Asociación DUAL acaba de lanzar “¿Te falta un verano?”, la nueva campaña de losqueno.com que, a ritmo de rap, trata de prevenir el inicio temprano en el consumo de alcohol en menores de edad, alertando sobre el riesgo de querer “celebrar este verano” para recuperar así el verano pasado y las fiestas no disfrutadas a causa de la pandemia.

Esta campaña está financiada por el Plan Nacional Sobre Drogas y en ella hemos contado con la colaboración del Delegado del Gobierno, D. Joan Ramón Villalbí.

El tema “¿Te falta un verano?” está interpretado por Mario Barbado.

Raúl Izquierdo, psicólogo y Director Técnico de Asociación DUAL, nos explica que “Existe un alto riesgo de que los jóvenes protagonicen reacciones compensatorias de tipo pendular como respuesta a la tensión y la angustia sostenida que han padecido durante los últimos meses”. Por ello, se produce la generación de conductas en “exceso despreocupadas como compensación a las exigencias de intenso control y restricción durante la etapa de confinamiento”, explica. En ese sentido, el mayor riesgo es “querer recuperar el tiempo perdido celebrando fiestas alternativas a las que no se han tenido o que no se van a tener y en celebraciones entre amigos como son, por ejemplo, los botellones”, detalla Izquierdo.

Descubre ya nuestra nueva campaña.

Dice Ismael Nogal Ayuso que desde muy pequeño siempre tuvo una cosa clara, un sueño: poder ser algún día astronauta. Diecinueve años después, este madrileño está seguro de ir por el buen camino. Hace mucho deporte, esta en forma y estudia el doble grado con la nota de acceso [13,875, en 2020] más alta de todo el país: Física y Matemáticas, en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). 

También cursa esta carrera Paula Cordero Encinar, de 23 años. Esta toledana está en quinto curso y apenas le quedan un par de exámenes para poner fin a su etapa universitaria. Aunque todavía tiene dudas sobre la rama que escoger de cara al futuro. Cuenta que hará un máster en Big Data y que lo más le gusta es el área de la Física Médica. A través de la cual un día le gustaría ayudar a mejorar los diagnósticos en los hospitales españoles. 

Profesiones, como pueden observar, nada convencionales pero que ambos pueden alcanzar porque su expediente es brillante y su mente posiblemente también. O al menos esto último es lo que pretende potenciar este doble grado, al que muchos denominan ya como la fábrica de cerebros española.Paula Cordero e Ismael Nogal, estudiantes del doble grado de Física y Matemáticas.

Paula Cordero e Ismael Nogal, estudiantes del doble grado de Física y Matemáticas. Carmen Suárez

Desde que esta titulación se ofertase por primera vez en el curso 2011/2012 en la UCM, con una nota que no sobrepasaba al seis, ha sido un reclamo para los alumnos más sobresalientes del país. Y eso ha hecho, por otro lado, que ante la reducida oferta de plazas, 25 por curso, cada año la calificación de acceso haya sido más elevada. De hecho, si se cumplen los pronósticos, en 2021 la nota para acceder a este programa académico será todavía mayor y de nuevo la más alta de todo el territorio nacional por séptimo año consecutivo. 

Efecto llamada 

Lo que es indudable, en cualquier caso, es que el interés por estas ciencias en los últimos años ha incrementado notablemente. En parte también porque aseguran un empleo al concluir la carrera. Es lo que explica Ángel Gómez, el decano de la Facultad de Física de la Universidad Complutense de Madrid. «Más allá de la vocación temprana que muchos estudiantes pueden tener por estas dos carreras. En los últimos años, con la era del big data y las necesidades de almacenar datos, las empresas han requerido de personas con una formación científica elevada y estos chicos son brillantes porque controlan tanto la vertiente matemática como la física». 

Lo que ha desembocado, según expresa este físico, en que haya una satisfacción de empleo muy alta en este doble grado. «Está claro que hay un efecto llamada; alumnos que tienen muy buenas notas y que no quieren desperdiciar su expediente», sostiene Gómez. 

El primer paso, no obstante, es alcanzar esa nota estratosférica para entrar a este doble grado, que se imparte a camino entre la Facultad de Física y la de Matemáticas, localizadas una enfrente de la otra en la Ciudad Universitaria madrileña. Allí es precisamente donde nos reunimos con Paula Cordero e Ismael Nogal para preguntarles sobre sus estudios, sus dinámicas, su futuro y sobre lo que ha significado para ellos estudiar (o estar estudiando) esta titulación. Ella está en quinto curso y él, en primero. Paula Cordero, en la entrada de la Facultad de Física de la UCM.

Paula Cordero, en la entrada de la Facultad de Física de la UCM. Carmen Suárez

—P. ¿Siempre tuvisteis claro que estudiaríais este doble grado?

—R. (Paula) A mí siempre me gustaron las matemáticas. En el instituto tuve un profesor muy bueno que me motivó y me metió el gusanillo. En segundo de bachillerato, cuando estudie la física por separado, tuve otra profesora que me despertó también la pasión por esté área. Me veía trabajando en las dos, pero no me decidía por ninguna. Así que cuando vi el doble grado me dije a mí misma: a por ello. 

—R. (Ismael) Yo, desde tercero de la ESO, tuve claro que la física era una cosa que me apasionaba. Gracias a vídeos de divulgación, documentales… siempre me gusto la ciencia. No fue hasta segundo de Bachillerato, en cambio, cuando me decanté por esto. Yo veía la nota inalcanzable, yo no soy brillante ni mucho menos. Gracias a una serie de circunstancias acabé teniendo una nota muy alta que me permitió entrar aquí. Oportunidades como está solo aparecían una vez en la vida, así que me lancé. 

Esfuerzo y vida normal 

El doble grado de Física y Matemáticas está estructurado en cinco años y la matrícula tiene un coste de aproximadamente 1.800 euros. Aunque la mayoría de los alumnos suelen llegar el primer año con matrícula de honor y, por tanto, no suelen pagarla. En total, son 360 créditos los que componen la carrera (por separado, son 480 en cada grado), de modo que cada cuatrimestre, los alumnos solo tienen una asignatura más valorada en 12 créditos. 

Doce créditos, no obstante, según cuenta Paula, «que se notan bastante». Se necesita un diez para entrar, pero también esforzarse, organizarse bien y ser constante cada día, cuentan ambos estudiantes. Lo que no quiere decir, frente a lo que piensa la mayoría, que no tengan vida social o que no hagan otra cosa que no sea estudiar. «Yo te digo una cosa, a mí el deporte me encanta y me metí aquí siempre pensando en la posibilidad de poder compaginar ambas cosas. Yo no puedo estudiar sin hacer deporte. Y durante este curso, he hecho natación, he estudiado idiomas, los fines de semana voy al pueblo… Si eres capaz de organizarte, no hay problema para tener una vida normal, tener un equilibrio entre ambas cosas. No somos extraterrestres«, explica Ismael Nogal. 

Los dos estudiantes, que no se conocían hasta el momento de la entrevista, bromean con que cuando otros alumnos de otras carreras de ciencias les ven en la cafetería o salir al parque les preguntan con asombro si tienen tiempo para eso. «No puedes estar todo el día estudiando, es también importante salir con amigos, echarte unas risas…», expresa Paula Cordero. Ismael Nogal, en la entrada de la Facultad de Física de la UCM.

Ismael Nogal, en la entrada de la Facultad de Física de la UCM. Carmen Suárez

—P. Aún así, habrá momentos complicados. ¿Qué ha sido lo más difícil hasta ahora? 

—R. (Paula) Lo más complicado fue el paso del primero a segundo. Conseguir esa capacidad de abstracción que necesitas para entender muchos conceptos en matemáticas. En el instituto estás acostumbrado a una matemática más tangible. Aquí es más abstracto, más teórico, pero con trabajo, lo sacas y hay un momento en que tu cabeza hace clic. 

—R. (Ismael) El cambio más importante ha sido con matemáticas. La física que he dado es una ampliación de segundo de bachillerato, pero las matemáticas no tiene nada que ver. Yo todavía no he tenido ese clic, pero porque, por ejemplo, te dan un ejercicio y tienes que demostrar por qué es así. Es cuestión de cambiar la mentalidad. Al final, es como aprender un lenguaje. Nuestro profesor nos dijo el primer día, bienvenidos al curso de finlandes. Hay que aprender vocabulario, sintaxis y aprender a hablarlo. Pero el principio no es fácil, doy fe de que no es fácil. 

«Hasta el infinito y más allá»

En cuanto al futuro profesional, Ismael, pese a que todavía está en primer curso, es el que más claro lo tiene. «Yo quiero ser astronauta y me metí aquí para poder potenciar mis habilidades. A día de hoy, sigo trabajando para ello. La Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) sacó hace poco ofertas de trabajo. Se necesita un grado, un máster y un año de prácticas en el ámbito científico. Mi meta es eso, poder dedicarme a esto. Y si se me da la oportunidad, me iré hasta el infinito y más allá», termina diciendo entre risas. 

Paula, muy cerca de terminar el doble grado, ha estado haciendo un año prácticas en el Instituto de Física Fundamental, pero no tiene claro que quiera dirigir su carrera por ese ámbito. «El próximo año voy a hacer un máster en Big Data, pero también me gusta la Física Médica… Esta titulación te abre tantas puertas que al final es difícil decidir», confiese. No obstante, la rama de la Neuroingeniería es la que cada vez le llama más la atención. A través de la cual, explica, aplicando un conocimiento riguroso de ciencias puras, se podría mejorar los diagnósticos médicos. «En definitiva, lo que más me gustaría sería poner nuestro conocimiento al servicio de los demás», concluye. 

