Hay esperas que se hacen eternas, como sabrá cualquier fan de Juego de tronos ansioso por la nueva novela de George R.R. Martin o, si nos ponemos más prosaicos y menos dragoniles, como cualquiera que espera la devolución de la renta. Pero los padres sabemos que hay una espera aún más dilatada: en verano, el espacio-tiempo se desacelera y se expande hasta el infinito mientras no llega el principio de curso.

Porque la paradoja nos afecta a (casi) todos: nos pasamos el año esperando las vacaciones para disfrutar de nuestros hijos full time y luego a la mitad de agosto ya contamos los días para que vuelvan al cole y su energía se regule.

Así que aquí estamos otra vez, insert coin en la nueva partida escolar (y ya puedes tener monedas, porque según colegio y curso, llegan de golpe los libros, el material, el uniforme si es que lo usan, las extraescolares…). En nuestro caso, la niña empieza P3, lo que en nomenclatura infantil se conoce universalmente como colegio de mayores.

En este curso, ella no tendrá deberes, pero nosotros sí. Con todos los informes, fichas y autorizaciones que hemos tenido que rellenar, si algún día se dedica a la política y los periodistas le piden documentación, podrá demostrar tranquilamente que ha cursado P3.

El cambio de ciclo implica un cambio vital importante para todos. Nuevos espacios, nuevos métodos… y nuevas gentes.

Porque los críos se tienen que adaptar a nuevos críos, pero a nosotros también nos tocan nuevos adultos. En la típica reunión de padres de pretemporada, sentados en sillas infantiles, miré a las otras personas, intentando adivinar el futuro. De todos estos, ¿quiénes serán nuestros mejores amigos escolares? ¿A quién criticaremos después en el parque? ¿Cómo lo resolveremos si los padres de un supuesto niño-broncas no reconocen el lado oscuro de su pequeño matón? ¿Podremos continuar manteniendo las amistades creadas en la escuela infantil o les seremos infieles con estos recién llegados? Y la pregunta vital: ¿cuándo abandonamos el WhatsApp de padres del año pasado y montamos uno nuevo con estos, para poder quejarnos del grupo de WhatsApp?

Por lo menos, todas las profesoras parecen encantadoras y nos transmiten que, chorradas aparte, hemos llegado a un buen centro, donde nuestra criatura se formará como una persona feliz y equilibrada.

Y eso es justo lo que necesitamos todos para compensar emocionalmente la vuelta al bullicio, a no olvidarse nada preparando la mochila, a los pasillos llenos de padres que van lentos y de niños que caminan en plan kamikaze en una dirección que solo ellos entienden, a las clases llenas de niños llorando… y a la segunda parte de la paradoja paternal. Porque es salir por la puerta y empezar a echar de menos a tu peque, pasándote medio día pensando: “¿qué estará haciendo ahora?”

Os deseo a todos una adaptación rápida (las profesoras siempre dicen que a los cinco minutos se les pasa), y sobre todo, un buen curso.

Martín Piñol.

https://elpais.com/elpais/2018/09/13/mamas_papas/1536831330_143802.html

Dice Julio Rodríguez, doctor en Medicina molecular, psicólogo y autor de Lo que dice la ciencia sobre crianza y educación (Plataforma editorial), que a ser padres se desaprende porque la sociedad nos obliga a ir muchas veces en contra del sentido común. No ayudan las expectativas sesgadas de lo que se supone que es “ser padres”, ni la falta de políticas familiares que faciliten una crianza más saludable de los hijos. Todo suma para que legiones de padres y madres se sientan –nos sintamos– culpables e impotentes por no poder llegar a todo. A todos. “El sufrimiento frente a todo lo que no podemos hacer por nuestros hijos en una sociedad incapacitada para responder a las necesidades humanas, puede convertirse en culpa y autocastigo”, escribía Adrienne Riche en ‘Nacemos de mujer’. Quizás la revolución, entonces, deba empezar en cada casa, levantando trincheras de sentido común.

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PREGUNTA: Dices al principio del libro que no han sido tus titulaciones sino tu experiencia como padre la que te ha llevado a escribirlo. ¿Se pueden abordar cuestiones como la educación y la crianza de los hijos sin el “plus” de la experiencia?

