En Los Que No hemos lanzado una nueva campaña de comunicación con el fin de advertir sobre el riesgo de iniciarse en el consumo de alcohol en los contextos de veraneo incidiendo está vez en los peligros de las redes sociales y la permisividad familiar.

A continuación os mostramos la entrevista completa a Raúl Izquiero, Coordinador Técnico y Psicólogo de los que no, así como los diferentes vídeos con la entrevista de la nueva Delegada para el PNSD y el coloquio con las chicas adolescentes.

ENTREVISTA A RAÚL IZQUIERDO, COORDINADOR TÉCNICO Y PSICÓLOGO DE LA ASOCIACIÓN DUAL

¿En qué sentido la familia puede convertirse en un factor de riesgo en el inicio del alcohol?
En principio si las familias se convierten en un factor de riesgo es de manera involuntaria, no lo pretenden. Puede suceder por acción, en el caso de algunos padres o madres que hacen uso o abuso habitual del alcohol en el contexto no tanto diario sino como de fin de semana o que lo connotan como algo festivo, como el “reposo del guerrero”, por fin hemos llegado al fin de semana y nos podemos aliviar de esta manera. Eso sería por acción. Por omisión, algo que venimos repitiendo desde hace ya tiempo. En el caso de los contextos de veraneo, en el pueblo, cuando las familias se relajan y ceden el control y la supervisión del hijo pequeño a un tercero que suele ser otro menor del grupo, que es primo u otro familiar un poco más mayor, que se va a encargar de cuidar de él no tenemos constancia de a qué se dedica esa persona.
¿En ocasiones los padres son demasiado permisivos con sus hijos?
Efectivamente, si los padres no tienen claro que tienen que poner límites firmes y que deben poder defenderlos puede suceder que esa laxitud se convierta en un potenciador del inicio del consumo de alcohol. Aquí nos enfrentamos al dilema del modelado. Imaginaos padres que fuman o que hacen uso razonable del alcohol y que se plantean que como le van a prohibir a su hijo lo que ellos hacen. Esto se resuelve de una manera muy sencilla: los padres y madres pueden fumar y beber al amparo de la ley, los menores no, el menor está fuera de la ley y los padres deben hacer valer la ley dentro de su casa.
¿Qué consejos se puede dar a los padres para evitar estas situaciones?
Ante todo mucha calma. Esa es la idea y una vez que ya tenemos bastante calma, insistimos en crear espacios para el diálogo con nuestro hijo, abrirnos a la escucha, sin sorpresas, sin prejuicios, sin dramatismos, que nos pueda contar, que pueda compartir con nosotros por ejemplo si hay algún amigo suyo que bebe o que fuma o este tipo de cosas. Recabar su opinión porque es importante, preguntarle qué opinan otros del grupo sobre eso. Nos parece muy importante configurarnos como agentes honestos, sinceros y confiables y accesibles.
¿Por qué las redes sociales suponen un factor de riesgo?
A nuestro modo ver el riesgo que entraña las redes sociales surge fundamentalmente de que quiebran las defensas o los elementos de protección que el menor o su familia dispone de cara a los agentes de riesgo. Me explico: imaginemos que un menor se queda en casa porque no va a ir a un botellón porque sus padres le dicen que no vaya o porque él decide no ir, bueno pues el botellón va a atravesar las paredes, las puertas y las ventanas de casa y va a aparecer en su teléfono móvil en su habitación de manera que el de manera activa o pasiva va a participar de este fenómeno.
¿Qué efecto causa en el menor que lo recibe?
La persona que lo recibe, en este caso el menor, aparece en su teléfono móvil como una hazaña incuestionable. En otro tiempo, si él no ha ido al botellón y se lo cuentan sus amigos cada uno le contara una visión subjetiva […] En el caso de cuando te mandan un vídeo a través de una red social eso es una verdad absoluta, es una hazaña incuestionable y tú no has participado de ella.
¿Cuáles son las redes sociales potencialmente más peligrosas?
Cualquier red social que deje fuera del control y supervisión a los padres, que en el intercambio de información y contenido, los padres no sepan nada, no puedan participar, cualquier red social que curse así, es especialmente peligrosa. Yo hablaría de las de intercambio de contenidos y de mensajes de forma instantánea probablemente son las más peligrosas en este momento.
¿Cuáles son los contenidos que más se difunden?
Hasta donde sabemos suelen ser en botellón en forma de desafío o reto, de hazaña: cuántas veces me he bebido no sé qué, cuántas cosas me he tomado aparte del alcohol, y qué cosas he hecho luego. Incluso mandan vídeos que a lo mejor podrían resultarnos vergonzantes como alguien cayéndose repetidas veces que ellos lo toman a chanza. Y en vez de ser algo criticado por el menor se convierte en un logro.
¿Cómo funcionan las redes sociales en relación a la presión de grupo?
Tengamos en cuenta que el botellón al final es que la mayoría lo hace con lo cual el que no participa de él se margina. Y tengamos en cuenta que en las redes sociales la presión de grupo se multiplica, ya no son tus amigos de tu localidad, de tu entorno, de tu barrio, muchas veces son los amigos de otra parte de Madrid, del pueblo, de otras partes, los que te están presionando porque tú eres un mojigato, porque tú no participas de eso.
¿Qué pueden hacer los padres ante estas situaciones?
Los padres tienen que poder intervenir y la forma de intervenir adecuada es intervenir y poder pactar con el menor, siempre intentando llegar a acuerdos. Ahora bien, si no hay forma de llegar a acuerdos se interviene. Vamos a ver, los padres compran el teléfono, pagan la línea, tienen que tener derecho a poder ver lo que se hace con los móviles, los ordenadores o las tabletas. Si no podemos negociar solo nos queda el camino de la imposición, que no es un derecho, es un deber, porque los padres deben proteger a sus hijos en controlar lo que hacen, deben poder supervisar, deben tener un papel fundamental en lo que hacen sus hijos en las redes sociales.
El inicio en el alcohol también tiene algo de rito de paso hacia la vida adulta, ¿no es así?
Claro, algo que está intrincado en nuestra cultura, el alcohol forma parte de nuestra cultura, es la idea de que en algún momento hay que empezar a beber y la certeza, probablemente compartida por toda la sociedad, de que eso va a suceder antes de la mayoría de edad. De modo que cuando por primera vez el menor se emborracha o bebe alcohol eso pueda ser interpretado por los padres como algo normal, como la primera piedra hacia la madurez. Un hito hacia la vida adulta. Eso es una auténtica perversión, eso no puede ser así.
Es habitual que las celebraciones se hagan con alcohol
Podemos entender que a lo mejor al acabar los exámenes y al haber aprobado todo se celebra, ¿no?. Siempre repetimos aquí que si España gana el Mundial nos emborrachamos y si pierde, también. Forma parte de nuestra cultura que si has conseguido un éxito todo el mundo piensa que lo tienes que celebrar emborrachándonos.
¿Los padres no tienen autoridad para imponerse?
Deberíamos hacer crítica de si eso es adecuado o no. Lo que ocurre a menudo es que los padres de alguna manera son muy tolerantes con eso que entienden que ellos hicieron bien en su día. De hecho, conocemos padres que presumen de que los jóvenes de antes sí sabían emborracharse y los de ahora no. Eso es una auténtica locura. Nosotros sí sabíamos emborracharnos no tiene nada de positivo, incitamos al menor a que compita con nosotros, a que acepte el desafío. Es una barbaridad: no existe saber beber, no existe saber emborracharse.

Entrevista Plan Nacional Sobre Drogas
María Azucena Martí, Delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas

¿Qué aspectos destacaría como principales factores de protección o riesgo frente al consumo de alcohol en menores de edad?
Cuando hablamos de factores de protección es importantísimo inculcar en la persona el que sabe y puede protegerse, cuidarse, sacar de sí el mejor rendimiento tanto a nivel físico con el deporte, como a nivel intelectual, o como a nivel laboral. Que tenga expectativas de mejora de su capacidad, ponerse pequeños retos, luego más grandes retos y que pueda ir cumpliéndolos. Es muy importante este factor de protección. Y después el otro, el que vive en un entorno donde puede participar, es decir, puede mejorar también aquellas condiciones sociales o aquellas condiciones del entorno donde él participa y mejora.
¿Cree que en ocasiones los padres se enfrentan al dilema del modelado y les resulta difícil prohibir a sus hijos algo que ellos hacen?

Hay que tener en cuenta que el adolescente lo que tiene percibido en el alcohol —porque lo tiene percibido porque es lo que les hemos enseñado a nivel social— es que el alcohol crea euforia, crea fiesta, crea vínculo, crea desinhibición, crea esa experimentación de llegar a ciertos límites… Pero eso no lo ha aprendido porque sí, eso lo ha aprendido porque hay un modelaje a nivel social desde nuestros ritos, desde nuestra cultura, desde nuestra sociedad de que es así. No podemos pedirle a un adolescente que se regule en algo que nosotros no estamos regulándonos a nosotros. Por eso es tan importante la figura de estos padres en las que no es lo habitual beber porque estemos en reuniones o porque sea el vehículo para relacionarnos a nivel social o para relacionarnos incluso con nosotros mismos, es decir, “llego a casa, abro la nevera y me tomo la cerveza y uy, qué bien, así he cerrado el día”. Todos estos son modelajes que tenemos que evitar porque no podemos enseñar a nuestros hijos sin darnos cuenta que el relajarnos es con esa cerveza o esa copa de vino, que buscar ese momento de estar a gusto contigo mismo sea buscado a través de esto, o que encontrarnos con el resto de familia sea con ese alcohol por delante, porque entonces estamos perpetuando esa imagen del alcohol como vehículo social, euforizante o relajante.

¿Qué consejos se le puede dar a los padres? Mira, yo lo diría poniendo un ejemplo que yo creo que ya lo tenemos bastante más interiorizado, que es el del tabaco. Así de claro. Es decir, al igual que ya no fumas delante de tu hijo, al igual que ya no fumas si quieres transmitir y cuidarte en la salud, no fumas ya de una manera habitual aunque hayas sido fumador. Muchos padres que ya no fuman, que ya no fuman delante de sus hijos, que en el entorno más próximo no fuman tampoco y eso hace que cada vez vayan fumando menos, que se vayan dando cuenta de que tienen mejor salud, y por lo tanto cada vez menos, menos, hasta que dejan de fumar si en algún momento han fumado. Si no han fumado tampoco ven normal que haya gente de su entorno que fume delante de sus hijos. Igual que ya lo tenemos interiorizado en el tabaco, pues el trabajo que tenemos por delante es que hagamos lo mismo con el alcohol, es decir, delante de nuestros hijos pequeños no beber, y si en algún momento determinado por alguna circunstancia que sea uno dice “oye, me tomo una copa de champán”, una copa de vino se explica. Es decir, “ya sabes que habitualmente no bebo pero en este momento sí”, se le puede explicar y se le puede decir, tampoco se trata de escondernos o de no hablar de algo que puede ser un momento determinado.

¿En qué sentido las redes sociales suponen un factor de riesgo?

