Me duele la mano. Desde hace días. Concretamente, los dedos. El dolor se vuelve intenso cuando sostengo el móvil, cosa que hago 16 de las 24 horas que tiene el día. Hace días que lo pienso. Y entonces el móvil se calienta. Debe ser por su uso intensivo. No es normal. Algo le pasa. Y entonces pienso en la niña de dos años, que ya me roba el móvil para ver Bebé jefazo o Pocoyó. Sube y baja los vídeos de YouTube como si nada. A ella también se le calienta el teléfono. A los cinco minutos el aparato arde. No es normal. Es el aparato que me proporciona la empresa, vaya por delante y sin querer insinuar nada.

Mientras pienso en el dolor de mis dedos, oigo a otra madre que dice: “No deberías dejarle el móvil, provoca autismo”. Le quito el móvil. Y pienso en que queda muy poco para que la mayor, de 12, tenga uno de estos aparatos. Ya lo pide. Insistentemente, cada día. Sabe el modelo y el color que quiere. Desde hace años. Evidentemente, es uno muy superior al mío. Le he propuesto uno de prepago, sin Internet. Pero, ¿qué le voy a decir… si no deja de verme a mí siempre enganchada al móvil? Miro Twitter, y veo uno que dice: “Respiramos oxígeno, nitrógeno y WiFi”. Así estamos.

Eton College confisca el móvil de sus alumnos por la noche

En España, uno de cada tres niños de 10 años tiene móvil. En el caso de los de 13, el 78,4%, y entre los de 15, el 90%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2014.

¿Qué estamos haciendo? Y ¿qué estamos enseñando? La gestión familiar del móvil es complicada. Lo cuenta Maria Pi-Figueras, madre y médico, que, como otros muchos de la generación del fijo, reflexiona: “En nuestra época, sin tanto avance tecnológico, jugábamos en la calle y en los parques, y lo pasábamos bien”. Parece que eso no basta hoy en día. Entre las últimas noticias, Francia anuncia que prohibirá los teléfonos en los institutos. Pero no se asusten. El corresponsal de EL PAÍS en París, Marc Bassets, me cuenta: “La novedad es que la prohibición es la norma, y que cada escuela podrá aplicarla como considere mejor y hacer las excepciones, sobre todo para usar las tecnologías con finalidad pedagógica”. Eton College, famoso internado de niños en Reino Unido, ha decidido “confiscar” el móvil de sus alumnos por la noche. Simon Henderson, el director del internado, asegura en declaraciones a The Guardian: “Pensé que los chicos se pondrían furiosos, pero en realidad la medida ha sido muy bien acogida”.

Pues si hay normas en la escuela, ¿por qué no establecerlas en casa? ¿Si hay normas y horas para ver la tele, por qué no para ver el móvil?

“Hemos perdido la batalla”. Lo dice el juez de menores de Granada, Emilio Calatayud. Sus declaraciones hace menos de un año en un programa de televisión causaron cierto revuelo. Así lo explicaba a este diario: “He dicho, hablando de los peligros que pueden encerrar las redes sociales para los menores, que hay niñas que se fotografían como putas y luego suben esas fotos a las redes sociales. Olvidé decir, pero lo digo ahora, que también hay niños que hacen exactamente lo mismo”. Coge el teléfono a esta periodista y bromea: “Espera, que estoy abriendo el ordenador y no me aclaro con las nuevas tecnologías”. Señor juez, ¿cuándo hay que comprarle el móvil a un hijo? “Siempre digo que la edad buena es la edad en que se lo pueda pagar. Es una barbaridad que niños con 12, 10, 8 años, tengan móvil”.

Calatayud aboga por establecer una edad mínima, 14 años, y que todos los móviles incluyan en su letra pequeña los perjuicios que pueden ocasionar, como los paquetes de tabaco. Consumir este aparato a edades tempranas provoca, según el juez, tres problemas: “Primero, es una droga. Si al despertarte lo primero que haces es mirar el WhatsApp, es que está enganchado. En segundo lugar, es un instrumento muy peligroso para cometer delitos. Todo trasciende a las redes, a un público amplísimo. Y una tercera cuestión, es un aparato muy sencillo para convertir a alguien en víctima de un delito”. Calatayud es pesimista: “Hemos llegado tarde”. Y cuando se le insinúa, con voz tímida, que se le da el móvil pronto para que el niño/niña pueda ir solo por la calle, responde tajante: “Pero si los niños de hoy están más localizados que el ministro del Interior. Yo prohibiría el móvil en los colegios, pero también en las Cortes”. El juez participó hace unos días en una charla con 70 chavales de 8 años, solo tres no tenían teléfono. “Así estamos”. Además de insistir que la clave es la EDUCACIÓN en mayúsculas, el juez ironiza sobre un futuro esperanzador: “Como el móvil de última generación es el regalo estrella en las comuniones y ahora vamos a ser laicos, igual…”.