Sea como sea, lo que está claro es que llegarán lejos y con un empleo con el que tal vez muchos solo pueden soñar. «Conocemos a mucha gente que sin terminar, ya tiene ofertas de empleo. Por aquí lo que suele decirse es que a los del doble grado se los suelen rifar. Hay mucha demanda en nuestro sector, al fin y al cabo se necesita para el futuro a mucha gente con un tipo de pensamiento analítico como el que nosotros aprendemos a desarrollar aquí». 

https://www.elespanol.com/reportajes/20210605/fisica-matematicas-doble-empresas-rifaran-ismael-paula/586442818_0.html?utm_term=Autofeed&utm_campaign=Echobox&utm_medium=Social&utm_source=Facebook&fbclid=IwAR0XWacZXXLBOUMcFryJJGjmQq8uAx5kvr4x7Hy782oFxiGILxTaURbSKkE#Echobox=1622870862

Mucho se habla de las dificultades que entraña la etapa adolescente, de lo dura que resulta para los chicos y chicas y para sus familias, de lo importante que es estar cerca de ellos, no perderles la pista, de lo complicadas que se pueden poner las cosas, del ambiente a veces irrespirable en los hogares… Pero poco se habla, sin embargo de manera constructiva sobre este tema, más allá de que los padres y madres debemos mostrarnos comunicativos y ser el faro al que acudan cuando se sientan perdidos, o el ancla que evite que vayan a la deriva, sin embargo esto resulta complicado a veces, ya que la mayoría de los acercamientos no suelen ser certeros, y acaban con un: “¡mamá, que estoy ocupado!” o, “¡no ves que estoy en videollamada con mis amigas! ¡Qué pesada!”

Lo que os voy a proponer para tender puentes hacia ese nuevo ser que habita en nuestra casa con gustos extraños, y maneras de divertirse insólitas para nosotros los boomers (carrozas), como ellos nos llaman, es un tanto arriesgado, y requerirá no de poca mano izquierda por nuestra parte porque tampoco queremos que nos cataloguen de plastas… Aunque no es lo mismo que nos digan: “mamá, no seas plasta”, a que nos lo digan con una medio sonrisilla disimulada porque en el fondo les ha hecho gracia la manera que hemos tenido de acercarnos y, además, les ha hecho hasta ilusión que les hablemos en su lenguaje y a través de sus canales de comunicación.

Las escenas domésticas de Nachter

Sí, padres y madres, os propongo hacer lo que decía Rambo: “Si quieres sobrevivir a la guerra, conviértete en guerra”. Fuera de bromas porque realmente no estamos realmente en una contienda, sino que, aunque a veces no lo parezca, todos estamos en el mismo barco, a mí me está funcionando últimamente con mis hijos interesarme por los contenidos que consumen en redes sociales. Y os puedo asegurar que hay algunos realmente buenos y otros que incluso nos han ayudado a conectar entre nosotros.Thanks for watching!PUBLICIDAD 

Tal es el caso del tiktoker y humorista @nachter, que con su recreación de escenas cotidianas de una familia con tres hijos con una madre que reúne todos los tópicos de las madres llevados a veces al extremo, chancla en mano y boatiné incluidas, logra evidenciar situaciones a veces vividas recientemente en casa donde nos vemos identificados cada uno con su correspondiente personaje, nos sirve de crítica por ver la escena desde fuera llevada al absurdo, y acaba en unas risas y miradas cómplices que a veces quieren decir: “Mamá, no me gusta que me hables como la madre de Nachter”.

Los misterios del Fortnite

Otra cosa que derribó una barrera importante entre nosotros fue cuando me inte-resé por sus videojuegos favoritos. Ciertamente los tengo bastante atragantados, ya que se pueden pasar las horas muertas con ellos, y mi actitud siempre había sido mostrar un rechazo frontal. Hasta que me empeñé en entender el Fortnite, que es una verdadera, no digo moda, sino cultura para ellos. Me senté con mi hijo una tarde y me explicó todo con tanta paciencia como ilusión por sentirse escuchado y considerado por su madre. Confieso que me sigue sin gustar, pero por lo menos ahora entiendo los motivos del enganche que provoca este juego en los más jóvenes, y puedo ser más justa a la hora de poner los límites y horarios para jugar; No debemos olvidar que para ellos estos juegos on line son una forma de socializar con sus iguales muy necesaria, y más en tiempos de pandemia en los que han permanecido cruelmente en sus habitaciones sin salir a la calle durante meses.

Descubriendo el mundo Gamer

Tampoco entendía yo qué era exactamente un gamer y la veneración que sienten hacia estos streamers nuestros adolescentes hasta que vi el documental de Willyrex , uno de los pioneros en España en el arte de jugar a videojuegos mientras graba la partida para subirla a YouTube, donde millones de seguidores esperan ansiosos verla y aprender del experto jugador. La verdad es que Wilyrex me sorprendió para bien. Vi en él un verdadero currante para el que la cultura del trabajo y las cosas bien hechas han sido la clave de su éxito; logró convertir su pasión de jugar a videojuegos en su medio de vida, y ¡ahora es padre de familia!

En ese documental también conocí a aquellos que tantas veces había oído nombrar y sin embargo no ponía cara: el Rubius, Vegetta, Fargan, Alexby o Ibai.

La monja Tiktokera

Pero sin duda uno de los momentos en los que más ilusión me hizo conectar con ellos fue cuando me mandaron un video de @Xisquia, la monja Tiktokera o, como yo la llamo desde que la descubrí ya hace 10 años en nuestros inicios en Twitter, “La monja del Futuro”, por ser pionera en el uso de las redes sociales para la evangelización, llegando a personas de todo el mundo y de todas las edades incluidos adolescentes y jóvenes. “La conozco” desde que erais pequeños”, les dije, y los ojos se les abrieron como platos: “¡Mamá. Pero si tiene 450.000 seguidores en tiktok!”, lo que me hizo convertirme fugazmente en una madre más guay (o como se diga actualmente).

Cocinemos juntos

Otra de las maneras curiosas de estrechar lazos con nuestra generación de adolescentes son las recetas de cocina que, como @valenchaitmgm suben a diario miles de tiktokers e instagramers. Unas más saludables, otras menos, pero que suelen generar un ansia irrefrenable de ponerse manos a la obra, lo cual se presta a que nuestros chicos y chicas nos pidan ayuda para adquirir cierto ingrediente que les falta o para manejar el horno. En definitiva, a que surjan puntos de encuentro en un ambiente distendido y provocado por ellos, donde se sienten cómodos y que puede dar lugar a charlas, confidencias que, si tenemos suerte, nos permitirán dar algún que otro consejo que quizá sigan, quizá no.

*María Sánchez creadora del blog madrescabreadas.com

España aprueba su primera ley integral para proteger a los niños frente a la violencia.

El respaldo de los grupos ha sido prácticamente unánime. El Congreso de los Diputados ha aprobado este jueves la ley orgánica que protege a los niños y adolescentes frente a la violencia, cuatro años después de que esta misma Cámara instara al Ejecutivo a legislar de forma urgente. Es la primera norma integral en este ámbito en España y sitúa al país a la vanguardia internacional a nivel legislativo. El texto ha salido adelante por 297 votos a favor, 52 en contra y ninguna abstención.Solo Vox ha manifestado su rechazo, por considerar que es contraria a la familia.

A primera hora, unos carteles azules con letras impresas reposaban sobre los peldaños de las puertas del Congreso. “La infancia por ley”, se leía. Justo enfrente, Save the Children y la Plataforma de Infancia también habían colocado un panel para recoger el sentir de la gente ante la aprobación de la norma. “Escuchemos su voz”, “Ya era hora”, rezaban algunos mensajes.

La violencia contra los niños está invisibilizada, no hay suficientes datos que permitan hacer una radiografía exhaustiva. Pero los pocos que hay reflejan una realidad preocupante. En 2019 hubo más de 40.000 delitos contra menores, según datos del Ministerio del Interior a raíz de las denuncias y actuaciones policiales. Cerca de la mitad de los cometidos contra la libertad sexual tuvieron a un niño o un adolescente como víctima. Pero estos son solo los casos que salen a la luz, porque en muchas ocasiones no se denuncia. Y, cuando se hace, los procesos judiciales se eternizan y los menores a veces se ven obligados a declarar hasta en cuatro ocasiones, reviviendo una y otra vez lo sucedido.

La norma trata de evitar esta revictimización y establece la prueba preconstituida para los menores de 14 años, es decir, que solo deberán declarar una vez durante el proceso judicial, en la fase de instrucción, cuando se les grabará. La ley, que entrará en vigor 20 días después de su publicación en el Boletín Oficial del Estado, también amplía el plazo de prescripción de los abusos sexuales contra niños y adolescentes, por lo que el tiempo para denunciar comenzará a contar cuando las víctimas cumplan 35 años, frente a los 18 actuales. Como mínimo, no prescribiránhasta que tengan 40 años, y en los casos más graves hasta los 55, un tiempo vital para que las víctimas puedan procesar lo ocurrido y se atrevan a dar el paso de acudir a la justicia. Asimismo, la ley refuerza el derecho de los niños a ser escuchados y la formación de los profesionales que tratan con ellos, además de que obliga a instaurar protocolos específicos en los colegios, los establecimientos deportivos y de ocio y los centros de menores. Y da un mandato al Gobierno para que en el plazo de un año apruebe un proyecto por el que se creen juzgados y fiscalías especializadas en violencia contra la infancia.

El grueso de las medidas fueron aprobadas ya a mediados de abril en el Congreso, pero este jueves la Cámara baja ha dado el visto bueno a los cambios introducidos la semana pasada en el Senado, entre los que destaca la prohibición de los desnudos en las pruebas para determinar la edad de los menores inmigrantes que llegan solos a España y una enmienda que reconoce las competencias autonómicas y que ha variado el sentido del voto de los partidos nacionalistas que en la primera votación en el Congreso se posicionaron en contra (PNV) o se abstuvieron (EH-Bildu o Junts per Catalunya). Este jueves han votado a favor, reforzando así el consenso alcanzado durante la primera votación en la Cámara baja.

