interior contabilizaba ya en 2014, que el 83% de los mayores de 15 años usaba la Red, entre dos y seis horas diarias. La experta recomienda que “dejemos de preocuparnos y empecemos a ocuparnos. La idea es educar a los niños a relacionarse con la tecnología de manera sana, desde las emociones, respetando espacios, pero con normas y límites e identificando los riesgos. No se trata de prohibirla ni quitarla como un castigo”. De su mano, conoceremos dos grandes relaciones tóxicas, la adicción y los delitos telemáticos.
La adicción a la tecnología
“El uso excesivo del smartphone, la tableta o los videojuegos es uno de los temas más consultados”, explica la especialista. “Como toda adicción –explica-, crea dependencia y búsqueda patológica de la recompensa, con un uso abusivo, compulsivo y reiterado en el tiempo de la tecnología”. Lo novedoso es que los mismos jóvenes se están dando cuenta de cómo la tecnología los seduce. “Reconocen ser un segmento vulnerable, que no pueden regular tiempos ni dejar de estar conectados”. Esta sensación parece ser común en todo el mundo. Según un estudio del Pew Research Center, el 54% de chicos de entre 13 y 17 años, siente que pasa demasiado tiempo al móvil y un 41%, que su uso de redes es excesivo. Por su parte, la organización Common Sense Media indica que el 78% de los jóvenes de esa edad revisa sus redes cada hora y un 75% de ellos admite que sienten la necesidad de contestar inmediatamente. Así, uno de cada dos no descarta que se esté volviendo ciberadicto.
Rodríguez advierte que a los muchos tipos de adicción tecnológica como a navegar de una web a otra sin ninguna finalidad (infosurfing; al móvil (nomofobia es el pavor de estar sin él) o a la compra online compulsiva, hay que añadir, el poder adictivo de los videojuegos. “Los menores no pueden desconectar, se despiertan para jugar, se aíslan y no lo identifican como adicción tecnológica”, señala.
Señales para saber si nuestros hijos están enganchados
- Si observas cambios en sus rutinas diarias
- Si disminuyen su concentración y rendimiento
- Si sustituyen sus actividades de ocio y deporte por tecnología
- Si se levantan por la noche a jugar videojuegos o chatear
- Si se saltan horas de comer o dormir por usar tecnologías
- Si se aíslan de amigos
- Si se enfadan o frustran por no tener conexión
Delitos telemáticos: relaciones tóxicas a través de la tecnología
Según los últimos datos del INE, el 69,8% de los niños de 10 a 15 años posee un móvil, siendo los 10 años la edad a la que lo reciben por primera vez; a los 12, el smartphone. Este pequeño dispositivo abre más el acceso a un mundo infinito de contenidos y a otras personas con quienes establecer una relación indeseada. Aparecen nuevos riesgos: los delitos telemáticos o ciberdelitos.
Reconocer los riesgos más frecuentes
- Cyberbulling: El acoso no se acaba en las aulas; las burlas, humillaciones y mensajes vejatorios a través de redes sociales se hacen a cualquier hora, desde cualquier lugar. Pilar Rodríguez cuenta que “algunas señales son que el niño no quiere ir a clase, disminuye su atención, tiene pesadillas, está irritable, triste, ausente y se aísla. Y, luego, no quiere saber nada de redes sociales”.
- Grooming: La víctima es un menor acechado por un adulto que se hace pasar por alguien de su edad en las redes sociales, atrayendo su confianza. “Su finalidad es abusar sexualmente de él”, alerta Rodríguez. No deja de sorprender el dato de Net Children Go Mobile (2015): el 11% de menores afirma haber contactado en la vida real con personas que ha conocido online. Los signos: se retraen socialmente, modifican su lenguaje corporal ante adultos (cabeza baja, falta de contacto ocular, rechazo), empeoran su rendimiento escolar, sienten ira y miedo.
- Sexting Es el envío de imágenes cuyo origen está en una acción voluntaria (del protagonista o un tercero con su consentimiento), pero que, posteriormente, otro las difunde sin consentimiento. El delito no es mandar la foto, sino difundirla sin consentimiento.
- Sextorsion y otras versiones Una derivación del sexting, ya que es el chantaje y amenaza de difusión de imágenes íntimas. Otras relaciones peligrosas son el sexcasting, en el que se obtienen imágenes, con una webcam y sin consentimiento, llegando incluso a hacer montajes con ellas. El stalking es el acoso persistente y obsesivo mediante amenazas e intimidación física.
¿Qué hacer para evitar todas estas relaciones tóxicas?
1. Dime cuánto tiempo estás conectado… Y te diré cómo aumentan las posibilidades de que tu hijo esté enganchado a la tecnología. La autora nos da un ligero rapapolvo: “¿cómo exigirle a un menor que deje a un lado su móvil si lo primero que hacemos los adultos es sumergirnos en nuestro mundo digital de nunca acabar?”. Según el Estudio Anual de Redes Sociales, realizado por IAB y Adglow, los adultos españoles estamos conectados a Internet durante una media de 5 horas y 20 minutos al día. La psicóloga hace énfasis en el punto de partida, el ejemplo.
2. Educar en los conceptos. Pilar Rodríguez recomienda definir a qué nos referimos en cada momento. “Un amigo no es lo mismo que un conocido”, dice. “O una foto puede ser comprometida para unos, mientras no serlo para otros”.
3. Limitar el tiempo de uso. Una medida imprescindible. “Siempre dependerá de la edad y de la madurez del niño, pero es recomendable no superar las dos horas frente a las pantallas. Se puede establecer un horario fijo o permitir a los chicos que organicen esas horas a lo largo del día”, aconseja la experta. Hay que evitar que se levante a ver su móvil por la noche o chatear hasta tarde, perdiendo horas de sueño, así como tener el teléfono encima de la mesa a la hora de comer (empezando por los padres).
4. Participar en su vida digital. Conocer las páginas que ven y conocer la tecnología que usan. ¿Por qué no jugar un día una partida de su juego online favorito? No hablamos de fomentar la adicción; tan solo, compartir lo que a ellos les gusta para poder empatizar y enseñar a los niños a manejarse con criterio, a definir los tiempos y a detectar los riesgos.
5. Poner límites y facilitar la autorregulación. Las normas y límites enseñan a gestionar las emociones de los niños, y fomentar pequeñas responsabilidades desde la infancia como hacer su cama o poner la mesa, ayuda. El buen juicio y el autocontrol son habilidades que resultan especialmente difíciles para los pequeños, porque están asociadas al lóbulo frontal del cerebro, que sigue desarrollándose hasta la segunda década de vida. Por eso, somos los adultos quienes debemos orientarlos. “Cuando un niño se violenta porque se le acaba su tiempo de pantallas o se le corta inesperadamente la WiFi, es importante atajar la conducta. No la emoción: el enfado es válido, pero cómo reaccionar frente a él hace la diferencia”.
6. Tener un adulto a quien acudir. Los padres son el referente de los niños, la mayoría de las veces, aunque es cierto que llegados a la adolescencia, lo son sus pares u otros adultos cercanos. En caso de dificultad, la comunicación con un adulto aligerará su carga para que el joven pueda hablar sin miedo a ser juzgado.
7. Recurrir al control parental. Si bien, lo ideal es basar la relación en la confianza, ante señales de alarma, conviene tener presente que la seguridad del menor prima sobre la privacidad. “En ocasiones el control parental puede ser de ayuda. Este, además de revisar contenidos, permite también bloquear webs y limitar el tiempo de uso”.
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