Antes de acabar, Calatayud, que tiene un blog con el periodista Carlos Morán, lanza un último consejo: “Los padres tienen que violar la intimidad de sus hijos”. Si antes los padres miraban los bolsillos del pantalón o registraban los cajones, ahora tienen que revisar cada día el contenido del móvil. Y, sin embargo y pese a todo, ahora me toca lo peor: ¿Le compro o no le compro el móvil? A la de 12 años, claro.

https://elpais.com/ccaa/2018/06/22/catalunya/1529673884_123066.html?id_externo_rsoc=FB_CM

“Ojos que no ven” es nuestra campaña de prevención del inicio del consumo de alcohol en menores.

https://youtu.be/q1i64zTE6e4

“Ojos que no ven” es una campaña de prevención del inicio del consumo de alcohol en menores de Asociación Dual que denuncia precisamente eso: nunca se puede bajar la guardia.Las vacaciones de verano son un momento crítico en el inicio del consumo del alcohol para los adolescentes. Las fiestas de los pueblos, las peñas, el entorno más seguro y familiar origina que los padres se relajen.En vacaciones es frecuente además que los padres sufran la presión de otros familiares o amigos para que dejen mayor libertad a sus hijos adolescentes.Los últimos datos del Plan Nacional sobre Drogas muestran que aumenta el número de jóvenes que consumen alcohol aunque se retrasa la edad de inicio hasta los 14. Hay medidas como sancionar a los padres que han sido muy polémicas.

El psicólogo y director técnico de Asociación Dual, Raúl Izquierdo, ha avisado, con motivo del lanzamiento de la campaña ‘Ojos que no ven’, de que las vacaciones de verano son un «momento crítico» en el que muchos jóvenes se inician en el consumo de alcohol.

Desde las clásicas fiestas de los pueblos hasta las peñas, los chiringuitos de playa o celebraciones donde el alcohol es protagonista, el periodo estival favorece que muchos jóvenes menores debuten en el consumo de alcohol o reincidan si lo han probado el año anterior.

«Los padres no pueden relajarse en vacaciones por más que interpreten que el entorno donde veranean es más seguro y familiar que la ciudad, precisamente es al contrario: hay que aumentar la guardia», ha destacado el psicólogo.

En este sentido, desde Asociación Dual han abogado por el diálogo «sincero, claro y honesto» entre padres e hijos sin perder la firmeza. Y es que, tal y como ha recordado, el menor no debe elegir los riesgos que asume, sino que son los padres los que deben ejercer la función de administrar su exposición a estos, cumpliendo con su obligación de ser garantes de la seguridad de sus hijos menores.

En ese sentido, la propuesta del Proyecto de Ley contra el consumo de alcohol contempla la posibilidad de sancionar a los padres de jóvenes que sufran varios comas etílicos lo que supone, a juicio de la organización, una «inequívoca» forma de llamar la atención sobre un problema que es «enormemente grave».

Otra medida defendida por Asociación Dual es sancionar a los establecimientos que venden alcohol a menores. «Hay que ser muy tajantes con estos negocios. El proyecto de ley plantea el cierre por reincidencia, nosotros creemos que no hay que esperar a la reincidencia y proceder al cierre cautelar en cuanto se dé el caso», ha dicho Izquierdo.

No obstante, ha lamentado que haya una «cierta tibieza» entre la población general a la hora de denunciar a estos establecimientos, avisando de que esto no ocurrió con los bares que se declararon en rebeldía contra la Ley del Tabaco. CAMPAÑA DE PREVENCIÓN ‘OJOS QUE NO VEN’

En el spot de la campaña se ve a una joven que termina de hacer los deberes en su habitación, queda con sus amigos a través de un grupo de mensajes de móvil, mientras su padre prepara algo de cena.

Tras esto, cambia el uniforme del colegio por ropa de calle, se maquilla y se marcha haciendo un gesto que los padres no perciben porque están distraídos cenando. Junto con sus amigos, la joven compra alcohol en un comercio del barrio y todos juntos se marchan a un parque a hacer botellón.

Entre tanto los padres ven la televisión y se acuestan. Acto seguido se pueden apreciar los desperdicios que la reunión juvenil ha dejado tras de sí. Mientras, en la habitación de los padres, ya dormidos, entra una llamada de los servicios de emergencia 112.

«Hemos querido dirigirnos principalmente a los padres, tutores o adultos referentes de los jóvenes, sin olvidar el resto de agentes y elementos implicados en esta problemática: el grupo de iguales, los responsables de los comercios que venden alcohol a menores, las redes sociales, y en concreto las aplicaciones de mensajería instantánea, así como la transformación de los hábitos de vida de jóvenes y adultos», ha zanjado el director técnico de Asociación Dual.

Puedes descargarte el vídeo en alta calidad en el siguiente enlace: https://video4.europapress.net/ep/H264/398000/398260_1_21.mp4

O acceder a nuestro canl de youtube:

 

 

Nuestra noticia está siendo muy arropada en los medios, aquí te ponemos los enlaces de algunos de los medios que lo han compartido:

http://www.europapress.es/videos/video-asociacion-dual-alerta-inicio-consumo-alcohol-adolescente-verano-20180620094002.html

https://www.centralcharts.com/es/news/1566440-asociacion-dual-alerta-del-inicio-de-consumo-de-alcohol-adolescente-en-verano

Constato una y otra vez cómo algunos padres y docentes utilizan el término consecuencia cuando lo que en realidad están haciendo es imponiendo un castigo. El argumento es algo así como que determinadas “malas” conductas deben tener una consecuencia para que se produzca aprendizaje.

Dado que Consecuencia y Castigo no son sinónimos, primero voy a exponer la definición de ambas:

El castigo

Algunos de los castigos comunes impuestos por los padres, tutores o maestros o abuelos (aunque las costumbres varían de un lugar a otro así como de época en época):

  • Llevar a cabo tiempos fuera, ya sea cierto período en una esquina o en un lugar oscuro.
  • Escribir planas o un ensayo con un tema acorde a la falta.· Aplicar detención, es decir que el faltista no salga al receso o recreo según sea el caso. A menudo combinado con diferentes tareas como el estudio, tareas extras, etc.
  • Recluir ya sea general o simplemente negar el permiso para hacer una actividad divertida o para ver a un amigo.
  • Restringir de manera temporal de algunos privilegios, tales como uso el del teléfono, mirar la televisión o el uso del ordenador y sus variantes lúdicas.
  • Confiscar (generalmente de manera temporal) un juguete o un artículo personal, o la separación de una mascota.
  • Revocar ciertos convenios como el postre, la comida favorita o incluso la cena.
  • Asignar deberes extra en la casa.
  • Cortar la cantidad de dinero que se le da al niño.