Un antes y un después

La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, ha afirmado este jueves que “esta ley va a marcar un antes y un después en la protección a la infancia y la adolescencia en nuestro país”. Belarra ha señalado que su principal éxito debe ser “la promoción de un cambio cultural que implique un rechazo unánime e inequívoco de toda la ciudadanía a cualquier forma de violencia” contra los niños. Como en su día lo fue la ley de violencia de género. Durante su intervención, la ministra se ha comprometido a “desplegar al máximo las posibilidades de esta norma”, ha asegurado que la memoria económica ya contempla más de 70 millones de euros para ello y ha dado las gracias, como también lo han hecho los portavoces de la mayoría de grupos parlamentarios, a las organizaciones de infancia. En especial, Belarra ha agradecido su labor a James Rhodes, quien sufrió abusos en la infancia y por cuyo nombre también es conocida la norma (ley Rhodes). El pianista, que ha hecho campaña junto a las entidades sociales, celebra este jueves que “los niños estarán ahora más seguros y mejor protegidos que nunca”, aunque para él ya sea tarde. Considera, eso sí, que el tiempo que ha tardado en ver la luz ha sido “imperdonablemente largo”.

Durante el debate, el consenso solo lo ha roto Vox. La diputada Teresa López ha llamado a esta norma la “ley Herodes”. “La tarea de arropar y educar a los niños es de los padres. Y ahora quieren eliminar el vínculo biológico entre padres e hijos para destruir la más bonita institución: la familia”, ha dicho. “Sus leyes son atroces”, ha afirmado la parlamentaria, que también ha usado este término para referirse a la “invasión de Ceuta” por parte de Marruecos, “que ha jugado con vidas humanas” y ha “utilizado a menores”. La situación en la ciudad autónoma, especialmente “las terribles imágenes” que han llegado de niños y adolescentes, también fue mencionada con preocupación por diputados como Mertxe Aizpurua (EH-Bildu), Mariona Illamola (Junts per Catalunya), María Carvalho (ERC) y Omar Anguita (PSOE), quien trasladó su apoyo a la voluntaria de Cruz Roja que ha sufrido “ataques de odio” tras abrazar a un inmigrante que había llegado a la playa del Tarajal.

La parlamentaria del PP María de la O Redondo ha defendido, sin nombrar a Vox, “que la familia es fundamental en la ley”, y ha reclamado recursos para desarrollar la norma. La diputada de Ciudadanos Sara Giménez ha destacado que la norma es un “punto de partida”. Algo en lo que coinciden las organizaciones de infancia. “El trabajo empieza ahora”, sostiene Cristina Sanjuán, de Save the Children. Ricardo Ibarra, director de la Plataforma de Infancia, añade: “Estaremos vigilantes para que se cumplan los compromisos adquiridos”. Una idea que destaca al otro lado del teléfono Miguel Hurtado, primer denunciante de abusos en la abadía de Montserrat. Advierte del “riesgo de caer en el triunfalismo anticipado”, él quiere ver “cómo y cuándo se desarrollan las medidas previstas”, como la creación de juzgados especializados, y asegura que seguirá peleando por lograr la imprescriptibilidad de los abusos.

Este es también el objetivo de Gloria Viseras, exgimnasta olímpica que también sufrió abusos, de los 12 a los 15 años. A las puertas del Congreso, destaca el avance que supone la ampliación de los plazos de prescripción. “Si hubiera existido esta ley en 2012, cuando denuncié, habría podido poner a mi abusador ante un juez”, dice. A unos metros de ella, Alba Macías, de 27 años, pasea nerviosa. Ella sufrió violencia machista cuando tenía 16. “Estoy muy orgullosa porque vamos a conseguir que los niños estén más protegidos”, afirma. Y resume lo que está por venir: “Esto es solo el principio, todavía falta mucho para lograr sensibilizar a la sociedad”.

Fuente: El País.

Las pantallas ocupan cada vez más tiempo de la vida de los adolescentes. “Los videojuegos y los likes en las redes sociales son peores de adictivos que el azúcar”, explica la directora del Servicio de Atención en Adicciones Tecnológicas de la Comunidad de Madrid, Devi Uranga. La Comunidad de Madrid trata desde el 2018 a adolescentes entre 12 y 17 años que hacen un uso inadecuado, abusivo o dependiente de las tecnologías. El número de personas que reciben terapia en el Centro de Adicciones Tecnológicas ha aumentado exponencialmente desde el inicio de la pandemia. Las adicciones a la tecnología se caracterizan por el abuso perjudicial de las pantallas. Una problemática al alza y a remarcar este, lunes 17 de mayo, Día de Internet 2021. “La persona ya no utiliza las tecnologías para relajarse o divertirse, sino que dependen de estas para sentirse bien”, afirma el psicólogo Ricardo Rodríguez que es el coordinador técnico de la Unidad de Intervención de Adicciones (UniAdic).

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Desde UniAdic, explican que este tipo de adicciones son muy recientes por lo que no hay muchos estudios al respecto. Lo que sí tienen en común todas las adicciones es que crean conductas compulsivas. El primer paso para saber si su hijo es adicto a la tecnología es ver cuánto tiempo dura pegado a ella. ¿Deja de relacionarse con su familia o de estudiar por estar pegado al ordenador? Sí la respuesta es sí en ambos casos esto podría ser una señal de alarma, explica Rodríguez.

A raíz de este problema, Albert Gimeno decidió fundar una organización no gubernamental que atiende de manera gratuita la problemática asociada al uso de Internet llamada Padres 2.0. “En 2008, un grupo de informáticos nos dimos cuenta de que muchos padres se autoexcluyen de las nuevas tecnologías”, asegura Gimeno. En ese momento decidió empezar a hacer charlas en los colegios para educar a la sociedad sobre la necesidad de poner límites al uso de la tecnología. “Enseñamos a los menores pautas de autoprotección en el uso de Internet, a identificar los conflictos más comunes (ciberbullying, sexting, grooming), mantener una vida digital saludable y conocer sus derechos y deberes en el uso de las Redes Sociales!”, reza el inicio de la página web de Padres 2.0

Las charlas educativas también están enfocadas a los padres que quieran aprendan sobre las nuevas tecnologías y su problemática. “Este espacio está enfocado para padres que quieren conocer lo que hacen sus hijos en Internet, conocer las Redes Sociales, aprender a navegar seguro por la Red y resolver las dudas que tienen”, afirma Gimeno que opina que el mejor filtro parental en Internet para los niños, son sus padres.

El internet todavía es un mundo muy desconocido por muchos. Muchas veces los más pequeños de la casa tienen más agilidad buceando por la web que los mayores. “El Internet se vuelve peligroso cuando no tienes suficiente madurez para gestionar lo que te pasa cuando estás conectado, si te hacen bullying o te acosan”, explica la profesora de TIC, Camino López que lo resume en un desconocimiento de las redes de los padres. “Son una generación de huérfanos digitales, los niños no tienen el apoyo que necesitan porque sus padres no se criaron en las redes”, asegura López que ha visto muchos casos en su colegio en donde los menores sufren bullying o ciberacoso sexual y sus padres no lo saben.

“La idea es que los padres tengan herramientas para regular las nuevas tecnologías. El uso de ellas no es bueno ni malo, sino que necesitan límites”, dice Uranga. Algunos de los límites que recomiendan que establezcan los padres son que no utilicen los móviles después de las nueve de la noche, que no usen los móviles en la comida o que no tengan permitido jugar a los videojuegos sin haber hecho los deberes.

Esta dependencia se da cuando un niño pasa más de tres horas ininterrumpidas enfrente de una pantalla. “Esto puede traer consecuencias como que los niños se aíslen, bajen su rendimiento escolar o cambien su estado de humor”, dice Rodríguez. Desde el centro denuncian que una señal de alarma para muchos padres es cuando se dan cuenta de que la pantalla es lo único que reconforta a su hijo. Es ahí cuando deciden buscar ayuda profesional.

El porcentaje de jóvenes que hacen un uso abusivo de las nuevas tecnologías en España ha aumentado de un 16% a un 21% de 2015 a 2017, según la Estrategia Nacional de Adicciones. El perfil de las personas que sufren este tipo de adicciones son en su mayoría varones que además han sufrido bullying, depresión o algún conflicto interparental. Las mujeres también sufren una dependencia, pero más hacia las redes sociales, mientras que en el caso de los hombres suele estar asociado a los videojuegos.

Fuente: El País.

Este manual para educar en igualdad y prevenir la violencia de género mediante el trabajo de las habilidades sociales en Secundaria ha sido elaborado por la docente Asunción Martínez del IES Juan Antonio Fernández.

Trabajar y educar en el respeto, construir una autoestima fuerte, positiva y desarrollar habilidades sociales basadas en la asertividad son algunos de los objetivos de la Guía de Habilidades Sociales como prevenir la violencia de género elaborada por la maestra especialista en Pedagogía terapéutica Asunción Martínez Duarte. 

En ella se ofrece a los docentes múltiples consejos y recursos para trabajar en el aula, así como proporcionar estrategias y ejemplos de comportamiento para que los alumnos de Secundaria aprendan a generar relaciones sanas y detecten y combatan las que no lo son.

prevenir la violencia de género

Según la autora, esta guía busca el desarrollo de forma individual y a nivel de grupo de una conciencia asertiva y de respeto, que permita empezar a trabajar a fondo lo que implica el machismo y las razones para condenarlo. Y todo ello, con una estructura sencilla que invita a ser ampliada, modificada y adaptada según las características y demandas de los estudiantes.

