«Mira, no quiero que cuentes mi historia como si fuera algo extraordinario”, adelanta Blanca Huergo a esta periodista. “No soy Gambito de dama”, continúa, en referencia a la protagonista de la miniserie de Netflix, una joven huérfana con aptitudes prodigiosas para el ajedrez. “Soy normal, de una familia normal, me he esforzado mucho” y lo que cuenta, al fin y al cabo -añade-, no es su vida sino el proyecto de enseñar programación a alumnas en edad escolar para que compitan en torneos internacionales. “Si salgo yo y expongo mi experiencia -continúa-, y aparecen mis logros, es solo porque creo que alguna chica puede verse reflejada en algo y eso le lleve a cuestionarse, ¿por qué no podría yo?”.
Acordamos que en el artículo se verá que no hay ánimo de petulancia sino ganas de convertir un deseo en realidad, de empujar un proyecto social, y que, en todo caso, quedará a criterio de los lectores el juicio sobre lo ordinario o extraordinario de su trayectoria no en el ajedrez, que no juega, sino en la informática.
Entre los 50 primeros nombres de las olimpiadas de informática del año pasado solo había un nombre femenino: el suyo
Blanca Huergo (Oviedo, 2003) estudia el doble grado de Matemáticas y Ciencias Computacionales en la Universidad de Oxford, después de haber logrado 6 A levels (evaluaciones externas británicas), con la máxima puntuación, tres de ellas, las mejores del mundo en su promoción. Su pasión son las matemáticas, desde los 6 años, aunque no fue hasta los 16, el año pasado, en que se midió con otros aficionados por primera vez.
Su carrera se ha forjado, pues, en la soledad de la habitación de su casa asturiana, al margen del colegio y de sus amistades. “Pienso ahora que, como yo, muchas chicas ni siquiera consideran participar en competiciones, aunque tendrían talento y lo disfrutarían”. Lamenta que no haya mujeres que presuman en las redes su pasión por la programación.
Tras lograr el oro en las olimpiadas informáticas 2020 estudia en la Universidad de Oxford el doble grado de Matemáticas y Computación
A su juicio, el aislamiento de los escolares aficionados puede desmotivar en la profundización del conocimiento de las matemáticas. “Estudiar, como todo, requiere fuerza de voluntad y constancia”. Y no competir también puede restar confianza en uno mismo a la hora de inscribirse en un concurso, como le pasó a ella.
Huergo despuntó en matemáticas desde bien pequeña. Trataba de hacer los ejercicios escolares lo antes posible para que los profesores le pusieran tarea extra en casa. En el Colegio Inglés de Asturias al que iba le daban textos de cursos superiores para que se fuera entreteniendo y en sexto de primaria ya había acabado con todos los de bachillerato y se había examinado de los títulos (en el sistema británico los exámenes son externos y no hace falta pasar de curso para poder presentarse a las pruebas, aunque Huergo se saltó un curso en la ESO) . “Llegó un momento en que ya no me podían dar nada más y yo me aburría muchísimo en clase y en casa, pero no quería decir nada para que no pensaran que era rara”.
Fue entonces cuando su padre, profesor de Derecho, como la madre, le enseñó unos cursos online gratuitos que las universidades americanas empezaban a impartir. Había uno que podía ser atractivo para ella, de diseño de videojuegos, del MIT. “Por qué no lo pruebas?”, animó el padre a su hija.
Cuando cumplió 15 años había completado ya 50 cursos cortos universitarios, llamados mooc. De la computación a la astrofísica de Harvard, pasando por programación, cálculo, álgebra y (“¡oh!”) la inteligencia artificial con The Analytic Edge, del MIT. Su amor por las matemáticas aplicadas creció a medida que las descubría. Se sumergió en técnicas de optimización para determinar la mejor estrategia en el precio de los asientos de avión o en la visualización de tumores cerebrales.
De nuevo sus padres le animaron a dar un nuevo paso. “En la universidad vieron un cartel en el que se anunciaba la olimpiada de informática para preuniversitarios. “¿Y si lo pruebas, Blanca?”. Su reacción fue de estupefacción: “¿Yo?”. Explica que, aunque parezca incomprensible con la trayectoria descrita, temía hacer el ridículo, que creyeran que se colaba en un club de élite como una impostora pretenciosa.
Sueña con crear una generación de mujeres programadoras que compitan por pura diversión al más alto nivel
“El problema es que yo había hecho muchos cursos, eligiéndolos sin ton ni son, pero no sabía qué sabía ni qué sabían los demás. ¡Nunca me había probado!”. (En Asturias no participó –ni sabe si existe– en competiciones matemáticas escolares del estilo de Cangurs en Catalunya donde participan miles de alumnos de centros escolares). Sus padres le devolvieron la pregunta: “¿Por qué no?”.