Las redes sociales y la publicidad, en general también, es decir, todo aquello que va a los medios colectivos, a la colectividad, hay una influencia en la adolescencia fundamental. Y en las redes sociales ¿qué vendemos? ¿Qué se vende? Pues se vende pertenencia, se vende que estoy integrado dentro de, que pertenezco a un colectivo, o que pertenezco a una moda. Lo que se está vendiendo es esto.

¿Cuáles son las recomendaciones que deberían seguir los padres en relación a este factor de riesgo?

Buscando, fomentando, también a través de la familia, estando ahí la familia, viendo las redes sociales en las que te mueves, no como una fiscalización, sino como un acompañamiento, cuáles son tus amigos, en qué grupos te estás moviendo y buscar también la familia que grupos son también los más adecuados para este fin del que te estaba hablando, para que este niño o niña tenga ese sentimiento de pertenencia, pero al mismo tiempo desarrollo de capacidad, al mismo tiempo tenga la sensación de que está haciendo algo por él, también por el grupo, por la sociedad, y también está el que es vulnerable, el que tiene unos riesgos.

¿Cómo se debe afrontar la cuestión en casa?

Hay que negociar, hay que llegar a acuerdos, y cuando se llega a un acuerdo que establece unos límites, respetar esos límites, ya no por parte del adolescente, que él, en esos momentos de la vida es transgredir, porque es lo que en esa edad toca por evolución. Es el padre el que tiene que ser el que dice “no se cumple” y yo lo que estoy es acompañándote en el cumplimiento de esa norma. De esa manera vamos enseñando que la norma tiene una serie de compensaciones y que saltarse la norma tiene una serie de grabaciones, es decir, de pérdidas. Pues ahí es donde también los padres tenemos que aprender que establecer normas y hacerlas cumplir es la mejor de las enseñanzas que le vamos a dar a nuestros hijos.

Ya sabe que el anterior equipo del PNSD planteaba multar a los padres de adolescentes que tuvieran episodios reiterados de comas etílicos. ¿Qué le parece esa medida?

Siempre las mejores medidas son las educativas: hacer participar a los padres de qué vamos a diseñar, qué recursos vamos a elegir dentro de los que tenemos para implementar valores, habilidades… Para el mejore desarrollo del niño o la niña que hayan podido tener problemas, es lo que mejor funciona, implicarlos.


Diálogo entre Jimena Alfonso y Teresa Sánchez, adolescentes de 15 años, con el psicólogo Raúl Izquierdo.


Sobre el inicio en el alcohol
Jimena:
Yo conozco gente que empieza a beber antes, tipo 12 ó 13 años.
Teresa:
Yo creo que 13 años empieza la gente a beber.
Raúl:
¿Y dónde beben? ¿En botellones?

Teresa:
Pues muchísima gente ya lo hace en botellones
Jimena:
Nuestro entorno, donde nosotros vamos a fiestas y tal, es en casas, “tengo la casa sola, mi madre no está, mi padre no está, se ha ido de viaje”.
Sobre los botellones
Jimena:
Suele haber gente que no bebe, pero…
Teresa:
Bastante, cuando nosotras vamos a una fiesta hay x personas que beben y x personas que no beben, y cuando la gente se emborracha, ayudan.
Jimena:
Los que no beben suelen ayudar, están ahí para ayudar a los que están mal.
Teresa:
A ver, no están ahí para eso, pero contribuyen a que no les pase nada.

Sobre los abusos de alcohol en los botellones
Raúl:

¿Qué pasa, se descontrolan mucho?
Teresa:
Pues depende de la persona, hay personas que beben, saben beber y saben controlarse. Si yo le digo por ejemplo para ya, paran. Pero hay muchísima gente que me ha pasado, que les digo para ya y que les tengo que quitar la copa o lo que sea, y siguen y siguen, y luego pasa lo que pasa, y acaban mal y somos los que no bebemos los que tenemos que ayudarles.
Contexto de consumo alcohol
Jimena:
Yo conozco gente, sobre todo las fiestas de mi pueblo, gente de 12 ó 13 años que es la primera vez que beben, por decirlo así, y están con gente de 18 o 20 años que les compra el alcohol y es: “venga a que no puedes beberte esto”, “acábate la botella”…
Teresa:
Y lo hacen para quedar bien.
Jimena:
Entonces les incitan, y tener que venir la ambulancia y llevárselo.
Sobre la presión social
Teresa:
Yo creo que eso pasa con la gente que es un poco más pequeña, en plan con 13 o 14 años, que para integrarse socialmente y todo, intentan estar como a la altura de los que son un poco más mayores y tal, pero luego ya cuando han bebido más y tienen más experiencia en esto, simplemente lo hacen para pasar el rato. No hacen coas de haber quién bebe más y tal.
Sobre los vídeos que se comparten de botellones
Raúl:
¿Os llegan vídeos de chavales que están bebiendo y os los mandan?

Jimena
Sí, casi siempre, siempre que hay una fiesta. Siempre llega un vídeo o un audio.
Teresa:
Siempre cae alguna historia de Instagram, algún vídeo que se hace, fotos, audios que graba la gente, así que luego los escuchan o los ven al día siguiente y dicen ¿esto qué es? Y la gente en esas ocasiones lo que hace es reírse. Sí que es verdad que hay gente en algún grupo que ha mandado nuestros amigos cosas así, vídeos de ellos que iban mal o lo que sea, nos hemos reído, ha habido gente que también ha dicho ¿qué hacéis?, tened cuidado. Solemos decirles tened cuidado, que no os pase nada, pero también nos reímos de la situación un poco porque ver a tus amigos así… no nos deberíamos reír pero nos reímos un poco.
Jimena:
La mayoría de veces te ríes porque ves a tu amigo haciendo el tonto, diciendo cualquier chorrada.
Teresa:
Y porque se les ve, en plan, si mandan un vídeo por ejemplo de tus amigos que están mal. Imagínate que te mandan un vídeo de un amigo tuyo vomitando o que no puede andar, pues ahí no me hacen nada de gracia, pero si ves a tus amigos que sabes que están bien…
Sobre los mensajes que se comparten
Teresa:
Como en verano no podemos quedar tanto y tal, porque unos están en la playa, otros están en su pueblo no sé qué, como que para seguir manteniéndonos así  nosotros seguimos hablando por el grupo que tenemos casi todos, como nuestro grupo más cercano. Nos seguimos hablando por ahí casi siempre, nos seguimos mandando vídeos de donde estamos, con quien estamos, tal.
Jimena:
Entonces, yo que sé, una dice “mira lo que hice anoche”, y entonces la otra dice “jajaja, yo mira lo que voy a hacer mañana”, tal.
Teresa:
Y luego también en Instagram la gente lo sube un montón, videos, fotos, boomerangs, cosas así, y lo ves también.
Sobre la opción de no ir a un botellón
Jimena:
La mayoría de la gente yo creo que sí.
Teresa:
A ver, nosotras sí que vamos pero aunque no bebamos ni nada porque nos lo queremos pasar bien.
Jimena:
Claro porque al final te lo pasas bien, tipo bailas, estás con tus amigos.
Teresa:
Estás con la música, conoces a un montón de gente, es lo mejor. Ósea beber no es lo mejor, simplemente es como conocer a gente de otros colegios, del entorno de otros amigos tuyos, estar con música, estar con tus amigos tal.
Jimena:
Luego también te ríes de la gente que va mal, tipo, “venga” yo que sé, empiezan a hacer el chorra, a cantar.
Raúl:
Claro, pero si tú, por ejemplo, si hay una fiesta el sábado y tú no vas, pues ya no tienes plan, ¿o qué?
Jimena:
Sí.
Raúl:
Osea la forma de relacionarte con un grupo es, en este momento, si hay una fiesta con alcohol hay que ir porque si no, no salgo, ¿es así o no?
Jimena:
Sí, bueno.
Teresa:
Bueno no, yo creo que no. Hay muchísimos planes a parte de ir a fiestas con alcohol o con tabaco, cosas así, también se pueden hacer muchísimas cosas. Nosotras hay un montón de fines de semana que hacemos planes que, a lo mejor, no sé, cosas como ir al cine, o ir por Sol, por Fuencarral o cosas así.
Jimena:
Sí, pero yo creo que la mayoría de gente, tipo ¿prefieres ir al cine con dos amigas a verte una peli y a cenar, o prefieres irte de fiesta a bailar, a pasártelo bien con más gente? La mayor parte.
Teresa:
Depende de la personalidad de la gente, hay que gente que prefiere unas cosas.
Raúl:
¿Pero de lo que conocéis que dirías que es lo que elegirían?
Jimena:
Yo creo que ir de fiesta.
Teresa:
Sí, ir de fiesta.
Sobre la permisividad de los padres
Jimena:
“Papá me voy a estudiar esto, papá me voy a la piscina, papá, mamá, nos vamos a dormir a casa de no sé quién”.
Teresa:
La gente coge y si tú por ejemplo le dices a tus padres me voy a casa de “x” personas, luego te puedes ir a otros sitio y pueden enterarse o puedes no enterarse, y si se enteran pues claramente es peor.
Jimena:
Pero la mayoría de veces no se enteran.

Permisividad familiar y redes sociales, factores de riesgo en el inicio del alcohol en menores

Una campaña de Asociación DUAL con la colaboración del Plan Nacional sobre Drogas pone el foco en los factores que desencadenan que los jóvenes se inicien en el consumo temprano en el alcohol.

En ocasiones la familia se convierte de “manera involuntaria” en un factor de riesgo: “si yo bebo, cómo voy a prohibir beber a mi hijo”, algunos padres se enfrentan al dilema del modelado según Raúl Izquierdo, psicólogo y director técnico de Asociación DUAL.

“Muchos padres no son conscientes del daño que puede provocar el alcohol en el desarrollo cerebral de sus hijos adolescentes por lo que no le dan importancia a esa conducta”, María Azucena Martí, delegada del Plan Nacional sobre Drogas.

En las redes sociales la presión de grupo se multiplica: aunque un joven decida no ir a un botellón, el botellón aparece en su teléfono móvil como una hazaña incuestionable. “El que no participa se margina”, señala Raúl Izquierdo.

“Siempre que hay una fiesta llegan fotos, vídeos, audios o historias de Instagram de gente bebiendo”, Jimena y Teresa, adolescentes participantes en la campaña.

Madrid, 27 junio de 2018.- La permisividad del entorno familiar y la sobreexposición y el intercambio de contenidos en redes sociales suponen un factor de riesgo importante en el inicio temprano de consumo de alcohol para menores de edad. Así alerta una campaña impulsada por Asociación DUAL en colaboración con el Plan Nacional sobre Drogas que pone el foco en los factores de riesgo y las situaciones que pueden desencadenar que un adolescente comience a beber alcohol.
En relación al primer factor, “algunos padres sienten que les falta autoridad”, explica Raúl Izquierdo, psicólogo y director técnico de Asociación DUAL. Según el experto se enfrentan al dilema del modelado, “padres que hacen un uso razonable del alcohol y que se plantean cómo van a prohibir a sus hijos algo que ellos hacen”.

En estos casos, la familia se convierte en un factor de riesgo “de manera involuntaria, no lo pretenden”, especifica. “Se trata de padres o madres que hacen un uso habitual del alcohol en un contexto de fin de semana, no necesariamente diario, y lo connotan como algo festivo”, detalla el psicólogo.