RESPUESTA: Se puede, pero ser padre te da el plus de la experiencia, te da el sentido de realidad. Como científico he aprendido que teorizar está muy bien, pero que si no haces la parte experimental todo se queda en hipótesis. No puedes tener ningún resultado ni conclusión sin haber hecho los experimentos. Por eso en el libro me baso en los últimos datos científicos en materia de educación –tanto desde una perspectiva psicológica de aprendizaje y bienestar psicológico, como biológica–, pero también teniendo en mente el “trabajo de campo” de padre; sabiendo que lo óptimo está muy bien, pero hacerlo las 24 horas de los 365 días del año, habiendo dormido 5 horas, trabajado 8, dado biberones, ordenado los juguetes, bañado, contado cuentos, cantado nanas, aguantado berrinches, preparado cenas, comidas y desayunos, y vuelta a empezar en una espiral sin final, es muy difícil. Aún así es necesario saber qué es lo correcto para intentar aproximarse a ello lo que se pueda.

P: Sobre lo correcto tenemos la presión de los “opinadores”.

R: Precisamente lo que me ha llevado a escribir el libro es haberme enfrentado a las dudas que te surgen en el día a día como padre sin haber encontrado información suficiente para afrontarlas. Lo que sí me encontré fue la paradoja de que mientras “tú no sabes nada”, tu entorno “lo sabe todo” y no para de decirte cómo lo debes hacer como si ellos (sobre todo aquellos que no tienen niños) dispusiesen del manual mágico de la crianza y a ti te hubiese sido vetado su acceso.

P: ¿A ser padres también se aprende?

R: Y se desaprende. Muchas cosas de las que digo en el libro son de sentido común, pero la sociedad nos ha obligado a hacerlo de manera incorrecta porque la sociedad es adultocéntrica, despiadadamente capitalista y no tiene en cuenta el bienestar y el correcto desarrollo de los pequeños. Por ejemplo, en la naturaleza a nadie se le ocurriría decir que la lactancia no es lo correcto, pero en nuestra sociedad se dice o se recomienda acortarla porque es “incómodo”. O a nadie se le ocurriría dejar al niño durmiendo solo y llorando hasta que se calle “para que se acostumbre”, pero en nuestra sociedad se hace, y se le echa la culpa al niño por no dejarnos dormir. La realidad es que los niños tienen su propio patrón de sueño y lo que no nos deja dormir es la alarma del despertador a las 7 de la mañana para ir a trabajar.

Debería existir una escuela para padres porque es la labor más importante de la vida. Contribuimos a la creación de un ser humano por lo que nuestra obligación –y su derecho– es proporcionarle la mejor de las vidas posibles desde el punto de vista psicológico. La sociedad del futuro estará regida por los niños del presente por lo que el futuro es nuestra responsabilidad.

P: “El haber tenido niños es una de las principales causas de divorcio en el mundo occidental”. Dejas claro que la paternidad no siempre es emocionante, maravillosa o divertida, sino que también tiene una cara B. ¿Somos conscientes de hasta qué punto la paternidad y la maternidad hacen saltar nuestra vida anterior por los aires?

R: Es que ser padres no es una aventura, es una responsabilidad compleja. Esto nadie nos lo dice porque todo tiene que ser perfecto y maravilloso en “la sociedad Instagram”, la que niega la parte real de la paternidad/maternidad porque no encaja en los “cánones de belleza”. Como consecuencia hay madres y padres frustrados y estresados porque piensan que son los únicos que están sobrepasados, que son los únicos que –en ocasiones– se hartan de la crianza. Y luego, claro, se sienten culpables y se vienen abajo. Lo que hay que decir es que eso es lo normal, que tener hijos es lo más maravilloso del mundo, pero también es muy duro y requiere mucho trabajo y sacrificio. Te cambia la vida por completo, tu tiempo y tus energías y tu espacio físico y vital se desvanecen, y aparecen nuevos y mayores miedos. Nuestros hijos no tienen la culpa de nada, son inocentes, somos nosotros quienes debemos adaptarnos a ellos.

P: Decía Adrienne Riche en ‘Nacemos de mujer’ que “El sufrimiento frente a todo lo que no podemos hacer por nuestros hijos en una sociedad incapacitada para responder a las necesidades humanas, puede convertirse en culpa y autocastigo”. ¿Se puede criar y educar sanamente en una sociedad como la nuestra?

