Si te falta tiempo para la lectura o te cuesta comprender lo que lees, estos tres secretos pueden ser la solución. Para leer y aprender más en menos tiempo, con mejor comprensión y memoria.

La velocidad promedio de lectura varía, pero un lector lento tarda, normalmente, un minuto para leer una máxima de 100 palabras.

Ese tipo de lector nunca conseguirá leer completamente la Biblia o “El Quijote”. E incluso con libros mucho más cortos caería en el aburrimiento mucho antes de meterse en la historia.

La velocidad promedio de un adulto en Europa y América es alrededor de 200 palabras y alguien que se considera un buen lector, generalmente descubre que lee alrededor de solamente 400 palabras por minuto.

Aunque es cuatro veces más rápido que el lector lento, todavía hay mucho margen de mejora.

¿Cuál es tu nivel de lectura?

¿Eres un lector lento, promedio o rápido? Haz ahora nuestro test de lectura y comprensión para saberlo.

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Casi todos tenemos el potencial para leer 1.000 palabras por minuto con muy buena comprensión y el récord mundial alcanza las 4.700 palabras por minuto.

Si te dedicas a una profesión en la que necesitas absorber grandes cantidades de información de forma rápida (libros, informes, artículos, blogs, emails, …) o si eres un estudiante que se prepara para los exámenes, lo que necesitas saber son algunos métodos de lectura y comprensión ágil.

Incluso si estás leyendo para aprender algún tema en general, tú seguramente desearás conseguirlo tan rápido como sea posible para poder seguir adelante con el siguiente tema.

La vida es demasiado corta como para desperdiciar el tiempo y hay mucho que aprender.

Los 3 secretos que te mostraré a continuación deberían ayudarte con esto.

¿Qué es lectura ágil?

Es mucho más que leer rápidamente.

Aunque suena contradictorio, la lectura lenta no ayuda a la comprensión ni a la concentración.

El cerebro funciona mejor cuando se le permite trabajar con rapidez.

Con el entrenamiento adecuado, tus ojos son capaces de escanear una página rápidamente, mientras el cerebro va tomando grupos de palabras y es capaz de hacer frente a su significado.

En otras palabras, el cerebro comprende conceptos e imágenes en lugar de palabras individuales.

Así que, no es necesario que fijes la vista palabra por palabra porque el ser humano puede leer agrupando palabras y a medida que va avanzando hasta renglones enteros con una sola fijación.

Como ejemplo práctico del uso de la lectura ágil, están esos exámenes de opción múltiple que se deben presentar para ingresar a algunas universidades en ciertos países. Como por ejemplo la Selectividad en España, las pruebas ICFES en Colombia o el PSU en Chile.

Puedes encontrarte, por mencionar un ejemplo, con un examen de 200 preguntas para responder en dos períodos de tres horas.

El patrón hecho para cada pregunta toma generalmente cerca de una hoja de papel A4.

Así que los hechos deben ser absorbidos, las áreas identificadas y las respuestas seleccionadas en aproximadamente 90 segundos.

No hay otra opción. Con el fin de pasar el examen, los candidatos tienen que leer y comprender rápido.

Los secretos que te enseñaré a continuación son parte de las técnicas de lectura ágil.

El arte de la lectura ágil es algo que se puede dominar con un poco de aplicación y práctica (es más fácil de lo que podrías pensar).

De verdad que te puede sorprender.

¿Cometes estos errores al leer?

Descarga nuestra guía gratuita que te ayudará a descubrir y solucionar tus errores de lectura. Podrás leer y comprender más rápido para ser más productivo, aprender más y tener más tiempo libre.

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Secreto nº 1: Investiga el autor

Leer es entrar en comunicación con los grandes pensadores de todos los tiempos.

Leer es, entre otras cosas, establecer un diálogo con el autor, comprender sus pensamientos, descubrir sus propósitos, hacerle preguntas y tratar de hallar las respuestas en el texto.

Si no sabes nada del autor o autora del libro que estás a punto de leer, recomiendo que busques información sobre él o ella en Internet. Investiga a qué se dedica, cuál es su intención con el texto, sobre qué quiere convencer y las posiciones que defiende.

De esta manera conseguirás la sensación de que el autor te está hablando directamente. La comprensión a la que llegas durante la lectura se deriva de tus experiencias acumuladas, experiencias que entran en juego a medida que decodificas las palabras, frases, párrafos e ideas del autor.

Leer supone reconocer que el texto es un instrumento cultural, con valores y situado en una época histórica. Es decir, que su autor no es una persona neutra, sino que tiene unos conocimientos, una cultura y unas intenciones que se plasman en el texto y que el lector debe llegar a interpretar.

Secreto nº 2: Skimming y Scanning

Skim es la acción de leer por encima, tratando de buscar una impresión general del texto.

Scanning es la acción de analizar un texto rápidamente sin leerlo por completo, para sacar información valiosa.

Se trata de irnos familiarizando con el texto. Es una herramienta que nos sirve para ir entrando en materia y calentar nuestros ojos y nuestro cerebro.

De este modo establecemos una idea general de lo que nos están hablando. Podemos y debemos detenernos en aquello que nos llame la atención. Las ideas que nos gustan y nos atraen del documento. Las imágenes que ilustran el libro. Los cuadros y gráficos, etc.

Supongamos que deseas leer un libro que acabas de adquirir.

En primer lugar, mira la portada y contraportada del mismo. Después la introducción, la tabla de contenido y define cuáles son los capítulos importantes.

A menudo, hay un resumen al final de cada capítulo. Léelo.

Lee los primeros y los últimos párrafos de cada capítulo.

Ahora examina todo el texto a vuelo de pájaro, picoteando la información. La habilidad para que de este picoteo derive la obtención de la visión de conjunto se obtiene mediante la experiencia y la práctica.

En esta etapa es posible que hayas ganado todo lo que querías saber de este libro en particular.

De lo contrario, tu cerebro tendrá una idea general del libro (un patrón), y la comprensión de la lectura será mucho más fácil porque el cerebro puede relacionar la información leída con este patrón.

Podemos realizar una voraz lectura del texto, sacando el máximo partido de un cerebro al cual hemos facilitado la absorción de información y la concentración y que ya sabe lo que le espera.

Existen personas que con esta técnica son capaces de obtener velocidades de lectura superiores a las 1.000 p/m con una capacidad de comprensión que nos sorprendería.

Secreto nº 3: Haz mejores preguntas

Para la comprensión de la lectura, el cerebro busca patrones. Intenta relacionar los conceptos que leemos con información familiar. Esto es porqué el secreto nº 2 funciona tan bien.

Pero algo todavía más poderoso son las preguntas. Si, al leer, tenemos una pregunta en mente, el cerebro busca la respuesta.

Antes de leer un libro con el fin de aprender algo, pregúntate qué quieres aprender. ¿Qué preguntas quieres que te conteste este libro?

Yo suelo apuntar estas preguntas en las páginas blancas que suele haber en el interior de la portada de un libro.

Aparte de preguntas específicas, todos tenemos preguntas inconscientes que nos hacemos todo el tiempo. Hay personas que siempre se preguntan “¿Por qué soy un perdedor?” y en cambio otras suelen preguntar “¿Cómo puedo tener más éxito?”.

El cerebro busca respuestas y siempre las encuentra. Todos tenemos una pregunta primordial que nos hacemos inconscientemente todo el tiempo. Esta pregunta es uno de los principales factores que determina nuestra calidad de vida.

Aplicamos este concepto a la lectura. Al leer o estudiar un texto difícil o aburrido algunos se preguntan “¿Por qué es esto tan aburrido?”. Otros se preguntan “¿Cómo puedo aprender esto más rápido y mejor?”

Estas preguntas hacen TODA LA DIFERENCIA.

¡No pierdas tu tiempo y energía trabajando duro programándote a la vez para fracasar!

Estos tres secretos son algunas de las herramientas de lectura ágil que te permitirán leer más libros, artículos, informes…. terminar antes con tu correo electrónico y ganar tiempo libre leyendo más rápido y reteniendo más de lo leído.

Vivimos en la era de la información y hoy en día la habilidad de aprender información rápidamente es lo que decide entre el éxito y el fracaso.

Ahora puedes hacer nuestro test de lectura ágil para determinar tu actual velocidad de lectura y comprensión. Después de hacer el test puedes ver un vídeo gratuito que te explica en más detalle qué son las técnicas de lectura ágil y cómo funcionan.