En palabras de María Azucena Martí, delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (PNSD), la familia es el “factor de protección más importante frente a las adicciones, aunque lo contrario también es cierto: cuando la familia no funciona adecuadamente se convierte en un fuerte factor de riesgo”.

En ese sentido, la delegada del PNSD alerta de que vivimos en una sociedad en la que “el consumo de alcohol está muy normalizado”. “Muchos padres no son conscientes del daño que puede provocar el consumo de alcohol en el desarrollo cerebral de sus hijos e hijas adolescentes y eso hace que no den importancia a esta conducta y por esta razón no establecen normas y límites al respecto”, lamenta Martí.

Padres que asumen en algún momento hay que empezar

Otras ocasiones el inicio en el alcohol es interpretado por los padres como “algo normal, un rito de paso hacia la vida adulta”, indica Raúl Izquierdo. Según el psicólogo, estas situaciones suelen darse por ejemplo como motivo de celebración o premio “al acabar los exámenes o en un contexto de verano, en el pueblo o en las vacaciones”, donde “los padres bajan la guardia”. “El alcohol forma parte de nuestra cultura y muchos padres asumen la idea de que en algún momento hay que empezar a beber, lo cual es una auténtica perversión”, afirma Izquierdo.

Hay también casos de padres “muy tolerantes” con algo que entienden que ellos hicieron bien en su día y “presumen de que los jóvenes de antes sí sabían beber y los de ahora no”, advierte. “Esto no tiene nada de positivo y lo que hacemos es incitar al menor a que compita con nosotros: de cara al menor no existe el saber beber, no existe el saber emborracharse”, comenta de forma tajante el psicólogo.

El botellón en el móvil

En relación a las redes sociales, el principal riesgo es que quiebran las barreras de protección del menor. “Imaginemos el caso de un menor que decide voluntariamente no ir a un botellón y se queda en casa, el botellón va a atravesar las paredes de su casa y va a aparecer en la pantalla de su móvil”, detalla Raúl Izquierdo. “De manera activa o pasiva va a participar de él”, añade.

Según afirma el psicólogo, en las redes sociales “la presión de grupo se multiplica”. “Tengamos en cuenta que la mayoría de los adolescentes hacen botellón y el que no participa de él se margina, es un mojigato”, explica el psicólogo. “El adolescente, por lo general, no quiere ser el raro, quiere ser como todos sus amigos”, complementa la delegada del PNSD.

Por eso, aunque todas son potencialmente un riesgo en la medida en que “dejan fuera de control y supervisión a los padres”, las redes sociales más peligrosas son las de “intercambio de contenidos y mensajes de forma instantánea”, alerta.

Para la delegada del Plan Nacional sobre Drogas, las redes sociales son “especialmente susceptibles a la publicidad y el marketing del alcohol”, algo que contribuye a la “normalización del consumo”.

Además, los vídeos se presentan como una “hazaña incuestionable”, concreta el director técnico de Asociación DUAL. “Muchas veces son vídeos de menores borrachos que en muchos casos resultan vergonzantes y que en lugar de ser criticados se convierten en un logro o un motivo de chanza”, lamenta Raúl.

“Siempre que hay una fiesta cae un vídeo, una historia de Instagram, fotos o audios que graba la gente, no nos deberíamos reír, pero la mayoría de las veces, te ríes”, confiesan Jimena y Teresa, dos jóvenes de 15 años, participantes en la campaña de Asociación DUAL.

Escuchar sin dramatismos y llegar a acuerdos

Para evitar situaciones de riesgo, el psicólogo aconseja a los padres poner límites a sus hijos y evitar que esa laxitud se convierta en un potenciador en el inicio en el alcohol. “No hay que perder la calma, hay que buscar espacios de diálogo con nuestro hijo, abrirnos a la escucha pero sin prejuicios ni dramatismos”, recomienda.

También es importante recabar la opinión del menor, “que nos pueda contar si algún amigo de su grupo bebe, preguntarle qué le parece a él, configurarnos como agentes honestos, sinceros, accesibles y confiables”, considera.

En opinión de María Azucena Martí los padres deben apostar por la comunicación y el afecto y reforzar los vínculos familiares. “Hay que interesarse por las cosas que les preocupan, dedicarles tiempo a saber cómo se sienten, cuáles son sus problemas”, aclara la delegada del PNSD.

Asimismo, los padres deben intervenir y pactar con el menor, “siempre llegando a acuerdos”, detalla el experto. “Los padres compran el teléfono, pagan la línea y tienen derecho a poder ver qué se hace con los móviles, los ordenadores o las tabletas”, señala el psicólogo. Y si no se puede negociar, hay que intervenir: “la imposición no es un derecho, llegado el caso es un deber, los padres deben proteger, controlar y supervisar lo que hacen sus hijos en redes sociales”, expresa Raúl Izquierdo.

Para la delegada del Plan Nacional sobre Drogas, los padres deben poner normas y límites claros respecto al consumo y poner los medios para que se cumplan. “En la adolescencia siempre hay conflictos porque es una época de rebeldía pero es importantísimo no enfrentarnos por todo y seleccionar los puntos de conflicto más importantes”, apunta.

Por último, la delegada reclama el papel de los padres en las políticas de prevención. “Las leyes de alcohol han encontrado muchas barreras y pocos apoyos, los padres y madres deben ser agentes activos en el apoyo de estas políticas”, finaliza la delegada del Plan Nacional sobre Drogas.

Asociación DUAL

Es una entidad sin ánimo de lucro, pionera en la creación de programas, servicios y centros específicos para el colectivo de personas afectadas por una Patología Dual (trastorno mental y adicción a sustancias), sus familiares y los profesionales vinculados a su tratamiento.

Desde 2012, desarrolla la campaña ‘Los Que No’ dirigida a jóvenes, padres y educadores a través de una página web y redes sociales donde se promueven actividades alternativas, talleres y valores sin aludir al alcohol. Una de sus iniciativas es la Universidad para Jóvenes Emprendedores Creativos, un sitio web que ofrece contenidos para que los jóvenes desarrollen sus competencias personales y sociales al tiempo que apela a la capacidad creativa y al emprendimiento como motivación.

Más información en www.patologiadual.com .

Natalia De Agustín, de 17 años, no ha acabado este año el curso en su instituto de Madrid. Ha dejado los estudios porque no podía soportar más la situación de acoso que, según ha ido denunciando, sufre desde hace nueve años. Es un relato complejo, de una niña que empieza a tener problemas en un centro, cambia a otro, y luego se traslada también de distrito, pero se encuentra de nuevo con las mismas compañeras que le hostigaban, o con otras que conocen a las primeras y toman el relevo. Así hasta en cuatro centros.

Primero una o dos niñas que la insultaban, luego un grupo, acoso en las redes sociales. Mensajes del tipo:»Me han contratado para matarte». Persecuciones por la calle, palizas mientras la grababan con el móvil. Pasó dos meses ingresada en el hospital. Un rosario de denuncias en la policía, reuniones en los centros, dos juicios. Todo inútil, según su experiencia. Al final, el pasado mes de febrero, Natalia lo dejó. La historia que cuenta su familia es la de un sistema que no funciona, no sabe atajar el problema y, es más, según ellos, trata de ocultarlo. “El sistema no te da soluciones, y si no aceptas lo que hacen te acaba expulsando, que es lo que ha acabado pasando a nuestra hija”, acusa su padre, Luis De Agustín, que hace tres años, junto a su madre, Raquel Rodríguez, y la propia alumna, ya denunciaron lo que estaba ocurriendo a este periódico.

El suicidio de un menor de 13 años, en Getxo, el pasado 16 de junio, que había denunciado sin éxito acoso escolar durante años ha vuelto a demostrar que a veces estos casos se subestiman. La madre de ese chico ha escrito un duro mensaje en redes sociales contra el colegio: “Yo lo avisaba. Ellos miraron para otro lado. Ahora que no me vengan con chorradas”.

“A ver si te suicidas”

En 2017, cuando dos chicas agredieron a Natalia, una le dijo: “A ver si te suicidas de una vez que es lo que queremos todas”, según su relato. Tras un juicio, las dos menores acabaron condenadas a trabajos sociales e indemnizaciones en 2018. En otro, pendiente ahora del recurso, otras dos menores fueron absueltas. Aunque su padre afirma que siete agentes municipales y la directora del instituto testificaron a su favor, y que una de las menores reconoció que había pegado a su hija y la otra, que había sido expulsada del centro.

¿Qué ha fallado en el caso de Natalia para que deje de estudiar? Para la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, nada. Esto es lo llamativo, muy representativo de los continuos choques entre familias e instituciones sobre el acoso escolar. La consejería cuestiona a la menor y a su familia. No considera que en el episodio del último instituto, el que la ha llevado a dejar de estudiar, se haya producido acoso, y no entrar a valorar lo ocurrido a Natalia en los años anteriores. Asegura que se abrió el protocolo y se cerró al considerar que no existía. Es más, apuntan que la menor “lleva desde febrero sin acudir a clase, sin justificar” y que tuvo problemas en el centro donde estuvo antes.

Se refiere al caso pendiente de sentencia definitiva: precisamente una de las acusadas se matriculó en el centro donde estaba Natalia y pese a sus advertencias, acabó en su misma clase. El centro argumentó que no podía hacer nada porque no había una condena contra ella. Luego empezaron los problemas.

Hay un choque de realidades: la consejería de Madrid cuestiona a Natalia

«La consejería, en el momento en el que tiene conocimiento de un supuesto caso de acoso actúa inmediatamente enviando a los equipos de inspectores y psicólogos a los centros. Y allí es donde se recaba la información y se determina si es un caso de acoso o no. Ni se tapan casos ni se minimizan», afirma. «Somos los primeros interesados en que esta lacra desaparezca. De ahí el decreto aprobado hace unas semanas sobre convivencia escolar, que determina incluso sanciones para todos aquellos que no desvelen la existencia de un caso de estas características”.

La Comunidad argumenta que los casos bajan, pero porque cree que la mayoría no lo son: en el curso 2015-2016 se presentaron 573 denuncias y solo se admitieron 179, el resto se desestimaron; en 2017-2018 se recibieron 407 y solo se estimaron 83. La conclusión de la consejería es que los casos de acoso escolar se han rebajado en un 54% en la última legislatura.

Al margen de quién tenga razón, es sintomático que un grave problema de menores degenere en un enfrentamiento tan hosco entre una familia y la Administración. Pero son más familias y se repite en toda España. Los cursos con mayor potencial de riesgo son quinto y sexto de primaria y primero y segundo de secundaria.

En 2015, también causó una gran conmoción el caso de Diego, un alumno de un colegio de Villaverde, en Madrid, que se suicidó tras dejar una carta a sus padres: «Ya no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir». La reflexión de su padre, Manuel González, que en los tribunales no consiguió que se reconociera el acoso escolar, también es muy amarga: “Mi experiencia, como la de los padres de Natalia, como la de la mayoría de la gente, es que la Comunidad de Madrid nunca ve nada, todo les parece bien, solo piensan en taparlo”.