R: Es muy difícil en una sociedad de mercado que está obsesionada con explotar a los seres humanos para producir y consumir frenéticamente. No queda tiempo ni fuerzas para cuidar y educar a los niños porque los padres tenemos que trabajar, y casi no vemos a nuestros hijos. Además, como el esfuerzo de criar es descomunal, nuestro rendimiento laboral se deteriora y al final ni una cosa ni la otra. Y que conste que no estoy hablando de destruir la sociedad capitalista sino de construir políticas que apoyen una conciliación real y poder criar a seres humanos adecuadamente y no a robots separados de sus padres.

Existen datos que demuestran que un 35% de las mujeres mayores de 35 años que no tiene hijos, los querría tener. Esto es un drama social: la misma sociedad que nos pone un tremendo obstáculo para poder tener hijos –y criarlos adecuadamente–, nos pide aumentar los índices de natalidad para poder mantener la sociedad del bienestar.

Todo esto deriva en culpa y autocastigo para los padres y para quienes desean serlo y no pueden. A nivel psicológico se traduce en estrés, ansiedad y depresión; lo que lleva a un consumo desmesurado de psicofármacos, drogas y alcohol, además de otros problemas psiquiátricos. En definitiva, estamos ante un problema de dimensiones descomunales, que se ramifica y afecta a todos los estratos sociales y a todas las generaciones de la sociedad. Un tema que debería ser central en las agendas de los partidos políticos, porque los niños son la base de la sociedad del futuro, y la educación que reciban se reflejará en la sociedad que crearán. Es algo tan obvio que me resulta difícil que no se entienda.

P: ¿Hasta qué punto las expectativas influyen en cómo asumimos la responsabilidad del cuidado de los hijos?

R: Las expectativas sesgadas que vierte el imaginario popular a la sociedad influyen en la satisfacción real de la maternidad/paternidad. Si llegas a ella con las expectativas que te cuentan las películas de Disney, te vas a frustrar, agobiar, deprimir y sentir culpable. Si ya conoces la realidad, todo irá mucho mejor. La vida perfecta no existe, solo existe la vida real.

P: Mencionas en el libro que el castigo, la agresividad e imponer las cosas a la fuerza no solo crean sentimientos negativos sino también el rechazo en el niño y barreras defensivas hacia lo que se pretende enseñar. ¿Qué aprende un niño con un estilo educativo impositivo?

R: Nada. Lo que se produce es miedo, evitación, rechazo hacia lo que nos causa daño; que el más fuerte manda, que la autoridad impone por la violencia. Y todo esto es casi un acto reflejo, no un verdadero aprendizaje, ya que las estructuras cerebrales racionales no toman parte en el asunto.

P: Dado que los niños aprenden principalmente por imitación, supongo que también es importante que haya coherencia entre lo que les pedimos que hagan y lo que nosotros mismos hacemos. ¿Nos cuesta ser coherentes en este sentido?

R: Nos cuesta mucho, pero si queremos que nuestros hijos hagan algo, la mejor manera y la más efectiva es hacerlo nosotros mismos. Esto es lo maravilloso de la educación, que es bidireccional: para educar a nuestros hijos tenemos que educarnos nosotros. Si queremos fomentar la lectura, por ejemplo, no vale que se lo digamos y luego estemos todo el día con el móvil, lo que tenemos que hacer es leer.

P: Otra cuestión compleja es la de la libertad: libertad para decidir, libertad para expresar y libertad para explorar. ¿Qué aporta apoyarles en sus decisiones y cuál debe ser el límite de esa libertad?

R: La libertad es un concepto central en la construcción de personalidad. Sin libertad el individuo nunca puede evolucionar. Según lo que se desprende de los últimos y mejores estudios en materia de educación y crianza es que, al final, todos confluyen en el concepto de libertad. Y todo eso lo tiene en cuenta el método cognitivo-emocional: al enseñar y fomentar la expresión de sus emociones y sentimientos, el niño está siendo libre, y más libre que se sentirá cuando descubra que los podrá expresar artísticamente; al explicarles la realidad, enseñarlos a razonar y hacerlos partícipes, les estamos aportando el conocimiento y las herramientas cognitivas necesarias para ser independientes y libres a la hora de afrontar la que será su vida. Claro que alguna vez se equivocarán, pero eso es parte del proceso vital.