Fuente:

La confederación de familias de los centros públicos CEAPA reclama el apoyo de profesores y Gobiernos para que ninguno de los fines de semana de noviembre se pongan deberes escolares. Si ese respaldo externo no llega, CEAPA anima a los padres a secundar la primera huelga de deberes de España, similar a la que se convocó en Francia en 2012. “Queremos que desaparezcan de la vida de nuestros hijos”, pide. Cuatro comunidades tienen ya planes para “racionalizarlos”.

Los padres franceses fueron a la huelga contra los deberes porque había profesores que se saltaban una circular del Ministerio de Educación que los prohibía. En España, pedirlos depende de cada centro y hasta de cada profesor, aunque ya hay comunidades autónomas (como Canarias, Cantabria o Murcia) que han emitido recomendaciones para su “racionalización”. Madrid ha aprobado este jueves en la Asamblea regional una propuesta no vinculante para analizar los deberes en los centros de primaria públicos y concertados, informa Esther Sánchez.

Entre otras cuestiones, Madrid quiere analizar cuál es el tiempo máximo adecuado que se debe destinar por curso escolar. Una vieja recomendación estipula añadir 10 minutos al tiempo diario para las tareas conforme se avanza en los cursos: 10 minutos en primero de primaria, 20 en segundo…

La CEAPA, que integra 12.000 asociaciones de padres y madres, reclama que estas tareas se erradiquen totalmente. Y cree además que los chicos españoles dedican mucho más de lo que indica esa regla de los 10 minutos y también de lo que señalan los informes internacionales. Si la OCDE estimaba en 2012 que los chavales españoles tienen 6,5 horas semanales (por encima de las 4,8 horas de media en el resto de países), la confederación cree que en muchos casos son más de 10.

Una de cada cinco familias señala que sus hijos tienen dos horas y media diarias de tareas fuera de clase, según los datos preliminares de un estudio elaborado por la CEAPA con las respuestas de 1.748 padres y 472 menores, más del 90 % de pertenecientes a centros públicos. “La percepción generalizada es que cada vez hay más y se adelantan. Nos encontramos ya con niños de infantil que llevan tareas a casa”, explica José Luis Pazos, presidente de CEAPA, que añade: “Lo escolar tiene que quedar resuelto en la escuela”. La mitad de los padres encuestados creen que estas tareas afectan de forma negativa a su vida familiar. Y dos de cada cinco consideran que entran “a menudo” en conflicto con las necesidades de sus hijos.

La CEAPA ha iniciado una campaña con el lema En la escuela falta una asignatura: Mi tiempo libre y han lanzado una web. Las familias que quieran respaldar esa movilización para frenar los deberes en noviembre recibirán documentación para que su petición “tenga fundamento legal”. En esos documentos, según Pazos, se explicará al centro que el alumno lleva los deberes sin realizar “por decisión familiar”, con un justificante similar a los que entregan cuando hay una huelga educativa.

Fines de semana

“Los fines de semana es lo mínimo que se debería respetar”, valora Eva Bailén, la madre que en 2015 inició una campaña de recogida de firmas para la “racionalización” de estas tareas que hasta ahora ha recabado más de 215.000 apoyos.

“Es importante para que las familias vayan perdiendo el miedo y una buena manera de generar concienciación”, añade. Bailén empezó su protesta por la carga de tareas de su hijo mediano, al que acaba de cambiar de centro de uno público a otro privado sin deberes. A sus dos hijas —de 13 y 9 años y que siguen en el sistema público— no les suelen mandar mucho trabajo fuera del horario escolar. En cualquier caso, asegura, respaldaría la protesta.

Un 44% de padres, poco preocupados por el acoso escolar

Casi la mitad de los padres y madres de los centros públicos tienen «baja preocupación» por el acoso escolar en los centros educativos, según el avance de otro trabajo de CEAPA. Uno de cada cuatro considera que «siempre ha pasado» y uno de cada cinco cree que solucionarlo «solo forma parte de hacerse mayor».

La confederación, formada por 12.000 asociaciones, ha elaborado también cuestionarios para analizar el fenómeno del acoso escolar. Recibieron 3.253 con respuestas válidas en el primer semestre del año que han presentado al Ministerio de Sanidad, que también subvenciona este informe, del que han presentado los datos de avance. Solo dos de cada tres chavales acosados piden ayuda, según sus datos. Uno de cada tres acosadores también reclama apoyo para dejar de serlo.

El sentido del humor es uno de los recursos más valiosos y gratificantes ante la adversidad. Saber mantener el sentido del humor incluso en las circunstancias más críticas nos ayuda a mantenernos en pie, a no derrumbarnos.

Existe una la relación entre las emociones positivas y la capacidad de recuperación. Los estudios demuestran que mantener con vida a las emociones positivas frente a la adversidad facilita la flexibilidad de pensamiento y la resolución de problemas.

Afrontar la adversidad con humor

Una de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor. Las personas resilientes son capaces de reírse de la adversidad y hacer bromas con sus propias desdichas. Ante la adversidad, la risa es la mejor aliada de las personas resilientes porque contribuye a que se mantengan esperanzadas. Además, permite que su atención sea más global: registrando los aspectos negativos, pero también los positivos.

Mujer con humor

Mientras que algunas investigaciones indican que la resiliencia psicológica es un rasgo de la personalidad relativamente estable, una investigación sugiere que las emociones positivas protegen a esta especie de “fuerza escondida”. Esto no quiere decir que las emociones positivas sean simplemente un subproducto de la resiliencia, sino más bien que sentir emociones positivas durante las experiencias estresantes puede tener beneficios adaptativos en el proceso de afrontamiento del individuo.

Humor y salud

La risa es un poderoso antídoto contra el estrés, el dolor y el conflicto. Nada funciona más rápido o con más eficacia para equilibrar el cuerpo y la mente que una buena risa. El humor aligera las cargas, inspira esperanzas, te conecta con los demás y te mantiene centrado y alerta.

Las emociones positivas ante la adversidad también intervienen en los resultados fisiológicos. Por ejemplo, a nivel fisiológico el humor provoca mejoras en el funcionamiento del sistema inmunológico y el aumento de los niveles de inmunoglobulina A en la saliva. Este tipo de inmunoglobulina es un anticuerpo vital del sistema, que actúa como primera línea de defensa ante las enfermedades respiratorias.

Por otra parte, se ha encontrado que afrontar la adversidad con humor se asocia con una recuperación más rápida de las lesiones físicas. Además, reduce las tasas de reincidencia de enfermedades que requieran hospitalización en ancianos, así como la reducción de la estancia de un paciente en el hospital, entre muchos otros beneficios.

La gente feliz prosperan en la adversidad

Ante las dificultades y la adversidad solo hay dos opciones: crecer o padecer. Es cuestión de actitud. La gente feliz, con su actitud optimista y alegre, elige crecer. Esto puede parecer tan difícil de entender para muchos. Cambiar de actitud y plantarle cara al dolor no es fácil, pero es posible.

Flor de loto creciendo

Viktor Frankl escribe en su libro El hombre en busca de sentido: “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino”. Estas palabras cobran aún más sentido cuando recordamos que Frankl estuvo varios años recluido campos de concentración nazis.

Como escribió Nietzsche, “el que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Siempre que tengamos una razón para seguir adelante tendremos de una fuente de la que sacar fuerzas. La gente feliz tiene un porqué, ha encontrado su razón, y afronta con humor y optimismo lo que le toca porque solo así puede mantenerse enfocado en su objetivo.

Cuando la adversidad golpea, podemos llegar a ser mejores. Podemos superarnos y crecer más allá, hacer cosas que nunca pensamos que podríamos hacer. La investigación ha demostrado que las personas felices realmente prosperan en la adversidad. Lejos de quedarse quietas, se apoyan en la esperanza, para ganarle terreno a la tempestad, ¿por qué no tú?

¿Cuál es la clave para que nuestros hijos esquiven las grandes dificultades de la vida y se conviertan en adultos satisfechos?

Convertirse en padre o madre pulveriza las prioridades anteriores. Incluso los que menos participan en su educación sacrificarían todo tipo de cosas por ver a sus hijos satisfechos, respetados y con buenos trabajos. En cuanto a la felicidad… parece tan complicada que a veces no nos atrevemos a esperarla para ellos. Al hilo de las declaraciones de Julie Lythcott-Haims, jefa en funciones de los alumnos de primer curso de la Universidad de Stanford, probablemente nos equivocamos.

La Universidad de Stanford es el sueño dorado de educadores y alumnos de todo el mundo. Solo los más escogidos pueden estudiar allí Humanidades, Ingeniería, Empresariales, Derecho, Medicina, Ciencias de la Tierra o Educación. En esta institución privada han enseñado 27 premios Nobel y sin salir de su perímetro podemos visitar un acelerador de partículas, un parque empresarial y un centro médico. Directamente relacionadas con ella han surgido empresas como Hewlett-Packard, Cisco Systems, Yahoo! o Google.