La Asociación Madrileña Contra el Acoso Escolar (Amacae) es igual de contundente: “El caso de Natalia es el más sangrante que hemos tenido en cinco años, es de manual. La consejería de Educación solo quiere tapar todo, es lo habitual”, asegura María José Fernández. Sus datos son muy distintos: en 2016-2017 atendieron 500 casos; al año siguiente, 700; y en el primer trimestre de este año llevan 100, el doble que el año pasado. “Cuando llegan aquí ya están desesperados, porque nadie hace nada. Y si dejan de ir a clase se arriesgan a una multa por absentismo y hasta un expediente de tutela de los servicios sociales. Si denuncias, te persiguen”. En su opinión, hay un problema de fondo: “El sistema culpabiliza a la víctima, minimiza, dicen que hay un conflicto, no lo tratan como acoso, lo disfrazan. Se han gastado un montón de dinero en un programa de convivencia y quieren hacer ver que funciona y bajan las estadísticas. ¿Cómo es posible, si estamos todas las asociaciones de España desbordadas? Estamos como en la violencia de género hace 30 años”.

Igual de severo es el informe que acaba de presentar Amnistía Internacional sobre el acoso escolar en España. Concluye: “Son miles los casos de acoso escolar que no se documentan como consecuencia de la ausencia de datos, una formación inadecuada y una rendición de cuentas deficiente”. Asegura, en resumen, que las cifras oficiales no son reales. “Es totalmente cierto que se tapan los casos. En Extremadura, por ejemplo, el porcentaje oficial de casos es del 0,02%, eso es imposible”, explica Koldo Casla, uno de los autores del informe. Amnistía ve un abismo de cifras según quién las dé: los últimos datos de la OMS, de 2014, hablan de un 7,5% de niños y un 4,3% de niñas, una media inferior a la europea. Pero muy lejos del 0% y el 1% que sostienen las comunidades autónomas. El 96% de las denuncias que llegaron al teléfono de acoso del Ministerio de Educación en 2017 no se remitieron a la inspección. Amnistía realizó 125 entrevistas y dos profesores, uno de Badajoz y otro de A Coruña, les dijeron lo mismo: “Si un director dice que en su centro no hay acoso, es que o no sabe lo que pasa en su colegio o está mintiendo”.

Una asociación de familias acusa a los centros de querer tapar el ‘bullying’

La primera toma de conciencia del problema en España, por su impacto social y mediático, fue el caso del niño Jokin, en 2004, en el País Vasco. A partir de ahí se desarrollaron los protocolos de acoso en todas las comunidades autónomas, aunque pasar del papel a la sensibilidad real ha costado mucho más. “Desde hace cinco años hemos visto un cambio. Antes era un tabú total y los centros no querían hablar de acoso, no querían abrir el protocolo, mucho menos los privados, que son más herméticos. Va cambiando. Ahora ya en algunos casos es casi es al revés, se denuncia enseguida, y a veces lo ven donde no hay, son problemas de convivencia mal gestionados”, explican tres de los 170 agentes tutores de la Policía Municipal de Madrid, que intervienen en estos casos. “Te llegan padres con niños de tres o cinco años que hablan de acoso, y a esa edad es imposible”, certifican especialistas de la Unidad Central de Participación Ciudadana de la Policía Nacional, con 217 delegaciones en España.

“Es más fácil de demostrar el ciberacoso, por los pantallazos, y el físico, por las secuelas, y también si se somatiza o hay testigos. Si es psicológico o de aislamiento, es más difícil”, reflexionan las agentes de Policía Nacional. La parte más difícil es implicar en la solución a todos los involucrados en el problema. “Los padres del presunto acosador lo niegan siempre y no aceptan que su hijo puede necesitar ayuda. Luego les enseñas los whatsapp y se desmoronan o le dan un guantazo allí mismo. Y eso que a veces estos niños tienen rasgos de líder, con habilidades sociales, pero mal canalizadas», explican los agentes municipales. Al final, si no hay avances, la solución de muchos padres simplemente es cambiar de colegio, como ha hecho Natalia De Agustín durante años.

Muy pocas condenas

Una instrucción de la Fiscalía General del Estado de 2005 aconsejó resolver los casos en el propio centro, pero cuando los padres presentan una denuncia el asunto se judicializa. Entonces entra en otra dimensión, la penal, más árida y que habitualmente crea más descontento. Porque además de ser una experiencia desagradable, solo una pequeña parte de lo que llega acaba en condenas. “Nos llega una avalancha de denuncias, pero el acoso escolar no existe en el Código Penal. Hay que probar otras cosas: lesiones, delitos contra la integridad moral…”, explican portavoces de la Fiscalía de Menores de Madrid. Su último informe anual apuntaba con preocupación que en 2017 tramitó 192 denuncias y archivó 81, el 42%, porque los implicados eran menores de 14 años y, por tanto, sin responsabilidad penal. Aunque consideraba que estos casos no eran acoso, sino “conflictos propios de la convivencia en el ámbito escolar e, incluso, desavenencias de los progenitores de los menores con el centro escolar”.

Por eso la Fiscalía de Menores también es objeto de fuertes críticas de los padres: “Te sientes tratado como un delincuente, están acostumbrados a asuntos más graves y para ellos esto son tonterías de críos”, acusa Luis De Agustín. Natalia relata que la primera vez que fue a declarar el fiscal vio su voluminoso expediente y le dijo: “Mira, yo no me voy a leer el Quijote”. Su padre contó el episodio en un programa de televisión y el funcionario le llamó para disculparse. La Fiscalía asegura que su personal está formado y es sensible al problema. En cuanto al fiscal que atendió a Natalia, dejó el puesto tras la polémica.

Y Natalia, ¿qué va a hacer ahora? «No sé, vivir, curarme, y no callarme más. Fue duro dejar el instituto, pero decidí no sufrir más. Ahora pienso en volver a pisar un instituto y es muy doloroso, verte rodeada de gente y sentirte indefensa».

«Hay una enorme ligereza de los padres con los móviles»

Policía Nacional y Policía Municipal de Madrid coinciden: “Los móviles han cambiado todo”. Según su experiencia, la mayoría de los casos de bullying derivan en ciberacoso. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que tienen móvil el 45,2% de los menores de 11 años, el 75% de los de 12 y el 92% de los de 14. El propio hecho de no tener móvil puede ser motivo de aislamiento. “Antes en las charlas preguntábamos quién tenía móvil. Ya no, los señalas”, explican los agentes tutores de Madrid. “La charla que antes dábamos a chavales de 15 años la damos ya en primaria. El móvil es regalo de primera comunión. Hay una enorme ligereza de los padres con los móviles, es como si les dieran un ciclomotor sin explicarles las reglas y cómo se conduce”.

La Policía Nacional ofrece charlas de ciberacoso, y aunque son de diez horas los centros las piden, porque están muy preocupados. De 2014 a 2018, el cuerpo ha impartido más de 24.600 charlas sobre acoso y más de 59.800 sobre los riesgos de internet. La adicción a los videojuegos es otro problema: “No saben distinguir la ficción de la realidad y el acoso a veces empieza en el chat del propio juego”.

https://elpais.com/sociedad/2019/07/07/actualidad/1562516513_480279.html?ssm=FB_CM&fbclid=IwAR0u1SbK-Yz8DEF4r_9ll0S2H1YLR_-ua9ixPRa0QZnyXouBTQgiBC1-fp4

Hay esperas que se hacen eternas, como sabrá cualquier fan de Juego de tronos ansioso por la nueva novela de George R.R. Martin o, si nos ponemos más prosaicos y menos dragoniles, como cualquiera que espera la devolución de la renta. Pero los padres sabemos que hay una espera aún más dilatada: en verano, el espacio-tiempo se desacelera y se expande hasta el infinito mientras no llega el principio de curso.

Porque la paradoja nos afecta a (casi) todos: nos pasamos el año esperando las vacaciones para disfrutar de nuestros hijos full time y luego a la mitad de agosto ya contamos los días para que vuelvan al cole y su energía se regule.

Así que aquí estamos otra vez, insert coin en la nueva partida escolar (y ya puedes tener monedas, porque según colegio y curso, llegan de golpe los libros, el material, el uniforme si es que lo usan, las extraescolares…). En nuestro caso, la niña empieza P3, lo que en nomenclatura infantil se conoce universalmente como colegio de mayores.

En este curso, ella no tendrá deberes, pero nosotros sí. Con todos los informes, fichas y autorizaciones que hemos tenido que rellenar, si algún día se dedica a la política y los periodistas le piden documentación, podrá demostrar tranquilamente que ha cursado P3.

El cambio de ciclo implica un cambio vital importante para todos. Nuevos espacios, nuevos métodos… y nuevas gentes.

Porque los críos se tienen que adaptar a nuevos críos, pero a nosotros también nos tocan nuevos adultos. En la típica reunión de padres de pretemporada, sentados en sillas infantiles, miré a las otras personas, intentando adivinar el futuro. De todos estos, ¿quiénes serán nuestros mejores amigos escolares? ¿A quién criticaremos después en el parque? ¿Cómo lo resolveremos si los padres de un supuesto niño-broncas no reconocen el lado oscuro de su pequeño matón? ¿Podremos continuar manteniendo las amistades creadas en la escuela infantil o les seremos infieles con estos recién llegados? Y la pregunta vital: ¿cuándo abandonamos el WhatsApp de padres del año pasado y montamos uno nuevo con estos, para poder quejarnos del grupo de WhatsApp?

Por lo menos, todas las profesoras parecen encantadoras y nos transmiten que, chorradas aparte, hemos llegado a un buen centro, donde nuestra criatura se formará como una persona feliz y equilibrada.

Y eso es justo lo que necesitamos todos para compensar emocionalmente la vuelta al bullicio, a no olvidarse nada preparando la mochila, a los pasillos llenos de padres que van lentos y de niños que caminan en plan kamikaze en una dirección que solo ellos entienden, a las clases llenas de niños llorando… y a la segunda parte de la paradoja paternal. Porque es salir por la puerta y empezar a echar de menos a tu peque, pasándote medio día pensando: “¿qué estará haciendo ahora?”

Os deseo a todos una adaptación rápida (las profesoras siempre dicen que a los cinco minutos se les pasa), y sobre todo, un buen curso.

Martín Piñol.

https://elpais.com/elpais/2018/09/13/mamas_papas/1536831330_143802.html

Dice Julio Rodríguez, doctor en Medicina molecular, psicólogo y autor de Lo que dice la ciencia sobre crianza y educación (Plataforma editorial), que a ser padres se desaprende porque la sociedad nos obliga a ir muchas veces en contra del sentido común. No ayudan las expectativas sesgadas de lo que se supone que es “ser padres”, ni la falta de políticas familiares que faciliten una crianza más saludable de los hijos. Todo suma para que legiones de padres y madres se sientan –nos sintamos– culpables e impotentes por no poder llegar a todo. A todos. “El sufrimiento frente a todo lo que no podemos hacer por nuestros hijos en una sociedad incapacitada para responder a las necesidades humanas, puede convertirse en culpa y autocastigo”, escribía Adrienne Riche en ‘Nacemos de mujer’. Quizás la revolución, entonces, deba empezar en cada casa, levantando trincheras de sentido común.

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PREGUNTA: Dices al principio del libro que no han sido tus titulaciones sino tu experiencia como padre la que te ha llevado a escribirlo. ¿Se pueden abordar cuestiones como la educación y la crianza de los hijos sin el “plus” de la experiencia?