La consecuencia:

  • Hecho o acontecimiento derivado o que resulta inevitable y forzosamente de otro.
  • Proposición o idea que se deduce lógicamente de otra o de un sistema de proposiciones dado.

Es decir, el castigo es una acción artificialmente creada que está orientada a cambiar un comportamiento mediante algún tipo de dolor emocional, físico o psicológico, que coloca el control fuera del niño (locus de control externo) y cuyo principal motor es el miedo.

La consecuencia es natural, fluye de determinadas acciones y no la impone nadie. También produce aprendizajes, el sufrimiento que también puede acarrear no es infringido por otra persona, no produce humillación ni atenta contra la dignidad, el niño interioriza que de él depende el cambio (locus de control interno) y el aprendizaje es a largo plazo.

Paro hay algo infinitamente más importante que todo eso, se trata de cómo aprendemos: por miedo o por la comprensión del error.

Dependiendo de que utilicemos un tipo u otro de aprendizaje, hay una comprensión del funcionamiento de las cosas, de las relaciones, es decir, de cómo el niño dibuja su mapa del mundo y construye interacciones que van a acompañarle durante toda su vida. 

¿Nos ponemos el cinturón de seguridad por miedo a la multa o porque es importante cuidarnos y protegernos? ¿Qué tiene más poder? En el primer caso, cuando nadie nos vigila no nos lo pondremos y ese comportamiento nos pone en riesgo, con multa o sin ella. En el segundo caso, no necesitamos ser vigilados: hemos entendido el porqué de esa acción. Lo haremos de todos modos.

Este ejemplo es extrapolable al día a día cuando tratamos de corregir una conducta inadecuada, cuando en lugar de adiestrar, preferimos educar. En el adiestramiento hay obediencia ligada al premio y al castigo, en la educación hay comprensión del porqué es necesario o importante hacer lo que haya que hacer.

Y además de la ineficacia a largo plazo que representa el castigo en educación está también la ética: el fin no justifica los medios. No tienes derecho a dañar, ni a faltarle el respeto o la dignidad a nadie, mucho menos a un niño, con el fin de que cambie una conducta. Hay otros caminos, otras herramientas que no dañan la autoestima, que cuidan al niño en su búsqueda y aprendizaje del mundo, que potencian sus cualidades, que aluden al compromiso basado en la palabra y en la confianza, que construyen vínculos en lugar de desgastarlos.

Siguiendo el ejemplo que ha inspirado este artículo, me gustaría plantear esta pregunta: ¿qué parece más eficaz, dedicar dos o tres minutos a hablar con ese niño y explicarle el porqué es necesario acordarse de nuestros compromisos y qué ocurre cuando no lo hacemos y desde ese lugar, ver de qué manera podemos hacer para acordarnos la próxima vez, incluso acordar un compromiso mutuo para encontrar una solución, o dejarle sin recreo una semana?

Seguramente muchos van a contestar que la segunda opción hará que no vuelva a olvidarse del examen. Es verdad. Como también es verdad, que se pagarán precios: resentimiento, desmotivación, ausencia de vínculo, incluso rechazo a ese adulto, que en este caso además, es un docente. ¿Y de verdad alguien piensa que eso no va a incidir sobre el rendimiento del niño o niña en el aula o asignatura que imparte esa persona, o no va a influir sobre cómo hacer que los otros te obedezcan sin importar nada más?

“Como te has olvidado de traer el examen te quedas sin patio una semana”, le dice el docente al niño. Y el niño a su hermano menor, y el hermano menor al gato… y así en una cadena infinita que perpetua el lado más oscuro del conductismo radical y que dice pretender enseñar, cuando lo que verdaderamente está haciendo es adiestrar.

No, no les confundas: el castellano es muy rico y tiene una palabra exacta para cada cosa: diles la verdad, que les vas a castigar. Y asume tú las consecuencias.

https://elpais.com/elpais/2018/06/18/mamas_papas/1529317400_544843.html?id_externo_rsoc=FB_CM

Series como The Big Bang Theory han demostrado que la población general podía interesarse por el mundo de la ciencia si se le ofrecía en un formato ameno y divertido. Incluso que podía aprender qué era lo que pasaba con el gato de Schrödinger o con la teoría de cuerdas.

Sin embargo, en las aulas, la ciencia no parece terminar de conquistar a los alumnos. Quizás por eso, David Calle, un ingeniero madrileño que se transformó primero en profe de academia y luego en el «profe de Youtube» y finalista del Global Teacher Price, ha conseguido ganarse a sus miles de alumnos de todo el mundo. Porque ha logrado no solo que entiendan la ciencia, sino que la disfruten.

La ciencia puede y debe apasionar a los jóvenes

Lo hizo primero en el aula, luego a través de su canal Unicoos de Youtube, y lo hace ahora en su nuevo libro ¿Cuánto pesan las nubes? (Plaza & Janés) con el que intenta demostrar a jóvenes, y no tan jóvenes, que la ciencia puede ser apasionante.

«Es una pena que, en el tiempo en el que estamos, sigamos todavía insistiendo en que los alumnos se conviertan en máquinas repetitivas de hacer ecuaciones de segundo grado, raíces cuadradas, derivadas o integrales, porque la ciencia es mucho más», cuenta Calle a Yorokobu.