Claves para desarrollar las habilidades sociales

La propuesta está formada por una serie de puntos clave a tener en cuenta a la hora de trabajar la prevención sobre la violencia de género. Es importante educar desde edades tempranas, reforzando los comportamientos positivos y valores como la empatía o la autoestima para que el alumnado aprenda a identificar que cuando estos fallan, hay un problema. Otro elemento de gran trascendencia presente en ella es enseñar a decir ‘No’. Para ello, es posible recurrir a las técnicas asertivas que permiten a las personas mostrar su opinión sin necesidad de sentirse culpables por ello. 

A continuación, os mostramos algunos de los apartados esenciales en torno a los que se estructura esta guía para prevenir la violencia de género. 

  1. Analizar qué son las habilidades sociales y por qué son importantes en la prevención de la violencia machista.
  2. Plantear qué comportamientos pueden ser considerados signos de alarma.
  3. Evaluar cómo son las habilidades sociales de cada uno y cuáles se deberían reforzar o adquirir.
  4. Preguntar cuál es la forma de comunicación predominante de cada individuo, conocer los tres tipos de conductas o formas de comunicación y reflexionar sobre sus patrones de comportamiento.
  5. Aumentar la autoestima y la confianza, identificando conductas de abuso y control y aprender a no tolerarlas conociendo los derechos asertivos, aquellos que las personas asumimos y tenemos por el mero hecho de ser personas, y cómo hacerlos valer frente a otros.
  6. Aprender a decir ‘No’: Practicar técnicas a través de diferentes ejercicios prácticos y entrenar en técnicas asertivas.
  7. Construir un autoconcepto positivo. Rodearse de personas que sumen, que ayuden, que valoren las virtudes de cada uno. Aceptarse y respetarse es el primer paso para aceptar y respetar a las  demás personas y evita que otros hieran los sentimientos de uno  con sus valoraciones negativas.
  8. Reducir la ansiedad y cualquier otra emoción o sensación desagradable mediante la relajación del cuerpo, poniendo el control y la atención en el momento presente, aprendiendo a ‘parar el pensamiento’ y a respirar, para conectar con uno mismo y cuidarse.
  9. Conocer algunos patrones de pensamientos irracionales para identificarlos cuando se produzcan y poder controlarlos, aumentando con ello el bienestar psicológico individual.

Fuente: Educación 3.0

Begoña Gasch,pionera de la enseñanza de segunda oportunidad, fundadora de El Llindar

El poder de educar

Hace 30 años que nuestros niveles de fracaso escolar y consiguiente paro juvenil –¡el 40%!– nos hacen líderes de la exclusión educativa y laboral en Europa. Esa imagen de la España y la Catalunya que condenan al paro o al subempleo a casi la mitad de sus jóvenes precariza nuestro futuro como país y exige unos recursos y una atención que brillan por su ausencia en el debate público. De ahí, que la iniciativa de Begoña Gasch para adaptar experiencias como la de Marsella a nuestras necesidades ha demostrado, con la indiferencia en el mejor de los casos de las administraciones, que nuestros profesionales de la educación llegan con vocación y voluntarismo a veces heroicos donde nuestros políticos no suelen ni acercarse.

Por qué se hizo maestra?

Mi madre era maestra en un pueblecito del Alt Urgell, Montellà, y decidió llevarnos a estudiar a Barcelona, donde enseñó en el Bon Pastor; allí valoré la diversidad en sus alumnos gitanos.

¿Por qué le interesaban?

Me fascinaba el poder transformador e integrador de la educación que ejercía mi madre.

¿Por eso estudió usted Magisterio?

Y Educación Social y Psicopedagogía. Enseñé en l’Hospitalet hasta que un día me propusieron dar clases en Cornellà a ocho alumnos difíciles expulsados de la ESO. Y acepté.

¿Cómo eran?

Me dijeron que algunos ya habían delinquido y que todos habían fracasado en las aulas.javascript:falsePUBLICIDAD 

¿Qué fue lo primero que le enseñaron?

Que hay adolescentes con un enorme malestar interior y que nos lo hacen compartir de la peor manera con conductas enloquecidas.

¿Cómo ayudarles?

Yo he ido aprendiendo que estos chicos han sufrido y que, por eso, lo primero es escucharlos.

¿Por qué?

Porque han estado en aulas durante años donde eran invisibles y se hacían ver como fuera.

¿Cómo tratarlos?

Sin prisas ni presiones. Hay que escucharles. No presionarles. Pero eso sirve para todos y para todo. Vivimos en un estado de urgencia permanente nocivo que nos autoimponemos, debemos darnos tiempo y salir de él.

¿Y usted lo ha logrado con esos chavales?

Trabajamos con ellos un día y otro y otro, hasta que un día hacen un clic.

¿Un clic?

Sí, unclic, un día se abren y consienten por fin aprender. Tras haber sufrido y sentirse ignorados, se permitan a sí mismos esa capacidad de progreso, de crecimiento.

¿Y empiezan a mejorar?

Vuelven a reconectar con las ganas de integrarse y aprender de cualquier chaval.

¿Por qué las habían perdido?

Porque la vida para ellos ha sido jodida y debemos ajustar la oferta educativa a lo que llega con cada uno: al que se ha pasado la noche en el calabozo o al que su padre le ha dado una manta de palos o ha dormido al raso tras huir de casa.

¿Le cuentan sus historias?

Se van abriendo. Un día les pregunté cuál eran sus sueños. Y una chica dijo que solo soñaba
con dormir un día en una casa,porque siempre estaba en hogares de acogida y siempre de paso.

¿Y esa chica empezó a progresar?

¿Lo ve? Tiene usted demasiada prisa. Eso solo fue un día. Y en las escuelas de segunda oportunidad como el Llindar esa mejora es lenta.

¿Por qué?

Porque tratamos problemas que vienen de lejos. Antes hay que amabilizar , curar, sanar. Porque estos chicos llevan años percibiendo que ni sirven para nada ni van a ser nadie.

¿Los habían echado del sistema o eran ellos quienes habían abandonado?

Nuestra hipótesis es que el sistema les centrifuga y ellos abandonan. Se llama proceso de “desvinculación escolar”. Y en estos momentos se han desvinculado de la secundaria un 17% de los jóvenes catalanes y españoles.

El FMI y la OCDE suelen denunciarlo, pero las campañas electorales lo ignoran.

Pues ese fracaso y nuestra formación profesional disfuncional explica que tengamos un paro juvenil del 40% que nos convierte en lamentables líderes europeos del fracaso temprano.

¿Por qué fracasan escuela y mercado?

Son el mismo fracaso, que evidencia que nuestro sistema es incapaz de integrar y expulsa a casi uno de cada cinco alumnos. Y esa expulsión se arrastra hasta el mercado laboral.

Sorprende saber que son tantos.

Hoy en El Llindar tenemos 400 chicas y chicos con situaciones diversas, pero precarias. Y en Catalunya hay 6 escuelas como la nuestra y en España, 43: ocho mil alumnos de 13 a 21 años.

¿Cuántos años pasan en los centros?

Apostamos por itinerarios largos de entre 2 y 5 años. Y así logramos que algunos se reintegren en ciclos educativos y otros trabajen.

¿Por qué la escuela fracasa con tantos?

Porque el sistema es más perverso que una empresa. En él se fracasa y no hay consecuencias para nadie excepto para el fracasado. Se maquillan estadísticas en lugar de mejorar el sistema.

¿Cuál cree que es el nudo de ese error?

A nuestra educación le falta diversidad para adaptarse a cada alumno. No puede asfixiar como ahora con los currículos rígidos excluyentes para esa enorme cantidad de jóvenes.

¿Diversidad de escuelas para atender a la diversidad de los alumnos?

De los 8 chavales de Cornellà en el 2003 hemos llegado a 8.000 porque transcendemos la oferta administrativa para crear un camino diferente con la escuela de segunda oportunidad.

¿Cómo?

Fui a Marsella a estudiar la mayor escuela de segunda oportunidad de europa y en el 2015 creamos en Barcelona la Asociación Española de Escuelas de Segunda Oportunidad.

¿Barcelona, capital de la inclusión edu-cativa?

Unimos a 43 centros en España porque pensamos a lo grande y somos necesarios y útiles, aunque administrativamente heterodoxos.

Fuente: La Vanguardia

La molécula que denomina al alcohol se llama ‘etanol’ y es una sustancia tóxica. En la composición de las bebidas alcohólicas está el etanol en forma natural o adquirida, y su concentración es igual o superior al 1% de su volumen.
Según la RAE, ‘tóxico’ es toda sustancia o preparado que, en pequeñas dosis, produce la muerte o efectos agudos o crónicos, por inhalación, ingestión, o penetración en la piel. «Es un líquido transparente e incoloro y el principal ingrediente de bebidas alcohólicas como la cerveza, el vino o el brandi. Como se disuelve fácilmente en agua y otros compuestos orgánicos, también es un ingrediente de cosméticos, colonias, pinturas, barnices y combustibles. ¿Puede ser saludable algo que se usa sobre todo como disolvente, desinfectante, y combustible?», alerta en una entrevista el pediatra Carlos Casabona.
Este médico zaragozano ha publicado junto al dietista-nutricionista Julio Basulto ‘Beber sin sed’ (Paidós), una auténtica guía sobre todas las bebidas habidas y por haber, y que suelen formar parte de nuestro día a día, y es que es vital saber lo que bebemos porque es tan importante, o más, que lo que comemos.
Ambos autores dedican un capítulo de su libro a las bebidas alcohólicas, sobre las que llaman la atención que muchas veces las tomamos sin tener sed, gracias a esa ‘cultura de la bebida’ actual que en su opinión «tanto nos perjudica». De hecho, llaman la atención sobre el hecho de que al año casi 3 millones de muertes tienen lugar como consecuencia del consumo de alcohol, siendo además esta bebida «la primera causa de mortalidad y de discapacidad en personas de 15 a 49 años».