RESPUESTA: Se puede, pero ser padre te da el plus de la experiencia, te da el sentido de realidad. Como científico he aprendido que teorizar está muy bien, pero que si no haces la parte experimental todo se queda en hipótesis. No puedes tener ningún resultado ni conclusión sin haber hecho los experimentos. Por eso en el libro me baso en los últimos datos científicos en materia de educación –tanto desde una perspectiva psicológica de aprendizaje y bienestar psicológico, como biológica–, pero también teniendo en mente el “trabajo de campo” de padre; sabiendo que lo óptimo está muy bien, pero hacerlo las 24 horas de los 365 días del año, habiendo dormido 5 horas, trabajado 8, dado biberones, ordenado los juguetes, bañado, contado cuentos, cantado nanas, aguantado berrinches, preparado cenas, comidas y desayunos, y vuelta a empezar en una espiral sin final, es muy difícil. Aún así es necesario saber qué es lo correcto para intentar aproximarse a ello lo que se pueda.

P: Sobre lo correcto tenemos la presión de los “opinadores”.

R: Precisamente lo que me ha llevado a escribir el libro es haberme enfrentado a las dudas que te surgen en el día a día como padre sin haber encontrado información suficiente para afrontarlas. Lo que sí me encontré fue la paradoja de que mientras “tú no sabes nada”, tu entorno “lo sabe todo” y no para de decirte cómo lo debes hacer como si ellos (sobre todo aquellos que no tienen niños) dispusiesen del manual mágico de la crianza y a ti te hubiese sido vetado su acceso.

P: ¿A ser padres también se aprende?

R: Y se desaprende. Muchas cosas de las que digo en el libro son de sentido común, pero la sociedad nos ha obligado a hacerlo de manera incorrecta porque la sociedad es adultocéntrica, despiadadamente capitalista y no tiene en cuenta el bienestar y el correcto desarrollo de los pequeños. Por ejemplo, en la naturaleza a nadie se le ocurriría decir que la lactancia no es lo correcto, pero en nuestra sociedad se dice o se recomienda acortarla porque es “incómodo”. O a nadie se le ocurriría dejar al niño durmiendo solo y llorando hasta que se calle “para que se acostumbre”, pero en nuestra sociedad se hace, y se le echa la culpa al niño por no dejarnos dormir. La realidad es que los niños tienen su propio patrón de sueño y lo que no nos deja dormir es la alarma del despertador a las 7 de la mañana para ir a trabajar.

Debería existir una escuela para padres porque es la labor más importante de la vida. Contribuimos a la creación de un ser humano por lo que nuestra obligación –y su derecho– es proporcionarle la mejor de las vidas posibles desde el punto de vista psicológico. La sociedad del futuro estará regida por los niños del presente por lo que el futuro es nuestra responsabilidad.

P: “El haber tenido niños es una de las principales causas de divorcio en el mundo occidental”. Dejas claro que la paternidad no siempre es emocionante, maravillosa o divertida, sino que también tiene una cara B. ¿Somos conscientes de hasta qué punto la paternidad y la maternidad hacen saltar nuestra vida anterior por los aires?

R: Es que ser padres no es una aventura, es una responsabilidad compleja. Esto nadie nos lo dice porque todo tiene que ser perfecto y maravilloso en “la sociedad Instagram”, la que niega la parte real de la paternidad/maternidad porque no encaja en los “cánones de belleza”. Como consecuencia hay madres y padres frustrados y estresados porque piensan que son los únicos que están sobrepasados, que son los únicos que –en ocasiones– se hartan de la crianza. Y luego, claro, se sienten culpables y se vienen abajo. Lo que hay que decir es que eso es lo normal, que tener hijos es lo más maravilloso del mundo, pero también es muy duro y requiere mucho trabajo y sacrificio. Te cambia la vida por completo, tu tiempo y tus energías y tu espacio físico y vital se desvanecen, y aparecen nuevos y mayores miedos. Nuestros hijos no tienen la culpa de nada, son inocentes, somos nosotros quienes debemos adaptarnos a ellos.

P: Decía Adrienne Riche en ‘Nacemos de mujer’ que “El sufrimiento frente a todo lo que no podemos hacer por nuestros hijos en una sociedad incapacitada para responder a las necesidades humanas, puede convertirse en culpa y autocastigo”. ¿Se puede criar y educar sanamente en una sociedad como la nuestra?

R: Es muy difícil en una sociedad de mercado que está obsesionada con explotar a los seres humanos para producir y consumir frenéticamente. No queda tiempo ni fuerzas para cuidar y educar a los niños porque los padres tenemos que trabajar, y casi no vemos a nuestros hijos. Además, como el esfuerzo de criar es descomunal, nuestro rendimiento laboral se deteriora y al final ni una cosa ni la otra. Y que conste que no estoy hablando de destruir la sociedad capitalista sino de construir políticas que apoyen una conciliación real y poder criar a seres humanos adecuadamente y no a robots separados de sus padres.

Existen datos que demuestran que un 35% de las mujeres mayores de 35 años que no tiene hijos, los querría tener. Esto es un drama social: la misma sociedad que nos pone un tremendo obstáculo para poder tener hijos –y criarlos adecuadamente–, nos pide aumentar los índices de natalidad para poder mantener la sociedad del bienestar.

Todo esto deriva en culpa y autocastigo para los padres y para quienes desean serlo y no pueden. A nivel psicológico se traduce en estrés, ansiedad y depresión; lo que lleva a un consumo desmesurado de psicofármacos, drogas y alcohol, además de otros problemas psiquiátricos. En definitiva, estamos ante un problema de dimensiones descomunales, que se ramifica y afecta a todos los estratos sociales y a todas las generaciones de la sociedad. Un tema que debería ser central en las agendas de los partidos políticos, porque los niños son la base de la sociedad del futuro, y la educación que reciban se reflejará en la sociedad que crearán. Es algo tan obvio que me resulta difícil que no se entienda.

P: ¿Hasta qué punto las expectativas influyen en cómo asumimos la responsabilidad del cuidado de los hijos?

R: Las expectativas sesgadas que vierte el imaginario popular a la sociedad influyen en la satisfacción real de la maternidad/paternidad. Si llegas a ella con las expectativas que te cuentan las películas de Disney, te vas a frustrar, agobiar, deprimir y sentir culpable. Si ya conoces la realidad, todo irá mucho mejor. La vida perfecta no existe, solo existe la vida real.

P: Mencionas en el libro que el castigo, la agresividad e imponer las cosas a la fuerza no solo crean sentimientos negativos sino también el rechazo en el niño y barreras defensivas hacia lo que se pretende enseñar. ¿Qué aprende un niño con un estilo educativo impositivo?

R: Nada. Lo que se produce es miedo, evitación, rechazo hacia lo que nos causa daño; que el más fuerte manda, que la autoridad impone por la violencia. Y todo esto es casi un acto reflejo, no un verdadero aprendizaje, ya que las estructuras cerebrales racionales no toman parte en el asunto.

P: Dado que los niños aprenden principalmente por imitación, supongo que también es importante que haya coherencia entre lo que les pedimos que hagan y lo que nosotros mismos hacemos. ¿Nos cuesta ser coherentes en este sentido?

R: Nos cuesta mucho, pero si queremos que nuestros hijos hagan algo, la mejor manera y la más efectiva es hacerlo nosotros mismos. Esto es lo maravilloso de la educación, que es bidireccional: para educar a nuestros hijos tenemos que educarnos nosotros. Si queremos fomentar la lectura, por ejemplo, no vale que se lo digamos y luego estemos todo el día con el móvil, lo que tenemos que hacer es leer.

P: Otra cuestión compleja es la de la libertad: libertad para decidir, libertad para expresar y libertad para explorar. ¿Qué aporta apoyarles en sus decisiones y cuál debe ser el límite de esa libertad?

R: La libertad es un concepto central en la construcción de personalidad. Sin libertad el individuo nunca puede evolucionar. Según lo que se desprende de los últimos y mejores estudios en materia de educación y crianza es que, al final, todos confluyen en el concepto de libertad. Y todo eso lo tiene en cuenta el método cognitivo-emocional: al enseñar y fomentar la expresión de sus emociones y sentimientos, el niño está siendo libre, y más libre que se sentirá cuando descubra que los podrá expresar artísticamente; al explicarles la realidad, enseñarlos a razonar y hacerlos partícipes, les estamos aportando el conocimiento y las herramientas cognitivas necesarias para ser independientes y libres a la hora de afrontar la que será su vida. Claro que alguna vez se equivocarán, pero eso es parte del proceso vital.

https://elpais.com/elpais/2019/06/19/mamas_papas/1560949950_052658.html?id_externo_rsoc=FB_CM&fbclid=IwAR3lbQd7QYUJcAq99ERp8l3zo-UqKHX13Qa3eHUHnaL2Mz8vQlPMEAsPXGc

La curiosidad explica la búsqueda de información nociva por parte de los menores. Pero, los datos que están revelando las investigaciones alertan sobre la necesidad de poner cotos ante el riesgo serio que supone para la salud y la vida de los más desprotegidos, los menores. Así lo pone de manifiesto el estudio “Actividades, mediación, oportunidades y riesgos online de los menores en la era de la convergencia mediática”, elaborado por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), que advierte del incremento del porcentaje de adolescentes que consultan páginas peligrosas en los últimos ocho años, especialmente las chicas. Según este trabajo, el 45% de las menores de entre 14 y 17 años visitan webs que enseñan a autolesionarse, un 38% otras que fomentan la anorexia y la bulimia y el 59%, páginas con mensajes de odio hacia el diferente.

Este trabajo forma parte del la iniciativa europea para el estudio de los menores y la tecnología (EU Kids Online), ha contado con el apoyo institucional de INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad), dependiente del Ministerio de Economía y Empresa. El informe se basa en la respuesta de 2.900 menores: el 47% de entre 13 y 17 años y el 53% restante, entre 9 y 12 años.

Uno de cada tres menores ha sido víctima de acoso y uno de cada cinco ha sido acosador

La investigación constata que los niños y adolescentes de entre 9 y 17 años dedican la mayor parte del consumo online a comunicarse con sus familias y amistades (70%), seguido del consumo de ocio (escuchar música, 63% o ver videoclips, 55%) y, a cierta distancia, la práctica de juegos online (46%) y realizar tareas escolares (43%).

Más allá del uso que realizan del smartphone, se destaca los comportamientos de riesgo que realizan. “En los aspectos más preocupantes, cabe destacar que uno de cada tres menores ha sido víctima de bullying, que uno de cada cinco menores ha ejercido esta práctica en alguna de sus modalidades y que afecta más a las niñas que a los niños”, indicó Maialen Garmendia, investigadora principal del grupo EU Kids Online de la UPV.

El visionado de imágenes sexuales y el sexting (envío de mensajes sexuales, eróticos o pornográficos) son otras de las prácticas que se están implantando en estos colectivos. Así, el 42% de chicas y chicos de entre 11 y 17 años han visto imágenes de carácter sexual y tres de cada diez menores han recibido mensajes de contenido sexual o sexting. Una frecuencia que es mayor según aumenta la edad de los menores analizados.