El autor insiste en que su propósito con este libro es que sus alumnos y seguidores se acerquen a la ciencia con menos prejuicios. «Si les relacionamos lo que estudian en clase con el mundo real y les decimos que las mates están en los videojuegos, en Whatsapp, en Google, en las series, en los superhéroes, etc., probablemente captaríamos muchas vocaciones científicas que se están perdiendo por el camino».

Sin olvidarse del papel

David Calle ha conseguido crear ese enganche a través de Youtube creando vídeos educativos, pero reconoce que muchas veces internet puede ser un arma de doble filo. «Es muy difícil encontrar información fiable», explica, reconociendo que ese ha sido uno de los retos a la hora de documentarse para su último libro:

«Te encuentras la misma información escrita con diferentes datos, según el autor que elijas, y es muy difícil encontrar información que esté contrastada». Algo a lo que también se enfrentan sus alumnos cuando han de documentarse o buscar información fiable.

Aunque es un detractor de los libros de texto, puesto que «en este siglo no deberíamos obligar a nuestros niños a ir con 10 kilos a la espalda», reconoce que cierta información se sigue encontrando en los libros, y que, aunque Internet es el futuro, no hay que perder el romanticismo del papel. «Hay que conseguir que estas nuevas generaciones lean y que también lo hagan en papel para no excedernos en el uso de las pantallas».

De hecho, David Calle sabe que muchas veces ha de moverse entre lo tradicional y la innovación, también con los ejercicios que explica en sus clases virtuales. «A veces también soy cómplice del sistema, porque me tengo que centrar en lo que les entra en el examen, el típico ejercicio repetitivo, que es lo que les ayuda y lo que necesitan», pero eso no quiere decir que la forma de explicarlo sea la misma de siempre.

Esa es la fórmula con la que también se acerca al mundo analógico del papel en este libro, que puede servir casi como libro de consulta sobre datos científicos, o como lectura de verano para curiosear sobre preguntas como por qué tu vecino de abajo vivirá más que tú o cuánto pesa el martillo de Thor.

Las generaciones del futuro

Más allá de recopilar las respuestas de la ciencia del pasado, el profesor de Youtube tiene la vista puesta en el futuro. No solo respecto a cómo va a cambiar la forma de ejercer la Educación, sino también respecto a cuál va a ser el futuro que les depare a sus alumnos. «Hace falta tratar de convencerles de que gran parte de las oportunidades laborales que van a tener en su carrera, van a pasar de algún modo por la ciencia».

En este sentido, cita conceptos que ya forman parte del presente como «la inteligencia artificial, el machine learning o el big data» que están cambiando la forma de entender el mundo, y que «también deberían empezar a cambiar la forma de estudiar».

Por ello Calle insiste en que «cuanto más preparadas estén las nuevas generaciones en el campo de la ciencia, más oportunidades tendrán de ser protagonistas de lo que nos espera, y es mucho más divertido ser protagonista que ser espectador».

Precisamente, uno de los retos es que las mujeres tengan un papel más relevante en esa aventura. En su libro no se olvida de citar nombres como los de Heidi Lamarck, «que fue la descubridora del WiFi», Grace Murray Hopper, «precursora de la informática y los lenguajes de programación» o Vera Rubin, «que descubrió la materia oscura y nunca fue Premio Nobel de Física».

Mencionar estos nombres es necesario para destacar que las mujeres también han aportado mucho a la ciencia pese a que «hasta hace 50 años muchas de ellas no se podían matricular en carreras de ciencias en Estados Unidos».

La realidad hoy es que «mis alumnos más brillantes, si por brillantes entendemos sacar las mejores notas, son chicas». Según Calle, es hora de eliminar todos los prejuicios que existen en cuestión de género en la ciencia, ya que hombres y mujeres «tienen exactamente la misma capacidad» para esta área del saber.

Por último, matiza que la ciencia avanzará más si hay más diversidad en las personas que la desarrollan, lo que le aportaría «un poco más de alma y corazón». Porque no hay que olvidar que la ciencia no son solo cálculos y fórmulas, sino también «una forma de mejorar la vida de las personas».

En algunas provincias de Canadá, como Ontario, a los profesores se les contrata en función de las necesidades del colegio. No hay oposiciones, son los directores de los centros los que determinan cuántos docentes necesitan cada curso y para qué asignaturas. Si después de dar una clase ante un comité de expertos y de pasar una entrevista personal son elegidos, se les contrata y pasan a ser funcionarios. Durante los dos primeros años, el director del colegio revisará su trabajo y, si se ajusta a los estándares, volverá a enfrentarse a ese control cada cinco años. A los 54 años de edad, ese profesor podrá jubilarse y su pensión será una de las más altas del cuerpo de funcionarios de Ontario, unos 48.000 dólares canadienses al año (31.600 euros). El salario medio de un profesor en esa provincia, cuya capital es Toronto, es de 80.000 dólares al año (52.750 euros).

El escenario descrito resume una de las principales diferencias con respecto a España: la forma en la que se selecciona al profesorado. Canadá se encuentra entre los 10 países del mundo mejor posicionados en el informe PISA, el estudio elaborado por la OCDE en diferentes países que mide el rendimiento académico de los estudiantes en matemáticas, ciencia y comprensión lectora. España ocupa la posición 31 y en dos de las competencias está por debajo de la media del resto de países de la OCDE.  