Sentimos que un chico no puede triunfar a menos que tenga un padre protegiéndolo y previniéndolo a cada momento, gestionando cada detalle.

En la charla TED que impartió el año pasado, reseñada recientemente por ‘Independent‘, Lythcott-Haims se centró en el estilo actual de la mayoría de los padres que tienen la suerte de criar en los países ricos. Según esta educadora, la moda predominante es intervenir demasiado en su vida y obsesionarse por los parámetros tradicionales de éxito, problemas que están empezando a arruinar la siguiente generación.

«Pasamos mucho tiempo muy preocupados por los padres que no se implican lo suficiente en las vidas de sus hijos, en su educación y crianza, y hacemos bien», dice Lythcott-Haims. «Pero, desde el otro extremo, también estamos haciendo mucho daño. Sentimos que un chico no puede triunfar a menos que tenga un padre o madre protegiéndolo y previniéndolo a cada momento, haciendo sombra sobre todo lo que le pasa, gestionando cada detalle y dirigiéndolo a un pequeño conjunto de universidades y carreras. Cuando criamos a los chicos así… y digo ‘criamos’ porque Dios sabe que yo también he caído en esta tendencia con mis dos hijos adolescentes, acaban teniendo una infancia que es como una lista de tareas«.

«Les damos comida, bebida, seguridad… y nos hacemos cargo de que estén en el mejor colegio. Y no solo el mejor colegio, la mejor promoción. Y no solo la mejor promoción, sino la mejor clase de la mejor promoción del mejor colegio».

Y no es solo allí. En España la situación ha cambiado mucho en las últimas décadas. Esos pequeños que pasaban tiempo en casa, o en la calle, disfrutando a su manera, que cambiaban solos los canales de la televisión y pasaban horas sin hablar con un adulto, ahora parecerían abandonados a su suerte. Algunos incluso llamarían a esos ratos  ‘perder el tiempo’, como si no fuera una ventaja vivir el tiempo así, como algo que no se puede ganar ni perder, como algo más que una lista de tareas.

Los pequeños de hoy desde los cuatro o cinco años tienen actividades extraescolares, se los estimula para que aprendan durante todo el día —jugar y entretenerse no se considera educativo en sí mismo— y sus padres se reúnen con los profesores constantemente para decidir lo que se está haciendo mal y decidir nuevas normas y rutinas «para hacerlos más independientes». Algo así como si los metiéramos en una cárcel para hacerlos más libres. Cada libro que leen y cada juego al que acceden está filtrado y monitorizado, y se mira con dureza a todo el que quita importancia al juego o prefiere quedarse en un discreto segundo plano.

Lo que tienen en común todos los padres que dan una buena educación a sus hijos (enlace a vídeo)

En palabras de la jefa de alumnos, «esperamos que nuestros chicos cumplan con un nivel de perfección que nunca nos hemos impuesto a nosotros mismos». Somos, dice, sus managers, sus secretarios, sus consejeros… Todo ese trabajo, exclama, «¡para que no la caguen, para que no se cierren puertas, para que no arruinen su futuro!». Es fácil ponernos en el lugar de ellos cuando, además, concluye sin aliento, hacemos todo esto para que entren en universidades en las que no admiten prácticamente a nadie. Y tiene razón. De hecho, muchos querríamos que nuestros hijos estudiaran en Stanford.

«Todo tiene que ser enriquecedor, se acabó el jugar por las tardes», explica. «Decimos que lo más importante es que sean felices, pero en cuanto llegan a casa lo primero que les preguntamos es si tienen deberes, y qué tal las notas«. Los niños sienten que el amor y la aprobación vienen de las puntuaciones que obtienen en el colegio. Se sienten, dice, como perros en una competición, tratando de correr más rápido, de saltar más alto cada día. ¿De verdad vale la pena? Se pregunta, y confiesa que los padres esperan poder fardar de los buenos colegios de sus hijos gracias a las pegatinas para el coche.

El éxito profesional en la vida viene de haber hecho tareas rutinarias de pequeños (la compra, ordenar la habitación…) y mejor cuanto antes empiecen

Lo que en el fondo les estamos diciendo es: «chaval, no creo que puedas conseguir todo esto sin mi ayuda«. Ese es el mensaje de toda esa protección y todo ese trabajo, y es más importante que la famosa autoestima que tanto buscamos para ellos. Les quitamos el ensayo-error, los sueños propios, las posibilidades de vivir su propia experiencia.

Otra afirmación que resultará revolucionaria para algunos: «El más amplio y transversal estudio que se ha hecho sobre seres humanos es el ‘Harvard Grant’. Concluyó que el éxito profesional en la vida, que es lo que queremos para nuestros hijos, resulta de haber hecho tareas rutinarias de pequeños (la compra, ordenar la habitación, poner la lavadora…) y mejor cuanto antes empiecen. El enfoque mental es: ‘hay un trabajo desagradable pendiente y alguien tiene que hacerlo: yo puedo. Voy a contribuir con mi esfuerzo al avance de todos’, y eso es lo que te hace prosperar en el trabajo».

Y para ella, el mismo estudio tiene otro hallazgo aún más importante: «La felicidad en la vida viene del amor. No del amor por el trabajo, del amor por las personas: el cónyuge, los compañeros, los amigos, la familia… Lo que la infancia necesita es que enseñemos a nuestros niños a amar».

Si has cometido la locura de ser padre, la próxima vez que alguien te diga que está siguiendo un nuevo método para que sus hijos (y no los tuyos) tengan éxito, y que la clave está en tal o cual materia o en tal o cual colegio exclusivo, ya sabes: puedes decirle que en Stanford lo tienen claro: lo básico es que pongan la mesa, que bajen a por el pan y que jueguen a su bola por pura diversión. Lo de toda la vida, vamos. Y si saca malas notas, quizá necesita un extra de amor.

Aprendemos en función de cómo percibimos la realidad y cómo la procesamos

Hay personas que se leen hasta la letra pequeña de los manuales mientras que otros se lanzan a pulsar todos los mandos para ver qué ocurre. No es ni bueno ni malo. Simplemente, nos da pistas de nuestra manera de aprender. Veamos los cuatro tipos de aprendizaje que existen para identificar cuál es el tuyo.

Quieres hacer un viaje con tu pareja y uno de vosotros necesita leer hasta el mínimo detalle sobre el sitio a donde vais, mientras que el otro se pone de los nervios porque preferiría lanzarse a la aventura. O en una reunión de trabajo un compañero no para de dar ideas sin concretar nada, mientras que a otro le agobia no trabajar en una sola. ¿Has vivido algo de esto? Si es así, bienvenido a los diferentes modos de aprender y a sus dificultades (y oportunidades).

En 1984 un profesor universitario, David Kolb, descubrió que los adultos tenemos distintas maneras de aprender que dependen de cómo percibamos la realidad y de cómo la procesemos. Hay personas que captan la realidad fundamentalmente a través de la experiencia y otros, creando teorías. Los primeros son más empáticos y tienden a hacer varias tareas al mismo tiempo (multiplicidad). Es más, si no lo hacen se pueden aburrir soberanamente. Los segundos prefieren centrarse en una sola tarea, se manejan muy bien en la teoría y se perderían con varias cosas al mismo tiempo (unicidad).

No todos captamos la información igual: algunos la procesarán si se ponen manos a la obra (acción) y otros si reflexionan sobre lo que observan (pensamiento).

Con respecto a la manera de captar la información, algunos la procesarán si se ponen manos a la obra (acción) y otros si reflexionan sobre lo que observan (pensamiento). Pues bien, las anteriores características definen los ejes de las maneras de aprender y de los cuatro estilos. Veámoslos con algo más de detalle:

Adaptadores o los “hacedores”

Difícilmente leerán un manual. Son el resultado de la multiplicidad y la acción. Prefieren trabajar rodeados de personas y se buscan la vida para conseguir recursos y alcanzar resultados. Les gusta asumir riesgos y saben adaptarse a las circunstancias. En una empresa abundan en los departamentos de ventas. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿cuándo?

Asimiladores o expertos en la conceptualización

Su estilo es opuesto a los adaptadores. Son extraordinarios creando modelos teóricos y definiendo claramente los problemas. Les interesan más las ideas abstractas que las personas, por lo que no es de extrañar que destaquen en el campo de las matemáticas o de las ciencias. En una empresa pueden estar en posiciones de investigación o de planificación estratégica. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿por qué?