Un tercio de los niños de entre 11 y 12 años contacta con desconocidos; la mitad, en el caso de los preadolescentes de 12 y 13 años

La práctica de contactar online con desconocidos está significativamente extendida entre los menores de 9 a 17 años, algo que se incrementa en la medida que aumenta la edad del grupo. Así, entre 11 y 12 años: uno de cada tres lo practica; de 12 a 13 años: son más de la mitad (53%) y 2 de cada tres jóvenes de entre 15 a 17 años lleva a cabo estos contactos. Es de destacar que el 83% se mostró satisfecha con estos encuentros.

Los menores combinan diversas estrategias para afrontar las experiencias negativas: los amigos son la principal fuente de apoyo (70%) y también es importante la mediación de las madres y de los padres (46%). En ocasiones intentan que la persona que les molesta les deje en paz (57%), la bloquean (56%), cambian su configuración de privacidad (24%) y, en menor medida, denuncian el problema (16%).

El INCIBE, con el objetivo de fomentar un uso seguro y responsable de Internet y las tecnologías, y como servicio público, pone a disposición de ciudadanos, empresas y padres, menores y educadores, la Línea de Ayuda en Ciberseguridad, gratuita y confidencial. A través del 900 116 117, un grupo de expertos en ciberseguridad atienden de lunes a domingo las consultas y preocupaciones de los usuarios.

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No hay forma más eficaz para comprobar lo potente que puede ser la imaginación que sentarse una tarde a estudiar. Es ponerse delante de un libro o de unos apuntes y las excusas para levantarse de la silla se multiplican: voy a estirar las piernas para despejarme, tengo que contestar a ese mensaje de WhatsApp urgente que me acaban de enviar, un vistazo a Instagram no le hace daño a nadie… Pero el advenimiento del examen es tan inevitable como esa sensación de agobio y descontrol que va creciendo conforme se acerca la fecha. Gestionar de forma eficaz el tiempo de estudio es una asignatura pendiente para muchos estudiantes, especialmente en la universidad. Pero también es la fórmula perfecta para prevenir el estrés y la ansiedad antes de los exámenes, sin olvidar el impacto directo que tiene sobre las notas.

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Y aunque el mundo a veces parece estar lleno de procrastinadores capaces de sacar un sobresaliente con unas pocas horas de estudio la noche anterior, la realidad es muy diferente. “La variable clave de los resultados académicos es la suma del número de horas que uno dedica a estudiar y el conjunto de actividades que acompañan a ese tiempo de estudio”, enumera Francisco Pérez González, profesor de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universitat de València (UV).

La receta parece sencilla: hincar codos durante horas y hacerlo de tal manera que ese tiempo se convierta en aprendizaje efectivo y no en minutos perdidos frente al libro. Pero entre medias se cuelan las clases, el móvil, las tardes perdidas en un infinito “en cinco minutos me pongo” y esa lista de lo que los expertos llaman distractores o ladrones del tiempo. Es entonces cuando aparece la sensación de no llegar a todo. “La universidad es la primera etapa en la que tú te marcas los tiempos y tu agenda”, explica Modesta Pousada, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). “Los alumnos suelen ser conscientes de lo importante que es aprender a gestionar su tiempo, pero no saben ponerlo en acción”.

Organizarse para llegar a todo y llegar bien exige una reflexión concienzuda de cómo usas tu tiempo, una planificación hecha con suficiente antelación y un compromiso con uno mismo para cumplir con lo prometido. La buena noticia: como todo hábito se puede aprender, pulir y mantener en el tiempo. La mala: no hay fórmulas mágicas ni atajos. Pero sí es posible seguir este proceso en cinco pasos para conseguirlo.

1. Empieza cuanto antes a planificarte

Si no sacas la agenda hasta que no termina el cuatrimestre, probablemente tengas un problema. Aunque lo habitual es empezar a organizar el estudio cuando los exámenes comienzan a asomarse en el horizonte, lo recomendable es preocuparse por ello mucho antes. Y aquí, nunca es demasiado pronto. Si te organizas ya desde el primer día del cuatrimestre o del curso, mucho mejor. “Es entonces cuando tenemos la posibilidad de intervenir y mejorar el uso que hacemos de nuestro tiempo”, señala Pérez González.

Planificar desde el primer día es importante también por lo que los psicólogos denominan la práctica distribuida. “Los estudios sobre el funcionamiento de nuestra memoria demuestran que distribuir el tiempo de estudio en sesiones más cortas de duración y más prolongadas a lo largo del tiempo aumenta el rendimiento”, asegura Pousada. Es decir, que si piensas dedicarle 10 horas a preparar un examen, es mucho más efectivo emplear dos horas cada día durante una semana que concentrarlas en dos sesiones de cinco horas el fin de semana anterior.

2. Analiza cómo usas tu tiempo (y en qué lo pierdes)

Para aprender a aprovechar el tiempo, primero hay que saber en qué lo invertimos (o dónde lo perdemos). “La gestión del tiempo es una toma de conciencia sobre la realidad que tengo entre manos”, resume Noemí Merchán, coach y experta en talento que acaba de impartir un taller sobre este tema en la Universidad Carlos III de Madrid. Allí, les pidió a los alumnos que calcularan cuántos minutos que podían haber dedicado a estudiar terminaban desapareciendo por el desagüe de las actividades poco importantes (contestar wasaps, mirar Netflix por enésima vez en busca de una serie para ver…). ¿La respuesta? Hora y media. Cada día.

Con los alumnos que llegan a su despacho, Francisco Pérez González pone en práctica una táctica similar. Les pide que durante una o dos semanas vayan anotando todas las cosas que hacen para que así puedan analizar cómo distribuyen sus tiempos. “A partir de ese seguimiento, uno puede ser consciente de todo lo que hace en un día, más allá del estudio. Después, al gestionar y planificar, hay que considerar todas esas actividades”.

Este análisis inicial sirve también para identificar todos esos ladrones del tiempo y eliminarlos o reducir su impacto tanto como sea posible. El más habitual es, por supuesto, la tecnología. Y si bajamos al detalle, el móvil e Instagram. “También los planes de última hora y la falta de agenda, el no tener una planificación concreta e ir a la deriva”, explica Merchán. “Ese ‘después de comer, si eso, me pongo’. Si tienes que estudiar y nunca lo haces, esa es una idea bomba que te ametralla la cabeza”.

3. Márcate objetivos y aprende a diferenciar lo urgente de lo importante

Echar horas delante del libro o navegar entre trabajos pendientes de entregar durante toda una tarde de poco sirve si antes no te has marcado un objetivo. “Debemos dejar de poner la mirada en cuánto tiempo estudio y centrarnos en cuáles son los resultados y el objetivo de ese tiempo que vas a dedicarle a estudiar”, asegura Elena López Cobeñas, profesora de Psicología de la Intervención Educativa en la Universidad Camilo José Cela (UCJC).

Antes de empezar con cada sesión de estudio o de trabajo, pregúntate qué quieres conseguir cuando termines: ¿avanzar dos temas?, ¿buscar toda la documentación que necesitas? El objetivo debe ser concreto y asumible, ya que si es demasiado ambicioso terminará generando frustración. Y si la planificación se está haciendo a largo plazo (un trabajo de fin de grado o preparar una asignatura desde el principio del cuatrimestre), Modesta Pousada, de la UOC, recomienda delimitar hitos sencillos en el camino e ir ampliándolos. “Un hito pequeño puede ser que, durante el próximo mes, vas a dejar el móvil en otra habitación cuando te pongas a estudiar”, ejemplifica. “Cuando lo consigas, puedes establecer un objetivo más ambicioso: además, me voy a planificar estudiar todos los días una hora. Si establezco objetivos pequeños que puedo alcanzar, esto refuerza mi compromiso y mi percepción de autoeficacia”.

Saber priorizar las tareas pendientes es otro punto importante a la hora de marcarse objetivos. Aquí es fundamental aprender a distinguir lo urgente de lo importante, dos conceptos que no siempre van de la mano y que pueden provocar que se dedique demasiado tiempo a tareas poco relevantes. Los universitarios suelen tener problemas para navegar en esta distinción, sobre todo porque las asignaturas suelen venir acompañadas, además del examen final, de trabajos y prácticas que tienen que entregar a lo largo del cuatrimestre. “Sienten que tienen que entregar muchos trabajos y que eso merma el tiempo de estudio. No son capaces de hacer la transferencia de que el trabajo es una vía para interiorizar los conocimientos”, explica López Cobeñas.

4. Planifica con papel y reloj

Todos esos objetivos y listas de tareas pendientes, bien priorizadas, se tienen que plasmar en una planificación. Y no valen las cábalas mentales de que el lunes estudio un rato y el martes termino esa práctica pendiente. Hay que sacar papel y reloj para pintar el mes, la semana y el día e ir ubicando en cada hueco las tareas, con un tiempo asignado. “Si a una tarea no le pones fecha de caducidad, tu mente busca postergarla”, explica López Cobeñas. Se trata de perder algo de tiempo planificando para luego ganarlo. “En una hora de planificación ahorramos entre tres y cuatro horas de gestión”, asegura María Jesús Martínez Silvente, directora de alumnos de la Universidad de Málaga, que el pasado octubre organizó su primer curso de gestión del tiempo.

Hay dos niveles de planificación, según explica Francisco Pérez González, de la UV. Y los dos actúan en paralelo. Por un lado, la organización a largo plazo. “Es una ventana abierta a lo largo de un periodo extenso, como un curso o un cuatrimestre, en el que hay que colocar todas aquellas actividades que ya desde el inicio del curso se conocen: inicio y fin del cuatrimestre, fechas de exámenes…”, cuenta el profesor. Por otro lado, la planificación semanal y diaria. Se realiza a partir del análisis inicial y distinguiendo dos tipos de obligaciones: las fijas (clases, deportes, citas o compromisos…) y las flexibles, que pueden aumentar o disminuir en función del tiempo disponible (el tiempo dedicado a estudiar, a quedar con los amigos, a hacer las tareas de casa…). “Esta planificación se va revisando para generar poco a poco el hábito. No es más que una automatización de un procedimiento”, explica el experto.

5. No te olvides del descanso

Tan importante como reservar tiempo para el estudio es planificar los momentos de descanso. Durante las sesiones de trabajo y fuera de ellas, para equilibrar el estudio con otras actividades: deporte, ocio… Los expertos recomiendan huir de las jornadas maratonianas y de los atracones. “Estudiar requiere estar concentrado y atento. No somos capaces de estar así de una manera sostenida e infinita en el tiempo”, explica Modesta Pousada, de la UOC, que recomienda planificar sesiones de 45 minutos con descansos de 15 minutos entre medias. “Los descansos también ayudan a ser flexible porque los planes siempre hay que cambiarlos sobre la marcha, pero incorporar un imprevisto sobre algo que ya está pautado es más fácil”, añade.

Elena López Cobeñas, de la UCJC, recomienda incluso reservar una semana entera en Navidad para el descanso, a pesar de que este suele ser el momento de apretar el acelerador antes de los exámenes. “Si programas tu mente sabiendo que vas a tener unos días de descanso, cuando vuelves al estudio lo haces desde otra perspectiva”, explica. “Lo fundamental, de todos modos, es inculcar en los estudiantes que no pueden decir: ‘No me da tiempo’. Esa no puede ser una respuesta porque ahí cabe de todo”.