Las 6 razones por las que el alcohol es malo para nuestra salud


Las razones por las que el alcohol es dañino para nuestra salud serían las siguientes señalando que fundamentalmente éstas se derivan de su composición química:
1.- Es neurotóxico (afecta a las neuronas): El alcohol afecta, en pocos segundos tras su ingestión, a la capacidad de razonamiento cada vez que se bebe, aunque sea poca cantidad. No existe una dosis de consumo segura, aunque la publicidad arme que disfrutemos de un consumo responsable. Así pues, daña, sin duda a las neuronas, lo que provoca un daño permanente a la memoria, a la capacidad de razonamiento y a la forma en la que nos comportamos.
2.- Es adictivo, es decir, que su ingesta habitual puede condicionar una necesidad física de su consumo de manera diaria, de tal manera que se convierte en un hábito insano del que sea muy difícil salir sin ayuda.
3.- Es teratogénico: Afecta al feto y puede provocar malformaciones graves y trastornos del espectro alcohólico fetal (TEAF). Hasta 40.000 bebes nacen con un TEAF cada año en los Estados Unidos. Estos trastornos son de por vida, y sus efectos pueden resultar en problemas graves de orden físico y mental.
4.- Es cancerígeno: Su consumo se ha relacionado con cáncer de boca, faringe, de laringe, de esófago, de mama en mujeres, de hígado y de intestino.
5.- Está implicado en millones de muertes en el mundo por accidentes de tráco, suicidios, agresiones mortales, etc.
6.- Provoca problemas emocionales y laborales en los individuos, en sus familias, en el conjunto de la sociedad y tiene elevados costes económicos y medioambientales.


APUNTES QUE DEBES CONOCER


Ambos especialistas avisan también en el libro de ciertos aspectos que debes conocer, como por ejemplo su enorme rechazo, y más que contrastado cientícamente, de que una copa de vino al día es beneciosa para la salud del corazón: «El nivel de de consumo de alcohol que minimiza la pérdida de salud es cero. Lo único que podemos hacer con las bebidas alcohólicas es desaconsejarlas».

Aquí recuerdan también que por ejemplo la Sociedad Europea de Cardiología en 2019 declaró que «no debe promoverse en consumo de alcohol con moderación para proteger la enfermedad cardiovascular», al mismo tiempo que la OMS en 2012 señaló que «el alcohol es perjudicial para el sistema cardiovascular». Por eso sentencian: «El vino no es bueno para el corazón. Cualquier bebida alcohólica eleva el riesgo de sufrir problemas de corazón».
Otro aspecto que mencionan es aclara que las ‘cervezas sin alcohol’ sí tienen alcohol. «Poco, pero tienen. Su graduación alcohólica es menor al 1% de su volumen.
Mientras, la ‘0,0’ tiene una graduación alcohólica de un 0,03%», precisan Casabona y Basulto.
A su vez, destacan que, si lo que te preocupa es tu peso, el alcohol estimula el apetito y sus calorías líquidas (y vacías de nutrientes) aumentan el riesgo de obesidad. «Si te preocupa tu peso, reduce el consumo de bebidas alcohólicas», agregan.
Casabona y Basulto resaltan también que cualquier dosis de cualquier bebida alcohólica (incluidos el vino y la cerveza) incrementan el riesgo de padecer distintos tipos de cáncer. «El Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer aconseja evitar el consumo de cualquier bebida alcohólica para prevenir el cáncer», agregan.

Fuente: Infosalus.

El parte del jueves de urgencias pediátricas de Vall d’Hebron recogió tres casos del autolesiones. Tres en un solo día: una chica de 15 años con autolesiones físicas (cortes), dos de 13 con intento de suicidio con fármacos (los intentos de suicidio con sobredosis se consideran autolesiones, como también los golpes autoinfligidos o las ideas de muerte).

“Crece mucho, las autolesiones ya son una cuarta parte de todas las urgencias psiquiátricas que llegan a pediatría. Y baja la edad. En el análisis que hemos realizado con los 566 episodios atendidos entre 2015 y 2017 se nota el crecimiento y si en 2015 la media de edad era de 16 años, en 2017 ya era de 12”, resume Marc Ferrer, jefe de hospitalización psiquiátrica en Vall d’Hebron y líder de la investigación que ha llevado a cabo el servicio de psiquiatría del centro y la red de investigación en Salud Mental Cibersam.

Las autolesiones suelen ser un modo de regular la presión, de aliviar el malestar por no saber cómo manejar las emociones. “En sí mismo no parece gravísimo, hay mucha imitación a la hora de empezar a hacerlo, sobre todo se miran en las redes. Pero lo preocupante es que tiene un lazo claro con el suicidio. Cuando se pone en marcha la autolesión, en los siguientes tres años aumenta el riesgo de intentar un suicidio”, explica Ferrer.

La autolesión funciona como una droga, “cada vez necesitas más para tener e mismo efecto. Llega un punto en que no te sientes a gusto. Es autodestructiva. Te da muchos problemas con los iguales, sobre todo, provoca su rechazo. Empieza a fallar el rendimiento escolar, da problemas con los profesores. Y se llega a pensar que no vale la pena vivir”, explica el psiquiatra.

Que para un adolescente es difícil gestionar la frustración, la ira y que lo pasa mal no es nuevo. “A algunos les pasa de forma más intensa y buscan la manera de superarlo con atracones, que estuvo de moda hace unos años, con consumo de sustancias, y ahora, con autolesiones: el efecto es superrápido. Y a esa edad les va más la recompensa inmediata que la demorada. Todo encaja”.

Se copian en Instagram (ahora la plataforma envía mensajes por si necesita ayuda) o en la red que usen, sobre todo ellas. Los chicos a veces quedan camuflados con otras etiquetas, como conducta desafiante. Pero las patadas y los destrozos son posiblemente su particular auto-
lesión.

¿La familia? “Seguro que nos dedicamos a ellos menos de lo que deberíamos, pero los problemas los sufren sobre todo con sus iguales, la pieza esencial para madurar y donde tropiezan”, explica Ferrer. Sí que perjudican los padres que responden con un ‘no digas tonterías’ o los que dicen ‘me vas a provocar un infarto’. “Los padres tienen que estar ahí. Su respuesta influye claramente, pero no es causa directa. La principal fuente del problema se encuentra en sus iguales”.

¿La pandemia lo está empeorando? “Lo tenemos que analizar en profundidad. Pero de entrada, los adolescentes se han quedado sin espacio de ocio, de relación, donde verse, donde tener encuentros sexuales”.

A veces las familias piensan en trasladarse a un lugar menos agresivo, a un pueblo, para ayudarles. “Pero en todos hay internet y un modelo social según el cual has de ser un megacrack informático a los 10 años, si no ya vas tarde. La velocidad con la que hay que lograr el éxito les deja a muchos adolescentes más vulnerables fuera de juego”.

Fuente: La Vanguardia

MÓNICA MORÁN. Acaba de cumplir los 18 y define el móvil como una extensión más de su cuerpo. A pesar del calor no se quita la chaqueta de chándal. Mónica Morán es de León, ha venido a pasar el fin de semana a Madrid. Le cuelgan aros de las orejas, lleva un pendiente plateado en la lengua. Ha comido en un Burger King junto a la plaza Mayor con dos amigos de León y otro de Barcelona, cuya amistad se ha cimentado a través de las redes sociales. En el interior del local los cuatro estaban bastante inquietos porque hablaban de cosas que han vivido, y de las que tienen testimonio gráfico, pero allí no llegaba la cobertura así que cogían el móvil y agitaban el brazo, a ver si les entraba alguna barrita. Al salir, a Morán la frenan dos chicas y entre risas vergonzosas le piden hacerse un selfie. La noche anterior, la leonesa cruzó el umbral de los 700.000 seguidores en Instagram, que es algo así como la gran plaza virtual en la que coinciden millones de adolescentes. A ella suben fotos, vídeos y las llamadas instastories o historias a secas, que a menudo son pequeños fogonazos de sus vidas que desaparecen a las 24 horas. Como cuentan cosas en tiempo presente, a través de una de ellas me he enterado esta misma mañana de que Morán iba de camino a Madrid: aparecía ella en un tren, junto a sus amigos, con cara de dormidos y llamaradas en la cabeza.

Contacto a Morán por WhatsApp:

Conversación por Whatsapp

La cita es en el centro. Y enseguida Morán dice que este es su “primer verano como influencer”. Hace un año solo tenía su cuenta “privada” con unos 1.000 seguidores, lo habitual para alguien de su edad medianamente popular, “popu” en la jerga. En agosto de 2017, abrió una cuenta pública y empezó a colgar en ella vídeos que elaboraba en otra red social llamada Musical.ly, que se propaga entre menores como un tsunami. Los chavales graban en ella piezas breves similares a un videoclip: mueven los labios marcando las letras y se contonean con más o menos gracia. Morán suele acompañarse de trap y reguetón. Se graba sola o con amigos, compone transiciones imaginativas en la calle y en su casa, y baila al ritmo de temas provocativos, como este de Farruko, que supera las 600.000 reproducciones:

Para un novato resulta un misterio cómo se compone uno de estos vídeos. Muy pocos, fuera de la burbuja adolescente, conocen Musical.ly. Oí hablar por primera vez de esta red en un hogar de clase media ubicado al norte de Madrid. Aún era invierno.