En Ontario, donde el 94% de los alumnos están matriculados en centros públicos, cuando los estudiantes cumplen 14 años pueden elegir las asignaturas que más les interesan y crear su propio itinerario. Además, pueden escoger entre tres niveles de dificultad para cada una de esas materias: académico (que les permite acceder a la Universidad), applied level (que les conduce al al llamado college) o locally developed (pensado para una rápida incorporación al mercado laboral). La educación obligatoria es hasta los 16 años.

«Nuestro sistema no es academicista; no se basa en memorizar contenidos de libros de texto, sino en la aplicación práctica», explica Bruce Rodrigues, ministro de Educación de Ontario, que concentra el 40% de la población total de Canadá. La igualdad es una de las prioridades del programa educativo en un país en el que el 22% de los habitantes no nacieron en Canadá. «Tenemos muy presente a colectivos como el LGTBI y modificamos los programas en función de las características de los habitantes de las diferentes zonas», señala Rodrigues.

Pone un ejemplo: si hay un grupo importante de niños inmigrantes que no han vivido en países en los que había jardines en las casas, se elimina ese tipo de contenido de los enunciados o preguntas de los ejercicios de clase. «Estamos identificando las nuevas narrativas que usan los alumnos; ahí está la innovación», asegura el ministro. Su gabinete está participando de forma «muy activa» en la nueva medición de competencias lanzada por PISA para 2018, la denominada competencia global, un nuevo cuestionario que analizará el pensamiento crítico, la capacidad de interactuar con respeto, la empatía, la comprensión de los conflictos mundiales o el conocimiento intercultural de los estudiantes de 15 años.

Rodrigues comenzó su carrera profesional como profesor de matemáticas y confía plenamente en la capacidad de los directores y de los llamados school boards (comités escolares) para diseñar los programas académicos y contratar al profesorado. ¿Cómo pueden estar seguros de que el proceso es justo y transparente? «Todos los profesores tienen que colegiarse y tenemos un cuerpo regulador que lo gestiona. Los directores supervisan que su forma de dar clase es la correcta y, si no cumplen, pueden ser despedidos», detalla Rodrigues.

El presupuesto que el Ministerio de Educación de Ontario ha destinado a educación infantil, primaria y secundaria en el curso 2017-2018 es de 17.900 millones de euros, frente a los 3.250 millones que se llevan las universidades y los colleges (centros de educación superior con un enfoque más práctico que las universidades). En 2018, España ha destinado 2.300 millones a Educación, a lo que se suma el presupuesto de cada comunidad autónoma (desde los siete millones en 2017 en el caso de Andalucía a los 260.200 euros en el de La Rioja).

Marta Velasco en el instituto Don Mills de Toronto.
Marta Velasco en el instituto Don Mills de Toronto.

Todd Bushell es el director del instituto público Don Mills Collegiate Institute, en Toronto. «Ponemos el foco en el pensamiento crítico, la información está en Internet», cuenta mientras recorre algunas de las aulas más innovadoras del centro, como la de arte y diseño gráfico o la de green industries (sobre el cambio climático). Una de las claves del sistema educativo canadiense es que las habilidades emocionales forman parte de la evaluación. «Medimos los hábitos de trabajo, el auto control, la responsabilidad, la organización, la colaboración y la iniciativa propia. Son los indicadores del éxito en la vida adulta del alumno», precisa.

Ese instituto tiene 90 estudiantes internacionales. La madrileña Marta Velasco es una de ellas. Llegó en agosto para cursar un año de intercambio. Tiene 16 años y estudia en el colegio concertado Gredo San Diego, en Guadarrama. Está en primero de bachillerato. «La principal diferencia con España es que aquí te autorregulas. Tengo el móvil encima de la mesa y yo decido si tengo una llamada urgente que atender». Le llama la atención que casi todos sus compañeros trabajan en el parque de atracciones los fines de semana. «En España todo es tomar apuntes. Aquí las cosas se consensúan, el profesor nos pregunta qué día nos parece bien entregar. No hay tanta disciplina».

Cuenta que las matemáticas se le dan fatal, pero que este curso ha escogido la modalidad intermedia y está avanzando a buen ritmo. Tiene derecho (legislación de Canadá), antropología o parenting (crianza en español), una asignatura en la que enseñan el proceso de embarazo, la igualdad en la crianza y en la que se llevan un robot con forma de bebé a casa durante cuatro días. La matrícula para estudiantes internacionales cuesta 14.000 dólares al año (unos 9.200 euros), a lo que se suman unos 1.200 de alojamiento en una familia al mes (unos 780 euros).

A ella le ayudó a tramitar su estancia la consultoría de educación The Lemon Tree Education, con sede en Madrid. Gestionan los intercambios de unos 200 estudiantes españoles al año, el 70% viaja a Canadá. «La mayoría se marchan en cuarto de la ESO, pero depende de la madurez del alumno», indica Rubén Castillo, cofundador de la empresa. Analizan cada caso: miden las expectativas del estudiante, sus notas o su experiencia más complicada, entre otras cuestiones. Trabajan con un gabinete externo de psicólogos. Cubren las 10 provincias de Canadá y sus honorarios alcanzan los 3.000 euros. «Desde el punto de vista académico, Canadá es uno de los países más avanzados del mundo. Su visión del respeto a los demás es esencial y eso se transmite muy bien en los colegios. Los alumnos regresan transformados», precisa Castillo. La Fundación Amancio Ortega ofrece 500 becas al año para que estudiantes españoles de cuarto de ESO puedan ir un año gratis.

https://elpais.com/economia/2018/05/28/actualidad/1527526183_441482.html?id_externo_rsoc=FB_CM

A finales de mayo y principios de junio de cada año, una realidad sé presenta a los estudiantes que acaban Bachillerato: ¿qué camino de estudios tomar tras la Evaluación para el Acceso a la Universidad (EvAU)? La falta de un consenso legislativo e institucional entre todos los agentes implicados en España desde la década de los ochenta, también repercute en esa cruda circunstancia. Los bachilleres españoles, sobre todo del Sistema Público, carecen de orientadores y maestros que a modo de consejeros les orienten sobre ello.