Divergentes o los reyes de las mil y una ideas creativas

Todos tenemos un estilo de aprendizaje definido pero para desarrollarnos mejor personal y profesionalmente conviene estar con personas que nos complementen y cuyo estilo esté en el extremo del nuestro.

Disfrutan analizando los problemas en su conjunto y trabajando con personas. Son empáticos, emocionales y ocurrentes. No es de extrañar que lancen un sinfín de propuestas diferentes en una reunión. En este estilo se encuentran artistas, músicos y todos los creativos en el mundo de la empresa. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿y si…? o ¿por qué no?

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Convergentes o el poder de la aplicación en una sola cosa

Son los opuestos a los divergentes. Necesitan la aplicación práctica a las ideas para testar teorías o resolver problemas. Se pierden con muchas alternativas. Sin embargo, son excepcionales en situaciones donde haya un único camino para ser resueltas. Muchos ingenieros se enmarcan en este estilo de aprendizaje. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿para qué?

Como es de imaginar hay personas cuyo estilo de aprendizaje está más marcado que otros como, por ejemplo, Sheldon Lee Cooper, protagonista de la serie The Big Bang Theory, quien es un asimilador total. Lo normal es que no sea así y que todos tengamos un poco de los cuatro aunque nos solamos sentir más cómodos con uno.

En definitiva, todos tenemos un estilo de aprendizaje que nos define más que otros y para desarrollarnos mejor en lo personal y profesional sería recomendable estar con personas que nos complementaran y cuyo estilo estuviera en el extremo del nuestro. Por ello, si eres de los que no lees los manuales, estáte cerca de quienes disfrutan haciéndolo (o viceversa). Porque más allá de este hábito, existe una manera interna distinta de percibir y de procesar la realidad que te puede ayudar a mejorar y a superarte a ti mismo en muchos otros ámbitos de la vida.

http://elpais.com/elpais/2016/10/10/laboratorio_de_felicidad/1476119828_530014.html?id_externo_rsoc=FB_CM

1. El nivel, medir la calidad

No todo encaja en un reloj, una balanza, un barómetro o una escala del uno al diez. No todo es fácilmente mesurable. ¿Cómo podemos saber si la educación en España es buena (o mala, como con toda probabilidad tendamos a pensar)? Uno de los intentos más establecidos es el informe Pisa de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Aunque su aparición casi siempre provocaba algún temblor de piernas —nunca salimos bien parados—, el último deja visos de esperanza. Seguimos teniendo una tasa de jóvenes de entre 18 y 24 años que salen de las aulas con solo el título de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) anómalamente alta, un 19,7%, y no parece factible que se cumpla el objetivo de que en 2020 el abandono alcance un máximo del 15% (salvo las chicas, que rozan ya el 15,5%); pero en matemáticas, lectura y ciencia nos encontramos apenas debajo de la media europea e inmediatamente por encima de Rusia, Italia, Portugal o incluso Estados Unidos.

Niños navegando por Internet.
Niños navegando por Internet.

Otro estudio que cruza los dos informes que la OCDE elabora en torno a alumnos y a enseñantes extrae conclusiones claras: que un profesor tenga un título de doctorado importa 5,5 veces más que cualquier otra formación transversal que atesore; que haya pocos alumnos por aula influye 3,5 veces más que la posibilidad que éstos tengan de utilizar durante el aprendizaje nuevas tecnologías. Difícil, desde luego, en un país que entre 2012 y 2014 perdió 24.248 docentes, según el Ministerio de Educación, y los va recuperando con parsimonia.

2. La factura, lo que se llevó la crisis

El gasto educativo ha caído en 8.920 millones y desciende a niveles de hace 25 años. El dinero que destinan las Administraciones ha pasado de 53.895 millones a 44.974, mientras que el número de alumnos ha subido un 7,7%. Del total del PIB, tan solo un 3,89% está previsto que vaya en 2016 para educación, un punto menos de lo que ya en 2012 el resto de países de la OCDE asignaba de media. Los mayores recortes afectaron a formación de profesores y a educación compensatoria para alumnos rezagados, lo que ha agravado la desigualdad en un sistema que ya recibió el enésimo tirón de orejas por los muchísimos estudiantes que repetían curso y que se descolgaban y perdían el interés.

Madre comprando material escolar.
Madre comprando material escolar. Paco Puentes

Para las familias, para cada hogar, por cada hijo o hija que asista a clase, el comienzo de curso supondrá un gasto de entre 125 y 500 euros, según estimaciones de las principales federaciones de padres. Estas cantidades no contemplan nada más que los propios libros y material escolar. El cálculo de cuánto sería el total es complejo, depende de demasiadas variables, si están matriculados en una escuela pública o privada, la Comunidad Autónoma en que residan, si llevan uniforme, pero en todos los casos el gasto mayor en el que incurren es ese de los libros de texto y material escolar. Justo al contrario que en el resto de países europeos.

3. Reválidas o un futuro que se parece a 1970

La educación en España: radiografía en 10 claves

Por primera vez desde 1970, medio millón de alumnos de 4º de ESO y 2º de Bachillerato tendrán que afrontar sendos exámenes externos y nacionales que corroboren que han aprendido lo que se supone que debían aprender. Si no aprueban, pierden el derecho a obtener el título. A lo largo de 2017 serán todavía un ensayo, a partir de 2018 contarán para sacarse el diploma. Sólo cinco países de la UE (Portugal, Rusia, Italia, Estonia y Malta) hacen unos tests semejantes en la educación obligatoria, otros ocho los utilizan para cerciorarse de que se cumplen los currículos, aunque no son vinculantes.

Más del 80% de la comunidad docente, los principales sindicatos y hasta las asociaciones de directores de instituto rechazan las reválidas de plano. Aducen que pueden expulsar a chicos tras cuatro años de estudio, que en tiempos de potenciar el aprendizaje continuo se vuelve a caer en el riesgo de enseñar a pasar un examen en vez de adquirir conocimientos y habilidades, como ya ocurre de hecho con la Selectividad. Jugársela a una carta, con lo que ello conlleva, y minusvalorar el día a día.

4. Los deberes, llevarse trabajo a casa

Las clases no pueden servir para corregir los ejercicios hechos en casa, explicar entre uno y otro la teoría y mandar una lista nueva de tareas, a continuación. De acuerdo, ¿no? Obvio. Hemos dejado atrás la era de las lecciones magistrales, ¿verdad? Según la OCDE no deberíamos estar tan seguros. Los estudiantes, incluso aquellos que tienen un rendimiento menor —y sin que se haya observado que sirva para mejorar— pasan 4,7 horas semanales resolviendo deberes. Una y media más que el resto de Europa. La confederación de familias de la pública, la Ceapa, inició antes del verano una cruzada que pretendía evitar que los centros encomendaran tareas en los meses de descanso a los niños y seguirán ahora persiguiendo lo que designan una “racionalización de los deberes fuera del horario lectivo”. La práctica hace al maestro, dice el refrán, y tal vez el tiempo de las clases no sea suficiente, pero el debate de qué hacer con los deberes está abierto.

La educación en España: radiografía en 10 claves

5. Los horarios, los largos veranos

Cantabria estrena un calendario a la francesa: cada dos meses lectivos, una semana de vacaciones. Recortan 15 días del descanso estival y eliminan los exámenes de septiembre. El propósito es instaurar un modelo con cinco bimestres y períodos de evaluación más llevaderos. De esta forma ya antes de Navidad los profesores tienen la oportunidad de corregir los desequilibrios que encuentren y encauzar el rumbo de quien los sufra. Ramón Ruiz, que antes de ser consejero de Educación fue maestro, estima que mejorarán el rendimiento. El consejo de pedagogos no ve más que subjetividades y ningún argumento sólido para defender la medida, los padres se quejan de que nadie les consultó y se preguntan, lógicamente, cómo van a conciliar ahora sus trabajos con el tiempo libre de sus hijos. ¿Qué van a hacer durante esas semanas los niños?