QUEMANDO EL MÓVIL


Es un viernes de febrero, ocho y pico de la tarde, ruedan las coca-colas y las patatas fritas, hay una tele encendida con videojuegos ahí al fondo, donde se entretienen los hermanos mayores. Los padres se sientan en el sofá y en la mesa de la cocina se quedan los pequeños. Eva, Laura, Diego. Tienen 13, 14 y 15 años. Para romper el hielo, y explicar cómo usan el móvil, comienzan con “los fueguitos” de la red social Snapchat, que miden, según cuentan, el grado de amistad con una persona al otro lado. Una madre, antes de esfumarse, aporta: “Debe de ser interesante porque, a ver, Laura entre semana no tiene el móvil, porque si no no estudia. Y siempre me dice: ‘Mamá, por favor, déjamelo; es que tengo cinco fueguitos con no sé quién y los voy a perder”. La hija gruñe: “Es que no se pueden recuperar. Es muy difícil”. Otra madre añade: “Yo de esas cosas es que ni me entero”. Finalmente, los adultos se alejan y dejan que hablen sus hijos.

Eva y Laura han colocado su móvil sobre la mesa. Un Bq y un Samsung, táctiles, pantalla grande. Diego lo ha dejado en casa. La conversación transcurre a trompicones. No es fácil colarse en su mundo. Cuesta romper la burbuja, la barrera de la edad. Y hoy, en ese hermetismo, juega un papel clave el smartphone. Un territorio propio. Su adquisición marca, como un rito de paso, el fin de la infancia: a los 10 años, según el INE, tienen un móvil el 25% de la población; a los 14, un 93%. En esta era tecnológica se es adolescente en la medida en que uno dispone de teléfono conectado a la Red.

Los tres recuerdan con precisión la fecha en que lo recibieron:

—Cuando hice la primera comunión, en 2013.

—El pasado verano.

—El 23 de diciembre de 2015.

Si se les pregunta cuánto lo usan, no saben ni qué contestar: “Buf, no sé, ja, ja”. Los padres ponen restricciones o lo esconden. Los profesores lo prohíben y lo requisan. “Te ven con él y es como si estuvieras a punto de explotar una bomba nuclear”, según Diego. Los chavales tienen sus fórmulas para tratar de pasar más tiempo con el aparato, como irse en el recreo detrás de unos bambús. Hablar, en el sentido tradicional, apenas lo hacen. Pero sí se llaman, por ejemplo, cuando juegan a polis y cacos en el pueblo: “¡Es mucho mejor! Se vuelve un juego más de estrategia”. Lo que más usan, convienen, es Whats­App. Vale para una conversación íntima y para saber qué hay de deberes y estudiar en común y para pasar a toda velocidad las respuestas de un examen de una clase a otra y para que los padres sepan dónde andan y para enviar memes y chistes y test psicológicos. “Para hablar con amigos”, sería el resumen. Eva, que es la de 13 años, muestra el chat de su clase. Están 24 de 28 alumnos.

Facebook y Twitter, para ellos, han pasado de moda. Snapchat anda de capa caída. Ahora, dicen, despunta Musical.ly, que definen como “una especie de karaoke; ponen una música y tú tienes como que ir haciendo las cosas”. Diego reniega, porque no hay rock en esa red social. Para escuchar sus canciones favoritas en el móvil convierten vídeos de YouTube a MP3 y las reproducen con Google Play. Siguen a youtubers jóvenes como Paula Gonu, los hermanos Jaso, y Soy una pringada, la más contracultural de los tres, que saluda a sus 220.000 suscriptores maquillada como un cadáver.

A veces, Laura ve series en el teléfono mientras desayuna. O lo usa como un entrenador personal, para hacer tablas de ejercicios en casa. Los tres tienen algún juego en el móvil (de fútbol, de una bolita, de números). Y por encima de todo esto, en el pedestal, se encuentra Instagram. A Laura la siguen casi 700 personas; a Eva algo más de 300; a Diego poco más de 100. Sus perfiles están “candados”, es decir, solo se los puede seguir si ellos lo autorizan. Pero tanto Eva como Laura reconocen que tienen más cuentas. En una de ellas, en la que llaman “privada”, solo dan acceso a su círculo más cercano, y muestran en ella su cara más vulnerable. Los tres siguen a Cabronazi, con 3,5 millones de followers, que tratan de explicar: “Hace memes”, “tonterías”, y los tres se parten de risa. Laura dice que sigue a famosos, como las Kardashian. Y Diego asegura que usa Instagram para “informarse”, es decir, si un periódico al que sigue sube alguna foto, la mira. “No voy a estar bajando a buscarla”. De los tres, la más activa parece Laura, que añade una foto suya cada dos semanas: “Lo tengo programado así para que reciba los mismos likes que la anterior”. En ellas, suele posar mirando al infinito y con alguna frase impactante.

De la casa salgo con un chat compartido con los tres, autorizado por sus padres. Lo bautizo Quemando el móvil, le añado un icono de un teléfono ardiendo. Y a lo largo de cinco meses han ido compartiendo un poco de todo.

Un día, Laura envió un vídeo del youtuber Hamza Zaidi, un joven madrileño de origen marroquí. Y añadió: “Me sentí superidentificada”. Titulado Espionaje de chicas, en el clip Zaidi interpreta a una joven que llama a sus amigas porque su novio ha quedado para salir “de fiesta”; activan de inmediato un “código de espionaje” para comprobar si liga con otras: “Ok, tía, yo me dedico a espiarle los stories”, responde una, mientras otra se dedica “a ver si le da ‘me gusta’ a alguna zorra”.

Unas semanas después, sondeo en el chat sobre ese botón de me gusta y el efecto like:

Conversación por Whatsapp

Tras unos días, vibra el chat:

Conversación por Whatsapp

GENERACIÓN IPHONE


Sean Parker, el arrepentido expresidente de Facebook (compañía también dueña de WhatsApp e Instagram), habló en 2017 sobre ese botón de like. Confesó que surgió de las estrategias para tratar de “consumir el mayor tiempo posible de atención consciente de la gente”; que le daba a los usuarios “un pequeño golpe de dopamina” y de ese modo lograba “explotar una vulnerabilidad de la psique humana”. La validación social. Añadió: “Solo Dios sabe lo que le está haciendo a la mente de nuestros hijos”.

Esos hijos, los adolescentes de hoy, nacieron ya bajo el influjo del móvil. La mayoría de los entrevistados para este reportaje, de entre 13 y 19 años, distinguen en sus primeros recuerdos a los adultos con un apéndice en la mano. El primer teléfono que se le viene a la mente a una de 16 es el Nokia que le dejó su madre para jugar a la serpiente en un restaurante (probablemente para que no diera la lata). Tomaron potitos entre SMS, se desarrollaron a la vez que el 3G, se curtieron en redes sociales en espacios virtuales para niños como Habo, se foguearon en la mensajería instantánea con el Messenger, soplaron diez velitas con la globalización del iPhone, que nació en 2007, y sintieron muy pronto el hormigueo en la tripa de una nueva solicitud de amistad. Para los más veteranos, tener un millar de seguidores es “como la base”, y flirtean antes por Instagram que cara a cara. Cuando quieren pasar a mayores, piden el número de móvil y siguen por WhatsApp, arguyendo alguna excusa que ellos sí entienden: “Es que me quedan pocos datos”.

El 49% de los españoles de entre 14 y 18 años usa más de cuatro horas al día WhatsApp y otros servicios de mensajería y el 70% pasa más de dos horas diarias en redes sociales, según el informe Etudes del Ministerio de Sanidad (2016). Casi todos (más del 95%) lo hacen a diario, a través del smartphone y desde casa, según el Estudio General de Medios.

El móvil, se podría decir, es como la calle del siglo pasado. Algo así me comenta Mónica Morán, que tuvo su primera Blackberry a los 13, en un audio de WhatsApp

“Hoy en día pues obviamente no hay la misma libertad que antes (…) Entonces, claro, cuando te dan el móvil es una especie de libertad que te dan sin necesidad de salir a la calle (…) Puedes hablar, puedes jugar con tus amigos, puedes hacer de todo a través del móvil sin casi ni tener que salir de casa”

En estos tiempos, “abrir un privado” equivale a llamar al timbre de casa de tu mejor amigo. Y las estadísticas (del Injuve, el CIS y el INE) parecen sugerir un cierto efecto jaula dorada: los adolescentes de hoy salen menos por la noche que hace una década (también beben menos, fuman menos y se drogan menos). Pero en los últimos años crece el número de los que nunca quedan a dar una vuelta, nunca practican deporte fuera del colegio ni hobbies del estilo “pintar, tocar algún instrumento, escribir” y nunca leen un libro por placer. También aumenta el número de quienes se declaran “insatisfechos”; y cae el de quienes duermen más de ocho horas. La crisis podría explicar una parte de todo esto, y también el cambio en el modo de consumo y de los patrones sociales. Pero el móvil y la hiperconexión digital probablemente tengan algo que ver. Otra prueba indiciaria: si el coche fue el símbolo de independencia juvenil hasta hace poco, tener el carné de conducir ya no parece indispensable para los que vienen. En 2008 el 52% de los jóvenes se lo había sacado antes de los 20; en 2016 no llegaban al 38%.

En este tipo de investigaciones generacionales trabaja Jean M. Twenge, profesora de psicología de la Universidad de San Diego, que lleva 25 años estudiando la evolución de los adolescentes estadounidenses. Editó el año pasado el libro iGen, una llamada de atención sobre el cambio profundo en el modo de vida de los posmillennials. Tal y como explicó en una adaptación de su ensayo publicada en la revista The Atlantic, siempre han existido diferencias entre épocas, pero estas solían ser graduales. Hacia 2012, sin embargo, comenzó a descubrir saltos abruptos en las gráficas: “Las suaves pendientes se volvieron montañas y acantilados escarpados (…) En todos mis análisis de generaciones —algunos llegan hasta 1930— no había visto nada parecido”. Falta de sueño, menor número de quedadas con amigos, menos citas, menos sexo, ausencia de diálogo con la familia, mayor sensación de soledad, incremento notable en los síntomas depresivos… “Las correlaciones son lo suficientemente fuertes como para sugerir a los padres que les digan a sus hijos que suelten el móvil”.