Los miles de psicopedagogos que hay en los IES -uno por centro- son insuficientes porque no dan abasto entre sus múltiples tareas, así lo confirma la profesora Gracia Vinuesa, con más de 30 años de servicio en institutos públicos de Secundaria, Bachillerato y Ciclos Formativos en Castilla y León y la Comunidad Valenciana, “¿qué facilidades les damos? Muy pocas en la enseñanza pública porque por centro hay un psicopedagogo que debería informarles, pero como el alumnado es súper amplio, no da abasto y no tiene tiempo para ver qué capacidades tiene mejores cada alumno, en qué sé encontraría más cómodo. Sé que en centros concertados en Palencia sí que ha habido un seguimiento más personal a la hora de facilitarles salidas en función de sus cualidades. En la escuela pública sé les lleva un día a la Universidad de Palencia o a la Universidad de Valladolid para que les den pequeñas charlas y vean la carrera que les gustaría hacer, y que les cuenten desde dentro, pero está muy limitado. Si a un chaval le gusta Medicina, va solo a la charla de Medicina y el resto de charlas no las escucha”.

¿Cómo viven los jóvenes este horizonte? ¿Qué tipo de orientación necesitan para continuar con su formación?

Inés Ruiz, que acaba de terminar Bachillerato en el IES Antonio Machado de Soria, expresa las incertidumbres de su generación: “Considero que debían de orientarnos de forma más amplia con una orientadora sobre qué podemos hacer con nuestro futuro. Qué vamos a estudiar, no solo la Universidad, hay más opciones y no nos las dicen. El Instituto orienta en que tenemos que hacer la carrera que más nos guste, pero hay personas que o no sé lo pueden permitir o no quieren hacer eso. La mayoría de mis compañeros quieren hacer una carrera e irse a estudiarla a Madrid. Y las dudas que suelen generarse son si lo que van a estudiar es lo que quieren y si realmente van a poder, dependiendo de la nota de la EvAU.”

La nota de corte desde que fue implantada hace décadas para acceder a unos estudios universitarios en numerosas ocasiones sé convierte en otro lastre: corta vocaciones. ¿Qué piensan los bachilleres sobre ese método de selección?

Para Ruiz entiendo que la nota de acceso sea de un nivel mínimo y que el acceso a esa carrera tenga que tener un cierto control, pero sí que considero que cada año están complicándolo más y nos reducen más las oportunidades y opciones que tenemos.”

Desde las universidades públicas españolas, salvo honrosas excepciones, tampoco sé hace mucho por despertar y cuidar esas vocaciones nacientes. Así lo confirma Vinuesa: “Sí, que alguna vez han venido de alguna Facultad de Palencia pero sobre todo para asegurar una cantidad de matrículas no porque a los chavales les interese lo que les ofertan. Y los han llevado una vez, pero solo a algo muy concreto y cerrando las posibilidades a pensar otras cosas.

¿Qué debate es necesario realizar entre centros educativos, asociaciones de padres y madres, Administraciones Públicas, alumnado y empresas?

La falta de tiempo y el acelerar los plazos repercuten en perjuicio de los estudiantes. Ruiz habla con rotundidad sobre “lo que nos proponen ¿creen realmente que es algo que se pueda sacarlo de una manera humana? Este año por primera vez sé ha acortado en casi 15 días para prepararnos la EvAU. Es un tiempo indispensable y necesario, ni mis compañeros ni amigos sabemos cómo podremos afrontarlo porque acabamos el Bachillerato con estrés y cansancio considerable, y nos metemos en una prueba complicada con 10 días de estudio. Creo que se solucionaría un poco más la vida con tiempo porque lo necesitamos para hacer bien las cosas.”

En esta sociedad de hoy, excesivamente acelerada, las prisas afectan para mal a la mayoría. Repercute a diario en la calidad de vida y en esa posibilidad que reclaman los adolescentes de hacer bien cada tarea. Por eso es necesario un debate nacional que de respuestas coherentes, inteligentes y responsables a esta cuestión: ¿qué Pacto Educativo necesita España para las próximas generaciones?

Con el conocimiento que dan los años de experiencia y las tomas de decisiones dentro del sistema público, Vinuesa propone“cuando ha terminado el chaval la ESO no orientar a que todo el mundo vaya a Bachillerato porque no creo que sea la mejor salida por cómo está orientada nuestra sociedad. Hay gente que no tiene capacidades para enfrentarse con una carrera o hacerla por la inercia de que mi padre quiere que haga esto: eso lo hacen muchos.”

Junto a esa realidad, Vinuesa sugiere otros caminos “otra buena salida sería también orientarlos a sus competencias manuales para que desarrollen sus capacidades en los Grados. He tenido una alumna que sé ha pasado cuatro años en Bachillerato porque los padres querían. Y ella quería hacer un Ciclo Formativo de Grado Medio de asistente farmacéutica, al final lo ha conseguido y está estudiando encantada, y ha perdido tres años de su vida por complacer a los demás. Hay que preguntarles qué les gusta, qué no. Con qué capacidades se ven. Cuántos años se ven estudiando.”