Niños haciendo cola a la puerta del colegio
Niños haciendo cola a la puerta del colegio Álvaro García

6. El bilingüismo, asignatura pendiente

Lentos, pero encaminados. Las próximas generaciones romperán el tópico y hablarán inglés al salir del colegio. La preparación del profesorado en universidades extranjeras, de Gran Bretaña, Estados Unidos o Canadá; la irrupción de auxiliares de conversación nativos en las aulas; y un cambio metodológico, que entre otras cuestiones, ha aumentado el número de horas lectivas semanales y ha posibilitado impartir algunas materias en inglés (salvo matemáticas, lengua y literatura), son algunas de las medidas aplicadas por la mayoría de las comunidades autónomas (cada una a su ritmo) para alcanzar el bilingüismo. Hablar perfectamente dos idiomas mejora también la capacidad para aprender. Lo dice un estudio conjunto del Ministerio de Educación y el British Council sobre la experiencia de 120 colegios públicos españoles en el que se constata, además, que tres de cada cuatro alumnos obtienen una nota de notable o sobresaliente en las pruebas externas del Trinity College o la Universidad de Camdridge. En Madrid, decana en la implementación de esta iniciativa, el gran problema fue la carencia tanto de profesores como de maestros en posesión de un certificado C-1. Un peligro, perceptible ya, es que los niños que acuden a colegios bilingües cuyos padres no hablan inglés se ven expuestos a otra brecha y se encuentran en inferioridad. ¿Quién les va a ayudar con los deberes?

7. Extraescolares o cómo tener la agenda ocupada

Niño tocando el piano.
Niño tocando el piano. GETTY

En España el 90% de los estudiantes de enseñanza obligatoria (de entre 6 y 16 años) realiza alguna actividad extraescolar. Más de la mitad de ellos está apuntado a dos o más a la semana. Los deportes (72,8%), seguidos por los idiomas (28,4), música o danza (24,9%), dibujo o pintura (22,3%) e informática (21,2%) son las actividades más frecuentes, según el Instituto de Evaluación del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Si bien pueden ser de ayuda para que los niños aprendan a organizarse y adquieran disciplina, una sobrecarga puede llevar a hacerles sentir estrés y resultar contraproducente. ¿A qué les vas a apuntar este curso?

8. La filosofía pierde peso en el Bachillerato.

La LOMCE elimina la asignatura de Historia de la Filosofía de segundo de Bachillerato. Pero la movilización de intelectuales y docentes ha provocado que las comunidades reaccionen. Nueve regiones la han recuperado como obligatoria en el margen que les deja la ley. Esta disciplina también perdió peso en la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Así, es posible que un alumno abandone la secundaria sin haber oído jamás hablar de Kant o Descartes.

9. Pública o concertada

Desde 2010, según el estudio Cuentas de la Educación en España 2000-2013, de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), las Administraciones han recortado la financiación por alumno de la escuela pública un 25% más que el de la concertada (privada subvencionada con fondos públicos). Mientras que en el País Vasco la mitad de los menores estudian en colegios con concierto, en Castilla-La Mancha sólo un 14,6% los prefiere a los públicos. En Valencia la polémica concita un enfrentamiento entre el PP, que acusa a la Generalitat de querer erradicar la concertada, y PSOE y Compromís, que aseguran que los anteriores gobiernos la favorecieron injustamente. El Tribunal Supremo avala el cierre de aulas solo cuando el descenso demográfico provoque que la ratio profesor/alumno se quede por debajo del límite legal y haya plazas en centros públicos. Entre tanto, más allá del derecho de los padres a elegir a qué colegio llevar a sus hijos, sigue resultando imposible detectar o juzgar si un modelo es mejor que otra para ellos.

10. El papel del profesor y su evaluación.

Profesor repartiendo un examen.
Profesor repartiendo un examen. Carlos Rosillo

Todos los partidos dicen estar de acuerdo en la necesidad de reformar la educación, empezando por el camino que siguen los profesores hasta que lo son, su formación. Pero ninguno sabe cómo. Mientras, las aulas españolas continúan siendo como la caja negra de un avión: toda la información está dentro, pero es imposible conocerla desde fuera. Este ejemplo citado por un director de instituto es muy ilustrativo: un 36% de los profesores en España jamás ha sido supervisado ni ha permitido que otro profesor asista a una clase suya. Ese índice, en el resto de Europa, es de un 9%. En algunos países de las pruebas estandarizadas externas, como son ahora las nuevas reválidas que incluye la LOMCE, depende un complemento del salario de los profesores.En España el colectivo docente se ha mostrado reacio a que les evalúen desde fuera. La razón principal de que Finlandia sea Finlandia, el mito cien veces aclamado, el sistema educativo que todos quieren imitar —casi siempre sin intentarlo— son sus profesores, su capacitación y el respeto reverencial que se les profesa. Algo hay que hacer aquí para cerciorarnos de que la educación de nuestros hijos es la mejor de las posibles. Pero, ¿qué?

Con la llegada de septiembre, reviven esos instrumentos teóricamente destinados a hacernos la vida más fácil, pero que a veces se convierten en una pesadilla: los grupos de Whatsapp del colegio. Dos redactoras, una aún entusiasmada con sus posibilidades, y otra, ya escaldada tras varios años y varios grupos, cuentan en primera persona sus ventajas y peligros. ¿Cuál es tu experiencia con estos grupos?

«Bendito WhatsApp, sientes que no estás tan sola». Gema Lendoiro

En esto de la maternidad lo que mejor se me podría aplicar es el donde dije digo, digo Diego. Que yo antes de embarazarme por primera vez tenía un decálogo de educación tipo señorita Ronttenmeier. Así que me parecían soberanas tonterías las prácticas de muchas mamás sobreprotegiendo a sus retoños. Mis hijos no verían la tele hasta los seis años (como mínimo), no les dejaría ser consentidos y me obedecerían a la primera. No había cumplido la primera ni los tres meses cuando ya la dejaba en la hamaca mirando Pocoyó para que yo pudiera trabajar.

Sigo en esas y, a medida que pasan los años, voy dándome cuenta de cuán contradictorios podemos llegar a ser en el difícil arte de la coherencia. Lo reconozco, me van pudiendo las circunstancias. La mayor ha terminado Infantil y hasta ahora pertenecer al grupo de WhatsApp del cole, francamente ni me aportaba ni me dejaba de aportar. En Infantil no pasa nada si un día no la llevas al cole y te regalas una jornada de achuchones en pijama mientras llueve ahí fuera. En infantil no hay libros, no hay deberes, es el paraíso para los niños…y para los padres. Pero claro, llega Primaria y la cosa se pone tensa. Bendito WhatsApp del cole donde al menos sientes que no estás tan sola en todas las preguntas.

Empezó a arder ya a finales de junio con múltiples preguntas. Se fue relajando en julio. Entró en coma profundo en agosto, pero la última semana resucitó cual ave Fénix y estábamos todas ya entrando en barrena porque no sabíamos ni por qué puerta debíamos entrar (hay varias). La reunión para nuevos padres aclaró poco la cosa salvo que quedó claro que siempre hay algún despistado que va más relajado que tú. A tres días de comenzar el cole, un padre repanchingado levantó la mano y preguntó que dónde se podía comprar el material escolar y los libros. Obtuvo una silenciosa ovación cerrada de algunas de las allí presentes. Eso es tener cero histerismos y lo demás son tonterías. Solo le faltó preguntar que dónde se podía comprar el uniforme (en el colegio no se usa).

Tienen mala fama los grupos de WhatsApp del cole, pero a mí me parecen de lo más útiles. Especialmente, cuando das el salto de la escuela infantil, donde todo es mucho más asequible y humano, y te lanzas a dejar a tu retoña en esa puerta gigantesca del colegio para que ella sola acuda andando a su clase. Sí, sí, solo son 500 metros y todo está vallado, pero da cosita verla tan pequeña asumir esa responsabilidad.

Además, no hay un único grupo. Está el genérico del cole, el de la clase, el de las actividades extraescolares, el de las mamás afines, y eso, en mi caso, multiplicado por dos que son el número de hijas que tengo. Así que estamos entretenidos. Eso sí, todos silenciados.

Puestos a verles desventajas, la única que le encuentro es que ahí, como en las redes sociales, es donde ves patente y clarito que tú no eres una madre tan entregada como te crees y siempre hay alguna que corre y salta las vallas mucho mejor que tú y, además, ni siquiera suda. Y eso duele en el orgullo. Ver cómo una madre ha probado hasta cuatro webs de cómo plastificar las etiquetas del material escolar hace que te quedes pensando qué tipo de irresponsable madre eres. Claro que, a los cinco minutos, ese come-come se me va. Al fin y al cabo, cuando yo era pequeña ni había Internet ni tutoriales ni etiquetas para el material plastificado ni nada. Por no haber no había ni grupos de WhatsApp y al final hemos sobrevivido, ¿no? Pues eso.