RADIO GUARIDA


Raquel Robles es profesora en un taller de radio en un centro juvenil de Móstoles, un municipio del sur de Madrid. Sus alumnos tienen 13 y 14 años. Un sábado de abril aceptan recibirme en su programa semanal para hablar de móviles. Ante la inminente cita, la profesora me avisa de que va a crear un grupo de WhatsApp con los chavales y advierte: “Espera la lluvia de corazoncitos”. Enseguida, Robles provoca una cascada de emoticonos cuando envía al grupo un vídeo de ellos haciendo el ganso en la radio:

Conversación por Whatsapp

La Guarida, así se llama el centro juvenil, se encuentra en un edificio colmena encajonado junto a las vías del tren. En la pared de entrada al estudio cuelga un cartel a rotulador: “El amor es como el wifi. Todos quieren tenerlo pero nadie conoce la clave”. En torno a la mesa, los chavales hablan a micrófono abierto:

Lucía: No sé si os pasa, pero como que uno se pone con el móvil para buscar cosas en Internet al estudiar, el significado de palabras, cosas así, y termina en YouTube.

Samia: Estás en la calculadora resolviendo algo, y te llega un mensaje de WhatsApp; dejas la calculadora y te pasas al WhatsApp.

Lucía: Y luego se te olvida lo que estás haciendo.

El programa sigue y Melisa cuenta que sus padres se lo requisan a diario. “Me lo dejan en fin de semana y ya desfogo”. Desfogar significa que puede pasar seis horas seguidas con él. Ve o hace musical.lys, se mete en Snapchat, lee relatos en Wattpad, donde los usuarios suben sus propias historias. De hecho, ha llegado a la radio y se le ha muerto la batería. Lástima, porque quería leer una de las poesías que a veces anota en el móvil, cuando no le quedan datos, y va en el autobús sin wifi. También lo usa para enterarse “de lo que pasa”. Es decir, como es “superfán” de Operación Triunfo, sigue “un canal que te pone las noticias de última hora”. Y usa también la aplicación Classroom, un aula virtual donde los profesores del instituto suben sus lecciones.

Al poco, Melisa alarga el brazo y hace un selfie; Raquel inmortaliza el momento y envía la foto al chat:

Conversación por Whatsapp

Poco después, Lucía dice con timidez: «Mis padres no me lo prohíben. Más bien soy yo la que me lo prohíbo, porque muchas veces me quedo ahí como muy enganchada…”. Samia añade: “Si te quitan el móvil es como que te falta algo. Pero te ayuda a dormir mejor, porque no te acuestas con él, tantas horas, eso daña los ojos, y estudias mejor”. Mario: “Lo complicado es jugar a juegos de mesa con dos personas con el móvil, y no miro a nadie”. Melisa: “Es verdad. Soy culpable. He estado mirando musical.lys”. Samia, de nuevo: “En mi instituto, los de 16 años están enchufados en el recreo, y no lo dejan hasta que suena el timbre. Creo que deberían aprovechar para jugar”. Melisa, sobre los peligros: “Que te hable alguien al que no conozcas. O que un pederasta te pida fotos y se las des”. Y Samia: “Hay que tener cuidado. Si subes una foto medio desnuda o en toalla, todos esos seguidores te van a empezar a comentar y pueden hacer captura, y mandarla a otra red social”.

Por cosas así, Pablo Llama, psicoterapeuta del programa de adolescentes de Proyecto Hombre, con experiencia tratando el uso abusivo de la tecnología, considera peligroso hablar de nativos digitales. “Porque presuponemos que están preparados. Y nada más lejos de la realidad. Manejan la tecnología, pero están desnudos en el mundo digital”. Un estudio de la red europea EU Kids Online da alguna pista sobre el tipo de impactos que recibe ese cerebro desnudo. El documento analiza por tramos de edades, y compara la evolución entre 2010 y 2015, cuando se generalizó el uso del smartphone. Datos para los de 15 y 16 años: un 42% recibió mensajes sexuales en 2015 (frente a un 13% en 2010); un 70% vio imágenes sexuales (frente al 17% en 2010); el 28% sufrió bullying o ciberbullying (frente al 18% en 2010). Creció también el número de quienes se sentían “aburridos” cuando no podían conectarse (39% frente al 15%).

La coordinadora del estudio, la socióloga de la Universidad del País Vasco Maialen Garmendia, dice que, en cualquier caso, a menudo se exagera todo lo que tiene que ver con los jóvenes: “Se habla de dependencia de los adolescentes. ¿Y qué pasa con los adultos?”. Solo hace falta echar un vistazo en el metro, en la oficina, en los parques, en cualquier cena de cualquier hogar.

MILA


Un día, apareció en la redacción una adolescente llamada Mila. Ella quería saber cómo se preparaba un reportaje; yo le dije que, siendo adolescente, podía echarme un cable. Le pasé un artículo de Financial Times titulado ‘La vida secreta de los hijos y sus teléfonos’. Me lo devolvió con la penúltima frase subrayada. Donde decía “las redes sociales permiten a las personas ser ellas mismas”, añadió a lápiz: “A veces te fuerza a ser como los demás quieren y terminas perdiendo tu esencia”.

Mila es alta y fuerte. Cinturón negro de yudo. Y en su mochila lleva un libro de Thomas Mann. Tiene 16 años, los ojos del color del desierto y una melena hasta media espalda. Odia el reguetón, se ha quitado de Instagram. Me ha contado que en su instituto el móvil está prohibido, y entonces los alumnos aprovechan el recreo para salir a la puerta y mirarlo. Así que un viernes por la mañana le escribo un mensaje:

Conversación por Whatsapp

Nos sentamos en un banco a la puerta de un instituto para ver el ambiente. A las 11.00, comienzan a acumularse chavales en la entrada. El que sale, saca el móvil del bolsillo como un acto reflejo. Los novios se besan, se despiden y, al girarse, desenfundan y se alejan mirando la pantalla. Muchos llevan un auricular colgado de la oreja, aunque hablen con el resto. Uno camina haciendo rotar el smartphone como un revólver. En la marquesina, frente a la entrada, destaca un anuncio de Samsung. Mientras, Mila cuenta que, a veces, cuando queda con amigos, hacen una “montaña de teléfonos”. Colocan uno sobre otro, como ladrillos, y el primero que lo coja pierde y paga la cena, por ejemplo. Lo hacen para tratar de hablar cara a cara. Le pregunto si en verano aún se escriben cartas en papel entre amigos. Me mira como a un marciano. “Si quieres ser clásico, mandas un e-mail”.

Al poco, Mila me acompaña a entrevistar a Eulalia Alemany, directora técnica de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción. Pedagoga de 53 años, Alemany constata que cada vez le llegan más padres preocupados; muchos le preguntan por qué miramos tantas veces el móvil: “Porque genera placer. Mirarlo significa charlar con un amigo, ver fotos. Eso está bien. Se convierte en un problema cuando lo necesitas, cuando tienes miedo a perderte algo, a que no llegue un mensaje, a la ausencia de likes”. Añade un dato: el uso compulsivo de Internet ha pasado del 16,4% en 2014 al 21% en 2016 entre los de 14 y 18 años. En su opinión el móvil “no es un demonio”, sino “un gran invento”, con más ventajas que inconvenientes y riesgos educables. “Permite acceder a toda la información desde el bolsillo; ofrece la posibilidad de conectarte al mundo. De solucionar problemas de forma colaborativa. Hemos puesto en manos de nuestros hijos una herramienta hiperpotente. Ahora hay que enseñar a utilizarla”.

Mila también aporta sus preguntas:

—¿Qué uso se considera adecuado?

—El que no te genere problemas ni provoque una actitud compulsiva ni ponga en riesgo tu intimidad. Y que sepas medirlo. Y tenga un acompañamiento de los padres. Los adolescentes están en pleno desarrollo. Tenemos que ser coherentes y no pensar que ya son adultos.

—¿Algún número de horas en concreto?

—La respuesta es el sentido común.

Tras la entrevista, Mila parece algo decepcionada. No hay normas claras de uso. Pero dice que le ha sorprendido que existan tantas estadísticas, como la del incremento en el consumo de hipnosedantes entre chicas, asociado a la falta de sueño. Le encaja con el perfil de una amiga, que sale poco de casa y pasa mucho tiempo en Internet: le cuesta mucho dormirse. “Debe de ser por la exposición a la luz de la pantalla”. Su amiga accede a chatear por WhatsApp. Dice que usa el móvil cerca de una hora al día; usa mucho más el portátil.

Conversación por Whatsapp

Añade que, en estos momentos, se encuentra en su casa y se ha puesto en el portátil, de fondo, un youtube de gameplays (vídeos que recogen una partida de un videojuego), mientras charla por WhatsApp y mira Instagram en el móvil. Como son las ocho del primer viernes de vacaciones, le pregunto si tiene plan fuera de casa. Y no. Está en casa con una amiga.

Pregunto en el chat Quemando el móvilqué hacen ellos, si son de salir por ahí y dónde van cuando quedan. Eva responde la primera. Casi siempre va a un centro comercial: “Vaguada 24/7”, dice su mensaje. Laura añade que ella queda para ir de compras por el centro. Y, a menudo, va “de fiesta a sitios como Kapital y Joylight, que son discotecas de jóvenes”. Lo que se suele hacer en estos locales: “Vas, bailas, bailas mucho, conoces a gente, te tomas algo (sin alcohol), conoces a un chic@ y te vas con él, hablas, etc. Luego vuelves a bailar, vas con tus amigas, haces un par de instastories para dar envidia y ya”.