“¿Cuánto dura esto?” Esta es la pregunta que, con más frecuencia, me plantean los padres y madres de adolescentes en mis talleres y es que la mayoría de ellos desconocen tres cuestiones que, a mi entender, son importantes. La primera de ellas es que la adolescencia es una etapa, y como tal, no dura toda la vida, aunque a algunos, se les haga interminable. La segunda es que no saben cuándo comienza, tan solo advierten algunos cambios de conducta en sus hijos e hijas pero, a menudo, lo interpretan como algo que está fallando “¡con lo bien que iba todo…!”, y por último, todos padecen una especie de amnesia y no recuerdan que ellos también pasaron por esa etapa de la vida.

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Con respecto al comienzo de la adolescencia, aunque esta sociedad se empeñe en adelantarla cada vez más, podemos decir que comienza entre los 11 y los 13 años, con una variación dependiendo del sexo, ya que los estudios confirman que las niñas comienzan y acaban el proceso de maduración un poco antes que los niños, pero cuidado, no podemos pensar que una niña de ocho o nueve años es una preadolescente o una adolescente es tan solo una niña, a pesar de la hipersexualización a la que se ven cada vez más sometidas.

¿Cuándo finaliza?

Entre los 19 y 21 años, aunque algunos psicólogos afirman que a los 25. Por lo tanto, dura una media de ocho años, existiendo una diferencia por sexo. Se trata por tanto, de una etapa un poco larga, sobre todo si carecemos de herramientas para una comunicación efectiva y una convivencia sana. ¿Recuerdas cuándo eras adolescente? ¿eres capaz de reflexionar sobre alguna cosa que hiciste durante esa etapa y que nunca le contaste a tus padres? Recordar tus años de adolescente te ayudará a calmar un poco las preocupaciones y a recobrar la confianza en tu hijo.

¿Qué ocurre en el cerebro durante este proceso?

La maduración cerebral: aunque el cerebro se desarrolla de manera gradual durante la infancia es, al final de esta cuando alcanza su tamaño máximo. Por lo tanto, se llega a la adolescencia con el cerebro prácticamente desarrollado pero falta la última fase, la maduración. Es la base del cerebro adulto. Este es un periodo donde se produce una extraordinaria reorganización cerebral, comparable a los tres primeros años de vida, por tanto, los cambios más importantes no están relacionados con el desarrollo cerebral, si no con un proceso de reorganización de las diferentes regiones cerebrales que mejora la comunicación entre las mismas. Es la base del cerebro adulto, donde empieza a formarse la identidad.

Se trata de un proceso biológico que está fuera de su control y que la doctora en Educación y terapeuta Jane Nelsen, identifica con el proceso de individualización. Este se caracteriza por una serie de cambios en la conducta de nuestros hijos que, todos los padres y madres de adolescentes, somos capaces de identificar…

Los adolescentes tienen la necesidad de descubrir quiénes son.

  • Atraviesan por enormes cambios físicos y emocionales (Un día no paran de hablar y al día siguiente se limitan a contestar con monosílabos).
  • Exploran y ejercitan su poder personal y su autonomía. Necesitan sentir su poder e importancia en el mundo. Dirigir, sin ser dirigidos.
  • La relación con los amigos tiene prioridad sobre las relaciones familiares. Necesitan construir relaciones con personas de su misma edad. Por tanto, empezarán a querer desmarcarse de los planes familiares.
  • Tienen una gran necesidad de privacidad. Sobre todo dentro de su entorno familiar.
  • Se trata de una etapa en la que subestiman a los padres, que pueden llegar a convertirse en “una vergüenza” para ellos (“No me dejes en la puerta”, “No me des la mano”, “No me beses”).
  • Se ven a sí mismos como omnipotentes y sabiondos.

El proceso de indvidualización a menudo parece rebeldía a los ojos de los padres. Esta es la causa principal por la que muchos padres reaccionan en lugar de actuar de forma reflexiva y auto modelando.

En mi opinión, este es un momento decisivo en la crianza de nuestros hijos ya que va a afianzar el patrón educativo que hayamos empleado con ellos hasta ahora. Si, hemos sido muy autoritarios, puede que se distancien, se vuelvan dependientes emocionalmente o bien se vean incapaces de madurar, ya que carecerán de habilidades para hacer sus propias decisiones. Si por el contrario, fuimos permisivos, se verán muy perdidos, sin límites e inseguros. Por tanto, esta etapa quizá nos remueva la conciencia y seamos conscientes de la necesidad de cambiar nuestro estilo educativo, lo que no implica cambiar de valores.

Las terapeutas, Jane Nelsen y Lynn Lott, afirman que los padres avivamos las llamas de la rebeldía de los adolescentes cuando:

  1. No comprendemos, respetamos o apoyamos el proceso de individualización.
  2. Tomamos este proceso, como algo personal (“Con todo lo que he hecho por ti…”)
  3. Nos sentimos culpables. (En Disciplina Positiva siempre decimos que no es cuestión de culpabilidad sino de responsabilidad).
  4. Nos asustamos de los errores de nuestros hijos. (Cuando es inevitable que los cometan. Y no solo ellos, nosotros, como padres, también).
  5. Tratamos de impedir la individualización a través de la culpa, el castigo, la humillación, la sobreprotección o la negligencia.
  6. Pensamos que la forma en la que se comportan nuestros hijos será para siempre.
  7. No respetamos el hecho de que nuestro hijo sea diferente y pueda elegir un estilo de vida con el que no estemos de acuerdo.

Se trata por tanto, según las terapeutas, de dejar de ser el piloto y convertirse en el copiloto. No importa si te dicen constantemente que les dejen en paz, necesitan tu apoyo y sentir que estás a su lado.

*Yolanda Alfonso Arias. Socióloga y Educadora de Disciplina Positiva de Familias y de Aula

https://elpais.com/elpais/2019/05/17/mamas_papas/1558084171_008966.html

No es la primera vez que un conductor que ha consumido drogas durante el fin de semana da positivo el lunes cuando pilla el vehículo para ir al curro. De hecho ha habido casos bastante graves en los que estas personas eran conductores de transporte escolar y sin saberlo estaban conduciendo bajo los efectos de la cocaína.

Y es que nuestro organismo no es una máquina que elimina los restos de la droga por completo de un día para otro de forma automática. Nuestro cuerpo necesita un desarrollo para eliminar todas esas toxinas. Ya no hablamos de cuánto tiempo tardaría en dar negativo un test de saliva o de orina, sino del proceso por el que debería pasar el cuerpo de una persona para estar totalmente limpia. Incluso habría maneras de averiguar si una persona ha consumido o no, aunque fuera una sola dosis.

Después de la vida media de la droga, el cuerpo sigue notando los efectos

Claudio Vidal, coordinador en Energy Control en Andalucía, de Asociación Bienestar y desarrollo, explica que intervienen muchos factores para poder estimar un tiempo exacto de eliminación de la sustancia. Nos explica que en la sangre se suele eliminar bastante rápido y que aproximadamente sería a la hora de haberse tomado una dosis única. “La concentración en sangre tiende a haber bajado casi a la mitad, lo que se conoce como la vida media. Sin embargo, el hecho de que se perciba que los efectos han bajado no significa que nuestro cuerpo no lo note”, dice.

“Cuando una persona ha consumido cocaína, el cuerpo se prepara para descomponerla en una serie de productos que van a la orina a través del riñón”, nos explica. “Durante este proceso se generan unos metabolitos, y de hecho los test de detección de drogas no buscan la droga en sí, sino que también la benzoilecgonina, que es uno de estos principales metabolitos”.

El tiempo de metabolización dependerá de la dosis, el IMC, la cantidad de grasa o lo que hayamos comido

Esta metabolización de la droga dependerá de varios factores. Olga Valverde, investigadora que estudia la neurobiología del comportamiento y que lleva a cabo varios estudios de cómo afectan las drogas a nuestro cerebro, asegura que aunque el efecto en sí de la droga ya no se produzca, la reacción que tiene en nuestro organismo puede permanecer incluso durante meses.

El tiempo de metabolización de la droga dependerá entre otras cosas de la dosis, del IMC (índice de masa corporal) de la persona, la cantidad de grasa o lo que hayamos comido. Si por ejemplo hemos comido poco o hace rato, afectaría mucho más a nuestro cuerpo.

Además, según nos cuenta Olga, variaría de una persona u otra en función de sus parámetros corporales. “Por ejemplo, personas con depósitos grasos importantes podrían tardar más en metabolizar esa droga”, comenta.

“El hecho de estar limpio de la droga no significa que puedas estar en plenas facultades, puede que no haya cocaína en sangre pero puede que los efectos de esta droga permanezcan”, nos dice.

A mayor cantidad de droga más tardará en metabolizarse

Los estudios que hay sobre permanencia de drogas suelen hacerse después de que el sujeto a analizar se haya tomado una sola dosis, pero raramente en la vida real encontraremos a alguien que tome una sola pastilla sin mezclar con otras sustancias, como por ejemplo el alcohol. La forma de consumir esa sustancia también influirá en la manera en que nuestro cuerpo la asimila y luego la descomponga.

A pesar de eso, y según nos cuenta Olga Valverde, con el consumo de la cocaína no sucede lo mismo que con el consumo de analgésicos, en el que nuestro cuerpo se va adaptando a la dosis y cada vez hay que ir incrementándola para notar sus efectos.

“Si una persona está consumiendo crónicamente puede estar incluso meses para volver a su situación inicial, si es un consumo esporádico quizás con dos o tres días ya podría volver a esa situación inicial. Aun así se podría detectar que ha consumido de forma relativamente sencilla”, explica.

Cualquier tipo de consumo deja un rastro permanente

No hace falta una biopsia en el riñón para poder analizar si alguien ha consumido o no algún tipo de sustancia estupefaciente. Bastaría con un simple pelo para poder llevar a cabo un análisis folicular y saber si esta persona ha consumido o no.

“Sería relativamente sencillo detectar cuándo una persona ha consumido drogas, aunque fuera una dosis baja. Existen análisis muy detallados que permitirían conocer al detalle cuándo y qué ha tomado esta persona”, asegura Olga.

Cualquier tipo de consumo deja un rastro permanente en nuestro cuerpo, aunque hay estudios que aseguran que se puede eliminar la cocaína en unos 4 o 7 días. Por un lado a los órganos que intervienen (en el caso de la cocaína serían el riñón y el hígado), pero también dejaría una muestra clara en nuestro sudor, las uñas o el pelo.

“En el caso de nuestro pelo se podría saber si una persona ha consumido incluso hace meses o años ya que la información queda allí, explica Olga Valverde. Cuanto más hacia las puntas, más tiempo hace del consumo y si se detecta la sustancia más hacia la raíz sería más reciente”.