Nota de última hora. La profesora de mi hija se comunica con los padres a través de un cuaderno donde te deja notas que debes firmar. Además, los niños tienen un cuaderno donde su profesora le pega una pegatina con los “deberes” del día. Sí, sí, deberes. Poca cosa, hacerlo no alcanza ni los tres minutos…, pero hay que hacerlos. Resulta que ayer me enteré de que mi querida hija llevaba ya tres pegatinas y sin enterarse. Y, rauda y veloz, y como las locas que siempre he criticado, pregunté en el chat de la clase, fotografía de las pegatinas mediante, que qué significa lo que ahí ponía (está en francés y yo no entiendo). Y solo llegué al estado de nirvana cuando me lo explicaron, lo comprendí y se lo hice comprender a mi hija. Ya ven, si es que no se puede escupir hacia arriba. Para lo que he quedado…

«Asumes responsabilidades que son de tus hijos», Cecilia Jan

Tres hijos, dos colegios, cinco grupos de WhatsApp. Este es mi bagaje a día de hoy, con un hijo en 4º de Primaria, una en 2º y otra en Infantil de 5 años. Pese a que hay días en los que el bombardeo de mensajes es intensivo, no reniego de ellos, ni tengo intención de salirme. Pero sí me he dado cuenta de su peligro.

Por suerte, en los grupos en los que he estado ha habido siempre buen ambiente. No recuerdo piques, sí un par de incidentes graciosos por equivocaciones que convierten en públicos mensajes muy privados, pero no malos rollos. También, claro, tienen su utilidad. Es la forma de que las madres (en los cinco grupos en los que he estado, el número de padres ha oscilado entre uno y cinco) que no pueden hacer corrillo se mantengan en contacto y se enteren de cosas que, de otra forma, no se enterarían. Al contrario que a mi compañera Gema, me parece que esto es más útil en Infantil, porque depende del niño, pero hay muchos que a esa edad aún no cuentan gran cosa en casa, y mucho menos se acuerdan de decir que hay que traer a clase cosas relacionadas con los celtas o la Prehistoria, como nos ha tocado a nosotros.

También son útiles para organizar y confirmar la asistencia a cumpleaños, organizar un regalo para el profe cuando se acaba el ciclo, preguntar si alguien se ha llevado por error la sudadera de tu hijo, pasar enlaces de algún artículo interesante, pedir prestado algún disfraz o cacharro infantil, o incluso regalar una camada de cachorritos. En fin, que es una red de seguridad y contactos para estos tiempos en los que estamos siempre corriendo del trabajo al cole, del cole a la extraescolar, y de la extraescolar a casa, y apenas paramos a charlar y a preguntarnos las cosas cara a cara. Y siempre hay alguna madre que se queda a sacar fotos de los críos cuando se van de excursión o hacen alguna fiesta en el cole y nos las manda para que las demás, desde el trabajo, podamos sonreír y pensar «qué monoooooooos».

Lo malo es que a medida que crecen, estar en el grupo de Whatsapp te arrastra a implicarte demasiado en las responsabilidades de tus hijos, en detrimento de que ellos las asuman. El curso pasado, cambiamos a los dos mayores a un colegio sin libros de texto, deberes ni exámenes. En la clase del mayor, entonces en 3º, sólo llevaban para casa un libro de lectura con su ficha quincenal, y de forma alterna, otra ficha de redacción (una carta, una receta, un cuento, etcétera), también quincenal. Es decir, que cada viernes solo había que entregar una ficha, además de hacer un listening de Inglés en casa todos los miércoles, y de vez en cuando, buscar información para algún proyecto o hacer un mural para exponer en clase. Aún así, había días en que el Whatsapp echaba humo. No quiero ni imaginarme cómo hubiera sido con deberes de dos o tres asignaturas a diario y exámenes cada mes o dos meses, como tienen la mayoría de niños de esta edad.

Ese curso, se promovió desde el colegio el uso de agenda por parte de los niños. Así que cada uno traía, en teoría, apuntado lo que había que hacer con su fecha de entrega. Pese a ello, algunos, incluido el mío, se despistaban a veces, normal con 8 y 9 años, y perdían la hoja, o no lo habían apuntado bien, o se les olvidaba. ¿Y qué pasaba? Whatsapp al canto. «Fulanito dice que hay que hacer una redacción. ¿Para cuándo es? (carita con sudor en la frente)». Suficiente para activar el modo histeria. Tu hijo aún no te ha comunicado que tiene que hacerla. ¿Se le habrá pasado? ¿Se habrá enterado?

– David, ¿tienes que hacer una redacción?

– Ah, sí, es para dentro de dos viernes.

Respiras aliviada. No está tan despistado como creías. Puedes incluso contestar a la madre del que sí lo está con cierto orgullo de saber la fecha (carita sonriente con guiño). Pero si la respuesta es negativa, ¿qué haces? Claro, mandar un Whatsapp: «Mi hijo tampoco se ha enterado (carita de lamento). ¿De qué es? ¿Cuándo hay que llevarla?».

El miedo a que no cumpla y a que el profesor se lo tenga en cuenta y le ponga mala nota hace que nos acabemos inmiscuyendo en el curso natural de las cosas: esto es, a que el día de la fecha de entrega, el propio niño se dé cuenta de que todos los demás han hecho el trabajo, y o bien el profesor le llame la atención o él mismo se sienta avergonzado. Y para la próxima tarea, probablemente, pondrá más atención o tendrá más cuidado. Que era lo que nos pasaba a nosotros cuando éramos niños.

Pero es difícil resistirse a la tentación de prestarle una pequeña ayudita al hijo olvidadizo. Solo hay que mandar un mensajito con el móvil, y en un par de minutos, tienes la foto de la ficha que hay que rellenar y el día en el que hay que llevarla. Pero como escribía muy acertadamente Noelia López-Cheda en el artículo Me niego a ser la agenda de mi hija por WhatsApp, que se hizo viral hace un par de años, «lo que conseguimos siendo las agendas o ayudantes particulares en todo momento de nuestros hijos son:

  • Niños que no asumen ningún tipo de responsabilidad para su edad.
  • Niños a los que les da miedo hacer cualquier cosa porque tienen nuestros ojos encima por si se equivocan, porque nosotros se lo vamos a hacer mejor.
  • Niños que prefieren poner la atención en otras cosas, porque para éstas “ya está mamá”.
  • Niños que cuando crezcan solo esperarán instrucciones y órdenes para empezar a actuar».

Así que este curso, me propongo (otra cosa es conseguirlo, carita con lágrimas de risa) una política de intervención cero en todo lo que tenga que ver con las tareas de mis hijos mayores.

Otros peligros de los grupos de Whatsapp del colegio, que yo no he vivido, los contaba esta profesora y madre en este artículo de Verne.

http://elpais.com/elpais/2016/09/13/mamas_papas/1473757658_386385.html

En España, el Tribunal Constitucional ilegalizó la práctica de la educación en el hogar en una sentencia de 2010. Dos familias de Málaga habían recurrido a él por su deseo de enseñar en casa a sus tres hijos. Finalmente, la máxima instancia judicial del país falló en su contra, al considerar que el derecho a la educación recae en el menor, y no en los padres. Aun así, numerosos padres siguen luchando hoy día en los tribunales, defendiendo lo que consideran su derecho a educar a los niños en casa, por razones muy variadas, que abarcan desde los motivos religiosos a los casos extremos de acoso en las aulas.

Para esos padres hay dos modelos legislativos, en dos extremos, uno positivo y otro negativo. Estados Unidos es el caso que consideran a seguir. En ese país es completamente legal apartar a los niños de las aulas para educarlos en casa. Las leyes varían en cada uno de los 50 Estados de la Unión. En el otro extremo está Alemania, un país que ha ilegalizado y que persigue activa y agresivamente la educación en el hogar. Ambas naciones entraron hace años en un complejo juego judicial que se saldó en febrero de 2010. Entonces, un juez norteamericano de Tennessee le concedió a la familia alemana Romeike el asilo político, por considerar que los padres, Uwe y Hannelore, habían sido sometidos a persecución en su país natal por querer educar en casa a sus cinco hijos.

El Constitucional falló que el derecho a la educación es del menor

La Administración de Obama apeló aquella decisión y hoy día los juzgados federales aún no se han pronunciado al respecto. Los Romeike siguen viviendo en EE UU. A aquella familia la representó el abogado Michael Donnelly, que trabaja para la asociación Home School Legal Defense Association, de EE UU, y que desde entonces también ha asesorado a varias familias, algunas españolas. Entre ellas se halla la de Mila González y Rodolfo Sala, de Alicante, que en septiembre vieron cómo un juez desestimaba una demanda contra ellos por educar a su hijo en el hogar. Asegura Donnelly que hay varios casos de familias extranjeras que, como los Romeike, han solicitado asilo a EE UU. “Son decenas”, comenta. “El modelo americano es un buen modelo, en el sentido en el que en todos los Estados es legal educar en el hogar y así se respeta un derecho básico”, explica.