Los jóvenes no solo requieren formación en competencias y profesiones, también necesitan educación emocional como atestigua Ruiz a nivel emocional creo que mucha comprensión y apoyo porque muchas familias creen que lo que hacemos no es tan difícil y que lo ha hecho todo el mundo, pero no en las mismas condiciones, porque cada día se van complicando más. Necesitamos mucho apoyo porque muchas familias exigen y no comprenden al adolescente que tienen al lado.”

Esta es la realidad de los bachilleres españoles, ¿qué sucede en otros países europeos de nuestro entorno? Desde hace años en Dinamarca, sus bachilleres al completar esta etapa tienen dos años por delante para ir a otro país, aprender o perfeccionar esa lengua, conocer esa cultura de vida y trabajar en los empleos que les salgan para afrontar los gastos. Pasado ese tiempo, su país les permite ingresar en los estudios universitarios u otros que elijan una vez madurado qué quieren hacer.

¿Qué les parece esta opción a la bachiller Ruiz y a la profesora Vinuesa?

Para Ruiz, que sé ha informado de esa práctica, “además de ser una muy buena opción para que el estudiante durante un cierto periodo de tiempo se relaje y pueda ver otras cosas, a la vez es una manera de ganar dinero porque no todas las familias al terminar el Bachillerato se pueden permitir el ingreso en la Universidad sin ningún tipo de problema económico. Es bueno que el estudiante a la vez mejore un idioma, trabaje para ayudar a su familia, y descubra otro mundo. No es un año sabático, es un año de meditación y aprendizaje, y es una opción que valoro para mi futuro.”

Desde la óptica de Vinuesa, la joven alega: Me parece muy bien porque una persona con 18 años no tiene su cabeza formada para tomar una decisión tan importante para su vida. Esa decisión la puede cambiar cuando quiera. Es estupendo que se formen en lenguas, y que salgan de sus casas y se sepan manejar. Esas cosas son más importantes que las habilidades que les estamos inculcando de memorizar y ser <<ratón de biblioteca>>, y no tener una aptitud para saber rellenar una instancia, irse a un piso y saber poner una lavadora, para pagar un recibo, y encontrar y enriquecerse con otras culturas.”

La cuestión económica también repercute en las opciones con las que pueden o no contar los bachilleres españoles. Como apunta Vinuesa “en Dinamarca me imagino que tendrán un respaldo económico para los estudiantes, aquí no lo hay. Si no lo hay, el dinero sale del bolsillo de sus padres, o de fregar platos que no sé si es muy enriquecedor y productivo.”

¿Qué otras preocupaciones tienen nuestros bachilleres sobre su porvenir?

Ruiz, describe los asuntos que preocupan a su generación, “las relaciones entre profesorado y alumnos. El profesorado no entiende al ballicher. Sí, debemos estudiar, pero tiene que ser compatible con vivir. Son personas que nos están inculcando ciertas materias y ellas han estado en la misma posición que nosotros ahora, pero no empatizan con nosotros suficientemente. Nos exigen unas cosas que ellos ven que son muy complicadas y no se dan cuenta de que tenemos vida más allá del IES o de cualquier otro tipo de Educación».

Tras conocer la mirada de la estudiante, es preciso conocer la perspectiva de la profesora, ¿qué otros asuntos tienen en mente los docentes respecto al alumnado?

Vinuesa ofrece una reflexión profunda, “no dar importancia a tener una carrera universitaria porque la vida te pide muchas otras cosas. Y en caso de que quieras hacer una carrera universitaria estar bien asesorado por un buen equipo en tu centro, que ahora no hay, no tenemos psicopedagogos suficientes. Primero, el Bachillerato no es la panacea. Segundo, tener personal formado para que te oriente. Tercero, el año sabático para madurar tus ideas».

Inquietud, dificultad para mantener la atención e impulsividad definen a grandes rasgos lo que se conoce como Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), una alteración cuya existencia se ha popularizado desde finales del siglo XX pero sobre la que no hay consenso en cuanto a los propios criterios diagnósticos, lo que provoca, según Marino Pérez Álvarez, catedrático del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y colaborador del Consejo General de la Psicología de España, la disparidad actual de cifras en cuanto a su incidencia.

“El diagnóstico no se basa en cuestiones objetivas sino que se centra en criterios laxos del tipo “se distrae a menudo” o “a menudo se mueve mucho”, por lo que el diagnóstico va a depender de la guía que se utilice. De acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Sociedad Americana de Psiquiatría (DSM), el más utilizado, habría del orden del 7-10% de niños con TDAH, pero si tomamos el sistema de la Organización Mundial de la Salud, con criterios más restrictivos, habría un 3-5%. Esta disparidad de criterios explica que en unas comunidades, ciudades, centros escolares o centros de salud haya una u otra incidencia. El problema está en los criterios, no en la población”, explica Marino Pérez.

La patologización de la infancia

La falta de criterios objetivos que permitan distinguir entre un comportamiento que pueda ser definido como “normal” de uno que presente verdaderamente una patología hace que el TDAH sea una cuestión muy compleja de abordar y que en muchas ocasiones pueda desembocar en una patologización de comportamientos o problemas normales de la infancia. Para Alma García, neuropsicopedagoga especializada en crianza y desarrollo y problemas del aprendizaje, mientras se siga usando el DSM como guía diagnóstica todo se reducirá a enfermedades. En su opinión, sin embargo, el TDAH “es una amalgama de comportamientos normales de niños subidos de potencia que sirve para tranquilizar a los adultos”. Un ejemplo, para la experta, es el hecho de que “se considera como un dato a tener en cuenta para establecer diagnóstico el rendimiento en el colegio. Es decir, si el niño, para el mundo adulto diseñado por el adulto con criterios del adulto, hace lo que toca cuando toca”.