https://elpais.com/elpais/2019/06/19/mamas_papas/1560949950_052658.html?id_externo_rsoc=FB_CM&fbclid=IwAR3lbQd7QYUJcAq99ERp8l3zo-UqKHX13Qa3eHUHnaL2Mz8vQlPMEAsPXGc

La curiosidad explica la búsqueda de información nociva por parte de los menores. Pero, los datos que están revelando las investigaciones alertan sobre la necesidad de poner cotos ante el riesgo serio que supone para la salud y la vida de los más desprotegidos, los menores. Así lo pone de manifiesto el estudio “Actividades, mediación, oportunidades y riesgos online de los menores en la era de la convergencia mediática”, elaborado por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), que advierte del incremento del porcentaje de adolescentes que consultan páginas peligrosas en los últimos ocho años, especialmente las chicas. Según este trabajo, el 45% de las menores de entre 14 y 17 años visitan webs que enseñan a autolesionarse, un 38% otras que fomentan la anorexia y la bulimia y el 59%, páginas con mensajes de odio hacia el diferente.

Este trabajo forma parte del la iniciativa europea para el estudio de los menores y la tecnología (EU Kids Online), ha contado con el apoyo institucional de INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad), dependiente del Ministerio de Economía y Empresa. El informe se basa en la respuesta de 2.900 menores: el 47% de entre 13 y 17 años y el 53% restante, entre 9 y 12 años.

Uno de cada tres menores ha sido víctima de acoso y uno de cada cinco ha sido acosador

La investigación constata que los niños y adolescentes de entre 9 y 17 años dedican la mayor parte del consumo online a comunicarse con sus familias y amistades (70%), seguido del consumo de ocio (escuchar música, 63% o ver videoclips, 55%) y, a cierta distancia, la práctica de juegos online (46%) y realizar tareas escolares (43%).

Más allá del uso que realizan del smartphone, se destaca los comportamientos de riesgo que realizan. “En los aspectos más preocupantes, cabe destacar que uno de cada tres menores ha sido víctima de bullying, que uno de cada cinco menores ha ejercido esta práctica en alguna de sus modalidades y que afecta más a las niñas que a los niños”, indicó Maialen Garmendia, investigadora principal del grupo EU Kids Online de la UPV.

El visionado de imágenes sexuales y el sexting (envío de mensajes sexuales, eróticos o pornográficos) son otras de las prácticas que se están implantando en estos colectivos. Así, el 42% de chicas y chicos de entre 11 y 17 años han visto imágenes de carácter sexual y tres de cada diez menores han recibido mensajes de contenido sexual o sexting. Una frecuencia que es mayor según aumenta la edad de los menores analizados.

Un tercio de los niños de entre 11 y 12 años contacta con desconocidos; la mitad, en el caso de los preadolescentes de 12 y 13 años

La práctica de contactar online con desconocidos está significativamente extendida entre los menores de 9 a 17 años, algo que se incrementa en la medida que aumenta la edad del grupo. Así, entre 11 y 12 años: uno de cada tres lo practica; de 12 a 13 años: son más de la mitad (53%) y 2 de cada tres jóvenes de entre 15 a 17 años lleva a cabo estos contactos. Es de destacar que el 83% se mostró satisfecha con estos encuentros.

Los menores combinan diversas estrategias para afrontar las experiencias negativas: los amigos son la principal fuente de apoyo (70%) y también es importante la mediación de las madres y de los padres (46%). En ocasiones intentan que la persona que les molesta les deje en paz (57%), la bloquean (56%), cambian su configuración de privacidad (24%) y, en menor medida, denuncian el problema (16%).

El INCIBE, con el objetivo de fomentar un uso seguro y responsable de Internet y las tecnologías, y como servicio público, pone a disposición de ciudadanos, empresas y padres, menores y educadores, la Línea de Ayuda en Ciberseguridad, gratuita y confidencial. A través del 900 116 117, un grupo de expertos en ciberseguridad atienden de lunes a domingo las consultas y preocupaciones de los usuarios.

https://www.lavanguardia.com/vida/20190618/462955657982/internet-menores-autolesion-anorexia-suicidio-online.html?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_content=vida&fbclid=IwAR1rEuKczTPgLSWTynLYqA178ZTTEKlzdKohcvrVFtGT26hMN2DyPQSdgPQ

Probablemente te has dado cuenta de que muchos niños hablan solos mientras están jugando. A veces incluso decimos que están hablando con su amigo invisible, pues parece que mantengan una conversación muy interesante con alguien que sólo ellos pueden ver.

