estres-padres

La adaptación a la rutina tras las vacaciones puede ocasionar determinadas alteraciones emocionales y físicas conocidas como el llamado «síndrome de depresión postvacacional». Este es un trastorno que no solo sufren los adultos, sino que también afecta a los niños que deben recuperar su ritmo habitual en cuanto a horarios, alimentación y actividades en muy poco tiempo y con la dificultad añadida de que, en el caso de los niños, es más complejo identificar el trastorno. Según Marta Campo, jefa del servicio de Psicología del Hospital Sanitas La Zarzuela, ?en realidad no existe una patología de depresiónpostvacacional como tal tipificada en los manuales de clasificación internacionales, pero al regresar del periodo vacacional pueden aparecer reacciones que responden a una dificultad por parte de la persona a retomar su vida diaria?.

Los síntomas de este síndrome de depresión postvacacional en niños pueden incluir insomnio, llanto o somatizaciones digestivas como vómitos o diarreas. Estos síntomas responden a un rechazo al colegio, cuyas causas podrían existir antes de las vacaciones. Los expertos recomiendan a los padres ayudar a identificar los aspectos positivos que tiene el final de las vacaciones, lo que facilitará que el niño se adapte a la nueva etapa sin problemas. Ver a los compañeros de clase, recuperar sus juguetes o dormir de nuevo en su habitación de casa son alguno de estos puntos positivos que los padres pueden utilizar para que los niños tengan ilusión por recuperar su rutina diaria.

http://www.muyinteresante.es/salud/preguntas-respuestas/ilos-escolares-sufren-sindrome-post-vacacional

 Es un momento de pánico. Estás discutiendo con tu hijo sobre alguno de los temas clásicos por los que todo adolescente y sus padres han peleado a lo largo de la historia desde que se inventó el lenguaje. Es posible que estés cansado, un día largo que te pilla con las defensas bajas. Y de repente sucede. Sin pensarlo, casi como un reflejo, salen de tu boca esas palabras que tantas veces escuchaste a tus padres y que, tantas veces también, te juraste no pronunciar nunca si alguna vez tenías tu propia familia. Pero ahí están y es posible que si haces un poco de memoria seas capaz de recordar lo que sentías al oírlas en tu más tierna adolescencia -aunque ahora siendo tú el padre lo de la ternura en la adolescencia te parece una broma-, pero no has podido evitar soltarlas. Y lo peor no es que te hayas convertido en tus padres: lo peor es que la mayoría de esas frases no aportan nada bueno.

Para esta ardua tarea hemos preguntado a tres expertos: Eva Bach, pedagoga, maestra y escritora de varios libros sobre adolescentes; Sonia Cervantes, psicóloga, escritora y terapeuta de programas como Hermano mayor, y Carlos Pajuelo, psicólogo, profesor en la facultad de Educación de la universidad de Extremadura y autor del blog Escuela de padres.

“Una frase como ‘me has decepcionado’ no debería decirse jamás. Le transmitimos que hay un punto de inflexión en el que el joven siente que no sabe si podrá volver a estar a la altura»

Antes de nada nos ofrecen consejos previos. “Con los hijos hay que pelearse, no queda otra”, asegura Pajuelo, que aconseja no olvidar que “los adolescentes son personas que están en formación” y esa educación depende de los padres. Por ello, “el adulto siempre es el que debe mantener la calma”, recalca Cervantes, Así que es mejor esperar un poco antes de enfrentarnos a lo que puede ser un problema. “Es importante que no queramos arreglar las cosas cuando el conflicto está candente”, puntualiza Bach. Y si todo falla, casi siempre hay solución. “A veces en las equivocaciones de los padres encontramos una oportunidad para enseñar”, señala Pajuelo.

Hemos seleccionado, con la ayuda de los especialistas, 15 frases que no se deberían decir…

«Me has decepcionado»

Es una de las frases más duras que pueden escucharse; a veces puede asomar a la punta de la lengua de los padres, pero es ahí donde se debe quedar porque, además, normalmente, no es cierta. Lo explica la psicóloga y escritora Sonia Cervantes: “Esto no debería decirse jamás. Le transmitimos que hay un punto de inflexión en el que el joven siente que no sabe si podrá volver a estar a la altura, y puede ser aún peor”. O sea, el adolescente puede pensar: «Si ya le he decepcionado, de perdidos al río».