Aunque una persona se llegara a rapar el pelo dicha información podría ser igualmente sustraída en otro tipo de vello corporal. No haría falta que fuera un cabello. Eso sí, debería alguien ir a propósito a buscarlo y analizarlo buscando específicamente estos parámetros, algo que sería bastante improbable. Incluso existen trabajos en los que específicamente se pide este tipo de análisis para detectar el consumo de drogas. Pero esto ya es otro tema.

https://www.vice.com/es/article/wjm54z/cuanto-dura-cocaina-en-sangre-orina-saliva-cuerpo-organismo?fbclid=IwAR0e6NMvrdJJ9va2IAKxAkEvecZMLN-gMAl-me1rnMA9PH31IC79INeFgIM

En la actualidad, ya existen pronunciamientos judiciales que prohíben la difusión comercial de imágenes de menores, con el objetivo de proteger su honor e intimidad en las redes sociales.

El Tribunal de Distrito de La Haya ordenaba a finales del pasado año la retirada de contenidos en redes sociales de los hijos de una influencer prohibiendo publicaciones futuras y condenando a la mujer al pago de una multa, después de que su pareja, padre de los menores de 2 y 4 años, interpusiera una demanda para evitar posibles perjuicios de los niños. Este requerimiento llegó tras el divorcio de la pareja.

En mayo de 2018, la Audiencia Provincial de Barcelona se pronunció sobre un caso similar. El fallo apuntaba que la publicación en una red social de una fotografía de un hijo menor siempre requerirá del consentimiento de ambos progenitores. Siguiendo la citada sentencia, cuando los menores no tienen madurez suficiente, si existe desacuerdo en los progenitores, deberá acudirse a la vía judicial, resolviendo finalmente el juez.

Según Escarlata Gutiérrez, fiscal del Ministerio Público Provincial de Ciudad Real y adjunta a la sección especializada contra la criminalidad informática, el «consentimiento de ambos padres no sería preciso en aquellos casos en que se realice una publicación de la fotografía conforme al uso social, como por ejemplo poner una fotografía de perfil de WhatsApp». Sin embargo, en su opinión, «el caso de las instamamis genera mayores problemas».

Las redes sociales son medios de comunicación

Basta con realizar una búsqueda sencilla en Instagram para encontrar a menores mostrando cientos de juguetes e invitando indirectamente a su consumo. Lo mismo ocurre con otras personalidades de la vida social a la hora de mostrar escenas cotidianas con sus pequeños. La ropa, accesorios o juguetes que aparecen en esas imágenes son productos de consumo fácilmente identificables.

Si estas instamamis o instapapis están haciendo un negocio a través de la publicación de imágenes de sus hijos, es la Ley Orgánica de Protección del Menor la que vela por el honor, la intimidad y la propia imagen de éstos, reforzada por la Ley de Protección Civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen de 1982, que establece que «el representante legal deberá informar al Ministerio Fiscal de su consentimiento para publicar imágenes del menor».

Gutiérrez asegura que «estas redes pueden considerarse medios de comunicación. Lo esencial para publicar fotos de menores en redes sociales privadas es contar con el consentimiento de ambos progenitores y si uno no lo da o lo retira será necesario acudir a la vía judicial. En caso de que ambos progenitores, de mutuo acuerdo, dispongan de cuentas en redes sociales para subir de manera constante e indiscriminada imágenes de sus hijos, deberán comunicarlo al Ministerio Público, quien valorando el superior interés, podrá oponerse a tales publicaciones resolviendo finalmente el juez».

La Fiscalía, durante la minoría de edad y en el momento en que un vídeo o imagen atente contra los derechos de los menores, deberá intervenir para retirar la cuenta o para realizar las acciones por la vía civil, solicitando la indemnización a los padres en beneficio de los menores afectados. «Igualmente, tiene legitimación conforme al artículo 201.1 del Código Penal para interponer denuncia si los hechos fuesen constitutivos de un delito contra la intimidad», concluye la fiscal.

¿Puedo demandar a mis padres?

En todos los casos referidos se trataba de menores de edad. Sin embargo, la mayoría de edad de los pequeños influencers puede acarrear novedades legales. Haciendo un paralelismo con los talentos más pequeños del mundo del espectáculo, no sería de extrañar que existieran futuras demandas una vez llegada la edad adulta. Puede ocurrir que los jóvenes influencers ya no estén dispuestos ni a probar juguetes ni a que sus padres difundan sus imágenes en fiestas privadas, almuerzos o momentos de baño.

Para Antonio Serrano, consejero delegado de Spartanhack, se trata de un tema complejo que habría que valorar caso a caso. Además de acudir a la figura de la responsabilidad civil en caso de que las imágenes hayan generado algún tipo de daño, para el experto legal, el mejor mecanismo puede ser el de «recurrir al derecho al olvido en servicios de redes sociales y equivalentes, que está recogido en el artículo 94.3 de la Ley Orgánica de Protección de Datos». En virtud de esta norma, en caso de que «el derecho al olvido se ejercitase por un afectado respecto de datos que hubiesen sido facilitados al servicio por terceros, durante su minoría de edad, el prestador deberá proceder sin dilación a su supresión por su simple solicitud sin necesidad de tener que justificar nada adicional», detalla Serrano.

Gutiérrez confirma que el menor puede demandar a sus padres llegada la mayoría de edad, solicitando una indemnización por daños morales y que se retiren las imágenes tanto en redes sociales públicas como privadas. La difusión de esas imágenes será clave para fijar la responsabilidad civil. «La denuncia sería por la comisión de un delito contra la intimidad, en concreto el previsto en el artículo 197.7 del Código Penal», dice la fiscal.

Actitud preventiva

Antes de que los hijos demanden a sus representantes legales, una alternativa preventiva está en la educación digital de los progenitores. Se trata de asegurar la protección ante la inseguridad proyectada por el mal uso de las redes sociales.

Los cursos e iniciativas para educar a los usuarios desde la Administración de Justicia y las entidades privadas dando las claves del buen uso en redes sociales serían una alternativa a la hora de facilitar que los progenitores puedan entender cómo sus hijos comprenden y usan estas redes sociales para evitar situaciones similares al ciberacoso.

Consejos para ser abogado ‘influencer’

Jorge CampanillasSocio de Iurismática abogados y responsable de eventosjuridicos.com

Sobre las redes sociales y los abogados, Jorge Campanillas considera que no todos los abogados debieran utilizar las redes sociales, puesto que puede ser contraproducente para el despacho, al no disponer de habilidades para la comunicación o utilizar formatos para los que no están acostumbrados. En su opinión, «habría que potenciar las habilidades y los profesionales que pueden ayudar en la captación de clientes potenciales y capacitar al resto».

Un abogado influencer deberá:

1) Conocer el funcionamiento de las redes sociales. Saber cómo funcionan los algoritmos de éstas puede allanar el camino.

2) Interactuar con los demás usuarios. Las redes son sociales y premian a los usuarios que interactúan con otros profesionales a fin de generar una red de conocimiento.

3) Darse un tiempo. El éxito en las redes sociales no se consigue de forma rápida.

4) Elegir la red que mejor se adecue al abogado.

5) Saber comunicar y llegar a los usuarios.

6) Observar qué hacen otros influencers de otros sectores para ver que se puede llevar a un sector como el de la abogacía.

Antonio SerranoConsejero delegado de Spartanhack

Sobre los abogados influencers, Antonio Serrano opina que en virtud al combinado redes sociales y abogados, estas deberían utilizarse no solo para captar clientes sino para aportar contenidos interesantes. Para el consejero delegado de Spartanhack «aportando valor, acreditas profesionalidad. No se puede limitar la innovación a las redes sociales. Innovar pasa por transformar y ello supone utilizar la tecnología como medio para poner al cliente en el centro».

Un abogado influencer deberá:

1) Cumplir la normativa publicitaria en general, y el artículo 25 del Estatuto General de la Abogacía, en particular, respetando la dignidad de las personas y haciendo publicidad digna, leal y veraz.

2) Tener presente la huella digital que se deja con estas publicaciones.

3) Realizar publicaciones sobre temas jurídicos, económicos, de márketing digital o temas tecnológicos.

4) Complementar las redes sociales con un blog para publicar contenido de valor sobre las temáticas anteriores.

5) Conseguir un posicionamiento razonable en redes, dejando una buena huella digital.

http://www.expansion.com/juridico/actualidad-tendencias/2019/04/17/5cb73d04e5fdeaa3248b45c3.html

El consumo excesivo de alcohol está en el origen de más de doscientas enfermedades y por primera vez un equipo de investigadores, entre ellos de la Universidad Miguel Hernández de Alicante, ha comprobado que los daños inducidos por ese consumo no se detienen al dejar de beber.

Los investigadores han constatado que se produce una alteración generalizada en la sustancia blanca del cerebro (las “autopistas” que conectan las diferentes partes del cerebro) que afecta sobre todo a las estructuras relacionadas con la comunicación entre los dos hemisferios, a la toma de decisiones y a la memoria.

El estudio, cuyas conclusiones publica hoy la revista “Jama Psychiatry”, lo han llevado a cabo investigadores del Instituto de Neurociencias de Alicante (un centro mixto de la Universidad Miguel Hernández y el CSIC) y el Instituto Central de Salud Mental de la Universidad de Heidelberg (Alemania).

El consumo excesivo de alcohol provoca más de tres millones de muertes cada año en el mundo

Además de estar en el origen de más de doscientas enfermedades, el consumo excesivo de alcohol provoca más de tres millones de muertes cada año en el mundo, por lo que la detección temprana de sus efectos negativos es un objetivo prioritario de los neurocientíficos.

En el estudio han participado 91 pacientes con una edad media de 46 años, hospitalizados en Alemania a causa de un transtorno por consumo de alcohol, y se ha completado con un modelo de ratas que ha demostrado una preferencia natural por el alcohol, ha explicado a Efe la neurocientífica italiana Silvia de Santis, del Instituto de Neurociencias de Alicante.

Silvia de Santis ha precisado que todos los pacientes que han participado voluntariamente en la investigación padecen enfermedades psiquiátricas asociadas al consumo excesivo de alcohol, y ha incidido en que los daños comprobados afectan a la “materia blanca” que conecta las diferentes partes del cerebro.

Los déficits cerebrales permanentes a causa del consumo excesivo de alcohol pueden ocurrir mucho antes de lo que se creía

Los resultados ahora conocidos rebaten la creencia de que las alteraciones en el cerebro comienzan a normalizarse inmediatamente después de dejar el consumo de alcohol, y ponen de relieve además que los déficits cerebrales permanentes a causa del consumo excesivo de alcohol pueden ocurrir mucho antes de lo que se creía.

Los resultados, que se han obtenido mediante resonancia magnética durante las primeras semanas de abstinencia, se han obtenido con garantías de que los pacientes no estaban bebiendo nada de alcohol ya que todos estaban ingresados en un hospital siguiendo un programa de desintoxicación.

El investigador Santiago Canals, que lidera el grupo de Plasticidad de las Redes Neuronales en el Instituto de Neurociencias de Alicante, destacado que aunque la toxicidad del alcohol cesa al dejar de beber, los cambios en el cerebro siguen progresando porque se pone en marcha un proceso inflamatorio que avanza incluso en ausencia de alcohol.

Canals, que ha calificado de “sorprendentes” los resultados, ha destacado que estas evidencias estarían también relacionadas con la facilidad de recaída que se produce cuando los pacientes han dejado de beber, durante el periodo de abstinencia.

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