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En la actualidad conviven tres posiciones con respecto al diagnóstico del TDAH. La primera posición mantiene que es un trastorno infradiagnosticado. En ella se sitúa Iker Agirrezabalaga, psicólogo y colaborador de la Asociación de Déficit de Atención con Hiperactividad de Guipúzcoa (ADAHIGI): “Si tomásemos como referencia la población escolar hasta la ESO en España y calculásemos el 5% que sostiene la OMS estaríamos hablando de una población afectada de 331.483 niños y adolescentes. Y eso sin tener además en cuenta la población adulta. Es evidente la inexistencia de tal número de diagnósticos”.

Otra corriente habla de sobrediagnostico. Y una última posición, por su parte, niega la entidad clínica del TDAH. Es la que defiende Marino Pérez, cuya opinión comparten profesionales como Richard Saul, neurólogo estadounidense autor del libro El TDAH no existe, o Sami Timimi, psiquiatra infantil británico que habla de ayudas a las familias y docentes sin necesidad de pasar por un diagnóstico. Pérez, coautor de Volviendo a la normalidad: la invención del TDAH y el trastorno bipolar infantil (Alianza, 2013), un libro que desmitifica estos trastornos incide en que no existe ninguna prueba neurológica ni de ningún otro tipo que sirva para establecer el diagnóstico, lo que no quiere decir que no sea cierto lo que refieren los padres y los profesores, sino que “tales comportamientos no cualifican como una enfermedad. Puede ser un problema y como tal problema requeriría las ayudas necesarias, pero ocurre que problemas reales se patologizan y estigmatizan, y entonces el remedio es peor que la enfermedad, que ni siquiera existe”.

Una excesiva prescripción de fármacos

La falta de consenso con respecto al diagnóstico y a la propia conceptualización del trastorno conlleva también la disparidad de posturas frente al mejor tipo de intervención. En 2010, el psiquiatra Alberto Lasa-Zulueta y la psicóloga Cristina Jorquera-Cuevas concluían en la Evaluación de la situación asistencial y recomendaciones terapéuticas en el TDAH, “la excesiva prescripción de fármacos con una eficacia dudosa, que pueden resultar muy perjudiciales para el desarrollo”. De hecho, pese a las recomendaciones de diversos organismos internacionales de establecer un tratamiento farmacológico “solamente con posterioridad a la tentativa de otro tipo de tratamientos psicopedagógicos y/o conductuales”, estudios recientes confirman un aumento alarmante en el número de prescripciones de psicofármacos.

Para Iker Agirrezabalaga “la información que dan los estudios y las guías clínicas basadas en evidencias es clara respecto a cómo se ha de evaluar, diagnosticar y tratar este trastorno”. Al respecto añade que en España existen guías consensuadas de práctica clínica e intervención (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad 2010, 2017) en las que se recomienda “una intervención multidisciplinar, es decir, una intervención psicológica o/y psicosocial, psicopedagógica y en casos más graves incluso farmacológica. Estas intervenciones en el caso de los niños han de involucrar a la escuela y los padres. Sin embargo, a veces no es posible consensuar tratamientos con algunos profesionales que afirman no creer en la existencia del TDAH, como si fuese una cuestión de fe”.

Otras guías, como la Guía de Práctica Clínica para el TDAH del Instituto Nacional de Salud y excelencia clínica (NICE) de Reino Unido, proponen la intervención psicosocial frente a la farmacológica. Para Marino Pérez, estudios recientes muestran que la intervención multidisciplinar planteada por Agirrezabalaga no funciona: “La medicación es meramente sintomática sin estar corrigiendo ninguna condición neuroquímica que no existe. Por otro lado, cuando se da medicación, las demás ayudas no se aplican con esmero: los padres y profesores se implican menos al confiar todo a la pastilla para la supuesta enfermedad y los propios niños no aprenden: si se portan “mal” es por la enfermedad y si “mejoran” es por la medicación. El que la recomendación sea la combinación, se debe al sesgo biomédico de las guías. Además, el “tratamiento combinado” es un buen eslogan para vehiculizar la medicación”. Sorprende al psicólogo que profesionales de ciencias de la educación y de la psicología sostengan la noción médico-clínica y la medicación, en detrimento de ayudas escolares y familiares que serían las más apropiadas al problema. “Los profesionales de la educación parece que renunciaran a su propia ciencia en favor de la “solución fácil” cortoplacista de la medicación, fomentando la exclusión como es la dicotomía entre niños con TDAH y niños sin TDAH”, lamenta.

Concluye Alma García que la generalización de fármacos “no es buena en ningún caso, con ninguna enfermedad ni con ninguna situación normal en la vida. Los médicos prefieren que los abuelos salgan a andar y se ahorren pastillas del corazón, que las personas saturadas hagan vida social y se ahorren pastillas para la depresión, que las personas estresadas se relajen bajando el ritmo. En cambio, los comportamientos de los niños más “movidos” molestan mucho, y una pastilla que lo controle se presenta como la solución ideal. Hablamos de anfetaminas; un fármaco que modifica el cerebro, que lo altera y lo cambia para siempre. Es cierto que el tratamiento farmacológico puede llegar a ser la salvación mientras se trabaja la problemática desde otras perspectivas, entiendo que hay familias realmente agotadas, por eso debería haber un trabajo anterior a la medicación muy amplio, profundo e interdisciplinar y que los fármacos fueran la última opción. Lamentablemente, esto ocurre en pocos casos”.

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