“Es cierto que en España hay una sentencia del Constitucional, pero no hay ninguna ley que explícitamente rechace la educación en el hogar”, asegura Donnelly. “Nos gustaría que España cumpla con la legislación internacional, ya que ha suscrito la Convención Europea de los Derechos Humanos y, por ello, debería respetar la libertad de los padres para decidir cómo quieren educar a sus hijos. Esos derechos deberían ser amparados por el Congreso español, que debería ser líder en ese movimiento en Europa”. Y añade: “La Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, en su artículo 26, parte tres, asegura que los padres tienen el derecho prioritario para decidir qué educación recibirán sus hijos”.

Washington concede asilo a familias que no pueden usar este método en su país.

Es cierto que EE UU es una meca para el movimiento mundial de la educación en el hogar, por su permisividad. Hay allí aproximadamente dos millones de niños y adolescentes, en edad escolar, educados en el hogar por sus progenitores. El último informe del Gobierno habla de 1,5 millones, pero es una cifra que corresponde a 2007 y en el último lustro ha aumentado en, al menos, medio millón, según los analistas. La ley permite a las familias hacerlo, en la mayoría de instancias sin tener que aducir razón alguna para ello. La gran mayoría de los padres lo hace por motivos religiosos, para inculcarles a sus hijos ideas como el creacionismo.

“Los principios morales que les hemos enseñado a nuestros hijos provienen de los testamentos, y los temarios de asignaturas como ciencia, los basamos en la Biblia”, explica Yvonne Bun, de 64 años, que forma en casa a tres de sus cinco hijos y que ahora trabaja en la Asociación de Educadores en el Hogar de Virginia. “Y no solo enseñamos lo que dice la Biblia. Empleamos la Biblia como una base moral, de la que extraemos los principios de la educación, tanto del Viejo como del Nuevo Testamento. Y eso afecta a asignaturas como la ciencia o como la literatura clásica”.

En EE UU, el de los motivos religiosos es el caso más común. Según el estudio de 2007 del Departamento de Educación, mencionado previamente, hay tres razones principales por las que los padres educan a sus hijos en casa. La primera, elegida por el 36% de encuestados, es precisamente “proveerles de instrucción moral o religiosa”. La segunda, por la que opta el 21%, es “preocupación por el entorno escolar”. Y, finalmente, un 17% lo hace por “insatisfacción con la instrucción académica y sus métodos de escolarización”. Normalmente, esos padres son evangélicos, pero también hay baptistas y católicos que no escolarizan a sus niños.

Dos millones de
estadounidenses estudian
en su domicilio

La escuela ha sido, históricamente, un lugar idóneo para que los niños vivan la diversidad y la tolerancia. Así opina la profesora de derecho de la Universidad George Washington Catherine J. Ross, que se granjeó numerosas críticas del movimiento de educación en el hogar por un artículo publicado en 2010, titulado Desafíos fundamentalistas a los valores fundamentales democráticos: retirada y educación en el hogar. Ross decía en aquel texto que “cuando los hijos de padres que tienen creencias fundamentalistas acuden a la escuela pública, existe la esperanza de que aprendan las normas cívicas que conforman el corazón de la Primera Enmienda [de la Constitución, la que protege la libertad de expresión]”.

“Desgraciadamente, esa es una de las principales razones por las que esos padres les retiran de la escuela. Si los niños escuchan el mensaje de tolerancia en la escuela, pueden estar en desacuerdo con el profesor, pueden tener discusiones sobre ello en la cafetería”, asegura en el artículo. Así se fomenta la independencia de pensamiento y el respeto a la diversidad, “fundamental en democracia”, explica la profesora Ross en una entrevista telefónica. “Lo que les suele molestar a esas personas que defienden la educación en el hogar es que los niños pueden quedar expuestos a ideas nuevas y diferentes”.

El 36% de los padres
toma esta decisión para
instruirles en religión y moral

En EE UU, se han dado casos extremos de maltrato, propiciados por la incapacidad del Gobierno de supervisar los métodos a los que recurrían los padres en casa. En 1994, el pastor evangélico de Tennessee Michael Pearl, que tiene cinco hijos, publicó un libro titulado Cómo educar a tu hijo, del que salieron 670.000 copias. En él, Pearl aconseja directamente emplear el castigo físico, incluido el azote con fusta, para disciplinar a los pequeños.

Los duros métodos de quienes han seguido las enseñanzas de ese libro han acabado teniendo consecuencias trágicas. En mayo del año pasado murió en el Estado de Washington Hana Williams, de 11 años, y sus padres fueron llevados a juicio por los maltratos infligidos contra ella. La niña fue encontrada en el patio de su casa, desnuda, congelada y desnutrida. Lo mismo sucedió en California en 2010, en el caso de la pequeña Lydia Schwartz, de siete años, a la que sus padres dieron una brutal paliza. Ambos están en prisión por ello.

Las regulaciones gubernamentales em EE UU respecto a este método educativo son muy variadas. Normalmente, los Estados no exigen un temario concreto a los padres. Algunos, como Washington, obligan cada año a los niños a que se sometan a una evaluación con un profesor independiente. Por lo general las regulaciones son muy laxas.

Krista Cole, con una hija autista, optó por esta fórmula para evitar complicaciones

La escolarización en el hogar es, sin embargo, una tendencia creciente en EE UU. Y no solo por la vía religiosa. Hay familias, más minoritarias, que educan a sus hijos en casa porque estos padecen trastornos físicos o psicológicos. Hay quienes lo hacen porque el trabajo de los padres implica constantes mudanzas, como sucede en el Ejército. Otros optan por ello para evitar el acoso escolar, dicen. Esas familias piden que no se las califique como fundamentalistas religiosas. Krista Cole, residente de Virginia de 40 años, asegura que tiene razones de peso. Educa en casa a dos niñas de tres y seis años. La mayor, Ellie, padece síndrome de Asperger, un trastorno autístico. “Educarla en casa me ahorra muchas dificultades. No tengo que estar pendiente de los profesores y terapeutas respecto a su proceso de aprendizaje”, explica. Ellie tiene dificultades para responder a órdenes habladas. “Tenerla en casa, además, significa que no la acosan en clase. Otros padres, en la misma situación, me cuentan que sus niños, de solo siete años, sufren el acoso de los demás por ser distintos. Aquí Ellie está protegida”, añade.

El de la educación en el hogar es un método, además, que requiere que uno de los dos padres se dedique de lleno a los niños. Según un estudio de 2009 del Instituto Nacional para la Investigación de la Educación en el Hogar, lo hacen sobre todo las madres. Un 81% de las mujeres que escolarizan a sus hijos en casa no trabaja fuera del hogar. Ese informe revela además que esas familias son, normalmente, numerosas. Un 68,1% tiene tres o más niños. Y un 91,7% es de raza blanca.

Los detractores dicen
que a estos niños
se les priva del contacto diario con otros

Para evitar el aislamiento de sus hijos, muchos padres buscan en Internet grupos de familias que también eduquen en casa. Bahar Picariello, residente de Virginia de 29 años, que educa a dos niños en casa, coordina el grupo de las localidades de Sterling y Ashburn, que cuenta con 70 miembros. “Nosotros mismos, como grupo, organizamos encuentros sociales para que los niños se relacionen entre ellos. Los llevamos al parque, u organizamos talleres. No están aislados”, explica.

Internet le sirve a Bahar, también, para encontrar temarios y actividades adecuadas para los niños. “Nos conectamos y compartimos ideas de enseñanza, experiencias y demás consejos”, explica. “Esto no consiste en llevar el sistema escolar a casa. Nos permite ser más flexibles en horarios y en otros asuntos, diseñar las materias de acuerdo con las necesidades de los niños, reforzar sus puntos débiles”.

Algunos de los detractores de ese método suelen criticar, sin embargo, que educar a los niños en casa supone privarlos del contacto diario y en solitario con otros niños, parecidos y diferentes, algo que les puede preparar para la vida de adultos.

Jeanne Faulconer, sin embargo, optó por ese método por sus reiteradas mudanzas. “Es la globalización. Los puestos de trabajo se esfuman del país y las familias tienen que mudarse para mantener sus ingresos”, explica. Su familia se ha mudado seis veces, en localidades de tres Estados. En lugar de pasar por seis escuelas diferentes, decidió tomar las riendas de la educación de los niños. “Mis hijos han sido aplicados y han tenido buenas notas cuando han ido a la universidad”, explica Jeanne. “Y han sido muy responsables en los demás aspectos de su vida. Son valores que les hemos inculcado en casa”.