Huergo ganó la medalla de oro en la Olimpiada Informática Española 2020, junto a tres rivales más. “Me encantó”, recuerda, “no solo por participar y ganar, sino también por sentir que formaba parte de un grupo de iguales”. Aunque bien mirado, no había chicas. Ni una. Entre los 50 primeros solo había un nombre femenino: el suyo.
“Ellos se conocen, quedan para jugar a videojuegos, que a mí no me gustan, desarrollan una camaradería natural”. ¿Por qué no había más mujeres?, se preguntó.
Huergo ha fundado la Olimpiada Informática Femenina que se celebrará en esta edición el 20 y 21 de marzo en la UPC de Barcelona
Con este interrogante coincidió con otros atletas y desarrolladores de alto nivel, sensibles a ese vacío, determinados a aflorar el talento femenino. Son David García (ingeniero de software en Waymo, Google, Lawrence Berkeley National Lab y CERN); Cesc Folch (medalla de oro en la Olimpiada Informática Española, estudiante en la UPC); y Jacobo Vilella (profesor en Aula Escola Europea, de Barcelona). Con ellos creó la Olimpiada Informática Femenina (OIFem).
Su sueño es crear una generación de mujeres programadoras que se animen a competir al más alto nivel por pura diversión y consigan medallas a la par que los hombres. De ahí la nueva competición con acento exclusivamente femenino que se ha creado aprovechando que este año se ha creado la homóloga europea (European Girls’ Olympiad in Informatics, EGOI) que se celebrará en Zurich entre el 13 y el 19 de junio del 2021, gracias a la Olimpiada Suiza de Informática.
Las ganadoras de la olimpiada nacional competirán en la europea que se celebrará en junio en Suiza
¿En tiempos de coeducación, una competición femenina? La EGOI está inspirada en el éxito de la Olimpiada Matemática Femenina Europea, que ha conseguido una alta participación desde su primera edición en el 2012, y ha conseguido abrir más espacios para las mujeres en un escenario internacional e incrementar su participación en los demás concursos mixtos internacionales.
Esta estudiante está entrenando a adolescentes preuniversitarias para que se animen a competir
La OIFem, cuyo comité organizador Huergo preside, se celebrará entre 20 y 21 de marzo en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), con un clasificatorio online el 28 de febrero. Pueden participar estudiantes, siempre que sean menores de 20 años, que cursen ESO, bachillerato o un ciclo de grado medio de FP.
El comité ha diseñado un curso preparatorio específico corto, con clases cada domingo, colgadas en las redes sociales, para entrenar a chicas que manifiesten algún interés en la programación. Hay entrenamientos a varios niveles, desde principiante hasta competitivo avanzado, y se incluyen consejos personalizados para avanzar y mejorar en el conocimiento. “Sugerimos problemas para ir practicando y compartimos nuestras ideas y posibles soluciones”, indica Huergo.
El curso para programadoras que se inició el 20 de diciembre (está grabado y puede visualizarse) ya cuenta con 100 participantes. “Considerando que en las olimpiadas se inscriben unas diez mujeres, cien es un gran éxito”, sonríe de satisfacción.
Las participantes están repartidas geográficamente por todas las comunidades autónomas y el grueso de alumnas tiene entre 15 y 17 años, aunque también hay estudiantes de 1º y 2º de ESO “muy buenas y entregadas” (estos cursos corresponden a 13 y 14 años).
A las clases de los domingos, que también imparten otros atletas informáticos y desarrolladores de élite, asiste ya un centenar de estudiantes de bachillerato y la ESO
“Recibo mensajes de retorno muy bonitos, que confirman lo que sospechábamos, hay muchas chicas con talento que están solas en esto. ¡Ojalá en las escuelas se estudiara programación, como un lenguaje más!”.
Las cuatro atletas mejores de la OIFem serán entrenadas de forma intensiva para llegar a la competición europea de junio en Suiza. “Queremos que se clasifiquen bien”, desea. Todos los cursos serán gratis “porque vemos que quien puede pagarse una academia progresa pero quien no, tiene más dificultad, y eso es injusto”. Una serie de patrocinadores costearán todos los gastos de los viajes a Barcelona (si finalmente se realiza de forma presencial) y a Zurich en verano.
Huergo se encuentra feliz en Oxford, dedicando casi todo su tiempo al estudio de unas “exigentes” Matemáticas y Ciencias de la Computación, además de conocer a sus nuevos compañeros entre los que hay más presencia femenina. “Hay poca, pero no soy la excepción”. En sus ratos libres, le gusta escuchar ópera. Es muy fan de Wagner.
Fuente: La Vanguardia.
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