LAS LINTERNAS


La macrodiscoteca Kapital tiene siete plantas y organiza fiestas para adolescentes de 14 a 18. La sala tiene una cuenta de Instagram en la que cuelgan imágenes de lo que se cuece ahí dentro. Pasando revista a sus publicaciones, un vídeo llama la atención: aparece una chica grabándose a sí misma sobre el escenario, tarareando música de Daddy Yankee, con una legión de chavales detrás. Con la luz tenue, ese ejército en ebullición de pronto eleva sus teléfonos con la luz de la linterna encendida, y el efecto resulta impactante. Cientos de luciérnagas en una cueva. ¿El símbolo de una generación?

La chica que lo graba, en primer plano, tiene una cuenta en Instagram con el seudónimo Monismurf. Casi 700.000 seguidores. En realidad se llama Mónica Morán. Pregunto en Quemando el móvil si la conocen. Eva responde: “Yo sí, de Musical.ly. Si ves sus vídeos e intentas hacerlos como ella es muy difícil. Los hace genial”.

Al link de contacto que aparece en la cuenta de Monismurf responde Marcos Leva, un madrileño de 18 años que dice ser su mánager. Ha fundado la agencia de representación Vicious. Por WhatsApp envía las coordenadas de su oficina, que es un piso en una urbanización familiar. En esa oficina no hay nada salvo una mesa larga y una televisión, y el portátil que se ha comprado Leva “para parecer más pro” porque en realidad no lo necesita. Señala al móvil: todo puede hacerlo con ese aparatito. Criado en Vallecas, alto y largo de piernas, como un flamenco, Leva empezó a los 16 a trabajar en una compañía de publicidad; cuando terminó el instituto, el año pasado, fundó su empresa, y ahora representa a jóvenes con impacto en redes, los llamados influencers. Gestiona para ellos campañas online a cambio de un porcentaje. Sus representados suman 3,3 millones de seguidores en Instagram. “Una persona de 40 años es imposible que entienda cómo funciona esto”, dice. Y sin embargo muestra una visión pesimista sobre la tecnología. Define el móvil: “La peor droga que hay hoy”. A los adolescentes: “Un caos. Veo que no se esfuerzan. Tienen talento, pero poca capacidad de sacrificio. Y cuesta centrarse. El móvil te abre tantas puertas que tienes distracciones por todos lados”. Sobre el botón de like: “Algunos piensan que da la felicidad. Todo lo contrario. Es algo temporal, irreal, online. Todo mentira”. Pero él vive de esa estructura. Organizó, por ejemplo, una fiesta en Kapital en la que el lema era “fichotéame”. Acudieron unas 800 personas.

Pregunto en Quemando el móvil qué significa “fichotéame”. Pillo a los tres juntos de camino a Pirineos. Me mandan un selfie. Y Laura responde con un audio:

Conversación por Whatsapp

Leva añade que en ese tipo de fiestas los chavales llevan en el pecho una pegatina con su nombre de usuario. Si ves a alguien que te interesa, lo buscas en la red y, en lugar de acercarte, le abres un direct (mensaje privado).

Contacto con el director de marketing de Kapital Young por Instagram y, a través de un audio de Whats­App, relata usos y costumbres de los adolescentes.

“Lo que más les gusta hacer son las instastories, las historias de Instagram (…) subir fotos, como que se van de fiesta (…) y el tema del ligoteo, ahora (…) es muy, muy típico encontrarte a alguien que te llama la atención y pedirle el Instagram”

Esta red es donde se mueve hoy todo entre los jóvenes. Están en ella el 72% de los menores de 24. Bastante por encima de Facebook y Twitter, según la consultora IAB. Instagram no da cifras por edades. Pero asegura que cuenta con 12 millones de usuarios en España. El verano pasado, era el cuarto país que más historias producía del mundo. Y Madrid, la quinta ciudad donde se publicaron más stories (tras Yakarta, São Paulo, Nueva York y Londres, con una población muy superior).

La dirección de Kapital deniega el acceso a su última fiesta light antes de verano. En la sala Barceló (antiguo Pachá), en cambio, celebran “The last one. Fin de temporada” y dejan vía libre. En el chat Quemando el móvil:

Conversación por Whatsapp

Sábado, seis de la tarde. Calor en la puerta de Barceló. Un remolino de chicas en shorts; otro de chicos con la camisa por fuera. El jefe de seguridad de la sala franquea el paso al territorio adolescente. La música atruena, cientos de manos con pulseras fluorescentes, cuerpos en movimiento. Mucho móvil. Unos lo miran. Otros chatean. Se graban en grupos, cantan a cámara, ponen morritos. O lo llevan colgados en riñoneras o sujeto entre el pantalón y el ombligo. En el baño, que tiene la puerta abierta, unas chicas se retratan frente al espejo: fotos postu. En la zona vip hay un DJ de 19 años con 41.000 seguidores en Instagram; un chico de 16 que juega al fútbol en el Getafe juvenil con 36.000; una ex de MasterChef Junior con 14 años y 122.000. Los dos últimos se preguntan su cuenta y comienzan a seguirse. La masa se mueve. El DJ coge un micrófono: “¡Manos arriba! ¡Más linternas!”. Se forma una constelación en la oscuridad y brama la jauría con el móvil en alto. En el mundo real el efecto sobrecoge.

VACACIONES DE VERANO


El lunes 25 de junio, tras la fiesta en Barceló, Marcos Leva me envía el móvil de Mónica Morán, alias Monismurf, su representada con 700.000 seguidores en Instagram. Contacto con ella. Es de León. Tiene 18 años. Está preparando sus exámenes de la Evau extraordinaria de julio porque le han quedado dos asignaturas. Al teléfono dice que estar sin móvil es como volver a la Edad de Piedra: “Si se te apaga o te lo dejas en casa es como que empiezas a vivir de otra forma; rollo superviviente o cavernícola”.

Ese mismo día, Mila escribe desde el campamento de yudo al que le han enviado sus padres. Le había pedido que tratara de convencer a un grupo de amigas para ser entrevistadas. Logra organizar el encuentro desde allí.

Nacidas en 2002, el grupo de amigas habla sobre su generación: “Ahora, en realidad, todo es postu. Hacer parecer que tu vida es perfecta, de mayores”. Cuentan una historia real: chico y chica salen juntos; chica envía a chico foto de ella desnuda; chico envía a sus amigos la foto; uno de ellos la enseña en el autobús. “Hay gente que en las redes sociales es otra persona. Uno me empezó a enviar lyrics de trap. Me dijo: ‘Tu clítoris puede ser mi joystick analógico”. Abren Snapchat para mostrar el mapa que geolocaliza a sus amigos: hay avatares de adolescentes en varios continentes. “A las once de la noche”, dicen, “hierven las redes”. “Yo estoy en 15 redes sociales”. “Los jóvenes las usan mucho porque necesitan mucha atención. Antes había más contacto con la familia y los amigos. Somos como más islas únicas”. “Tener amigos en redes no te hace sentir más acompañado”. “Nuestra generación está llorando por dentro, por fuera está todo maquillado”. Tras la conversación, pasan junto a una vieja cabina y solo una recuerda haberla usado una vez.

El viernes 29 de junio, husmeando en Instagram, descubro a través de una instastory que Mónica Morán se dirige a Madrid. En el vídeo salen también sus amigos.

Ventajas de la tecnología: nos citamos de inmediato en el centro. Comemos en el Burger, sus fans le piden un selfie, tomamos café en una terraza. Y, en la sobremesa, su amigo Andrés Juste, que es de Sant Boi de Llobregat (Barcelona), a veces desconecta y mira el móvil: está esperando a que su cuenta llegue a 73.000 seguidores. Le faltan 32. Pronto, añade, tendrá más followers que habitantes tiene su municipio. Rapado por los lados y con un flequillo largo, como la punta de un pincel, Juste confiesa que hubo un momento en que se deprimió porque las imágenes que subía (casi siempre de sí mismo) no generaban el mismo entusiasmo. Más tarde lo aclarará por WhatsApp:

Conversación por Whatsapp

Juste tiene 19 años, estudia un ciclo superior de administración, le encantan los videojuegos, se le pone la piel de gallina cuando en el fragor de una partida se le unen espectadores por las redes. Ahora le ha dado por Musical.ly, por eso conoció a Mónica. Venían eufóricos, diciendo que el móvil les ha cambiado la vida: gracias a él se encontraron. Pero de pronto, la entrevista se vuelve grave. Él habla de cuando va al pueblo. Allí no hay cobertura, sale en bici, pica el timbre a sus amigos. “Es como que vivo más”. Irá este verano. Morán añade: “Me da rabia que hoy, en lugar de vivir las cosas, parece más importante demostrar que lo has vivido”. Ambos piensan que se ve enseguida si existe química entre dos personas porque no miran el teléfono cuando están juntas.

Un instante después, cogen el iPhone de Juste, que lleva el nombre de su cuenta de Instagram tatuado en la funda, abren Musical.ly, miran a cámara, comienzan a grabar, rotan el terminal alrededor de su rostro, como si hicieran un truco de magia, con golpes de muñeca y giros eléctricos; gesticulan la letra, paran, gesticulan de nuevo, y terminan sacando la lengua, lo cual deja bailando en el aire el pendiente de plata que ella lleva en la punta. En dos minutos lo tienen listo. Al revisarlo no le ven calidad suficiente. Deciden no subirlo a Instagram, pero aceptan enviármelo. Y, justo antes de desaparecer por las calles de la ciudad, Morán mira su móvil y murmura: “Me queda un 3% de batería”.

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