Esto es algo muy beneficioso para su desarrollo intelectual, ya que en esta situación de juego estará practicando maneras de comunicarse de forma efectiva con los demás.

¿Quieres saber cuáles son los beneficios de que los niños hablen solos mientras juegan?

10 beneficios de que los niños hablen solos mientras juegan

No te preocupes si tu hijo habla solo mientras juega, ya que esto puede tener muchas ventajas para su maduración en el futuro.

1- Practica diferentes maneras de comunicarse. Especialmente cuando utiliza diferentes personajes que interactúan entre ellos.

2- Empatiza con estos diferentes personajes y se pone en otros puntos de vista para entender mejor cómo la misma situación afecta de diferentes maneras.

3- Usa diferentes roles, entendiendo que tendrá que actuar con más o menos firmeza si representa, por ejemplo, ser un profesor o ser un alumno.

4- Se autocorrige, ya que no hay nadie que le diga si lo dice bien o mal. Además necesita hacerse entender para que los demás personajes con los que interacciona puedan participar también (de no ser así, no tendría ningún sentido continuar hablando en voz alta).

5- Organiza y estructura mejor las frases, ya que no hay prisa en dar una respuesta y se concede el tiempo que necesita para elaborar el discurso.

6- Utiliza el turno de palabra. La imposibilidad de que los personajes se interrumpan mientras hablan crea la necesidad de que el niño establezca unos tiempos marcados para que cada uno de los hablantes pueda expresarse y ser escuchado.  

7- Es más flexible y encuentra fácilmente soluciones para que sus personajes favoritos se pongan de acuerdo.

8- Estimula su creatividad a través de la invención de diversos conflictos y soluciones, necesarios para que el juego tenga sentido y se alargue tanto como desee.

9- Se escucha a sí mismo, siendo más consciente de lo que está diciendo. Este punto es básico para comprendernos y deberíamos hacerlo todos, niños y adultos, así que cuanto más practique, más facilidades tendrá para defender sus ideas en un futuro.

10- Aprende más vocabulario, ya que cuando prueba nuevas fórmulas de comunicación surgen maneras distintas de decir lo mismo pero desde diferentes perspectivas. Y en el momento en que no sepa cómo explicar algo, le aparecerá una duda que deberá resolver, con lo que estará muy atento, después del juego, a lo que se diga a su alrededor para encontrar la solución, memorizando más fácilmente las palabras nuevas que utilizará otro día cuando se encuentre jugando nuevamente con sus personajes favoritos.

Como ves, hay muchos beneficios en que los niños hablen en voz alta mientras juegan. Por eso, si le encuentras hablando a solas te recomiendo que evites interrumpirle en la medida de lo posible y que respetes su espacio para que se pueda expresar libremente.

https://www.guiainfantil.com/articulos/educacion/aprendizaje/los-beneficios-de-que-los-ninos-hablen-solos-mientras-juegan/

Ningún alimento es milagroso. Y tampoco funciona por sí solo. Pero sí está comprobado que algunos pueden ayudar a nutrir (y a estimular) las áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje, la memoria y la concentración. ¿Cuáles no deben faltar en tu mesa?

Ya de lleno en el curso escolar, con la cabeza lista y dispuesta para absorber todo lo que venga, ahora toca ejercitar las neuronas infantiles, esas que nunca han dejado de funcionar, pero que durante dos meses y medio han estado “ocupadas” en otros asuntos más… estivales.

El órgano que capta nuestra atención ahora es el más maravilloso del cuerpo: el cerebro. Por fuera, es el más grande del sistema nervioso central y constituye el centro de operaciones de todo el organismo, la torre de control. Pesa casi el 2% de la masa corporal total y tiene forma de nuez. Por dentro, es una auténtica maraña de cables eléctricos, que se conectan entre sí (las neuronas). En concreto, cien mil millones de células nerviosas y mil billones de conexiones neuronales (llamadas sinapsis). No está mal. Por último, el cerebro es el más misterioso anfitrión en el que se alojan el aprendizaje, la memoria, la concentración, el lenguaje, el estado de ánimo… Ilimitada es, pues, su complejidad.