«Te lo dije»

Es posible que sea una de las frases más odiosas que todos hemos escuchado y la gran mayoría de las veces la oímos en nuestra adolescencia aunque lo cierto es que no sirve para absolutamente nada, a juzgar por lo que opinan los adolescentes. “Esta frase es una falta de confianza hacia el adolescente, le estás diciendo que creías que no era capaz”, señala Sonia Cervantes.“Hay que advertir antes. Después lo que habría que hacer es hincapié en el aprendizaje, que el adolescente aprenda del error”, remata Eva Bach.

«Ya lo entenderás cuando seas mayor»

La realidad de esta frase es que los padres no tienen una bola de cristal, así que no pueden saber que sus hijos entenderán en un futuro lo que les dicen ahora. “Es importante que lo que les decimos sea razonable y razonado”, asegura Bach. Y esta argumentación no es ni una cosa ni la otra, y en el fondo lo sabemos.

«Deberías aprender de…»

Si a ningún adulto le gusta que le comparen, y más en esos términos, con otra persona ¿por qué le iba a resultar agradable escucharlo a un adolescente? “Sólo comparamos una parte, la que nos interesa, del comportamiento de otra persona. Hay que demostrarles que tenemos confianza en que sabrán organizar su vida y educarles para ello”, argumenta Carlos Pajuelo.

«No es para tanto»

Quizás en esta frase hay un trasfondo positivo: intentar que nuestro hijo descubra que el que le haya dejado esa novia con la que lleva tres semanas en realidad no es el fin de su vida sentimental. Sin embargo, es una frase que hay que evitar porque puede ningunear los sentimientos del crío. “Para ellos son problemas importantes y serios y a veces es necesario estar mal. Tienen que aprender que hay veces que hay problemas, que no pasa nada por estar tristes ya que es parte de la vida. Y, además, deben aprender a superar los reveses”, afirma Pajuelo. La frase «no es para tanto» también tiene otra vertiente negativa, que señala Cervantes: “No fomenta la comunicación porque la próxima vez que le pase algo no te lo contará porque pensará que para qué”.

«No deberías fumar, beber, o cualquier otra cosa que nosotros sí hacemos»

“Los hijos aprenden con lo que los padres hacen, aprenden de su comportamiento”, asegura Pajuelo. Así que decirles que no deben hacerlo porque sí o utilizando la ya denostada frase “ya lo entenderás cuando seas mayor” no es demasiado útil. ¿La mejor opción? “Hablar. Hay que darles información y no perder los papeles”, sentencia.

«No me gusta ese chico/chica/amigo/amiga para ti»

Si nos retrotraemos a nuestra época de adolescente, recordaremos que oír esa frase de boca de nuestros padres era un aliciente inmediato para querer estar mucho más con esas personas. “Es mejor preguntar qué es lo que encuentra en estos amigos que le hace sentir bien, qué es lo que ellos le aportan. Ahí es donde nos puede dar pistas y podemos encontrar otras maneras de satisfacer esa necesidad”, indica Bach, que además hace de abogado del diablo y asegura: “Nos preguntamos pocas veces si nuestros propios hijos son una buena compañía”.

«Te daba un bofetón…»

Es cierto que, afortunadamente, cada vez es menos habitual encontrar a padres que recurren a la violencia, pero aún existen los que no la usan pero la mentan. “Se transmite que con agresividad y violencia las cosas se arreglan. Si te pegan, el que fracasa es el que da la torta no el que la recibe”, explica Cervantes. Por no hablar de que el aprendizaje en este tipo de situaciones es nulo. “Solo aprende a evitar la agresión de la forma que sea”, explica el especialista.

«Yo a tu edad…»

Tú a su edad pagabas con pesetas, jugabas en la calle hasta la noche casi sin vigilancia y viajabas en un coche sin cinturón de seguridad. “No se pueden comparar los tiempos: antes las cosas no eran mejores, eran diferentes. Nuestra sociedad actual ha generado otra forma de comportamiento”, argumenta Pajuelo. Sin olvidar que “los padres tenemos recuerdos selectivos”. Porque desde luego a ningún padre se le ocurriría ahora meter a sus hijos en un coche sin cinturón porque era lo que se hacía cuando él tenía su edad.