Shay Seaborne, de 51 años, residente de Woodbridge, en Virginia, admite que formó en casa a sus hijas por un motivo principal: “Evitarles la horrible experiencia que yo tuve en la escuela”. Esta pionera en la educación en el hogar rechaza que todo ese movimiento sea conservador. “En realidad nació como algo progresista, como una tendencia de reformistas que pensaron que el sistema escolar era demasiado rígido. Pero en realidad es un movimiento muy vibrante y diverso”, añade. “Posteriormente, hubo un movimiento conservador, ligado a la intentona de instaurar una teocracia cristiana, que controló el debate. Eso existe, está ahí, pero no era parte de la semilla fundacional del movimiento”.

Las regulaciones

España. La ley establece 10 años de escolaridad obligatoria para todos los alumnos. La Constitución señala que es obligatoria la educación, no la escolarización; los padres que optan por enseñar en casa se aferran a ese punto para exigir que se regule su opción.

Portugal. Se puede educar en casa sometiendo a los hijos a evaluaciones de la Administración a los cuatro, seis y nueve años.

Francia. También esta permitido, pero en este caso la Administración hace controles cada año.

Italia. El que quiera educar a sus hijos en casa debe demostrar que tiene capacidad técnica y económica para ejercer de profesor e informar cada año a las autoridades.

Reino Unido. La ley deja abierta la puerta, pues dice que los padres deben facilitar la educación de sus hijos a tiempo completo en una escuela “o de otra manera”.

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/02/15/vidayartes/1329331413_944686.html

Las emociones son parte de cada ser humano. Nos ayudan en cada función vital, nos ayudan a salir de los peligros. Son parte imprescindible de nuestra vida. Sin embargo, tanto en la educación de los niños como en la vida cotidiana, se descuentan como si no existieran, o peor aún, se intentan tapar como si sentir y/o expresarlo fuera indigno o malo.

Como médico, soy consciente desde hace muchísimos años de la tremenda importancia que tienen las emociones en la enfermedad. Aunque ningún profesor, de los muchos que me enseñaron en la facultad o en el hospital, me hablaron siquiera de ellas. No solo eso, algunos se rieron de mí cuando ya por aquel entonces sugería la relación entre enfermedad y emociones.

Como padre no podría dudar siquiera de la tremenda importancia y presencia que tienen las emociones en los niños. Me imagino que la inmensa mayoría de padres y madres tienen muy presente la necesidad de saber manejar bien las emociones con los niños. Sin embargo, nadie nos enseña qué hacer ni cómo manejarlas.

Hace ya más de seis años escribí junto a mi mujer, Macarena Chías, un libro publicado por la Editorial Desclée, titulado EmocionArte con los niños. El otro día buscando un regalo en «La Casa del Libro», me encantó descubrir que tenían dos ejemplares a la venta tantos años después, eso en el panorama editorial de España es casi increíble. Me siento muy agradecido de que se siga vendiendo tan bien y de que siga estando en las librerías.

En este libro explicamos, de una forma entendible para todo el mundo, nuestro modelo de emociones y las diferentes maneras de manejarlas en los niños, distintas formas de ayudarles a expresarlas de manera adecuada. A veces, con una ayuda oportuna podemos facilitar que nuestro hijo, alumno o paciente, no solo afronte sanamente una emoción determinada, sino que les enseñamos a enfrentarse a las emociones y a manejar herramientas emocionales de forma adecuada.

Si a todos los niños de entre 4 y 12 años se les enseñara a sentir y expresar adecuadamente sus emociones, el mundo cambiaría para mucho mejor.

Hablamos de la rabia, el miedo lógico, la tristeza, el poder, el amor horizontal y la alegría. Ya en un nivel más profundo explicamos el ‘amor parental’ y el ‘miedo existencial’. Si los mayores las entendemos, podremos gestionarlas mejor y ayudaremos a nuestros niños a que sientan y expresen lo que sienten espontáneamente. Para ellos será un cambio definitivo recibir ese apoyo de la figura parental ante una situación de manifiesta índole emocional, en vez del descuento de la emoción que vemos tan a menudo, debido al desconocimiento de cómo actuar ante ellas.

Es tan frecuente ver cómo, ante alguien que está llorando su tristeza, la frase con que el otro le responde es un «no llores…». Si alguien siente tristeza lo que necesita es el apoyo afectivo del otro, un hombro o unos brazos en los que llorar, a «moco tendido» si es posible.

Con EmocionArte con los niños, pretendemos ayudar a los padres, educadores y terapeutas a acompañar a los niños en su emoción. Hay otra forma de ayudarles desde ellos mismos y es a través de los maravillosos cuentos que publica la Editorial Emonautas, con cuentos como Los tentáculos de Blef -Miedo, El secreto de Blef, Los tentáculos de Blef – Rabia o Si yo tuviera una púa. Cuentos respetuosos que sanan a los niños y a los padres.

Leyendo el cuento el niño aprende a expresar adecuadamente su emoción y además normaliza situaciones que, sin ese apoyo, seguirían siendo algo tabú para algunos niños y muchos padres y educadores. Os animo a leer sobre emociones, a los mayores de una forma y a los niños de otra. Seguro que tras estas prácticas, la relación con los niños cambia y sobre todo, la relación de los niños y mayores con las emociones.

Hace ya muchos años, pensando una acción que cambiaría el mundo, lo que imaginé fue: «Enseñar a manejar las emociones a todos los niños de entre 4 y 12 años, creando así un filtro educativo de una generación». Ya sé que eso en la práctica es imposible, pero ya os digo que a mi me gusta imaginar, soñar, creer en lo imposible. Si a todos los niños de esa franja de edad se les enseñara a sentir y expresar adecuadamente sus emociones, el mundo cambiaría para mucho mejor. Sería más sano, más justo, más humano. Toda una generación de adultos que han pasado esa experiencia nos gobernaría de otra manera. Seguro que viviríamos mejor. ¿Será posible?

Es un hecho: en la vida, hay veces en que se gana y hay veces en que se pierde. Esto es completamente normal. Sin embargo, sabemos que siempre serán más gratas las emociones que provoca una victoria que los sentimientos que acompañan a la derrota, y justo por eso resulta tan importante aprender a perder.

¿Qué puedes hacer para que tu hijo no se llene de frustración cuando las cosas no resulten como esperaba? Ayúdale a entender que perder no es algo tan malo. Entre otras cosas, cuando perdemos tenemos más oportunidades de aprender que cuando ganamos, ya que los errores nos dejan ver aquello que, después de corregir podría llevarnos a mejorar.

Descarga el libro ¿Cómo formar hijos emocionalmente sanos?, una herramienta de gran ayuda en la crianza.

Inculcar esta idea en los niños, y cambiar su percepción respecto a lo que significa competir, evitará que sientan ansiedad y frustración. Toma en cuenta las siguientes estrategias para hacer que tu hijo maneje mejor la derrota:

Déjalo perder
Muchas veces, los padres se dejan ganar por los hijos cuando juegan a cualquier cosa en casa, creyendo que así les están ayudando a fortalecer la autoestima. El inconveniente es que, si dejas a tu hijo ganar siempre no sabrá cómo manejar la situación cuando pierda ni podrá desarrollar tolerancia a la frustración. Perder o no ganar es una parte fundamental en la vida, velo como una oportunidad para explicarle esto a tu hijo.

Enséñale a dar más importancia al proceso que al resultado
Todos buscamos ganar, y eso no está mal, pero ¿no crees que sería mejor si todos le diéramos un mayor valor al hecho de hacer nuestro mayor esfuerzo? Entender que la verdadera competencia es consigo mismo sería un aprendizaje invaluable para tu hijo.

Reconoce su actitud cuando se comporte como un buen perdedor
No solo celebres sus logros en el triunfo, sino cuando demuestre ser un buen perdedor. Es realmente importante reconocer a tu hijo cuando se esfuerza, sobre todo si además maneja bien la pérdida. “Estoy muy orgulloso de ti. Con el esfuerzo que hiciste, no hay duda de que has sabido perder como un campeón”. Palabras como éstas podrán hacer una gran diferencia en tu hijo.

Por último, es muy importante que como papá o mamá, le enseñes a tu hijo con el ejemplo. Cada vez que enfrentes una situación en la que no logres obtener los resultados que esperabas, demuéstrale que sabes aceptar estas circunstancias y que eres capaz de aprovecharlas para seguir aprendiendo.

Fuente: http://www.guiainfantil.com