¿Influye realmente la comida en la capacidad cognitiva?

Si el cerebro pide bollos, solo de vez en cuando

Además de las grasas saturadas y ‘trans’, el alcohol y lo alimentos y gaseosas azucaradas “se debe huir de los alimentos ultraprocesados, ya que en niños (y adultos) pueden crear adicción”, recomienda el Dr. Cangas. “Un estudio de las universidades de Las Palmas de Gran Canaria y de Granada –continúa- demuestra que en quienes la bollería industrial y la comida rápida ocupan una fracción mayoritaria de su ingesta total, tienen más riesgo de padecer depresión. Además, las comidas ricas en azúcares simples y grasas favorecen la liberación de endorfinas, lo que provoca una sensación de bienestar que, a su vez, demanda más comida de ese tipo (para mantener esa sensación). También pueden desencadenar la liberación de dopamina, influyente en el comportamiento alimentario. Hay que tener en cuenta también que ante la sensación de hambre es más probable que el cerebro demande la ingesta de alimentos densos energéticamente (ricos en azúcares y grasas) para saciarse antes. La bollería no está prohibida, pero nunca debe ser de consumo diario, sino que ocasional”.

Por supuesto que sí, incluso desde antes de nacer. “La forma en que la madre se alimenta durante el embarazo repercute en la salud del bebé durante toda su vida”, nos cuenta el Dr. Ramón Cangas, miembro del Comité Asesor del Consejo General Dietistas-Nutricionistas (CGDN). “Un estudio, coordinado por la Universidad de Granada –continúa el experto-, concluyó que una correcta alimentación de la embarazada favorece un desarrollo psicomotor y cognitivo óptimo del bebé”. Esta fantástica ‘máquina’ empieza a formarse ya en las primeras semanas de embarazo, experimenta su mayor crecimiento cerca del tercer año y a los 6, ya está al 90% de su tamaño definitivo. Pero ahí no se acaba la historia. Contrario a lo que se pensaba antes, el cerebro se regenera constantemente, se van muriendo algunas neuronas y reproduciendo otras.

Neuronas: ¡a la mesa!

Esta constante actividad del cerebro, supone el 20% del gasto energético del organismo del niño, que hay que compensar con mimo, estímulo, ejercicio, pero, sobre todo, con una alimentación que cubra sus exigentes requerimientos. Ahora, que empieza la época de estudio, conviene elegir alimentos especialmente ricos en nutrientes que participen en procesos tan importantes como el aprendizaje, la memoria, el lenguaje y la atención. Una advertencia: no hay alimentos buenos ni malos, y tampoco un alimento por sí solo hace milagros. Sin embargo, la ciencia demuestra que una alimentación saludable, variada y equilibrada irrigará mejor el cerebro, permitiendo que los nutrientes y el oxígeno lleguen a cada neurona y que se generen nuevas conexiones nerviosas. ¿Pero cuáles son aquellos alimentos que pide el cerebro?

Los 8 imprescindibles

Pescados azules: omega 3 por excelencia

“Más del 60% del peso seco del sistema nervioso y, concretamente el cerebro, está constituido por lípidos”, nos explica el Dr. Cangas, quien añade que “los ácidos grasos omega 3 tienen funciones importantes para el cerebro, ya que forman sus membranas celulares; uno de estos omega 3, conocido por la sigla DHA (docosahexaenoico), se relaciona incluso con una mayor capacidad de aprendizaje”. Lo cierto es que “una dieta con suficientes omega 3 (pescados azules) y omega-6 (aceites vegetales como el de girasol) se hace vital para el desarrollo del cerebro y, por lo tanto, para la futura capacidad de aprender”, asegura el especialista. Según la Dra. Patricia López Roldán, doctora en farmacología y química terapéutica, “sin grasas, el cerebro no puede producir ni transmitir sus impulsos eléctricos”, como expone en su artículo ‘Cómo mejorar la concentración y el desarrollo intelectual a través de los alimentos’.

¿Para qué sirven los omega 3? Facilitan las conexiones nerviosas, favoreciendo el aprendizaje y la memoria.

Se encuentran en: pescados azules (salmón, trucha, sardina, atún y arenque), mariscos, nueces y aceites vegetales (de soja, por ejemplo).