«Eres un maleducado»

Esto, si lo pensamos bien, es tirar piedras contra nuestro propio tejado. “No hay que olvidar que los educamos nosotros. Con esta frase no solo atacamos su autoestima, sino que además nos estamos descalificando a nosotros mismos”, apunta Bach. “Es un etiquetaje que debería corregirse con un ‘has actuado de forma incorrecta”, puntualiza Cervantes.

«Eres un inútil»

Al igual que con la frase anterior, esta no tiene nada de positivo: estamos etiquetando y además lo hacemos con una persona que está en plena formación, como si lo que hay ya fuera definitivo. En general cualquier frase negativa que contenga un “eres un…” es una mala idea. “Hay que centrarse en la conducta no en el individuo”, explica Cervantes.

«Ahí tienes la puerta, pero si sales no vuelvas a entrar»

“Esto es muy típico de padres flamencos que, por cierto, suelen tener hijos igual de flamencos que aceptan el envite y se van de casa”, reflexiona Pajuelo. “Cuando los hijos están descontrolados necesitan padres controlados”, añade. Y ese tipo de amenazas, son la antítesis a estar controlado.

«Como sigas así vas a ser un desgraciado»

“Esa frase solo asusta al que la dice”, asegura Pajuelo. Y volvemos a la premisa anterior: los adolescentes necesitan padres controlados, no que les suelten amenazas vanas y sin sentido. “Después de discutir con un adolescente, él normalmente dormirá sus ocho horas mínimo y sin embargo sus padres estarán desvelados”, observa. Así que cuanto más se conserve la calma, mejor.

«Me sacas de quicio»

Aquí culpabilizamos al adolescente de una reacción nuestra. “Los culpables somos nosotros. No nos sacan de quicio ellos, sino la situación y no sabemos cómo llevarla de una mejor manera”, sentencia Bach. Lo mejor es esperar un poco, calmarnos todos, y hablar cuando sea posible hacerlo de una forma productiva.

«Contigo no hay manera»

Estamos dando por perdida a una persona a la que, seguramente, le queden más de 50 años de vida. Entonces esta frase es, cuanto menos, un poco tajante. “Lo mejor es decir que tiene que haber una manera, lo que pasa es que hay que seguir buscándola. Así responsabilizamos al adolescente para que nos ayude a buscarla”, aconseja Bach.

Ya están en boca de todos los anuncios navideños, y es que queda poco para estas fechas tan especiales. Se han comenzado a llenar las calles de luces y nuestra televisión de campañas publicitarias que aprovechan a tocarnos el corazón mientras nos venden sus productos.

Los anuncios de marcas como Freixenet, El Almendro, Coca-Cola o los últimos años de Campofrío, terminan siendo comentados por todos debido a su originalidad. El año pasado, el anuncio de La Lotería prescindió de su particular «calvo» y tuvo un aluvión de críticas. Este año, mucho más emotivo, se ha ganado el corazón de muchos espectadores. Os lo mostramos a continuación, con otros anuncios que también nos emocionaron en su momento.

Muñecas Famosa 1970

Airtel 1999

Freixenet 2008

Iberia 2009

El Almendro 2010

Coca-Cola 2011

Campofrío 2012

Campofrío 2012

Vodafone 2012

¿Nos estamos pasando con los regalos? ¿Somos capaces de controlar lo que les damos a nuestros pequeños en estas fiestas? A veces consentimos mucho. Muchas regalamos de mas. Y hacemos que nuestro hijo padezca el síndrome del niño hiperregalado. El pequeño que lo padece «es aquel que sufre ante la avalancha de obsequios y regalos en un mismo día», explica por correo electrónico la doctora Marisa Navarro, terapeuta y autora de los libros La medicina emocional y El efecto tarta. «Hay tantos focos en los que poner la atención que el niño es incapaz de concentrarse en ninguno. Esto provoca que se disperse y llegue incluso a perder la ilusión. Es por ello que al contrario de lo que se pretende, llegue a frustrarle y así se vuelva apático, se enfade y empiecen las quejas, con el típico “esto no es lo que quería” y otras cosas peores, que tan mal sientan a los padres», añade.

¿Cuándo se padece este síndrome?