Chocolate: triptofano y una dulce concentración

Las proteínas están formadas por muchos aminoácidos esenciales. Uno de los más importantes para el cerebro es el triptofano, esencial para fabricar serotonina.

¿Para qué sirve el triptofano? La serotonina interviene en el estado del ánimo, promueve la sensación de bienestar y ayuda a mantener la concentración y la calma.

Se encuentra en: la leche, huevos, carnes y pescados, las pipas de girasol y el chocolate negro (en dosis bajas).

Pasta: la energía de los carbohidratos

Los hidratos de carbono se convierten en glucosa, por lo tanto, son energía para el cerebro. Los que nos van a interesar son los de absorción lenta, que permiten que siempre haya glucosa disponible para el cerebro, sin que se acabe de repente como ocurre con los azúcares, que proporcionan energía inmediata, pero cuyo efecto se acaba rápidamente.

¿Para qué sirven los hidratos? Mantienen en forma y proporcionan energía al cerebro . Se recomienda preferirlos por la mañana, en el desayuno, para que el cerebro pueda recuperarse del largo ayuno nocturno.

Se encuentran en: la pasta, los cereales, como avena y arroz, las patatas, el pan…

Huevos: colina para fortalecer las neuronas

Las vitaminas del grupo B intervienen en la formación de los neurotransmisores, sustancias que pasan información de una neurona a otra, a través de las conexiones nerviosas. Una de ellas, la colina, además participa en la generación de mielina que recubre las neuronas y recupera funciones cerebrales.

¿Para qué sirven las vitaminas B? Fortalecen la memoria y la concentración, y estimulan una buena irrigación.

Se encuentran en: los huevos (la clara es, además, una excelente fuente de proteínas), frutas y verduras, pescados, lácteos y frutos secos.

Legumbres: proteínas y hierro mejores que los de la carne

Las proteínas se encargan de la formación de las neuronas y neurotransmisores, mientras que el hierro es el responsable de transportar el oxígeno hacia las células nerviosas.

¿Para qué sirven las proteínas y el hierro? Ayuda a mejorar el rendimiento intelectual, la concentración y la agilidad mental, ya que las primeras, promueven las conexiones y el hierro, oxigena el cerebro.

Se encuentran en: la carne roja, una gran fuente proteica y de hierro. Pero también es el alimento que más grasa saturada lleva asociada, por lo que es necesario moderar la ingesta. Las legumbres (proteínas vegetales de alta calidad biológica), pescado, lácteos, mariscos. Las frutas y verduras tienen hierro.

Frutos secos: las grasas buenas de un picoteo inteligente

Los ácidos grasos mono o poliinsaturados, o sea, las grasas buenas que reducen el colesterol, ayudan en la funciones neuronales.

¿Para qué sirven los ácidos grasos? Son una buena dosis de energía cerebral y aumentan la concentración y la memoria.

Se encuentran en: frutos secos, aceite de oliva y el aguacate.

Yogures y queso: calcio contra el estrés

El calcio contribuye a regular la función nerviosa y la presión arterial, que suele elevarse cuando hay estrés. La Asociación Española de Pediatría recomienda medio litro de leche hasta los 3 años; a partir de esa edad, dos vasos de leche o un vaso de leche y dos yogures o un vaso de leche, un yogur y un poco de queso para obtener el calcio necesario.

¿Para qué sirve el calcio? Actúa en la trasmisión de impulsos nerviosos; su déficit puede producir fatiga mental y nerviosismo.

Se encuentra en: frutos secos (nueces), verduras, frutas, pescados y yema de huevo.

Plátanos, aguacates y tomates: vitaminas para la agilidad mental

Las vitaminas y los minerales son nutrientes que protegen y ayudan en el desarrollo neuronal, controlan el riego sanguíneo del cerebro, favorecen el impulso nervioso y ayudan a la formación de nuevas neuronas.

¿Para qué sirven las vitaminas y los minerales? Mejoran la concentración y agilidad mental.

Se encuentran en: frutas y verduras. El plátano, por ejemplo, aporta potasio; el aguacate, magnesio y vitaminas antioxidantes, y los tomates tienen licopeno, un antioxidante que protege del daño celular del cerebro.

https://elpais.com/elpais/2017/09/25/mamas_papas/1506333569_071728.html?id_externo_rsoc=FB_CM