Cumpleaños, días de Navidad y Reyes, son los más propicios para que los niños lo sufran, ya que además de los regalos de los padres, están los de familiares y amigos. En algunos casos, especialmente en los niños que pasan menos tiempo con sus padres, este síndrome puede ser algo habitual, cuando se intenta suplir la falta de atención con regalos, y también cuando se les quiere premiar constantemente y, para ello, se recurre una y otra vez a objetos materiales. «En estas situaciones, el estado de estos niños es peor, pues están ya tan acostumbrados a los regalos materiales, que les llegan en tantas ocasiones y muchas veces sin un motivo concreto, que no son capaces de conectar con la emotividad propia de los días de Reyes o Navidad, e incluso están tan desconcentrados, que no saben ni lo que quieren, ni que pedir», incide la experta.

¿Los padres somos responsables? «Exactamente, tenemos mucha responsabilidad en esto, pues pensamos que llenar el árbol de regalos y que ellos vean gran cantidad de paquetes cuando se despiertan, es la mejor manera de demostrarles nuestro amor», explica la doctora. Según la experta, esto es la consecuencia del sentimiento de culpa que tenemos los padres por no tener el suficiente tiempo para estar con ellos, y pensar que no les prestamos la atención que requieren, por lo que les compramos más, incluso, de lo que ellos piden. «Por otro lado, están los padres, que quieren constantemente demostrar, ya sea ante otros padres o familia, lo pendientes que están de sus hijos, o lo mucho que les quieren y. para ello, les llenan de obsequios. O los padres separados, que entran en competencia por a ver quién regala más y en consecuencia quiere más al niño», argumenta. Pero si nos damos cuenta, el día de Navidad o Reyes no suele ser un día en el que los niños se frustren y se enfaden, por no haber recibido todo lo que han pedido, «sino que simplemente abren lo que tienen y comienzan a disfrutar con ello», continúa.

Consecuencias del síndrome del niño hiperregalado

Las consecuencias de hiperregalar a los niños son muy perjudiciales, ya que se les transmiten unos valores muy negativos, como dar poco o ningún valor a las cosas, o pensar que todo es fácil de conseguir, y que no necesitan esforzarse para obtener lo que desean. «De esta manera, estos niños se vuelven enormemente cómodos y, en consecuencia, tenemos pequeños frustrados y con falta de imaginación e ilusión por las cosas, o consumistas, caprichosos e indecisos, y que solo dan importancia a lo material», sugiere la doctora Navarro. «Además, les enseñamos a crearse necesidades que en realidad no tienen. Estas características les acompañarán cuando sean adultos, y se reflejarán en todas las facetas de su vida», incide.

¿Pautas a seguir?

Lo ideal es recibir como máximo cuatro o cinco regalos, siempre que sea posible.

  • Lo ideal es recibir como máximo cuatro o cinco regalos, siempre que sea posible. Estos deberían consistir en: un libro, siempre; algo útil como un nuevo estuche de pinturas para la escuela; algo necesario como unos nuevos zapatos o algo de ropa y, por supuesto, algún juguete que desee, del que habéis estado hablando al escribir la carta.
  • Si es posible una buena idea es recibir algo para otros niños, ya sea para algún familiar o para algún niño que pueda necesitarlo. Esta es una buena oportunidad para educarles en valores como saber compartir, o la amistad, la solidaridad, la bondad, generosidad, gratitud, empatía y muchas otras capacidades tan positivas, que les acompañarán en su vida adulta.

Consejos prácticos

  1. El mejor consejo es dedicar un rato a escribir la carta a los Reyes para conocer que es lo que más desean y qué les hace ilusión, pero más importante todavía, aprovecharla para estar tiempo con tus hijos, conocerles un poco mejor, cuidar el vínculo de amor que os une y educarles en aspectos tan importantes como la moderación, la solidaridad, la toma de decisiones, o el establecimiento de prioridades.
  2. Enseñarles a razonar, comentarles de antemano que en estas fechas los Reyes o Papá Noel, tienen que atender las peticiones de muchos niños, y es posible que no puedan traer todo lo que desearían.
  3. Háblarles de lo afortunados que son por recibir regalos, pero sobre todo por tener personas que les quieren y les cuidan a su alrededor.
  4. Y si la avalancha de juguetes por parte de familiares y amigos es enorme y no se puede evitar, también puede ir dosificándose la entrega en varios días, para que puedan centrar su atención y disfrutar más de los regalos. Aunque lo mejor, es ponerse de acuerdo con estos para que esta situación no se produzca.